Podía ver desde el balcón de su recamara como las estrellas adornaban el cielo nocturno, esa escena lograba calmar sus ansiedad. Había pasado un año y medio desde que su diosa intercedió para que los dioses los perdonaran. La resurrección de sus compañeros fue algo que conmocionó al Santuario, claro que su presencia quedaba descartada como algo grato.
Había intentado adaptarse a su nueva lideresa, seguir el estilo de vida que Atena había traído consigo, pero le fue imposible... Llevaba mucho tiempo actuando como le complacia, formando una barrera que lo distanciaba de todo. Fortaleciendo su ser para no regresar a ser aquel niño ingenuo que fue en antaño, el recuerdo de su infantil imagen le causaba acasco, ira, temor...
—Quizás sea miedo y nada mas— Parecía que el velo negro de la noche lo ayudaba a pensar mejor, pues en ninguna otra situación hubiera llegado a tal conclusión— ¿Y si es eso lo que no me permite adaptarme? Después de todo es mas fácil erradicar los sentimientos que tener que lidiar con ellos.
Su mirada carmín reflejaba a su astro guardián, a quien le contaba sus penas y añoranzas. Solo la Luna parecía interesarse en él y ciertamente sería a la única que le confesaria algo.
—¿En realidad soy un cobarde? Por no querer afrontar la vida como lo hacen todos, por querer omitir el sufrimiento... sacrificando lo que soy en realidad. O tal vez soy un monstruo y solo trato de excusarme de algun modo.
—Es gracioso que lo digas, tomando en cuenta que eres muy sincero con lo que piensas— La voz elegante del ultimo guardián logró sorprenderlo pues no percibió su aura entrando al templo.
—¿Que haces aquí Afro?— No se levantó ni giró el rostro para responder a su visitante— Deberías estar tonteando en el pueblo con los otros.
—Lo haría si no los odiara tanto— Su compañero se sentó en el piso junto a él— La interacción humana es difícil, en especial para personas como nosotros. Ahora dime, ¿Que le decías a la Luna?
—Nada importante, desvaríos de un pobre diablo— Ahora si veía al otro, no todos los días Piscis reía del modo en el que lo estaba haciendo—Deberías decirme que te causa tanta gracia, de esa forma podría sentirme feliz por un momento y me olvidaría de la idea de saltar a los brazos de Thanatos.
—No creo que te reciba, eres muy feo, Ah... pero hablando en serio, no se te ocurra pensar en eso... si te mueres me volveré loco en este lugar.
Se levantó y le indicó al menor que lo siguiera, llegaron hasta la cocina, estando ahí sirvió dos vasos de cafe.
—¿De que te reias?
—No lo se, siempre me ha causado gracia lo que ven en nosotros y lo que somos en realidad— El de cabellos largos no recibió la bebida, se quedo apoyado en el marco de un aparador que dejaba ver la sala desde la cocina, él por su parte se sento en el borde de este.
—¿Un espejismo te hizo reir de tal forma?— Aquel comentario lo desoriento, si bien Piscis no reflejaba en su aspecto quién era en realidad él si era totalmente transparente.
—No exactamente, verás, muchos piensan que yo soy un afeminado egolatra, y que tu eres un macho bruto. Yo se que tu eres brillante y tu sabes que jamás me he sentido orgulloso por ser hermoso... somos solo una ilusión, una imagen de alivió para que todos sientan que no son tan malos... un alivio para el alma. Ni Afrodita ni Deathmask existen en realidad.
Suspiró cansado, agotado por tener que pensar si en realidad tenía un alma— ¿Que quiere decir todo eso? Puede que Afrodita no sea real, pero yo si lo soy, es todo lo que tengo...
—No lo eres, no en el pasado... puedes recuperar tu verdadera esencia, te lo digo porque valoro nuestra amistad y no me gustaría perderte.
—como si necesitaras de mi... existen muchos que podran sustituirme, incluso puedes tener a alguien mejor como amigo— Echó la cabeza hacia atras, tratando de bloquear las lagrimas que amenazaban con salir de sus ojos, ahí estaba de nuevo, esa maldita sensibilidad que detestaba tanto.
—¿Y donde voy a conseguir a otro amigo que mande a Yomotsu a las personas que me sacan de quicio? Vamos, dejame verte— Sintió como su amigo se colaba entre sus piernas, lo miró, las lagrimas comenzaban a descender pero su rostro seguía sin dar otra señal de tristeza.
Las palidas manos de Piscis comenzaron a limpiar sus lágrimas—No te vayas a enamorar de mi—Aquél comentario le causó gracia.
—Me tratas bien, quizás debería.
—Solo si la Luna puede volverte mujer... A esto me refería Deathmask, en el fondo sigues siendo un niño, con miedo y un gran deseo por ser notado. Por eso estás asi, porque a pesar de tus esfuerzos no se han dado cuenta de tu cambio... o al menos él no lo a notado.
Su corazón comenzó a latir con cierto temor — ¿Que quieres decir con él?
—¿Que crees tú? El idiota mal amigo que nos abandonó y que sabra Zeus porqué te enamoraste de él, tienes muy mal gusto.
— O tal vez aspiro demasiado, pensar en que podríamos tener algo fue una estupidez— Sus mejillas eran acariciadas por el otro, resultaba grato recibir ese tipo de atencion.
—No lo creo, solo que ustedes son diferentes... a ti te importa poco el transformarte en un devoto de Atena. Pero para Shura el enmendar sus error parece algo de suma importancia.
—No lo entiendo, no soy capaz de asimilar la desmedida devoción que le tiene a la diosa, pero parece que tomó una decisión. Ahora su amor le pertenece a esa mujer—Retuvo la mano de Piscis cuando se percató de que iba a apartarla.
—Pues parece que a ella no le interesa, en realidad parece que la presencia de todos nosotros la perturba bastante.
—¡Y vaya que la entiendo! Pobre, debe sentirse mal al estar rodeada de un grupo tan patético como este, los que no son traidores son imbéciles.
—No son imbéciles, solo son poco brillantes.
Ahora era su cabello el que recibía suabes caricias.
—¿Que haces?— Le pregunto al menor.
—Solo imitó lo que pude ver... se veía que te gustaba, aunque supongo que no se siente igual.
—Tomé una decisión— Los ojos del rubio estaban fijos en él— Le dire a Atena que me asigne las misiones en el exterior—Se apartó del otro, levantándose y caminando a su recamara.
—Te vas a ir... ¿Sabes lo mucho que me voy a aburrir?— Piscis se mantuvo en su lugar pues dentro de poco regresaría a su templo.
—Podemos ir juntos.
—Sabes que yo debo quedarme junto a las rosas.
—Entonces, adiós Filip
—Adiós Nikola.
Aquel fue el último momento en que se vieron, Cáncer se había marchado a cumplir con constantes vigilancias en las demas sedes del santuario. Y Afrodita que se había quedado con un sentimiento de soledad se tuvo que enfrentar a una persona que deseaba olvidar.