Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Ángel de alas rotas por La_Oscura_Reina_Angel

[Reviews - 6]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Ángel de alas rotas

¿Sabes lo que sucede cuando le cortas a un ángel sus alas? ¿Cuando le robas a un niño su felicidad?

Muere… No pretendo excusar a Ángel. Sólo pretendo que lo entiendan.

Ángel no tenía por qué vivir ya, por eso se suicidó. Su alma había muerto, asesinada cruelmente, y aquel pequeño ángel al que le robaron sus alas, no tenía ya razones para vivir.

Alguien le rompió el corazón, alguien le robó el alma y todo por una apuesta.

Qué inhumanos somos los humanos. Y qué desgraciado fue el ángel más hermoso que conocí en mi vida.

Descansa en paz, mi angelito, esta va por ti.

***

Ángel era el chico que en la escuela siempre estaba aparte. Era al último que escogían para la clase de educación física, era el chico del que siempre se burlaban y al que nadie quería.

Todo porque Ángel era una persona retraída, callada, inteligente, y no importaba qué le dijeras o cómo lo insultaras, él siempre sonreía.

Todos se burlaban de Ángel, porque era eso mismo, un ángel. Era un chico pero su pelo era largo, de delicados rizos cobrizos que iban hasta sus hombros. Tenía el rostro delicado, más hermoso que el de cualquiera de las niñas de aquel estúpido colegio, los más hermosos ojos azules y la piel clara y delicada, como la de un muñeco de porcelana.

Un muñeco de porcelana, eso era mi angelito, un delicado y hermoso muñeco de porcelana al que tiraron al piso de cemento sin corazón, sin piedad, con demasiada fuerza, haciéndolo pedazos.

Cuando todos se burlaban del Ángel, sonreía y no contestaba. Cuando todos se dividían en grupos para charlar, él permanecía solo y sonreía. Cuando alguien lo miraba, él sonreía. Y cuando alguien lloraba, él era el único que lo consolaba.

Pero no conformes con todos los desplantes y maldades que le hacían a Ángel, crearon una apuesta, un juego, el juego más cruel de todo.

Todos los chicos apostaron, ni uno quedó fuera. Aquel que lograra enamorar a “la nenita”, como llamaban irónicamente a Ángel, se lo llevara a la cama y tuviera pruebas de que le dio por culo, se llevaría doscientos dólares.

Ojalá y un rayo los hubiese matado en aquel momento. Ojalá y yo lo hubiese sabido antes para ayudarte, Ángel. Pero lo supe muy tarde, mi muñequito de porcelana.

Yo era la mejor amiga de Ángel, también era una chica tímida, de común belleza y no hablaba con nadie, sólo con Ángel, que un día al verme triste y sola, se acercó a animarme, y desde ese día nos hicimos amigos.

Conmigo nadie se metía, yo era hermana de uno de los chicos populares de la escuela, yo era hermana de Gabriel, un hombre guapo, pero un bastardo. Él fue el bastardo que verdaderamente quebró a mi muñequito de porcelana. Él fue el bastardo que le cortó las alas a mi ángel.

Gabriel, el diablo. Gabriel, mi hermano.

Yo había salido del país y cuando regresé Ángel corrió donde yo estaba, me lo contó tan ilusionado. Mi hermano lo había invitado a salir.

Estaba tan contento que brillaba con luz propia. Y yo no tuve corazón para hacer un comentario cínico, pero definitivamente algo no era normal. Mi hermano nunca invitaría a salir a Ángel, yo conocía muy bien al prepotente de mi hermano.

Pero no averiguaba nada. El tiempo pasaba y cada vez Ángel estaba más feliz, mi hermano lo llevaba al cine, a comer, a pasear. Y al final…

Al final logró llevárselo a la cama. Ángel no supo que había una cámara grabando. Y él... él no me lo contó. Él se entregó con tanta ilusión a su primera vez. A la persona que amaba. Porque maldito seas, Gabriel, él te amaba. Te amaba.

Ese día, como siempre, nos encontramos a mitad de camino y llegamos a la escuela juntos. Al llegar todos empezaron a señalar a Ángel y a murmurar, y otros a reírse, señalándolo sin pudor.

Un imbécil que le pasó por el lado a Ángel le faltó al respeto tomándole una nalga. Ángel se sorprendió, mientras yo quitada de la pena le pegaba un patadón en los huevos al tipejo.

Entonces cayó al suelo y soltó un pequeño DVD portátil y lo tomé, y mis ojos se abrieron de horror al ver las imágenes que corrían por ella. Era Ángel, eran Ángel y Gabriel en la cama.

Ángel se acercó a mí, yo traté de romper el DVD, de apagarlo todo para que él no lo viera. Pero Ángel fue más rápido que yo y me lo arrebató de las manos.

Y por primera vez desde que lo conocía, Ángel dejó de sonreír con sus preciosos ojos azules.

El DVD cayó de sus manos, retrocedió varios pasos llevándose una mano a la boca. Miró a su alrededor, sus ojos se llenaron de lágrimas, la mochila resbaló de sus manos y cayó al suelo.

En ese momento llegó mi hermano que pasó sus brazos por mis hombros y miró a Ángel burlón.

- Hola putita, buen revolcón el de la otra noche.

Dijo Gabriel. Ángel, se volteó y salió corriendo de la escuela, empujó a todo el que se interponía en su camino, y yo vi que lloraba mientras corría. Quedé en shock mientras lo veía alejarse. Entonces reaccioné cuando lo perdí de vista. Me volteé y crucé la cara de mi hermano con una sólida cachetada.

Me miró boquiabierto y toda la escuela por primera vez notó que yo existía. Le arrojé mi mochila y le pateé las bolas, cuando cayó al suelo le escupí y me dirigí al jefe del grupo, Armando. Yo sabía, no tenía dudas de que él había sido el de la idea.

Todo el que se impuso en mi camino tratando de evitar que llegara a Armando, se llevó el golpe de su vida.

Yo nunca había peleado, pero mi rabia era tal, que tumbaba a cualquiera al piso de un sólo golpe. Y cuando llegué a donde Armando, este trato de defenderse de mí y golpearme, pero yo lo vi como a cámara lenta y lo esquivé antes de saltarle encima, a golpes. Mordiscos, arañazos, pellizcos y patadas. No lo dejé hasta que lo vi sangrar.

Luego al fin reaccioné, fue como si saliera de una nebulosa. Me di la vuelta y salí corriendo en busca de Ángel, de mi hermoso Ángel.

Lo busqué en todos nuestros lugares, pero no lo encontré. Al final fui a la casa de Ángel, su madre me saludó y me dejó entrar, me dijo que Ángel había llegado sintiéndose mal y se había ido a acostar. Me dejó pasar y yo fui directa al cuarto de Ángel. Estaba cerrado con seguro, pero yo tenía llave. Ángel me la había dado. Entré y ahogué un grito.

Ángel estaba en su cama, tirado con los pantalones negros y la camisa blanca del uniforme, la corbata a un lado, las sabanas blancas llenas de sangre y sus muñecas abiertas, derramando aquel rojizo y vital líquido.

Su rostro de porcelana se viró hacia la puerta y me sonrió débilmente.

- Anabel.

Susurró. Corrí hacia él con mis ojos llenos de lágrimas y lo abracé contra mi pecho. Lo amaba, amaba a Ángel con locura. No como una mujer amaría a un hombre, pues era lesbiana, lo amaba como una hermana, como una amiga, como una hija y como una madre. Éramos todo el uno para el otro, y la vida de mi hermano se escapaba sin que yo pudiera hacer nada.

Traté de parar la sangre que manaba de las muñecas abiertas con mis manos, llorando histérica, gritando por ayuda. Pero no había nada que hacer, la sangre ya goteaba de las sábanas al piso.

Mi muñequito de porcelana me miró a los ojos y me sonrió con sus preciosos ojitos azules.

- Perdón hermanita.

- No me dejes hermanito.

Rogué besando sus cobrizos rizos, pero su cabeza cayó a un lado y él cerró los ojos. Grité más fuerte, la madre de Ángel y su padre llegaron, me empujaron lejos de la cama, tratando de socorrer a su hijo.

Vi la filosa tijera con que Ángel se había cortado las venas. Lo miré a él. Estaba muerto, ya no había nada para mí. Mi novia, la única persona a la que amé estaba muerta, y ahora mi alma gemela, mi otra mitad, mi complemento, mi hermano también lo estaba. Tomé las tijeras, la madre de Ángel me miró, la dulce señora gritó, pero ya era tarde, yo me había clavado la mismas tijeras con las que Ángel se quitó la vida en la yugular. Justamente en la yugular.

Caí al suelo. Desangrándome. Y estiré una mano hacia el cuerpo de Ángel. El padre, sabiendo que no había salvación, en su confusión me tomó en brazos y me dejó al lado del cuerpo de su hijo, con mis últimas fuerzas me aferré a Ángel y mis ojos se cerraron para siempre. Mientras lo hacían, el último pensamiento que pasaba por mi mente fue:

“Qué irónico. Somos dos ángeles con las alas arrancadas. A ti te las arrancó Gabriel, Ángel, y a mí me las arrancó un borracho cuando mató a mi Natalia. Sólo tú me mantuviste viva hermanito, si tú mueres, yo te acompañaré al infierno.”

Y así murieron dos ángeles, dos ángeles a los que los inhumanos humanos arrancaron las alas. Dos ángeles solos que murieron de amor. Ángel y Anabel, amigos, inocentes, víctimas de la inhumana humanidad. Y los inhumanos humanos, aquellos hipócritas que realmente los mataron, fueron al cementerio a llorar sus muertes. Hipócritas que nunca los amaron, hipócritas que poco a poco los fueron matando hasta que ya no quedo nada. Ángel, Anabel, os juro que algún día se podrán vengar, aún desde el más allá, o el más acá.

***Fin*** 

Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).