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Dégel por Jesica Black

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Dégel

 

I. Dégel.

 

Dicen por ahí, que el humano es el único ser vivo que pueda manifestar algún tipo de odio y rencor que dura una eternidad, incluso más de lo que podría ser racional. Ser una criatura con la capacidad de pensar, no amerita poder dejarse llevar por la cólera y las emociones del momento. Incluso para el ser más insignificante en nuestra tierra, el odio y rencor es pasajero, incluso, ni siquiera es parte de la convivencia en la naturaleza, sino propio del hombre.
Los animales se atacan los unos a los otros para garantizar supervivencia y esto también puede estar ligado al ser humano, pero hay algo más fuerte que ocurre en las civilizaciones y que ni siquiera la capacidad racional podía detener.

Cerca del imperio aristocrático de Antares se paseaba un joven greñudo, desde que era pequeño siempre se lo observaba vagar por las calles con los pies descalzos, pidiendo monedas a la gente que pasaba por su alrededor o buscando siquiera migajas de pan para comer en ese día, no importaba que tan duro fuera, lo importante era permanecer vivo.
Pobre niño, que paseaba con la mirada gacha y cabellos despeinados, opacos por la misma miseria del lugar donde caminaba, víctima de la violencia propia de la calle y la desdicha que todos los dioses le dieron al nacer.
Dégel era inteligente, guapo, una persona que en otro contexto social sería admirada por su brillantez y su increíble humildad, pero que ahora parecía un muerto en vida, a sus quince años, llevado por el viento de lo delgado que estaba, con sus ojos tristes y sus labios fruncidos, sin querer tener el contacto con ningún ser humano que se acercara a darle consuelo. Su vida siempre había sido así desde que nació, pedir un poco de comida y hasta recibir piedrazos de niños maleducados y adinerados,  y que alimentó el odio y el rencor por todos ellos.

No servía de nada llorar, eso lo había descubierto a muy temprana edad, pues la gente suele alimentarse de sus alaridos y llantos, de su sufrimiento. La gente era cruel y él debía ser cruel con la gente, los animales no eran crueles por naturaleza, el ser humano si lo era y lo notaba cada vez que se paseaba por los parques de aquella familia.

La familia Antares era dueña del reino, todo a su alrededor le pertenecía y la desdicha de su familia se debía a ellos. Una familia de clase muy alta, aristocrática, con un buen pasar y lleno de riquezas, ostentaba de su poder ante los demás y trataban a los mestizos como él de una forma poco caritativa, pues para ellos eran casi tan desagradables como los leprosos.

La familia de Dégel fue excomulgada de los terrenos propios de la familia Antares cuando aun Dégel no había nacido, torturados hasta la muerte, condenados por ser 'brujos' o por practicar la 'brujería' y por ser gitanos. Dégel tenía a su progenitor de ascendencia gitana-francesa, por lo tanto que vivan en Antares, para los helenos era una deshonra, tener gente de esa calaña en sus tierras. Tuvieron que desalojar su casa en los terrenos de Antares por orden de Aeneas, quien obtuvo pasajeramente el título de Rey mientras su anciano padre se recuperaba de una enfermedad.

La familia Antares no era muy grande, pero si poderosa. Aeneas era el hijo mayor de Don Alexander Antares y hermano de Kardia Antares. Dado a los problemas de salud de Alexander —debido a su edad— Aeneas se estaba haciendo cargo en esos momentos de todo lo relacionado al comercio y las tierras. Aeneas prefería ser él quien tomara riendas del impedio dado que Kardia, su  medio hermano —hijo de otra madre pero del mismo padre— es una persona de carácter incorruptible e intachable, por lo tanto, era fácil llegar a él pero difícil torcer su voluntad. Tenía 30 años y estaba casado con Lydia Stlava y tenía un hijo de dos años llamado Milo que vivía en la enorme mansión.

 

Cuando Dégel entró a aquella carpa en medio de la nada donde vivía, encontró a su progenitor, Krest du Verseau, sumido en sus pensamientos mientras tomaba el té. Habían sido desterrados a una zona desértica y poseían pocos recursos, por lo que los más jóvenes debían ir a buscar frutos o comida que pudiera servir para la comunidad.

—¿Has encontrado algo? —preguntó Krest, levantándose de su lugar y caminando hacia su hijo.

Dégel arrojó unas pocas monedas al suelo, para recibir posteriormente la bofetada de su padre y cerrar los ojos ante el impacto firme.

—No debes despreciar ninguna moneda, incluso cuando es dada con el peor de los desprecios —dijo Krest levantando una a una las monedas que su hijo tiro—. Tienes la mirada perturbada de tu padre, hijo digno de él eres.

—¿Puedo irme, padre? —preguntó Dégel, Krest hace un ademán con sus manos.

 

El joven Du Verseau se retiró con la cabeza en alto y una marca de la mano de su padre en la mejilla derecha. Todos los días eran iguales, se tenía que rebajar ante aquellas personas de dudosa procedencia en busca de unas pocas monedas, luego de la humillación a la que era expuesto. Abrió las telas que separaban el comedor de la carpa hacia una de las habitaciones, donde sus hermanos Unity y Seraphina aguardaban. Unity llevaba unas sábanas encima por el frío congelante de afuera, frío que Dégel nunca sentía, mientras que Seraphina, vestida con sus hermosos ropajes coloridos, se levantó y fue a abrazar a su hermano menor.

Unity y Seraphina eran los hermanos de Dégel, hijos de la relación entre Krest y García, un hombre mucho mayor que su propio padre y con quien se había casado y gestado dos de sus tres hijos. Luego de la desaparición de García —muchos creían que había sido víctima de la familia Antares—, Krest vagó durante meses hasta que tuvo un tormentoso y apasionado amor con una persona, dando como fruto el nacimiento de Dégel, quien al no tener padre y ser en ese momento echados de Atenas, tuvo que tomar el apellido de su "madre".

—Padre nunca está de humor para nada —murmuró Seraphina—. Incluso a mi me ha dado unas bofetadas cuando traje pan y leche que conseguí del pueblo.

—Está angustiado, porque cada día hay más muertes de gitanos en las calles de Atenas —musitó Unity abrigándose un poco más—. Cada vez que nos vamos, hay poca de posibilidad de volver y cuando tardamos, se pone violento.

—¿Tiene que darme un golpe cada vez que traigo dinero? —preguntó Dégel, enojado.

—Si no fuera por los Antares....esto no hubiera ocurrido —musitó Seraphina—. No sabremos cuanto tiempo podemos estar aquí, ni lo que nos depara a partir de ahora.

—Ten fe, Seraphina.

—¡Tengo fe! ¡Tengo fe! Pero no puedo evitar pensar que en unos días mandarán a alguien acá para desplazarnos y cada vez nos iremos separando más y más de los terrenos de Antares.

—Ese imbécil de Antares.... —gruñó Dégel sentándose en el piso—. Si solo pudiéramos entrar en su casa a su palacio.

—¡Debes estar bromeando! —gimoteó Seraphina, mirando a su hermano con sorpresa—. ¡No podemos entrar allí! Nos matarían y exhibirán nuestros cuerpos desnudos en las paredes más altas del palacio, ¿no recuerdas lo que pasó con el tío Jacques? Lo acusaron de practicar la brujería y ser un gitano sucio que roba a la gente.....fue colgado delante de sus hijos y primos, que fueron llevados para ser esclavos de los Antares ¡dios sabe qué pasó con esos pequeños y pobres niños!

—Sé lo que pasó con Jacques, todo es por culpa de Alexander Antares y su familia mierdosa, de no ser por ellos viviríamos tranquilos ¿acaso no eran hermosas las épocas donde nuestro abuelo vivía y cultivaba en las tierras? ¿Queremos seguir perdiendo compañeros por esa mierda de gente? —preguntó Dégel, tanto Seraphina como Unity se miraron.

—Créeme que nadie mejor que nosotros sabe lo que es perder a alguien, Dégel.....nuestro padre ha desaparecido hace más de quince años y no hemos tenido ni noticias, ni siquiera un cuerpo al cual llorar.

—Padre ha estado así desde entonces, huraño, agresivo....no solía ser así —musitó Seraphina.

—¿No hay nada que podamos hacer? —preguntó Dégel.

—Nada —susurró Seraphina.

 

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—Dégel....Dégel....¡DÉGEL! —gritó una voz, el joven de cabellos rojizo y ojos violáceos despertó.

—¿Qué? —murmuró el joven, levantándose completamente y viendo a Krest frente a él, manchado de sangre.

—¡HAN VENIDO, HAN VENIDO, HUYE LEJOS, HUYE! —gritó Krest empujando a su hijo.

—¿Quienes? ¿Quiénes vinieron? —cuestionó Dégel.

—¡Los soldados de Antares! —explicó con una sola frase Krest, Dégel inmediatamente salió de la carpa para ver la masacre.

Aquel desértico lugar, azotado por el fuego. La gente corriendo, las mujeres llevando a sus hijos en brazos pero cayendo bajo la estampida de soldados que con su brillante armadura atacaban sin piedad. Dégel giró su cabeza para ver como sus amigos, incluso su familia, era masacrada por esas bestias. Su hermana Seraphina se encontraba en el piso, con sangre en su pecho y su mirada vacía. Inmediatamente corrió hacia ella.

—¡Seraphina, Seraphina! —intentó despertarla, pero la joven no reaccionaba, solo las lágrimas húmedas en su rostro mostraban que había un dejo de vida en su cuerpo, pero ya nada podía hacerse.

—Ella está muerta —indicó Unity a su lado, con los ojos lacrimosos y bañado en sangre. Dégel miró a su hermano con terror—. ¡HUYE DÉGEL, HUYE!

 

No lo pensó, definitivamente no lo pensó. Descalzo y con su ropa de dormir rota, Dégel salió corriendo, siendo perseguido por un hombre en caballo con una lanza, intentó cazarlo como a un animal, pero Dégel tenía un poder más allá de cualquier cosa que le protegía y había estado practicando la magia al igual que Krest, por lo tanto los conjuros de protección era lo primordial en alguien que estaba escapando de la muerte.

"dumifag nilev asamur...asamut nilav....." susurró.


Entró en un bosque cercano y desapareció entre los matorrales y musgos. Quien lo perseguía se rindió, bufó con odio y se fue, re direccionando su caballo y diciéndole a los suyos que se había deshecho del muchachito que huyó, nadie tenía que saber que estaba vivo, probablemente sin comida y con el agua de los sucios lagos del bosque, terminaría muriendo de inanición o incluso siendo devorado por una bestia ¡qué más daba!

El pueblo había sido masacrado junto a todos sus aldeanos.

 

Continuará

 

 

Notas finales:

Espero les haya gustado el prologo. Me he dado cuenta que los primeros dos capítulos abarcaran por lo menos dos años y medio de historia, luego habrá un especie de pausa en el tiempo y continuaremos remontando en los meses teniendo una nueva pausa, pero no se preocupen porque lo notarán y yo se los haré saber.

Besos.

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