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Piérdeme el respeto (Boku no Hero - One Shot) por CEternivy

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Notas del capitulo:

Crossposting de Wattpad (@CEternivy)

En el interior del aula de la clase color crema, con cortinas amarillas que estaban abiertas enseñando la dicha del amanecer, los niños observaban con total curiosidad e interés a aquel chico de cabello azul que se encontraba al frente de todos ellos, delante del pizarrón de tiza. Un alumno nuevo había llegado al lugar.

Varios pares de pequeños ojos estaban fijos en aquel niño nuevo, un posible nuevo amigo. Estaban preparándose para darle una cálida bienvenida.

 

Sin embargo, el pequeño chico tenía su mirada pegada al suelo, en sus zapatos. Se rehusaba a mirar a sus nuevos compañeros de clase con los cuales tendría que compartir a partir de hoy. Era un chico bastante tímido, sentía su garganta seca e incapaz de soltar palabra alguna. Con su mirada tímida exploró el salón donde estaba ubicado, con su mirada llena de nervios al ver como los ojos de toda la clase estaban fijos en él. Expectantes a que se presente y mencione su nombre para poder referirse a él de alguna manera. Ese chico observaba las paredes ya que era incapaz de mirar a los que le rodeaban, como si buscara su nombre o lo que tenga que decir para presentarse estuviese impreso en estas murallas.

 

Decidió armarse de coraje y presentarse de una vez por todas, aunque sus mejillas estuvieran coloradas como un un lindo tomate.

 

— S—Soy T—Tamaki Amajiki —Mencionó con una temblorosa voz, la cual intentaba esconderse tras sus labios. Sus luceros miraban a cualquier parte, menos a quienes debería dirigirse — Y-Y tengo s-seis años.

 

La profesora tomó la palabra ante la situación. Tenía intenciones de reconfortar a ese lindo niño tímido.

 

— Denle la bienvenida a Amajiki y sean amables con él. — La profesora más tarde se dirigió al niño, mirándole — Harás muchos amigos aquí. Así que quédate tranquilo. — Le susurró con suma amabilidad.

 

La profesora usó un tono suave para confortar al chico, quién estaba temblando desde sus piernitas por haberse presentado. Tamaki fijó sus ojos en la mujer, para luego notar que apuntaba con su dedo a un asiento vacío al final del cuarto al lado de un niño rubio con luces celestes en su iris, que le miraba fijamente a los ojos junto a una clara emoción y un aura malditamente agradable.

 

— Podrías sentarte junto a Togata, te llevarás bien con él. — Le sugirió la mujer que tenía sus años encima, y dio unos suaves empujoncitos para que empiece a caminar.

 

Caminó entre los asientos, para luego mirar al rubio, quien le correspondió al gesto con una bella sonrisa de oreja a oreja. Se sentó en su pupitre y fue sorprendido por el chico.

 

— ¡Soy Mirio Togata! — se presentó, tendiendole la mano — ¡Pero puedes llamarme Mirio! — Exclamó con emoción, al ver que tenía un nuevo amigo con el cual conversar.

 

Amajiki iba a intentar contestarle al chico a su lado a pesar de ser tartamudo con gente nueva, sin embargo fue interceptado por sus palabras que sólo salían de su boca. Como si se apilaran entre sus labios y salieran al igual que un chorro de agua.

 

— ¡Tu nombre es muy lindo! — Le halaga, acercándose al nuevo, poniendo su pupitre un poco más cerca del de Tamaki — ¿Usa el Kanji de “Cielo”? — Amajiki asintió rápidamente moviendo su cabeza en señal afirmativa — ¡El mio tiene este Kanji! — Mirio empezó a escribir el carácter “A través” en su cuaderno — ¡Pero es más lindo el tuyo!

 

Tamaki se sintió nervioso y algo acorralado a pesar de no estarlo físicamente, pues Mirio le bombardea con preguntas para luego formular otras en vez de dejarle responder, al parecer es algo hiperventilado o solo está muy emocionado con la llegada de un niño nuevo, le agradaba ese chico, no parecía ser mala persona. Sin embargo no pudo evitar el sentirse mareado con ese ataque repentino con su llegada.

 

El rubio después de unos minutos y varias preguntas formuladas y por formular, tomó consciencia de lo que hacía, cayendo en un sonrojo y rascándose la sien avergonzado. Pues se había hiperventilado un poco con ese chico.

 

— Ah, lo siento. Creo que me emocioné, es que… ¡Te ves genial! — Mirio regaló otra de sus bellas sonrisas, causando un sonrojo en el azabache, removiendo algo en el estómago de este. Era una sensación bastante agradable.

 

— G-Gracias… M-Mirio. — Agradeció avergonzado, le ponía rojo que le digan tales cosas.

 

Cada día y año, Mirio y Tamaki se volvían más cercanos, obviamente el anterior mencionado no había abandonado su timidez. Sin embargo, desde la aparición de su nuevo amigo, fue capaz de mostrarle una nueva faceta propia, una tranquila y calmada. Los nervios no existían al tener a ese chico a su lado, se volvían insignificantes o perdían el control del azabache en su presencia.

 

Un día y por una tarea, debían de exponer un tema a sus compañeros de clase. Tamaki se preparó por bastante tiempo, para evitar los nervios de no recordar cierto término. Incluso estudió junto al rubio torpe, ya que haría lo posible para alejar los malditos nervios de su mente. Cuando el momento llegó y minutos antes de pasar al frente cerca del pizarrón, Amajiki estaba hecho un manojo de nervios mientras temblaba. Imaginando cómo podía fallar y proyectando la vergüenza que pasaría si eso pasara. Era incapaz de alejar ese desagradable sentimiento de su ser, que consumía su joven alma inexperta.

 

— No te preocupes, lo harás genial. — Una voz reconfortante hizo aparición

 

El azabache observó en dirección a esa frase anteriormente mencionada, obviamente reconocía al dueño de aquella voz que le calmaba de forma extraña y anormal. Una vez fijó sus ojos negros en los azules del rubio, una seguridad acogió y abrazó su inseguro corazón.

 

Sorprendentemente y de inmediato puso sus pies en la tierra con esas palabras, mientras que el rubio acariciaba la mano del más alto en aquel momento, pues le encantaban las manos de su amigo. Eran suaves, finas y delicadas, se aprovechaba de eso y las tocaba como gustaba. Reconfortando y preparándolo para lo que venía.

 

— E-Estás seguro que y—yo… — Tamaki era la inseguridad en persona, tan pronto hizo una pausa desvió sus ojos hacia otro punto del salón.

 

— Yo sé que lo harás bien. — Concluyó su amigo — ¡Te tengo fé! — Exclamó.

 

Lamentablemente para Tamaki, hizo presencia la voz que no quería escuchar:

 

— Ahora es el turno de Amajiki — La profesora pronunció el nombre del chico, esperando a que este hiciera aparición.

 

Tamaki abandonó los nervios, dirigiéndose al frente, junto al pizarrón y observando a sus compañeros de clase. Ese sentimiento de ansiedad quería regresar a tomar el control del azabache, pero antes de que esto pase fijó sus luceros en el chico rubio que le miraba con atención, fé, comprensión y cariño.

 

Con sólo mirarle y recordar esas palabras dichas recuperó su cordura, tomando una bocanada de aire e iniciando su presentación con total éxito.

 

Era sorprendente el hecho de cómo los nervios se hacían humo, dispersandose y volando lejos de su mente con sólo la brillante presencia de Mirio, esa misma presencia que iluminaba su vida. Pues nadie es más brillante que Togata, quien es orgullosamente su amigo desde los seis años y se ha mantenido así hasta los doce.

 

Tras el pasar de los años y cumplidos los catorce, Mirio y Amajiki con el inicio de la adolescencia, empezaron a sentir cierta atracción hacia el otro. Lo sentían algo extraño e incómodo sinceramente.

 

Corazones acelerados como si hubiesen estado corriendo en una maratón, sonrojos crecientes que teñían traviesamente sus mejillas más seguido, esa necesidad creciente de cuidar al otro siempre se presentaba en ambos, pero más en el rubio sobreprotector. Era bastante celoso y eso hacía reír a nuestro tímido (pero no tan tímido a la vez) azabache, querer estar a su lado; eran prácticamente inseparables, ya que habían construído algo demasiado hermoso durante todo este tiempo por el que han caminado acompañados por el contrario.

 

Embobarse con el aroma del otro, perderse en la mirada que reflejaba a su compañero, esa sonrisa capaz de iluminar la más oscura ciudad y calmar la tormenta interior más brutal. Esa figura que lentamente abandonaba la esencia infantil con la que se conocieron ese día, despidiéndose y a la vez saludando para lo que viene, la adultez.

 

Mirio hacía lo posible para ocultar el hecho de que estaba mirando a su amigo, que realmente se volvió bastante guapo, aunque seguía delgado y había crecido un par de centímetros, quedando a la par de él. Ya que él desarrolló una musculatura bastante llamativa para las chicas del salón. Y para Amajiki obviamente, quien se perdía en ese pecho y brazos fuertes, deseando que le sostenga con fuerzas cuando más le necesite.

 

Con quince años tuvieron cierta noción del por qué tenían ese sentimiento tan extraño, que jugaba con sus corazones jóvenes de forma traviesa. Desconocían el origen de tales sentimientos nuevos.

 

Realmente estaban enamorados del otro, no era admiración lo que sentían. Era el mítico sentimiento que causa confusión, decepción o alegría en los jóvenes.

 

¿Qué tan difícil es decir “Te amo”?

 

Ambos estaban por descubrirlo. Estas dos palabras con múltiples usos que han deformado su significado de una manera radical en nuestra era. Una frase que carga con tremendo peso emocional, capaz de expresar mil y un cosas a otras personas con respecto al sentir propio.

 

¿Pero qué deberían de decirse exactamente? Si recapitulan sus vivencias, como si miraran las hojas anteriores de un libro llamado “Nuestra vida juntos”. Descubrirán que también han deformado esta frase con sus “múltiples” usos.

 

“Amo tu sonrisa”, “Amo este juego”, “Amo tus ojos”, etc. Entre otras frases que se dedicaban cuando no entendían el verdadero significado y peso del amor.

 

El rubio con torpeza pensaba acerca de la definición de amor. ¿De verdad lo que sentirá por Tamaki será el significado del amor? Intentaba no colorar sus mejillas con los recuerdos del rostro del azabache. Se tenían un inmenso respeto mútuo, reconocieron sus capacidades y valores, son capaces de caminar y afirmarse estando codo a codo como compañeros de toda la vida. Pero no podían evitar que sus corazones hicieran una revolución en sus pechos, una verdadera pelea entre sus mentes y sentimientos.

 

No sabía si asimilar o no, tal vez se estaba confundiendo sus emociones y no quería lastimar a su Tamaki debido a que no supo diferenciar amistad y amor, se le han quitado las ganas de hacerlo desde que vió como sus compañeras fueron víctimas de esa ensoñación que produce el amor, para luego romper sus corazones en miles de pedazos. Teniendo que ser consoladas por sus amigos más cercanos.

 

No quería que su Tamaki fuese víctima de aquello y menos que fuese él quien lo haga llorar. Pues quería demasiado a ese chico; todo su corazón deseaba cuidar a ese indefenso chico (a sus ojos) y resguardarlo en su pecho, mientras le susurra cosas hermosas a su oído.

 

Caso contrario al del azabache, quien intentaba ensayar su confesión de amor para su primer amigo y su primer amor. Estaba totalmente seguro que ese latir irregular en su corazón no es taquicardia ni temor. Es netamente amor en un sentido muy transparente.

 

Mentalmente se repetía a sí mismo cuanto lo amaba, intentando que esas palabras escapen de sus labios de una vez por todas. Sin embargo las volvía a tragar, causando un círculo vicioso en su interior.

 

“¿Por qué es tan difícil decir sólo dos palabras?”

 

Esas palabras arañaban su corazón, rogando por salir y materializarse para ser escuchadas por su amado. Si esas palabras rezaban por escapar de sus labios ¿Por que eran imposibles de soltar? ¿Por qué debe de guardarse su confesión rebosante de sinceridad? Al parecer se frenaban a sí mismas por culpa de la timidez de Amajiki.

 

No era momento de que sus debilidades interfieran con su corazón. Es cierto, él por primera vez ama a alguien con esa intensidad. Pues su corazón es bastante inexperto en estos temas. Se caracteriza por ser joven, virgen e inmaculado hasta que fue tocado y conquistado por aquel niño tan brillante y cálido como el sol, a tal punto que deseaba regalarle su corazón a Mirio. Para que le cuide, proteja y ame, con besos de sinceridad, gestos que arden de pureza, que le observe con otros ojos, con esa misma mirada que usan los adultos para observar a su pareja, con la que estarán durante el resto de su vida.

 

Nejire, una chica de su clase y mejor amiga de ambos estuvo animando a su amigo, empujándolo hacia Mirio para que confiese su amor. Gracias a ella, Tamaki empezó a tener un poco más de seguridad, debido a que Nejire le dijo que ella estaría para apoyar e intentar que se reconcilien después de las peleas de pareja que estos dos tengan.

 

“Si el amor es puro y sincero, que importa si se da entre dos caballeros” Le mencionó Nejire, mientras reconfortaba a Amajiki, dando palmadas en la espalda en señal de apoyo.

 

Durante semanas estuvo pensando en estas palabras, intentando sacarlas de su cabeza para definirlas con sus labios. Practicando frente a su espejo las veces que fuesen necesarias para poder expulsar esas palabras.

 

Y llegó el dichoso día, donde reunió todo su valor para poder enfrentarse a sus sentimientos. Ya que quería a ese hombre a su lado, y no como amigos.

 

—¿Pasa algo, Tamaki? —Preguntó el rubio al notar que había actuado extraño ese día y por una razón desconocida.

 

De camino de regreso a sus casas, ambos se iban por la misma ruta mientras charlaban animadamente. Pero Mirio notó el extraño comportamiento del azabache, quien hacía lo posible por no mirarlo y no había soltado palabra alguna. Debido a la vergüenza de lo que pasaría a continuación.

 

—He notado que no me has mirado en todo el día. —Se quejó el rubio, triste

 

El rubio presentó sus quejas, al respecto de la situación. Se sentía dolido, pensaba que le había dicho algo malo o hecho algo que molestó profundamente al chico que le gusta (Pero él aún no lo nota, ya que es un torpe).

 

—¿Eh? L—Lo siento. —Tamaki supo que era el momento de soltar toda la sopa, de modo que detuvo su caminar.

 

—¿Tamaki? —Mirio estaba confundido con el semblante del chico, estaba tan rojo como un tomate. Posiblemente se resfrió o algo parecido.

 

—Mirio, hay a—algo que debo decirte. —El azabache supo que no había vuelta atrás. Ahora o nunca.

 

—Claro, tu ya sabes que puedes contarme lo que quieras. Somos amigos, después de todo.

 

Tamaki enfocó su mirada en los ojos del otro, para luego tomar la palabra.

 

—Ese es el problema, somos “amigos”.

 

Esa palabra dicha de esa manera, hirió un poco al joven. No sabía cómo debería de tomarlo.

 

—¿No te gusta ser mi amigo? —Mirio no entendía el punto de la conversación que estaban teniendo, ni a dónde se supone que iría.

 

—Claro que me gusta, pero ese el problema. —Tamaki hizo una pausa, mientras le tomaba del brazo— Te quiero demasiado, no puedo verte con los mismos ojos con lo que te miraba hace 8 años, tampoco siento lo mismo en comparación a ese tiempo. Lo siento más… “Especial” —le costó encontrar la palabra correcta— Cada momento contigo es especial, es lindo y—y yo no puedo sentirme de la misma manera, supongo que tu me ves como un amigo. Pero yo no lo hago.

 

Mirio empezó a unir las palabras como si jugara a “unir los puntos”, descubriendo el motivo de la conversación.

 

—Lo que quiero decir es que… Me gustas. —Tamaki dijo esas palabras con suavidad, como si las susurrara al viento en vez de decirle a Togata.

 

—¿Qué dijiste? —El rubio no escuchó una mierda de lo que dijo Tamaki—

 

—¡Tú! —hizo una pausa— Me gustas. —Se sonrojó fervientemente hasta las orejas, como si se ocultara tras una defensa.

 

No sabía describir lo que estaba sintiendo ahora mismo, su interior estaba revolviéndose mientras que su corazón golpeaba su pecho. Estaba confundido ahora mismo, pero inmensamente feliz al saber que sus sentimientos eran recíprocos y no del todo exclusivos. Mirio quería gritar en ese momento.

 

No supo cómo responder con palabras, de modo que dejó que su cuerpo expresara lo que estaba sintiendo. Mediante un dulce abrazo, donde estrecho al menor contra su pecho.

 

—No sé qué decir, Tamaki. Yo me siento...raro contigo, me dan ganas de tocarte, abrazarte y me pongo muy feliz con tenerte a mi lado. —Togata le susurraba al oído, provocando más vergüenza en el menor.

 

Tras ese día, Mirio caminaba de la mano con el avergonzado chico. Hasta llevarlo a su casa, para que llegue a salvo.

 

—N—No era necesario que me acompañes hasta casa —Alegó Tamaki

 

—Claro que lo era. ¿Y si te pasaba algo en el camino? Además, no me cuesta nada hacerlo.

 

Mirio era alguien bastante sobreprotector si se trataba de su dulce azabache.

 

Por otra parte, Amajiki estaba inmensamente feliz de ser el novio del rubio. Era tan dulce, atento, tierno, sobreprotector, respetuoso, un poco celoso. Sin llegar a lo enfermo pero tampoco a lo despreocupado.

 

Si resumimos su noviazgo, rara vez Mirio le tomaba de la cintura, nunca ha bajado sus manos a aquellas partes íntimas. Solía besarlo solamente en los labios, manos, mejillas y frente.

 

Sus besos se caracterizaban por ser castos, puros e inocentes, sin intenciones sucias. Ni otra razón más que hacerle sentir amado, respetado y apreciado.

 

Y esto se repitió durante sus dos años como pareja oficial.

 

Solían jugar en la consola o estudiar juntos en una casa. Cuando Togata preguntaba si quería estudiar a en su casa, a veces Amajiki imaginaba que quería compartir la misma cama. Pero siempre se equivocaba, era como si el rubio no conociera los toques sexuales.

 

Tamaki estuvo analizando la situación, mientras estaba acostado en su cama. Abrazando la chaqueta de Mirio que le había prestado ayer, la cual traía su dulce aroma en la tela. Le extrañaba, pero esa prenda le ayudaba a recordarlo.

 

No decía que esté mal el hecho de llevar 3 años con 5 meses y que nunca se hayan tocado de una forma sexual o no tener besos franceses. Al contrario, se sentía feliz de que su novio le respete tanto al nivel de no obligar a hacer ese tipo de cosas y preocuparse solamente por su satisfacción personal.

 

Pero el deseaba en el fondo de su corazón que su pareja recorra su piel desnuda con las yemas de sus dedos, entre besos calientes. Le cubra de besos el cuello, succione y deje marcas moradas para revelar que tiene un dueño. Lo acueste en sus piernas y le dé nalgadas hasta dejar impresa su mano, que lo vuelva loco en la cama; hacerle perder la noción de sus sentidos y destrozarle su atractiva espalda con las uñas. Que le ponga un collar de cuero y lo folle duro mientras tira de este, obligándole a gritar por el placer.

 

Que le tire del cabello mientras le hace un oral, y le obligue a tragar su semen sin dejar ni una gota.

 

Tenía fantasías bastante subidas de tono con su novio de protagonista, le gustaría que Togata le azote con sus manos o con ayuda de un látigo por todas las partes de su cuerpo, mientras que él está amarrado a la cama, con sus ojos vendados, suplicando que le penetre, desesperado por su tacto y que le llene con su miembro erecto. Que le ahorque con sus manos y cortarle la respiración antes de que llegue al orgasmo.

 

Demonios, gracias a su imaginación tenía una erección. Además de que estaba abrazado de la chaqueta de Togata, la cual hacía más realista sus fantasías.

 

Cerró sus ojos y se bajó los pantalones; aspirando el aroma de Mirio, su droga.

 

Buscó la vaselina en su mesa de noche, para luego acostarse boca abajo y levantar su trasero para empezar a acariciar su entrada, meterse un dedo con suavidad, luego selló sus labios para evitar el soltar los sonidos sucios provenientes de su boca.

 

Su interior succionaba los dedos, estaba totalmente caliente y apretado. Pero con ayuda de su imaginación junto a la chaqueta. Imaginaba que su novio era quién le penetraba con los dedos, haciéndole endurecer aún más.

 

Le era complejo el alcanzar su punto dulce con los dedos, de modo que nunca se lo ha estimulado, estaba demasiado lejos y sus dedos no servían para la tarea.

 

Repitió múltiples veces el nombre de su novio en su mente, con sus ojos cerrados, mordiendo la chaqueta e insertando otro dedo en su interior, moviéndose como si fueran tijeras y acariciando cuidadosamente su interior.

 

Sus sabanas se mancharon con el líquido preseminal que goteaba por la excitación.

 

Deseando que Mirio se encargue de su miembro despierto, se masturba a la vez que estimula su dulce entrada no tan virgen la cual se retuerce ansiosa en busca de más contacto.

 

“Las manos de Mirio son más grandes que las mías” Se lamentaba, imaginando que podría llegar al orgasmo sólo con esas manos tocándole esos puntos que tanto le excitan.

 

Estaba agitado y movía sus caderas, su cuerpo quería algo más grande que sus dedos. Quería el pene de Mirio en su interior para que le haga estremecer y gozar, que le arranque su virginidad con su virilidad.

 

Empezó a sentir el orgasmo bastante cerca, esa sensación que le recorre de pies a cabeza como un cosquilleo junto a su miembro mojado, goteando el semen y escurriendo.

 

Continuó con sus movimientos hasta que su miembro escurre el chorro de semen, dejando impresa la sustancia en las sábanas y cayendo agotado, mientras caía agotado a la cama. Con su respiración completamente agitada mientras suspiraba, deseando que Mirio esté a su lado.

 

Se levantó de la cama para ir al baño a ducharse, apenas volvió. Revisó su celular, encontrando a su novio online en la aplicación de mensajería. Decidió charlar con él un rato, abriendo su chat y escribiendo un saludo para su pareja:

 

 :

 

Hola amor (♡˙︶˙♡)

 

Mi novio (≧—≦) ♡ :

 

¡Tamaki! ❤❤❤❤ ¿Cómo estás?

 

Tu :

 

(’–’)♡ Todo bien corazón, aunque

 

(。•́︿•̀。) te extraño bastante.

 

Mi novio (≧—≦) ♡:

 

(。•́︿•̀。)

 

¿Puedo verte mañana?

 

Tu :

Σ(°–°|||)︴

 

¿¡Mañana!?

 

Mi novio (≧—≦) ♡:

|・ω・) Sí

 

¿En mi casa?

 

Tamaki se puso completamente nervioso con aquello, pues acababa de masturbarse mientras pensaba en su pareja.

 

Tu :

(º – º l|l)/

 

¿Y si vamos a un lugar más…?

¿“Público”? (*ノωノ)

 

Mi novio (≧—≦) ♡:

Si tú quieres, no tengo problema.

( ̄– ̄*)ゞ

 

 :

(*/_\)

 

¿Pero qué quieres tú?

 

Mi novio (≧—≦) ♡:

 

Lo que quieras tú, a mi no me molesta el lugar si es que estaré contigo. Mi amor (ノ*°–°*)

 

Vaya, Tamaki si que se puso rojo después de esta frase. Era demasiado fácil si se trataba de sonrojar. Pues con sólo tener la mirada de Togata sobre él, se ponía totalmente rojo.

 

Tú:

 

Entonces

 

(´・—・ ` ) ¿Mañana a las 5?

 

Mi novio (≧—≦) ♡:

 

Obvio, te esperaré ❤

 

Quedaron conversando por bastante tiempo por medio de Whatsapp , entre ligeras risas y un calmo ambiente de enamorados. Ansiosos de que pase rápido la noche para ver a su pareja al día siguiente, Mirio al parecer se durmió primero, ya que no recibió respuesta tras su último mensaje.

 

Tú:

 

(‘˘︶˘‘) Creo que te dormiste.

 

¡Buenas noches cariño! (’–’)☆

 

¡Te veo mañana!

 

Después de despedirse

 

Tamaki estaba esperando a su novio, en la puerta. Estaba demasiado emocionado de poder ver a su brillante pareja.

 

Con ansias de oír el timbre sonar y de caer en los fornidos brazos del mayor, mientras aspira su aroma, relajándose en su pecho y disfrutando de sus caricias en el cabello.

 

Se sonrojo de solo imaginar cómo sería esa escena, sin embargo el sonido que estaba esperando hizo aparición en el ambiente. Perturbando la ensoñación y el corazón de Tamaki, quién corrió y abrió la puerta tan rápido como pudo. Alejando lo que se interponía entre los cuerpos, dejándole el paso libre a Mirio. Quien le sonrió y capturó a su novio en un abrazó junto a un beso, un toque casto y tierno que rebosa inocencia.

 

—¡Tamaki! Te extrañé mucho —Soltó el Rubio, mirándole con ojos de perro. Jodidamente brillantes.

 

—Y—Yo también —Soltó el azabache algo avergonzado, recordando el placer que sintió anoche al explorar su cuerpo y usar la chaqueta de Mirio—

 

—¿Vamos? —Mirio le tendió su mano y la sujetó. Esa misma mano con la cual tuvo fantasías anoche.

 

Amajiki se sorprendió al verlo, y sostuvo aquella extremidad con dulzura. Intentando calmarse y olvidar aquellos recuerdos por el momento.

 

Pasaron el día juntos, caminando por el parque que fue testigo de aquella sincera confesión hace 3 años. Más tarde el azabache fue víctima de la coloración de sus mejillas debido a la cercanía de sus cuerpos, el roce de sus respiraciones y esas miradas virginales que dedicaban al otro. Con un claro sentimiento amoroso.

 

—Mirio —Tamaki llamó la atención de su compañero, e hizo una pausa una vez logró su cometido— ¿Cuándo vamos a…? —El azabache analizó lo que iba a preguntar. Y se calló de inmediato después de pensarlo dos y tres veces en su cabeza.

 

—¿A? —Mirio intentó completar la frase, observando de manera atenta a su novio. Ya que parecía a punto de tomar la palabra, pero a la vez no. Creando confusión.

 

Amajiki decidió se cambiar el rumbo de la conversación una vez sintió la mirada de Mario sobre él.

 

—Es día está bonito ¿N—No? —Buena jugada Tamaki, usaste el clima para distraerlo. También hizo lo posible por no hacer temblar su voz por la vergüenza.

 

—¿Qué querías preguntarme? —Insistió el rubio, pues quedó con la duda.

 

El azabache quedó observando al mayor con un creciente sonrojo, había empezado a temblar por los nervios. Lamentablemente el era de esa manera.

 

—E—Eh… ¡Mirio! ¡Ya dije que no es importante! —Replicó intentando distraerlo por segunda vez del tema que quedó inconcluso.

 

Los chicos estuvieron junto a un ambiente incómodo en aquel lugar. Confusos acerca de “Qué le pasaba al otro” ese día, ya que ambos estaban un poco extraños por diversas razones.

 

Para luego terminar en la casa de Tamaki, pues era costumbre del otro el dejarlo en su casa después de cada cita. Algo que se repite desde hace tres años. Prácticamente desde que son pareja; regresando a la actualidad, su novio le había invitado a pasar. Y claro. ¿Cómo Mirio se podía negar ante esa linda petición? Sinceramente Mirio a veces es incapaz de pedirle algo, ya que Tamaki es bastante tímido a la hora de solicitar algo, por más simple que sea.

 

Después de entrar a la vivienda, subieron las escaleras haciendo carreras para ver quién subía más rápido. Ellos cosas similares de la niñez en los inicios de la juventud, cosas como competir. Ya que se sentían bastante cómodos al compartir con el otro.

 

Mirio se tumbó en la cama del azabache, disfrutando del aroma impregnado en las colchas. A la vez que observaba de esquina a esquina el cuarto. De paredes celestes y algunos pósters, era bastante fanático de ciertas bandas de rock. El cuarto realmente definía a su novio que parece ser recatado, pero esconde un interesante mundo interior, o al menos eso puede ver desde su perspectiva.

 

Por otro lado, el menor quien estaba sentado en la cama y a su lado observaba a su novio mientras le acariciaba el cuello con gentileza, usando las yemas de sus dedos para la tarea. Hasta que llamó la atención de este, ganándose la atención de aquellos zafiros que cargaba en su mirada. Aprovechando que estaban solos, el azabache intentó reanudar el tema que quería conversar hace unas horas.

 

—M—Mirio… —Le llamó la atención, estaba nervioso por lo que preguntaría a continuación, sin embargo reunió todo su valor para esto—

 

Tan pronto observó a su novio atento, no pudo evitar el suprimir el deseo de probarlo de una manera lasciva en vez de reanudar la conversación pendiente. De modo que Tamaki se acostó sobre él y capturó sus labios en un beso suave y duradero, haciendo movimientos galantes y seduciendo la boca del contrario. Besándole de una forma inusual a lo que acostumbran, pues le lamió los labios con vergüenza, y abrió su boca para dejar que el otro explore sin vergüenza su cavidad.

 

Togata por acto natural introdujo su lengua, probando un poco más de su lindo novio, nunca se habían dado un beso húmedo. Y esto le daba un poco de curiosidad.

 

A medida que rozaban sus lenguas, y aumentando el roce que buscaban. El más bajo obligó a que el rubio se apegue un poco más a él, por un tierno abrazo que los unía. El joven capturado decidió dominar un poco más la situación, quedando sobre el azabache debido a que rodaron en la cama a la vez que este se abría de piernas para dejarle pasar. Amajiki cerró los ojos con la estimulación que recibía, se sentía demasiado bien el tener a su novio besando sus labios de esa manera, con devoción y totalmente centrado en estos. Era capaz de sentir la entrepierna de su novio contra la propia.

 

Sin embargo Mirio hizo lo posible por seguir cuerdo y no nublar su mente aún. Evitaba este tipo de besos ya que no quería tocar a Tamaki de una forma que no sea cariñosa, no quería lastimarlo con esos toques sucios. Entonces hacía lo posible por no separar las manos que tenía fijas en los hombros de Amajiki. Deseaba suprimir sus bajos deseos carnales para no corromper a su amado novio.

 

Decidió romper el contacto antes de ir aún más lejos, era muy placentera esa posición, decidió separarse lentamente de la la boca de su amante y dejando un hilo de saliva en el proceso que aún les conectaba. Luego de esto miró a su novio y no saben cuanto se maldijo por haberlo visto, la expresión del joven bajo él era el pecado personificado. He aquí la descripción:

 

Sus labios estaban hinchados, húmedos y brillantes por la saliva, junto a su boca abierta que exhalaba lentamente con excitación, sus mejillas coloradas, su cabello cubría sus ojos cerrados, los cuales se abrían con parsimonia, un acto simple donde el tiempo pasó a segundo plano para la pareja.

 

Mirio acarició las mejillas de Tamaki, despejando su rostro cubierto por los cabellos y abalanzándose nuevamente sobre él con besos, metiendo sus manos bajo el suéter del azabache, tomando esa cintura que le volvía loco y manteniendo un contacto con la suave piel de su novio.

 

Tamaki le acarició el cuello para luego deslizar sus manos por la espalda del rubio y sujetarse de su camisa con sus uñas, arrugando aquella prenda.

 

Haciendo que ambos se hundan en el calor de su amante, disfrutando de esos roces que se daban. Besando con locura y tocando como si desearan memorizar su figura para retratar al otro en alguna escultura que quieran hacer a futuro.

 

Quién dominaba la situación, en resumidas cuentas: El más alto, le subió el suéter a su novio a la altura de las clavículas, con tal de tener más acceso a su cuerpo. Sin embargo después de descubrir el cuerpo de su pareja, fijó sus ojos en los pezones de este, relamiéndose sus labios con intenciones de marcarlos con sus dientes. Pero a la vez se dio cuenta de la clase de cosas que le estaba haciendo al azabache en ese pecaminoso momento, había recorrido parte de la inmaculada piel del azabache con sus dígitos.

 

Togata entró en una especie de shock al verlo de esa manera, con su ropa hecha un desastre, además de estar excitado por la sobreestimulación que ha recibido.

 

De inmediato, se sintió culpable. De modo que arregló su ropa y se sentó en la cama, dejando plantado y confundido a Amajiki.

 

—L—Lo siento. —Se disculpó Mirio, quien se negaba a mirarlo de esa manera, si seguía observando a ese joven tal vez no pueda detenerse como lo hizo hace unos segundos.

 

—¿A—Ah? Eh… Y—Yo, ¡L—lo siento! —Tamaki también recuperó la noción, de modo que arregló su ropa con rapidez, quedando en la cama.

 

Togata no estaba seguro de que los demás le comprendan su forma de ver las cosas, su perspectiva desde que tuvo noción de la situación actual.

 

El azabache es su amigo desde la infancia, su primer amor, la persona que más ha cuidado (y que no es de su familia), le ha protegido desde hace años de que no le pasara algo negativo y que le afecte al nivel de hacerle incomodar. Y ahora él le hacía algo malo, se sentía destrozado por ser infiel a su ideal principal de cuidar a su novio de todo lo posible, ignorando que también debía cuidarlo de él mismo. Pues le amaba tanto que era incapaz de corromper a su ángel de esa manera, de lastimarle, de hacerle sentir triste, de manosearlo por todas partes, aprovecharse de su estado de enamoramiento y profanarlo al abrirle las piernas. Se sentía sucio y avergonzado de solo pensar en escenarios atrevidos o de índole sexual con Tamaki de protagonista, como si hiciera algo indebido al hacerlo o prohibido al hacerlo.

 

Aunque también era difícil alejar aquellos pensamientos de su mente, pues aún era un joven de 18 años.

 

Tras un par de horas, Mirio se retiró a su casa con esa expresión de Tamaki aún perturbando su mente inocente o lo que quede de su inocencia.

 

Mientras que el anterior nombrado se sentía herido por haber sido desplazado de esa manera por su novio. No había sido grosero ni nada, pero le dolió bastante aquel rechazo.

 

“Tal vez tengan que hablar del tema”, fue un pensamiento en común. Esto les hizo pensar bastante. Sus opiniones se contraponen a los deseos del contrario. Pues Tamaki quería ser amado de todas las maneras posibles por ese hombre, mientras que Mirio quería amar a su novio de una forma más pura. Cómo un caballero antiguo bastante noble.

 

“¿Cuánto tendré que esperar para que Mirio quiera tener sexo” Pensaba cierto azabache.

 

“¿Cómo le diré que no quiero lastimarlo?” Resonó esta pregunta en la mente del más joven.

 

Llegó a su casa y el mayor de inmediato se puso a buscar maneras para no dañar a su novio en el sexo. Sorprendentemente habían muchas maneras, desde técnicas con las manos hasta sustancias dedicadas y especializadas en ello. Pero aún no dejaba de parecerle doloroso esta práctica, la posibilidad de herir a Tamaki aún seguía latente.

 

Gracias a esta búsqueda, lamentablemente sus fantasías aumentaron. Pues se hizo una clara idea de cómo debería de ser su “primera vez”. Se maldijo internamente después de esto, no quería tener que masturbarse mientras pensaba en su ángel haciendo expresiones indecentes y sexosas, aunque no se veía mal con esa clase sonrojos junto a los gestos que hacía este.

 

Se sentía sucio de sólo profanarlo en su mente, pues el respeto que le tenía era enorme. Él es un hombre con mucho autocontrol de su líbido a pesar de su corta edad y lo mucho que le tiente el “hacerlo” con su pareja.

 

Por otra parte el menor estaba decidido, lograría que su novio le quite la virginidad tarde o temprano. Entonces empezó a hacer los preparativos para su futuro cometido, intentaría dejar su vergüenza de lado con tal de hacer disfrutar a su pareja usando su cuerpo como herramienta para esta tarea.

 

Después de unos días; cómo iba a tener una cita con su novio compro ropa un poco más ajustada de lo normal, para poder resaltar su figura y tentarlo.

 

Pero al verse al espejo se ponía rojo al observar cómo sus piernas, trasero, caderas y cintura eran delineadas por la ropa que se pegaba a su figura como si fuese una segunda piel. Normalmente suele usar ropa holgada y cómoda como suéteres. Estos le encantaban a su novio, pues a su gusto le hacía ver “tierno”.

 

Tuvo que esperar con ansiedad que su novio se presente en la puerta, era alguien demasiado puntual. Y una vez el timbre fue tocado por Mirio, mostró un gesto de sorpresa después de que la puerta fuese abierta.

 

Tamaki vestido con una playera negra ajustada que dejaba ver sus clavículas, jeans celestes entallados y como accesorio una gargantilla color negra, bastante linda. ¿Acaso ese sonrojo tierno que cargaba en sus mejillas junto a esa mirada tímida también contaba como accesorio? Si era así, Mirio se enamoró por enésima vez del menor. Pues combinaba muy bien con el conjunto, haciéndole sentir nervioso ante tal belleza ubicada delante de sus globos oculares.

 

—T—Te ves muy guapo. —Mirio le miraba fijamente, con sus mejillas coloradas y una dulce sonrisa, su novio era un bombón con esa ropa. Aunque no reemplazaría por nada en el mundo a su Tamaki que usa suéteres hasta en verano.

 

El joven dio unos pasos al frente dirigiéndose hacia su novio y cerrando la puerta tras él. El aroma del azabache llegó a las fosas nasales del rubio, haciendo delirar al chico. No entendía cómo su libido podría salir en un momento como este, lo mantuvo a raya durante todo este tiempo.

 

—¿V—Vamos? —Preguntó el azabache ofreciendo su mano con timidez, a pesar de llevar esa ropa descubierta. Seguía siendo el mismo ángel que conoció hace años. Debía ser fuerte para protegerlo incluso de él mismo.

 

Mirio demoró en responder, pues tenía sus ojos fijos en las clavículas y la piel blanca de su novio, sonrojándose con solo posar su vista en aquellos puntos. Nunca había visto que este muestre tanta piel al salir de su casa.

 

La pareja empezó a caminar, Mirio no dejaba de observar el cuello de su novio, exponiendo su piel. Algo inusual en él, pero se le veía muy sexy. Sin embargo, Togata notó que esos jeans que usaba le remarcaban el trasero. Demasiado tentador para sus ojos y para los de los demás…

 

—¿Eh? —Preguntó el azabache al ver que el mayor detuvo su caminar.

 

Se novio se quitaba su chaqueta, llamando la atención de su pareja y luego abrazando, rodeando la cintura de este con la prenda para finalmente amarrar y cubrir esa tentadora curva de su novio.

 

—D—Déjala ahí… te ves mejor así. —Mirio se rascó la nuca. Estaba siendo muy celoso ahora mismo, pero no le gustaría que otros hombres observen esa parte expuesta.

 

—Claro —Tamaki se puso rojo y le regaló una de sus sonrisas nerviosas, a la vez que desviaba rápidamente sus ojos a otra parte, le gustaba ese Mirio celoso que le protegía contra cualquier cosa. Y al mismo tiempo le calentaba.

 

La cita sería en el acuario, un lugar muy lindo con muchas especies marinas en cautiverio.

 

El rubio disfrutó mucho viendo a los delfines que quedaban mirando a los humanos en el interior de esos tanques, sin embargo le dio también una inmensa tristeza. Haciéndole reflexionar y distraerse.

 

Pues estaban encerrados dentro de un tanque de agua en vez de estar nadando entre la infinidad del mar. Era tan hermoso el ver a la criatura y triste al mismo tiempo, un escenario polémico.

Esto le sirvió para sacar de su mente las piernas y el cuello de su novio que según su imaginación: “Rogaban por ser marcados”, apoyaría las campañas de protección a los delfines por haberle ayudado a mantener los pies en la tierra.

 

Al azabache le llamó la atención la expresión apenada de Mirio una vez salieron de la estructura para luego dirigirse a casa de Tamaki, quedando al frente de la puerta principal.

 

—¿Pasa algo? —Le preguntó con preocupación el dueño de la casa.

 

—Ah, sólo me puse a pensar en los delfines. ¿Te imaginas estar encerrado en una jaula todo el día y ver como te tratan como si fueses una atracción? Sería horrible…

 

Los delfines tendrían todo su apoyo por ayudarle en la difícil tarea de mantener la cabeza fría. A partir de ahora, Mirio sólo pensaba en delfines con tal de distraerse y no mirar tanto a su novio con esos ojos lujuriosos. Era bastante útil.

 

—¿No te gustaría pasar? —Preguntó Tamaki, abrazando desde la nuca, para luego darle un inocente beso en los labios.

 

Una vez el beso fue cortado, Mirio no se dio cuenta cuando dejó sus manos en la cintura de este, maldiciendo mentalmente a sus manos traviesas y el hermoso rostro de Tamaki, quien le miraba expectante a su respuesta.

 

—¡Claro! —Respondió Mirio, quien no pudo resistirse con la expresión de su novio, entrando a la casa. Tamaki tenía unos ojos con una curiosa característica. Eras incapaz de negarle algo una vez te observa de esa manera.

 

Esta vez no iría a su habitación, se quedaría en el sofá para no hacer nada indebido. ¿Qué cosas pueden pasar en el sofá?

 

Sin embargo, cuando Tamaki se quitó la chaqueta de su novio de la cintura y empezó a caminar hacia él. El corazón de Mirio se aceleró de sobremanera, quedando hipnotizado en el movimiento de caderas cuando Amajiki se le acercó.

 

“Piensa en los delfines, Mirio. Piensa en los delfines…” Su pensamiento quedó inconcluso una vez su novio se le sentó en sus piernas e inició un beso algo salvaje.

 

Los pensamientos de delfines fueron inútiles al sentir los labios de su pareja contra los suyos. Correspondiendo el beso y sorprendiendose al sentir por segunda vez la lengua del contrario. Haciendo que su mente se vaya a la mierda misma una vez escuchó un dulce gemido de su novio ocasionado por el beso. Le nubló totalmente la noción de la realidad, pues se había controlado por demasiado tiempo. Todos tienen un límite.

 

Le mordió el labio al azabache para tener la libertad de explorar su boca una vez sea abierta. Iniciaron un baile con sus lenguas. Recibiendo aquella estimulación gustosa y quedando por varios minutos en esa posición.

 

Una vez rompieron el beso por la falta de aire, Amajiki paseó su lengua por el cuello de su pareja, mordiendo la nuez de Adán en el proceso. Sorprendiendo al rubio en el proceso.

 

—T—Tamaki, n—no deberíamos… —Alegó el rubio, quien estaba perdiendo su autocontrol con esa sensación, capturando el trasero de su novio entre sus manos. Y escuchando un gemido de Tamaki como respuesta.

 

—¡Mirio! —exclamó el azabache— Por favor… Y—Yo también quiero esto —Soltó con un sonrojo en sus mejillas, mirándole suplicante—

 

—¡Tengo miedo! ¡No quiero lastimarte! —Hizo lo posible por no mirar el rostro de su ángel, pero era tan hermoso que era difícil el despegar sus ojos de ese modelo.

 

—¡No lo harás! —Se quejó Tamaki, quién aplastó las mejillas de su novio usando sus manos. Observando— C—Confío en ti, y sé que no harás nada que me disguste. Porque me amas y me cuidas demasiado. —Soltó con un poco de vergüenza, aunque esas palabras salieron desde el fondo de su corazón de melón.

 

Mirio sonrojó al oír tales palabras, pues eran muy acertadas con respecto a lo que sentía. Ahora se moría por tocarlo de todas las formas posibles. No se sentía tan sucio si Amajiki le daba permiso de hacerlo.

 

—Mirio —agregó el pasivo— pierdeme el respeto sólo por un par de hor…

 

La frase quedó inconclusa, pues Mirio capturó con brusquedad la boca del menor, atacandola con desesperación.

 

Togata tomó a Amajiki del trasero, y le levantó mientras le besaba, como movimiento en respuesta del azabache, enredó sus piernas en las caderas del rubio, totalmente enamorado y con sus ojos cerrados para poder concentrarse en la sensación que era capaz de percibir. Cargando a su novio hasta la cama de su cuarto, y dejándolo en dicho mueble con delicadeza.

Amajiki una vez estuvo sentado en la cama quedó mirando a Mirio a los ojos por unos momentos. Y observando como este se sentaba en la cama, a su lado. Se le notaba muy nervioso en ese momento..

 

—¿Estás seguro de esto? —Mirio quería confirmar antes de seguir avanzando y tanteando el terreno que tendría disponible.

 

—S—Sí, estoy listo. —Sentenció el azabache, ocultándose tras la coloración de sus mejillas y sus orejas.

 

El mayor tras oír aquellas palabras que aceptaban lo que venía junto a sus consecuencias. Tragó saliva al sentir los nervios consumiendo su mente, pero tomó una bocanada de aire para relajarse y secuestró los labios del contrario, para iniciar a subirle la playera con el objetivo de quitarsela, observando el abdomen descubierto con vergüenza. Una vez le quitó la prenda sus ojos quedaron anonadados. Era la primera vez que veía aquellas partes al desnudo, y sentía que era lo mejor del mundo, pues su novio era la cosa más bella que existía.

 

El cuerpo de Tamaki seducía los luceros de Mirio, custodiando la completa atención del activo en la relación. Pero a la vez la expectación puesta en aquel lugar competía con la reacciones del azabache. Mirio no sabía que observar o en qué centrarse, pues nunca había visto la complexión de su pareja; pero tampoco ha visto esa clase de expresiones cuando resbalaba su mano por el pecho desnudo.

Ambos estaban completamente sonrojados, Tamaki con sus manos temblorosas desabrochó los botones de la camisa de Mirio, ansioso. Aún con la complejidad de la situación, logró ver el pecho del rubio una vez retiró la prenda, dejando esa parte del cuerpo totalmente accesible. Su novio era bastante musculoso a diferencia de él mismo. Con su mano desabrochó los pantalones del rubio para bajarlos.

 

Togata quitó los pantalones junto a los boxers de Amajiki, luego bajó los propios. Quedando ambos en boxers, aprovechando la situación; depositó besos en el cuello, para intentar relajar a su intranquila pareja. Daba una dulce sensación de cosquillas, el aroma de Tamaki era más marcado en esa sección. Haciendo que su compañero se hunda en el aroma del menor, aspirandolo como si de una droga se tratara. Amajiki se sentía totalmente expuesto a los ojos del más alto; desnudo y solo con un sonrojo decorando sus tiernas mejillas.

 

Mirio le tomó con firmeza de la cintura y se hundió en su piel. Empujándolo con suavidad a la cama, haciéndole caer con lentamente y capturando sus labios una y otra vez en un suave vaivén, e incluso Amajiki mordió la lengua de su pareja de una forma muy juguetona.

 

Se sentía muy inexperto en la situación, de modo que exploró el cuerpo con sus manos. Acariciando y obsesionandose con esa suave piel blanca percibida por su tacto que reacciona con el paseo de sus manos. Un lienzo virgen y listo para ser pintado por aquel pintor.

 

El rubio se detuvo y observó aquella obra de arte situado bajo él, le miraba con inmensa curiosidad; a la vez que cruzaban miradas avergonzadas que no creían que en realidad estaban por entregarse al otro de una manera más íntima.

 

—Tócame tú también —Sentenció Mirio, guiando las manos del menor a su cuerpo.

 

Con timidez y el temblor de sus manos, Tamaki acarició la espalda del hombre que estaba sobre él mientras que entre suspiros respiraban, acariciaban y se susurraban palabras de amor. El azabache le abría las piernas, dejándole pasar y haciendo un roce mayor una vez que tuvo al mayor entre sus muslos

 

Paseó sus dedos por el pequeño y delgado pecho bajo él, siendo tan cuidadoso como si tocara el más fino cristal de la tierra, como si tuviese entre sus manos los pétalos de la flor más hermosa del jardín. Siendo cuidadoso al tocarle, haciendo soltar suaves gemidos al receptor que se derretía apasionadamente entre los dedos de su pareja. La mezcla de aquella sensación excitante junto al sentimiento de limerencia que consumía sus jóvenes corazones.

 

Poco a poco aumentaron los gemidos una vez el rubio empezó a hacer uso de su lengua, inició lamiendo las clavículas que tanto observó durante el día, para luego hacer un lindo camino de besos que causó risas en el azabache, una vez bajó hasta el pecho. Delineó los pezones del azabache lamiendo en círculos y luego succionándolos. Causando que Tamaki le acaricie el cabello de forma cariñosa mientras que Mirio ubica los puntos dulces de su pareja y estimulándolo para hacerle sentir bien.

 

Tamaki decidió hacer algo vergonzoso, ya que se sentía mal al ver que Mirio hacía todo el trabajo y sólo recibiendo sus gemidos como pago. De modo que detuvo a su compañero, para luego acostarlo a su en la cama y una vez estuvo en esa posición. El menor bajó hasta su entrepierna cubierta por el bóxer, dejándolo algo confundido por la acción.

 

—¿Qué haces? —preguntó un Mirio un poco excitado, quien estaba duro con sólo oír gemir a Amajiki. Formando un curioso y llamativo bulto en la ropa interior.

 

Tamaki bajó los boxers del rubio, con este movimiento el gran miembro erecto salió a la luz, quedando al frente del rostro de Tamaki. Sacándole un quejido al rubio, de modo que el azabache tomó aquella extensión con la palma de su mano, y admiró la dureza de este. Era extraño el tocar un miembro que no fuese el propio. Se sentía duro, caliente, sexoso.

 

—T-Tamaki… —Mirio al sentir esa mano rodeando su miembro, cerró un ojo por las sensaciones que recibía. Se sentía muy diferente si lo hacía un tercero.

 

Tamaki con timidez sacó su lengua y le dio una probada a esa extraña paleta, tenía buen sabor y era aún mejor escuchar cómo Mirio disfrutaba de su lengua caliente. Jadeando con el tacto húmedo y novedoso.

 

—Ah —Jadeó— tu lengua es muy caliente —Soltó cerrando sus ojos.

 

El azabache llenó de besos la extensión desde abajo y rozando sus labios mientras subía, para luego lamer lentamente el meato de Mirio, que empieza a humedecer por el líquido y la saliva presentes.

 

Después de un momento su cabeza empezó a ser empujada suavemente, obligando a no sólo lamer aquello, si no a enterrarlo en su boca y envolverlo con su dulce boca.

 

El pene de Mirio se sentía genial al interior de la boca de su pareja, Tamaki pensaba que ese pene era bastante lindo, de un tono rosa al igual que el suyo.

 

Su interior era invadido por esa extensión que de forma gustosa recibió con placer, no establecía contacto visual con Mirio, a pesar de que este le miraba atento a cada movimiento. El otro miraba como su novio engullía su miembro de una forma muy erótica para sus ojos, además de observar cómo meneaba sus caderas con excitación, logrando ver parte del trasero de este.

 

Con la succión del miembro, sintió como desbordaba un cálido y amargo líquido viscoso de lo que suponía era la punta.

 

—¡T—Tamaki! —Después de ese grito, su cabeza fue forzada a tragar ese miembro tras un empuje con la mano de su amante.

 

Apenas ocurrió este movimiento, la boca del azabache fue llenada con semen, haciendo sobresaltar a quien recibía la extensión por la acción repentina. Sin contar de que escuchó como su novio suspiró después del orgasmo.

 

—T-Tamaki...eres genial. —Le sonrió Mirio.

 

El rubio después de esto se levantó con rapidez y tumbó al chico contra la cama mediante un abrazo, dejándolo boca abajo, un poco sorprendido por el movimiento repentino.

 

—M-Mirio, ¿Qué haces? —Tamaki preguntó, pero luego percibió una extraña sensación

 

Unos sucios toques en sus posaderas, haciéndole soltar gemidos placenteros que le hacía abrumar su mente.

 

Su trasero era masajeado y estirado a la vez con ambas manos del rubio. Haciéndole sentir extraño una vez sintió su entrada expuesta, siendo vilmente acariciada con dos dígitos.

 

—M-Mirio… —Tamaki abrazaba su almohada y abrió sus ojos como platos al sentir como algo mojado rozaba con la cavidad inmaculada. Mirio le había tomado de las caderas a la vez que probaba el sabor de Tamaki, lamiendo para dilatar y prepararlo para lo que venía. A la vez que marcaba sus manos en el trasero de este con un fuerte agarre, evitando que escape.

 

Tamaki no podía pensar en nada más una vez tuvo ese músculo húmedo contra su entrada, abrazaba su almohada con fuerza y la mordía. Escondiendo los traviesos gemidos que hacían lo posible por escapar.

 

El nombre de su amante siendo deformado por el tono del azabache resonaba en el cuarto, rebotando y haciendo sentir orgullo al nombrado por hacerle suspirar y temblar.

 

—A—amor, ah… más fuerte. —Gimió con necesidad.

 

Togata se vició con aquella entrada que aflojaba lentamente, era muy dulce y sensible. Con solo succionar y acariciar las nalgas el azabache al mismo tiempo soltaba gritos que intentaba callar, ahogándose en la almohada que era testigo de sus lascivos sonidos, le estaba volviendo loco además perderse entre los sonidos de su pareja. Sin contar de que la cavidad se retorcía debido a la estimulación.

 

Decidió probar otra cosa, cambiar el método, de modo que lo penetró con un dedo cubierto con vaselina, lenta y suavemente haciendo estirar la dulce cavidad aún más aquel lugar, velozmente insertó el segundo, llegando rápidamente a la próstata del pasivo. Al escuchar como los gemidos se intensificaron al tocar una curiosa superficie, insistió con sus dedos acosando a esa parte. Haciendo llegar al orgasmo al azabache por haber tocado el anhelado punto que Tamaki era incapaz de tocar por sí mismo.

 

El anterior nombrado estaba perdiendo la paciencia, los gemidos de su novio le daban ganas de enterrarse en su interior, hacerle gozar con su pene. Pero no haría nada si no lo preparaba lo suficiente para no lastimar a su amado.

 

—¡Golpéame! —Gimió con necesidad el pasivo, además de lágrimas en sus ojos y su lengua afuera.

 

Mirio le miró sorprendido con aquella petición.

 

—¡No puedo golpearte! —Le respondió el activo, quién era alguien muy correcto. Ni loco golpearía a Tamaki mientras le hace ese tipo de cosas.

 

—S-Soy un chico malo, c-castigame. —Pidió el azabache con un tono de voz caliente, meneando sus caderas, tentando venenosamente al miembro erecto de su novio, haciendo que vibre un poco por la estimulación visual que recibió previamente.

 

—N-No puedo hacerlo. —Estaba en una disyuntiva, una parte decía que no iba a tocarle un pelo a Tamaki. Pero su parte opuesta dictaba que le marque esas nalgas con el color rojo al usar sus manos, pues después de unos segundos había entendido la indirecta de las nalgadas. Ambas partes representadas como un diablo y un ángel, y sorprendentemente escuchó su malvada consciencia.

 

Mirio le dió una nalgada un poco fuerte a la vez que introducía tres dedos, sacándole un grito de placer a Tamaki y gemidos que pedían más.

 

—Ahh, más duro. —Suplicó— Por favor Mirio, márcame…

 

Togata no podía soportar más, sus nalgadas “respetuosas” se convirtieron en golpes subidos de tono que no eran dolorosos. Dejando impresa la marca roja de su mano junto a esas mordidas traviesas que dejó.

 

Tamaki estaba suplicando por la penetración del rubio, sentía que su agujero estaba listo. Pero al parecer Mirio no se daba cuenta, o pensaba que aún podría lastimarlo.

 

—Mirio, métela por favor… —Seguía suplicando, sentía que iba a correrse por segunda vez.

 

—Está bien...

 

Togata le abrazó y quedó sobre él, teniendo cuidado para no aplastarlo durante el acto, moviendo la pierna del azabache hacia adelante para tener mejor acceso, mientras que dejaba la punta de su miembro sobre la dilatada entrada que se retorcía de manera ansiosa.

 

El activo empujó su punta hasta hundirse completamente en el calor de su pareja, escuchando los sonidos que salían de su boca. A la vez que acariciaba el cuello de este.

 

—Ugh, aún sigues muy apretado. —Se quejó Mirio una vez adentro, sintiendo como su extensión era víctima de las paredes del pasivo.

 

Esperó unos momentos a que se acostumbrara a su tamaño, para luego iniciar el esperado vaivén que fue suave al inicio y lentamente aumentaba la magnitud de las embestidas, haciendo chocar sus testículos contra el perineo del pasivo ; mordisqueando el oído de Tamaki y suspirando.

 

Sus mentes totalmente borrosas debido a los toques del otro. Haciendo sentir confusos y mareados a los protagonistas del baile erótico que les consumía. El menor a propósito hacía que sus paredes capturen el pene de Mirio, disfrutando de los quejidos y la respiración del anterior nombrado rozando en su oído.

 

Sus ojos derramaban lágrimas, pues no podía pensar en ninguna otra cosa que no sea la virilidad de su pareja entrando y saliendo de su interior, haciendo un masaje lascivo. Dedicando besos calientes a la boca de su pareja, entre caricias adictivas.

 

Había soltado un grito al sentir su próstata golpeada. Además de contraer sus paredes por la excitación.

 

—M—Mirio… —Gimió el azabache quien fue víctima de un abuso en aquella zona. Como reacción, apretó la sábana con sus manos y la arrugó.

 

Tan pronto encontró la próstata del joven y el ángulo correcto, presionó los hombros hundiendolo contra la cama y realizó fuertes estocadas contra este sensible punto.

 

La víctima quedaba con una mirada pérdida en el placer, le gustaba estar en esa posición, sintiendo cómo la extensión palpitaba en su interior. Era demasiado satisfactorio, sentía que moriría por la cantidad de sensaciones que se obtenían con sólo la estimulación, gritaba una y otra vez el nombre de su amante. Percibiendo como su interior tomaba la forma de Mirio y gritando con la boca abierta, su lengua al exterior y sus ojos cerrados. A la vez que todo su cuerpo se estremecía con cada estocada, cada vez más cerca del final.

 

Unos dedos interrumpieron en su boca, haciéndole cosquillas en su lengua, humedeciendo los dígitos al contacto con la saliva.

 

No podían soportar el orgasmo que se avecinaba a la vuelta de la esquina, una sensación que les recorrió de pies a cabeza de forma placentera y novedosa. Espasmos que les hicieron temblar y mover la cama junto a las salvajes embestidas y mordiscos en el cuello por parte del rubio.

 

—Tama...ki… —Gimió— Voy a venirme —Mirio tenía sus ojos cerrados, hablaba de forma entrecortada en el oído del pasivo.

 

—E—Esperame… también voy a venirme —Suplicó el azabache, mareado.

 

Dichas estas palabras, el rubio enterró su miembro hasta el fondo, golpeando bruscamente el punto dulce para hacer llegar a Tamaki al orgasmo mediante ese golpe.

 

Amajiki apenas logró llegar al orgasmo chorreando semen y ensuciando la sábana, tuvo la sensación de un líquido caliente que llenaba su cavidad; escurriendo y escapando al exterior. Además de un brazo que rodeaba su cuello, obligándole a levantar su cabeza, escuchando como su novio jadeaba en su oído al eyacular dentro en su interior. Deseaba derretirse por lo bien sé que sentía aquel semen caliente en su interior, manchando sus entrañas.

 

Quedaron conectados se esa manera por unos minutos, hasta que el mayor retiró su miembro. Dejando la entrada de Tamaki expandida como un foso, se podía apreciar el semen en su interior. Haciendo sonrojar al rubio por esto.

 

Tamaki se removió en la cama quedando boca arriba y estirando sus brazos para invitar una vez más a su pareja a probar su cuerpo y hundirse nuevamente en su calor. Su erección había bajado, pero sus ojos estaban cargados de lujuria.

 

—Mirio… —Nombró entre gemidos a su compañero— fóllame de nuevo. —Suplicó— por favor Mirio…

 

De forma instintiva como si fuese un animal, se abalanzó nuevamente sobre el joven para morderle su nuez de adán y recibir una queja de su parte, tomando entre sus manos las costillas de Tamaki, acariciandolas y luego bajar a su erección, tomarle de las caderas y penetrar otra vez a su novio, expulsando el semen eyaculado previamente en su interior.

 

Tamaki le sonrió e hizo sonidos sucios una vez sintió a Mirio en su interior reiteradamente. Abrazandolo para tener más cercanía con su cuerpo, rodeando sus caderas con sus piernas. El menor mantenía una linda sonrisa que dejaba en trance al mayor, quien le embestía reiteradamente con cuidado a pesar de la calentura del momento.

 

Presionó la espalda del rubio con las yemas de sus dedos una vez el acto se tornó salvaje, a abrir su boca para soltar los gemidos. Los cuales fueron callados debido a que tamaki succionaba la lengua del activo en medio del beso.

 

El mayor intentaba buscar el ángulo indicado para volver a hacer gritar a Tamaki por medio de su punto dulce. Probando de diferentes maneras para llegar a ese punto, una vez que vió como su novio cerró los ojos y selló sus labios, además de sentir como temblaba su interior, estremeciendo su cuerpo, haciendo intentos de callar su voz. Cuando fue testigo de estas acciones, supo que le había dado al blanco.

 

Imitando sus movimientos anteriores, sintió como las uñas de su compañero se enterraban en su espalda, era doloroso pero placentero a la vez de modo que sonreía al ver a su compañero con esos gestos, cerrando un ojo mientras hacía una “o” con la boca. Era muy adictivo, daban ganas de hacerle esa clase de cosas todo el día y todos los días.

 

Era capaz ver en primer plano los gestos de Tamaki, su boca estaba abierta y soltaba gemidos placenteros para cualquiera. Es necesario agregar ese sonrojo que cubría desde sus mejillas hasta sus orejas, de forma inmediata le llegó la tentación de mordisquear la tierna oreja del menor.

 

—¿Lo hago bien, Tamaki? Estás gritando muy fuerte —Dicho esto con una ligera elevación de sus comisuras, dio una lamida a su oreja.

 

Su cuerpo es delicioso, sus gemidos son placenteros e hipnotizantes. Pues le ponían duro con sólo asomar y ser percibidos por sus oídos, sus manos son hábiles y es cómodo estar entre ellas; él es todo un modelo a los ojos del rubio.

 

Era increíble cómo un chico tan calmado y tranquilo podía ser alguien tan lujurioso en la cama. Un completo seductor con una despampanante figura junto a un aura de inocencia. Le hace sentir extraño, con cosquillas en sus partes bajas. Era difícil controlarse con ese chico estando bajo de él.

 

—¡T—Tu pene está...muy grande! —Gritó de forma entrecortada al sentir que el miembro en su interior se había ensanchado. Con esa sensación empezó a rasgar con sus uñas la espalda del rubio, resbalando sus garras por la piel de sus manos.

 

Los corazones desbocados ante los movimientos estaban por estallar, a la vez que los músculos dolían. El sonido de la penetración húmeda con semen, líquido preseminal, semen y lubricante junto al de la cama que rechinaba por la rapidez de los movimientos y el choque de pieles de los testículos arremetiendo en contra de la piel del azabache era escandaloso, resonando en todo el cuarto y perturbando el silencio de hace unas horas.

 

El activo eyaculó por segunda vez en el interior del pasivo mientras temblaba haciendo que el semen gotee por escaso espacio que tenía disponible, cayendo sobre él, agotado por las sensaciones y sintiendo su abdomen mojado ya que Tamaki se había corrido ensuciando ambos abdómenes.

 

Mirio se retiró del interior de Tamaki y se acostó a su lado, agotado. Sin embargo, Tamaki rápidamente se situó sobre su pareja para practicar nuevamente el sexo oral.

 

El menor estaba totalmente excitado y perdido. Logrando que nuevamente el mayor esté en estado de erección con esa estimulación, pero con poca energía para moverse. Realmente cayó rendido después de esa ronda de sexo.

 

Al notar el cansancio de su compañero, el azabache una vez al ver de nuevo la erección, tomó el miembro con su mano y lo sostuvo para se penetrarse con la extensión, soltando gemidos fuertes y llamativos una vez se conectaron con ese vínculo, volviendo a ser uno sólo. Mirio logró notar como  podía apreciarse un bulto en su estómago en el bulto de su pareja, llamando la atención del rubio y asustando un poco al joven que no dejaba de gemir por su vaivén.

 

—¿Q—Qué es esto? —Mirio acarició la barriga del Tamaki, en la zona del bulto y tanteo de forma curiosa.

 

—Eres tú, es que… E—Eres tan grande q—que —Mientras hablaba, no dejaba de mover sus caderas. Gozando de la extensión en su interior, desde ese ángulo le rozaba directamente la próstata. Le estaba gustando demasiado el pene de de su novio, y lo representaba con una linda sonrisa que bailaba en el margen de lo inocente y lo sucio, junto a su mirada tímida que era enfocada en Mirio.

 

Empezó a mover sus caderas con algo de torpeza por la inexperiencia, pero después de un rato logró establecer un buen ritmo, sintiendo como su cintura era aprisionada entre las fuertes manos del rubio, sus pezones estaban erectos como pequeñas montañitas, muy receptivos para cualquier estimulación. A la vez que azotaba su miembro brillante por los fluidos contra el abdomen de su novio causado por los saltitos debido la auto penetración, de paso lo ensuciaba manchandolo con líquido preseminal.

 

Ya no tenía ni idea de que mirar. Por una parte estaban las bellas expresiones de su novio, que le ponía muy duro, pero si mirabas un poco más abajo. Se lograba apreciar como su miembro venoso y brillante por el lubricante aceitoso se abría paso en aquella cavidad, con manchas de su semen ensuciandolo a él y el anillo de su novio. Ambos eran demasiado eróticos para unos ojos que perdían su inocencia esa noche.  

 

Tamaki formó una “o” con sus labios y arqueó su espalda, exponiendo aún más sus pezones después de que Mirio le masturbó usando su mano y movimientos veloces, por el placer que sentía, era capaz de apretar el miembro en su interior con sus paredes y causando  una estimulación mayor, dado a que ambos estaban con sus mentes concentradas en hacer gozar esa noche a su compañero de cama. Mirio al percibir esa reacción por parte del azabache, el manoseó con menor intensidad aquella extensión, haciendo delirar al pasivo con la disminución de la velocidad, haciendo una deliciosa sensación tortuosa que elevaba su voz de una forma exagerada, era incapaz de controlar su voz a estas alturas.

 

—M—Mirio, ahh. —Gemía totalmente perdido por las sensaciones, sin intenciones de ocultar sus sonidos. Entregado totalmente de forma carnal, emocional y mental para seducir a su novio con su cuerpo, tal como quería hace unos días. —Te amo, te amo, ¡Te amo! —balbuceó y repitió mientras se apoyaba en la cama, haciendo lo posible por seguir manteniendo el ritmo rápido que tenía en ese momento y lograr construir frases coherentes, era demasiado complejo en esa situación el pensar de una forma clara. Ya que la forma del pene de su pareja estaba siendo memorizada por su cuerpo, aprendiendo las medidas de su novio y estirando sus paredes de una forma placentera.

 

El activo reunió la energía que le quedaba y se sentó en la cama para luego ayudar al pasivo con los movimientos, estrechando su cintura con sus manos. Con la fuerza de sus brazos lo levantaba y le hacía caer; causando como reacción que Tamaki inclinara su cabeza hacia atrás, obteniendo mordidas de su pareja en la zona entre el cuello y el hombro.

 

Como respuesta, el azabache desordenó el cabello del rubio en medio del vaivén, una vez el activo soltó la carne del pasivo, cumpliendo su cometido de marcar esa zona. Fue recibido con la captura de sus labios por su amado Tamaki. Una vez el beso fue roto, el mayor apoyaba su frente en el pecho del menor. Reposando e intentando embestirlo con las pocas fuerzas que les quedaban, para luego succionar los pezones y morderlos con suavidad. Con intención de dejarlos irritados por la estimulación que recibiría.  

 

El azabache tomó a su pareja de la nuca, depositando un beso salvaje con mordidas incluídas junto al roce de sus cuerpos sudados por el baile que hacían en la cama. Para luego morder la misma zona que marcó Mirio en su piel, como si fuese una firma de propiedad.

 

Entre suspiros y exhalaciones, finalmente llegaron juntos al deseado orgasmo que estaban buscando. Exclamando el nombre del contrario a la vez que se capturaban mediante besos coquetos, una vez ensuciaron sus cuerpos por tercera vez y sus energías consumidas por la última sensación abrumadora. Tamaki cayó rendido al pecho de Mirio, este joven con mucho cuidado retiró su miembro del interior de su novio y le dejó sobre la cama, para luego abrazarlo y estrecharlo contra su pecho, una vez le tuvo a su lado, le dio un par de besos en la sien. Quedando cómodos en esa posición, apegados contra el cuerpo de su amante a quien acaban de entregarse esa noche.

 

Un momento después, Mirio jugaba animadamente con el suave y brillante cabello de su adormecida pareja, enrollando los mechones entre sus dedos de forma traviesa. Sonriendo con solo sentir el abrazo de Tamaki que le rodeaba su pecho, de una forma íntima y cariñosa a la vez, se le notaban agotados.

 

Pero por otro lado, Tamaki estaba bastante avergonzado con lo que acaba de hacer hace unos minutos, mientras acariciaba la espalda de Mirio durante el abrazo, analizaba la situación. Pues literalmente sus deseos hablaron, se descontrolaron y actuaron por él, llegando a hacer y decir cosas que no se imaginaría estando cuerdo y con todos sus sentidos alerta.

 

Una romántica atmósfera les rodeaba, como si fuese una burbuja color rosa llena de ensoñación y comodidad, desearían poder quedarse para siempre en ese lugar, de modo que disfrutaron de aquellas caricias dedicadas cálidamente de forma tierna.

 

Tras esa noche y con la llegada del amanecer que tocaba a la ventana iluminando en parte el cuarto donde se encontraban los protagonistas de esta historia.

 

Amajiki despertó de su sueño de una forma tranquila, de verdad había dormido como si fuera un bebé. Se había relajado bastante después de ese pasional momento donde estuvieron con sus todos sentidos al máximo y una percepción centrada solamente en lo que tocaban o como eran tocados.

 

Examinó las cosas disponibles dentro de su campo de visión; encontrando a primera vista a Togata quién le observaba fijamente, apreciando su cuerpo y sus facciones, además de las marcas presentes en su cuerpo. Al parecer estaba esperando que despierte para poder darle los buenos días, lo cual hizo sonrojar al más bajo en estatura por la ternura de su novio. Pensaba que no había nadie más dulce en el mundo que ese rubio que es capaz de iluminar la ciudad más oscura.

 

—Buenos días, Tamaki. —Le saludó, con una especial sonrisa dirigida hacia él. Se veía bastante sexy en esa posición, acostado de lado y mostrando sus pectorales junto a las marcas que dejó el azabache en su piel—

—B-Buenos días —Tamaki le devolvió el gesto con una bella sonrisa que abrumó al mayor

 

Después de esa gesticulación, el rubio le abrazó para luego estrecharlo contra su cuerpo y comer sus clavículas a besos. Haciendo reír al menor por el tacto mañanero tan cariñoso.

 

—¿Te duele algo? —Le preguntó el mayor, bajando sus manos hasta las caderas del más bajo y presionarlas suavemente entre sus dedos. Sus ojos reflejaban preocupación, estaba expectante a la respuesta de su pareja, tal vez se sentía algo culpable en caso de que la respuesta a la pregunta sea una afirmativa.

 

—No, no me duele nada —Tamaki se sonrojó a la vez que sonreía, delirando al otro con su gesto por segunda vez en una mínima fracción de tiempo.

 

Mirio pudo respirar tranquilo una vez escuchó la respuesta, de modo que se atrevió a preguntar:

 

—¿Vamos a desayunar? —Correspondió el rubio, sentándose en la cama y dándole la espalda para poder recoger su ropa.

 

La espalda del activo tenía los rasguños que había sufrido durante el acto de penetración. Tamaki se preocupó de sobremanera, acercándose a Mirio y abrazando la espalda de este, a la vez que observaba las heridas con culpabilidad, preguntándose a si mismo si dolerá tener esas marcas que parecían ser realmente dolorosas ¿O no?.

 

—Amor, ¿Estás bien? ¿No te duele? —Preguntó, besando la espalda de su novio con intenciones de consolarlo, por decirlo de alguna manera.

 

—Me duele un poco, pero —Hizo una pausa, sonrojándose hasta las orejas— Me gustó cuando me rasguñaste, de cierta forma; me excitó. —Rápidamente desvió la mirada, se sentía raro decir tal cosa.

 

Al rubio le encantó sentir las uñas de Tamaki rasgando su piel y acariciando de forma brusca los músculos de la zona, no lo podía negar. Haciendo que se pierda al percibir cómo su piel era maltratada mientras le penetraba y veía al azabache totalmente descontrolado y se balancee en la delgada línea del placer y el dolor.

 

El azabache se sorprendió por tal información, tiñendo sus mejillas de la misma manera y observando a Mirio fijamente, anonadado ante aquella confesión revelada.

 

—E—Entonces voy a rasguñar tu espalda más seguido… —Soltó Tamaki, bajando la mirada por la vergüenza, haría lo posible por hacer gozar a su pareja. Y si era algo masoquista, le daba igual. Lo amaba de todas formas—

 

—¿Ah? Eh… Bueno, ¿No crees que estamos demorando mucho? ¡Bajemos rápido! —Soltó sorprendido y nervioso, poniéndose rápidamente sus boxers mientras esperaba la ducha, ya que Tamaki se había adelantado para usar el cuarto de baño primero, a pesar de que le había ofrecido el turno a Mirio, pero este rechazó la invitación.

 

Una vez duchados y con el aroma a shampoo y jabón presente en sus pieles limpias y pulidas. Se sentaron en la mesa y el desayuno transcurrió con normalidad, como si no hubiese pasado nada más entre ellos dos.

 

Ya que todo seguía igual en su relación, exceptuando que desde ese día donde se descontrolaron un poco, Mirio de vez en cuando le acariciaba los muslos de una forma suave y disimulada a la vez; lo hacía cada vez que le era posible y cuando nadie los miraba como para interrumpir, llamar la atención de los demás y evitar que Tamaki pase una verguenza colosal o qué se incomode por la situación “extraña en la que fueron pillados.

 

Un día en la preparatoria estaban ambos en un salón vacío. Mirio al ser el presidente de la clase tenía las llaves de la puerta, así que decidieron aprovechar las circunstancias, ya que las caricias que se estaban dando lentamente aumentaron su magnitud. Entonces ambos quedaron con las ganas y una erección que rogaba por ser liberada ante la incómoda prenda que le retenía y presiona con firmeza.

Además de que la prenda se humedece, haciéndolo aún más incómodo para la pareja, pero afortunadamente estaban por finalizar la jornada escolar, de modo que esperaron para que el profesor se retire del salón y encargó cerrar la puerta al presidente de la clase, una vez terminen el proyecto investigativo en el que supuestamente iban a terminar hoy.

 

Tan pronto el adulto se retiró, Mirio caminó y cerró la puerta diseñada para dividir los espacios: El pasillo y el salón, por ende bloqueó la vista hacia el interior del lugar, cerraron las cortinas. Y una vez todos los preparativos estuvieron listos, se besaron de una forma salvaje a la vez que se desabrochan los botones de la ropa para ocasionar un roce de pieles mayor, lo deseaban y necesitaban.

 

Se besaban y caminaban hasta chocar con el escritorio del profesor, de modo que Mirio alzó a su pareja mientras la besaba para sentarla en el escritorio.

 

Tras unos besos placenteros y ciertos toques, Tamaki terminó sentado sobre el escritorio con sólo la camisa puesta, pero abierta y mostrando sus rosados pezones que asomaban llamando la atención, con sus mejillas coloradas, mordiendo sus labios y tirando el cabello de su novio.

 

Ya que su pareja estaba acariciando con su lengua la entrada del joven, además de tener las piernas de este en sus hombros, facilitando la tarea. Había iniciado haciéndole un oral, pero no pudo evitar el ignorar la entrada de su novio. Entonces terminaron de esa manera, con un azabache intentando retener sus gritos y un Mirio que intentaba mantener la poca cordura que quedaba.

 

La emoción de que alguien los escuche durante el acto les encendía aún más, el hecho de ser pillados era muy excitante aunque ambos hicieran intento de negarlo por la vergüenza.

 

—M-Mirio… M-Más —Se quejó con voz entre gemidos, exhalando y temblando por esas caricias sexuales. Intentando cubrir su boca y morder su mano también para no ser escuchado por terceros.

 

El anterior mencionado estaba fuera de sí en ese momento, sólo pensaba en esa dulzura que tocaba y en los gemidos de su novio caliente por sus manos que además le masturbaban el miembro, además del modo como su cabello era jalado por las dulces manos de su compañero.

Una vez determinó cuando el menor estaba listo para la penetración.  Mirio desabrochó su pantalón y se levantó con cuidado dejando las piernas de su novio a la altura de sus caderas. Fijó sus ojos en la mirada del azabache, y se comunicaron de forma telepática y con la mirada que proyectaban en el contrario. Se conocían lo suficiente como para saber qué es lo que respondería el contrario con respecto a la situación.

 

Atraparon sus labios en un beso caliente con el propósito de callar los gemidos del azabache, a la vez que Togata se introdujo en su interior con delicadeza. Haciendo que su novio tenga un ceño fruncido por la intromisión esperada, una vez estuvo en en ese lugar percibiendo la extensión que era apretada por Tamaki.

 

Sus lenguas se enredaban en un baile mojado, eran víctimas de las suaves mordidas de su pareja. Ahogando los gemidos de esa manera para que no sean escuchados, en su lugar el sonido de besuqueo marcaba el compás en las embestidas. Ambos siendo callados con besos húmedos y sexosos además de íntimos y cariñosos. Con ciertas gotas presentes de lujuria y locura.

 

La calidez del menor era algo a lo que se estaba acostumbrando el rubio, era muy placentero el saber que su novio le deseaba de esa manera desenfrenada, con su cuerpo rogando por el tacto del mayor a pesar de que su boca no lo diga directamente. El interior del azabache le succionaba el pene que revolvía el interior del pasivo, invitando a que Mirio se adentre y sentir como estira aún más en su ser. Al mismo tiempo que esas manos le acariciaban su cuello y nuca.

 

Estaban deseosos de gritar el nombre de su amante, pero no era el momento ni el lugar para realizar aquellos gritos donde demuestran que tan perdidos en el placer están. Aunque les sea complejo, debían controlarse. Pues no sabían si aún habían alumnos dando vueltas por el pasillo o si en el piso o salón aledaño había alguien rondando a pesar de la hora. Era bastante tarde, las seis de la tarde.

 

Tamaki contrajo su interior capturando el miembro de su novio una vez le vino un orgasmo seco, exclamando el nombre de Mirio y cerrando un ojo a modo de guiño mientras abría su boca soltando un fuerte gemido, sin contar mostraba un hilo de saliva entre sus labios hinchados y húmedos por los besos recibidos y dados.

 

—Woah…¿Llegaste al orgasmo sin correrte? —Mirio le sonreía totalmente enamorado, sorprendido y acalorado. Sorprendido ante ese orgasmo que le dio a su pareja—

 

—T—Tu pene es muy...bueno —Gimió el pasivo con la boca abierta y con saliva que resbalaba de la comisura de sus labios, intentando armar una frase coherente con su mente nublada. Manteniendo fijos sus luceros que solo reflejaban lujuria— Y tus caderas se mueven t—tan…

 

Interrumpiendo al pasivo, Mirio inició embestidas más certeras una vez escuchó y procesó el tono y la frase del azabache, ubicando la próstata con intenciones de hacerle llegar al orgasmo nuevamente, sólo Tamaki le hace descontrolarse de esa manera. Y más aún esa frase que quedó inconclusa al no saber cómo continuarla. Imposibilitado para armar una simple frase ante las sensaciones que abrumadoras que abarcaban todo su ser; desde su cabeza hasta la punta de los pies.

 

Capturando los labios del contrario antes de que haga un escándalo por sentir como su cavidad estaba siendo estirada una y otra vez por el miembro caliente que palpita en su interior, haciéndole estremecer y soportar las ganas de gritar.

 

Tamaki enterró sus uñas en la nuca del contrario, en ese momento donde las clavó en esta zona, empezó a sentir como el volumen del miembro de Mirio aumentaba; llenándole aún más y acariciando las paredes del otro, consiguiendo que su apasionado amante reaccione de forma gustosa.

 

Al sentir como la entrada le absorbía, supuso que su novio estaba por correrse. Él también estaba en su límite por todo lo que fue capaz de percibir en el interior de su amante. Entonces se introdujo en lo más profundo del azabache y liberó su sustancia caliente en el interior de este. Atrapando los gemidos que salían de su boca con sus labios para no llamar la atención.

 

Tras haber descargado la sustancia, quedaron mirándose por unos momentos, demostrando la traviesa complicidad en el contacto visual junto a una tierna sonrisa. Apoyaron la frente en la del contrario, como si se dijeran que esto sólo quedará entre los dos y nadie descubrirá lo que pasó aquella tarde en ese salón.

 

Debían de abandonar pronto la escena antes de que un conserje abra la puerta para verificar si todos los estudiantes se han ido de la institución para poder cerrarla.

 

Limpió a su novio con un pañuelo, y le dio la ropa que estaba un poco arrugada por la acción que tuvieron hace un rato. Revisaron que no haya manchas de semen en el escritorio ni evidencia de lo ocurrido. Como si fuese una escena del crimen donde ocurrió un asesinato y estén ocultando todo lo que pueda vincularlos con el hecho. Finalmente abrieron la puerta para escapar del lugar tomados de la mano, como una pareja feliz.

 

Unas chicas de primer año quedaron viendo a la pareja que ellas ya conocían y emparejaban debido a que los veían desde hace tres y casi cuatro años rondando por la preparatoria y demostrando abiertamente su amor. Aunque ambos intenten ocultarlo, era demasiado obvio el hecho de que eran pareja. Suspiraban al ver cuanta inocencia cargaban sus presencias, rebosantes de amor. Esos dos chicos de verdad que las habían conquistado, pues los amantes eran tiernos, detallistas, dulces e inocentes a los ojos de esas dos amigas.

 

—Oye, ¿Tu crees que ellos ya han…? —Su compañera le susurró e hizo un gesto nada disimulado que representaba la penetración.

 

—¿Estás loca? Parecen ser demasiado inocentes para hacer ese tipo de cosas. Tamaki es muy tímido, no sería capaz de pedirlo y Mirio es algo tonto, no entendería las indirectas —Le replicó.

 

—Baja la voz, puede que te hayan escuchado —La chica intentó calmarla, de verdad que se había sobresaltado.

 

—No creo que tengan tan buen oído —Volvió a responder la chica— ¿Quieres ir por un helado? —Le preguntó y esperó la respuesta.

 

Para fortuna o mala suerte de las chicas (Quién sabe) ambos tenían un avanzado sentido de la audición. De modo que sonrieron de una forma muy disimulada con la suposición errónea de las chicas, hasta Tamaki, quién no se mostró tímido en absoluto ante situación.

 

Antes eran así, por supuesto. Pero todo cambió el día donde el azabache provocó a su novio con tal de que le pierda el respeto, lográndolo y desbloqueando más momentos íntimos juntos. Nuevas vivencias que explorarán juntos, mientras que caminaban por el sendero de la vida, tal como lo hacían cuando eran infantes.

 

Ninguno de los dos se arrepentía de nada, ni tampoco se arrepentirán de lo que les depara el incierto futuro.

Notas finales:

¡Espero que les haya gustado! Tengo muchas obras si gustan de revisar mi perfil.


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