La alarma del celular sonó por toda la casa, causando que su dueño despertada de golpe y cayera de la cama. Aquel sujeto se reincorporó rápidamente y tomó su dispositivo para prenderlo, de modo que el despertador se apague.
– Las siete y media – volvió a acostarse –. Treinta minutos más.
– Buenos días, Kojiro – su madre entró al cuarto y encendió la luz –. Levántate o llegarás tarde a tu primer día.
– Pero las clases comienzan a las nueve – bufó –. Quiero dormir.
– Kojiro Hyuga, o te levantas o lanzaré mi sandalia – amenazó –. Además, Ken está despierto desde hace quince minutos.
– De acuerdo – aceptó a regañadientes.
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– Buenos días, Kojiro – saludó Wakashimazu al ver a su amigo entrar con un chicón en la cabeza seguido de su madre, quien tenía su sandalia en la mano –. Veo que los zapatazos se cobraron otra víctima – rió por lo bajo.
– ¿En dónde están papá, Takeru, Naoko y Masaru? – ignoró lo que el otro dijo.
– Tu padre se acaba de ir al trabajo, y aún no he despertado a tus hermanos – contestó su madre –. Te serviré el desayuno, no hice mucho porque no quiero que te duela el estómago en tu primer día.
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– ¿Estás emocionado, Hyuga? – preguntó Ken mientras él y Kojiro iban corriendo.
– Lo único que espero es que estemos en la misma clase – contestó –. Debo admitir que cuando supe que tus padres te dieron permiso de mudarte aquí me sorprendí bastante.
– Yo también, pensé que tendría que luchar más – confesó –. Pero es gracias a que los tuyos accedieron a cuidarme – agregó –. Mejor démonos prisa, la ceremonia de apertura es en diez minutos.
– Sí – cuando estaban por doblar una esquina un chico salió de la nada –. ¡Cuidado!
– ¿Eh? – ambos chocharon y cayeron al suelo.
– ¿Están bien? – Ken ayudó a Hyuga a levantarse, y este al desconocido.
– Oye, fíjate por donde… – al mirar a los ojos a la otra persona sintió una sensación que nunca había experimentado, un cosquilleo recorrió todo su cuerpo así como un ligero rubor apareció.
– Discúlpame, estaba tan apurado que no vi el camino – miró su reloj y se alarmó –. Debo irme, o llegaré tarde.
– Sí – se quedó por unos segundos estático mientras veía como aquel muchacho se alejaba.
– Hyuga, oye, Hyuga – Wakashimazu chasqueó dos dedos frente suyo, regresándolo a la realidad –. Tenemos que darnos prisa.
– Es verdad – dicho esto ambos continuaron su camino.
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La ceremonia de apertura había concluido y los estudiantes se dirigían a sus salones. Para desgracia de Kojiro y Ken ambos estaban en cursos distintos: el primero en el primero “A” y el segundo en el primero “B”.
– Bueno, nos veremos a la hora del almuerzo – dijo Wakashimazu antes de seguir a sus nuevos compañeros.
– El mundo conspira en mi contra – suspiró y fue directo a su salón.
– Disculpe – lo llamaron.
– ¿Sí? – se dio la vuelta y vio a un joven con gorra acercándose.
– Soy de la clase primero “A”, pero llegué tarde y no sé dónde queda – dijo –. ¿Tú sí?
– Sí, de hecho estamos en el mismo curso – contestó –. Sígueme, y quítate la gorra o te meterás en problemas – ordenó.
– Gracias – hizo caso a lo que dijo y se la quitó –. Por cierto, me llamo Genzo Wakabayshi, mi familia es la más rica de la ciudad.
– Kojiro Hyuga, nací y crecí en Saitama pero nos mudamos porque a mi padre le ofrecieron un puesto de trabajo aquí – se presentó.
– Dime, Hyuga, ¿Te gusta el fútbol? – preguntó.
– Por supuesto – respondió con aires de orgullo –. Mi mejor amigo y yo jugamos desde que usábamos pañales.
– Entonces asumo que te unirás al club – lo miró –. Yo entraré en la posición de portero, soy el mejor de los de mi edad.
– Si claro, se nota que no te has enfrentado a Ken – rió por lo bajo –. Por si lo preguntas, él es mi mejor amigo y es el mejor guardameta de su generación.
– Ja, ya veremos.
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Tras tres largas horas de clases finalmente llegó la hora del almuerzo. Hyuga y Genzo fueron a una zona alejada del colegio para comer tranquilos. Tras esa pequeña discusión en la mañana ambos se volvieron amigos rápidamente al darse cuenta de que tenían varias cosas en común.
– Ya quiero regresar a casa y dormir – el mayor bostezó –. Aún me duele el golpe que me dio mamá esta mañana.
– Menos mal que los clubes inician la semana que viene – dijo el ojivede –. Estaré solo con los mayordomos hasta las siete, que es cuando mis odiosos hermanos regresan del trabajo – puso cara de enojo al pensar en ellos –. Por su culpa no puedo ver un ganso sin enojarme.
– Aquí estás – Wakashimazu vino corriendo.
– Ah, Ken, finalmente llegaste – dijo restándole importancia y luego dirigió su mirada a su nuevo amigo –. Él es Ken Wakashimazu, vive conmigo – lo presentó –. Ken, él es Genzo Bakabayashi…
– Wakabayashi – corrigió.
– Wakabayashi, vamos a la misma clase.
– Mucho gusto, Wakabayashi.
– El placer es todo mío, Wakashimazu – se estrecharon la mano.
– ¿Ocurre algo? – preguntó.
– De hecho sí – el ojimiel se sentó al lado de su amigo –. ¿Recuerdas al chico con el que chocaste cuando veníamos?
– Sí.
– Pues estudia en esta escuela, y es mi compañero – de inmediato Kojiro se quedó en shock –. ¿Hyuga? ¿Hyuga?
– ¿Te encuentras bien? – le tocó el hombro, a lo que reaccionó.
– ¡¡¡¿QUÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉ?!!! – el grito se escuchó por toda la escuela.