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Solo una extraña coincidencia por Barby-san

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Notas del fanfic:

El one-shot participa en el #RetoTerrorífico del grupo de Facebook "Shhh... SasuNaru NaruSasu"

Los personajes no son míos, pertenecen a Masashi Kishimoto.

En el periódico se muestra de nuevo el caso de múltiples niños desaparecidos, de diferentes edades, varían desde los 6 años hasta los 12, no sigue un patrón específico para elegir sus víctimas, solo desaparecen; nunca se ha encontrado cuerpo alguno de ninguno de los desaparecidos, se van sin dejar rastros. Sin embargo, hay un pequeño dato que alguien entre todo el mundo ha notado: cada 10 años, aquellos niños, en aquella noche, tan solo desparecen. No se sabe en el lugar en el que lo han hecho. Cada pregunta hecha, cada respuesta dada, no tiene relación alguna sobre el lugar donde dejaron de estar. Algunos afirman que simplemente alguien se los llevó a otro pueblo, a alguna ciudad e incluso algunos creen que pueden estar en otro país, pero todo eso es imposible. Si alguien hubiera tomado a los niños y se los hubiera llevado a otro lugar, el rastro de llantas, huellas o pisadas sería visible para los demás, pero no es así, no hay ni una pista sobre el lugar donde puedan estar aquellas criaturas. Halloween, el día perfecto para dejar que tu hijo salga solo, el día perfecto para que aquel, aquella o aquellos lo tomen y te dejen solo. El día perfecto para obtener a sus víctimas.

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Salí de mi casa alrededor de las 8 de la noche, la luz del sol nos había abandonado una hora atrás. Mi disfraz de payaso no era el más original de todos, pero al menos si era el más aterrador de mi grupo de amigos. Nuestros padres por fin nos habían dado permiso para ir solos a pedir dulces, éramos siete niños en total y habíamos salido juntos desde los tres años. Pasar por cada vecindario del pueblo en el que nos encontramos no había sido tarea fácil, pero valió la pena al ver la cantidad de dulces que habíamos recolectado. Estábamos decididos a pasar a todas las casas del lugar y tener el mayor número de dulces para presumirlos en la escuela. Habíamos pasado casa por casa para pedir las golosinas, o eso creía yo.

—Esa casa es nueva, ¿no? -preguntó Erick, uno de mis amigos.

—No que yo recuerde -respondí.

—Jamás había visto esa casa en los años que hemos salido a pedir dulces -dijo

—Seguramente no le tomamos importancia, si no fuera por las luces que están encendidas o las cortinas en las ventanas, juraría que está abandonada -mencioné.

—Será la última casa a la que pasemos -dijo Ashanti.

Caminamos en dirección a aquella casa. Algo me decía que no debíamos de tocar de ahí, sin embargo, no dije nada. Curiosamente, la entrada de aquel lugar era por una puerta en una esquina de la casa, no en el centro, como regularmente está la entrada. El lugar no tenía timbre, por lo que tuvimos que tocar la aldaba en forma de Dragón. Al primer toque nadie salió. Había personas dentro del lugar, lo sabía por los pasos que se escuchaban atrás de la puerta. Segundo toque. Tampoco salió nadie. Tercer toque. Seguían sin aparecer en la puerta.

—Supongo que no obtendremos nada de este lugar, vayámonos -dijo Gulzar con una decepción en su cara.

Antes de que llegáramos a la acera de la calle, una voz a nuestras espaldas nos detuvo. Aquella voz me hizo temblar.

—Chicos, lamento no abrir la puerta antes, estaba buscando otra bolsa de dulces, antes de que ustedes tocaran ya se me habían terminado los que tenía en la entrada -dijo un hombre con un disfraz algo gracioso, algo que parecía un disfraz de Ramen instantáneo. Su sonrisa era cálida, o eso creí al inicio, hasta que volteó a ver en mi dirección, no sabía si era mi imaginación o la mirada de desprecio y sonrisa falsa iban dirigidas hacia mí.

—Creí que no quería darnos dulces, señor -contestó Miguel.

—Por supuesto que no, nunca le negaría un dulce a un niño. Vengan, tomen unos.

Caminamos de nuevo en dirección a esa puerta. Nuestras bolsas de dulces que casi estaban a rebosar fueron totalmente llenadas con los caramelos que el señor rubio nos dio.

—Al parecer este año consiguieron muchos dulces -dijo el hombre frente a nosotros.

—Nos propusimos recorrer todas las casas del pueblo, solo faltaba ésta. Por cierto, jamás habíamos visto la casa en todos los años que hemos pedido dulces -dije.

—Creo que no la recuerdan porque anteriormente estaba abandonada, nos mudamos recientemente -contestó.

—¿Nos? -pregunté.

—Sí, mi esposo y yo… -interrumpió una voz a sus espaldas.

—Naruto -dijo un hombre de cabellos negros y tez blanca con disfraz de sopa de tomate-, ya están listas las galletas.

—Oh, eso es genial, chicos, ¿quieren pasar a probar unas de las galletas caseras que hace mi esposo? Son delicioooooooosas -dijo el hombre de ojos azules.

—Nos encantaría, pero ya es un poco tarde y nuestros padres han de estar esperando por nosotros -contesté.

—Oh, vamos, no seas aguafiestas Barth, solo serán unas galletas y nos vamos -volteó a verme Shoto.

—Sí, además, nunca nos han dado galletas en Halloween -también mencionó Sarah.

—No creo que sea… -dije, pero interrumpió Ashanti.

—Aceptamos su oferta, señor.

—Bueno, entonces pasen, pasen.

Nos condujo hacia dentro de su casa. La cocina, sala y comedor se encontraban a la vista, empezando por la cocina, que incluía el comedor con seis sillas en ésta, y seguida de una pequeña sala con dos sillones medianos, una mesa de centro y una silla con forro rojo y bordado dorado. Podía ver la escalera que conducía a la parte superior de la casa, y extrañamente, en el ventanal que supuse, daba al patio trasero, el cual se encontraba en la sala, se encontraba una grande y oscura cortina de color rojo. Las paredes y suelo se veían un poco desgastadas. El techo estaba hecho de vigas de madera que estaban a la vista. La mayoría de los muebles dentro del lugar eran hechos con base de madera, con excepción de la estufa, el pequeño refrigerador y las lámparas del techo. Nos sentamos en los sillones que estaban en la sala de la casa.

—En serio espero que les gusten, Sasuke no suele hacer galletas para darles a los niños en Halloween -dijo el señor rubio, que al parecer se llama Naruto, entrando a la sala y dejando una bandeja de galletas en la mesa de centro.

—Gracias -dijimos todos, antes de empezar a tomar las galletas. Al principio, no estaba seguro de tomar alguna galleta, pero creí que sería muy irrespetuoso de mi parte si no comía tan solo una, por lo que agarré la que venía con chispas de chocolate y empecé a comerla muy lentamente.

El sabor era un poco distinto a las que acostumbraba a comer, aun si las que consumía eran galletas que mi madre preparaba, el sabor que tenían éstas era un poco diferente, algo salado y un poco más crujiente de lo que normalmente estaban. Lentamente fui comiendo esa galleta, mientras oía a mis amigos hablar con los señores de la casa, o más bien, con el señor Naruto, el señor Sasuke se mantenía callado y asintiendo de vez en cuando en el momento que su esposo lo incluía en la conversación con mis amigos. Tarde en comerme la galleta, por lo que ya no tuve que comer otra de nuevo, se las habían acabado todas.

—Eres un poco callado -dijo el señor Sasuke volteando a verme.

—Generalmente no es tan callado, señor, pero desde que salimos a pedir dulces, ha estado muy callado y frío con todos -contestó Gulzar.

—¿Hay algo que te preocupa, pequeño? -me preguntó el señor Naruto.

—No es nada, señor, solo que no quería salir este año a pedir dulces -le respondí.

—Y, ¿por qué no?

—Mi hermano siempre me ha acompañado a pedir dulces, sé que es la primera vez que todos salimos solos en Halloween, pero me acostumbré a tener a mi hermano en estas fechas, así que no quería salir sin él -le dije.

—Te ha de querer mucho -mencionó el señor Sasuke.

—No es eso -dije-, es muy sobreprotector en Halloween.

—¿Por qué? -preguntaron ambos.

—Hace 10 años, sus amigos desaparecieron cuando salieron a pedir dulces, al parecer alguien los secuestró o los encerró en su casa, el fue el único que no desapareció y tiene miedo de que yo desaparezca como sus amigos -expliqué.

—¿Te dijo como desaparecieron? -preguntó el señor Naruto.

—Recuerdo que me dijo que era noche cuando fueron a pedir dulces a un barrio que no conocían mucho, él se preocupó por llegar tarde a casa, pero sus amigos insistieron en pedir dulces a una casa algo vieja. Cuando les dieron los dulces, decidió que ya debía regresar y dejó a sus amigos frente a la puerta de aquella casa, se encontró con mi mamá en una tienda pequeña y regresó a nuestro hogar, pero desde ese día, sus amigos no volvieron a aparecer. Los buscaron por todos lugares, e incluso mi hermano habló sobre la casa en la que los vio por última vez, pero nunca encontraron una vivienda con esa descripción, así que lo tomaron por loco y mentiroso, pero cerraron el caso después de 5 años. Por eso no quiere dejarme solo en ningún Halloween -terminé mi relato y noté como ellos dos se volteaban a ver y sonreían de lado.

—¿Cuántos años tenía tu hermano y sus amigos en ese entonces? -preguntó el señor Sasuke.

—Tenían 12 años, señor -contesté.

—Recuerdo su cara -dijo el señor Naruto con una sonrisa-, fue el único que se salvó esa noche.

—Con razón su cara se me hacía similar -sonrió ante el comentario de su esposo y viendo en mi dirección-, aun recuerdo su expresión al ver que sus amigos aceptaron entrar a la casa.

—¿Perdón? ¿De qué están hablando? -preguntó Ashanti.

—Son solo recuerdos vagos del pasado -dijo el señor Naruto viendo en dirección a Ashanti- aún no habían nacido.

El silencio que se hizo nos asustó e incomodó a todos, pero nadie tenía intención de hablar.

—Cre-creo que ya es mo-momento de irnos -dijo Erick parándose del sillón en el que se encontraba, y a él le siguió Gulzar, Miguel y Sarah.

—Oh cariño, ustedes ya no van a poder irse -dijo el señor Naruto aun sentado-, no debieron aceptar la invitación de un desconocido.

Shoto se paró rápidamente y caminó en dirección a la salida, pero por alguna razón, se frenó en seco y cayó hacia adelante, quedando tirado en el piso. Todos nos quedamos paralizados ante ello.

—Les dijimos que no saldrían de aquí -nos dijo el señor Sasuke yendo hacia la cocina.

—Tampoco debieron de comer esas galletas -comentó el señor Naruto-, no si no saben cómo fueron hechas.

Miguel corrió hacia la cocina para poder salir, pero el señor Sasuke lo frenó antes de que alcanzara a llegar a la puerta y lo tumbó en el piso, del cual no se volvió a parar. No fue el primero que quiso salir, los demás intentaron seguirlo, sin embargo, ninguno podía salir de ese lugar.

Poco a poco empecé a ver como cada uno de mis amigos comenzaban a derrumbarse frente a mí, la visión que tenía cada vez empeoraba más, a cada paso que daba mi cuerpo se sentía más pesado, la respiración me fallaba, los párpados se me cerraban, no podía escuchar nada bien y de repente todo dejó de sentirse.

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No sentía nada, no sabía en donde me encontraba. ¿Qué les había pasado a los demás? ¿Por qué nos hicieron esto a nosotros? ¿Por qué habíamos aceptado su invitación? ¿En qué momento aquellas personas disfrazadas habían decidido que nosotros teníamos que quedarnos ahí? ¿Tardaron en abrir la puerta por los dulces o era por alguna razón que desconocíamos? Necesitaba respuestas. Tenía que despertarme e intentar salir de ahí, donde fuera que me encontrara. Debía de ayudar a los demás a escapar, si tan solo me pudiera mover, si tan solo pudiera hablar, si tan solo pudiera ver…pero ni si quiera llegaba a escuchar bien. Era una tortura estar así, sin saber qué haces ahí, sin saber en donde estás, sin saber si aun sigues vivo.

Antes de desmayarme completamente pude visualizar algo. Aquella cortina roja, que me causaba un poco de intriga, estaba ahí para poder cubrir una entrada, una entrada de metal, la entrada por la que nos metieron, a mí y a mis amigos, después de eso ya no recuerdo nada. Los únicos sonidos que llagaba a escuchar me sonaban similares a perros siendo lastimados, era una combinación de jadeos, gemidos y gritos, pero había algo más, un sonido que no podía describir. Sonaba como cuando mi madre amasaba la masa para hacer pizzas, eran golpes huecos, huecos y fuertes, o al menos eso supuse. No solo podría ser eso, entre esa mezcla de sonidos había algo más, algo que me era difícil de distinguir. No sabía si era el sonido de cubiertos cayendo al piso o el sonido de llaves o candelabros siendo dejados sobre una superficie plana, pero ciertamente sabía que era metal lo que estaba siendo azotado.

Después de unos minutos escuchando vez tras vez aquellos sonidos, finalmente empecé a despertar completamente, la visión había empezado a aclararse, mis sentidos parecían a volver a funcionar otra vez y cuando logré enfocar mi mirada, me arrepentí de haberlo hecho. Si antes tenía curiosidad por saber en donde me encontraba, ahora no quería saberlo, el tan solo ver a los múltiples niños encadenados a sillas, mesas, a las paredes, suelo e incluso verlos en jaulas en el mismo techo, me hacían temblar de miedo. Algunos aún se encontraban inconscientes, sus cuerpos tirados y desparramados me lo confirmaban, pero había muchos otros que ya no sabía si estaban vivos o muertos, podía ver en su mirada el vacío total, su mirada no se enfocaba en nada, era como no tener vida, aunque seguía viendo sus torsos moverse con cada inhalación y exhalación que daban.

Y entonces escuché el golpe.

No podía voltear a ver rápidamente hacia el lugar donde provenía aquel sonido, aunque no supe si era por la cabeza que me pesaba o por el miedo que en ese momento me inundaba. Cuando por fin pude localizar el lugar en donde se había escuchado el golpe, la imagen que vi me horrorizó. Sabía a quién pertenecían esas cabelleras. Rubio y moreno. Los señores Naruto y Sasuke estaban ahí y ya no tenían los disfraces que en algún momento me causaron risa. Supe que lo que traían puesto no era un disfraz, la sangre era tan real y podía verla cada vez que salpicaban al dar un golpe con aquellos utensilios que parecían machetes o cuchillos. Sabía que en esta ocasión no podía ser una broma, no al escuchar los gritos de Sarah, los gritos de dolor que daba en cada golpe que acertaban y de un momento a otro vi como dejaba de moverse y sus gritos no se escucharon más, pero ellos no se pararon por eso.

Golpe, golpe, golpe. Corte, corte, corte.

No supe cuantas veces lo habían hecho, no supe como pude soportar ver aquellas escenas y tampoco supe en que momento remplazaron a Sarah por otro niño…por mí. Escuché los grilletes, y luego sentí como los acomodaban en cada una de mis extremidades.

—Tu hermano pude haberse salvado de aquella vez -escuché que alguien decía-, pero tú no.

Escuché como agarraban unos de los cuchillos que estaban a un lado de la mesa, sentí como los pasaban lentamente por mis brazos y piernas. No supe en que momento me quitaron la ropa. Sentí como el metal frío tocaba mi abdomen y mi cuello. Por un momento pude notar un destello rojo de dos pares de ojos que me observaban. Vi como alguien alzaba de una manera tortuosa su mano. Sentí otra mano más en mi rodilla y algo goteaba directamente hacia mi cuerpo. Pude ver a aquel señor del que desconfié desde el momento en que escuché su voz. Vi su sonrisa. Silencio. Quietud. Tranquilidad.

 

Y dio el primer golpe.

Notas finales:

Espero que hayan disfrutado de mi corto momento de inspiración, nos leemos luego.


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