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Noticias por Lizama24

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Notas del fanfic:

¡Aquí está!

 

Ya sé, ya sé. Soy una persona mala para los resumenes y para los títulos, todavía no me decido por cual. 

Sólo quiero decir que me salí de mi zona de confort al escribir este fanfic, porque no soy de cosas románticas y melosas, y seguramente le falta muchas cursileria por ahí. ¡Sin emabargo!, lo hice con todas mis buenas intenciones queriendo darte algo bonito. 

 

Espero que lo disfrutes, te rías y no pienses es una cosa rara. ¡Gracias por el tuyo!

Se supone que el tiempo tiene una medida exacta; segundos, minutos, horas, días, meses… Se supone que avanza al mismo ritmo, para todos. Sin embargo, Akira podría asegurar a cualquiera que le preguntara, que para él el tiempo era extremadamente veloz. Esto no es que lo fastidiara, más bien lo sorprendía. Y sabía que para otras personas, como para los niños, el tiempo era tan lento que se aburrían. Esto debía deberse a que sus pequeños cerebros todavía no encontraban el significado de su vida, en cómo se iba su tiempo.

Y Akira notaba que avanzaba tan rápido porque no podía ser cierto que llevara tantos años de conocer a ese chico, al cual amaba cada segundo más. Sí, cada segundo, que él era el único que sabía cómo crecían sus sentimientos, y nadie podría contradecirlo, mucho menos los amargados de sus amigos que se burlaban de la cara de idiota que tenía cuando estaba con Kouyou.

Lo conocía desde que tenían nueve años, cuando Akira había entrado al equipo de fútbol de la escuela elemental. En ese entonces, Akira era un niño pequeño con expresión ceñuda, y Kouyou era más alto que él, mucho más que ahora, por lo que le había defendido en algunas ocasiones de los niños más grandes. Kouyou había sido de los pocos niños que le buscaban incluso si él era tan tímido como para hacer amigos, por eso había terminado entablando una amistad con él con más rapidez que con cualquier otra persona.

Conforme habían pasado los años, ambos habían crecido. Akira dejó de ser tan bajo, aunque nunca pudo superar a Kouyou. Pero su inseparable amigo había dejado de ser su niñera y él había aprendido a cuidar de sí mismo, así como de él. Y así como crecían en estatura y fuerza, también lo hicieron en sus emociones.

Cualquiera que les viera, incluyendo sus familias, decían que eran los mejores amigos, que nunca podrían pelearse por tonterías y que serían amigos toda la vida. Sin embargo, muy pronto se dieron cuenta de que lo que sentían el uno por el otro no iba encaminado al cariño que se le tiene a un amigo, y mucho menos se veían como hermanos. Cuando las hermanas de Kouyou le decían que era como un hermanito más, Akira no se sentía nada cómodo. Kouyou no era como su hermano. Y bueno, se atribuía el logro de que él descubrió primero que el castaño le gustaba, pues este era tan despistado que parecía no pensar en nada más que en por qué la luna lo seguía cuando caminaba.

 

Todo había explotado cuando le besó por primera vez. Se dio cuenta de por qué no había sentido eso con ninguna chica a la que hubiera besado antes: siempre había estado enamorado de Kouyou. No estaba seguro desde cuándo, pero sabía que era algo tan fuerte que no había nacido de la noche a la mañana.

Tenían diecisiete cuando, con la cabeza agachada y las manos temblando, se habían atrevido a ir donde la madre de Akira y decírselo: “Estamos juntos”. No eran sólo mejores amigos. Y su madre, como la persona más maravillosa del mundo, les sonrió y exclamó que se habían demorado bastante, antes de continuar cocinando lo que sea que cocinara en ese momento, no lo recordaba, probablemente pasta o arroz.

Habían crecido juntos, uno al lado del otro, sin miedo a ninguna de las miradas que les pudieran dar y sin miedo a los comentarios que pudieran estar en contra de ellos. Se enorgullecía de esto, de nunca haberse vencido ante ningún problema y poder continuar juntos. Formaron la banda junto a Ruki, y después vino Aoi, luego llegó Kai. Pero desde el principio había sido un sueño de ellos dos.

Y ahora tenían ya dos años de haberse casado. Mientras Kouyou tocaba la guitarra, sentado en uno de  los sillones de la sala de ensayos, se  podía ver en su mano derecha el anillo dorado que le había dado hace más de dos años. Su aniversario había sido hace dos meses. La concentración era notoria en su rostro, y cuando se dio cuenta de que le miraba, Kouyou formó una sonrisa que casi fue deformada por una suave risa. Dios, ¿cómo era así de hermoso?

Takanori acostumbraba golpearlo cuando pasaba mucho tiempo observándole, pues entonces no prestaba atención a nada que ocurriera alrededor. Pero estaba seguro de que no era su culpa; cualquiera tendría cara de idiota si estuviera casado con aquel hombre hermoso y divertido.

—En serio, ¿no necesitas que  te electrocute para que despiertes?

Akira rodó los ojos y dejó de mirar a su pareja para prestarle atención a su amigo. Sí, Ruki apoyaba su relación y todo eso, pero parecía querer más atención para él que la que recibía Kouyou. Esto divertía al castaño, pero no tanto a él.

 

***

 

El ensayo había sido tranquilo. Sin contar los múltiples gritos de un estresado y enojón líder, quien le reprochó más de una vez no seguir el ritmo, pero bueno, eso era muy común. Lo bueno era que habían terminado por hoy, así que tenía una larga tarde en compañía de su esposo. Podrían ir a algún restaurante y comer, y tal vez después vagar un poco por la ciudad o volver a casa. Cualquier cosa estaba bien.

Caminaban juntos, sujetando la mano del otro mientras se dirigían al estacionamiento. Kouyou colocó su guitarra en la parte trasera del vehículo y él no tardó en hacer lo mismo. A veces manejaba él, y otras veces lo hacía su pareja. Esta parecía ser una de las veces en que Kouyou se sentía demasiado perezoso para conducir, pues subió al instante al asiento del copiloto. Esto no le importó en realidad.

Cuando estuvo en su lugar, todavía sin colocarse el cinturón, se aproximó hasta el castaño para besarle por algunos segundos. Era una tortura permanecer tanto tiempo lejos de sus labios, así como de sus brazos. Era mucho más cariñoso que Kouyou, pero este no se quejaba nunca, estaba seguro de que le gustaban sus atenciones. No obstante, no pudo ignorar el que su esposo se apartara con cierta expresión de malestar antes de que él decidiera apartarse.

—¿Todo bien? —Kouyou asintió con una suave sonrisa y se colocó el cinturón de seguridad. Pero Akira no estaba tranquilo, ¡Kouyou no rechazaba sus besos! —. ¿A dónde quieres ir a comer?

—¿Por qué no vamos a casa?, no me siento con ánimos de estar en la calle.

“Por supuesto”, exclamó Akira antes de inicar el trayecto a su departamento. Suponía que debía sentirse enfermo o algo así, Kouyou no había estado comiendo bien en los últimos días. ¿Algo de lo que él había cocinado le había hecho daño? ¡Ah!, ¡él le había advertido que no era un buen cocinero!

Con todas esas dudas en su cabeza llegó hasta el edificio donde vivían. Hicieron el mismo recorrido de siempre hacia el departamento, cada quien con su instrumento, saludando a la señora que salía a caminar a esa hora, subiendo por el elevador y llegar a estar detrás de la puerta que los separaba del resto. Pero si le había hecho daño su comida, ¿no estaba mal que cocinara de nuevo? ¡Pero Kouyou no podía cocinar si estaba enfermo!

 

—¿Pediremos comida? 

 

Kouyou dejó su guitarra en el sofá y se aproximó hasta él, tomando su mano para guiarlo hasta uno de los sillones desocupados. Rodeó su cuello y juntó sus labios en un lento beso, al cual Akira por supuesto no se negó y abrazó de inmediato al más alto. “Te amo”, susurró entre sus labios y tras escuchar una breve risa de sus labios, Kouyou soltó un “Lo sé”.

—Tengo algo que decirte, Akira —Kouyou se separó de él, colocando sus manos en sus hombros para que le prestara atención.

—¿Es algo malo?

Akira era realmente nervioso y ansioso, no podía hacer tanto suspenso porque empezaba a pensar de más. ¿No es ese el inicio de una conversación cuando tu pareja está a punto de dejarte? No, no. Estaba exagerando de nuevo. Pero es que Kouyou se tomaba mucho su tiempo para hablar, ¡ni siquiera había respondido a su pregunta! Pero no podía ser algo malo si estaba sonriendo, ¿verdad? Ah, ¿por qué sonreía?

 

—¡Vamos a ser papás!

 

De nuevo el tiempo quería jugar con su mente, haciendo que pareciera aquel momento más lento de lo que debería. La sonrisa de Kouyou se había ensanchado, sus ojos se habían achicado y abrió sus brazos como si esperara que Akira lo abrazara. Su voz fue recibida por sus oídos de una forma extraña: con el tiempo había sido más lenta y grave y ahora era un bucle que se reproducía en su cerebro una y otra vez.

Akira formó un intento de sonrisa, que no debió ser nada satisfactorio pues la emoción de Kouyou hubo bajado de golpe y ahora le veía con una ceja alzada.

—¡Qué bien! —exclamó y su boca se quedó abierta, como si supiera que debía decir algo mucho mejor que eso o Kouyou terminaría por estar más incómodo que ahora —. Quiero decir… Dios, estoy muy sorprendido. Yo —titubeó—, no sé qué decir, esto no lo esperaba.

—Se nota —musitó el castaño.

—¡No, no! —Akira dio un paso en su dirección y luego se acercó hasta poder rodear a su esposo. Lo estrechó con fuerza, algo que debió haber hecho desde el principio y besó sus labios varias veces —. Estoy muy feliz, en serio. Sólo no creí fueras a decirme algo como eso, y tengo muchas dudas. Pero sé que todo estará bien.

—¿Qué clase de dudas? —El castaño formó una sonrisa, reprimiendo una segura risa—. Yo soy quien va a tenerlo. 

Akira se separó para poder verlo y su expresión facial mostraba que no estaba del todo de acuerdo. ¡Él iba a tener muchas cosas difíciles también!

—Sí, pero… ¿qué se supone que haga con un bebé?, ¡no hemos pensado nada, Kouyou! —exclamó, notoriamente nervioso —. ¿Cómo se llamará?, ¿tendremos que mudarnos?, ¿a qué escuelas irá?, ¿qué querrá ser de grande?, ¡¿y si no le gusta nuestra música?! ¡Qué tal si es alérgico a las aves y tengo que regalar a mis ninfas!

En un principio, el guitarrista quiso responder a sus preguntas, pero desistió al ver que cada una era más ridícula que la anterior y tan sólo se mantuvo escuchándolo, confundido pero sin deshacer su expresión de diversión.

 

***

Kouyou le había asegurado que no tendría que deshacerse de Keiji y Oscar, pero él le dijo que no podía saberlo hasta que el niño o niña naciera. El castaño no había querido seguir escuchándolo y mejor había llamado a la pizzería para poder comer algo, pues el hambre había regresado. Sin embargo, dos horas antes Kouyou había vomitado las cuatro rebanadas de pizza que había comido. Aunque no estaba tan mal, pues ahora mismo estaba ya recostado a su lado, con la espalda descubierta en su dirección y la respiración acompasada; ya debía estar dormido.

Por su parte, él no dejaba de dar vueltas en la cama.

Entendía a la perfección que Kouyou era un hombre, y que podía embarazarse porque tenía esa condición. También entendía cómo se hacían los bebés, y que se había follado a Kouyou muchas veces como para que esto no fuera a suceder. Pero de todos modos tenía muchas preguntas, y su esposo no parecía estar preocupado por ninguna de sus cuestiones, puede que ni siquiera las tuviera.

Se pasó las manos por el rostro, soltando un gruñido frustrado. Él no se sentía preparado para ser padre. No es que no quisiera tener una familia… ¿pero no era todo un infantil a la edad que tenía? Joder, que le encantaba pelear todo el día con todos sus compañeros de banda y decían era el de peor genio después de Yutaka. Ese niño no merecía tener un padre tan poco centrado.

¡Y bueno!, ¿qué debían hacer cuando fueran de gira?: ¿llevarse al bebé y hacer que cada uno lo cuidara por ciertas horas?, ¿y si se ponía de mal humor cuando ensayaban porque odiaba cómo Yuu tocaba la guitarra?, ¿o no quería comer porque, obviamente, detestaría si Yutaka llegaba a cocinar?

Tiró de las cobijas para cubrirse por completo y se apegó al cuerpo de su pareja, rodeando su cintura y hundiendo su rostro en la espalda de este. Le escuchó suspirar pero no se movió. La mano de Akira se dirigió al abdomen de este y con cierta duda lo acarició. Sólo necesitaba dormir pronto.

 

***

—Akira. Amor, ya despierta—esa era la voz de Kouyou, quien movía un poco su brazo para intentar despertarlo.

Akira se quejó, dando una vuelta para intentar ignorarlo. Escuchó la preciosa risa de su esposo, pero ni así consiguió abrir sus ojos. Escuchó un “los niños están en la sala, no tardes”. Se mantuvo en su misma posición un instante y al siguiente se despertó de golpe. Akira abrió los ojos y buscó a Kouyou pero este no estaba. … ¿Los niños?

Se bajó de inmediato de la cama y corrió en dirección a la sala al no comprender qué demonios pasaba. ¡No tenían niños!, ¿no se supone que apenas se había enterado que su esposo estaba embarazado?, ¿cuándo había tenido a más de uno?

Sus dudas se pararon de golpe en cuanto llegó a la sala de estar. Akira se quedó helado, viendo a tres pequeños niños, de no más de dos años, eso suponía, sentados en un sofá, viendo la televisión. Sólo podía ver sus pequeñas cabezas estando ellos de espaldas. Fue rodeando el sofá hasta conseguir verlos y entonces un grito salió de su boca.

 

 —¿Qué pasó? —Kouyou llegó de pronto, agitado y con una escoba en una mano.

 

Los tres bebés tenían el rostro de Takanori, Yuu y Yutaka, infantilizados, claro. ¡Pero esto no parecía alarmar a Kouyou!, quien seguía viéndolo con duda, y aquella escoba que sólo Dios sabía por qué traía.

 

—Papá ha enloquecido —afirmó el bebé con cara de Ruki.

—Te dije que no debías obligarlo a comer tu pastelillo hecho de plastilina —esta vez fue el bebé con rostro de Yutaka —. ¡No importa si decía que no era tóxico!, a veces las etiquetas mienten.

—¡Debía comerlo!, era el mejor pastelillo que había hecho en mi vida.

Yuu sólo… él sólo estaba comiendo cereal y leche de un bowl sobre sus piernas. Y ninguno de los tres había apartado sus ojos de la televisión, donde veían una caricatura que en su vida había visto en algún sitio. Akira fue directo donde Kouyou y lo llevó con él a la cocina. Su esposo estaba cada vez más nervioso, debía creer que sí había enloquecido. Y él empezaba a creerlo también.

—Amor… ¿por qué esos tres son nuestros hijos?

Kouyou parpadeó y soltó una risa como si creyera que era una mala broma.

—¿Qué dices?, ¡pues porque lo son! —bufó. Eso debía sonar realmente mal considerando que Kouyou estaba seguro de que esas tres cosas eran sus hijos. Akira no supo qué decir, así que tan sólo asintió, aterrado.

Su terror se acrecentó cuando vio al pequeño Ruki corriendo con su bajo entre sus manos, siendo perseguido por los otros dos. Akira dejó de preguntarse lo extraño que todo eso era para intentar salvar su preciado instrumento.

—¡Suelta eso, Takanori!, ¿quién te lo ha prestado?

 

Akira tuvo que perseguir todo el día a esos niños que intentaban romper y deshacer cualquier cosa que encontraran en su camino. Kouyou no estaba la mayor parte del tiempo, y esos que se hacían llamar sus hijos eran un completo desastre.

 

—¿Para qué es esto? —había preguntado Ruki al encontrar un encendedor.

 

—¿Puedo jugar con esto? —ese era Aoi antes de tirarse encima un bowl lleno de harina.

 

—¿Por qué te cubres la nariz?, ¿es porque te crees muy feo, papá? —Y ese era Kai, el más tranquilo pero malvado de los tres, incluso siendo un niño.

 

¿Por qué tres hijos?, ¿y por qué ellos tres?, se preguntaba Akira una y otra vez, desesperado.

 

***

Akira soltó un grito, sentándose de golpe. Tenía los ojos muy abiertos y respiraba de forma irregular. Se dio cuenta de que había sido un sueño, pero no estaba en su cama como recordaba. Sus compañeros de banda lo veían de mala manera, a excepción de Kouyou, quien parecía más bien alarmado. Estaba en el sofá de la sala de ensayos. ¿Cómo había llegado ahí?

 

—¿Estás bien, amor?

 

—Tuvo una pesadilla, es tan niña que está asustado porque será papi en unos cuantos meses —Takanori extendía una sonrisa, cepillando el pelaje de su cachorro Coron, esa rata que adoraba más que a sí mismo. 

Escuchó la risa de Yuu por la broma del vocalista. Él tan sólo estaba feliz de que esos tres no fueran sus hijos. Se talló los ojos y parte de su rostro para estar bien despierto, no quería otro sueño perturbador. Kouyou estaba ahora sentado frente a él, con preocupación en sus ojos.

—Todo va a estar bien, ¿sabes? —le dijo en voz baja, buscando sujetar su mano y se aproximó a juntar sus labios en un beso, porque sabía que un beso suyo podía derretirlo.

—¡Tengo una idea! —Takanori se puso de pie de pronto, sujetando a su mascota todavía. Camino directo hasta ellos y se colocó entre ambos, haciendo que Kouyou se separara de él. Akira se sentó como los otros dos, frunciendo el entrecejo —. Ustedes dos necesitan saber cómo cuidar un bebé antes de que llegue, ¡así que debemos ayudarlos como los fantásticos tíos que seremos!

Muy bien, eso empezaba a ser igual de extraño que su sueño.

—¿Vas a conseguirnos un bebé de prueba? —la risa era evidente en las palabras de Kouyou, quien estaba igual de perturbado que él.

Pero ese no era el plan de Ruki.

*

—¡No lo estás cargando bien, Suzuki!, ¡ya te enseñé cómo!

Tanto Yutaka como Yuu reprimían una carcajada segura ante la patética escena. Takanori les había prestado a su preciado cachorro, quien ahora vestía un ridículo trajecito como si de un bebé se tratara, y estaba envuelto en una manta. Ese perro estaba muy lejos de parecer un bebé. Y Akira no tenía ni idea de cómo sujetarlo, porque se removía en sus brazos. Luego fue el turno de Kouyou quien tampoco tenía idea de qué hacer.

Takanori estaba fastidiado, así que lo siguiente fue darles un biberón para que lo alimentaran… Sí, a Coron.

Los otros dos ya no reprimían sus risas, viendo cómo Ruki los obligaba a tratar a Coron como si fuera su hijo. Aquello era simplemente horrible. Lo alimentaron, le golpearon en la espalda, Takanori hizo que le contaran un cuento e intentaran dormirlo, e hizo que Yuu fuera a buscar una tina para que lo bañaran. La cereza sobre el pastel fue cuando, usando un pañal, les hizo aprender a todos cómo cambiar a Coron cuando hiciera sus necesidades. A Yuu y Yutaka también, porque serían los tíos del bebé y sin duda debían saber cómo hacerlo.

Al final estaban exhaustos, y Akira ya no quería saber nada más de esa rata vanidosa. Se tiró de nuevo en el sofá, boca abajo y Kouyou lo hizo a su lado. Sintió su mano sobre su cabello, cosa que le relajó al menos un poco.

—Takanori está loco—masculló.

 

—No lo sé… Coron era adorable.

Akira se levantó de golpe para poder verle a los ojos; debía estar bromeando. Kouyou tan sólo apartó su mano y se encogió en hombros, con una suave sonrisa.

—¿No te gustaría tener un perro?

 

***

—¡No!

 

Kouyou dio un respingo por el grito de Akira, incorporándose hasta estar sentado. Akira también había adoptado esa posición. Respiraba de forma agitada y sentía que su corazón latía con fuerza. Su esposo estaba somnoliento, viéndolo confundido. Aunque pronto notó que se relajó, pues asumía había tenido una pesadilla.

—¿Qué ocurre, cariño? —murmuró, volviendo a recostarse para cubrirse con la cobijas. 

Pero Akira lo destapó al instante para poder ver su abdomen. Kouyou se giró en su dirección, perezoso y con los ojos casi cerrándose por el sueño que tenía—. ¿Estás embarazado?—el guitarrista se talló los ojos, intentando saber si lo que había oído era correcto. Se colocó de costado para verle y asintió. Akira soltó un profundo suspiro, rascándose la cabeza con ansiedad. 

—Akira, ¿soñaste algo respecto al bebé?

 

Akira volvió a sentir pánico por los  sueños que había tenido y empezó a balbucear—: ¡Tú…! ¡Nosotros teníamos tres bebés!, ¡pero esos bebés eran Takanori, Yuu y Yutaka! —su esposo empezó a formar una sonrisa y se reincorporó poco a poco a su lado —. ¡Eran un desastre! Pero eso no es todo, luego soñé que el idiota de Takanori nos hacía cuidar a su rata como si fuera un bebé, ¡y luego tú querías un perro! —Kouyou no pudo reprimir una carcajada ante lo asustado que Akira parecía por esos sueños —. ¡No te rías, Kouyou!, yo no quiero un perro como el de Ruki.

 —Entiendo, amor. Calma, calma —colocó sus brazos alrededor suyo y dio un beso sobre su mejilla —. Noté desde un principio lo nervioso que estabas cuando te dije que íbamos a ser padres, por eso tuviste sueños tan ridículos. 

—No fueron ridículos —se quejó Akira, sintiéndose ofendido de que su imaginación fuera tan extraña.

—Pero —continuó—, no hay qué temer. Yo también estoy asustado, y tampoco sé qué debe hacer un padre. Hemos estado juntos por muchos años: me has cuidado, te he cuidado. Nos enfrentamos a nuestras familias, y nuestros amigos y conocidos para defender lo nuestro. Lo único que este niño o niña necesitará es que sigamos juntos, y que le demos todo el amor que tenemos para él. Podemos hacer eso, ¿verdad? Y no quiero un perro.

Akira le miró, sin palabras para objetar o expresar sus dudas esta vez. ¿Cómo dudar cuando tenía a ese perfecto hombre con él?, no necesitaba nada más para sentirse fuerte y que podría hacer cualquier cosa. Sin duda, quería ese hijo, y otro y otro y otro. Porque quería esa familia que estaba formando con el amor de su vida. Porque Kouyou lo hacía y haría el hombre más feliz en la faz de la Tierra. Le abrazó y juntó sus labios para mostrarle que todo estaba bien y cuánto lo amaba.

 

***

Akira estaba emocionado de que su pequeño Masaru fuera a empezar a ir al preescolar. Era tan pequeño todavía que no quería dejarlo solo. Junto con Kouyou habían puesto en una pequeña mochila algunos útiles escolares, y cosas que eran necesarias. Ahora mismo estaba Masaru comiendo sus cereales en la mesa, viendo el televisor en el canal de caricaturas. El niño era idéntico a Kouyou cuando era pequeño, pero su cabello era más oscuro, como el de Akira. Llenaba sus mejillas de hojuelas y leche, y eso era simplemente adorable. 

Kouyou se sentó a su lado habiendo salido recién de la ducha y sonrió al ver a Akira tan concentrado en su hijo —. ¿Todo bien?

—Necesitamos tener otro, ¿por qué se parece tanto a ti y no a mí?

Kouyou alzó una ceja, divertido. Se encogió en hombros y luego estiró sus brazos —. Bueno, es curioso que lo menciones porque…  ¿sabes?, ayer fui al médico.

Las cejas de Akira se alzaron y su cuerpo entero se giró en dirección a su esposo. Su expresión mostraba que quería que continuara, ¿era lo que creía que era? Kouyou asintió de inmediato, con una sonrisa, y él lo abrazó, exclamando de júbilo.

 

—Sólo no vayas a soñar que se transforma en Coron o algo así, por favor.

Notas finales:

¡Bueno! Eso es todo. 

Felicies fiestas. 


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