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Vía Crucis por Kuro Kaori

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—Así… que vas a casarte.

Beyond observó a los niños jugar en la plaza, el día soleado era esplendido y las caritas sonrientes y las risas, lo llenaban todo de vitalidad, una alegría que no podía sentir dentro, al mirar esos ojos verdes tan tristes.

Miró sus propias manos entrelazadas, el banco de piedra en el que estaban sentados… y la sotana, la maldita sotana negra, que llevaba puesta Matt; esa que parecía teñir su propio corazón, también de negro.

Quiso sonreír al alzar el rostro, pero la tensión en sus labios le hizo saber que había fallado en eso. Su corazón le suplicaba que fuera sincero, pero ¿Para qué? ¿Para qué suplicar de nuevo?

—Hace años que estas casado- dijo en un reproche, refiriéndose a Dios. —¿De qué te quejas?

Matt soltó una risilla, que más que eso, parecía un quejido de dolor y bajó el rostro, tratando así, de ocultar su propia tristeza.

-.-

Se conocían desde la escuela primaria. Matt había sido el niño retraído y Beyond, el niño problema, sin embargo y a pesar de las diferencias, habían congeniado convirtiéndose en grandes amigos.

Lo habían compartido todo, juegos y travesuras, cigarrillos y risas, escapadas a bailar, ropa y secretos. Pasaban tanto tiempo juntos, que hasta podría decirse que no era posible hablar de uno, sin referenciar al otro.

Se querían tanto, apreciaban tanto la compañía del otro… que enamorarse, parecía lo más lógico, el siguiente paso a dar en esa vida que llevaban juntos. Sin embargo, no había sido fácil darse cuenta que lo que sentían por su amigo, era mucho más que eso, que simple amistad.

Confesarse mutuamente había sido cómico y mucho más fácil de lo que habían pensado, después del dolor que el temor a ser rechazado y así perder para siempre a su compañero, había generado en sus corazones.

Ese día habían estado juntos, sentados en la cama de Beyond, conversando sobre cualquier cosa, sintiendo ese ambiente especial, la mágica atmosfera que los envolvía cada vez que se quedaban en silencio, mirándose a los ojos y riendo de repente como bobos, como dos chiquillos enamorados.

Y, simplemente, lo dijeron, que se gustaban, los dos a la misma vez, y volvieron a reír.

Y se amaron en todas las formas posibles en las que dos adolescentes enamorados podían hacerlo.

Eran felices, la vida les sonreía, les mostraba lo maravillosa que podía ser, porque así era ella, lo daba todo antes de quitarlo.

Los padres de Matt eran muy religiosos, demasiado para el gusto de Beyond, pero para él cualquier comparación, siendo ateo, era mucho decir.

Cuando se enteraron de la relación que ambos mantenían, no solo los obligaron a abandonarla, sino, que hicieron que Matt se convirtiera al sacerdocio.

“—¿No los odias por esto?” Había preguntado B, la primera vez que había sentido el dolor de ver a Matt vestido con sotana.

“—Siempre quise ser sacerdote y lo sabes.”

Había sentido una daga en el corazón al escucharle, sin embargo, siempre había sido un testarudo y como tal, tenía que preguntar.

“—¿Ya no me amas?”

Y Matt le había mirado y le había sonreído, con esa carita tan dulce que tenía, con esas pequitas tan pequeñas marcándose en sus mejillas y en su nariz.

“—Por supuesto que te amo… Pero el amor a Dios… es otra cosa. Significa mucho más”

“—Odio a Dios” había respondido caprichoso, terriblemente dolido.

“—No digas esas cosas, Beyond- “suplicó preocupado por él y tuvo que tragarse sus palabras a pesar de la angustia que sentía dentro.

¿Cuántas veces, había vuelto a buscarle? ¿Cuántas veces, aun sabiendo que era un caso perdido, le suplicó que se fugaran juntos?

-.-

—Tus padres… ¿Cómo están?

—Mamá hace lo que puede, pero el cáncer de papá es terrible… Supongo que le queda poco tiempo.

—Hace años que le queda poco tiempo…

—No seas cruel- le reprendió con cariño.

De ambos progenitores del pelirrojo, al que más odiaba era a su padre. Cuando Matt se había internado en el seminario ni siquiera quiso decírselo y más tarde, se había enterado de que el principal culpable de ello, había sido él.

B. apretó los dientes y sintió su corazón latir de manera dolorosa nuevamente. Miró sus propios pies y luego, las manos que, sobre el banco de cemento, estaban casi juntas. Acercó lentamente los dedos hacía los de Matt, hasta sentir el cálido contacto. El pelirrojo, no apartó su mano de inmediato, dejó que, por unos segundos, ese pequeño gesto los uniera.

¿Por qué, a pesar de los años, seguía amándolo con tanta intensidad?

—Voy a irme lejos- soltó repentinamente y alzando el rostro lo miró. La sorpresa desencajaba sus bonitas facciones.

—¿Dónde irás? –

—Cruzaré el charco- dijo, tratando de bromear.

—Y… ¿Cuándo vuelves?

—No volveré, Matt. Mi suegro, abrió una sucursal de su empresa… Quiere… Quiere que yo sea el presidente. Es una excelente oportunidad- soltó de manera atolondrada y sintió su garganta cerrarse. Se estaba asfixiando.

Los ojos de Matt se empañaron de repente y esbozó una expresión horrorizada, antes de que fuese sustituida por la más grande de las congojas que le hubiese visto alguna vez. El pelirrojo se puso de pie de inmediato y sin mirarle, dio una excusa tonta, antes de marcharse.

Beyond permaneció sentado en la banca, sin atreverse a ir tras él.

**

Era demasiado tarde en la noche cuando el teléfono en la sala sonó, sin embargo, él no dormía. Levantándose en la oscuridad bajó por las escaleras, con la confianza de quien conoce el suelo que pisa y atendió el llamado.

—¿Diga?

El silencio fue la única respuesta que recibió, pero, a pesar de ello, no fue difícil saber de quien se trataba. Lo conocía tanto… casi como a la palma de su mano.

—Matt- soltó en un susurro apenas audible.

—B…- le llamó el aludido, con tono desesperado —Te amo, B.

El corazón de Beyond latió con fuerza, como todas aquellas veces en las que había recibido ese mismo tipo de llamadas. Tonto de él, que estaba dispuesto a tener esperanzas, después de tantos años de dolor.

—No me hagas esto… si no estás dispuesto a renunciar a tu Dios, por favor… no me hagas esto. Estoy cansado, Matt. Tan cansado.

—¿No me amas, B.?

El aludido apartó el teléfono unos instantes, para que del otro lado de la línea no se escuchase su gemido de dolor. ¿Si lo amaba? Por supuesto que lo hacía, siempre lo había hecho.

—Matt… - suplicó.

—Por favor…

—Después de la boda, me iré, Matt… ¡Lo haré!

—Solo quiero saberlo.

Y otra vez, el mismo gesto, el mismo dolor haciéndole apartar el teléfono.

—Sí, Matt, si… ¡Maldito seas!… Te amo tanto.

Le escuchó llorar al otro lado de la línea. Un llanto desesperado y agonizante, que a los dos les partía el alma.

—Huyamos juntos, Matt…- propuso, como tantas otras veces, aun sabiendo que sería en vano. Sabía que Matt era demasiado creyente. Que no abandonaría su compromiso con Dios. ¡Menuda mierda! ¿Cómo se podía luchar contra algo así?

—No- respondió contundente, entre sollozos.

—Por favor- rogó una vez más.

—No puedo.

—Entonces, ¿Por qué juegas conmigo de esta forma? ¿Por qué torturas mi mente de esta manera? - preguntó desesperado y recibió silencio como respuesta. —Cásame.

—Beyond…

—Tú me casarás… Si logras hacerlo, sabré que se ha terminado, que no renunciarás a Él.

—No, Beyond- pidió ahogado en un llanto amargo.

—Hazlo… Si alguna vez me has amado… Hazlo.

—Bien… Está bien- respondió sollozando una vez más.

**

—Ahora… los declaro, marido y mujer. Puedes besar a la novia.

Beyond trató de ignorar la expresión de Matt, antes de voltearse a besar a la que ahora era su mujer, Lisa. Un beso dulce y cálido, quizás, un poco más que el sol que brillaba ese día.

Habían optado por casarse al aire libre, en los jardines de la casa del padre de Lisa, que dicho sea de paso eran inmensos y llenos de vegetación por doquier, por lo que se sentía agradecido de que hiciese un buen clima. Lisa había puesto mucho empeño para que todo saliera bien.

La sonrisa en el rostro de ella iluminaba la oscuridad en la que se sentía sumergido. Estaba hermosa ese día, con su sencillo vestido blanco, que se ajustaba delicadamente a su figura, y sus cabellos dorados atados en un rodete… y sus bellos ojos verdes, esos ojos que le recordaban a los de Matt, pero cuya mirada no era tan profunda, ni tan radiante, aunque sí, igual de dulce. La adoraba, esa era la verdad, sin embargo, estaba esa espinilla clavada en su pecho que, más que espinilla, era una daga punzante y venenosa, amenazando con destruirlo todo.

Volteándose, miraron a todos sus conocidos que les aplaudían mientras caminaban por el pasillo regado de pétalos, hacia la limusina. Sus amigos y familiares les abrazaron y felicitaron tantas veces que, por un momento, se sintió mareado y deseó salir de allí.

Por suerte en la limusina había aire acondicionado.

Lisa reía y no paraba de hablar. Estaba feliz. Ambos lo estaban, a pesar de todo. Sin embargo, por más que lo intentaba, no podía centrar su atención en ella. No podía dejar de pensar en Matt y en el desasosiego que había podido entrever mucho más allá de su radiante sonrisa.

Sacarse fotografías siempre le había resultado engorroso y mucho más si les obligaban a hacer poses tan forzadas, incluso, Lisa le reprendió con cariño un par de veces.

Al llegar al salón, tuvo que soportar nuevamente las felicitaciones y los saludos de la gente que se acercaba a ellos. La mayoría, eran parientes y amigos de su mujer. Él ni siquiera tenía padres, había pasado su infancia en hogares sustitutos y orfanatos, de los cuales le quedaban pocos recuerdos que pudiese decir que eran buenos.

Luego de pasearse mesa por mesa, soportando más fotografías y el dolor de pies que estaba comenzando a darle, al fin se dispusieron a regresar a la suya. Fue allí, cuando la sorpresa que recibió le había resultado devastadora. Habían sentado junto a ellos, a los padres de Lisa y… a Matt.

Su mirada, se encontró con la de él, quien esbozó una muda expresión de disculpas.

No hubo más incidentes esa noche, o eso fue lo que deseó que sucediera. Cuando faltaban un par de horas para que todo terminase de una vez, Lisa se puso de pie y comenzó a golpear la copa con la cuchara, para que todos les prestasen atención. Dio un bonito discurso, en donde dijo cuanto le amaba, y lo feliz que era a su lado. Le hizo sentir incómodo y ni siquiera se atrevió a mirar a Matt. Se sentía miserable.

—Y como sé que no te gustan estas cosas y que me odiarás si hago que te levantes a decir algo- bromeó — Le pediré a tu amigo que diga algo para nosotros… Por favor, padre Jeevas, póngase de pie- dijo ella y extendió su mano hacia Matt.

—¿Yo? -

—Si, usted… No veo a otro padre por aquí… bueno, si veo otros padres- dijo y se escucharon varias risas, junto con la de ella. —Vamos, anímese-

Beyond sintió una punzada en el pecho cuando Matt se puso de pie y ella tomó asiento. Sabía que había sido cruel de su parte pedirle a Matt que los casara, pero había estado tan enojado con él por elegir a su Dios, en lugar de lo que tenían. Sin embargo, no hubiese hecho tal petición si hubiese sabido el curso que tomarían las cosas… el que lo hicieran hablar, estaba por fuera de todo lo que había pensado. 

—Yo… no soy muy bueno con las palabras-

—Debe ser cosa de amigos, entonces- bromeó ella y Beyond deseó que la tierra se lo tragara.

—Mmmm… está bien- rió nervioso —Yo… estaba recordando, antes de ser llamado a dar este discurso, una vez en la que dijiste que no te casarías nunca…

Beyond miró a Matt y no pudo evitar sentir angustia. Por supuesto que aquello sería un reproche, él también recordaba esa vez.

Ambos habían terminado de hacer el amor, se acurrucaron desnudos en la cama de su habitación para pasar el frio, pero más que eso, para sentir al otro. Se acariciaron mutuamente y se besaron antes de comenzar a hablar sobre nada y todo a la vez...

—A ver… dime, ¿Por qué nunca vas a casarte?

—Porque tus padres no te dejaran hacerlo conmigo y conociéndote, sé que nunca los desobedecerás…

Matt se había sonrojado de manera encantadora, y había escondido su cara en su pecho…

—Dijiste… que nunca encontrarías a la indicada…

—Quizás… encuentres a alguien más- había dicho con tono triste, desde su escondite.

Beyond lo había tomado dulcemente de la barbilla y le había obligado a mirarle.

—No habrá nadie más… aparte de ti… No hay él o la indicada… porque tú lo eres.

—Que nunca amarías a nadie-

—¿No entiendes?… Tu eres el único al que amo… no habrá nadie más para mí, nunca- había dicho y le había visto sonreír contento, antes de besarle.

Matt le miró con una tristeza enorme en los ojos y él la sintió como propia. Deseaba abrazarle, deseaba besarle y prometerle de nuevo que no había nadie más que él… Pero no podía, ya no podía seguir aguardando, con la esperanza de que algún día, quizás, se dignase a dejar los hábitos, para que al fin pudiesen estar juntos.

—Me alegra que Dios no te haya dado la razón…

“Dios ¡ja!… tu Dios es un miserable” pensó angustiado.

—Que hayas encontrado a esta hermosa mujer, que es capaz de amarte como eres, con todo y defectos… Me alegra que ya no estés solo. Les deseo lo mejor… Que Dios los bendiga y los colme de felicidad a ambos. Sé que lo hará… El amor todo lo ilumina, todo lo puede, si se dejan guiar por él…

“¿Tú te has dejado guiar por él, Matt?”

Se escucharon los aplausos en el salón. Lisa se puso de pie emocionada y abrazó a Matt, a lo que Beyond se obligó a hacer lo mismo.

Como hubiese deseado permanecer así… entre sus brazos para siempre.

**

Ingresaron a la habitación a pasos torpes y caminaron por la sala del lujoso penthouse, llevándose por delante los bonitos sillones de cuero negro.

La risa de Lisa retumbaba de manera estruendosa por todas partes. Estaba tan ebria y feliz. Riendo, caminó hacia los enormes ventanales y se pegó al vidrio de manera graciosa. Las luces de la ciudad brillaban en su máximo esplendor a esa hora de la noche.

Beyond fue tras ella y la abrazó por la cintura, para depositar un beso en su cuello.

—Podríamos hacer el amor aquí…- dijo ella, repentinamente.

—Me duelen los pies… ¿Quieres matarme?

Lisa rio y volteándose, le tomó de la mano.

—Eres tan poco romántico… por eso, te amo- dijo y le dio un beso, antes de arrastrarlo hacia la habitación.

La enorme cama, King size los recibió como primera visión en aquel lugar. Al igual que la habitación, había sido regada con rosas y pétalos blancos.

Su mujer corrió hacia la cama y cayó sobre ella de forma violenta, pegando un rebote en el colchón. Luego de eso, quedó sumamente quieta, boca abajo. Preocupado, Beyond avanzó hacia ella y la ayudó a voltearse.

—¡Otra vez, otra vez! - gritó como si fuese una niña y apunto estuvo por levantarse, si no fuese porque él la retuvo.  

—No… te harás daño-

—Aguafiestas- soltó esbozando un mohín infantil de descontento.

B. se alejó un poco, sentándose en el borde de la cama, para aflojarse la corbata. Su atención, se centró de repente, en el balde con la botella de champagne que había sobre una mesita justo en frente a él.

Sintió los brazos de Lisa, enredarse en sus hombros y pronto, la cabeza de ella se asomó por uno de ellos, para mirar directamente hacía donde él lo hacía.

—Ábrela- dijo

—Has tomado demasiado- volteándose un poco, le besó en los labios y ella se dejó caer de espaldas sobre el colchón, volviendo a rebotar.

—Mal marido… malo, malo.

Poniéndose de pie, Beyond la ayudó a quitarse el vestido y los zapatos, para luego destender la cama y meterla entre las sábanas.

—B.

—¿Sí?

Ella extendió los brazos hacia él y se aferró a su cuello, para mirarle a los ojos.

—Te amo demasiado.

—También te amo-

Lisa sonrió y le besó en los labios, antes de recostar su cabeza sobre la almohada.

—Ojalá, un día, me mires como lo mirabas a él- susurró, antes de quedarse dormida.

Beyond se sentó en la punta de la cama y suspiró con pesadez. ¿Era posible que ella se hubiese dado cuenta?

Apesadumbrado, se frotó la cara con fuerza, antes de tironearse los cabellos un par de veces, para disipar su malestar. Se puso de pie rápidamente, para encaminarse hacia la sala de estar. Estando allí, apreció a través de los enormes ventanales, la tormenta que se estaba desatando afuera y sonrió de medio lado, ante la similitud del clima con lo que sentía por dentro.

Avanzó hacia el bar que allí había y sacó de la vitrina, una botella de whisky para abrirla y servirse un trago, el cual apuró por su garganta, para repetir la acción una vez más.

Dolía… la herida nunca había sanado y en esos momentos, no paraba de sangrar.

Ni siquiera fue capaz de adivinar el hilo de pensamientos que lo llevó a encontrarse corriendo por las calles, bajo la lluvia torrencial. Solo sabía que se sentía asfixiado y que deseaba alejarse de ese hotel lo más rápido que le fuese posible.

Por supuesto, que el rumbo de sus pasos le era conocido, pero no se sentía con las fuerzas suficientes para detenerse.

Al llegar a la puerta de la iglesia, sus nudillos golpearon con fuerza, hasta que esta fue abierta y se encontró con los ojos más bellos y tristes que había tenido la oportunidad de ver.

—¿Qué haces aquí, B.?

Notas finales:

Mas tarde, la segunda parte ♥
Muchas gracias por leer :D


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