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Esperanza por natalia clow

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Notas del capitulo:

Les doy la bienvenida a esta nueva historia. Esta es una nueva etapa mía como escritora y estoy utilizando a estos personajes con su historia para exorcisar muchos de mis demonios actualmente. 

Realmente siento que hay muchas cosas que pueden ser aburridas o lentas en esta historia, pero si alguien todavía tiene la paciencia para leerlo, espero que pueda servir de algo. 

Capítulo 1

 

Un estilo de fuerza mística llevó mis ojos por cada uno de los rostros de los asistentes y me di cuenta que realmente era el momento que estaba esperando durante tantos años. Estaba exponiendo en un seminario los resultados de la investigación en conjunto con el profesor en jefe y los demás participantes del grupo de investigación.

 

Yo no había tenido un papel tan importante en todo este proyecto, pero el hecho de haber hecho de todo un poco me hacía sentir con la potestad de apropiarme aunque fuese un poco del resultado de la investigación.

 

Mi garganta estaba seca y no podía esperarse menos al respecto, estaba tan nervioso que veía borroso y tenía náuseas. La mano pequeña y cálida de Sophie me devolvió a la realidad. Apretó mis dedos anular y meñique y me sonrió con complicidad, “Lo vas a hacer bien, no te preocupes Shaw” me dijo al final.

 

Tomé aire y pasé al frente, luego de veinte minutos muchas cosas cambiarían. Empezando esa misma noche por el profesor en jefe Ray Miller.

 

***

— ¡Salud! — uno de los compañeros del seminario dio por inaugurada la ronda de bebidas en la mesa.

 

Shaw estaba incómodo entre dos chicos que no conocía pero sabía que hacían parte de otro grupo de investigación que también se presentó en el seminario. Le extrañaba la excesiva naturaleza social de algunos de sus compañeros para llegar al punto de unir mesas con gente desconocida. Él carecía de toda la buena voluntad y deseo de conocer personas, pero se obligaba en ese momento a fingir que se divertía y disfrutaba de las conversaciones con referentes desconocidos de sus acompañantes.

 

Los dos profesores en jefe tenían una barrera que los protegía del circo aledaño y podría afirmarse con certeza que el respeto que todos les tenían era el mejor antídoto para los necios que aún no entendían su posición.

 

Pasada la medianoche, el profesor en jefe del otro grupo decidió terminar con su participación en la reunión y partir hacia su hogar. Todos notaron esa decisión y algunos se pararon con él para acompañarlo en su búsqueda de transporte.

 

El profesor Ray frotó sus manos con insistencia y luego las pasó por su cabello azabache para después dejar reposar su cabeza entre sus brazos. Los ojos de Shaw no dejaron desapercibido ese gesto y pensó que el profesor también iba a necesitar irse ya para su casa.

 

Se levantó de su lugar y se dirigió a la mesa del profesor. Los sacudió un poco e inmediatamente los ojos azules que estaban opacos por el efecto del alcohol se posaron en él. Esbozó una tímida sonrisa para luego levantar su mano y colocarla en su cuello.

 

— Shaw, no tienes que poner esa cara de preocupación, no me voy a morir. Solo pídeme un taxi ¿quieres?

 

Inmediatamente sacó su celular y lo pidió a través de una aplicación, pero para su desgracia no había transporte disponible en ese momento. El profesor Ray se apoyó en la mesa para levantarse e ir a buscar su abrigo en la recepción del restaurante donde lo había dejado apenas entraron.

 

— Debería esperar un momento, llamaré un uber.

— Esperaré afuera Shaw.

 

La espalda del profesor se veía vulnerable, para alguien que iba a cumplir los cuarenta sería irrespetuoso pensar en la palabra “tierno”, pero definitivamente el profesor Ray tenía mucho de eso.

 

Evitaba jactarse a la hora de manifestar que creía tener una relación cercana con el profesor y esto no era sólo un acto de modestia totalmente innecesario, tenía su fundamento en la impenetrable barrera que nunca pudo atravesar en esos 2 años y medio de investigación.

 

Los detalles más significativos de una, tal vez infundada, sensación de confianza eran los constantes favores que terminó haciéndole e incluso hubo ocasiones que cuidó de él en otros ámbitos no académicos, como cocinar el almuerzo, prepararle la ropa para sus conferencias, entre otras cosas.

 

Lo que atañe a esa noche fue sustraído de cualquier pasado o contexto que creyeran que les ayudaba a consolidar la relación. El profesor Ray no cumplió con lo dicho y decidió irse caminando para su casa y así bajar su borrachera. Shaw cuando logró conseguir el carro que los llevaría, se dio cuenta de este hecho.

 

Lo normal sería pensar que iría a buscarlo, pero para Shaw, en ese momento era lo más natural del mundo. No era la primera vez que le hacía eso, solo tomaría eso como una excusa y se iría para su casa. Llegó el carro y Shaw hizo una corta despedida para todos, se subió y dio la dirección de su casa para disponerse a dormir.

 

Con tanto licor en las venas no sería un problema fundirse en el sillón del auto, pero la idea de cómo estaría el profesor lo dejó en un estado intermedio de inconsciencia. Sacó la cabeza por la ventana y se quedó mirando los andenes de las calles con la intención de buscar al profesor aunque sabía que vivían en direcciones opuestas.

 

— Si va a vomitar, por favor avíseme para detenerme.

 

El conductor dejó oír su pequeña advertencia, para luego, seguir en silencio haciendo su trabajo. Shaw no cumplía con los síntomas para llegar a ese extremo, sin embargo, era incapaz de negar que seguramente haría lo mencionado en su casa. Cuando presentaba tales grados de intoxicación alcohólica, inducía su vómito para evitar al día siguiente los síntomas de la resaca.

 

El flujo de sus pensamientos no era constante en un tema en específico y eso lo distrajo hasta que llegó a la torre de apartamentos. Se bajó del auto y ahora su pequeño trayecto hasta el 6 piso comenzaba. Pasó la portería y el guardia del turno de la noche lo retuvo.

 

— ¿Pasó algo?  

— Señor, hay alguien que está en la sala de la administrador durmiendo y dice que ha venido a verlo.

— ¿Qué?

 

Nada de eso tenía sentido, si era un desconocido a estas alturas de la madrugada no debería por ningún motivo de haberlo dejado entrar. No fue sino hasta llegar a la sala para entender todo, quien yacía en el sofá era el profesor Ray. Miró al guardia desconcertado y corrió solícito al lado de su superior. Lo cubrió con su chaqueta, era su intención pasar desapercibido y dejarlo descansar, pero esa fue la causa de despertarlo.

 

— Profesor Ray ¿qué sucede? ¿Por qué está aquí?

— Yo… no lo sé.

— De hecho ¿cómo llegó aquí tan rápido?

— No me preguntes, no lo sé.

 

El guardia se acercó sigilosamente y le tocó el hombro para llamar su atención un momento.

 

—  Lo trajeron aquí unos jóvenes en un carro gris, uno de ellos ya ha venido aquí varias veces, lo reconocí.

—  Unos compañeros… — Shaw hizo una pesquisa cerebral para encontrar a los responsables—. Seguramente fue Frederic.

 

Frederic era uno de los investigadores que participó en el grupo, lo que le extrañaba era que se hubiese tomado la molestia de llevar al profesor hasta su casa.

 

— Lamento haberte molestado Shaw, ya me quiero ir a mi casa.

 

El profesor Ray se incorporó en el asiento y se dispuso a pararse para después caer desplomado en el cuerpo que atajó su caída,

 

— Shaw es en serio, me quiero ir. No me abraces.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                         — No lo estoy abrazando, lo estoy sosteniendo. Vamos a mi apartamento y descanse un poco antes de irse para su casa.

 

La sobriedad hizo presencia ante la llegada de la responsabilidad, Shaw tomó al profesor por las caderas y le pidió que le rodeara los hombros. Era la primera vez que lo veía tan borracho y era maravillosamente desconcertante.

 

El profesor tenía una cara pequeña, unos ojos grandes, una boca poco carnosa, su nariz era un poco ganchuda y su piel era tan blanca que se la pasaba la mayoría del tiempo rosada por cualquier contacto con el sol. En ese momento parecía un farol rojo por el alcohol que seguía en su sistema y sus ojos azules se entrecerraban por la somnolencia.

 

Tomaron el ascensor y desembocaron al final del pasillo con muchos tropezones de por medio. La puerta con el número 612 se irguió como la meta y los dos reposaron por el cansancio en los marcos de la misma. Una vez abierta la puerta, obviando toda la etiqueta del caso el profesor Ray se introdujo en el hogar con desesperada prisa para encontrar el baño y se encerró en este cuando lo ubicó.

 

—  ¿Profesor?

 

Las horcadas eran la respuesta suficiente para comprender que había llegado al límite. Duró más de 20 minutos y el silencio rondó hasta la preocupación, abrió el baño y encontró al profesor dormido en la esquina al lado de la cisterna. Lo agarró por los brazos y lo arrastró hasta la sala, ninguna queja se dio en todo el trayecto. El profesor se quedó yerto en el pequeño sofá de dos puestos.

 

—  ¿Qué demonios estoy haciendo?

 

Shaw se fue a su habitación, se quitó toda la ropa y se metió a dormir. Estaba demasiado cansado y preocupado para plantearse quedar de niñera toda la madrugada. Cuando se rindió ante sus necesidades, el peso del cuerpo se hizo su ancla para el mundo de los sueños.

 

***

 

No había amanecido todavía pero el llanto descontrolado de fondo lo obligó a despertarse. Se incorporó para poner más cuidado al motivo de su preocupación e inmediatamente entendió que el que producía ese melancólico sonido sólo podía ser su huésped. Las piernas se movieron más rápido que su cerebro y llegó a la sala donde la figura del profesor se veía temblar.

 

— ¿Profesor? ¿Qué le pasa?

— Shaw, lo siento.

— ¿Por qué?

— Yo le pedí a los chicos que me trajeran a tu casa, porque sabía que jamás me invitarias de otra forma.

 

La conversación tomaba un rumbo más confuso, Shaw retrocedió un paso y para ese momento la mirada del profesor Ray le estaba penetrando el cuerpo. Los ojos azules atraídos hacia la desnudez inesperada se cristalizaron hasta destruir el contacto físico en el objeto presentado.

 

— ¿Por qué estás desnudo?

 

Shaw bajó la mirada y la piel se presentó como su única prenda puesta. Salió corriendo de nuevo para su habitación y se colocó lo primero que encontró. Los dos eran hombres y la diferencia de edad no debería ser un factor de vergüenza, que él fuera diez años menor no cambiaba en nada el asunto.

 

Sus manos se pusieron un poco frías por un repentino ataque de nervios e inmediatamente recordó que la conversación había parado en un punto extraño. Contuvo su respiración y salió a la sala de nuevo, el profesor estaba sentado en una posición encorvada casi como si quisiera meter su cabeza entre sus piernas.

 

— Ya me vestí, perdón por eso.

—  Está bien, no te preocupes.

— ¿Por qué… quería venir a mi casa?

—  No es por ninguna razón extraña, mi mujer se llevó a mi hija hace un mes y ayer llegaron los papeles del divorcio. No tenía ningún amigo a quién contarle, pero pensé que tal vez entre nosotros había algo de confianza y para ser honesto, no quería estar solo.  

 

Sus palabras se dijeron muy rápido, para no dejar espacio a que le temblara la voz y denotara la infinita tristeza que tenía. De todo lo dicho en ese momento, sin duda alguna lo que más le alegró fue pensar que la única opción del profesor Ray había sido él.

 

Shaw se sentó a su lado y puso su mano en los hombros que caían desgonzados sobre sí mismos. El acto de consuelo duró muy poco hasta que el profesor terminara llorando otra vez.

 

— ¡Yo la quería! fui un marido repugnante, pero la quería...— con furia apretó sus puños para luego llevarlos a su cabeza—. ¿Y todo para qué? Se fue con su amante. Me siento estúpido porque la quiero y ella nunca me quiso a mí, pero sé que si llegara a decirme que nos dieramos otra oportunidad, aceptaría.

 

— No sabía que tenía una hija, profesor.

— Sí, tiene seis años. Sé que no debería decir esto, pero lo único que me alegra de este divorcio es no volver a verla.

 

Shaw se sobresaltó y miró al hombre acongojado, no esperaba que existiera un padre que manifestara tan abiertamente su poca simpatía hacia su hijo. El profesor Ray miró hacia el frente y se limpió las lágrimas.

 

— No te esperabas eso — se rió con poca voluntad—.  Esa niña solo es problemas, me detesta y yo la odio a ella. Así ha sido desde siempre, porque ella sabe que yo no soy su papá biológico.

El repentino derroche de sinceridad había llenado su capacidad y Shaw por un momento quiso decirle que no quería escuchar más, pero al profesor era imposible callarlo ahora. Eran años reprimidos que al fin tenían una ruta de escape.  

 

— Profesor… ¿Por qué se hizo cargo de la niña si no era suya?  

— Porque no sabía, antes de que mi mujer… no, que mi exmujer se fuera con la niña,  me dijo que era justo que supiera que esa niña era de producto de una relación antes de que nos casaramos.

— No entiendo cómo no se dio cuenta antes.

— Porque incluso así tenía que casarme con ella.

— ¿Tenía?

— Si no lo hacía, la perdería para siempre.

 

No tenía que explicarse más, desconocía su pasado pero ya era obvio que sacrificó muchas cosas por esa mujer. En el fondo se alegraba que alguien que no supo valorar lo mucho que el profesor Ray podía amar, se hubiese ido de su vida.  

 

— Pero lo que tengo que confesar no es sólo eso, el amor que siento por esa mujer no fue una fuente constante de alegrías en nuestro matrimonio. como un trofeo que ya fue alcanzado, cuando nos casamos la descuidé totalmente.

 

— Eso pasa en todas las parejas.

— ¿Todos pagan el mismo precio que yo?

— No lo sé, supongo...¿El amante de su mujer es el papá de la niña?

— No lo sé y tampoco quiero saberlo.  

 

El profesor Ray se irguió para recostarse en el espaldar del sofá y cubrió su rostro con su brazo izquierdo.

 

— Shaw, ¿has tenido pareja?

— No realmente, no me gustan las relaciones interpersonales.

— ¿Por?

—  Encargarse de hacer feliz a alguien más es una carga muy pesada, ni siquiera puedo hacerme feliz a mí mismo ¿por qué habría de esperar hacer feliz a alguien más?

 

Una risita acompañó la respuesta de su interlocutor, Shaw se sintió como un niño inexperto. No iba a poner su ideología en un juicio para validar su punto, así que evitó adornar su argumento.

 

— Debes ser alguien que cuando ama se vuelve una persona totalmente distinta.  

— No lo sé, nunca he amado a nadie.

— ¿En serio? —la sonrisa mostró sus pequeños dientes—. No puedo creer que nunca hayas querido a nadie.

— Si pensamos en estar enamorado como una pasión irracional e incontrolable,  definitivamente nunca he amado a nadie. Obviamente me han gustado algunas personas, pero no al punto de quererme esforzar por ellas.  

 

— Qué suerte, porque amar es un juego en el que con certeza siempre perderás.

— Lo imagino.

— Ya llegará tu turno, la vida no se acaba hasta que no experimentas eso aunque sea una sola vez.

— Usted es muy romántico profesor, creo que eso es lo que más le ha hecho daño.

— No puedo negar que tienes razón.

 

No supo qué responder y los cuerpos ocuparon el espacio lleno de silencio. Shaw miraba hacia la pared del frente de su sala y se dio cuenta que era la primera vez que hablaba tanto tiempo con el profesor. No pudo evitar tener emociones conflictivas en su interior. Por una parte, se sentía culpable de estar usurpándole el lugar a una persona que estuviera en mayor capacidad de proporcionarle consejos y alivio al profesor; y por otra, se sentía extrañamente decepcionado del profesor y de sí mismo.

 

— Shaw… quiero pedirte un favor.

— Dígame profesor.

— ¿Puedo vivir contigo unos días?

— …

 

¡Qué descabellada proposición! varios minutos introdujeron el estado de estupefacción resultado de la incomprensible e incoherente propuesta. No tenía ninguna razón en específico para negarse, pero tampoco quería romper esa frágil y tan idealizada imagen que tenía del profesor.  

 

— Debe ser el alcohol, estoy diciendo estupideces.  

— Profesor, no es una estupidez. Puede venir todos los días aquí y comeremos juntos. Si quiere salir, también estaría disponible.

— No quiero dormir solo.

— Do-dormir.... específicamente ¿Por qué?

— Me siento más miserable por las noches.

 

Se suponía que era uno de los profesores más prestigiosos de la universidad, se suponía que era un hombre metódico y analítico, pero al final era más frágil de lo que se podía imaginar.

 

— Mi cama es sencilla, sería muy estrecho dormir juntos.

— No necesito una cama tamaño king para descansar, sólo quiero sentir que no estoy solo.

 

Shaw rascó su sien y miró directamente al perfil de su acompañante. No podía imaginarse ni en sus fantasías más descabelladas que fuera a estar en ese tipo de situación.

 

— Hagamos la prueba hoy. Si no funciona, olvidaremos todo.

 

Quería refutar con algún brillante argumento que lo salvaguardara de la tormenta que acompañaba la determinación del profesor, pero se dio cuenta que iba a ser totalmente inútil. Resignado se levantó del asiento para dirigirse a su habitación, la figura del profesor se pegó a su rastro y llegaron los dos a su cuarto. La cama destendida los recibió y los dos reflexionaron que tal vez esa no era la mejor idea, pero uno de ellos descartó su conclusión de un plumazo.

 

— Te ayudo a tender la cama.

— Sólo tengo una almohada.

— Está bien, puedo colocar mi abrigo.

 

El profesor no tenía una estatura que se pudiera considerar baja, era del promedio, alrededor de 178 cm. Cuando se agachó para recoger las cobijas y quitarlas, se le hizo extremadamente pequeño. Por un momento pensó que iba a dormir con un niño que tiene miedo de la oscuridad.

 

Cuando todas las cobijas se tendieron casi simétricamente entre ellas, estaban listos para acostarse a dormir. Con sigilo el profesor Ray comenzó a quitarse la ropa, pero antes de sentirse espantado, quedó sorprendido cuando debajo del traje de paño que tenía vislumbró un pantalón de pijama y una camisilla.

 

Las miradas se encontraron y Ray le dio una sonrisa casi avergonzada. Transmitió con claridad el mensaje “Yo ya tenía esto planeado”. Shaw se volteó para evitar que su expresión desfigurada se manifestara.  

 

— Deberías acostarte también.

 

Shaw se volteó y vio que la figura ya estaba debajo de las mantas. No hubo ninguna inclinación para crear un “ambiente” en su extraña situación. Simplemente se olvidó de cualquier excusa que quisiera poner y se acostó a su lado.

 

Lo primero que notó era que el profesor tenía un olor muy fuerte a alcohol. No podía pensar que él estuviera oliendo mejor, pero era casi insoportable. Por otro lado, un aroma cítrico proveniente de su champú cosquilleó los rincones de su desagrado hasta luchar por hacerse más visible.

 

Inconscientemente inhaló todos los olores hasta hacerse familiar con el cuerpo. Le dio la espalda y se dejó llevar por el cansancio. Definitivamente no quería volver a este plano hasta pensar con más claridad.  

 

***

 

Cuando volvió a abrir los ojos ya eran las 3 de la tarde, no cabía duda que se había propuesto reponer las energías. Tres segundos después de analizar su situación inmediatamente notó la ausencia de quien había dormido con él.

 

No se espantó ni se levantó a buscarlo. El profesor era muy caprichoso como ya había quedado demostrado con antelación. Había veces que decía cosas y a los dos segundos quería lo contrario o se desaparecía de las reuniones simplemente porque no le apetecía quedarse.

 

Estaba seguro de que todo ese derroche de exigencias desaparecerían de un momento para otro. Se fue para el baño y lo que encontró ahí sí lo sorprendió. La espalda más blanca y esbelta que había visto en su vida, con unas piernas con más volumen de lo que se veía con ropa. Las caderas anchas se apretaban contra la toalla que las rodeaba y no dejaban mucho a la imaginación.

 

Por un momento pensó que alguna mujer se había metido a su apartamento, pero era imposible quererse engañar con ese argumento cuando claramente quién estaba ahí era Ray.

 

— Me tomé el atrevimiento de bañarme.

— Está bien.

 

Shaw siguió al excusado y sin ningún tipo de etiqueta comenzó a orinar. Ray lo miró un segundo y al siguiente ya había salido.

 

“¿Qué demonios?”,  pensó Shaw. No sabía si le sorprendía más la familiaridad con la que Ray se había acomodado en su casa o de haberlo visto casi desnudo. Por la razón que fuera, él se estaba comportando con el profesor como lo haría con su hermano o su padre.

 

— Shaw, ¿quieres salir a almorzar?

— Está bien.

— Entonces ve y cámbiate.  

 

“¿Qué? ¿Me está dando órdenes como si fuera mi papá?”, frunció el ceño. Si se había ido a vivir solo era para no tener ese problema precisamente. Volvió al área común para encontrarse con otra sorpresa. No quiso ni preguntar, pero el profesor tenía ropas casuales puestas. No las reconocía como suyas, pero ya fueran suyas o las hubiese traido de quién sabe dónde estaba perturbado con la meticulosidad con la que planeó su estancia en su casa,.

 

Tenía puesta una camiseta extrañamente ceñida a su cuerpo y unos vaqueros que se sobreponían al recuerdo de las piernas y la cadera que vio en el baño. El cabello azabache que todavía estaba mojado se revolvía sobre sí mismo en un gracioso y atractivo peinado que dejaba descubrir mejor sus facciones.

 

El profesor era atractivo sin duda alguna. Sintió vergüenza de sí mismo, se preguntaba si cuando llegara a los cuarenta iba tener ese extraño encanto del profesor.

 

— ¿Qué pasa? —los pequeños dientes sobresalieron en la sonrisa de Ray—. Ve y cámbiate.

 

Shaw asintió y caminó a su cuarto. En un principio había pensado que quería ir a comer algo informal, pero con su repentino complejo buscó una ropa más adecuada para salir con esa belleza madura.

 

Él medía 175 cm, era moreno, cabello castaño claro, ojos color miel. Su rostro era cuadrado, tenía una expresión fuerte. No se consideraba atractivo, pero tampoco pensaba que estuviera mal. Sin embargo, se sentía como si en comparación con el halo atrayente del profesor, él todavía oliese a leche materna.

 

Los hombres también ese complejo de comprarse, no se sentía orgulloso de eso, pero dentro de la naturaleza humana siempre estaba el querer sentirse atractivo. Reconocía que si tal vez arreglara más sus cabellos y cuidara más su eterna incipiente barba mejoraría puntos, pero era demasiado perezoso para eso.

 

Para concluir con la introspección optó por un pantalón beige y una camisa blanca. Se fue al baño, mojó su cabello y lo arregló con algo de gel.

 

— ¿Por qué te estás arreglando tanto? solo vamos a comer algo.

 

El profesor se asomó por la puerta del baño y se reflejó en el espejo. Shaw dio una rápida mirada al hombre y se devolvió a su rostro, el complejo se agrandó y realmente quería afeitarse en ese momento.

 

— Está bien, no es mucho.

 

Ray sonrió y se recostó el marco de la puerta. La mirada escudriñó cada centímetro del cuerpo ajeno, pero lejos de ser una mirada con alguna expresión ardiente, era fría y analítica, parecida a la que hacía cuando revisaba resultados de algún experimento.

 

Ray decidió cortar con ese ataque pasivo y se volteó para enfrentar a la figura. No existía mucho espacio entre los dos cuerpos, por lo que el encuentro fue casi instantáneo y huyó con la misma prontitud para la puerta del apartamento.

 

— ¿Qué quiere comer profesor?

— Jum, podría ser carne.

— ¿Algo en específico o carne asada está bien?

— Está bien así.

 

Los cuerpos se colocaron uno al lado del otro cuando llegaron al pasillo. Shaw sentía la mirada de Ray, él pecaba de la misma indiscreción ya que lo miraba por el reflejo de la puerta metálica del ascensor.

 

Tenían casi la misma estatura, con cuerpos totalmente distintos, con pensamientos y sentimientos casi opuestos, con deseos que eran imposibles de satisfacer y allí estaban tratando de encajar en un tipo de amistad incómoda.

 

Se consideraba un completo impedido para entablar una amistad con él. El motivo de esto era todo lo contrario a su deseo, porque realmente sí le gustaría que se volvieran más íntimos, sin embargo, sentía que siempre iban a estar en ligas completamente distintas.

 

¿Qué podría entregarle siendo su amigo? seguramente conocía a miles de personas con más experiencias satisfactorias en el mundo que podrían llenar sus complejos requerimientos. Él solo era un asistente de investigación que a duras penas llegaba a fin de mes, que se esforzaba casi hasta el cansancio para no meterse en problemas y gracias a ello, perdió muchas experiencias que en conclusión lo convirtieron en un discapacitado social.

 

— Pasé una muy buena noche, gracias Shaw.

— Supongo que yo también, no lo sentí en toda la noche.

— Me alegro, traté de no incomodar.

— Así que… ¿se va a quedar otra noche?

— ¿Me estás invitando o me estás echando?

— Lo que usted prefiera.

 

Podía asegurar con toda convicción que si el profesor realmente había estado cómodo iba a quedarse, pero si algo era característico es que no iba a haber una persona más impulsiva que el profesor.

 

— Hoy me voy a casa.

— …

 

Sonrió y no quiso decir más, pero ese gesto se lo agradeció profundamente. Ya cualquiera de las opciones era la esperada, sin embargo la correcta determinación por no invadir su espacio más de lo necesario era lo que deseaba.

 

— Tu imagen de mi se ha dañado ¿verdad?

 

La expresión del rostro de Ray era evidentemente más compungida de lo que pretendía demostrar, tal parecía que sí temía por su reputación. No había cometido ningún crimen por el que se debiera sentir avergonzado, pero a la vez lo que tuvo intención de lograr lo dejaba en una posición que evidentemente tendría que abandonar y reflexionar al respecto.

 

No podía obligar a la gente a estar con él por un simple capricho, si bien no negaba que podría estar excusado su deseo de compañía, era lógico que encontrará otras formas de lograrlo. Incluso ir a un burdel podría estar justificado en el avistamiento de un cuerpo de fácil obtención.

 

— Lo tengo idealizado profesor, pero soy consciente que es un humano también.

— ¿Cómo debo tomarme eso?

 

El ascensor al fin decidió hacer su parada en ese piso, como si la conversación en el pasillo no hubiese sido suficiente Ray se concentró en hacer hincapié en querer palabras más claras.

 

— Profesor, usted sabe que siempre lo he admirado mucho, no veo el motivo por el cual se siente tan inseguro.

— La cuestión es que siempre he sido así, no soportaría que me odiaras.

— Venga mañana a comer, le prepararé algo.

 

La piel blanca de Ray se enrojeció con alarmante rapidez, pero su expresión seguía calma. Eso definitivamente lo había hecho feliz, no costaba mucho compartir algo de tiempo y hacerlo sentir tranquilo.

 

— Mañana traeré algo para complementar la comida, ¿un vino?

— Suena bien.

 

Esas fueron las últimas palabras que se dijeron hasta la llegada al restaurante. Una ola de humo proveniente de las parrillas se aplastó contra ellos y los perfumó con el olor a carne asada. Shaw se fue hasta la última mesa del local y se ubicó para quedar al mando de todo los procedimientos culinarios al respecto.

 

Este era un restaurante de comida coreana donde cada mesa tenía su propia plancha para cocinar las piezas de carne que hubiesen pedido. Tal parecía ser que para Ray era la primera vez que iba a un restaurante de ese estilo. Se sentó al frente de Shaw y descansó sus manos sobre sus rodillas.

 

— ¿Necesito hacer algo?

 

Shaw le sonrió amablemente.

 

— Esperar a que yo termine de cocinar la carne.

 

El mesero llegó con la carta que tenía la lista de los cortes de carne que tenían disponibles. Una breve introducción al profesor le explicó los tipos de carnes y se decidieron por estómago y lomo de cerdo. En breves instantes llegaron los dos platos con varias tiras de carne. Shaw lo tomó con destreza y comenzó a asar los trozos.

 

— Siempre supe que tenías gustos estrambóticos, pero lo había imaginado con otras cosas y no con la comida.

— Pensé que como quería carne asada esta sería una buena ocasión para este lugar. Como queda cerca de casa y es delicioso, siempre vengo aquí.

 

Ray recostó su rostro sobre su mano y se quedó mirando la carne cocinarse. Shaw estaba concentrado con las preparaciones, pero no quería pasar por irrespetuoso si no trataba de hacer conversación.

 

— Profesor, ¿qué piensa hacer con el seminario de investigación?

— Se supone que deberemos profundizar sobre el tema o abrir una nueva línea de investigación.

— Vamos a presentar los resultados en otros congresos, me imagino.

— Puede ser, depende de muchas cosas.

 

Por lo general, ese es su único tema de conversación pero esta vez una de las partes abiertamente mostraba su rechazo a seguir con esta. Estaba más interesado en ver que se cocinaba la carne que en hablar de trabajo. Los primeros trozos de carne fueron a parar a su plato en conjunto con unos pedazos de kimchi.

 

La textura le resultó muy interesante, los sabores se mezclaron y las mejillas del pequeño rostro del profesor se inflaron. Pasaba de vez en cuando su lengua por los bordes de sus labios para recoger alguna gota de salsa que se hubiese escapado.

 

— Esto está mejor de lo que esperaba.

— Me alegro que le guste.

 

El resto de la comida se completó con el entusiasmo de Ray por seguir comiendo y el ambiente entre los dos adultos se calmó considerablemente. Shaw pagó la cuenta y acompañó al profesor a tomar un taxi, para la despedida confirmaron su invitación a comer mañana.  

 

Cuando perdió al carro de profesor de vista, recordó que había dejado las cosas en su apartamento, “está bien, lo veré mañana”,  pensó.

 


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