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Secretos por LouiseSilver

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Notas del fanfic:

Disclaimer: Los personajes de Naruto son propiedad de Masashi Kishimoto. Además de la historia, nada es mío.

Notas del capitulo:

Este Shortfic es participante del reto terrorífico del grupo Shhh... SasuNaru NaruSasu.

Me tocó hacer equipo con Diana Dzul Garcia quien hizo una mona portada, si supiera como subirla por aquí, lo haría.

Los huesos se desmoronaron en la hoguera antes de que el sol apareciera en el alba.

La madera continuó crujiendo, pero el fuego, casi extinto, se avivó y ahogó un silbido que Naruto pudo escuchar con atención. Entonces, el sueño con el que había estado cargando desde hace un par de semanas lo abandonó de golpe y se levantó del suelo.

Ya era hora de terminar con ello.

Se había quedado solo poco después de medianoche. La jarana que los campesinos habían creado para él dejó de sonar cuando el cielo se oscureció y la hoguera aulló. El viento del norte cambió de dirección y los árboles del bosque comenzaron a agitarse. El clérigo de la aldea, un hombre que se encontraba más allá que acá, lo consideró algo sobrenatural, en contra de lo dictado por Dios por haber permitido tanto tiempo que la bestia se encontrara con ellos. La desesperación de los aldeanos hizo que levantara un santuario para ellos. Uno por uno, dirigidos por Sasuke, se encerraron en los restos de la iglesia que a duras penas conseguía mantenerse de pie. Ahí, Sasuke se había encargado de armar las protecciones para que su Don no lastimara a ninguno de ellos.

Y a Naruto, por supuesto, no le había importado nada de ello.

Él solía hacer siempre terminaba todo solo.

La hoguera se armó en el centro de la ciudad, en un descampado donde arrimaron los restos de madera donde la taberna estuvo alguna vez. En el incendio, solo las cimentaciones de piedra quedaron. Naruto fue uno de los encargados en purificar el ambiente mientras los campesinos y guerreros limpiaban los escombros. La madera que no se consumió del todo en el incendio fue utilizada para la hoguera y los cuerpos, amarrados, sellados antes de ser lanzados.

La espalda de Naruto crujió cuando se puso de pie; limpió la tierra que tenía encima teniendo cuidado de no usar mucho su brazo derecho, se puso de espaldas con la iglesia, donde las ventanas y gran portón estaban cubiertos de tablones de madera, y ajustó la correa de sus guantes.

El ritual ya había iniciado.

Podía sentir la energía recorrer las puntas de sus dedos, su brazo herido dejó de recibir el dolor. Inhalando hondo, comenzó a cantar.

El inició fue leve, como un suave susurro arrullador. El aire dejó de correr y un pequeño árbol, a unos metros de la hoguera, dejó de menear sus hojas. Estas, sin embargo, comenzaron a desprenderse una por una, dando giros por una corriente que para ojos de extraños, se movían al compás de la melodía que el cazador cada vez afianzaba. Elevó las manos, recubiertas por sus guantes de cuero, y abrió las palmas en dirección a la hoguera.

Aspiró hondo y su voz se agravó. Palabras extrañas en lenguas distintas, todas en una melodía difícil de explicar pero que junto al extraño movimiento de manos, dejaban una sensación de poder en el ambiente. El fuego volvió a avivarse otra vez y el suelo comenzó a temblar. Las cenizas se elevaron con una melodía aguda que Naruto mantuvo por varios segundos, las hojas corrieron a ellas y se mezclaron en el aire dando vueltas. El fuego de la hoguera evitó que se alejaran mucho. Una melodía grave le continuó y luego se detuvo en un susurro que, si no fuera por la luz de la noche, se podría haber apreciado mejor. Las cenizas y las hojas rotaron en esfera achatada sobre la fogata, asemejaron una nube perfecta, que dé a pocos se encogía comprimiendo todo.

Estuvo así por casi un minuto. Naruto frunció el ceño.

El tono verdoso de las hojas se fue descomponiendo, se pusieron amarillas y luego negras, hasta que se desmoronaron en el aire y se mesclaron con las cenizas de la hoguera. Las manos que mantenía levantas temblaron, pero no las bajó. Cerró los ojos con fuerza y continuó con la siguiente estrofa. Tono por tono, palabra por palabra y figura por figura; usó una nueva estrofa que poco había practicado, pero que resultó mejor que la anterior. Las cenizas y las hojas vueltas tallos negros se volvieron una pequeña esfera negra sobre la hoguera. Dura como una roca y lo suficiente grande para compararse al tamaño de una cabeza; el fuego intentó quemarla pero no lo consiguió.

Naruto entonces continuó sus estrofas normales. El aire comenzó a correr con velocidad cortando la esfera por la mitad. Sudó frío. La siguiente estrofa volvió a hacerle otro corte, su voz tembló un poco y luego mantuvo un tono neutro por largos segundos.

Fue ver un espectáculo de magia. De los guantes de cuero del cazador un brillo extraño comenzó a florecer, llegaron rápidamente a la esfera y como si fueran pequeñas espadas, comenzaron a desmenuzarla en muchos pedazos. Iniciaron a escucharse aullidos de lobo en la lejanía. La siguiente estrofa la cantó con mayor velocidad, sus manos comenzaron a arder, pero no se detuvo.

Comenzó a cantar con mayor fuerza, las estrofas cada vez más complicadas por el abrupto final. Los aullidos de lobo aumentaron en la lejanía, el ruido de la iglesia se hizo presente. La gente comenzaba a gritar de miedo aunque no tuvieran nada de qué preocuparse.

—Estas demorando mucho esta vez, Naruto.

Naruto cerró los ojos antes de decir su siguiente línea, recordando la curvatura de la palabra para que la pronunciación fuera la adecuada. Ya casi terminaba.

Ignoró a la persona parada detrás de él y siguió cantando, ya no había esfera, sino que ahora era un polvo negro aún más fino que las cenizas, que el fuego de la hoguera comenzó a devorar con prontitud. El aullido de un lobo resonó aún más fuerte que los anteriores, pero no duró demasiado. Un silbido sonó de improviso y el fuego de la hoguera creció varios metros; el ruido de exaltación de la iglesia no se hizo tardar.

Y entonces, todo terminó.

La hoguera se apagó al instante. Una luz blanca salió disparada al cielo. La madera seguía roja, pero no humeaba.

El ritual había acabado.

El cazador bajó sus manos y se tambaleó peligrosamente. Sasuke corrió a alcanzarlo antes de que se desplomara en el suelo sin importarle lo caliente que se encontraba. Lo atrapó de espaldas y lo sostuvo con fuerza de su abrigo de piel que se desmoronaba a pedazos por los zarpazos del impuro; el rostro de Naruto estaba rojo y respiraba agitado, su pecho latía con mucha prisa.

—Joder, Naruto, no puedes usar toda tu energía en algo tan simple como esto.

Hacer que sus pulmones volvieran a respirar fue una ardua tarea. Naruto sintió el cosquilleo de su brazo volverse un punzante dolor continuo, tanto, que el dolor le hizo gruñir a pesar de lo mucho que se había esforzado en ocultarlo. El cuerpo le pesaba y ardía, pero ya nada de eso importaba; el trabajo estaba hecho.

A Sasuke, sin embargo, si le importaba y no había nada que pudiera ocultarle.

—Tú no lo entiendes, Sasuke.

—Entiendo que eres un imbécil por creer que usar la estrofa de más fuera lo mejor.

—Este era casi un puro. —la cabeza le punzó con fuerza. El cazador intentó ponerse de pie pero no lo consiguió por el dolor. Sasuke, con el ceño fruncido, intentó ayudarlo a erguirse antes de que se pusiera brusco. Era muy pronto, pensó, pero Naruto era tan cabeza hueca que no aceptaría nunca su ayuda por más que se lo insistiera—. Algún bastardo, supongo, que tuvo la mala suerte de ser mordido. Su poder era demasiado alto, no iba a conseguir sellar la maldad a tiempo con esa estrofa.

Sasuke sin embargo no se tragó sus procastinaciones. El perro del cazador tensó la espalda y afinó la mirada, enervo, con la ira recorriéndole por el cuerpo.

—Tú nunca has sellado a un puro, no sabes si eso si quiera era algo cercano a uno de ellos. Has usado demasiada energía en algo que no valía la pena. —Apretó los labios, no dejándose intimidar por el aurea del cazador. El aroma a ceniza y carne cocida le escocía la nariz y aun podía sentir el calor ajeno a través de sus guantes—. Tus manos, quiero ver tus manos.

Naruto abrió y cerró los labios buscando alguna excusa confiable, pero no se pudo negar a la mirada fiera de Sasuke. Obediente, le estiró sus muñecas.

Sasuke comenzó a soltar con suavidad la correa de sus brazos, ignorando la piel reseca que comenzaba a escarcharse. El cazador tenía las mangas de su camisola rota, dejando ver las cicatrices de este último ataque. Naruto había estado muy cerca de perder uno de sus brazos cuando el impuro consiguió arañarlo. El corte fue profundo y seguramente, si fuera un humano más, ese se hubiera vuelto su fin. Pero con Naruto las cosas no funcionaban como con la mayoría. La sangre se había secado y aunque la herida era reciente, coserlo resultó muy útil. Ahora, la cicatriz apenas dejaba marca. Porque claro…

Los dones del cazador era cosa que los humanos no podrían comprender nunca. Su rápida habilidad para curarse de los ataques solo podía ser vista y bendecida.

Pero algo como una estrofa de más en los rituales era demasiada energía y poder para un humano.

Como había imaginado, tenía la mano roja y ampollada. Naruto frunció el ceño y evitó proferir algún quejido cuando Sasuke le fue retirando el primer de los guantes. No sangraba, pero no faltaba mucho para ello. La cólera de Sasuke fue tan que el siguiente guante se lo quitó sin pena; Naruto soltó un gemido lastimero y mordió sus labios para evitar gritar.

—Mira hasta donde llegaste.

Sasuke evaluó críticamente la palma. Horriblemente hinchada. Si así estaba su mano, no quería ni imaginarse el resto de su cuerpo.

Naruto apretó los labios. Los tenía resecos y agrietados. El agua que Sasuke tenía en su cantimplora de cuero lo usó para limpiar sus manos. La tierra y piel muerta diluyó al suelo y lo poco que quedó, se lo dio a tomar con cuidado. El agua calmó la sed del cazador, pero no aplacó su orgullo ni su posición.

—Hice lo que mi trabajo me ordenó hacer. Envié su alma al cielo y sellé la maldad del lobo. Hemos acabado el trabajo.

Y el pueblo estaba a salvo.

El viaje de Sasuke y Naruto inició hace años, cuando dejaron su hogar a las afueras de los escombros de la alguna vez aldea de las montañas en búsqueda de los restos del maestro de Naruto. Siendo el último cazador del mundo y el único ser humano capaz de sellar la maldad, viajaron por el continente siguiendo las pistas que este había dejado. Según el cazador, se encontraban muy cerca de saber qué había pasado con él.

Pero un mensaje del reino del león posterior a la luna llena cambió sus planes.

Una nueva bestia había aparecido en uno de los valles del reino, en la aldea más aledaña al sur, a vísperas de la reunión más importante de las cortes del continente. Los cuatro reinos de la actual era iban a firmar sus tratados de paz. El reino de León era el anfitrión de aquel año; que una bestia rondara sus terrenos ponía en peligro la monarquía de las coronas. Y Naruto, como él único capaz de eliminarlos, no pudo negarse a la llamada del reino que le insistió en viajar y deshacerse del monstruo antes de que la luna llena volviera.

Y tanto Naruto como Sasuke aceptaron en ir a ver qué sucedía en el pueblo, esperando, tal vez, encontrarse con una manada de impuros.

Pero un impuro, con una línea de sangre muy similar a los puros, era algo para lo cual el cazador no se encontraba preparado.

—Bien.

Dicho esto, Sasuke se giró con la cantimplora dejando a Naruto sin palabras. Los aldeanos comenzaron a gritar desde el interior de la iglesia, preguntando si es que ya podía salir. El amanecer ya había llegado a ellos. Aun así, ni el cazador ni su perro les prestaron atención.

—Sasuke…

—Si consideras, oh, gran cazador, que tu vida vale lo mismo que un impuro bastardo, no es mi problema. Hay que largarnos de aquí.

Naruto frunció el ceño.

—¿Estás molesto?

Sasuke no se tomó la molestia de responder.

Tomó la ruta que los llevaba a las caballerizas de la aldea. Después de dos semanas y media ahí, Naruto podía reconocer todos los caminos. Sasuke lanzó sus guantes al suelo y tuvo el descaro de pisarlos al pasar por ellos.

Ese desgraciado…

El cazador avanzó lo más rápido que sus heridas le dejaron a las caballerizas.

Sasuke llegó casi trotando a las caballerizas. La pelea con el impuro había consumido gran parte de la ciudad; los edificios cayeron y las piedras que resistieron estaban negras. En la batalla, también perdió uno de sus dos caballos. Recordarlo lo enfurecía más.

El clérigo les había pagado el atardecer anterior, cuando el impuro pereció frente a sus ojos. El perro del cazador recordó con claridad la alegría maquiavélica que sus ojos mostraron cuando Naruto, usando su Don, le atravesó el pecho con su daga. Aquella noche solo hubo una baja, un hombre que por mala fortuna se encontraba en la taberna antes de que el incendio consumiera el escape de la bestia; el cuerpo le escoció cuando se obligó a ver el rostro de la señora, la madre de aquel muchacho, aceptar destrozada la muerte de su hijo a manos del cazador.

Porque el virus tenía que morir. Los rastros de los impuros debían desaparecer.

Pero solía suceder, pensó, y era mucho más común de lo que le gustaba aceptar. Él, incluso, había perdido a su familia en un ataque parecido.

En una horrible cacería de lobos.

Naruto llegó poco después a las caballerizas con las manos sucias y rojas. Los guantes los guardó en su bolso de tela al lado de su daga y pasó por el lado de Sasuke a buscar si es que algunas de sus pertenencias habían sobrevivido al incendio. El perro del cazador no hizo nada para arreglar sus diferencias. Aun así, Sasuke, impávido, estuvo atento a esperar la queja y reclamo de Naruto a sabiendas que toda la ropa que había traído consigo estaba carbonizada en alguna parte de la ciudad junto con su caballo.

—Maldita sea, no tengo nada. Mierda. —Sasuke sonrió tenuemente y le lanzó una mirada a Naruto llena de jactación. Pero solo eso no arreglaría las cosas. El cazador estaba furibundo. Entonces, mientras revisaba desesperado para ver si aún le quedaba algo, se dio cuenta que las cosas de Sasuke estaban intactas y completas—. ¿Cuándo guardaste tus cosas?

Sasuke le dio la espalda a Naruto.

—Ayer, después de que casi te arrancaran un brazo.

Naruto fingió no haber oído lo último.

—¿Tienes algo ahí que me puedas dar?

Silencio.

Suspiró. Sasuke recobró un extraño interés en ajustar y desajustar la correa de su caballo mientras ignoraba todos los extraños gestos que el cazador intentaba hacer para llamar su atención. Sabía que no debía molestarse con él, pero no podía evitarlo. Naruto, en cierto punto, no pudo más.

—¿También te molesta eso? ¿Te enfada que sea el cazador?

—¿Es que existe algo que no me moleste?

—Sasuke…

—No, Naruto. —El mencionado quedó frente a Sasuke, quien acortó la distancia en dos pasos. Sasuke agarró el brazo del cazador en el aire y volvió a echarle otra mirada a su herida. Aún era muy pronto para ver su apresurada recuperación, pero casi podía asegurar que al menos las ampollas habían disminuido un poco su tamaño—. Tal vez te sientas el héroe del mundo danto tu vida cada vez que alguno de esos ataque. Pero eres el último de ellos, y no puedes ir en un ataque suicida solo porque consideres que alguno es más fuerte de lo acostumbrado.

—¿Entonces te molesta que no piense en mi propia vida?

—Sí. Me molesta que consideres que tu vida vale muy poco para ir ofreciéndola a cada aldea como si no valiera nada.

El cazador parpadeó, perplejo. Una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios. Sasuke, sin embargo, resopló y tiró de las correas de su caballo para que Naruto no se apoyara en él.

Las cosas eran tan difíciles cuando se lo proponía…

—Seré más cuidadoso la próxima vez que me vea en una situación parecida.

Sasuke frunció el ceño.

—No me importa lo que hagas.

Naruto, aun así, intentó acercarse a Sasuke para abrazarlo. Su reacción esquiva era algo común para el cazador, por lo que cuando este tiró de su capa y lo empujó, no lo tomó como algo malo.

En realidad, eso representaba algo bueno, porque Sasuke no estaba tan enfadado como para iniciar una pelea en ese momento.

Naruto se quedó de pie a penas, evaluando a su compañero. De espaldas, Sasuke era un chico muy apuesto. Mucho mejor arreglado que él, tenía el cabello negro y la piel pálida, sin cicatrices o heridas que pudieran degradarlo a campesino. Sasuke asemejaba más a un noble despechado; su camisola de lino lo tenía ceñido al cuerpo y siempre vestía uno de sus abrigos de piel, negra, la cual ajustaba con una correa de cuero que también usaba para guardar su daga. Era intrépido, inteligente y muchas veces, ególatra; pero sabía cuándo y cómo actuar en los momentos importantes, y desde aquella fatídica noche, siempre ha estado acompañándolo en su deber con el mundo.

—Creo haber guardado algo de tu ropa en la casa del clérigo. Ve y cámbiate de harapos antes de que el sol salga por completo. Iré a sacarlos de esa puta iglesia de una vez por todas.

Y Naruto, sin quejarse o rechistar, cumplió con lo que Sasuke le ordenó hacer.

 

 

—¿Cómo están tus manos?

El cazador se retiró lentamente uno de sus guantes y le mostró la palma a Sasuke.

Como sospechó desde un inicio, esta vez tardaría mucho más en recuperarse por completo. No tenía ampollas, pero aún tenía un tono rojizo no muy agradable. El uso de sus guantes se había vuelto algo cotidiano desde hace años, por lo que a Naruto le facilitaba relativamente no tener que estar sujetando las cosas con las manos desnudas. Aun así, Sasuke no dejaba de insistir que esos guantes se volverían tarde o temprano un foco de infección para él.

—Se ven mejor, ¿no lo crees?

Sasuke evitó responder.

Su estadía en León se había alargado un poco más del tiempo pensado. Según había planeado Sasuke, para el medio día, podrían estar ya camino de vuelta a Grecia; pero cuando consiguió quitar las barreras de la iglesia y los aldeanos comenzaron a salir despavoridos para ver qué era lo que quedaba de sus tierras, el clérigo le rogó que permaneciera más tiempo con ellos, por si alguna de esas bestias decidía volver en venganza.

Sasuke solo observó lleno de repulsión como el hombre grande y gordo no dejaba de berrear por su bienestar. Su sonrisa, no había podido dejar de pensar en ella cuando el impuro murió a manos de Naruto. Mantuvo su gesto serio y se negó lo más respetuosamente posible con él, negándose a quedarse un minuto más en aquella aldea. Los reinos, como bien recordaban, nunca presagiaban cosas buenas.

Pero, aunque eso le llegó a tomar algunas horas, Naruto tuvo muchos más problemas en cambiarse de ropa.

Sasuke decidió ir a verlo cuando comprendió que estaba tardando más de lo debido. Un par de camisolas, un abrigo y pantalones no tardaba a alguien horas.

La noche anterior había contado tres heridas no mortales. Dos en el brazo derecho, arañazos de no más de cinco centímetros que se cerraron a las pocas horas después de coserlas apresuradamente, y el hombro dislocado que consiguió al ser golpeado contra uno de los graneros con la fuerza bruta del impuro. Después de ahí, había perdido de vista a Naruto y no lo encontró hasta que llegó al centro de la aldea, donde lo vio atravesar al impuro con su daga de plata.

Sin embargo, Naruto había estado ocultando una herida más.

Algo le había atravesado por la cadera la noche anterior y lo había estado sosteniendo a presión entre tantas correas y camisolas, ajustándolo con sus abrigos de piel. Como la presión continua había hecho que casi no sintiera el dolor, Naruto se había olvidado de ella. Pero ahora que lo podía ver con mayor detalle, la herida era mucho más profunda de lo imaginado. Si no fuera por la luz del día, no se hubiera percatado de la marca que aún continuaba hinchada a un lado del cazador.

En ese momento Sasuke supo que no podría salir ese día de la aldea, no si quería que Naruto sobreviviera al regreso a Grecia. Fueron dos largas noches en la casa del clérigo controlando su fiebre, revisando continuamente su herida y, si es que podía, traspasándole su energía.

Por ello mismo es que la recuperación de su arma, de sus manos, estaba tardando más de lo que normalmente tardaba.

Naruto volvió a colocarse el guante con cuidado y se recostó sobre el pecho de Sasuke, quien retomó la marcha a un ritmo lento por sus heridas. El perro del cazador no intentó acelerar en ningún momento, quizá como una disculpa por no haberlo apoyado aquella noche con la captura del impuro como sabía que deseaba hacerlo.

—Sasuke.

—¿Qué quieres ahora?

Naruto aguardó silencio por un momento y luego suspiró.

—Tenemos otra carta.

En un momento dado Naruto se tuvo que sostener con fuerza de la crin del caballo cuando Sasuke, de improvisto, jaló de las correas y este se elevó un poco. El apretón hizo que la piel se raspara con el interior del guante. Gruñó fuerte por el ardor de sus manos y arqueó la espalda, adolorido. Aun así… sabía que no tenía derecho a quejarse.

Cuando giró, el rostro lleno de frustración y desconcierto de Sasuke le dieron un golpe bajo a su integridad.

—La luna llena está a pocos días, no llegaremos a tiempo.

—Es en el reino de Galicia, siguiendo la ruta del sur y cruzando el valle. —Masculló—. No es muy lejos; un viajero llegó hace un par de días como encargo importante y me insistió bastante en acompañaros en ese momento. Acepté ir con tal que no armaran un escándalo en media aldea de León. No nos tomará más de dos días en llegar con ellos.

—No.

El cazador frunció el ceño.

—Pero, Sasuke…

—No, Naruto. —Sasuke bajó del caballo. Naruto se acomodó en la montura y tiró de la correa con suavidad para seguir el paso del amargado de Sasuke. Ondeando su capa, molesto y pisando la trocha con rabia, se hizo a un lado del camino para no interrumpir el paso—. Quedan siete días para la luna llena; nos tomaría dos días en cruzar el valle y hasta llegar, solo tendremos cinco días para localizarlo, engañarlo y asesinarlo. Nos tomó semanas capturar este impuro. Quien sabe qué será lo que ellos tendrán.

—Es por eso que tenemos que ir. Ellos tienen algo ahí, y también temen la cercanía de la luna llena.

—¿Y las pistas de Jiraiya? —inquirió—. ¿Volverás a aplazar la investigación de tu mentor?

El cazador apretó los labios.

Sasuke solo se percató de lo que había dicho cuando las palabras salieron de él. Supo entonces que ya todas las cartas estaban sobre la mesa y que él había impulsado a Naruto a hacer lo que él menos quería.

—Mi deber es primero con el mundo. —bramó. El tono de su voz, grave, asemejó a un latigazo en Sasuke—. Nunca lo olvides, yo soy el cazador, y mi palabra es ley.

«Ahora iremos a Galicia, y no me importa lo que quieras al respecto. Ya luego tendré tiempo para saber dónde quedó mi maestro. Muévete.»

Naruto tiró de las correas y su corcel continuó su camino. A Sasuke solo le quedó suspirar.

Esta vez, las cosas parecían que saldrían mucho más complicadas.

 

 

La carta de Galicia era extensa y denotaba desesperación.

Sasuke logró arrebatársela a Naruto cuando se encontraban cruzando el reino de las Olas y llegaron al valle de las Nubes al sur. Tomaron la calzada real por ser la más segura aquellas épocas del año y consiguiendo acampar en un descampado el primer día. Entonces, Sasuke se sentó cerca de la fogata que Naruto había encendido usando su Don y se puso a leer atento lo que el reino de Galicia les pedía. Cuatro largas hojas con ambas carillas escritas, todas, implorando que apresuraran el paso por temor a la luna llena.

Se trataba de una de sus aldeas, la más alejada al sur. El reino de Galicia se encontraba al final del continente y era usualmente el reino con menos forasteros por las constantes desapariciones y creencias clásicas que dormían en sus fauces bosques. La aldea de Konoha, oculta tras el bosque de Cardiz, era el pueblo más sureño, limitando con los acantilados hacia el mar. Generalmente, no se podía llegar al pueblo a menos que conocieras el lugar a donde querías ir.

A menos, por supuesto, que tuvieras a un guía natural como Sasuke, quien manejaba la cartografía con tal precisión que el cazador no dudó en explotar para sus trabajos.

—Esta carta llegó hace más de medio mes.

Las reservas de comida que consiguieron en León les durarían el viaje a Galicia y su retorno. Calentaron el carnero y Sasuke aplastó los tomates hasta hacerlos una pasta, con lo cual le dieron sabor a la salada carne. Un trozo de pan de la mañana y media papa fue suficiente para ellos.

—Lo sé y por ello me preocupa. Se encuentran en un territorio perteneciente a otra de las familias. Si ellos tienen problemas en arreglar este asunto… es algo mucho más serio de lo que aparenta.

El bosque de Cardiz era parte de la aldea de Konoha. Sasuke volvió a releer las últimas líneas de la última carilla, recordando haber leído el apellido con anterioridad en uno de los muchos libros que guardó en su antiguo hogar.

—Los Hyuga eran los maestros de una habilidad especial del Don.

Naruto asintió.

—Ellos fueron una raza poderosa y aceptaron la protección del reino de Galicia hace algunos siglos. Se asentaron en los perímetros del reino para protegerlos de las bestias. Dicen que hace menos de un siglo que el último de los Hyuga poseyentes del Don desapareció en una cacería en su bosque. Desde entonces, no han vuelto a nacer Hyuga con la habilidad.

La leyenda del inició del Don hablaba de los primeros reinados en el mundo. Hace muchos siglos, tanto que el ser humano ya no era capaz de recordar pero sí pagar; un Dios bajó a la tierra a castigar al hombre con el poder de la bestia. Ofensa contra su divinidad, el precio a su error fue la creación del primer Hombre lobo Puro en una familia condenada a la desgracia. El ser humano rondó por su extinción.

Pero no todo fue caos y desgracia. Otros Dioses, menos poderosos pero con corazones más blandos, estaban en contra de la extinción de los humanos; habilidades especiales fueron otorgadas a ciertas familias para controlar la maldad del virus del licántropo.

El clan Hyuga fue, de entre todos, uno de los más importantes poseedores del Don.

Sasuke puso una mano sobre la pierna de Naruto; su rostro, lleno de lamento y miedo, intentó cambiar la decisión que el cazador ya había tomado.

—¿Realmente quieres esto? —susurró—. ¿Involucrarte en asuntos de otra familia, sabiendo que lo que va a pasar no presagia nada bueno?

Pero el cazador, con su mirada perdida, esbozó una débil sonrisa y meneó.

—Leíste la carta; dos de las víctimas fueron de la familia Hyuga, es una de las razones por la cual no puedo ignorar este trabajo. Las bestias no podrán sentir su poder actual, pero recuerdan. Nadie se atrevería a atacar a un Hyuga a menos que consideren que su poder ronda con la habilidad del Don.

El perro del cazador evitó enfrentar su mirada.

Supo, entonces, que ya todas las cartas estaban echadas y que no habría una segunda partida.

Solo le quedó suspirar.

—¿Crees que tengan alguna conexión con continuas apariciones de impuros?

Naruto asintió.

—Cuando los puros rondaban el mundo, ellos fueron el clan capaz de diferenciar a un humano de una bestia. Su Don ocular era una habilidad tan envidiada por reinos y clanes que para sobrevivir, se volvieron un clan receloso y aislado. Aunque no todos de sus hombres poseyeran el Don, aun eran capaces de combatir contra ellos. —Naruto se tomó una pausa para recordar la majestuosidad con la que la historia había tratado a los Hyuga. Una lástima, pensó, por lo que estaba sucediendo con ellos—. Por eso, que una bestia consiguiera abatir a dos de ellos… algo, o alguien, intenta decirnos que tenemos que ir a Konoha e investigar antes de que sea luna llena. Las bestias han recorrido el mundo demasiado tiempo, son la maldición de los humanos.

El perro del cazador ocultó su rostro en la oscuridad.

—Ellos no saben lo que hacen, Naruto. No son conscientes.

—Son asesinos.

—Es la maldición en su sangre.

Naruto frunció el ceño, Sasuke resopló.

—Ellos no son humanos. —La voz de Naruto sonó grave y dura. Las barreras de Sasuke se desmoronaron con una sola frase suya. Acobardado, recordó lo intimidante que el cazador en realidad podía ser—. Esas bestias no merecen seguir existiendo, no si queremos que el mundo continúe su rumbo como lo conocemos. Y, si debo morir erradicando el último impuro del mundo, lo haré contento.

Sasuke ya no quiso seguir con aquella charla.

Naruto terminó de comer su carnero y lanzó los huesos a la fogata. Sasuke hizo a un lado su capa y se sentó de piernas cruzadas al lado de la bolsa de dormir que tenía de hace años. El silencio fatigoso solo duró algunos minutos.

—En la carta… explicaron que fueron tres las víctimas.

—Sí, un ganadero —explicó, manso. Sasuke le tendió su mano y el cazador entendió lo que le pedía. Con cuidado, comenzó a soltar la correa de sus guantes—. No es de una familia que conociera mucho. Vigilaba los campos de cultivos cuando la bestia atacó. Un campesino lo encontró horas más tarde.

A penas se notaban las marcas de quemaduras de la hoguera de León. Tenía piel nueva en toda la palma y solo pequeñas líneas blancas, cicatrices de las cuales nunca podría eliminar, servían de prueba para explicar el porqué de su mágico Don. Sasuke mordió su labio al pensar que, si no fuera porque llegó tarde a detenerlo en el ritual, tal vez Naruto no tendría tantas marcas en su mano como las tenía ahora.

—¿Crees que sea una bestia?

Sasuke delineó una de las cicatrices de Naruto, la más reciente, memorizando el recorrido a lo largo de toda su palma. El cazador suspiró.

—Puede ser. Pero por una carta no llegaremos a mucho, necesito ver los cuerpos.

—¿Y si realmente resulta ser uno?

Naruto observó sus manos y luego el rostro fruncido de Sasuke. Inhaló hondo.

—Si realmente es uno, dudo mucho que sea un puro. Así que solo me lastimaré lo acostumbrado, y mis manos podrán descansar en paz mientras busquemos a mi maestro.

Aun así, Sasuke continuaría odiando que Naruto poseyera aquel Don.

Soltó las manos de Naruto y se alejó de él. La noche era fresca y estrellada, la luna aún seguía creciendo. Arregló su bolsa de dormir a una distancia prudente de la fogata y luego, sin una explicación clara, le dio la espalda al cazador por el resto de la noche.

—Ya debemos dormir. Mañana partiremos antes del amanecer

El cazador aceptó las condiciones de Sasuke.

Y fue así como la mañana siguiente, antes de que el sol apareciera en el alba, ambos retomaron su marcha proyectándose para que, el día siguiente a la misma hora, si es que tenían un poco de suerte, podrían estar ya entrando por primera vez en Konoha.

 

 

La primera señal de un Dios bondadoso en el mundo fue la aparición en Hashirama Senju, el primer portador del Don.

Grande, poderoso. Nació en una época donde los humanos fueron casi arrasados por la maldición del lobo. Su poder fue tal que él solo, enfrentó al primer hombre lobo del mundo. Las fuerzas de ambos se cancelaron en una dura batalla donde las leyendas cuentan, sus restos aun descansan hasta la actualidad. Esa fue la caída de los años de horror. El Don era una habilidad especial capaz de sellar la maldad del lobo y liberar al alma de su impureza. Peligroso, si es que no se sabe dominar su propia energía. Por cada generación, el Don era pasado de padre a hijo y cada portador se volvió el encargado de purgar el mundo de esos seres infelices.

Pero no duró mucho tiempo.

El pasar de los siglos representó una dura verdad; la esperanza de vida de un cazador no era alta. Por más que se intentó muchas veces mantener el Don en la familia, no se consiguió a tiempo. El primer Don pasó de los Senju a los Uzumaki en un acto desesperado para impedir su desaparición. Y, aun así, estaba a punto de llegar a su extinción nuevamente.

El ataque al clan Uzumaki fue una noticia que estremeció el continente. Lobos, puros e impuros, se unieron en contra de los cazadores. Fue una lucha que extinguió a los puros, pero arrasó con el clan en poco tiempo. La única sobreviviente, una joven niña de cabellos rojos, tuvo que huir protegiendo el poder en su interior.

Pero tampoco lo logró.

Era por ello que el Don de Naruto era especial. Era el último del mundo y el único que podía usarlo para acabar con el trabajo que sus antecesores no pudieron. Era por ello que el perro del cazador, considerándose su fiel servidor, no podía estar tranquilo sabiendo que la vida de su señor corría riesgo por sus intrépidas acciones.

Y, aun así, Naruto parecía tan inconsciente del peso que cargaba en sus hombros que Sasuke no sabía si era realmente capaz de comprender la importancia de sus acciones.

Llegaron a Konoha junto con el amanecer. El cielo, nublado, apenas presagiaba un clima aceptable. Un hombre los estaba esperando en la entrada de la aldea y los reconoció a la lejanía.

Hiashi Hyuga vestía una túnica de lona y un abrigo de piel de oso, que lo cubría de pies a cabeza. Su cabello, largo, lo tenía amarrado en media cola y caía en cascada en su espalda. En su cinturón de cuero, cargaba consigo la funda de una espada. Se presentó ante ellos como el patriarca del clan Hyuga y el jefe de la aldea.

Si Sasuke o Naruto lo hubieran encontrado en cualquier otro momento, hubieran visto lo que seguramente el patriarca solía demostrar ser para la aldea. Un hombre poderoso, capaz de imponer temor con una mirada y un porte sin igual. Por sus líneas de vejes, también demostraba ser un hombre duro.

Y, sin embargo, lo que ambos encontraron en él fue un pobre hombre, cansado de la vida y demacrado, quien solo buscaba un poco de paz en su alma.

Sasuke y Naruto bajaron de su caballo y presentaron sus respetos al hombre noble. Apoyado en un bastón, los observó con un matiz de emoción descrita en sus ojos.

—Es un gusto poder conocerlo en persona, señor Hyuga.

—No sabe por cuánto tiempo hemos esperado su llegada, cazador.

El cazador dio un paso al frente, sacando ambos brazos de su capa negra.

—Vinimos tan pronto como acabamos nuestro trabajo en el reino de León.

Hiashi asintió como si entendiera, pero tanto Sasuke como Naruto lo encontraron ido entre sus gestos.

—Lamento haberos llamado de esta forma poco presentable, pero mi pueblo necesita de vuestra ayuda. Mi hermano y sobrino, ellos… no pudieron hacerle frente a la bestia que ronda nuestros bosques. Tememos que para la luna llena, no seamos capaces de soportar el invierno que se aproxima.

Naruto entendió la preocupación que le recorría al hombre frente suyo. La ira, frustración que debió sentir al saber que no podía hacer nada para vengar la muerte de su familia. El sentimiento amargo se concentró en su boca y meneó lentamente la cabeza.

—Es mi deber con el mundo usar mi Don para eliminar a las bestias. Tiene mi palabra cuando digo que vengaré en su nombre la muerte de su familia.

Sin importar que la luna llena se encontrara tan cerca, o que Sasuke, a su lado, no dejaba de repetirle que no podía ser tan impulsivo con temas que él no controlaba del todo.

Hiashi, aun así, aceptó su palabra.

—Sé que es muy pronto, pero me gustaría que comenzara a explorar el bosque lo antes posible. Los campesinos no han querido salir a los cultivos por temor a toparse con la bestia y no puedo dejar que nuestras reservas de invierno se echen a perder.

El cazador asintió.

—Solo necesito un lugar donde pueda descansar mi caballo y comenzaré a rastrear a la bestia.

—En ese caso, acompañadme a las caballerizas de mi consejero militar. Ahí también le hemos preparado una habitación para su descanso. Aunque no creímos que tendría compañía.

Sasuke, con el ceño fruncido, dio también un paso al frente. Hiashi no se inmutó. Naruto, en cambio, dio la palabra por él.

—No se preocupe por mi acompañante. Él sabrá donde hacerse un espacio para no incomodar.

El patriarca de la familia Hyuga tomó el camino después de aceptar la palabra del cazador. Naruto lo siguió de buena gana, Sasuke, en cambio, ondeó su capa furtivamente y los siguió a unos metros de distancia.

La casona del lord se podía ver desde la entrada de la aldea. El clima nublado le daba un aire fantasmal a la aldea desierta. No debía pasar de las diez de la mañana y aun así, no había personas rondando en las avenidas. Eso le resultó extraño tanto a Sasuke como a Naruto, quienes intentaron memorizar la ruta de la aldea.

Sasuke avanzó a su lado en largas zancadas, observando todo. Su nariz se frunció y giró la cabeza cuando los edificios de madera aparecieron frente a él.

La iglesia era la primera edificación que se podía ver al llegar a Konoha. Un imponente edificio de roca con revestimiento de madera, donde una gran campaña colgaba en una torre en lo alto. Las iglesias siempre eran el centro más llamativo de los pueblo y, aun así, esta resultaba ser todo lo contrario. Las puertas y ventanas estaban cerradas y aseguradas con tablones, todos martillados apresuradamente. Raro.

—¿Por qué la iglesia está sellada? —había visto distintas costumbres en distintos pueblos, pero la iglesia, como terreno sagrado, nunca había sido tocado.

Hiashi detuvo su paso y, en silencio, señaló la entrada de la iglesia. Naruto intentó enfocarse en lo que buscaba mostrarle, nada.

—¿Puedes sentirlo?

¿Sentir qué? Quiso preguntar, pero no fue necesario.

Una pequeña corriente recorrió sus dedos como un fulgor. Rápido, hiriente, con más información de la que Naruto hubiera sido capaz de controlar.

¿Cómo era posible?

Abrió y cerró la boca sin saber que decir, pero Hiashi continuó la marcha de inmediato. Sasuke se acercó con curiosidad a ver qué fue lo que Naruto se había percatado, pero no sintió nada.

¿Qué era lo que sucedía con esa aldea?

El piso, de trocha, desprendió mucho polvo. El caballo con cada paso resoplaba furtivamente y con su cola comenzaba a levantar tierra. Se veía inquieto. Sasuke le pidió a Naruto las monturas de su cuadrúpedo antes de que se pusiera aún más nervioso.

Recién cuando llegaron al centro del pueblo fue que comenzó a ver las primeras señales de vida. Las primeras personas con la que se tomaron, señoras y un par de niños, bajaron la mirada al notar que forasteros estaban visitando sus territorios. Sasuke las observó con la curiosidad en su rostro, pero ellas, impávidas y precavidas, intentaron no levantar la cabeza en todo momento.

Caminaron de extremo a extremo. La casa donde se quedarían le pertenecía al señor Yanamaka, cuyo hogar estaba al otro extremo la aldea, muy cerca del bosque de Cardiz. Era la última casa de la avenida y tras ella, se encontraba el molino y las caballerizas donde Hiashi le permitió dejar su caballo.

Hiashi se detuvo frente a las caballerizas y le ordenó al vaquero que le diera un espacio al caballo del cazador para que descanse por el tiempo que pensaban quedarse en Konoha. El hombre, desde el momento en que lo presentaron al portador del Don, se resguardó en una apariencia mansa y calmada. Naruto creyó que eso sería suficiente hasta dentro de un rato.

Pero estaba equivocado.

Inoichi Yanamaka era un hombre rubio de mediana edad. Corpulento y de manos callosas, su rostro estaba lleno de pequeñas cicatrices que marcaban lo dura de su vida militar. Tenía un porte firme, capaz de tumbar al más grande de las bestias con solo su fuerza, y a simple vista, parecía ser un poseedor del manejo de armas. Reconoció a Hiashi a la lejanía y se acercó a él con paso firme, agitado.

—Mi lord, mis hombres han ido a buscar a la bestia toda la noche, pero después del ataque a Sir Hizashi y Sir Neji, no han encontrado pista de él. Tememos que invadir su territorio tan próximo a la luna llena genere que vuelva en venganza uno de estos días.

El rostro de Hiashi palideció aún más, pero no fue el único.

El cazador, quien había aguardado la calma en todo momento, no pudo evitar mostrar la sorpresa y el coraje marcar su rostro.

¡Humanos! Santo cielo, humanos intentaban cazar a una bestia. El terror recorrió su espalda como pólvora. Cuanto peligro estaban corriendo todos en aquella aldea si es que uno de ellos terminaba contaminado.

—Llamad a vuestros hombres y no permitáis que sigan vigilando el bosque —interrumpió la conversación sin darse cuenta de su posición. Hiashi y Yanamaka se tensaron—. A tan próximo luna llena, es terreno inexplorado lo que buscan. Los hombres lobo son muy volátiles cuando están cerca de los días de luna llena; no controlan sus instintos, son propensos a contagiar su virus.

El señor Yanamaka se percató de la presencia de ambos jóvenes. Naruto, tirando su capa hacia atrás, le exigió que resguardara al resto de hombres que les quedara.

—Somos fuertes y hemos vivido toda nuestra vida en este bosque —Inoichi bramó ante las insinuaciones del cazador—, mis hombres son capaces de evitar contagiarse por la bestia.

Dejó entre ver su arma, una espada con mango de hierro, firme y larga. Naruto no se entumeció ni un centímetro. Aun así, el perro del cazador apretó los puños y se acercó atemorizante al hombre.

—Sus hombres serán fuertes, pero la bestia es irracional y no dudará en comerlos —siseó, grave—. Hemos viajado desde muy lejos por vuestra petición, pero si os comportáis como unos críos que creen ser capaces de id y matad a la bestia, temo que no podremos ayudaros.

Naruto meneó la cabeza y puso una mano en el hombro de Sasuke. No tuvo que ver el rostro del señor Yanamaka y Hiashi para saber que el miedo y la ira se plasmaban en ellos.

—Cómo se atreve…

—Suficiente. —Dicho esto, el cazador miró fiero a Sasuke. Un segundo más tarde, su perro bajó la mirada y Naruto resopló. Volvió a dirigirse a Hiashi, con una mirada reconciliadora a su incertidumbre—. Hemos viajado mucho y nos encontramos cansados. La luna llena está cerca y mi compañero quiere evitar el mayor número de víctimas, no pudimos evitar que la gente imprudente cometiera los errores que están haciendo, y muchas familias fueron afectadas. Solo queremos eliminar a la bestia. Hemos venido a ayudar, no a enfrentaros entre nosotros.

Unos niños corrieron cerca de ellos. Con ramas agitándose semejando espadas, gritaban y se reían al otro extremo del establo. Naruto se quedó mirándolos, divertido. Eran los primeros niños que veía desde que llegó a la villa.

Pero la alegría no duró mucho. Mientras uno de ellos, pequeño y con el cabello desordenado en punta, fingía rasgar el vestido de su amiga, una niña con el cabello rojo casi naranjazo en dos coletas altas, una señora se acercó a ellos atemorizante. Los niños soltaron sus ramas de inmediato, y bajaron la mirada cuando la mujer, con el rostro lleno de miedo e ira, les gritó que dejaran de pasear solos por la villa.

—¿Qué creéis que estáis haciendo? —su cabello era una maraña ondulada negra. Sus ojos, rojos y grandes, presagiaban el miedo que no pudo ocultar. El niño se puso delante de su amiga, con ambos brazos abiertos de par en par para protegerla—. Es peligroso salir de casa tan próximo la luna llena, ¡Regresad con vuestros padres!

—Los hombres lobo solo aparecen en la noche —dijo el pequeño.

La señora, presa del pánico, meneó la cabeza.

—Los hombres lobo nos rodean, si no queréis volveros uno de esas bestias, iros a casa y no salgan hasta que la luna llena pase. Vuestros padres deben estar asustados por no encontraros.

Cuantas incongruencias. Naruto tuvo el coraje de ir y contradecirle a la señora sobre los hombres lobo, pero no pudo hacerlo.

Hiashi puso una mano en el hombro de Naruto y con un movimiento de cabeza le pidió que lo acompañara.

El cazador quiso ir a hablar con la señora; aun con el temor latente de las bestias, ir y gritarle a un par de niños no era lo mejor para ellos; aun así, Sasuke no le dejó regresar. Seguidos con Inoichi como su resguardo, Sasuke le entregó su caballo a uno de los mozos y recorrieron la ruta de roca que marcaba el inicio de las propiedades de Hiashi.

—Lamento que tuvieran que ver vergonzoso acto.

Naruto afiló la mirada a la dirección por la que estaban viniendo.

—No fue la manera correcta de mandarle a los niños a ir a casa.

Hiashi asintió.

—Los campesinos están asustados por el ataque, la señora era la esposa de una de las víctimas. Mi hermano y mi sobrino… ellos tres no pudieron sobrevivir al ataque de la bestia. Para evitar una infección, nuestros clérigos encerraron los cuerpos en la iglesia y no han dejado que se acerquen a ellos. La señora, Kurenai, está desesperada por no poder ver el cadáver de su esposo.

Sasuke, quien había intentado mantenerse al margen, no pudo evitar sorprenderse al respecto.

—¿Aún mantienen los cuerpos intactos?

—Lo intentamos. Una semana es demasiado tiempo, se han descompuesto, pero hemos hecho todo lo posible por sellar su poder.

El cazador no lo entendía. El virus de un hombre lobo era una plaga. Si quedaba suficiente cuerpo, podrían transformarse y despertar como bestias. La desesperación de un hombre por ver a su familia convertirse en animales era desgarradora. Pero… una semana era demasiado tiempo. Si fuera una bestia real, un impuro, en ese momento todos estarían transformados en monstruos.

Intercambió una mirada con Sasuke y este asintió; tenían que ver los cuerpos y asegurarse que las heridas eran realmente producidas por bestias.

—Quisiéramos empezar revisando los cuerpos si no fuera una molestia. Necesitamos comprobar algunas teorías sobre el ataque.

Hiashi asintió.

—Penosamente yo no podré guiarlos a la iglesia. Debo acabar con unos documentos para la corte de Galicia. Mi hija mayor, Hinata, será vuestra guía. Inoichi —el hombre observó de reojo a los dos jóvenes, sin ser capaz de verlos como el cazador a quien tanta fe había depositado—. Sé que es pedirte demasiado viejo amigo, pero el cazador y su acompañante necesitarán una cama más para su descanso. Si pudieras pedirle a vuestra hija que arme un espacio extra para él, sería de mucho aprecio.

El señor Yanamaka aceptó hacerlo y desapareció por una ruta que solo Hiashi reconoció. Entonces, se disculpó con el cazador y le prometió que su hija no tardaría mucho en llegar a ellos.

Y Naruto, ignorando el cansancio de su cuerpo, aceptó.

Notas finales:

Me cuesta mucho escribir terror, horror, suspenso o semenajes. Este es mi pobre intento de tomar un clásico de la literatura, incrustarle SasuNaruSasu, y no morir en el intento.

Inicialmente debió ser un Oneshot, luego lo transformé en un Shortfic, y por la cantidad de palabras que me había tomado por noche, decidí fraccionarlo aun más o de lo contrario se iba a volver demasiado largo. Dentro de algunos días subo la segunda y tercera parte de la primera noche.

Como guía rápida, les explico algunos puntos:

-Los hombres lobo puros son aquellos descendientes directos del primer hombre lobo del mundo. El último de ellos se cree que murió en el ataque al clan Uzumaki, pero puede que esto no resulte del todo cierto.

-Los hombres lobo impuros son lo que más abunda en mi fanfic. Son aquellos que fueron mordidos por un puro o impuro, y su transformación en bestia es involuntaria.

-El Don es una habilidad que un Dios le entregó a los humanos para convatir a las bestias. Tiene muchas variaciones dependiendo de la familia (aunque en la actualidad, solo un hombre lo posee). En rasgos generales, sella la maldad de los hombres lobo (su gen bestia) y, en su muerte, purifica su alma para que pueda descansar en el cielo.

Encontrarán un gran número de muertes a lo largo de los cinco capítulos. Es la única forma con la que pude compenzar mi horrible forma de narrar suspenso.

Espero que les haya gustado. Y comenten, que es la única forma de saber si les agradó o desagradó algo. Los veo en un par de días.


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