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Cafuné por CrawlingFiction

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Cafuné

 

Un, dos, tres golpes repicaron en eco por la habitación y escocieron la piel a un límite irresistible.

Sus muñecas se removían sin poderlo evitar, haciéndole lagrimear por la fricción del nylon. Maldita sea, se ajustaron otra vez.

Las manos cuan zarpas se adueñaron de las dimensiones de sus caderas y el cabecero de la cama chocó contra la pared. Las uñas clavadas a la piel sudorosa y cruzada de ataduras le soltaron un jadeo de insano placer.

El gruñido del clímax opacó la retahíla de gemidos ahogados, que le descompusieron la razón en un orgasmo copioso sobre las sábanas. El semen caliente escurrió con una lentitud sobrecogedora entre sus muslos desnudos.

—Tan buen niño… —y una caricia mínima a su cabello revuelto fue el cierre de la obra, aquella donde era un niñito complaciente a las órdenes de su hyung.

El silencio aplastó sus oídos y suavizó los dientes contra la pelota de goma que le amordazaba.

De no ser por ella habría sonreído.

El corazón latía tan fuerte contra el colchón que parecía hacer vibrar la cama.

Sus rodillas amoratadas temblaban, el único soporte de su cuerpo, además de su mejilla chorreada de saliva. Las manos de TaekWoon deshacían los nudos con una cautela irónica para el escenario, todavía fresco de ellas adormecerle el culo a golpes.

HongBin retorció los tobillos atados y con un gruñido apresuró su metodología. TaekWoon de un tirón hábil deshizo el amarre bondage, que inmovilizaba sus manos tras su espalda hasta sostener sus tobillos. Aliviado se derrumbó en la cama y desabrochó la hebilla del gag ball que amordazaba su boca. Cerró los ojos agotado e ignoró como en silencio su novio recogía el desastre de juguetes y cuerdas hasta dejar la cama nada más que con ese cuerpo desnudo y trémulo de decoración.

La inocencia se restauró con una sutileza abismal.

El peso a un lado de la cama y esas manos delicadas tomar sus muñecas le hizo sonreír adormilado. Los besos a sus rozaduras fueron paso previo a esa crema perfumada, que le conciliaba el sueño también cuando estaba cansado.

—Niñito, no me dijiste que se habían apretado… —la voz suave de TaekWoon pareció reprenderle. Algo imposible, ni en su rol de dominante sin clemencias lograba eso.

—Mañana se me quitará, tranquilo —murmuró a ojitos entrecerrados. Sus cuerpos se reencontraron en un abrazo. La desnudez ahora tenía una connotación tranquilizante.

El negro al repentino rosa era quizás la parte más extraña y divertida de todo.

—Usa mangas largas mañana o creerá tu mamá que te pego.

HongBin rio contra ese besito dulce a su boca.

—Eso haces —burló para alivianar la situación.

—Payaso —le pellizcó la punta de su nariz. HongBin abrió los ojos y le sonrió. Recargó su frente contra la suya y con roces, que pretendían ser besos a los labios, le calmó la preocupación. No llevaban mucho tiempo inmersos en este mundillo del BDSM como para no advertir la preocupación que se le escapaba a menudo.

Aún recordaba con una sonrisita cuando en un domingo sin nada que hacer, HakYeon le recomendó practicar BDSM para hacer las cosas más divertidas en la alcoba. En un principio consideró que su amigo estaba mal de la cabeza, pero ahora no podía quitarle la razón. Tardó en convencer a su meloso novio en aceptar atarle, meterle cosas inexplicables en el culo y minarle el cuerpo de rosetones. Para él, de esos que toman de la mano y susurran piropos al oído, era un sacrilegio.

—¿Q-Qué haces? —murmuró en medio de los pequeños besos que se prodigaban, al sentir su mano húmeda recorrer su espalda sudada y minada de chupones como constelaciones.

—Te siento los músculos tensos —HongBin se acurrucó en el hueco entre su cuello y hombro, y en esa poco conveniente posición, se dejó masajear.

—También piensa en ti… —con la torpeza propia del agotamiento deslizó los nudillos a su mejilla. Como un llamado, giró a mirarle, rozando sus narices por la minúscula distancia— Mira cómo me cuidas… jamás podrías lastimarme —alcanzó esa mano suave y con aroma lavanda y la besó con la devoción inherente de su relación, más allá de la habitación y los juegos socialmente incorrectos.

—Con abrazarme así curas hasta las marcas que no tengo.

HongBin sonrió satisfecho y besó su frente.

Las manos al acabar su labor ascendieron a su cabello, peinando ese desastre café entre sus dedos.

Cafuné.

Blandirle el alma entera al ir y venir de ese peine, el único que quisiera necesitar para el día a día. Al acabar el juego volvían a ser los mismos de siempre y con ello, el cariño colgado entre las hebras.

—Me quiero bañar —suspiró tras el titánico esfuerzo de detener el arrullo a su pelo— Ya limpio y decente puedes seguir —bostezó y trató de incorporarse, cuando envuelto como burrito entre las sábanas, TaekWoon le cargó en brazos.

—No quiero cocinar, ¿y si pedimos algo? Me provoca pollo agridulce, aunque hay para hacer ramen picante… —sus ojos centellaron como un niño— Olvídalo, haré ese ramen.

Rodeando su cuello con los brazos asintió convencido.

Cruzaron la habitación y se encerraron en el baño. Presentía que incluiría más lavanda y malcriarlo.

La rutina volvió a su curso, en dónde su novio era un sujeto bobo, dulce y capaz de cocinarle tres litros de ramen si se lo pedía a cambio de un abrazo.

Porque sí, ese hyung malicioso y pendenciero que le inundaba la cabeza de obscenidades y la piel de pasión también le excitaba bastante, aunque jamás podría equipararse al bobalicón que le peinaba el cabello antes de dormir.


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