Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Encuéntrame por Hatsu Shindou

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

One-shot Mikayuu basado en la canción "Found" de Citizen Soldier.

Notas del capitulo:

Pareja: Mikaela Hyakuya x Y?ichir? Hyakuya.

Géneros: Angst | Yaoi | Hurt/Confort | Soledad | Drama

Un día, mis padres me amaron con todo su corazón, aunque, tal vez eso fue mentira.

¿Cuándo has escuchado que el amor desaparece en un segundo? Presumimos que a primera vista nos enamoramos con ferviente corazón, pero, tal vez eso sea mentira.

Al otro día, mis padres me abandonaron en un orfanato; yo tenía 6 años, y sin embargo, aún recuerdo las últimas palabras de mi madre. Al parecer, cosas superficiales como su rostro o personalidad, nunca han venido a mi memoria, no obstante, aquello que me destrozó y abandonó en mil pedazos, ah, de verdad quería olvidar.

Deseaba olvidar su tono de voz entre cortado, y sus mentiras de consuelo.

Lo siento mucho Yuu, encontrarás a alguien que pueda estar contigo siempre.

Un día, mi madre me juró que estaríamos siempre unidos, y al otro, me abandonó frente a aquel edifico, en una fatídica tarde de lluvia.

Un señor con ceño fruncido y poca tolerancia a mis llantos abrió la puerta de la entrada, y supo al instante mi situación; me habían desamparado.

Entra niño.

El hombre que después me enteraría que llamaban por Guren, me recibió. Un alma joven como la mía en ese entonces, malinterpretó sus buenas acciones con lástima, desdén, imaginando que, si mis padres ni siquiera me amaron lo suficiente para darme de comer, mantenerme abrigado o darme un abrazo de buenas noches, ¿por qué un desconocido con rostro amargo lo haría?

 

 

En el orfanato, muchos niños jugaban entre ellos; ¿de dónde sacaban la felicidad para poder seguir de pie? Supuse que, quizá ni ellos mismos querían a sus padres, y se sentían mejor en ese viejo edificio, rodeados de infantes que entendían sus propias situaciones.

Hola niño ―Me saludó un chico de cabellos oscuros, con una pelota en manos―, ¿no quieres venir a jugar con nosotros?

Negué con toda acción posible.

Si mis padres no me soportaron lo suficiente, como para jugar un sábado por la tarde conmigo, ¿por qué un niño sin importancia en mi vida querría?

Pues bien, él decidió alejarse y jugar por otra parte con sus amigos.

Intenté regresar a mi habitación, sin embargo, Guren me miraba como siempre, sin consentir mi actitud introvertida.

Así no vas a encontrar amigos, Yuu ―advirtió, pero yo más que nadie sabía que era cierto.

No me interesa encontrar alguno.

Pasé de lado del mayor y, aun así, sentía sus irises tras de mí. 

Caminé por la cocina del orfanato; una niña de trenza y ojos marrón me llamó también, con un molde en manos, batiendo algo que en realidad olía delicioso.

¡Hola Yuu! ¿No quieres ayudarnos con este pastel?

Si mi madre siempre me corría de la cocina, porque pensó que haría un total desastre, ¿qué ayuda podría darle yo a una niña que ni siquiera me conoce?

Lo siento, me duele la cabeza.

Está bien, descansa entonces. Después te llevo un poco de pastel, ¿sí?

Acepté, pero no tenía ánimos de hablar con alguien, o de siquiera comer algo.

Tenía casi una semana desde que mis padres me abandonaron. Sentí mi mundo venirse abajo, y aunque aquí todos pasamos por lo mismo, no los entiendo, ¿por qué soy el único diferente? Guren me contó que algunos niños casi eran asesinados por sus padres, que abusaron de ellos, que los golpearon; a mi me despreciaron, así que podría decir que estoy bien, entonces, ¿por qué me siento tan perdido? Es como si Dios hubiese decidido que mi vida se enfocaría en el miedo de que me encuentren, y a la vez, quisiera que fuera así, porque pedazos de mi ser deberían volver a pegarse en mí.

Me recosté en mi cama, cubrí mis gélidos sentimientos con una manta, y discretamente, me eché a llorar. ¿Qué tan mal debe estar un ser humano como para que sus llantos no puedan vaciar su garganta? No lo sé, sin embargo, iba a ser difícil encontrar una cura para esta enfermedad que yo mismo implanto en mi ser cada día; la medicina está a mi alcance, niños que podrían ser mis amigos, una nueva familia que quizá me adopte, no obstante, si mis padres no quisieron formar un hogar conmigo, ¿qué esperanzas tengo de que alguien que no tenga mi sangre quiera hacerlo?

Tocaron la puerta de mi habitación, e inmediatamente limpié mi suciedad con la manta. Sabía que mi rostro sonrosado y mis ojos hinchados me delatarían, pero, tenía miedo de ser encontrado en tal estado, porque ni siquiera sé qué es lo que me pasa; el diagnóstico de esta enfermedad sólo me dijo mis síntomas, no las causas, o su nombre mismo.

Guren me observaba desde la puerta; seguramente me cantaría los mismos consejos que esta semana ha ido repitiendo siempre. Sinceramente, no había sido la primera vez que me miraba con la tristeza anidando en mis lágrimas.

Acércate Yuu ―pidió al sentarse en la orilla de mi cama―. Tengo algo que contarte.

Ya no quiero escuchar lo mismo de siempre, Guren. No necesito amigos.

Bien, ¿te parece si esta vez cambio de consejo? ―No lo quería, pero acepté―. Hace años, cuando era joven, mi padre murió. Su partida fue muy dolorosa para mí, pues él me crio independientemente; sentí que parte de mi vida se había ido con él, pero algo me salvó de la soledad en aquel entonces, y fue mi familia.

No lo entiendo, tu papá murió.

Así es, sin embargo, existen dos tipos de familia, con la que naces, y la que encuentras ―Fue la primera vez que había escuchado sobre eso―. Encontré buenos amigos que se volvieron parte de mi familia; ellos se volvieron el pulso en mi corazón que me aferró a este mundo. Eso es lo que necesitas, Yuu.

Mis ojos no soportaban lo que escucharon; el medicamento estaba a mi alcance, aunque nunca quise curarme, sin entender el por qué de mi actitud tan masoquista. Ayuda había, pero, si mis padres no fueron capaces de brindarme apoyo esa tarde de lluvia, donde una parte de mi murió con su partida, ¿quién podría?

Yo sólo quiero que alguien sea ese pulso para mí ―revelé entre susurros, temeroso de caer en el llanto―, nunca entendí, ¿por qué mis padres no quisieron serlo? Siento que, si ellos abandonaron ese derecho, todo el mundo lo hará tarde o temprano.

Guren silenció, no obstante, acarició como nunca había hecho con otro niño de ese orfanato mis cabellos, tan paternal, que mis ojos querían agradecer con mis lágrimas sus gestos.

Me miró por última vez, y consoló:

Sentí lo mismo que tú cuando mi madre me abandonó ―confesó, y quedé perplejo―. Quiero que pienses todos los días esto: hoy, tu y yo nos sentimos rotos, quizá incompletos, pero nunca caeremos en pedazos. Sólo aguanta conmigo Yuu, pronto seremos encontrados otra vez.

Creí que si mis padres me negaron en el pasado un simple consuelo como lo era un abrazo, la humanidad también lo haría, sin embargo, ahí estaba Guren, rodeándome con sus brazos, tomándome fuertemente, sintiendo cómo sus manos me decían que tuviera fe, que creyera en todo lo que dijo.

Si yo confié alguna vez en mis padres, quienes me dejaron preso en esta enfermedad que, descubrí después, era la soledad, pensé que no podría volver a confiar en nadie. Y ahí estaba, creyendo fervientemente en sus palabras, durante trece años.

 

 

A los doce años, Guren renunció a su trabajo como parte del personal del orfanato, empero, dos años después, en mis catorce, él volvió con una familia, y sabiendo que no había olvidado lo que años me juró, reiteró.

Te dije que seríamos encontrados, Yuu.

Él, junto con su pareja, Shinya, un hombre que, según cuenta el mayor, fue quien lo encontró nuevamente, y lo salvó de su soledad, regresaron para adoptarme. Legalmente, fui considerado como hijo de Guren Ichinose y Shinya Hiragi.

Los dos cumplieron su sueño, no obstante, yo seguía sintiéndome incompleto. No tenía amigos, dentro o fuera del orfanato; en la escuela a la que me mandaron, la medicina nunca llegó, de hecho, nadie se interesaba en mi bienestar, y no los culpé, después de todo, y como siempre había dicho, si mis padres no se molestaron en dejarme a mi suerte, sin importarles mis sentimientos, ¿quién haría todo lo contrario?

Bueno, a mis actuales dieciséis años, yo-

Fuiste encontrado ―Me dijiste, seguro de ti mismo.

Con una sonrisa que sólo podía borrarse por la mohína presión en mi garganta, te miré, irritado por seguir con la costumbre del llanto. Mi carga se había aligerado cuando me aconsejaste que estaba bien llorar, que después de todo, la enfermedad podía empeorar si caían mis lágrimas, pero sin un llanto real que me liberara de esa amargura.

Tan aliviado de no haber renunciado, de haber encontrado las piezas que siempre me pertenecieron, junto con un latir que me guiará en esta vida, te abracé, y agradecí.

Gracias por encontrarme, Mika.

Notas finales:

¡Gracias por leer!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).