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Hasta luego, amor por LouiseSilver

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Notas del fanfic:

Disclaimer: Los personajes de Naruto son propiedad de Masashi Kishimoto. Además de la historia, nada es mío.

Notas del capitulo:

¡Olá!

Antes que todo, les agradesco darle una oportunidad a este modesto Fanfic. Es una historia SasuNaruSasu en un mundo sin ninjas. Ligero OOC por parte de ambos personajes, pero nada de lo cual espantarse.

Ligera cantidad de Fluff y un lemon que entrará e intentará mejorar a lo largo de los capítulos.

Pdta: Este capítulo no contiene lemon. A pesar de como escribo a Hinata al inicio, ella, al igual que Sakura, me agradan mucho. Pediría que si no le tienen mucho agrado al personaje, no intenten desquitarse con ellas en los comentarios.

Naruto limpió el sudor de su frente, rebuscó sus llaves en su canguro y tanteó un par de veces con la cerradura de la puerta antes de conseguir abrirla.

Su suscripción en el gimnasio local se había vencido hace tan solo tres semanas. No había estado en sus planes, por supuesto, y no se enteró de ello hasta que su código rebotó cuando intentaba cruzar esas apestosas maquinitas que ponían en la entrada.

Pero aun y con todo ello, Naruto no se había rendido en ejercitarse. Oh no, nunca lo haría. Y mucho menos después de estar tan cerca de obtener los abdominales que siempre había deseado. Así que una tarde después se alistó con una de sus sudaderas y le dio una vuelta a su zona, una de muy alto costo cabía resaltar, y se encontró con una alternativa mucho más barata e igual de gratificante. En el parque zonal, que apenas se encontraba a una cuadra de su departamento, había un grupo de jóvenes que al igual que él preferían correr por la ruta de la ciclovía y ahorrarse unos cuantos dólares en los costosos gimnasios del barrio, de los cuales Naruto confesaba alguna vez haber fanfarroneado.

Hace ya dos semanas que se había unido al grupo y le iba muy bien. Incluso aquella mañana. Acababa de hacer una hora de ejercicio para comenzar bien el día.

Su camiseta estaba empapada por el sudor de haber corrido tres kilómetros por la ciclovía que rodeaba su zona; se cernía en su cuerpo como una segunda piel y las personas que se topaban con él, señoras más que todo, no dejaban de aclamarle que con ese frío cogería un resfriado rápidamente si no se cubría. Pero no lo hacía porque quería; Naruto recién se había dado cuenta esa mañana que no había mandado su ropa a lavar y todas sus sudaderas seguían apiladas a un lado de su baño; no le quedó de otra más que utilizar una de sus camisas viejas que siempre paraba al fondo de sus cajones.

Pero aun con los ocho grados que hacían afuera, Naruto no se sentía entumecido. En realidad, siendo invierno, a él le agradaba correr un poco en las mañanas para agilizarse, aunque luego muriera de frío cuando su cuerpo se relajara. Y tampoco sentía tanto asco al estar sudado y apestoso.

Cuando ingresó a su departamento, el aire caliente del termostato lo golpeó directamente en el rostro.

Pero qué diablos, pensó.

Naruto se apresuró a cerrar la puerta detrás de él para no desperdiciar la calefacción, que últimamente se volvía más costoso en cubrir, y fue directo al regulador a apagar esa costosa cosa. No recordaba haberlo dejado encendido, él era muy cuidadoso en no excederse con los gastos de luz como para haber cometido tal error.

Solo un par de segundos de duda después, recordó emocionado qué día era ese.

Hinata volvía esa mañana a casa.

¿Cómo es que podía haberlo olvidado? Si hace tan solo medio mes se encontraba emocionado por su regreso.

Encontró sus grandes maletas arrimadas a un lado de la entrada y se emocionó por poder volverla a ver. Los auriculares, que los tenía colgando de la espalda, cayeron al piso y Naruto se hizo un lío en levantarlos y dejarlos hechos unos nudos sobre la mesita de la cocina. Se dirigió a pasos apresurados a la habitación que desde hace ya cuatro años, compartía con su novia.

Tres meses atrás y un poco más, Hinata había tenido la idea de visitar a su familia porque, sinceramente, pasaba mucho tiempo desde que no estaba con ellos. La delicada condición de su abuelo fue un factor primordial para que Naruto aceptara pasar una semana lejos de su novia. Pero el tiempo comenzó a extenderse, y luego, Hinata le pidió que aguardara más tiempo hasta que su abuelo mejorase por completo. Naruto había puesto pegas, por supuesto; amaba a Hinata y aunque no le molestaba estar una temporada lejos de ella, los gastos del departamento se volverían en su contra si se extendía mucho la fecha. Pero la muchacha le había insistido que su abuelo se encontraba muy débil y no podía irse así como así de su lado.

Y Naruto, siendo el amable y dulce chico que no iría en contra de los deseos de un pobre anciano, terminó aceptando únicamente por ella. El afán de ayudar al señor patriarca Hyuga a reencontrarse con su nieta era satisfacción suficiente para él.

Aunque la propuesta que Hinata le había hecho para su regreso también había influido significativamente en él. A Naruto no le llegó a importar si es que tenía que hacer horas extra en el trabajo y dejar de pagar su suscripción al gimnasio. Al final del día, había cubierto la forma de seguir entrenando sin tener que desperdiciar un solo centavo, y su novia había vuelto a ver a sus padres y primos en su ciudad de origen. Y ahora que se encontraba de retorno la tendría únicamente para él.

Y seguramente, esa noche Naruto podría desfogar todo el celibato que había guardado por ella.

Aunque… también tenía que confesar que, aunque no hubiera vuelto esa misma mañana, a ese ritmo, no hubiera aguantado otros tres meses más; ya había gastado parte significante de sus ahorros para sostener las cuentas y la mensualidad del piso, y haciendo cuentas de su cuenta bancaria, estaría peleando para hacer las compras de la cocina dentro de unos meses más.

—¿Hinata? ¿Estás en el baño? —Naruto se acercó, no sin antes oler si es que realmente apestaba mucho, a la única habitación que tenían en el departamento. No encontró a Hinata en la alcoba, pero escuchó ruido dentro del baño del piso y supuso que se había estado dando una ducha—. Ya llegué de entrenar —le gritó desde el otro lado de la puerta—, no creí que ibas a llegar tan temprano, pero si me hubieras avisado la noche anterior que tu viaje de retorno se iba a adelantar yo…

La puerta del baño se abrió de golpe. Naruto, con los ojos saltones, observó a su deslumbrante novia aparecer ya vestida y con el pelo mojado.

Tal vez el exagerado tiempo que había pasado desde la última vez que la había visto en persona hizo que algo dentro de Naruto se removiera pecaminosamente.

Hinata estaba mucho más hermosa de lo que recordaba. De por sí, ella era alta entre las mujeres, con la piel pálida y tersa y una figura muy esbelta, que generosamente se moldeaban en su pecho y cadera, dándole un aire mucho más sofisticado. Sus piernas eran largas y sus pantorrillas musculosas, por las largas caminatas que hacía todos los días para agilizarse. Su extensa cabellera oscura se contrastaba aún más con lo claro que era sus irises, y esa tarde, estaba sujeta en una media cola que caía en bucles sobre su espalda. Hinata tenía lindas facciones en el rostro y una mirada usualmente suave, a menos que se propusiera lo contrario. Aun así, sus grandes ojos y su sonrisa tímida eran suficiente motivo para llamar la atención de muchas personas cuando Hinata caminaba por la calle.

No había forma de engañarse, pensó al tenerla frente a él otra vez; aunque pasasen mil años, amaría siempre con locura a su chica.

Naruto siempre hacía un gran énfasis en la realmente generosa cantidad de pecho que Hinata poseía, y también era lo primero que lo hacía saltar cuando encontraba a cualquier otro maldito observándola con detenimiento. La mayoría de las personas solían creer que su aspecto delicado era suficiente motivo para aprovecharse de ella y solían hacerle comentarios muy insinuadores cuando se encontraba sola; por suerte, Naruto contaba que Hinata, como miembro de la familia Hyuga, tenía el suficiente poder para ponerlos en su lugar sin su ayuda.

Y es que no solo era su apariencia y forma de ser lo cual hacía que Naruto estuviera colado hasta los huesos por su novia.

Hinata podía hacerlo prácticamente todo. Su familia, los Hyuga, eran los dueños de la fábrica de telas más grande del país, y Hinata vivió toda su juventud aprendiendo todo tipo de cosas que Naruto solo podía soñar. Como olvidar las vacaciones donde fueron a esquiar a los Alpes y Hinata le enseñó a pararse sobre la nieve, o adiestrarlo en el arte del surf en las vacaciones a Hawái que su primo les había pagado, al invitarlos a su boda. Ella había tenido la paciencia de explicarle como se cocinaba comida real —y no sus famosos ramen, aunque Naruto seguía considerándolo parte fundamental de su dieta—, y le había inculcado buenos hábitos a Naruto.

Hasta antes de comenzar su relación con ella, Naruto tenía el firme deseo de gastar todo su dinero en las figurillas de edición limitada que siempre le ofrecían por internet.

Cuando aún vivía con sus padres, Hiashi, en persona, había entrenado a Hinata en todo tipo de artes marciales y defensa personal. Por supuesto, su heredera tenía que tener las habilidades necesarias para valerse por su cuenta. Así que Hinata era bien capaz de darles pelea a muchas personas cuando se molestaba, y él recordaba siempre aquello cuando tenían algún altercado en casa.

Y, aunque no primordial, Naruto también señalaba con mucho anhelo las noches en donde Hinata se encerraba con él en su habitación y no salían hasta el día siguiente, después de las largas rondas de sexo donde satisfacía todos sus deseos en la cama. Eran tan flexible cuando se lo proponía… Con solo imaginar lo que esa noche podría hacer con Hinata, Naruto sentía que se le endurecía la polla.

Pero aún faltaban un par de horas para ello, así que se quitó todos los pensamientos obscenos que podría tener de su novia en ese instante y cerró el espacio entre ambos para darle un fuerte abrazo.

—Estás sudando.

—Bueno, recién regresaba de correr.

La muchacha recibió su abrazo con la nariz fruncida y reacia a apegarse mucho al pecho de Naruto. Este, recordando lo quisquillosa que podía ser Hinata, no insistió en el abrazo y se alejó.

En su lugar, le regaló una de sus espectaculares sonrisas y la levantó en el aire, cargándola desde la cintura.

—¿Disfrutaste tus vacaciones con tu familia?

Hinata, temerosa al inicio, se dejó llevar por Naruto y soltó una pequeña risa cuando su chico le dio una vuelta en el aire. Sus dedos recorrieron su cadera y Hinata se avergonzó con su tacto.

—Oh Dios, ya para, Naruto, que me voy a caer —Naruto la dejó en el suelo, y Hinata se acercó a darle un pequeño beso en la mejilla—. Sí, fueron espectaculares. Hace mucho que quería volver a estar con mis padres y mi hermana en mi casa.

—Si lo hubiera sabido antes, te hubiera propuesto ir a verlos hace mucho tiempo. Aunque no por tanto tiempo —soltó una risa seca—, no te lo quise decir por las videollamadas para no apresurarte, pero el dinero no me alcanzaba algunas veces y tuve que dejar el Gimnasio.

El gesto de Hinata pasó de una sonrisa a algo un poco más serio en cuestión de segundos. Naruto la vio fruncir otra vez el ceño y bajar la mirada, con una muesca de arrepentimiento.

—No quise irme por tanto tiempo…

—No te preocupes por eso, Hinata —se apresuró en decir—. Ya estás de vuelta, y tu abuelo ya se recuperó de su recaída. No es como si fueras a desaparecer otra vez.

Hinata, aun así, no mejoró su expresión. Naruto lo tomó como algo extraño.

La chica, de improvisto, sonrió tenue y le pidió que se diera un baño y que se cambiara con algo que no se encontrara tan sudado para poder hablar mejor de su viaje.

—Tengo algunos recuerdos que mis padres querían darte por su viaje por Sudamérica —añadió, con un pequeño guiño de ojos—. Te van a gustar, trajeron mucho café y chocolate. Pero ve y límpiate un poco antes.

Naruto dudó un momento en hacerlo; Hinata no se veía feliz y la curiosidad estaba por encima de un baño, pero aceptó solo por la insistencia de ella en contarle todo cuando estuviera ya limpio. Entonces, Naruto le dejó un pequeño beso en los labios antes de desaparecer en su habitación y buscar algo decente para ponerse después de la ducha, y se encerró en el baño durante el tiempo que tardó.

Casi media hora después, ya limpio y con el cuerpo fresco, buscó a Hinata en el departamento.

La encontró en la cocina, con el teléfono en mano, ordenando algo de comida china para almorzar.

—¿Ocurrió algo en tu viaje? —tanteó Naruto, cauto—. Supe que Neji y su pareja Tenten estarían ahí también. ¿Ocurrió algo con ellos? ¿Tu abuelo llegó a mejorarse o…?

Hinata negó a todas las preguntas de Naruto, asegurándole que toda su familia seguía bien. Naruto soltó un suspiro de alivio, pero no duró mucho tiempo, porque Hinata seguía igual de seria que antes de su baño y aún mantenía la misma expresión de angustia en el rostro.

Solo entonces, Naruto se percató que Hinata aún mantenía sus maletas a un lado de la puerta y que durante su baño no había hecho afán de guardar su ropa nuevamente en la habitación. También se dio cuenta que estaba vestida con una gabardina y que aun con la calefacción, tenía los guantes y la chalina puestos, como si se preparara para salir otra vez a la calle.

—Naruto, necesito decirte algo.

—Claro —graznó él, sorprendido de que Hinata lo encontraba pensando en sus maletas. Dubitó un momento, pero luego aceptó en tomar asiento en la mesita de la cocina y Hinata hizo lo mismo en la silla frente a la suya—. Te vez más seria de lo normal. No es tu estilo ser tan misteriosa.

—Es justamente eso de lo que te quería hablar. Adelanté mi viaje de retorno porque sentí la necesidad de decírtelo antes de que pase más tiempo.

Bien, pensó. Al parecer, era un tema importante. Lo suficiente para que regresara antes de lo planeado.

Una parte de Naruto se sintió mal, incluso ofendida, por descubrir que Hinata había tenido planeado quedarse más tiempo con sus padres, pero la molestia se transformó en preocupación cuando Hinata comenzó a evitar su mirada en todo momento. Naruto estiró su mano y la unió con los de su chica, y le dejó un suave apretón para decirle que a cualquier cosa, lo tendría ahí para ella.

—Soy todo oído.

Hinata suspiró. Naruto tragó hondo.

—Es algo que he guardado por mucho tiempo, Naruto. Y siento que para nuestra relación, es importante que lo sepas.

—Comprendo.

Hinata cerró los ojos e inhaló profundo, y luego, observó a Naruto con el gesto más parcial que hubiera podido poner.

—Durante mucho tiempo, tú, Naruto, fuiste el chico de mis sueños. Créeme, el día en que aceptaste mi invitación para ir a comer helados cuando aún éramos unos críos de secundaria fue el mejor día para mí. Me gustabas desde que estuvimos desde la primaria, mucho antes, incluso. Eres realmente espectacular y considero que no podría haberme conseguido un novio mucho mejor de lo que tú eres. No me consideré lo suficiente buena para estar a tu lado; tú eras tan abierto y alegre, y yo tenía tantos problemas para confiar en mí misma…

Naruto le dio otro apretón de manos.

—Pero eso ya quedó en el pasado —atinó a decir—. Es decir, has cambiado mucho, Hinata, y para mejor. Tú también me gustas bastante, eres mi primera y única pareja que he tenido en la vida.

—Y es exactamente por esto lo cual he apresurado mi viaje, Naruto. Este tiempo lejos me ha hecho pensar en qué es lo que somos y qué es lo que queremos llegar a ser.

—¿A qué te refieres con esto?

Naruto comenzó a sentir que algo andaba mal.

Era un secreto a voces en la familia de Hinata que Naruto tenía planeado, dentro de poco, pedir su mano en matrimonio.

Había gastado mucho dinero en comprarle una sortija a Hinata. Él, un joven de la clase media, había tenido que ahorrar bastante para poder adquirir algo con el suficiente valor para ofrecerle a su novia, que estaba ya acostumbrada a los lujos. El departamento en donde vivían, incluso, era en una zona muy cara solo porque Hinata no estaba acostumbrada a los barrios medios o bajos.

Ya era el momento, había pensado, después de que en una visita de sus primos Neji les relatara con una alegría inmensa como era estar comprometido con la persona de sus sueños. Naruto había estado vinculado con la familia de Hinata desde que era un niño de primaria. La conocía bastante bien y ellos también conocían a su familia, o, bueno, conocieron, antes de que el accidente lo dejara al cuidado de sus tíos. Naruto se esforzaba cada día para cumplir los requisitos básicos para que alguien como Hinata no pasara penumbras.

El punto de todo esto era que Naruto, después de la única y más larga relación que había llevado en su vida, sentía que estaba preparado para dar el siguiente paso y volverse más que la pareja de Hinata… y había soltado mucho dinero para preparar aquello. Tanto, que inclusive le había pedido prestado a sus primos para cubrir todos los gastos.

—Fue mucho tiempo separados… —exhaló aire.

Hinata asintió.

—Pero lo necesitaba, Naruto, para saber qué es lo que realmente quiero en la vida.

—¿Y qué es lo que quieres, Hinata?

El rostro de Hinata se elevó y enfrentó con brusquedad a Naruto. Sus enormes ojos, casi transparentes, traspasaron las defensas de Naruto y lo dejaron desnudo bajo su mirada.

Ahí estaba, pensó, ahí estaba ese remordimiento. Esa culpa. No le gustó encontrar emociones tan contrariadas en ella. No si es que recién la veía después de tanto tiempo. Había visto suficientes películas como para hacerse la idea de que esas cosas no eran buenos presagios.

Hinata soltó sus manos de las de Naruto y las apegó a su pecho. Sus labios temblaron un poco, buscando que palabras decir exactamente para explicar cómo es que se sentía en ese momento. Naruto respiró más fuerte, casi rebuznando, pero fue porque estaba rodeándose de un pánico sin sentido.

Entonces, Hinata frunció el ceño y puso sus manos en la mesa, modulando su tono de voz seriamente.

—Creo que si queremos que nuestra relación mejore… deberíamos darnos un tiempo.

Naruto se reclinó en su silla y dejó caer sus manos de la mesa.

Sus ojos se abrieron aún más y las palabras murieron en su garganta antes de poder ser dichas.

Hinata se mordió el labio y desvió la mirada casi al instante de haberle dicho lo que sentía. No podía… no quería herir a Naruto, no a la persona que había estado amando desesperadamente por tanto tiempo. No podía ni ella misma imaginarse que es lo que le estaba diciendo a Naruto, a la persona con la que había pasado media vida, y lo sorprendido e impactado que se veía a su decisión.

—¿Qué? —susurró.

Hinata suspiró hondo, llenándose de valor, y se obligó a si misma a girar de vuelta y enfrentar la mirada de Naruto como es que debía hacerlo. Se arrepintió de haber elegido su pequeño departamento para ello.

—Lo estuve pensando por mucho tiempo, hablé con muchas personas sobre esto, Naruto. —Cerró los ojos y arrugó el rostro—. Realmente, debí decírtelo desde mucho antes, cuando comencé a sentir las primeras señales de nerviosismo y miedo. Te amo mucho, Naruto. Te amo como no tienes ni idea.

—Pero…

—Tengo miedo de esto, de nosotros. Siento que aún es muy pronto, no hemos vivido lo suficiente y no vamos a poder hacerlo porque estamos atados el uno con el otro.

Naruto aguardó en silencio, con la mente trabajando a mil por hora.

¿Estaban rompiendo? Ellos dos, que todas las noches bajo las sábanas se prometían una vida juntos. No le encontraba el sentido.

Giró a los lados, buscando a Ino o Tenten ocultas en alguna parte de la cocina. Ya lo habían hecho antes, hace mucho tiempo. Esperaba que una de ellas apareciera con una cámara y se riera en su rostro por su expresión seria. Sería mucho más reconfortante saber que Hinata estaba bromeando con él que romper su relación.

Pero ninguna de las dos aparecía, y Naruto se hizo un manojo de emociones contrariadas.

—Es que no te entiendo Hinata —susurró, pasmado.

La chica abrió y cerró la boca varias veces hasta que las palabras salieron de ella.

—¿Qué no entiendes?

Naruto levantó su brazo y golpeó con furia la mesa.

—Esto. Todo. Hinata, no puedes estar hablando en serio.

—Naruto…

—Es que no puedes estar hablando en serio. Nueve años… son nueve años los que llevamos juntos y tú quieres tirar todo por la borda.

Hinata no se creía capaz de soportar lo que vendría a continuación, pero se hubiera sentido mucho peor si es que seguía guardando todas sus inseguridades y hacía infeliz a Naruto. Fue por él que se puso firme en su decisión, ya que no planeaba arrastrarlo a un caos del cual ambos se arrepentirían años más tarde.

—No vuelvas a decir que estos nueve años que he pasado a tu lado serán tirados a un lado como si no fueran nada, Naruto. Tú sabes tan bien como yo que nuestra relación fue sincera desde el inicio y que nunca te he dicho que te aprecio o te quiero solo para compensar la falta de cariño. Todo lo que he hecho por ti ha sido porque realmente te amo.

—Si me amaras, no me estarías diciendo eso ahora.

Mucho menos ahora, que Naruto sentía que se ahogaría en cualquier momento.

—Es porque te amo que tengo que hacerlo. Comprende, Naruto. —Los ojos de Hinata brillaron de angustia—. Soy lo único que conoces.

Es mentira, pensó, y llevó ambas manos a su cabeza, cubriendo sus ojos. No podía estar pasándole esto, no ahora.

Se sentía presa del pánico, su piel se erizó y comenzaron a temblarle las piernas. La garganta se le hizo un nudo que poco a poco se fue acentuando.

—Me gusta que seas lo único que conozco. —imploró.

Pero Hinata, más segura de sí misma, meneó lentamente la cabeza.

—No. —Jadeó—. No te gusta, pero eso no lo sabes, porque nunca has intentado ver más allá de mí.

Hinata observó deprisa el reloj y supo que se estaba haciendo tarde. No hizo un afán de moverse, pero ver a Naruto intentando calmarse estaba alterando algo en ella.

Naruto… Naruto estaba hecho un caos que no sabría ni por donde comenzar a explicar.

Naruto se paró abruptamente de su sitio y acortó la distancia que lo separa de Hinata de una sola zancada; la levantó de su silla, sin importarle sus quejas y reclamos, y escondió su cabeza en su cuello, sintiéndose mucho más pequeño que ella a pesar de sacarle una cabeza de altura. Hinata lo sintió temblar. ¿Cómo podía ser tan cruel con la persona que amaba?
—No te quiero perder, Hinata —susurró Naruto, encontrando su propia voz en un desesperado tono—. Eres todo lo que siempre deseé en la vida, no necesito a nadie más que a ti.

Hinata se sentía igual.

Pero no por ello pararía ahora.

Ver a Tenten al lado de su primo y ver a sus padres juntos como pareja le hizo replantear que era lo que realmente necesitaba en su vida.

—… —Hinata esperó el tiempo que fuera necesario para que Naruto dejara de temblar sobre ella. Al menos, el tiempo que fuera necesario para que su agarre se debilitara, y lentamente, dio un paso atrás. Atrapó las mejillas de Naruto entre sus manos y acarició su mandíbula como solía hacerlo las tardes de ocio en su cama, y supo que esa sería una de las cosas que más extrañaría hacer con Naruto una vez estuviera lejos de él. Naruto tenía los ojos acuosos y la mirada perdida. Hinata, con un suave tono, comenzó a susurrarle cuanto lo lamentaba—. Soy todo lo que conoces, y es por ello que nunca pudiste disfrutar como era ser joven y soltero al igual que yo. Al menos, no como debería haber ocurrido. Siempre hemos estado juntos, y eso es lo que más agradezco de ti Naruto, pero… —su labio tembló un poco, buscando las palabras precisas para explicarle porqué rompía con él después de tanto—… Naruto, no quiero despertarme después de nueve años más, tener hijos, y preguntarme qué diablos fue lo que hice en mi juventud. Qué diablos fue lo que estaba haciendo en lugar de ir a bailar en la noche, o salir a beber con mis amigas sin deberle explicaciones a nadie.

Naruto cerró los ojos cuando Hinata delineó una de sus marcas en la mejilla.

—Pero aun puedes hacer eso, Hinata. No tenemos que romper para que tengas más libertad, yo…

Hinata lo silenció, colocando uno de sus dedos en su labio, y lentamente comenzó a menear la cabeza.

—No, así no podrá resultar. Ya lo intenté con este viaje, me fui el tiempo que creí que sería necesario para sentirme yo misma otra vez, pero no pude. Yo… debí decirte esto hace mucho, cuando comencé a sentir inseguridad de nuestra relación. Tenía miedo de defraudarte después de todo lo que habías hecho por mí. Pero cuando Tenten me contó que le habías pedido ayuda a Neji para comprar un anillo y que estabas planeando una salida para cuando regresara de mi viaje yo…

Hinata se silenció al instante. Naruto abrió los ojos, observándola llena de dolor.

—¿Lo sabías?

A este punto, Hinata supo que no había mucho caso negarlo.

—Siempre lo he sabido, Naruto. Y sé lo costoso que resultó para ti comprar esa sortija, cuando apenas estas comenzando a mantenerte sin el apoyo de tus tíos. No debí enterarme de lo que planeabas hacer, pero si no lo hubiera hecho, habrías cometido el error más grande de tu vida. Cuando vi a mis padres y comprendí cual era la forma en la que llevan su matrimonio, supe que no podía casarme contigo aun. No si después de ello, descubra que en realidad era la costumbre de estar a tu lado lo que me había impulsado tan lejos.

Alguien tocó el timbre del departamento.

Hinata tuvo el suficiente impulso para alejarse definitivamente de Naruto y colocarse su cartera al hombro otra vez. Buscó algo en su bolso, y poco después, dejó un sobre blanco sobre la mesa de la cocina, antes de dedicarle a Naruto una sonrisa que no llegaba a sus ojos.

—¿Entonces esto es un adiós?

Naruto bajó la mirada.

Hinata, mordiendo su labio, asintió.

—Un hasta luego.

Hasta luego. Solo era un hasta luego.

Sus dedos se transportaron sobre la irregular textura de la carta sin poder reconocer qué era lo que contenía. Se veía ligera a pesar de su tamaño office y la curiosidad lo embarcó. Aun dolido, quería retener a Hinata un poco más de tiempo dentro de su hogar. Ese lugar era de ambos; habían vivido muchas experiencias juntos, ahora, vivir solo se sentía tan abrumador que se asemejaba a un peso sobre su espalda que no le dejaba aceptar que esta vez, realmente, se encontraba por su cuenta.

Su tono de voz fue un lastimero murmullo que no intentó ocultar

—¿Qué hay en ese sobre?

—El dinero que gastaste en pagar el departamento durante estos tres meses —murmuró Hinata de vuelta, con la mirada baja y las mejillas rojas—. Ya hablé con el casero y ya cancelé el piso. Sabía que no ibas a poder pagarlo, así que le escribí a una amiga para que te ayudara a buscar un nuevo lugar donde vivir a partir de ahora.

Naruto no se sentía capaz de pelear con ella sobre el dinero de esos tres meses, pero si fuera capaz, no podría sentirse más humillado consigo mismo.

—¿Y tú a dónde iras? —preguntó.

Hinata no pareció dispuesta a decírselo. Naruto la observó caminar a la entrada y estirar la manija de sus maletas para tirar de ellas fuera del departamento. Los dos se habían olvidado por completo del repartidor, quien quiso replicarles por la demora, pero se detuvo al ver que el momento no era bueno. Con las maletas fuera, Hinata giró hacia Naruto y le sonrió por última vez.

—Lejos, muy lejos. Lo suficiente para que no me veas por un tiempo, y luego, cuando crea que ya estás preparado, volveré por aquí, para visitarte… —apretó la manilla de su maleta, con las palabras revoloteando dentro de su boca. Naruto se terminó apoyando en la pared si la suficiente fuerza para mantenerse erguido y Hinata sintió que cada vez se hacía más pequeña. Consideró que era malo de su parte hacerle ilusiones, pero ella conocía a Naruto y sabía mucho antes que él mismo supiera qué es lo que haría si no tuviera un motivo. Solo por ello, tal vez, fue que intentó darle una esperanza más, y se dirigió a él con un tono mucho más reconciliador que Naruto captó—. Si crees que puedes esperarme… y tal vez, un día perdonarme; Naruto, te prometo que esto quedará como una historia del pasado. Pero pasará mucho tiempo para ello, y seguramente para entonces, ya ni me recuerdes como lo haces ahora.

—Eso nunca —se interpuso—. Nunca dejaré de recordarte cómo eres ahora.

Hinata solo asintió.

—Espero que seas feliz Naruto.

Hinata volvió a abrir su bolso y sacó unos cuantos billetes para el repartidor, ya que conocía a Naruto y sabía que no tenía efectivo a la mano. Le dio de más por la demora y susurró un escueto adiós antes de sostener sus majillas y no volver a dar vuelta atrás. Naruto continuó apoyado en la pared, viéndola poco a poco desaparecer en el ascensor, y su mirada se quedó perdida en algún punto de la pared.

El chico repartidor, después de guardar un extra para él, hizo un ademán de querer entregarle la comida a Naruto.

—Oye, lo lamento hermano. Esa chica es linda, pero dudo que vuelva. —Naruto empujó la puerta de su departamento y el chico ingresó y dejó los paquetes en la mesa de la cocina, ya que Naruto no se veía con la capacidad suficiente para cargar algo—. Si de algo te sirve, tampoco tienes mal apariencia. Conseguirás a otra, supongo.

Naruto frunció el ceño, con claras intenciones de responderle que nunca estaría con otra que no fuera Hinata. Pero pelear con un desconocido no tenía sentido, así que reprimió su rabia y cerró los ojos hasta calmarse. Ahogó un suspiro y le sonrió a medias al chico, agradeciéndole por traerle la comida hasta casa. El chico apoyó una mano en su hombro y le dio pequeñas palmaditas. Naruto, con el nudo en la garganta, se giró al chico y le susurró.

—¿Realmente crees que no va a volver?

Y el chico, con una expresión seria y tristona, asintió.

—Tal vez lo haga, pero dudo que venga sola para entonces. No te hagas ideas de ella, chico. Consíguete otra, será mucho mejor.

No le dijo nada, y el chico, después de algunos segundos, se despidió de él y muy personalmente le prometió que algo mejor llegaría. Naruto no confiaba que algo mejor que Hinata pudiera existir, pero no hizo ademán de querer decírselo.

El repartidor tomó el mismo camino que Hinata había tomado, y Naruto a paso lento arrastró los pies dentro de su casa. La comida se mantuvo empaquetada en la cocina, pero no sentía hambre. Arrepintiéndose, se acercó a la gran ventana de la sala y vio tras de ella las largas avenidas de su zona. No divisó a Hinata en ningún punto, pero sí al repartidor, que dejaba una polvareda detrás de su moto mientras avanzaba por la auxiliar hasta desaparecer entre los edificios.

Nunca más volvería a ver a Hinata.

Nunca más se encontraría en él.

¿Qué hacer ahora? Pensó.

Con los ojos ardiéndole, se tiró de espaldas en el sofá y continuó observando a través de su ventana la avenida. Los grandes edificios de cemento que rodeaban a su departamento, el cielo tiñéndose de rosa y naranja a pesar de estar en invierno. Llovió un poco, y la bulla de los claxon casi no se escuchó. Todo era demasiado pronto; él mundo se movía muy rápido y él seguía atrapado en la mañana.

Hinata ya debería encontrarse lejos, pero él nunca sabría dónde. ¿Habría tomado un boleto de avión? ¿O se había ido en tren a la casa de sus padres otra vez? Ella tenía millones de probabilidades. ¿Sus padres sabían que iban a romper? ¿Neji sabía que Hinata ya no quería nada más con él cuando lo llamó hace una semana? El pesado anillo que le había comprado seguía guardado en su bolsillo, lo había cogido de su lugar después de bañarse pensando que sería oportuno hablar con ella esa tarde. Era mucho dinero desperdiciado en algo que nunca más iba a usar.

¿Debía devolverlo? Le dolía en el orgullo. No tenía dinero, pero no quería perder sus esperanzas aun.

Hinata a veces podía ser tan cruel con él.

No fue hasta casi al anochecer, cuando después de sentir el cuerpo tenso por la mala postura, decidió pararse. Su celular estuvo vibrando por algunos segundos, con la señal de un mensaje en él.

A duras penas se acostumbró al brillo de la pantalla y revisó su mensajería de WhatsApp. Dos mensajes: Uno de su lugar de trabajo, informándole de una junta para el siguiente lunes… y la otra del número de Hinata.

No tenía su foto. Infantil o no, lo había bloqueado. Pero aun así, se había dignado a dejarle un último mensaje.

“Eres realmente único Naruto. Te amo.”

Inhaló hondo, y las palabras murieron en su boca.

—Yo también te amo, Hinata.

Y Naruto, sintiendo por fin lo grande que resultaba ser la casa solo para él, se puso a llorar en silencio, sabiendo que desde ahora, todo en él cambiaría.

 

 

Las semanas que le siguieron a la huida de Hinata fueron un completo infierno para Naruto.

Tuvo lo que le restaba del sábado y domingo para deprimirse solo en casa. No salió a correr con el grupo de la ciclovía y no se bañó o limpió algo en casa. A las dos de la mañana, cuando su estómago lo estuvo matando de hambre por no haber comido ni bebido nada en todo el día, se arrastró como pudo a la cocina y calentó la comida china que no había tocado.

Solo quiso abrir la cajita de comida que le correspondía a él, porque no se sentía con el humor de comer lo que era de Hinata. Había tenido la esperanza de que, tal vez, a media noche ella volviera y conversaran otra vez; él se disculparía con ella por ser tan agobiante y hallarían la forma de arreglar su relación. Pero Hinata nunca volvió, y Naruto fue consiente que en sus repisas, faltaban la mitad de los recuerdos que los dos tenían. No estaban sus perfumes que había dejado antes de ir a visitar a sus padres y tampoco las pocas prendas que tenía guardado en su lado del cajón. No encontró los CD de música que tanto le gustaba y las fotos de la mitad de sus viajes.

Naruto no pudo sobrellevar la pérdida de Hinata tan bien como le hubiera gustado. Pero, joder, era tanto tiempo a su lado que no podía hacerse la idea de no tenerla. Era su familia. Maldita sea, ¿cómo creía ella que podía olvidarse tan fácil de su familia? El helado de chocolate que tenía en el refrigerador se acabó en pocas horas. Era de Hinata, pero ella nunca más lo comería. Naruto pasó por alto el régimen alimenticio que estaba llevando para sus abdominales y comió con gusto y rabia las galletas de chispas y los dedos de queso fritos.

Y entonces, el domingo en la noche, recordó con mala gana la reunión que tenía de trabajo para el lunes y quiso enviar todo a la mierda.

Sus jefes no lo tomaban en serio. Más de tres años trabajando con ellos y seguía en el mismo puesto de asistente de arquitecto con el que había ingresado.

Naruto había estudiado una carrera que le apasionaba desde pequeño. Ser arquitecto, como lo había sido su padre, era su meta en la vida. Logró ingresar a una buena universidad y graduarse con honores, por lo que muchas personas tuvieron altas expectativas de él. Tal vez, si no hubiera sido tan impulsivo para salir del seno de sus tíos antes de tiempo, hubiera conseguido un mejor trabajo. Pero él y Hinata quisieron vivir por su cuenta después de acabar sus carreras, y ambos alistaron sus maletas y dejaron su ciudad para vivir lejos y juntos. A Gaara, su primo, nunca le llegó a parecer buena idea abandonar su pueblo por la ciudad, y hubieron muchos casos en donde Naruto se arrepentía de no haberle hecho caso.

Hiashi solía pasarle dinero a su hija cada vez que ella sentía que era necesario; una vez, Hinata le había contado que era su seguro si las cosas no salían tan bien como se las proponían.

El día en que Naruto y Hinata salieron por cuenta propia de la ciudad donde crecieron y buscaron su independencia, chocaron con el exigente mundo y los constantes deberes que ambos aun no eran capaces de sustentar. No tenían dinero suficiente para pagarse un alquiler, y a pesar que para Hinata conseguir un trabajo como nutricionista fue relativamente sencillo, para Naruto, conseguir un puesto con arquitecto, se volvió sumamente complicado. El primer mes lo pasaron en la habitación de un hotel, Hinata salía todas las mañana a trabajar y Naruto se quedaba en su habitación enviando su currículo a todas las empresas constructoras y estudios de arquitectura que tuviera la ciudad. Nunca tuvo suerte.

El segundo mes, el dinero que tenían ahorrado desde antes de viajar se acabó. Tuvieron que sobrevivir de las ganancias de Hinata, pero no duró mucho. Tenía un alto estilo de vida, a pesar de estar acostumbrada a trabajar, también estaba acostumbrada a vivir siempre en zonas cómodas. La habitación de hotel donde dormían se comía casi todos sus ahorros.

Fue entonces cuando Hinata, desesperada, decidió llamar a su padre y pedirle apoyo económico. Hiashi nunca estuvo de acuerdo con dejarla ir tan pronto, y aquella tarde, después de tomar un boleto de tren e ir directamente a buscarlos, habló seriamente con ambos sobre lo que representaba vivir por cuenta propia.

Él, personalmente, se encargó de encontrar un lugar lo suficiente grande para los dos en una zona alta y habló con sus conocidos para encontrarle un trabajo a Naruto.

Naruto encontró un lugar en la pequeña empresa del hijo de uno de sus amigos, quien incursionó en el mundo de la arquitectura como un pasatiempo temporal. Claramente, él nunca entendería como el dinero podía hacer de menos un noble trabajo como el mundo de la construcción. Pero el chico era de fiar, y a pesar de no tener las cosas claras, tenía asesores que estaban empujando el pequeño estudio de arquitectos y decidieron darle fe a Naruto para ser parte de ellos. Lo pusieron como asistente de uno de sus arquitectos y de ahí nunca más se movió.

Hiashi les hizo devolver cada centavo que había gastado en ellos cuando consiguieron establecerse para que comprendieran de lo abrupto e irracional que fue irse de sus hogares sin tener un seguro de por medio, pero en aquel entonces a Naruto poco podía importarle tener que devolver lo que había gastado en el primer mes del departamento.

Es decir… ambos tan solo tenían veintitrés años, eran tan jóvenes que un poco de dinero no podía preocuparlos realmente.

El lunes a primera hora, Naruto fue vestido de traje y corbata a la reunión en el estudio de arquitectos por orden de su superior.

Tenía la cara demacrada y ojeras por no haber dormido bien en días. Su cabello, peinado a la fuerza con gel, a duras penas se mantenía en su sitio. Su mente se encontraba tan dispersa por Hinata que no fue hasta que llegó al estudio que se percató que las cosas no iban bien.

La secretaria no estaba recibiéndolo con los encargos del arquitecto. En realidad, no se encontraba ella, ni ninguno de sus lapiceros multicolores o papeles rosa y amarillo que siempre mantenía ordenado sobre su escritorio. En su lugar, sobre el escritorio del lobby había un montón de pequeñas cajas, al igual que todo el corredor que daba a las oficinas de su jefe y otros arquitectos más. Naruto se detuvo algunos segundos confundido por ver tanto desorden. Luego, se fijó en la hora del reloj de pared y se dio con la sorpresa de que iba ligeramente tarde; esquivando todo ello, avanzó con cuidado entre las cajas y pilas de papeles a la oficina de reuniones, a las que pocas veces había ido a lo largo de su vida laboral.

No se sorprendió al notar que era el último en llegar ya que la mayoría solía estar antes de la hora. Pero sí le sorprendió notar que todos, incluso los otros asistentes y los arquitectos, tenían miradas serias y el asesor directo del dueño del estudio estaba explicando algo con aparente suma importancia.

—Lamento la demora —se apresuró en decir. Caminó deprisa y tomó asiento en su lado habitual en la mesa.

Los tres arquitectos con los que solía trabajar lo observaron sin precedentes. Naruto tragó hondo antes de reclinarse en su silla, sintiéndose menos que todos ellos. Ya iban tres años y medio en donde su trabajo no era tan aceptado por la junta, y donde su jefe, por más experimentado que fuera, reutilizaba sus ideas como propias. Nunca le había agradado estar bajo su mando, pero por los chicos, sabía que los otros dos eran igual o peor.

Demoró algunos segundos en recordar cual era el nombre del asesor del dueño que tenía frente a él. Kirimaro, si no se equivocaba. Su larga cabellera blanca contrastaba con lo verdoso de sus ojos. Por alguna razón, los tenía puestos en él, con el ceño fruncido y una negación clara escrita en toda la cara. Naruto por un momento consideró que él intentaba ver dentro de él. Pero la sensación no duró demasiado, y Kirimaro murmuró algunas palabras antes de recuperar el habla y continuar con la junta.

—Señores, después de una junta con los dueños, todos los asesores llegamos a la conclusión de que ya es momento de decidir cuál será el futuro de este estudio arquitectónico. —su voz, grave, retumbó en la habitación y se incrustó en cada uno de los participantes. Naruto tuvo que sujetarse de su asiento por la impresión y Kirimaro, al notar ello, esbozó una pequeña sonrisa que no duró demasiado—. Los números rojos son alarmantemente peligrosos para los deseos del dueño, así que me tomé la molestia de revisar cada proyecto que han aceptado desde la creación de este estudio hace cuatro años y medio, topándome con la sorpresa que su cantidad de proyectos no superan el mínimo indicado antes de hacer el préstamo.

Entonces, Kidomaru, su jefe directo, se levantó abruptamente de su sitio y dio un golpe en la mesa.

—Estamos trabajando en un proyecto para una importante construcción costera —su frente se arrugó al hablar—, las ganancias que conseguiremos al empezar el proyecto cubrirán los gastos de este estudio por los próximos tres años. Todos mis hombres se han concentrado en el concurso de Akatsuki como para distraerse en nimiedades dentro de la ciudad.

Los otros dos arquitectos, Sakon y Ukon, asintieron vehemente a ello. Sin embargo, a Kirimaro no le pareció aceptable que alguien como Kidomaru lo callara de improviso.

Furibundo, se levantó de su silla y tanto Naruto como los otros dos asistentes, temieron lo peor.

Sí, sabía que el estudio no estaba tan bien como debería; pero el apoyo del director había sido constante desde el inicio. ¿Por qué justamente ahora enviaban a alguien para supervisarlos?

Kirimaro, con labios apretados hasta el punto de volverlos una línea recta, sonrió tenuemente y sus cejas se apretaron, con una mirada tétrica y casi burlesca.

—¿Se refieren al hotel playero de Akatsuki?

—Sí —respondió con soberbia Kidomaru.

Solo entonces, Naruto abrió y cerró la boca comprendiendo cual era el error.

Dios mío, su jefe iba a matarlo, si es que no lo despedía antes.

Ya era tarde, pensó. Kirimaro regresó a su apariencia habitual, sacó su teléfono de su traje y marcó a alguien deprisa. Ninguno de los presentes supo a quién llamaba; Kirimaro se giró y habló en susurros al otro lado de la línea, pero Naruto no tenía que hacerse muchas ideas de lo que pasaba. Intentó decírselo a su jefe, le escribió apresurado un mensaje por WhatsApp… pero estaba tan atento a Kirimaro que no le prestó atención a su celular.

No fue hasta que Kirimaro cortó la llamada y comenzó a guardar sus cosas en su portafolio, que todos quedaron con un gesto de sorpresa y confusión.

—¿Se acabó la junta? —curioseó uno de los asistentes.

Kirimaro asintió.

—Sus informantes andan muy desactualizados, temo decir —murmuró con un falso pesar. Le dedicó otra sonrisa siniestra a Naruto, quien evitó a toda costa su mirada—. Y si no es así, temo que han sido gravemente engañados. El director va a recortar los gastos de esta división hasta que consiga mejoras.

—¿Otro recorte más? Pero si hace seis meses ya nos quitaron mucho apoyo.

Kirimaro lanzó su cabellera detrás del hombro y se arregló el traje con cuidado; sostuvo su maletín con la mano derecha y se dirigió con un paso seguro a la salida del lugar. Todas las miradas quedaron puestas en él.

Entonces, antes de salir, observó a Naruto fijamente y levantó su brazo, señalándolo frente a todos.

—De todos ustedes, él parece ser el único con un poco de conocimiento sobre el tema. Podrían preguntarle por qué se generó otro recorte, en lugar de arremeter contra mí. Si me disculpan, tengan todos ustedes buen día.

Naruto se sostuvo de su asiento cuando las miradas de su jefe y demás arquitectos quedaron puestas sobre él.

Joder, la vida era una reverenda mierda.

 

 

No le sorprendió quedar despedido después de contarles todo a sus jefes, pero si le molestó que se lo tomaran a pecho con él.

Era muy temprano cuando el correo llegó a su cuenta. Recién se había enterado aquella mañana del asunto; aunque el asesor no hubiera llegado ese día, solo sería cuestión de horas para que ellos se enteraran que el dichoso concurso de Akatsuki no iba a ser llevado. ¿Cómo Naruto podía prevenir que la cadena de hoteles contara ya con su estudio arquitectónico? Además, aún quedaba el hotel dentro de la ciudad, que tal vez no sería igual de extravagante, pero debía contar con un buen diseño. Él solo era un asistente, no era su total responsabilidad estar pendiente de lo que sucediera con la información que le llegaba a sus superiores.

Aun así, por más intento o excusa que le pusiera Naruto, nada parecía ser suficiente para sus jefes. Vio en ellos el enfado y la cólera de haber quedado en vergüenza frente a Kirimaro. Pues, ¿quién los obligaba a poner todas sus esperanzas en un proyecto en el cual aún ni siquiera eran parte? Tal vez solo buscaban una forma de sacarlo; de todos los asistentes, él era el que más tiempo llevaba en el estudio. La mayoría soportaba solo un año y se largaba, él había resistido tanto solo por el trato que Hiashi tenía con el director.

Jodanse todos, él no tenía la culpa de nada. Solo estaban buscando una forma de soltar su ira y lo culparon de todo sin fundamento.

Si no fuera porque tenía su mente en cosas más importantes, como encontrar otro maldito departamento antes de que acabara el mes, se hubiera enfadado aún más de lo que estaba.

—¿Qué haré ahora? —suspiró.

Ya habían pasado dos semanas desde entonces. Con el poco dinero que le había sobrado desde el mes anterior, gastó todo lo que tenía en efectivo en ramen instantáneo. Adicto o no a esas cosas, era lo único lo suficiente barato y que él podía disponer con gusto que le llevara a sobrevivir hasta fin de mes y un poco más. Solo… necesitaba algo de lo cual alimentarse sin tener que pasar tantas penurias.

El sobre de Hinata seguía sellado a un lado de su comedor. No se había atrevido a tocarlo desde que ella salió para siempre del departamento.

Naruto se quedó observándolo sin querer. Sus dedos, congelados bajo sus mitones de cuero, volvieron a delinear la pequeña curvatura que tenía en la parte inferior. ¿Sería verdad? Se preguntó, ¿estarían ahí los tres meses de renta que él había tenido que pagar solo? Con ello, no tendría de lo cual preocuparse por un tiempo. Una habitación en un hotel de mediana categoría para él solo le saldría mucho más barato que la mensualidad de su piso.

Su arrendatario lo visitó el domingo de la siguiente semana al medio día, para según él, hablar de lo que haría en el futuro.

Un viejo pequeño y casi calvo, a excepción de unos cuantos mechones blancos que peinaba para cubrir su calva. Vestía siempre de gabardina y vivía unos pisos más abajo. A Naruto nunca le dio buena espina, y el sentimiento parecía se mutuo. Primero, le criticó por decidir mudarse tan pronto sin avisar con anticipación; estuvo muchos minutos insistiendo que a pesar de la generosa cantidad de dinero que la niña bonita le había dejado —a Naruto no le pudo caer peor escuchar sobre Hinata— no consideraba de educación irse tan pronto, y casi lo convenció de quedarse un mes más mientras él encontraba a alguien a quien alquilarle su departamento.

Si no hubiera usado «pobretón» y «niño tonto» para referirse a él por haber dejado a su novia y quedarse sin mucho dinero, tal vez, Naruto lo hubiera considerado.

Pero hablar con él no llegó a ser del todo malo. Sí, Naruto no tenía muchas esperanzas de seguir ahí, pero pudo ponerse manos a la obra y salir de casa a buscar otro piso, mucho más económico, donde mudarse antes de que fuera demasiado tarde.

El problema radicaba en que la gente no quería darle nada por no tener trabajo.

Fue a las entrevistas vestido lo mejor posible. Hinata siempre había sido muy quisquillosa con la ropa que debía usar para ocasiones importantes. Naruto tenía toda una franja en su ropero donde colgaban sus trajes y corbatas más costosas, y no dudó en ir con ellas a las reuniones de los arrendatarios. Casi todos comenzaban igual: ¿Por qué decidía mudarse? —Naruto intentaba no tomar mucho el tema de Hinata, o la gente tendría pena de él— ¿Cuáles eran sus pasatiempos?, ¿Qué edad tenía?, ¿Qué referencias daba su anterior arrendatario con respecto a los cuatro años viviendo en su piso? Eran preguntas rutinarias, típicas para personas que buscaban vivir solas en departamentos donde en su mayoría, vivían personas que solo buscaban tranquilidad.

Pero luego, comenzaban sus fondos económicos y le preguntaban sobre su trabajo, cuantos eran sus ahorros, qué tanto planeaba adelantar en las cuotas antes de mudarse y qué tan puntual era con los depósitos; Naruto siempre confesaba con vergüenza que acababan de despedirlo del trabajo y que con un poco de suerte, solo podía pagar la inicial y el primer mes.

La gente no quería a alguien que no tenía dinero asegurado para ofrecerle un hogar. Con sonrisas de comercial, le explicaban que buscaban otro tipo de persona para vivir en sus propiedades y le daban otras direcciones de edificios donde podría intentar suerte.

Sin trabajo y sin ahorros, no había mucho de lo que podía hacer.

Entonces llegaba a su situación actual, con el sobre frente a él y el dinero que podría ayudarlo a sobrevivir el tiempo suficiente para que encontrara algo.

Y por supuesto, lastimar su orgullo al tener que seguir dependiendo de Hinata aun sin tenerla consigo.

Nada podía enfadarlo más que tener que depender de su dinero como en el pasado. Hinata era bondadosa, pero él no quería su lástima. Si tan solo le hubiera dicho con anticipación lo que pensaba hacer…

También podía devolver el anillo y tener un poco más de cuatro meses de renta, pero sentía que era demasiado pronto para ello.

Observó su celular en la mesa, con la batería un poco menos de la mitad y la mensajería vacía, sin señal de haber recibido algún mensaje en su bandeja de entrada para alguna entrevista laboral. Suspiró otra vez.

El dinero se veía muy tentador.

—¿Qué era lo otro que había dicho antes de irse?

Recordaba a Hinata murmurarle algo sobre una ayuda. Alguien que podía darle un departamento. ¿Es que acaso también había previsto que nadie le iba a aceptar por no tener un trabajo? Pero ella no sabía que lo iban a despedir, ¿o sí sabía? ¿Tenía conocimiento de lo que pasaba en su trabajo y lo que sucedería con los hoteles Akatsuki? No, Hinata no podía haber prevenido aquello, aun y con todo el poder de su familia, ella no tenía nada que ver en las decisiones de la cadena de hoteles… ¿o sí podía?

La cabeza le estaba dando vueltas por pensar demasiado en el asunto. El tema de un nuevo piso y no tener el dinero suficiente ya era mucho lío como para añadirle ideas imaginarias de Hinata.

Pero en algo tenía razón; necesitaba ayuda, por más que no quisiera.

¿Dónde pondría el número para llamar cuando necesitara ayuda?

Sus ojos volvieron a dirigirse al sobre sobre la mesa.

Soltó los palillos y se levantó para ir por papel higiénico. El hambre se le fue en cuestión de segundos. El maldito sobre parecía ser el origen de sus problemas.

Observó a los lados sintiéndose un niño pequeño que estaba a punto de cometer un delito, aun sabiendo que no había nadie más además de él en la habitación. ¿Quién se enteraría si es que él decidía abrir el sobre y revisar un poco? Hinata lo había dejado para él, era su dinero al fin y cabo. Pero, joder, era su orgullo también, y su supervivencia como adulto responsable siendo tirado al tacho solo porque no podía soportar un poco de presión al conseguir trabajo y departamento nuevo.

Podía pedirle a su primo. Gaara, él siempre estaba dispuesto a ayudarlo en el pasado… ahora podría darle una mano temporalmente hasta que consiguiera algo o…

—No, no, no. —meneó la cabeza instantáneamente—. Él ya tiene suficientes problemas, no le voy a sumar los míos.

Se mordió el labio, inquieto. Sentía que ardería en el infierno por tener que depender aun de su antigua novia.

Sostuvo con un cuidado muy impropio de él el sobre blanco, ya algo manchando por las gotas de café que hace unos días lanzó por casualidad sobre él, y sus dedos temblaron cuando delineó la línea de cierre de este. Pequeño, muy pequeño, uno de los extremos tenía una suave protuberancia. Solo sería un jalón, pensó, y lo abriría.

También podría ponerlo a contraluz y esperar que el número estuviera marcado en alguno de los lados, y así no vería el dinero de Hinata y no sentiría el remordimiento que aún lo recorría.

Bien, eso no funcionaría.

Respiró hondo y se repitió varias veces que pasara lo que pasara, todo era por su bien. Solo así, repitiéndose que lo hacía por su supervivencia y que el dinero técnicamente era suyo, fue que obtuvo el valor suficiente para ir por un cuchillo y lentamente, cortar uno de los lados.

Soltó un sonidillo de exclamación cuando los fajos de billetes cayeron en la mesa en un ruido sordo. Naruto abrió los ojos con más sorpresa de la que le hubiera gustado.

Las palabras casi se le atragantaron en la garganta.

Joder, Hinata… ahí había más de tres meses de renta. Maldita sea, ahí tendría al menos un año de renta.

No podía describir el dolor y la rabia que sentía al ver tanto dinero y la poca confianza que tenía ella sobre él para seguir adelante.

Frustrado consigo mismo, movió los fajos de billete buscando entre ellos alguna tarjeta o pedazo de papel donde indicara el número, o una dirección, o lo que fuera que Hinata quería que él contactara. No encontrar nada hizo que su piel se erizara. Entonces, planeó enviar todo a la mierda porque no pensaba ser una obra de caridad de su antigua novia.

Cuando se paró de golpe y arranchó el sobre de la mesa, se hincó por casualidad con algo que tenía dentro de este. Una carta, susurró. A duras penas pudo verlo, era delgada y estaba atrapada al fondo. Por supuesto, Hinata no le dejaría el número suelto entre tanto dinero. Ella sí tenía clase.

Empujó los montoncitos de dinero a un lado de la mesa y puso la carta frente a él. Respiró hondo. La letra de Hinata estaba marcada a un lado del sobre. Su nombre, escrito por ella, se veía perfecto en su caligrafía. Escrito con pluma seguramente, y le pedía que leyera todo lo que tenía dentro porque dudaba sentirse capaz de decírselo en la cara.

Naruto apretó los labios y abrió la carta solo para asegurarse de que el número de su contacto se encontrara ahí.

Y sí estaba. Al igual que el mensaje de Hinata, doblado en dos a un lado.

¿Qué debía hacer? No se sentía capaz de leer nada de ella aun. Ya tenía suficiente aceptado su contacto y dinero. ¿Debía darle la satisfacción de saber que le afectaba tanto el no estar a su lado que haría todo lo posible por leer y saber un poco más de ella?

No, Naruto no pensaba leer esa carta aun.

Usando todo su autocontrol, sacó la tarjeta de la carta y la cerró, respirando acelerado. Sin darse cuenta ya era pasado las seis de la tarde. Eran casi dos horas lo que estuvo intentando comer y mirando el sobre.

Ahora ya tenía lo que necesitaba. El dinero podía esperar a un lado de la mesa y luego pensaría qué hacer con él.

Lo primero que hizo fue guardar el número en su agenda y entrar a WhatsApp para escribirle un mensaje. No tenía foto de perfil, pero suponía, cuando lo agendara, le aparecería quien era. Sentía que era demasiado interpersonal escribirle a un desconocido pidiéndole ayuda a conseguir un piso. Más que eso, lo sentía una locura desesperada.

Pero él ya estaba desesperado.

Se mordió el labio, sabiendo que se arrepentiría tarde o temprano por lo que planeaba hacer. Dios lo salvara de la desesperación que sentía en ese momento.

Sus dedos temblaron cuando escribió «Hola, soy Naruto» antes de enviar el primer mensaje.

Solo tardó dos segundos en que la otra persona lo leyera, y luego, su celular vibró y sonó el recibimiento de un nuevo mensaje.

Naruto volvió a suspirar por enésima vez en la tarde y se preparó para lo que sea que le pasara de ahora en adelante.

Notas finales:

Intento hacer un fanfic sencillo, sin mucho drama ni triangulos amorosos (por más que en un inicio parezca uno).

Investigué un poquitín sobre algunos aspectos (cof cof, estudios de arquitectura, cof cof) ya que mi única guía es de lo poco que converso con unas amigas de esa carrera, pero aun son estudiantes de primeros ciclos y por ahí siento que me han dictado una que otra cosa irreal.

En cualquier caso, lamento los incovenientes.

Este Shortfic (porque no lo veo más allá de los once capítulos) será publicado mensualmente. Entre mis estudios y el tiempo que dispongo en escribir, creo que es lo mejor para traerles algo decente y no morir en el intento.

Y, bueno, eso sería todo por hoy. Espero que les haya gustado. Si gustan en comentar su opinión con respecto al capítulo, se los agradecería mucho ?


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