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Ido pero no olvidado por Sebastian Montes

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PRIMERA PARTE

ÁNGEL Y EVANS

 

CAPÍTULO 1

1

Escuchó al hombre vagar por la casa, selló sus labios y obligó a su cuerpo a permanecer quieto, si lo hubiese atado con sogas o algo similar habría intentado escapar, pero el frío y rígido metal de las esposas apresaba sus muñecas con fuerza; sabía por antiguas experiencias que sin importar cuanto lo intentará no podría escapar. A ese “tipo” de hombres y mujeres le gustaban que fuera ruidoso y suplicante mientras el sexo duraba, pero una vez que todo terminaba preferían que se mantuviera callado, como si las heridas, golpes y cortes no fueran más que extractos de una vieja película que les hubiera entretenido, pero que ahora les aburría.

Apretó los dientes y sofocó un gemido de dolor que luchaba por escaparse de sus labios. Quería irse. A donde fuera. Cualquier lugar estaría bien. Tan solo quería marcharse lejos. El hombre había parecido amable, le ofreció una ducha caliente, un plato de comida casera, una cama suave y él había estado tan cansado del suelo frío y la comida de la basura que incluso sabiendo que era demasiado bueno para ser verdad aceptó. Porque en las calles sólo había miedo y la esperanza siempre era mejor que nada. Además, era su trabajo, lo hacía desde que tenía uso de razón, a veces eran más amables, en ocasiones violentos, con frecuencias crueles, pero siempre, siempre, siempre, de alguna u otra forma, dolía, ya fuera en el exterior o por dentro. Pero no lo mataba y eso estaba bien o quizás no, deseaba con tantas fuerzas morir que el mero hecho de respirar le resultaba insoportable.

Escuchó al hombre subir las escaleras, cerró los ojos, fingió dormir, quizás lo dejaría en paz, tal vez creería que lo había matado…

Sintió como el hombre se sentaba junto a su cama, el peso de su mirada sobre su cuerpo desnudo y herido le provocó nauseas, si hubiese tenido algo en el estómago habría vomitado.

La fuerte bofetada que el hombre le dio en la mejilla derecha lo tomó por sorpresa.

—Despierta, mierdecilla— le dijo con odio—. Mi novia llegará mañana y no estará muy feliz de encontrar a una puta asquerosa entre sus sábanas.

Se le ocurrieron un par de respuestas ingeniosas de porque yacía atado a esa cama, pero en cambio refrenó su lengua prefiriendo concentrarse en el dolor en su mejilla; su revoltosa lengua ya le había metido en problemas antes. No creería que ese hombre fuera a matarlo, no tenía los ojos de un asesino, sin embargo, lo mejor era no arriesgarse.

—Esto es lo que haremos. Tendremos sexo una vez más, te bañaras, largarás y nunca más quiero saber de una basura como tú. ¿Te parece un buen trato?

Miró al hombro a los ojos y quiso gritar “¡No!” Por supuesto que no era un buen trato. Lo había esposado a la cabecera de la cama durante tres días y tres noches, violado y torturado sin cesar, no le dio ni una pizca de comida o una gota de agua y ni siquiera le pagaría. Supuso que debería sentirse feliz de que al menos no lo mataría, pero habría preferido que acabará con su miseria de una vez.

Asintió lentamente con la cabeza, demasiado cansado para hablar.

Por la bofetada que recibió como respuesta supo que la respuesta no satisfizo al hombre.

—Respóndeme— ordenó el hombre con un siseo.

—Es…ta…bien…— respondió entre tartamudeos temblando de puro terror.

—Ese es mi niño bonito— murmuró el hombre con afectó acercando un cuchillo de cocina a su rostro.

 

2

—Ese tratamiento te puede ayudar, al menos disminuirá el dolor.

Escuchó la voz de su amigo al otro lado de la línea y bostezó, una siesta no le vendría mal, se sentía cansado últimamente.

—Gracias, pero por ahora tengo controlado el dolor. Me siento bien, el problema es Cindy, todavía no tomó una decisión respecto a ella.

Cindy besó su mejilla y el la apartó con delicadeza.

—Es tan dulce y tú no tienes tiempo para cuidarla. Es lo único que me falta por arreglar. Es hora de su paseo, te llamaré mañana. Gracias por todo.

No espero a que su amigo respondiera, colgó el teléfono y atrajo a Cindy hacia sí.

Cindy era una perra Dogo de Burdeos, un animal enorme de rostro arrugado y gruñón que atemorizaba a los visitantes, pero que en realidad se trataba de un ser dulce y amable. La amaba con todo su corazón y sino fuera por ella, no sabia como hubiera sobrevivido a la muerte de su abuela. Dormía con ella por las noches, la sacaba a pasear tres veces al día y permanecía al pendiente de sus necesidades, después de todo era lo más parecido que tenía a una familia.

— ¿Qué hay Cindy? ¿Quieres ir a dar un paseo a la playa?

La perra ladeó su arrugada y gran cabeza con la baba escurriéndole por el hocico con aire desconcertado y el río, su expresión pensativa y adusta le recordaba a su abuela, había sido como una madre y no se sentía mal al compararla con Cindy. Si todas las personas fueran como su abuela y Cindy el mundo sería un lugar mucho mejor.

Sacó del armario de Cindy su pelota favorita, jugueteó con ella un par de minutos antes de arrodillarse y abrazar con sus brazos el fornido cuerpo de su perra.

— ¿Qué voy a hacer contigo hermosa? — le preguntó a la nada.

Cindy besó su cuello y se revolvió entre sus brazos ansiosa por su paseo.

Era una hembra joven, sólo tenía tres años, se merecía una vida larga y feliz, sin ella él no habría sobrevivido a la muerte de su abuela. No era momento de pensamientos depresivos, sino de caminar, ver el mar y sentir la brisa marina sobre su rostro.

Afuera le esperaba la arena y el mar interminables.

 

3

Tenía la sensación de que llevaba caminando durante horas, aunque era difícil medir el tiempo guiado únicamente por los rayos del Sol. El hombre del que ni siquiera conocía su nombre ya que se había negado a dárselo había cumplido su palabra, después de violarlo un par de veces más le obligó a tomar un baño de agua helada y lo arrojó de su casa con las mismas ropas mugrientas con las que llego. No es como si a alguien le importará el color cobrizo que se filtraba a través de sus prendas, la gente no vería más que a un vago sin hogar incapaz de dejar las drogas y el alcohol.

Al principio pensó en refugiarse entre los sucios callejones de la ciudad, pero pronto decidió que no estaba preparado para toda esa mierda: los adolescentes que le arrojaban cosas, los policías que le golpeaban y le acosaban, los hombres y mujeres que le miraban con repugnancia. Quería arrinconarse en una esquina y descansar por un rato, tal vez para siempre, por ejemplo.

Optó por caminar, sus pasos inseguros lo llevaron por las calles menos concurridas, las avenidas semi vacías y finalmente la playa.

Estaban a principios de invierno, sin turistas las playas de blanca arena permanecían semi vacías. Apenas se topó con nadie, quizás un hombre que le miró con curiosidad antes de seguir su camino hacia ningún lado. Le dolía el cuerpo, no tenía nada en el estómago para devolver, incluso la bilis se le había terminado hacía tiempo, el jugo gástrico mezclado con sangre que sus labios expulsaban le daba curiosidad más que preocupación. Sobretodo tenía frío, tanto frío.       Decidió que caminaría hasta que no pudiera más, un paso detrás del otro, lenta y constantemente, sin importar si los pies le sangraban o su cuerpo le rogará por un descanso o un trago de agua y cuando finalmente cayera, víctima del cansancio o la sed y el hombre o todo eso junto, no intentaría levantarse más; se marcharía con el sonido del mar en sus oídos y el suave tacto de la arena en su piel. Sería una linda muerte para alguien que tuvo con una vida tan miserable, quizás mejor de lo que se merecía.

Y entonces caminó, caminó y caminó, sin mirar atrás y tampoco al frente, no extrañaría a nadie y tampoco había quién lo esperará. Miró la arena qué estaba mucho antes de que él viniera a este mundo y seguiría después de que él se fuera.

Hasta que no pudo más…

Primero fue el pie izquierdo que se enredó con el derecho, después cayó de rodillas y finalmente, totalmente agotado y feliz de que hubiera llegado el momento, dejó a todo su cuerpo caer cuan largo era. Aquel cuerpo que tantos habían usado, golpeado y torturado, que sólo era un desperdicio de espacio y comida en este mundo.

Lo ultimo que escuchó fue el rítmico sonido de las olas ir y venir contra la playa, sin embargo, la suave caricia de la arena en su mejilla no fue el recuerdo con que se despidió de este mundo, sino el de un beso largo y sincero en su frente.

 

4

Cindy observaba con curiosidad al extraño sobre la cama, en sus ojos amables se traslucía la preocupación y ansiedad por el muchacho inconsciente.

—Se recuperará bonita, hiciste un buen trabajo— le dijo acariciándole la cabeza—. Le salvaste la vida.

Y no mentía, según los médicos el chico estaba en un estado lamentable. Fue un verdadero golpe de suerte que lo encontrarán, en realidad fue Cindy quién lo halló. Por regla general no se alejaban mucho de su casa de playa durante sus paseos, pero apenas llevaban unos veinte minutos caminando cuando Cindy salió corriendo con desesperación sin obedecer sus órdenes ni escuchar sus ruegos para que continuarán jugando a la pelota. Con no poca dificultad el salió corriendo tras ella, Cindy se detenía de vez en cuando para esperarlo y continuaba al trote. El comportamiento de su amiga era poco menos que extraño, generalmente era una perra dócil y tranquila que obedecía sus órdenes sin muchos esfuerzos. La siguió intrigado.

Cindy lo condujo hasta un cuerpo inconsciente sobre la arena. Al principio creyó que se trataba de un hombre, pero al ver sus jóvenes rasgos y su frágil cuerpo vio que se trataba de un niño. Cindy intentó despertarlo inútilmente con insistentes lamidas. Sabía que no tenía caso, el pulso del niño era muy débil y considerando las delgadas prendas que cubrían el esquelético cuerpo tendría suerte si tan sólo tenía una bronquitis o una pulmonía.

Aunque sabía que no sería lo más higiénico dejó que amiga “besara” al rostro del muchacho mientras esperaban la ambulancia, al parecer el niño no había recibido mucho amor durante los últimos días y un poco de afecto no le vendría mal, incluso si venía de un ser de cuatro patas.

De eso hacía tres días, desde entonces no el chico no había despertado y lo cierto es que no lo culpaba.

 Siempre supo que el mundo podía ser un lugar cruel, más nunca imagino cuánto.

Cuando recibió el reporte de los médicos se le revolvió el estómago.

Lo que le habían hecho estaba más allá de la tortura.

Siempre se había auto compadecido a si mismo creyendo que su infancia había sido miserable, pero el mapa de dolor y sufrimiento que marcaba el cuerpo del adolescente superaba todo cuanto había conocido o imaginado. Su cuerpo era un monumento a la tortura y a las bajezas y maldad del ser humano como especie.

No sólo había sido golpeado, sino quemado con cigarrillos, electricidad, cortado con cuchillos, cortado, violado y…varias de esas heridas habían sido tan recientes, del mismo día en que Cindy lo encontró.

Dijeron que se recuperaría, lograron estabilizarlo, pero ya que continuaba inconsciente desconocían el alcance del daño en su mente, sólo quedaba esperar a que recuperará el conocimiento.

No quería que cuando se despertará se encontrará rodeado de doctores y enfermeras de uniformes impolutos. Dormía en la habitación desde que lo trasladaron, era un lugar agradable y Cindy lo acompañaba. Les costó convencerlos para que permitieran a su perra permaneciera a su lado, pero no existía ninguna puerta que el dinero no abriera.

Esperaba que cuando despertará se tomará las noticias con calma, después de todo no era una sentencia de muerte como la suya, el muchacho sólo tendría que ver que de vez en cuando la vida también podía ser amable.

 

5

Poco a poco fue consciente de su cuerpo, los dedos de sus manos, sus pies, sus mejillas, sus costillas. No estaba muerto, ninguna epifanía era necesaria para corroborarlo. Había leído un par de novelas antes donde los personajes vagaban entre las sombras y recovecos de su ser tras quedar inconscientes y yacían suspendidos entre la vida y la muerte. Recordaba haber perdido muchas veces el conocimiento en su vida antes, pero nunca se asustó; al contrario, recibía la negrura con alegría, sólo en la nada encontraba en la felicidad. Siempre que despertaba descubría decepcionado que una vez más no había muerto.

Escuchó la suave respiración de alguien más dentro del mismo espacio. Supuso que era su cuidador, no sería la primera vez que terminará tan herido que necesitará atención médica; aunque se preguntó porqué no le habían asesinado, nadie escapaba, jamás, al menos vivo, quizás pensaban usarlo como escarmiento de los demás y le tuvieran preparada una muerte especialmente aleccionadora.

Decidió abrir los ojos, no tenía sentido posponerlo más. Resultaba imposible escapar de lo inevitable.

Se encontró con una habitación de hospital o eso creyó, lo amplia y la decoración de esta le recordaron a la suite de un lujoso hotel. Las paredes estaban pintadas de un blanco impoluto, igual que el piso y el techo, la iluminación clara y suave irradiaba hasta el último rincón. El cuarto se dividía en tres secciones, la primera sección donde él yacía acostado, tres escalones más abajo había un comedor para diez personas y en la última sección un centro de entretenimiento con una enorme pantalla, videojuegos, una amplia y cómoda sala e incluso una computadora de escritorio. Algunos muebles completaban el decorado, mesitas de noches, jarrones con flores frescas, cuadros de hermosos paisajes. Un par de ventanales daban paso al exterior, pero las cortinas cerradas le impedían ver el paisaje tras él. Quizás lo único parecido a un hospital era la cama, era suave y amplia, pero de alguna manera se sentía incómoda y aunque más grande que el promedio, su tamaño no era muy diferente al de cualquier otra cama de hospital en la que hubiera estado.

Demoró un par de segundos en examinar la habitación y centró el resto de su atención en el hombre recostado sobre el sofá y el perro que le miraba con agresividad, parecía que de un momento a otro lo atacaría si se atrevía a moverse siquiera un centímetro, seguramente era el guardián de su nuevo Amo, entrenado para atacar directamente a la garganta ante la más mínima provocación. El hombre que dormía sobre la cama debía necesitarlo, era alto y delgado, de cabello negro y piel blanca, bien parecido; no parecía un sujeto fuerte, pero a veces aquellos hombres con el aspecto más inofensivo eran los más sádicos, los que más disfrutaban con los gritos, el miedo y la sangre…

¿Qué diablos querían hacer con él? ¿Por qué no le dejaban morir en paz?

Creyó que finalmente había conseguido escapar, pero se equivocó y esta vez no le perdonarían.

Permaneció muy quieto y una vez más deseó estar muerto.

 

6

¡Diablos! Debía ser el peor cuidador del mundo, su Padre tenía razón, era un inútil que no hacía nada bien. Mira que dormirse mientras “velaba” por el pobre chico moribundo, lanzó un gran bostezo y estiro los brazos para desperezarse antes de encontrarse con los ojos de…

Los grandes ojos del adolescente le miraban con indiferencia, casi aburrimiento desde la cama. Pensó en llamar a gritos al médico y a la enfermera, pero se lo pensó bien y decidió que podría intentar manejar las cosas por su cuenta, al menos por unos minutos. El personal había sugerido atar al niño mientras esperaban a que despertarán, creían que podía ser agresivo o estúpido debido a la naturaleza de sus lesiones, pero él se negó tajantemente, había algo de inhumado en sujetar a otro ser humano, lo dejaría como última opción. Lo primera sería ver que tan “cuerdo” estaba el niño.

Cindy le miró con preocupación, él besó la cabeza de su amiga a modo de saludo y le sonrió con dulzura, el muchacho en la cama le lanzó una mirada aterrorizada a su perra. No podía culparlo, su raza no era extraña, pero tampoco podría considerarse popular, su rostro arrugado intimidaba a muchas personas para gran desaliento de Cindy quién disfrutaba con las caricias y mimos de los desconocidos.

—Tranquilo, no te hará daño— le dijo al chico con intención de calmarlo.

El muchacho asintió a modo de respuesta en absoluto convencido.

—Este es el hospital de mi familia. Aquí estás a salvo, aunque tengo un par de preguntas que hacerte. ¿Me entiendes?

Volvió a asentir como respuesta, quizás era mudo.

— ¿Puedes hablar?

Un asentimiento más. Era como caminar en círculos. Nadie dijo que recoger a un chico de la playa, traerlo a su hospital e intentar cuidarlo sería sencillo, no tenía caso ser hipócrita.

Se levantó con movimientos suaves y fluidos para no asustarlo más y le hizo una seña a Cindy con la muñeca para que no se moviera de su lugar. Caminó al lado de la cama, extendió su mano y se presentó.

—Mi nombre es Evans. ¿Cuál es el tuyo?

El chico miró con curiosidad su mano un par de segundos antes de extender su diminuta mano, sujetar la suya y apretarla con suavidad.

Su voz le pareció dulce, aunque no precisamente infantil. Quizás no era tan joven como pensaban.

—Ángel.

—De acuerdo Ángel, es un placer.

—Señor— interrumpió de pronto el chico con timidez—. ¿Puedo hacerle una pregunta por favor?

Sonrió satisfecho, quizás no era un experto, pero Ángel no era ningún idiota y al parecer tenía modales.

 —Por supuesto— respondió.

— ¿Es usted mi nuevo Amo?

Mierda, Evans pensó que esto era mucho peor de lo que había imaginado.

Notas finales:

Gracias por leer.


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