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El harem por Jelliesters

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— ¿Escuchó la noticia? Dos señoritas del harem de nuestro señor perdieron a sus hijos.

 

Zelo escuchaba discretamente la conversación de dos hombres delante suya, se estaba celebrando los cinco años desde que el emperador YongGuk tomó su puesto tras matar a su hermano, pero eso no era algo que debería salir de su boca en una fiesta tan importante como esa si no deseaba que le cortaran la cabeza, todo la nación estaba inconforme de que fuera él y no YongNam quien ascendiera al trono, a su lado hubo un hombre que le regaló una sonrisa tímida abrumado por su belleza, ignoró el gesto volviendo a escuchar.

 

— ¿Acaso no habrá heredero al trono en esta década? Los sirvientes del harem están haciendo un pésimo trabajo, espero que esto no nos afecte, suficiente es con las tarifas tan altas que dieron este mes.

 

El castaño suspiró cansado, solo había más y más malas noticias alrededor del emperador, su forma de dirigir a la nación dejaba mucho que desear, él no le conocía pero se imaginaba que era un hombre estúpido y apariencia fornida, se dio la vuelta para observar a su padre que susurraba al oído de su tío, el honorable miembro del consejo del emperador, un rollo con una carta le fue entregado a su progenitor el cual la guardó observando a todos lados precavido de quien pudiese verlos, desde ese momento Zelo entendió que el documento oculto era demasiado importante para estar en manos de un comerciante como su padre, con un gesto le avisó que era momento de retirarse, a lo lejos hizo una reverencia a su tío y antes de que se acercara a él tomó camino de vuelta al carruaje.

 

Si él hubiera sido consciente que días después llegaría a su casa una carta escrita por su tía diciendo que habían ejecutado a su esposo por traición al emperador tal vez, tal vez hubiera corrido a sus brazos como en los viejos tiempos y recordarle lo mucho que lo quería, recordarle las prácticas de defensa que le debía y la recomendación como soldado que había prometido. Su madre lloró, su hermano lloró, incluso su cuñada estaba inconsolable, sin embargo su padre se acariciaba la barbilla leyendo una y otra vez las letras sobre el papel como si estuviera preparado para esa noticia hace mucho.

 

Aún con el dolor de la noticia todos fueron a sus habitaciones para descansar, excepto el, quién fue tomado del brazo por su padre para guiarlo fuera de la casa, al principio pensó que el hombre deseaba desahogar sus emociones por la muerte de su hermano, sin embargo lo primero que tuvo frente a él fue aquel caballo ensillado que vio crecer desde que era un potrillo y el rollo que su padre escondió durante la fiesta al emperador, nervioso, observó su brazo extendido y el caballo intentando idear algo más que no fuera su pronta marcha.

 

—Solo confió en ti Zelo, tomarás el caballo y viajarás hasta el puerto, le entregaras esto al consejero EunKwang. — Su padre al ver que no hacía ningún movimiento le sujetó la mano para entregarle el rollo con la carta dentro — Nunca leas el contenido, Nunca.

 

—Papá… ¿Qué está pasando? — No acostumbraba a cuestionar sus órdenes pero no podía guardar silencio al ver el miedo reflejado en sus ojos—.

 

—Zelo… Mi bello hijo — las manos del hombre sujetaron las mejillas pálidas, se concentró en apreciar sus bellos ojos cafés, las curvas de sus pestañas y los abultados labios de su hijo — Debo quedarme y proteger a la familia, así que haz lo mismo, monta ese caballo y haz lo que te pido.

 

Las manos de su padre le guiaron hasta ayudarle a montar, sabía mejor que nadie que algo estaba pasando entre su padre y su tío fallecido, apretando el rollo en su mano le dio a su padre un asentimiento de cabeza, tomó las riendas del caballo y sin ver hacia atrás comenzó a cabalgar, el terreno estaba rodeado de partes altas por lo que le costaba trabajo subir en caballo, no entendía nada la situación pero si el rollo que llevaba era peligroso haría lo posible por alejarlo de su familia lo antes posible, con ese pensamiento se alejó hasta que el sonido de varios caballos le hizo detenerse y girar hacia la casa que desde la altura parecía diminuta, le dio tiempo de contar a los diez caballos que bajaban a todo galope con la insignia del emperador y entonces el mundo se le vino abajo.

 

— ¡PAPÁ!

 

El fuerte grito que le desgarró la garganta fue acallado por los caballos relinchando y el choque de las espadas contra su padre y hermano que salían a pelear, el corazón se le estrujo al ver a su familia caer uno por uno, ni siquiera hubo piedad por sus pequeños sobrinos que no pasaban los dos años de edad, gritó una vez más con el corazón hecho trizas, tiró de las riendas alejándose con los ojos llenos de lágrimas las cuales ni podían recorrer sus mejillas a causa de la velocidad con la que galopaba con solo un pensamiento en su cabeza.

 

Maldito seas emperador.

 

Ocultó el rollo bajo su ropa, cumpliría con el pedido de su padre si eso era para destronar al tirano emperador que acababa con una familia entera sin tocarse el corazón, sin esperarlo varios caballos se aproximaron hacia él en medio de la nada, todos con esa maldita insignia. Unos tirones más fueron suficientes para rebasar a los caballos amaestrados pero dos más le salieron enfrente asustando al caballo y haciéndole caer hacia un costado.

 

— ¡Identifícate! — Le gritó uno de ellos, sus cascos dejaban ver sus rostro así que no dudo en memorizarlos mientras sacaba de su caballo la espada que su padre dejó en él, protegió su espalda contra el animal observando al hombre bajar — Cada día se vuelven más insolentes.

 

—Púdrete — Su espada no tardó en chocar con aquel hombre, el sonido de varias burlas hacia el soldado no se hicieron esperar ya que era evidente quién iba ganando la pelea, después de hacerle tirar su espada Zelo le lanzó una patada a la cabeza lanzando el casco lejos de su cuerpo noqueado en el suelo—.

 

— ¡QUE DEMONIOS CREEN QUE HACEN JUGANDO! — un hombre de piel casi tan clara como la suya detuvo su caballo frente a él, su mirada inmediatamente bajo hasta uno de sus hombres caídos y molesto observó al causante de tal hazaña— Identifícate.

 

—Es muy hermoso, ¿será un doncel? — Uno de los hombres le observaba de pies a cabeza, si no fuera por el caballo Zelo estaba seguro que le sacaba más de una cabeza de altura —

 

— ¿Es que no vas a responder, insolente? ¡Soy HimChan, mano derecha del emperador! — Al escuchar los cuchicheos de sus hombres halagando al chico una sonrisa le curvó los labios— ¡Llévenlo al harem de nuestro señor!

 

Zelo tenso su barbilla y contrario a lo que todos pensaban no se negó a partir, solo pensaba en lo justo que era Dios, ¿por qué destronar al emperador cuando podía matarlo con sus propias manos? escuchaba todos los días noticias de las peleas en el harem del emperador, un envenenamiento más no hará la diferencia, pero antes acabaría con cada una de las personas frente a él, con sus manos envueltas en una cuerda observaba a cada uno de ellos sin perder un detalle de sus rostros, los quemaría vivos de ser posible, en especial a la mano derecha del tirano que había matado a su amado padre.

 

 


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