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Cuando se trate de ti. por Mi Vaa

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Notas del fanfic:

Hola a todos, ms presento, soy Miriam, 19 años :v la loca del yaoi xd

Este fic fue inspirado en un viejo fanfic de esta pagina ;-; sin embargo fue borrado por la misma autora, lo he estado buscando para volver a leerlo pero ya no esta, Ahora solo vive en mi memoria :'v por eso hice mi propia versión, espero que pueda transmitirles a ustedes como lectores como se sienten los personajes. No se olviden de comentar, para que la inspiración vuelva 

Bai :v

Notas del capitulo:

hola :v

Sentía como su valentía se desvanecía y ésta misma cedía ante sus miedos, este tipo de situaciones eran las que lo incomodaban en demasía, una ira descomunal formando parte del camino del miedo que se incrementaba con el avanzar del ruido estrepitoso de los truenos en aquella noche de tormenta gélida, la dichosa que acompañaba al niño el cual asomaba sus iris violetas a través de los bordes de las cobijas, la lluvia, quien ésta vez iba acompañada de sus compañeros; los truenos. Oh como detestaba la sensación que aquellos relámpagos producían en su interior, a su parecer eran imponentes, y por supuesto, eso le enfurecía, lo hacía sentirse débil ante situaciones que a su parecer, eran absurdas. Y eso clavaba una daga en su orgullo.

Sentirse culpable de esa manera por no saber manejar sus emociones no le llevaría a algún lado, el dejar de ser tan duro consigo mismo no sería una mala idea.  No había sensación que le doliera más; como el hecho de que las cosas no puedan estar bajo su control, o sentir el porvenir desconocido tocando a su puerta, el no poder soportar situaciones difíciles lo asustaba e incomodaba.

Pero en este caso son simples truenos, así que no debería de sentirse temeroso, tarde o temprano debía dejar de sentirse desfallecer ante situaciones tan burdas como esta.

Ó eso es lo que el mismo cree.

Su niñez dice todo lo contrario a lo que él pensara, por más adulto que se sintiera, lo cual así no era, él seguía siendo un chiquillo menor de 10 años, por lo que el hecho de que un simple relámpago lo asustara, así como el mismo minimiza su situación, no es tan descabellado. Oh si, a veces el pequeño Yugi podía ser muy duro consigo mismo, lo cual a la larga podría ocasionar que pudiera desarrollar algún trastorno depresivo.

–Me gustaría ser fuerte por lo menos ante las situaciones más inútiles.-  Sudando frio, los poros dilatados junto a una piel de gallina reflejaba que esa era la respuesta/reacción que daba su cuerpo ante la postura de negación que estaba optando ante tal situación, ésta misma contradiciendo la negatividad de Yugi sobre la existencia de sus miedos, aunque el mismo sabía que estaba perdiendo. –¡Tsk! ¡Estúpida función termorreguladora! Quisiera controlar mi cuerpo, así como lo eran el sudor, el hambre… el miedo.- Abrazándose así mismo, cubriéndose de manera protectora sentándose en su cama recargando la espalda en el respaldo acolchonado del mueble, cerrando pacíficamente sus ojos para que en su memoria se hiciera presente la imagen de la única persona la cual le traía fuertes emociones a su torrente sanguíneo; su cerebro, estomago, piernas TODO SU SER:  quien resecaba su boca con el solo hecho de pensar en su silueta, “el" causante de que la adrenalina golpeara su cuerpo y liberara la dopamina y éxtasis con tan solo escuchar hablar sobre él.

 El responsable de que con verle de espaldas una corriente eléctrica neuronal viajaba desde su cerebro, pasando a su medula espinal provocando al infante un calor golpeando la parte posterior de su nuca. Para posteriormente pasar a su rostro tiñéndolo de un rojo intenso. Oh si, la anatomía era fabulosa, el cómo procesa las reacciones químicas del cuerpo humano era sin igual y sorprendente, así como el funcionamiento del sentimiento llamado… ¿amor? Puff, el sistema parasimpático era quien se encargaba de colorear su cara así…  lo aterraba y lo más curioso de esta situación, era que ni se percataba de este proceso, pero lo sentía: y de una manera muy real. Inefable sin dudarlo.

Retomando lo del color rojo en sus mejillas, esa extraña sensación se postraba ahora en su pecho, golpeando fuertemente la caja torácica, haciendo presión en ella, una sensación indescriptible por la cual no existen suficientes palabras para dar a entender el cómo se sentía él. Ese proceso continuó su recorrido hacia el estómago, quien resiente todas las emociones del cuerpo; incluidos el odio, miedo, coraje; amor. ¡Vamos! ¿Por qué no mejor sentir todas las emociones del mundo de un tajo e ignorar la voluntad del susodicho?

O eso “decidió” el cuerpo de Yugi habiendo una múltiple interconexión emocional instantánea, sintiéndose torturado por su corazón, sentimientos, cerebro y alma, sometiéndolo en conjunto para sentirse así; por una sola persona.

Odio al sentimiento provocado en su interior, era muy orgulloso en ese aspecto, le DESAGRADABA sentir cosas bonitas, porque se perdía en ese sentimiento, ni siquiera sabía COMO se llama tal emoción, solo la tenía presente en su pecho sin embargo no sabía cómo llamarla o describirla, aún era muy joven para comprender lo que le sucedía y el despertar de su sexualidad, refiriéndose a la  atracción o gusto por una persona sin llegar a hablar hasta ciertos términos. No por ahora, por lo menos, aún era muy joven. Aborrecía la circunstancia, no aceptando lo que sucedía, era tan abrumador el solo hecho de pensar en que estaba postrando todo su ser y mostrar su parte más débil al mundo por un hombre. Eso significaba debilidad, y un hombre. Un verdadero hombre nunca es débil y mucho menos llora. O por lo menos eso era lo que él, patéticamente intentaba hacerse creer, tratando de convencerse así mismo.

Miedo al amor, a estar solo, no ser correspondido, rechazado, humillado, herido en su orgullo y autoestima. O quizás descubrir que aquella persona ya no estaba disponible. ¡Whoa! claro que no podría manejar tal circunstancia, dolería, significaría llorar todas las noches abrazando su almohada derramando las salinas lágrimas por meses hasta superar aquel contexto, significaría que al ver una gran pareja feliz automáticamente se imaginaria el cómo hubiera sido un  “ellos dos”, significaría que al pasar por las calles o salir al mundo y escuchar alguna melodía lastimosa del corazón le recordaría su situación, sin duda.

Significaría que…

No importando a donde huya, sin escapatoria de su realidad

Todo

Le recordaría a él

Porque cuando se trate de “él” perdería el control

Su autocontrol.

Esa era la parte que más resentía; era tanto el retortijón que le producía que hacia sus piernas flaquear por aquella persona.

¡DEMONIOS! ¿Por qué ni eso podía controlar?.

 

–ó las emociones y sentimientos.

 

Terminó de recitar la oración antes citada para derramar una solitaria lágrima ante su confesión, tan solo derramó una, no brotaría ni una más de sus cuencas… por lo menos esa noche. Mañana sería otra lucha interminable entre él, su cerebro, sentimientos, y corazón. Aunque Yugi siempre perdía. Cuan coraje desarrollaba contra sí mismo y la persona que le hacía sentirse así, porque lo saca de:

Su zona de confort.

Para el ser humano no hay nada peor que sentir desnuda su alma ante el mundo.

Pero. No todo era como para llorar, ssalir de la zona de confort es el mejor antídoto contra el inmovilismo y la resignación que en ocasiones se apodera para siempre de la vida de las personas.

Este sentimiento podría.

Salvarlo ó

Destruirlo.

 

Estrepitosamente la onda electromagnética que retumbó fuertemente contra un árbol contiguo a la habitación de Yugi: un trueno, asustó al niño provocando que soltara un chillido agudo escondiéndose debajo de las cobijas, tomó su peluche blanco, sin dudar su favorito de la colección como amaba ese peluche, se lo había obsequiado su hermano mayor Yami.

Lo recordaba perfectamente, cuando yacía en la dulce edad de los 6 años, un 24 de diciembre, agraciada noche buena, que consigo traía los mejores momentos de su vida, la segunda fecha más hermosa para Yugi, después del cumpleaños de su único hermano. En esa noche de intercambios, todos listos y ansiosos motivados a reír por las ocurrencias y comentarios más bárbaros, cómicos y extrovertidos de Yami, el pequeño infante no desprendía ni un rato su tierna e intensa mirada sobre él, maravillado de como su hermano podría ser tan ingenioso y podía alegrarle el día a cualquiera, por más mierda o insípido que haya sido su día. Siendo Yami una luz en medio de todo y nada.

Sintiendo el despertar de la curiosidad en la mirada de un niño, el único de la casa, lo hacia sentir tal vez un poco ¿incomodo? Quizás. Podría ser la edad 6 años, ¡vamos!, los niños pueden ser muy curiosos a veces, no se preocupó mucho entonces, inhalando y exhalando profundamente cerrando los ojos con una expresión pacifista soltó las siguientes palabras con  felicidad en cada letra que exclamaba: – ¡Hey pequeño Yug, tengo una pregunta. ¿Quién crees que te obsequié esta noche? – Obsequiándole una sonrisa amplia y sincera se acercó hacia él para abrazarlo y cargarlo hacia su pecho, riendo ante el acto de Yami soltó risillas traviesas y agudas de sorpresa con el sentimiento de alegría acompañándola.  Estirando sus brazos abriéndolos de par en par para recibir el cuello de su mayor y acurrucarse contra él mientras rozaba con su nariz la chaqueta de lana sedosa de su hermano, el pequeño podía sorpender a veces con el amor y ternura que le dirigía a todos en especial a su familia, incluyendo a su querido hermano.  

–        Jajaja, Yug, deja de hacer eso me llenarás de mocos la chaqueta. – a forma de broma refiriéndose ante el acto de Yugi, no le molestaba en lo absoluto, al contrario, le llenaba el corazón de emoción sentir el amor de su familia. Traía calma a su ser.

Despegándose de su menor, tendiéndole en una vista frontal ahora, le hizo cosquillas aun en sus brazos cargándole, mirándole fijamente de forma amorosa; fraternalmente.  – Te amo hermano.

Saliendo desde lo más profundo se aferró a su pecho para pedir después que lo bajara. Agregando palabras a la oración antes mencionada. – y a mamá y papá también.    Yami se conmovió sonriéndole, pidiéndole que le contestara su anterior pregunta.

–Huh, realmente no sé, no lo había pensado. – posó un dedo en la comisura de sus labios de manera que cuestionaba la circunstancia en la que se encontraba, el mayor sonrió aún más, ante su tierno actuar.

–Deja de ser tan tierno o te golpearé.- bromeó su hermano mayor riendo. –realmente no importa quien sea, no importa el regalo, a mí me interesa más estar con ustedes tres porque los amo. – musitó el pequeño. Realmente ese comentario sorprendió a los presentes, no creían que Yugi fuera tan humilde en una edad tan tierna, la codicia no existía en él, por lo general los niños son caprichosos y lo que más anhelan en estas fechas son los obsequios. Sus padres tendrían un hijo, y Yami  a un hermano con un gran corazón, sin duda un gran ser humano.

Sonriendo ampliamente soltando una lagrima de corazón ante las palabras sinceras de su parte a pesar de su cortísima edad. Se giró a la derecha agachándose para levantar la caja envuelta en papel azul platinado con moño blanco. –eres el mejor niño del mundo, te mereces lo mejor, éste año me tocó obsequiarte a ti. No es mucho, pero me enteré por ciertas circunstancias que anhelabas ese peluche del mostrador que está en la plaza de la ciudad, es lo más que se le parece. –  Extendiendole su brazos los que sujetaban la caja con amor fraternal. –feliz navidad Yug. –      sus ojos acuosos con una sonrisa de oreja a oreja saltó hacia su hermano mayor recibiendo su amado oso blanco de peluche con moño azul, de ojos y nariz negra, muy bonita. –Feliz navidad Yami. – corrió a abrazar a su hermano para después ir en busca del abrazo de sus padres, uniéndose Yami a la escena familiar.

En el presente, Yugi, tristemente pasó sus manos por la felpa del juguete, sonriendo tristemente, su hermano había cambiado tanto, ya no lo trataba igual, cada año cada mes, semana, minuto o segundo, su indiferencia hacia él aumentaba ignorando su existencia.

Rompiendo el miedo optó por tomar un poco de valor en medio de la tormenta eléctrica para tomar su peluche, una figura de acción del mago oscuro, cobija y almohada en mano. Se dirigió al picaporte girándolo, iluminando en ese momento la habitación un estruendoso trueno, causándole pánico, tragando seco, imaginando el rostro de Yami, le traía confort, recordando aquellos buenos momentos con él, cerraba los ojos, un trueno tras otro, y otro, sin más Yugi, estaba deshaciéndose de su miedo, al pensar en la cara de su hermano le ayudaba a relajarse, él era su inspiración, lo incitaba a ser mejor persona, hacia sacar su mejor parte, seguro que Yami no le temía a los truenos, así que cada paso que daba era firme.

Salió al pasillo, al lado de su habitación estaba la de Yami, sin embargo el miedo volvía a recorrer su joven cuerpo, ya había salido del cuarto, ahora quería ir con él. Pero, ¿y si lo golpeaba como era su costumbre? Y si ¿esta vez sí lo comprendía y volvería a ver al viejo Yami amable de antes?

Odiaba que Yami le diera piñazos cuando sus padres no veían, o las bromas pesadas, como el cloro que le echó al uniforme de color azul marino de la escuela decolorándolo al instante, yendo al instituto con el uniforme muy poco presentable. O como olvidar la vez que lo ridiculizó en frente de la niña de su salón que tanto le gustaba, esa vez sí se pasó.

Suspiró, tomando valor, tocó a la puerta de su hermano.

Escuchó como un gruñido molesto provenía de adentro, escuchando unas pisadas viniendo de adentro, tragó seco, hace mucho que no tocaba su puerta. Se preguntaba cuál sería su recibimiento.

Cerró los ojos y escuchó como giraban el picaporte de la puerta dejando a la vista a un adolescente, idéntico a Yugi, ojos rojos, alto, levemente musculado, con mirada intensa y molesta.

–¿Quién te dio permiso de tocar mi puerta, bastardo? O más bien ¿Cómo te atreves? –

Yugi tragó seco, retrocediendo. –Ahm yo…–

Notas finales:

bai


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