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Lágrimas de estrella por Tlazolli666

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Notas del capitulo:

Este es mi primer fanfic yaoi en mucho tiempo. Puede que esté algo burdo. Pero aquí está. 

 

Gracias.

Los días pasaban en medio de la expedición a Egipto. Habían parado en la India por unos pocos días y ya habían encontrado a usuarios enemigos de Stand.

Mientras tanto, Kakyōin intentaba hacer buenas migas con Jotaro. No estaba muy seguro de la razón, pero sentía mucha necesidad de pasar tiempo con él. Era como si alguien por fin lo comprendiera aunque realmente no hablan mucho.

Los cinco compañeros y amigos estaban en un pequeño restaurante lujoso que había pagado Joseph. Todos bebían vino, a excepción de los dos jóvenes que a regañadientes tuvieron que beber jugos.

Jotaro estaba callado como siempre, con sus enormes brazos cruzados y su gorra hacía abajo, tapando su cara. Mientras que Kakyōin lo admiraba desde su lugar junto a Polnareff que no paraba de hablar de algunas costumbres de su país, sin quitar esa expresión arrogante de su cara.

-“Es tan callado y misterioso.” -pensó el pelirrojo mientras veía a Jotaro. Le causaba un gran conflicto al pensar en los pocos temas de conversación que tenía con Jotaro. Ni siquiera le gustaba las misma comida, ni siquiera le interesaba la literatura o la misma música. Parecía que no había nada en común entre ellos dos. Aquello hizo sentir un poco solitario al joven pelirrojo.

Pero ¿qué podía hacer? Tenía que aceptar a sus nuevos amigos tal y como eran. No tenía problema con ninguno de ellos pero… Jotaro era el que más curiosidad le causaba y al que más le hablaba. Aunque sentía que en parte el más alto no lo apreciaba ni un poco, eso realmente lo hacía sentir inseguro de sí mismo.

Mientras Polnareff seguía hablando, Jotaro levantó la cabeza sin tener que cambiar la posición de sus brazos. Sentía una mirada encima de él, lo que lo hizo mirar por seguridad a su alrededor, hasta descubrir que no era más que Kakyōin. El más bajo inmediatamente abrió sus ojos un poco más, al momento de cruzar miradas. Pensó por un momento que la mirada del pelinegro era tan sombría y pesada, mientras que la suya era más suave. O eso era lo que tenía en mente.

Jotaro miró de arriba hacia abajo a su compañero, sonriéndole a medias con simpatía antes de volver a su posición anterior. Kakyōin no tuvo tiempo para sonreírle como respuesta, pero si notó el calor de sus mejillas, cómo estás se habían encendido. ¿Sería que Jotaro le había sonreído por ello? ¿Lo había notado? ¿Se estaba burlando de él?

Joseph hablaba mal de los japoneses mientras que el tema no iba al caso. Se quejaba de la comida, el té, la historia y de los deportes.

-… a lo que me refiero -dijo Joseph al momento de escuchar una queja de Avdol. -¿Qué pasa con el deporte japonés? Como la lucha de sumos. ¿Quién quiere ver a dos hombres gordos luchando en ropa interior?

-A mi me gusta. -dijo Jotaro por primera vez en toda la noche, levantando su gorra con su pulgar.

-¡A mi también! -se apresuró a decir Kakyōin fuerte y claro para que el más alto lo escuchara. -Me encantan las luchas de sumo.

Jotaro le sonrió nuevamente. -¿Te gusta el baseball?

-Ah… si. -respondió Kakyōin intentando no verse nervioso. -Cuando era niño, coleccionaba tarjetas de jugadores de las ligas japonesas y americanas.

-Jamás hice eso. -respondió Jotaro. -Pero solía jugarlo de vez en cuando. Lo dejé porque es una molestia.

-Mi madre solía llevarme a clases de football. Lo odiaba, pero ella decía que era bueno para hacer amigos y hacer deporte. -apretó un poco los botones dorados en la manga de su uniforme.

-Si lo odiabas, debiste haberte escapado en las clases. -respondió Jotaro. -Decir que ibas pero realmente escapabas con tus amigos al parque o al centro comercial. Yo hago mucho eso.

-Yo… nunca tuve muchos amigos. -dijo Kakyōin con cierta incomodidad. -Además, mis padres siempre estaban tras de mi. Nunca he sido capaz de saltarme clases o escapar. -fingió que reía sólo para que el ambiente dejara de ser tan incomodo.

Jotaro dejó de hablar, puso la misma cara de siempre y volvió a mirar hacia abajo. Realmente sólo quiso decir que lo entendía, aunque Kakyōin estaba sumamente incómodo, al igual que sus compañeros y su abuelo.

-Bueno, si… -dijo Joseph, mirando hacia otro lado y sintiéndose incómodo. -¿Alguien va a querer algo más? -inmediatamente, Jotaro lo volteó a ver, abriendo los labios para poder hablar. -No, Jotaro. Tú no.

-Maldición. -Jotaro se levantó de inmediato de la mesa, haciendo que muchos lo voltearan a ver, incluidos algunos comensales del lugar. Era un tipo muy notable. -Bien, no hagas nada.

-Jotaro. -Joseph levantó su mano, intentando llamar la atención de su nieto. -¿Adónde vas?

-Voy por aire fresco, anciano. -volteó a verlo con esos ojos fríos, volteando a ver a Kakyōin de repente, haciendo que este se ruborizara. -¿Quieres venir?

El pelirrojo miró a sus tres compañeros, Avdol y Joseph lo vieron con el ceño fruncido mientras que a Polnareff no le importaba en absoluto. Eso bastó para que saliera con dificultad hacia Jotaro.

-Ah… -suspiró el viejo Joestar. -Estos niños.

-Tal vez sea mejor darles su espacio. -comentó Avdol.


Durante el camino, ninguno de los dos comentó algo. Sólo estaban caminando en medio de la calle de noche, era más seguro encontrar algún enemigo entre la oscuridad.

Jotaro se detuvo frente a una licorería, Kakyōin se limitó a fruncir sus cejas rojizas. Sabía que Jotaro no era estúpido como para comprar licor con el uniforme puesto. Sin embargo, decidió entrar tras de él.

El pelinegro ya estaba pagando y el sujeto estaba atendiéndolo y aceptando su dinero. Al salir de la tienda, Kakyōin miró que se trataba solamente de un té helado.

-¿Tu abuelo hizo tanto escándalo por un té helado? ¿No te deja tomar eso? -Kakyōin estaba confundido.

-No seas estúpido. -sonrió el más grande, sacando de uno de los bolsillos internos de su chaqueta, una botella de ron. -¿Quieres beber un poco cuando entremos a la habitación?

-Yo… creo que no debería… -estaba nervioso, estaba tan acostumbrado a las reglas de sus padres estrictos. Pero ellos no estaban con él en ese instante. Nadie se daría cuenta, ni siquiera el señor Joseph. Avdol no diría nada y a Polnareff no le importaría. -Sí..

Ambos se fueron al hotel nuevamente. Joseph y compañía los estaban esperando en el lobby. No llevaban mucho tiempo ahí y todos pudieron subir a sus habitaciones.

En cuanto llegaron a la habitación que compartían los dos estudiantes, Jotaro arrojó su chaqueta a una de las camas, incluso se quitó la gorra para usarla de abanico.

-Enciende el aire acondicionado. -ordenó al más bajo antes de comenzar a quitarle la tapa a la botella.

Kakyōin se sentó frente a Jotaro, se sentía muy sorprendido de verlo sin camisa nuevamente. Cada vez que eso pasaba, le daba una extraña sensación de incomodidad y comenzaba a sudar.

-“¿Cómo puede tener ese cuerpo? Es un estudiante, no es normal.” -pensó el pelirrojo al momento en el que fijó sus ojos en los gruesos brazos del mayor.

Ya había abierto la botella para darle un largo y profundo trago, tosió en voz baja y limpió su boca con el dorso de su mano. Kakyōin le dio una mirada fría mientras fruncía sus cejas como cuando algo no le gustaba.

-Bebe. -dijo Jotaro acercándole la botella. El pelirrojo estuvo a punto de negarse, pero ya le había dicho que podría hacerlo.

Tragó saliva, tomando la botella y oliendo la boquilla; tenía un aroma muy fuerte y penetrante. Miró al más alto, su seriedad hizo que sintiera ganas de ruborizarse, pero quiso tener coraje y con valor, le dio un trago también. Sin embargo, empujó la boquilla lejos de sus labios, el sabor era peor que el olor, pero aún así tragó todo lo que había en su boca.

-Lo sé. -dijo Jotaro sonriendo levemente. -Al principio sabe muy mal, pero después te acostumbras.

Estuvieron despiertos por más rato, compartiendo la botella. El más bajo intentaba beberlo de un solo trago, intentando que el licor no tocara su paladar. Mientras que Jotaro aguantaba sus ganas de reírse de él.

Habían pasado casi dos horas y ambos jóvenes ya sentían que el alcohol recorría sus cuerpos. Jotaro tenía la gorra de lado, estaba acostado de lado en el sofá, mientras que Kakyōin estaba muy rígido y con las piernas muy juntas, poniendo sus dedos sobre sus labios. Y ambos tenían un fuerte rubor en sus mejillas.

Con dificultad, el pelinegro intentó encender un cigarrillo estando acostado, ya que sus manos temblaban. Finalmente se sentó, a la vez en la que el pelirrojo jugaba con uno de sus aretes.

-Fumar no te hace nada bien. -comentó el más bajo. -Podrías enfer… -antes de poder terminar la frase, Jotaro soltó todo el humo sobre su cara, moviendo su flequillo rizado. -Qué gracioso.

-¿Por qué no mejor me cuentas la razón por la que no tienes muchos amigos? -Jotaro dio una larga calada, expulsando el humo por su nariz.

-¿Realmente quieres saber? -el rubor cubrió un poco más sus mejillas mientras el más alto afirmaba con la cabeza. -Bien, pues porque no me gusta mucho la gente. Eso es todo.

Ambos se quedaron en silencio, Jotaro lo miraba con seriedad y entrecerrando sus párpados. Poniendo a Kakyōin más incómodo de lo que ya se sentía respondiendo a la pregunta.

-Mientes. -habló finalmente el pelinegro bebiendo de la botella.

-¿Qué? -soltó una risa un tanto nerviosa y tomando la botella. -No estoy mintiendo.

-Si no te gustara la gente, no estarías aquí con nosotros. No tienes porqué mentir. Solamente, di que te incomoda y ya está.

-¡Pero si es lo que…! -suspiró antes de beber. -Bien, la verdad es que… nunca me sentí aceptado por nadie. Ni siquiera por mis padres. -mientras hablaba, su cabeza iba mirando hacia el piso de poco a poco. Jotaro dejó de fumar y volteó a verlo con atención. -Mis compañeros siempre me vieron como un chico raro; para ellos yo jugaba y hablaba solo. También solían burlarse de mi porque yo podía ver a Hierophant Green y ellos pensaban que sólo quería llamar la atención viendo “fantasmas”. Muchas veces escuché a mis padres hablar de mi, preocuparse porque nadie quería estar conmigo. Decían que yo no era raro, sino “diferente”, pero aún así ellos me trataban de forma distante.

Jotaro prestaba toda atención, se quedó mirando el rostro gacho del pelirrojo, dejando que su cigarrillo se consumiera por sí solo.

-Pero creo que ya no me siento así. -continuó. -Me doy cuenta de que no estoy solo y eso me hace muy feliz. Están todos ustedes que pueden entenderme y eso es más que suficiente para mi. Me hace feliz tener amigos al fin.

-“Amigos” -rió el pelinegro. -Claro, si consideras a un anciano como Joseph como un amigo.

-Es un hombre muy atento y amable. También es inteligente. Tal vez deberías tenerle más respeto, Jotaro. Es tu abuelo.

-Si tanto te agrada, cásate con él. -soltó su colilla, junto con la ceniza en el cenicero. Kakyōin se quedó en silencio, mirando los fríos e inexpresivos ojos de su compañero. El silencio era tan incomodo, que ambos se miraron a los ojos después y con las mejillas totalmente rojas, Kakyōin no pudo evitar soltar una carcajada escandalosa. En cambio, Jotaro sólo se dedicó a mirar cómo el contrario apretaba suavemente sus párpados y sujetaba su estómago por la risa.

El más alto pensó por un segundo en las palabras de su compañero; y ahora al verlo reír de esa forma, ebrio y totalmente ruborizado como cereza, sólo bajó su gorra para cubrir su cara y soltar una risa suave. Aquello le hizo sentir bien, la risa del pelirrojo era realmente agradable.

Charlaron un rato más hasta que se percataron de que ya era muy tarde y debían irse a la cama. Aunque ambos seguían un poco ebrios para poder dormir y entre cada silencio en la oscuridad de la habitación de hotel, ambos reían o hacían comentarios absurdos hasta finalmente caer dormidos.

Parecía que no habían pasado ni quince minutos, cuando Joseph llamó a la puerta de la habitación varías veces. Y al no recibir respuesta, tuvo que abrir por la fuerza, encontrando a los dos adolescentes revueltos entre las sabanas en sus respectivas camas.

-¿Aún no se han levantado? -dijo el viejo Joestar molesto y abriendo las cortinas de la habitación. -Ya es muy tarde, levántense de una buena vez.

Joseph se acercó a su nieto, mientras que Avdol entraba para despertar a Kakyōin. El viejo agitaba a su nieto, pero éste no se movía en absoluto.

-¡Oh no! ¡¿Qué es esto? -gritó temeroso. -¿Será que no pueden despertar por culpa de un Stand enemigo que los atacó?

-Señor Joestar… -sonrió Avdol. -No se trata de ningún Stand enemigo, es resaca.

-¿Resaca? -al escuchar eso, Joseph le dio una bofetada a Jotaro, despertándolo.

-¡Maldito viejo! -gritó el joven de cabello negro, intentando golpear a su abuelo, pero la cabeza le dolía demasiado para poder hacer algo.

-¡¿En qué demonios estabas pensando, Jotaro?! Ambos son menores de edad. ¡¿De dónde sacaste el licor?! ¡Y mira a Kakyōin! Parece que está inconsciente. ¡Eres una mala influencia para él!

-Señor Joestar… -murmuró por fin el pelirrojo con la vista nublada y los labios pálidos. -No sea tan duro con él.

-Cierra la boca. -amenazó al menor mientras que Jotaro soltaba una risa. -Los quiero a ambos en el lobby en menos de quince minutos. No tenemos tiempo que perder.

Los dos adultos salieron de la habitación, pero sólo Joseph refunfuñaba con cada paso que daba.

Kakyōin se levantó, sujetando su cabeza como si le pasara y con el estómago revuelto. Jotaro también se levantó, pero ambos, con las miradas un poco perdidas por el alcohol de la noche anterior, se miraron y compartieron una cálida sonrisa.


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