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A QUÉ COSTO por TKarin

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Notas del fanfic:

Saludos y bienvenidos de nuevo a un fic de esta bonita ship, si no son fans al menos espero que la historia sea de su agrado.

Este pinta para ser uno de mi fanfics más largos, como de costumbre estaré publicando un capítulo dos veces por semana, Lunes y Jueves; Necesitaba un ambiente de caza de brujas y criaturas fantásticas pero a la vez algo de civilización y estructura de la sociedad PERO aún sin tecnología, obvio, el mundo en que se ubica esta historia es una combinación de esos dos escenarios así que espero puedan sentirlo e imaginarlo. Sin más que decir vallamos al fanfic, gracias a todos por elegir leer este primer capítulo y espero leerlos de nuevo en los próximos y en los comentarios:.

Notas del capitulo:

...

Vivir con pocos recursos es difícil, especialmente cuando otros dependen de ti y la angustia de no poder darles lo que necesitan, aún lo más básico, te atormenta a cada momento; Mitobe Rinnosuke no era el responsable directo de sus siete hermanos menores, tenía a sus padres con él, pero como el hijo mayor también sentía cierta responsabilidad como proveedor y como el más fuerte de la familia, ayudaba a ambos padres, lavaba, cuidaba ovejas, cortaba leña cuando su padre ya mayor se cansaba, era recolector, cazador, iba de pesca y cocinaba mientras su madre cuidaba de los tres hijos más pequeños, pues desde hace meses se encontraban enfermos de gravedad y no parecía que fueran a mejorar pronto.

 

Era una situación difícil, la vida era dura y como si con eso no bastara, estaban en una época muy oscura donde las personas se ponían unas contra otras por las razones más insignificantes, por envidias, odio y más aún por su superstición. El apogeo de las cacerías de brujas que atemorizaron a tantas personas y terminaron con la vida de muchas más ya habían terminado hace varios años, pero el miedo se quedó en la mente de muchos que fueron transmitiendo esas historias a sus hijos, nietos y bisnietos quienes a su vez continuaron avivando las creencias de brujas y demonios hasta las generaciones actuales, de hecho, fue una riña de esa naturaleza la que había obligado a la familia a separarse de su aldea y vivir por su cuenta apartados en el bosque. Los padres manejaban un orfanato allá en el pueblo, el padre había heredado una gran casa y fortuna gracias a la posición social de su familia, más creía que era un desperdicio que solo él, su esposa que era una enfermera de otra región, y sus tres hijos incluido Rinnosuke, vivieran ahí, eran padres amorosos que vieron en los niños de la calle una imagen cruel e injusta de sus propios hijos, lo que los impulsó a abrir su casa como un refugio para ellos y quererlos a todos como propios; Les dieron un hogar, comida, salud y educación que ellos bien podían pagar hasta que encontraran una familia permanente, sin embargo, esa bondad no era apreciada por todos en el pueblo, poco a poco la envidia de algunos aldeanos se volvió odio en contra de la familia mejor acomodada, esto se vio reflejado en que pronto los niños del orfanato no encontraron nuevos padres adoptivos, la peste de la envidia colectiva y odio sin sentido llegó hasta ellos y pronto fueron vistos de igual mala manera que los padres, fue así que los señores adoptaron de forma definitiva a los cuatro niños que quedaron, no era una gran carga pues podían sacarlos adelante con lo que tenían.

 

El verdadero problema comenzó cuando entre voces comenzaron a acusar a la madre de ser una bruja, y fueron esos rumores los que le costaron su empleo en el hospital del pueblo; Ella aprendió de su madre, que también era curandera, que ciertas plantas ayudaban a curar heridas y enfermedades, más las malas lenguas interpretaron esto como actos de hechicería, y que las pócimas que usaba eran producto de la magia negra, pronto todo el pueblo se volvió en su contra, comenzaron con vandalismo apedreando la casa y a veces prendiéndole fuego, insultando a los padres siempre que salían y después comenzando a amenazar contra sus hijos, cosa que los obligó a marcharse antes de que ocurriera una tragedia. Pero ni en otros lugares la gente se apiadaba de la familia y no fueron bienvenidos como forasteros, fue entonces que se aislaron cerca del bosque donde alejados de todos estarían a salvo, pero la vida del campo no era tan simple como pensaron, sin poder regresar a su pueblo ni a ningún otro, tuvieron que adaptarse a vivir sin los privilegios que el dinero les había dado por tantos años, siendo el mayor de los hijos el más afectado pues ya tenía edad para notar el cambio, y aunque al paso del tiempo pudo adaptarse, seguía extrañando su vieja vida donde solo tenía que preocuparse por disfrutar de cada día, pero debía seguir adelante ahora por sus padres y sobre todo por sus hermanos pequeños.

 

El mayor reto hasta ahora había sido el hambre, la cual ninguno en la familia había padecido sino hasta que tuvieron que huir, a cada momento, incluso en este día cuando Mitobe se encontraba cortando y apilando leña cerca de la pequeña casa también hecha de madera y heno, trataba de que el trabajo duro lo distrajera de los ruidos que su estómago hacía demandando algún alimento, pero tendría que esperar hasta la cena más tarde y ni siquiera eso era garantía de que sería suficiente para saciarse.

 

Se detuvo un momento cuando los músculos de sus brazos y espalda quemaban de cansancio y limpió el sudor de su frente con el ante brazo, al menos estaba nublado y no tenía que hacer ese trabajo bajo el sol, bajó el hacha y se tomó un momento para respirar mientras veía a su padre intentar pescar en el arroyo de aguas cristalinas que corría a algunos metros de la casa, labor inútil pues hacía mucho que no se atrapaba nada en ese lugar, aun así el hombre buscaba mantenerse ocupado pero dejando las labores más duras a su hijo mayor que era más fuerte que él, e insistente pues muchas veces no le permitía hacer algunos trabajos con la excusa de que ‘a su edad podría lastimarse’, era enternecedor que a pesar de la situación su hijo mayor siguiera teniendo esa personalidad cálida y protectora como cuando era un niño, aunque al mismo tiempo lamentaba mucho que ahora su vida fuera tan dura en vez de estar jugando y disfrutando su juventud como otros muchachos.

 

-ya es suficiente-  dijo de repente el hombre mayor levantándose de su lugar junto al río y dirigiéndose a su hijo  -con eso alcanza para varios días-  el otro solo le sonrió y asintió dejando el hacha a un lado, otra cosa que entristecía a los padres era que Rinn, como lo llamaban, hablaba cada vez menos hasta el punto en que pasaban días enteros sin escuchar su voz, tal cosa comenzó desde los ataques hacia su familia cuando él era niño, lo habían asustado mucho y se volvió más reservado y serio de lo habitual, y eso nunca cambió ni ahora que ya tenía diez y nueve años.

 

Antes de seguir a su padre hasta la casa el joven caminó hasta el río donde se quitó la ropa para asearse luego del arduo trabajo de ese día, el agua estaba fría pero debía limpiarse antes de que fuera más tarde y el agua de verdad estuviera helada, la limpieza era algo que no pudo dejar de su vida como noble y era muy importante para él, además de que limpiarse lo hacía sentir bien entre tanta pobreza; Cuando regresó llevó consigo un balde de agua el cual llevó hasta la habitación donde estaba su madre cuidando de los pequeños que se encontraban enfermos.

 

-gracias cielo-  dijo la mujer con voz baja y cansada, humedeciendo algunos paños para ponerlos en la frente de los que tenían fiebre, él la ayudó mojando más trozos de tela y limpiando el rostro de sus hermanitos que en ningún momento despertaron, llevaban semanas así y de no ser porque respiraban calmada y lentamente cualquiera los creería ya muertos.

 

Ver a su madre haciendo guardia de los tres pequeños a esa hora significaba que no había cocinado, probablemente porque no había nada que preparar o lo estaba guardando para el día de mañana, esa noche de nuevo se quedarían sin comer, dolía pero no tanto como saber que sin alimento sus hermanos tampoco mejorarían.

 

-descansa-  dijo él casi en un susurro  -yo me encargo-  Su madre acarició la mejilla de su hijo mayor agradeciendo que fuera tan atento con todos, él también estaba cansado pero no tanto como ella que en cuanto levantó la mirada pudieron notarse las enormes bolsas negras bajo sus ojos hundidos, solía ser una mujer muy hermosa y que fue madre muy joven, su piel era pálida pero como la de una muñeca de porcelana y su cabello negro muy oscuro le daban una apariencia enigmática, siempre fue esbelta aunque nunca tanto como ahora, lo que la había demacrado tanto no fueron la pobreza, ni siquiera el hambre, sino el ver a sus hijos padecer y era como si el sufrimiento la hiciera envejecer de la noche a la mañana.

 

-solo un momento y regresaré para que tu duermas-  se levantó con esfuerzo por las horas que llevaba de rodillas al lado de la cama de los niños y fue hasta la habitación de al lado donde se encontraban su esposo y sus otros hijos, la vivienda era pequeña y tenía tres habitaciones sin contar el refugio que construyeron para una oveja y una cabra que cuidaban, eran dos habitaciones, una grande para los niños y otra al lado para la pareja, aunque ahora usaban una para los enfermos y otra para todos los demás, la cocina y comedor eran solo un par de paredes, lo suficiente para que el viento no apagara el fuego de la caldera pero despejado para que el humo de la madera pudiera disiparse, mientras que el baño estaba lejos de la casa y se abastecían de agua del río cercano.

 

La mujer no regresó a la habitación pero a Mitobe no le importó, sabía que seguramente el cansancio la había vencido y necesitaba dormir, él por su parte logró mantenerse despierto buena parte de la noche, quedándose dormido en varias ocasiones pero rápidamente despertado por la respiración de los niños.

 

-¿hermano?- llamó de repente a la mitad de la noche el único varón de los tres niños a quienes el mayor cuidaba  -Rinn-  volvió a llamar para despertarlo y esta vez el otro reaccionó de inmediato a pesar de que la voz del pequeño era muy débil  -tengo sed-  dijo, y su hermano se apresuró a buscar el balde de agua que había llevado horas antes pero ya se encontraba vacío, tendría que salir por más hasta el río, esa noche había luna llena y aunque aún algunas nubes se interponían en el camino, la noche era clara y podía ver bien por donde iba. Se inclinó para llenar el balde cuando le pareció ver en el reflejo del agua como algo pasaba volando sobre él atravesándose a la luz de la luna, además del sonoro aleteo de algo que concluyó debía ser muy grande, miró hacia arriba pero ya no había nada ahí, tampoco se asustó, sabía que en los bosques de al rededor había búhos y lechuzas que podían llegar a ser enormes pero no representaban ningún peligro, sin más regresó a la casa para dar de beber a su hermano con un cucharón mientras le levantaba un poco la cabeza sobre su regazo para que no fuese a ahogarse, poco después el niño volvió a dormir profundamente y probablemente lo haría por días enteros como ya era usual desde que enfermaron.

 

Al día siguiente, aunque aún estaba oscuro, la madre regresó dándole la oportunidad a su hijo para ir a dormir, a esa misma hora su padre también ya estaba despierto, su rutina consistía en llevar leche de cabra a vender en caminos y pueblos cercanos pero alejados de su hogar anterior, y con ese dinero comprar pan y algo más para comer, se marchaba temprano y regresaba cerca del mediodía, si no había tenido suerte entonces se adentraría al bosque a cazar, no sacrificaban a sus propios animales pues les eran más útiles de ese modo, la cabra daba leche la cual podían consumir o vender y de la oveja salía la lana para hacer ropa y mantas que ellos usaban o también intercambiaban por otras cosas, además mantenerlas no era un gran esfuerzo y bastaba con que estuvieran libres para que se alimentaran ellas mismas.

 

Más tarde Mitobe despertó para una agradable sorpresa, habían dejado la mitad de una hogaza de pan cerca de su cabeza para que la comiera apenas despertara, feliz de tener algo para desayunar la comió casi por completo pero guardando una pequeña parte en su bolsillo para comerla más adelante, se sorprendió al salir y ver que ya era medio día, su padre había regresado hace tiempo con el pan pero eso no sería suficiente así que iría a cazar y él pidió acompañarlo; Tenían un rifle de buena calidad que tampoco habían vendido pues les era más útil para la cacería, pero siempre trataban de ser lo más certeros posibles ya que las balas eran caras y un lujo que no siempre podían costear, Mitobe en cambio usaba un arco hecho por su padre y con el que poco a poco se volvió muy hábil.

 

-alto-  indicó su padre de repente cuando ya estaban bastante lejos en el bosque, Mitobe creyó que había algún animal en las cercanías   -tus pisadas son muy fuertes, rompes cada rama sobre la que pasas-  solamente le estaba sugiriendo ser más cuidadoso, el hombre nunca fue cazador, más por su situación tuvo que aprender para poder llevar comida a su familia y ahora esperaba pasar los conocimientos que había ganado a su hijo mayor con la esperanza de que esto le ayudara a no pasar hambre algún día. En cierto punto ambos se separaron y cada quién buscaría presas por sí solo, aunque Mitobe pronto olvidó el consejo de su padre, distraído por la belleza del bosque y porque al haber encontrado bayas y frutos silvestres no creyó que cazar fuera ya necesario, paseó por un claro en el cual el suelo estaba cubierto de cientos de flores de colores que podían crecer gracias a los rayos de sol que recibían por la falta de árboles en ese lugar, eran escenarios así y la paz que se percibía con los sonidos del viento y el canto de las aves lo que hacían aunque sea por un minuto olvidarse de la difícil situación en que vivía, sin embargo se vio interrumpido por el sonido de algo aproximándose a él, de inmediato se agazapó entre la hierba y preparó su arco para disparar, más aquella silueta que venía entre los árboles lo detectó primero con el olfato, deteniéndose y emitiendo un familiar sonido que hizo a Mitobe bajar la guardia, solo era un perro, probablemente perdido en el bosque.

 

El joven se levantó pero aún algo inclinado para llamar al animalito con la mano, este al reconocer el gesto amistoso se acercó tímidamente pero sin dejar de menear la cola, feliz de por fin encontrar a alguien. Mitobe acarició a la criatura que era de color marrón con el vientre blanco y la cara chata de nariz oscura, era grande pero estaba tan delgado que se le notaban las costillas y huesos de la pelvis a simple vista, no pudo evitar sentir lástima por él pues bien sabía lo que era pasar hambre, sacó el trozo de pan que estaba guardando en su bolsillo y se lo dio al perro que lo devoró de un solo bocado. Desde ese momento Mitobe tuvo compañía el resto de la tarde, y aunque no era para nada un perro de cacería, porque ladraba apenas escuchara algo y asustaba a las presas, al joven no le importó, creyó que podría aprender más adelante, como lo había hecho él mismo; De repente se detuvo un momento ante ese mismo pensamiento, en su mente ya estaba planeando quedarse con el perro pero seguramente sus padres no lo aceptarían, sería otra criatura que mantener y si a veces no tenían ni para alimentar a sus propios hijos, una mascota no era la mejor idea en ese momento, pero tampoco podía dejarlo abandonado en esas condiciones, en casa podrían darle las sobras de la cacería, además un perro es buen guardián para las ovejas y claro, para la familia, ya que había coyotes, lobos y zorros que a veces se acercaban a la casa y podían herir a los animales, ya convencería a sus padres de quedárselo.

 

-claro que no-  fue la primera respuesta de su padre ya que se habían reunido de nuevo e iban camino a casa  -no podemos mantenerlo, además puede traer enfermedades a los demás-

 

-puede comer las sobras-  sugirió señalando los tres conejos que su padre había matado.

 

-a tu madre no le va a gustar-  dijo el hombre y Mitobe sonrió pues eso significaba que al menos él ya lo había aceptado.

 

-lo hará cuando le diga que además puede cuidar la casa y a nuestros animales, y puede dormir en el montón de heno al lado de la cocina-  a su padre le gustó escuchar a su hijo hablar con tanta alegría y energía como ya casi nunca lo hacía, si ese perro lo hacía feliz aceptaría tenerlo en su casa.

 

-¡un perro!-  se adelantaron en anunciar con emoción los demás hermanos cuando a la distancia vieron llegar a su padre y hermano mayor acompañados por el animal, y de inmediato se acercaron a ellos para acariciarlo y prestarle más atención a él que a los otros dos.

 

-¿qué es eso?-  salió después la esposa quien había escuchado todo el alboroto desde la recámara de los niños.

 

-idea de tu hijo-  le respondió el padre señalando al mayor y después entregándole las presas del día para que las preparara junto con lo que Mitobe había recolectado.

 

Ese día tendrían una buena cena, la madre preparó un estofado y guardó parte de la carne para el día siguiente, mientras ella cocinaba su hijo mayor cuidaba de los que padecían y el resto le daban un baño a su nueva mascota en el río cercano para que su madre lo aceptara mejor y porque además de la suciedad del bosque ahora tenía el rostro lleno de sangre por haber comido con desesperación lo que sobró de los conejos.

 

-Rinn ¿por qué no vas a lavarte antes de comer? Hueles casi como ese perro-  bromeó su madre entrando a la habitación con un tazón de estofado, ella misma alimentaría a los tres pequeños que no podían hacerlo solos, el mayor aceptó y fue primero a asearse y luego acompañó a los demás en el comedor, incluso había algunas frutas silvestres en la mesa, eran cenas así las que más disfrutaban pero no solo por la abundancia de comida sino porque nadie tenía que sufrir ni sentirse miserable de no tener nada en este mundo.

 

De noche Mitobe se quedaría con el resto de sus hermanos y su padre en la habitación más grande, el hombre mayor y los niños estaban agotados y pronto se quedaron dormidos, sin embargo el muchacho mayor no podía conciliar el sueño por más cansado que estuviera, en la habitación de al lado y tratando en vano de disimular su llanto, la madre de familia acariciaba con tristeza la cabeza de sus hijos pequeños a los que ni siquiera había logrado despertar para darles algo de comer, él sabía que ella lloraba cada noche, completamente angustiada y desesperada de no poder hacer nada por las personas que amaba y de estar harta de vivir de esa manera tan injusta y casi esperando que sus hijos murieran en cualquier momento, se reprimía para no angustiar a los demás pero no era algo que pudiera ocultar todo el tiempo, siempre tenía la mirada triste y parecía absuelta en sus pensamientos, y era de noche cuando todo lo que se guardaba estallaba y solo podía llorar en silencio cuando estaba sola. Mitobe no soportaba escucharla y pronto tampoco pudo quedarse en la habitación, salió procurando no despertar a nadie, ya afuera escuchó al perro gruñirle pero cuando lo reconoció volvió a recortarse en el heno y seguir descansando, Mitobe caminó hasta el río sentándose en una roca de la horilla y al igual que su madre permitiéndose desahogarse mientras nadie lo veía; Él que alguna vez disfrutó de una vida maravillosa era de los que más sufrían, pero no por la pobreza sino más que nada por ver a su familia en esas condiciones, sus hermanos más pequeños ni siquiera llegaron a conocer lo que era dormir cómodos sin pasar frío y poder comer cada día sin falta, pues cuando todo cayó en desgracia eran solo unos bebés, no era justo que unos niños crecieran así, también ver a sus padres era devastador, ya no eran para nada la imagen que él tenía de ellos cuando eran más jóvenes, se habían demacrado terriblemente y verlos así dolía mucho, pues siempre fueron buenas personas que no se merecían esa miseria ni tener que luchar tanto para sacar adelante a sus hijos.

 

Él mismo se sentía atrapado, quería hacer más por ellos, pensó en buscar un trabajo para llevar más dinero a casa, pero vivían lejos de todo y un empleo en el pueblo más cercano significaría tener que hospedarse allá, pero lo necesitaban en casa para cuidar a sus hermanos y ayudar a sus padres, aunque otros hermanos no tan menores que él también ayudaban, un hombre joven y fuerte como él era de más ayuda, además pronto sus padres serían demasiado mayores como para seguir trabajando y eso le dejaría a él la responsabilidad total de la familia… una familia, para él, y en esas condiciones le era imposible pensar siquiera en formar una familia por su cuenta, sería una irresponsabilidad inmensa traer más niños a este mundo solo para sufrir y sin tener nada, no, no abandonaría a sus padres y hermanos aunque eso significara sacrificarse a sí mismo para eso.

 

-!!- de repente volvió a escuchar ese aleteo sobre su cabeza pero esta vez tan cercano que tuvo que agacharse sintiendo que lo golpearía, y después los ladridos furiosos del perro que también lo había notado y comenzó a correr en dirección al bosque persiguiendo a lo que sea que fuese aquella criatura; Mitobe no se atrevió a seguirlo, ir hasta el bosque de noche era arriesgado, pero se olvidó de eso al escuchar al animal ladrar con más furia y después llorar para luego quedarse en silencio total, tomó una rama que pudo ver en la oscuridad y fue en busca de su mascota esperando poder ahuyentar a la criatura que lo había atacado, sin embargo al seguir el sonido de las ramas quebrándose llegó al lugar del ataque y lo que vio lo paralizó de miedo más de lo que cualquier animal podría provocarle jamás; la luz de la luna que lograba pasar entre los árboles alumbró sutilmente el cuerpo del perro casi moribundo y la criatura que estaba sobre él, casi como un águila con su presa entre las garras, no era ningún animal, tenía silueta humana y era incluso más alta que él, pero peor aún eran los cuernos que se distinguían sobre su cabeza y las alas enormes que extendía listo para alzar vuelo, pero que se detuvo en cuanto él llegó, ahora lo miraba fijamente con unos ojos que brillaban con luz propia y poco natural.

 

Los lamentos del perro aún eran audibles pero Mitobe no podía desviar la mirada de aquella cosa que también lo observaba de vuelta, cada fibra de su cuerpo le advertía que estaba en peligro pero no se atrevía a moverse, fue solo cuando la criatura cerró sus alas y se enderezó en su dirección que comenzó a retroceder paso a paso conteniendo las ganas de correr por su vida lo más rápido que pudiera; de repente una nube se interpuso en el camino de la luna oscureciendo todo por completo y dejando a Mitobe a ciegas frente a un peligro inminente, sintió que sería su fin cuando esas enormes alas sonaron de nuevo y el viento provocado por estas lo hizo caer al suelo donde solo alcanzó a gritar y encogerse sintiendo que sería el próximo en atacar, sin embargo el aleteo se fue en otra dirección y se perdió por completo en poco tiempo.

 

Mitobe alzó la mirada con temor buscando en el cielo cualquier indicio de la criatura ahora que la luna había emergido de nuevo y al no escuchar nada se apresuró a levantar al perro en brazos y correr de regreso a su casa, las piernas le temblaban y por ello se tropezó en varias ocasiones pero nunca detuvo su carrera, una vez cruzando el río y pudiendo distinguir su casa a la distancia quiso pedir ayuda, gritarle a sus padres, pero pronto cambió de parecer ¿qué iba a decir? Que había visto un demonio en el bosque sonaba ilógico, además de que escuchar una historia así viniendo de él, y después de todas las acusaciones que sufrieron en el pasado, sería como un insulto, pero por otra parte, de creerle solo provocaría pánico en la familia, estarían intranquilos y no quería preocuparlos más, con eso en mente se desvió hasta el pequeño establo donde estaban la cabra y oveja para refugiarse ahí y no despertar a su familia, depositó al perro en el suelo que tenía heno y buscó una lámpara de aceite para poder revisarlo mejor, el animal tenía sangre en el hocico pero no heridas visibles en el cuerpo, tampoco sintió que tuviera huesos rotos por lo que concluyó que solo lo había golpeado con mucha fuerza dejándolo casi inconsciente, suspiró aliviado de que estuviera bien pero ahora recordó el temor de hace un momento, de hecho sus manos aún temblaban y no lograba regular su respiración.

 

>>¿qué era eso?<< pensó que ya había escuchado ese aleteo antes, pero nunca pensó que sería algo así  -ya no quiero estar aquí-  se lamentó ahora que se sentía a salvo en ese refugio ¿ahora además de todo también tendrían que cuidarse de criaturas como esas? Ni siquiera sabía que tal cosa existiera de verdad, aunque a decir verdad ya todos sabían que había cientos de leyendas respecto al bosque, de hecho, la familia se había asentado cerca de él sabiendo que las demás personas, demasiado supersticiosas, no se atreverían a acercarse para ir tras ellos. Pero Mitobe nunca pensó que de hecho sería real, ahora estaba aterrado y tenía una cosa más de qué preocuparse, se arrodilló en el suelo y se frotó el rostro con las manos sin saber que hacer ¿debía contarlo para que tomaran precauciones? Todo era muy confuso  -odio esto… ¡odio esto!- gritó con todas sus fuerzas levantando un manojo de hierba y lanzándolo contra una de las paredes y después volver a bajar la mirada.

 

-¿quieres cambiar de vida?-  escuchó en un susurro que parecía mezclarse con otras voces aún más débiles e inentendibles al fondo, se le erizó la piel y el temblor de sus manos comenzó de nuevo, se atrevió a alzar la cabeza poco a poco temeroso de lo que ya estaba con él dentro de ese refugio  -¿qué es lo que más deseas?-  volvieron a hablar esta vez con mayor claridad y llamando su atención hacia la esquina más alejada y oscura del granero, detrás de los animales que allí descansaban pero que en ningún momento se alteraron a diferencia de Mitobe, que tuvo que llevarse ambas manos a la boca para evitar gritar al ver de nuevo esa silueta con cuernos y alas escondida en la oscuridad y clavando su mirada en él. Mitobe no podía seguir allí y pensó en huir ya sin importarle hacer una escena con su familia, algo peligroso estaba cerca y debía alertarlos; Tan rápido como sus torpes movimientos se lo permitieron puso una mano en el suelo para poder levantarse  -tus hermanos…-  le dijo aquella criatura sabiendo que eso lo detendría de inmediato y había acertado, Mitobe regresó la mirada hacia él primero pensando que era una amenaza pero entonces el otro siguió  -puedo salvarlos… y a tus padres ¿quieres que sean felices? Yo puedo ayudarte-  el muchacho ya había oído de los trucos que esas criaturas supuestamente hacían para atrapar a alguien, encantándolo con promesas imposibles para que cayeran en su juego… Pero era efectivo. Mitobe regresó a acomodarse sobre sus rodillas, o mejor dicho dejarse caer sobre estas aun temblando pero su desesperación no le permitiría desperdiciar ninguna oportunidad para poder ayudar a su familia, si este demonio decía la verdad y podía ayudarlos lo aceptaría, costara lo que costara.

 

-…¿puedes? ¿de verdad?-  finalmente respondió temeroso y casi pudo notar al demonio sonreír complacido de tener su atención.

 

-por supuesto-

 

-¿no mientes?-

 

-…¿qué opción te queda?-  de nuevo sabía exactamente qué decir, en su situación, Mitobe ni nadie en su familia lograrían algo más por sí mismos.

 

-¿y por qué lo harías?-  algún truco debía haber, y tenía razón.

 

-yo necesito cosas también-  Mitobe apretó los puños sobre su regazo, quería más que nada salvar a sus hermanos y ayudar a su familia, pero no sabía lo que un demonio podría pedirle  -ya que tú me llamaste, tú serás el responsable-

 

-¿llamarte?- dijo confundido.

 

-tomaré cosas de ti, al principio no las extrañarás… perderás el sueño, el apetito, me llevaré tu oído, vista, tacto, en algún momento perderás la salud… y luego la vida-  Mitobe comenzó a sentir más miedo y dudar de este trato  -pero ahí no termina, también me darás tu alma y después de la muerte seguirás a mi servicio-  el muchacho no tuvo que contemplarlo por más tiempo para responder.

 

-…no-  era demasiado, perder su  vida e incluso lo que le seguía en el más allá era demasiado caro, aterrado por la sola idea terminó de levantarse más no pudo avanzar pues las palabras de ese ser lo detuvieron de nuevo.

 

-¿quieres saber cuánto le queda a tus hermanos?-  Mitobe se detuvo sintiendo la mima angustia que lo obligó a salir de la casa esa noche, sabía que sus hermanos estaban cada día peor pero se negaba a aceptarlo y menos a escucharlo de un ser como este.

 

-tal vez podamos… hemos rezado tanto-  respondió con la voz entrecortada tratando de pensar en otras opciones.

 

-rezar no servirá… ha sido él quien decidió que mueran-  el joven se dio la media vuelta para encararlo y fue como si de la nada todo su miedo hacia ese demonio hubiera desaparecido.

 

-¿qué dices?-

 

-¿no lo habías pensado?-  por fin se levantó dejando ver mejor su estatura tan imponente, pero ni siquiera cuando comenzó a acercársele Mitobe reaccionó con miedo  -reza todo lo que quieras, no te van a escuchar-  solo entonces el joven cambió su expresión a una de desolación absoluta y regresó al suelo sin poder aguantar la noticia.

 

-mi madre no lo soportaría-  él mismo había comenzado a llorar.

 

-no siempre es justo… en cambio yo puedo cambiar las cosas-  se detuvo frente a él aunque Mitobe agachaba la cabeza y se cubría el rostro con una mano  -¿por qué crees que nos odia tanto? Tenemos el poder para desafiarlo- 

 

El joven sollozó en el suelo por unos momentos, tenía miles de cosas pasando por su mente pero lo principal eran las terribles predicciones del demonio hacia sus hermanos, si en verdad les quedaba poco tiempo tenía que apresurarse a hacer algo por ellos, sin embargo la presión de hacer algo como venderle su vida y su alma a un ser demoniaco le causaba un terror indescriptible.

 

-…¿mi familia estará bien?-  preguntó una vez recuperado el aliento.

 

-lo prometo, como dije ‘tú’ eres el único responsable, ellos estarán felices y cómodos el resto de su vida… apenas aceptes mi propuesta-  estiró su mano hacia él.

 

Mitobe permaneció en silencio pero levantó la mirada finalmente conociendo al que sería su dueño desde ahora, si, lo aceptaría. Aquél ser le ofrecía su mano que desde el antebrazo comenzaba a volverse de color negro hasta terminar en unas uñas largas y afiladas del mismo tono, usaba lo que parecía un traje ceremonial muy largo de color blanco y con prendas de color lila, morado y dorado encima. Su cabello largo y lacio hasta los hombros, igual que sus ojos eran de un inusual color lila, pero su mirada no era amenazante, impaciente tal vez pues esperaba que el otro le respondiera.

 

-bien… acepto- aún desde el suelo estiró la mano para estrechar la del demonio que permaneció orgulloso de pie observándolo desde arriba; La mano del demonio era cálida y cuando se tocaron no sintió nada extraño, solo el latido acelerado de su corazón pero eso era normal en su situación, sin embargo de repente comenzó a ver borroso, primero pensó que la lámpara de aceite se estaba apagando y por eso todo se oscurecía, pero pronto se dio cuenta que se estaba desmayando, perdía las fuerzas y pronto fue incapaz de seguir mirando hacia arriba y apretando la mano del demonio, el contrato ya estaba pactado.

Notas finales:

Gracias por leer, ojalá puedan comentar lo que les pareció y espero verlos en el próximo capítulo:.


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