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Dawn Star por Kitty Pasta

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Notas del fanfic:

Esta historia es la continuación de Cyalume, relato que pueden encontrar en esta página sin problemas. Puede leerse de forma independiente, pero si leen Cyalume primero van a entender bastante más ciertas referencias, hechos y eventos anteriores.


Dawn Star es una historia omegaverse y contiene embarazo masculino y escenas sexuales explícitas. Si no es de tu gusto, por favor no lo leas y deja que los demás puedan hacerlo tranquilamente.

Notas del capitulo:

A dos días de su fiesta de compromiso, Cyalume está ansioso por la llegada de sus amigos humanos al palacio. Aunque es feliz como nunca, no puede evitar comenzar a sentir nervios.

Como hijo único de la reina Selena, señora de la Luna y el Inframundo, Cyalume había sido criado entre lujos y atenciones de todo tipo. Contaba con el orgullo de su madre y el amor de su gente, por lo que su vida siempre había sido un lecho de rosas. Sin embargo, ninguna felicidad del pasado se comparaba ni remotamente con la que estaba viviendo ahora. Con cuidado se giró en la cama para quedar cara a cara con Faris y se lo quedó viendo, extasiado, durante unos cuantos minutos.


En el pasado, Faris había sido su tutor y niñero: recordaba a la perfección como le contaba cuentos por las noches, lo llevaba a la escuela de deidades, lo instruía en todas las múltiples obligaciones y deberes reales que tendría en el futuro. Su niñez con un guardián como Faris había sido cómoda y segura, pero luego llegó el inevitable día en que debieron separarse. Fue antes de cumplir los doce, en la época en que tuvo su primer celo; era algo natural por lo que todos los undercats debían pasar, pero según le confesara el propio Faris, vivir de cerca su transformación de niño a adolescente había sido un suplicio. Se había sentido fuertemente atraído hacia él, de forma tanto romántica como sexual, y al saber lo tabú que eran esos sentimientos decidió marcharse del palacio. Cyalume se estremeció al recodar lo gris y aburrido de su vida en ese entonces, sin la compañía del hombre al que más admiraba. Como para ahuyentar esos malos pensamientos, se acercó a él y se acostó sobre su pecho. Faris musitó algo en sueños y lo rodeó con su brazo, algo que lo hizo ronronear de placer.


Esos días confusos habían quedado en el pasado lejano de todas formas. Hacía poco más de tres meses había retomado el contacto con Faris, de un modo bastante sorpresivo: fue a principios de octubre, el mes de Halloween. Su madre lo había asignado a una misión en el mundo mortal, y Faris había sido el encargado de instruirlo en los detalles básicos sobre el modo de vida de los humanos. La alegría de volver a verlo no había tenido límites, pero aún debió pasar un tiempo antes que los sentimientos de ambos salieran a la luz. Faris se seguía resistiendo. Al parecer, no se consideraba apropiado para ser su pareja, por la diferencia de edad y la historia que compartían. Y para empeorar las cosas, él estaba cumpliendo su misión y no podía ir a buscarlo, temeroso de ser rechazado. Habría enloquecido de impaciencia sino hubiera sido por la ayuda de sus amigos Quinn y Alysa.


Quinn y Alysa eran humanos. Quinn había sido la primera persona con quien conversara al llegar al mundo mortal, y rápidamente se había convertido en su mejor amigo. Incluso había trabajado para él en su tienda de disfraces, Coord Change. Alysa, a su vez, había sido su vecina en el tiempo que vivió en Aristra, la ciudad en que llevara a cabo su misión. Ambos habían descubierto su identidad la noche del 31 de octubre, cuando la preocupación por un Faris malherido lo hiciera exhibir sus atributos demoníacos: cola y orejas de gato, típicas de las undercats. Pero ninguno de los dos se apartó de él por eso, al contrario, lo ayudaron más que nunca, cuidando de que nadie lo descubriera mientras él llamaba a casa por un doctor para Faris. Aunque llevaba meses sin verlos se hablaba con ellos por teléfono casi todos los días, así como con otras personas de la superficie que lo extrañaban. Él también los extrañaba, y deseaba volver pronto, pero antes de hacer tal cosa tenía algo más importante entre manos.


En medio de sus elucubraciones Faris se removió un poco y abrió perezosamente los ojos, bostezando con una delicadeza que nadie más poseía. Cyalume dejó de pensar de inmediato y se abrazó más a él, besándolo en la mejilla para que se despertara del todo. El efecto fue el deseado y Faris se despejó de golpe, sonriéndole y devolviéndole el beso, pero en los labios.


-Buenos días, Cyalume.


-Buenos días, Faris. Hoy también luces precioso desde temprano...


-Je... precioso recién levantado... te perdono la mentira porque eres tú.- Ambos se rieron como niños y él se irguió, estirando los brazos y bostezando de nuevo para quitarse los excesos de sueño de encima. Después, se pasó la mano por el cabello y miró alrededor.- De nuevo me he quedado dormido en tu cuarto. Cyalume, ¿es mi impresión o tú no me despiertas a propósito? Sabes que no es correcto que durmamos juntos antes de la boda.


-¡Pero si aún ni estamos comprometidos!- protestó el príncipe.- No quiero esperar tanto. Además, la ley no dice nada de que debo ser virgen para casarme.


-Cierto, pero aún hay algunas costumbres que deberíamos intentar respetar. Éste es el palacio de la reina. No está bien que los undercats vean a un hombre salir de tu cuarto, aún cuando ese hombre sea tu prometido. Por respeto a ella...


-Faris, mi amor, te lo he dicho mil veces: olvídate de eso- sentenció Cyalume tajante, levantándose él también y rodeándolo por los hombros.- Mi madre tiene muchas cosas en que pensar como para que le importe lo que yo hago en mis aposentos contigo. Además, ¿de verdad prefieres que esperemos a después del compromiso y la boda? ¿No es más bonito que ya vayamos durmiendo juntos para ir acostumbrándonos?


-Cyalume... no sé si admirar tu capacidad para convencerme con tus palabras, o sentirme mal por ser tan fácil de convencer.-El príncipe soltó una carcajada al oírlo.


-No te sientas mal. Es inevitable que el amor te haga rendirte.


Después de eso ya no pudieron hablar mucho más, porque sus voces habían alertado a los criados: todos ellos tenían orden de no molestar al príncipe mientras dormía, pero en cuanto él despertaba tenían que tener listo su baño y su desayuno. Aunque insistió en que se bañaran juntos, Faris le dio un inocente beso en la frente y le aclaró que a pesar de su poca resistencia, no se animaba a tanto. Entonces Cyalume supo que ya había presionado suficiente por esa mañana y lo dejó ir, no sin antes besarlo apasionadamente una vez más.


-Te veré más tarde, mi amor. Tenemos mucho que hacer.


-Lo sé. Te estaré esperando.


Cyalume gozó mucho del baño con agua caliente y perfumada (los undercats no soportaban el agua fría), y se vistió rápido con un conjunto informal. Después se dirigió a su amplia terraza privada para desayunar, al tiempo que revisaba algunas tarjetas recibidas el día anterior: eran mensajes que confirmaban la asistencia a su fiesta de compromiso, que sería dentro de dos días. Esas en particular eran de la princesa Ambarin y su corte, pero sabía que vendrían de todos los sitios ya que tenía más confirmaciones guardadas en su escritorio. Por ejemplo, de sus amigos del mundo humano. Un contingente llegaría esa tarde y se instalaría en el palacio, como invitados especiales que él en persona atendería y ese era uno de los motivos por los cuales se había levantado de tan buen humor. Anhelaba volver a ver a Quinn, a Alysa, a Marc, a Roger. Además de ser sus amigos serían los primeros seres humanos en visitar el inframundo, por lo cual sería una situación protocolar importante. Debía estar a la altura.


-¿Desea comer algo más, su alteza? Podemos prepararlo de inmediato.


-No, gracias, Mirko. Pero dile a Rori que estaba todo delicioso como de costumbre.


Mirko se inclinó y retiró las bandejas, orgulloso del elogio de su señor. Él y su hermano gemelo Rori habían llegado al palacio siendo niños, y gracias a su esfuerzo y a la bondad del príncipe ocupaban ahora altos cargos como su jefe de criados y su chef personal. No era difícil servirlo porque era un undercat gentil y educado, incapaz de abusar de su cargo para humillar a sus súbditos. Habían oído historias espantosas de los otros reinos, como el de los íncubos o las necronomitas, donde se castigaba severamente a los sirvientes por cualquier falla; por eso, agradecían haber nacido undercats y estar bajo la protección de Selena y Cyalume, quienes no conocían más que la bondad para con los suyos. Con ellos no tenían nada que temer.


-Mirko, ¿sabes si mi madre está en el palacio?


-Sí, su alteza. Su Majestad está reunida con el consejo, discutiendo sobre la seguridad durante la noche del compromiso. No quiso dejar nada al azar, así que decidió encargarse ella misma de cada detalle.


-Mamá es tan buena. No sé como me las hubiera arreglado yo solo con todo... ¡por la gran Luna, no sé como quitarme los nervios de encima! No quiero que me vean así.


-Su Alteza, si me permite el consejo... creo que solo debe relajarse. Todos han trabajado muy duro en su fiesta, incluido usted. No hay motivo por el cual las cosas vayan a salir mal.


-Sí... en el fondo sé que tienes razón. Pero es que falta tan poco que no puedo evitarlo... quiero que mi fiesta de compromiso sea perfecta. No podría soportar que algo arruinara la noche más importante para Faris y para mí.


Mencionar a Faris hizo que le dieran ganas de ir a verlo, pero se contuvo. Supuso que estaría supervisando los últimos toques de la capilla donde intercambiarían sus votos, y no quería distraerlo. Además él tenía sus propios deberes asignados, de modo que abandonó sus aposentos y se reunió con el secretario de su madre, Portia, para inspeccionar las habitaciones de invitados que ocuparían sus amigos.


-Tomamos en cuenta todas sus instrucciones, alteza- dijo Portia ceremoniosamente. Era un undercat de cuarenta años, cabello negro y orejas y cola color vainilla, muy eficiente y capaz de atender muchos asuntos al mismo tiempo, razón por la que Selena lo había asignado como ayudante de Cyalume. El joven príncipe ingresó en unos aposentos arreglados de forma muy femenina, y se volteó a verlo con aprobación.


-Ya lo creo. ¡Este cuarto es precioso!


-Ya que usted fue muy específico en cuanto a las costumbres de las mujeres humanas, envié a buscar a los otros reinos todo lo que pudiera servirle a sus amigas: artículos de tocador, ropa de cama adecuada para señoritas, doseles nuevos, y también procuré que un decorador de interiores arreglara los cuartos para hacerlos más confortables y femeninos.


-Lo logró, tenlo por seguro. ¿De dónde es?


-Del Nuevo Infierno, alteza. Era decorador cuando estaba vivo.- Portia ajustó sus anteojos y continuó.- Para las habitaciones de los caballeros tomamos recaudos similares, y las equipamos con todo lo necesario para una estadía corta. He elaborado también una lista de criados para servir a cada uno. Si usted lo desea, puede elegir a los que considere mejores.


-No será necesario tanto- aclaró Cyalume saliendo del cuarto que compartirían Alysa y Leo e inspeccionando el de al lado, que sería de Quinn.- Un criado por persona bastará. En el mundo humano, las personas normales no tienen sirvientes que las atiendan. Pienso que si pusiera muchos a atenderlos, en lugar de estar cómodos se sentirán fuera de lugar.


-De acuerdo, alteza.


-¿Has avisado a los guardias de la División Tercera?


-Sí, alteza. El capitán Toulouse me aseguró que sus mejores undercats se ocuparán de la seguridad de sus invitados humanos, y ya sabe usted que él nunca falla en su trabajo. Así que puede estar tranquilo con eso también. Estarán perfectamente a salvo.


-¿Y que hay del menú que entregué la semana pasada? Rori me dijo que tuvieran problemas.


-Ah, eso. No se preocupe, alteza, ya ha sido solucionado. El problema vino porque los chefs del palacio no están acostumbrados a tener que separar sus comidas por tipos, y no sabían como organizarse. Así que fui a las cocinas y después de analizarlo un poco logré establecer equipos y roles definidos para cada uno de ellos: un grupo se ocupará del menú para la gente del reino súcubo, otro grupo atenderá a los diablos, otro a los humanos, y así sucesivamente.


-Vaya... suena difícil- comentó Cyalume dubitativo.


-Le aseguro que no, alteza. En realidad, separarlos por grupos ha agilizado mucho su trabajo. Así cada uno se aboca a lo suyo y las comidas se hacen con mayor eficiencia y rapidez.


-Bueno, si tú lo dices. Confío en ti- aseguró con una sonrisa que hizo sentir orgulloso a Portia.


-Si su alteza lo desea, podemos bajar a las cocinas ahora y echar un vistazo. Así comprobará que todo marcha según lo planeado.


-¡Sí, sí! Bajemos. Quiero hablar un poco con los chefs principales.


De camino a las cocinas, Cyalume pudo observar cuanto movimiento había en el palacio. Por donde quiera que mirara había undercats trabajando, limpiando, colocando decoraciones, llevando luces y flores, puliendo las estatuas hasta sacarles brillos dignos de la Estrella Matutina. Todos se estaban esforzando para que el día de su compromiso el Palacio de la Luz Eterna refulgiera sobre todo el inframundo como si la luna hubiera descendido, y él no podía sentirse más agradecido por eso. Sabía que ellos estaban cumpliendo su trabajo, pero también sabía que lo hacían por amor a él. No era vanidad de su parte: bastaba con mirar las expresiones alegres en la cara de todo el mundo para saber que estaban genuinamente felices por ver a su príncipe a punto de comprometerse. Era sin duda el mayor acontecimiento social que habían vivido desde su nacimiento, y querían dar lo mejor de sí para hacerlo feliz.


-¿Alteza? ¿Continuamos?- preguntó Portia al ver que se había detenido. Asintió.


-Sí, sí, vamos. Aún quedan muchas cosas por hacer y quiero tener tiempo para todo.


(...)


Después de verificar que los preparativos en el salón de recepciones iban bien, Faris tenía aún otras obligaciones que atender, pero, contrario a su responsabilidad habitual, aquella vez no pudo evitar quedarse mirando embobado la capilla donde pediría la mano de Cyalume.


Se le hacía sumamente irreal estar ahí y saber que él era el novio. Hasta no mucho tiempo atrás, se había preparado mentalmente para ver a su príncipe casándose con otro, de la mano de otro undercat con más suerte, mientras él se obligaba a sonreír y a felicitarlos de forma hipócrita, mientras por dentro moría de amor por él. Pero la fortuna le había sonreído, y la mano de Cyalume era suya. Después del compromiso serían solo seis meses para la boda. Una boda fantástica, de ensueño, aprobada por la mismísima reina Selena. ¿Qué más podía pedir? Llevándose una mano al corazón, se prometió que haría de Cyalume el undercat más feliz del inframundo. Jamás dejaría de amarlo, de protegerlo o de honrarlo. Despertándose de su ensoñamiento, sonrió con bríos y se dispuso a retomar su agenda, pero fue interrumpido por su criado de mayor confianza, que se inclinó brevemente ante él.


-Disculpe, mi señor. Usted pidió que le avisáramos cuando Su Majestad se desocupara, así que vengo a informarle que ya ha salido de la sala del consejo.


-¡Oh, sí! Gracias, Milgot. Iré a verla enseguida.


-¿Desea alguna otra cosa, mi señor?


-Sí. ¿Sabes dónde está mi novio?


-El príncipe Cyalume está con el secretario real, verificando los preparativos para el recibimiento de sus invitados- informó con precisión. Faris asintió.


-Es cierto, ellos llegarán hoy por la tarde. Cyalume está muy emocionado.- Imaginando lo nervioso que debía estar, se puso firme y marchó a toda prisa a ver a la reina, con la intención de desocuparse y poder regresar junto a Cyalume cuanto antes. Al final no podía culparlo por permitirle dormir en sus aposentos en vez de despertarlo para que se marchase; faltando tan poco para la ceremonia eran muchas las tareas que hacer, y entre una cosa y otra no podían pasar tanto tiempo juntos como querían. Y cuando estaban juntos con frecuencia era en compañía de otros undercats, así que tampoco era mucho lo que podían hacer. Se ruborizó un instante. Su tiempo viviendo en el mundo humano le había aportado otra actitud a Cyalume, bastante más relajada, y con frecuencia quería mimos y diversión en lugares muy poco apropiados. No es que no quisiera complacerlo, claro está... pero alguno de los dos debía ser el adulto y recordar que aún no estaban casados. Debían mantener el decoro.


"A quién quiero engañar" pensó mordiéndose el labio. "Yo lo quiero tanto como él me quiere. Ya no puedo esperar a que seamos esposos y dejar este estúpido decoro de lado".


(...)


-... y entonces, las habitaciones reales estarán en el ala opuesta a la de mis amigos, ¿correcto?


-Correcto, alteza. Los aposentos destinados a los otros líderes del inframundo estarán en el ala oeste, junto a los de Su Majestad. Contarán con sus propios séquitos, así como con criados nuestros que la reina misma eligió, de modo que tampoco debe preocuparse por ellos. Estarán bien atendidos en todo momento, y no compartirán nada con sus amigos hasta la noche de la fiesta.


-Gracias a la luna. Que esto quede aquí entre nosotros, pero no confío en ninguno lo suficiente como para dejarlos a solas con Quinn y los otros. ¡Quién sabe lo que podrían hacer! Soy responsable por todos ellos, así que no puedo permitir que alguno acabe convertido en demonio o en medio de algún ritual sanguinario. Sería un pésimo anfitrión.


Portia ocultó una leve sonrisa y luego continuó su rumbo, observando él también la magnificencia de los preparativos. Sí así se arreglaba todo para el compromiso, ¿cómo sería cuando llegara la boda? Para ser honesto, a pesar de su exterior tranquilo por dentro temblaba de miedo ante la posibilidad de cometer algún fallo que estropeara la fiesta. Llevaba solo cinco años al servicio directo de Su Majestad, muy poco tiempo en lo que refería al promedio de vida de un undercat. Algunos de sus vasallos más leales llevaban sirviéndola desde hacía por lo menos dos siglos, y con excelentes desempeños. ¿Qué dirían todos si él, el más joven de todos los súbditos, arruinaba la preciada boda de su hijo? Se obligó a descartar esos temores y siguió al príncipe, interrumpiéndose solo cuando llegó la hora de almorzar. Cyalume no se dirigió al comedor, como cabía esperar, sino que corrió al despacho de Faris y se arrojó a sus brazos. El capitán, al estar a solas, no tuvo objeción en que sus delicadas manos reales le acariciaran el cabello de forma tan sensual.


-Esto es una verdadera locura, mi amor- se quejó, apoyando la cabeza en su pecho.- No veo la hora de que todo pase para que podamos mudarnos a nuestro palacio y estemos los dos solos. Entonces, no más interrupciones, no más separarnos a cada rato para ocuparnos de los preparativos de nada. Podremos estar juntos todo el día y toda la noche, y amarnos, y hacer lo que nos venga en gana.


-¿Eso es lo que deseas?


-¿Y tú?- repreguntó Cyalume, mirándolo a los ojos. Faris no podía negarle nada a esos ojos castaños que lo veían con tanto amor, y asintió el silencio mientras se besaban. Cuando se separaron, Cyalume se lamió de forma sugestiva y alzó la cola, pidiéndole sin palabras que la enlazara con la suya. Así lo hizo, estremeciéndose de gusto al quedar tan unido a él.


-Ten paciencia, mi príncipe. Recuerda que será una fiesta hermosa, llena de nuestros seres queridos, y que después de eso estaremos más cerca que nunca de ser esposos.


-No puedo esperar por nuestra noche de bodas- le susurró al oído antes de reír y de tomarlo de la mano.- ¡Ahora vamos! Almorzaremos con mamá y no debemos llegar tarde. Quiero preguntarle unas cuantas cosas antes de que lleguen Quinn y los demás.


(...)


-Quinn. ¿Estás nervioso o qué?


-No... ¿por qué lo dices?


-Por la forma en que tiembla esa taza que tienes en las manos- señaló Alysa divertida y provocando las carcajadas del grupo. Quinn, sonrojándose, dejó la taza sobre la mesa.


Estaban reunidos en la casa de Alysa, esperando a que les abrieran el portal que les permitiría pasar al inframundo. La excitación por aquella aventura superaba con creces el miedo que pudieran sentir, o al menos así era para la mayoría. Desde luego, ayudaba mucho el haber sabido la verdad con anticipación. Excepto Alysa y Quinn, nadie más allí había descubierto la identidad de Cyalume hasta que este se marchó sorpresivamente. Sorprendidos y tristes por su ausencia, comenzaron a hacer preguntas, y cuando a Alysa se le acabaron las excusas llamó a Cyalume para preguntarle qué quería hacer. ¿Debía proteger su secreto, o confiaba en sus amigos y les decía la verdad? Incapaz de mentirles por más tiempo, Cyalume decidió contarles todo a través de una videoconferencia. Y allí estaban tres meses después, con el equipaje listo para viajar a su mundo natal a presenciar su compromiso con Faris, el amor de su vida.


-Ya faltan pocos minutos. Si alguien se quiere arrepentir, ahora es el momento.


-¿Estás loca?- preguntó Marc con los ojos en blanco.- ¿Quién iba a arrepentirse después de todo lo que hemos esperado? Ni hablar. Debemos estar en esa fiesta.


-Una fiesta de compromiso entre un príncipe y su amado de la infancia... ¡es tan romántico!- exclamó Flora embelesada.- Ojalá encontrara un hombre así.


-Tal vez lo hagas. Habrá muchos solteros en esa fiesta- opinó Roger, haciendo caso omiso de la mirada fulminante que le dirigió su hermana. Roger, que vivía en su mundo, nunca había notado la admiración que la joven Flora sentía por él.


-En cualquier caso, ya lo hemos discutido. Debemos mantener la compostura cuando lleguemos, para no avergonzar a Cyalume frente a su madre e invitados. Van a ir todos los líderes del inframundo, y no podemos quedar mal ante ellos.


-Sí. ¿Se imaginan hacerle un chiste fuera de lugar a la reina súcubo? ¿O llevar una remera con la imagen de Jesús frente a Lucifer?- rió Marc con ganas, haciendo que Quinn le diera un golpe suave en el brazo.


-No digas eso ni en chiste. No quiero terminar mis días convertido en un sapo, o con el alma hecha jirones por culpa de alguna broma tuya.


-Ya sé, ya sé, hombre, ¿crees que soy tonto? No haré nada que nos ponga en peligro.


Antes que nadie pudiera decir nada más, el aire se enrareció y un tenue pero persistente viento comenzó a soplar por la ventana abierta de la cocina. Alysa echó una ojeada y reconoció las señales, por lo que se levantó y arengó a los demás:


-Ya es hora. Tomen sus cosas y vamos al patio.


El viento soplaba ahora más fuerte y agitaba las copas de los árboles, y de un momento a otro un brillo inusual de color blanco surgió del aire mismo, creciendo y girando hasta formar una figura ovalada de la altura de un hombre. Algunos de ellos se echaron hacia atrás con susto (Flora aprovechó para tomar del brazo a Roger), pero sin dejar de mirar fascinados mientras el portal se estabilizaba y quedaba fijado al suelo. Después, el viento simplemente cesó y el remolino de luz que conformaba el portal se agitó, dando paso a dos undercats jóvenes vestidos de soldados, con lanzas negras. Los guardias se inclinaron ante ellos y elevaron sus colas en señal de respeto.


-De parte de su alteza real el príncipe Cyalume, vinimos a buscarlos para llevarlos al palacio- dijo uno, el que lucía una insignia roja en el pecho.- Por favor, permanezcan juntos y no se separen de mí. Mi compañero cerrará la fila para hacerlo más seguro.


-¡Oh, gracias! ¿Tardaremos mucho en llegar?- inquirió Leo, el novio de Alysa.


-No señor, será solo unos segundos. ¿No falta nadie? Bueno, en ese caso, síganme.


-Qué emoción, que emoción, que emoción- murmuraba Alysa por lo bajo mientras observaba fascinada el paisaje de luz y oscuridad que los envolvía mientras caminaban en línea recta detrás del guardia; tan pronto como entraron avistaron el final del camino, que era otra puerta de forma ovalada, y al cruzarla se encontraron en un bellísimo salón de magníficas proporciones, decorado en un purísimo tono blanco. Ante ellos había una dama tan resplandeciente como la luna llena, sentada en un soberbio trono de piedra blanca y joyas incrustadas, y comprendieron de inmediato que debía ser la reina Selena, soberana de los undercats. Antes de quedar sobrecogidos por su presencia, una voz los sacó de su ensoñamiento y los devolvió a la festiva alegría de unos minutos atrás. Cyalume, parado junto a su madre, rompió el protocolo al agitar la mano para saludarlos y acercarse corriendo al grupo.


-¡Chicos, vinieron! ¡Qué alegría que estén todos!


-¡Cyalume!- exclamó Alysa dichosa abrazándolo y riéndose, rompiendo el hielo y haciendo que todos los demás se acercaron también: Quinn, Marc, Roger, Flora, Kayla, Leo, Kitty May, Philip y Elise. La algarabía pronto llenó toda la sala del trono como si fuera el patio de una escuela.


-¡Oh, estoy tan feliz de que al fin hayan llegado!- exclamó agitando la cola sin cesar.- La impaciencia me estaba comiendo vivo. ¡Pero vengan, vengan, así los presento con...!


-Cariño, ¿qué dijimos sobre recibir a las visitas de forma correcta?- susurró Faris con gentileza detrás suyo, sobresaltándolo y provocando la risa de todos. Se dirigió al grupo.- Es un placer conocerlos al fin. Cyalume no hace más que hablar de ustedes, y excepto a Quinn y Alysa a los demás no tenía el gusto de haberlos visto antes. Mucho gusto- finalizó, tendiendo la mano a cada uno y sonriendo con gentileza. El grupo (particularmente las chicas) quedó impresionado por la apostura de Faris, que parecía un galán de películas románticas pero más alto y con orejas y cola de gato grises. Después de una larga ronda e intercambio de saludos la reina se levantó por fin de su trono, y al hacerlo los cegó a todos por un instante con el movimiento de su largo cabello blanco. Alysa se quedó muda ante la fuerza del aura que emanaba la madre de su amigo, y recordó que además de reina era una diosa; la falda de su vestido era tan amplia que formaba un gigantesco círculo luminoso a su alrededor. Aquella visión todopoderosa que se estaba formando en sus mentes se desvaneció en cuando la reina abrió la boca, pues su voz era dulce y jovial como la de una muchacha común y no parecía en lo absoluto intimidante como su aspecto y su trono sugerían.


-Me hace muy feliz ver que mi hijo ha hecho tantos amigos en el corto tiempo que pasó en su mundo. En mi nombre y el de mi reino, les doy las gracias por haber cuidado de Cyalume.- Dicho esto se inclinó levemente, y Quinn y los demás se cubrieron de vergüenza y de nervios.


-¡Que va, Majestad! No ha sido ninguna molestia ayudar a Cyalume, al contrario...


-Él nos ayudó a nosotros, en muchos sentidos- sentenció Flora ruborizándose.- Fue un gran amigo y nos hizo vivir un Halloween inolvidable.


-Lo extrañábamos- terció Marc.- Así que ni se nos hubiera ocurrido rechazar esta invitación.


-¡Ah, sí, sobre eso!- intervino Cyalume exultante, del brazo de Faris.- Les he preparado aposentos en el ala este del palacio, junto a los míos! Faris y yo los guiaremos. ¡No se preocupen por su equipaje, los criados lo llevarán! ¿Vamos?


Tras despedirse educadamente de la reina, el grupo siguió a Cyalume y Faris por el palacio y no dejaron ni un segundo de mirar maravillados todo lo que los rodeaba. Los corredores que atravesaron, la gran escalinata de mármol, los cuadros y estatuas refulgentes, todo aquello que hasta ese momento solo habían visto en el cine o en la tele. Quizá lo más sorprendente era, de todas formas, que por los ventanales no entraba la luz del sol, y tampoco se veía el cielo azul al que estaban acostumbrados. La visión de un cielo rojo atravesado por nubes color rubí era algo extraordinario y algo perturbador, pero aún así era bastante bonito una vez que se hubieron acostumbrado. Cyalume se los fue explicando a medida que avanzaban.


-Dentro de los límites del reino el aire es puro y respirable, pero de él hay mucho olor a azufre y el calor se duplica, así que les recomiendo que no se alejen solos nunca. En cuanto a nuestro cielo, es un reflejo de los fuegos que recorren el inframundo, de modo que el tipo de luz que recibimos también es diferente. No se preocupen, no es peligroso para la piel ni nada de eso.


-¿Ustedes también respiran?- preguntó Roger de modo inocente. Faris lo miró con indulgencia y le contestó tranquilamente:


-En realidad no, ya que no lo necesitamos. Pero la energía que nutre al reino es muy poderosa y limpia nuestro aire, de modo que si hiciera falta podríamos hacerlo. Ustedes, desde luego, podrán.


-Qué alivio. Sin eso no habríamos podido venir, ¿no?


-Habría ideado alguna forma- aseguró Cyalume.- Pero no habría dejado que faltaran a mi compromiso por nada del mundo.


-¿De dónde viene esa energía, Cy?- preguntó Alysa con curiosidad.


-Antiguamente era energía natural de esta zona, que se llama Vasto Vacío. La energía vacía ayudó a formar el reino en sus inicios, convirtiéndonos en demonios gato, y luego haciéndonos fértiles a pesar de ser todos hombres. Actualmente la energía necesaria para el funcionamiento de todas las cosas viene de mi madre.- Sonrió con orgullo y les señaló un cuadro en la pared, que representaba a la reina durante su coronación. Llevaba una corona de diamantes, una espada en la mano izquierda y un escudo en la derecha.- Ella llegó al inframundo envuelta en la Estrella del Alba, un amuleto hecho de la energía de todos los selenitas que se sacrificaron para salvarla cuando un cataclismo devastó la luna. Al caer aquí quedó tan lastimada que la Estrella se rompió y ella perdió sus poderes, pero fue rescatada y protegida por los undercats de aquella época, que dieron todo lo que tenían para ayudarla. Después que hubo sanado por completo, fue capaz de activar de nuevo la Estrella y recuperar todos sus dones divinos, con los cuales salvó y reconstruyó el reino.


-Wau... ¡eso suena tan increíble!- exclamó Leo observando el cuadro con más respeto, y luego mirando de nuevo a Cyalume.- Pero, si tu madre fue capaz de reconstruir este reino como dices, ¿por qué nunca reconstruyó el reino de la luna? ¿Nunca quiso regresar?


-Le pregunté lo mismo una vez. Pero me dijo que, aunque a veces extraña su antigua vida, ahora el inframundo es su hogar y no querría marcharse por nada del mundo. Los undercats se convirtieron en su nueva familia, también. En cuanto a los selenitas, viven dentro de ella, en su corazón, y cada vez que utiliza la Estrella del Alba puede sentirlos como si todavía estuvieran a su lado. En cierto modo, nunca la abandonaron.


-Es una historia hermosa, Cyalume, hermosa. Ojalá pudiera escribirla- comentó Kitty May, quien era escritora y amante de las historias épicas.


-Puedo contarles muchas más historias. Pero ahora, ¡observen! Hemos llegado- exclamó exultante señalándoles un pasillo amplio con puertas doradas. Uno por uno los fue guiando a las habitaciones que les había preparado, todas relucientes y con criados bien dispuestos para que se ocuparan de los equipajes. Durante un rato se fueron cruzando de suite en suite, intercambiando impresiones, riendo, haciéndose bromas y en general admirando la opulencia de aquellos cuartos, mientras Faris y Cyalume daban instrucciones para que atendieran cualquiera de sus necesidades. Pero, al final, Cyalume los reunió a todos en su propia alcoba y les habló con calma, mientras Mirko les servía una bebida desconocida de color limón que resultó estar deliciosa.


-Siento que hay un millón de cosas que quiero decirles, pero debo ser franco. Aunque todavía no lo noten, dentro de poco estarán tan cansados que difícilmente podamos sostener una conversación. No se alarmen; no es nada extraño ni peligroso, es solo un efecto secundario por haber cruzado el portal. Al no ser demonios su energía es muy diferente a la nuestra, así que es más que probable que el viaje, por corto que haya sido, les haya absorbido la vitalidad.


-¡Oh! ¿Y entonces...?- preguntó Quinn tapando un bostezo.


-Lo único que tienen que hacer es descansar- expuso Faris rodeando a su novio por la cintura.- Una buena noche de sueño bastará para dejarlos como nuevos. Mañana por la mañana Cyalume y yo les ofreceremos un desayuno de bienvenida y los llevaremos a recorrer el palacio y la ciudad. ¿Qué les parece?


-A mí me parece de lujo- contestó Marc con los ojos brillantes.- Este es el viaje más loco que haya hecho y quiero muchos recuerdos para cuando vuelva a Aristra.


Ante la aprobación general Cyalume hizo un gesto a Mirko y éste retiró las copas vacías, mientras él hacía unas últimas aclaraciones.


-Quiero que mañana sea un día muy especial para todos, como lo fue allá arriba. Pero debo advertirles que por la noche recibiré otros invitados. Son los líderes del inframundo, que se alojarán en el ala opuesta del palacio a la nuestra. Sé que no pasará nada malo, pero de todas formas se los cuento para que sepan como son las cosas. Vendrá la reina súcubo, la princesa necronomita, el príncipe de los íncubos...


-¿Y Lucifer? ¿Vendrá también?- preguntó Philip entusiasmado.


-Por supuesto, vendrá. Él es la cabeza superior del inframundo y su presencia es un motivo de orgullo para nosotros. En la fiesta los conocerán a todos.


-Genial. Llevaré mi cámara- comentó Marc de buen humor.

Notas finales:

Poco a poco, los humanos y los demonios de distintas razas irán cruzándose y conociendo más los unos de los otros. ¿Qué podría salir mal? ¿Verdad?


Para más detalles de las razas infernales, pueden consultar el capítulo extra de Cyalume; ahí se explica dos o tres cosas básicas sobre sus personalidades, objetivos y modos de vida. Fue muy interesante estructurar el infierno por razas, clases y funciones. Pero les dejo a ustedes que se diviertan eligiendo a sus favoritos.


Me pueden encontrar en FB como Kitty Pasta Historias BL. Subo información sobre las actualizaciones, ilustraciones de mis historias y memes para relajarse. Nos vemos en el segundo capítulo :)


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