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~Café Para dos~ por Paxito

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Notas del fanfic:

Siempre he querido escribir un fic sobre ellos dos, es decir, como reaccionarian al encontrarse de nuevo ^^u. 

Basado en un rol inconcluso que quise darle fin a manera de fic.

Notas del capitulo:

Un fic, dedicado a Algol de Perseo y Shiryu de Dragón. Aqui, han pasado varios años después de Hades. Shiryu adquiere la armadura de libra y, por no dejar, Saori revive tambien a los caballeros de plata (YOLO xD)

 

~Café para dos ~

Fue demasiado tarde para retroceder.

¿Qué hago aquí? se preguntó una vez frente al sexto templo del zodiaco, como si apenas se hubiera dado cuenta del lugar donde estaba parado.

 Algol chasqueo la lengua, retrocedió un paso y quedó inmóvil en su lugar, sintiéndose estúpido.

El caballero de Perseo había vuelto a la vida junto a sus compañeros, los caballeros de plata.

“Una nueva oportunidad” dijo Athenea, la piadosa .

Piadosa y cruel; a su parecer. 

Athenea, la diosa que él y sus compañeros habían osado alzarse en puños . Podrían defenderse diciendo que habían sido engañados por el usurpador, pero eso no les quitaba culpa.

A su ver esta resurrección era un castigo humillante que solo les recordaba que habían sido marionetas, que eran débiles.  Su castigo era asumir las consecuencias de sus actos y enfrentar el mal que habían causado.

Quizá por eso estaba ahí, parado. Como idiota. Nervioso, como cuando obtuvo su armadura. Sentirse así le hacía enojarse consigo mismo. ¡El no era ningún cobarde! Iba a arreglar este asunto, iba a saldar cuentas. 

Cerrando los ojos y tras un largo suspiro, Algol de Perseo encendió su cosmos, llamando de aquel modo al morador del sexto templo. 

!Y pensar que por muchos años aquel templo había permanecido silencioso y abandonado.!

Dohko había renunciado a su puesto y ahora, después de muchos años volvía a tener un guardían presente

: Shiryu de libra¡. 

Pero para Algol, siempre sería "el dragón". El Dragón dorado.  

No obtuvo respuesta inmediata, la espera le pareció eterna. Perseo volvió a preguntarse internamente  ¿Qué demonios estoy haciendo? ¿Qué estoy esperando lograr con esta visita?. No lo tenia claro.

Sus preguntas fueron interrumpidas por el sonido de pasos acercándose.

  Algol reconocía la personalidad de sus contrincantes cuando los escuchaba caminar. Con escuchar sus pasos supo que era Shiryu quién se acercaba. Sus pasos eran ligeros, apenas audibles, discretos y precavidos. 

Shiryu apareció, deteniendose casi frente a él, tenía una venda que cubria sus ojos y a diferencia de Perseo, lo recibía sin su armadura de oro. Vestía con su típica indumentaria china. 

-- Bienvenido sea caballero. He recibido vuestra llamada, ¿Qué os trae al templo de Libra?

Algol levantó una sola ceja y estuvo a punto de carcajearse con toda la ironía del mundo. “El dragón no ha reconocido mi cosmos”, entendió. Era de esperarse,  analizó, él dragón se ha enfrentado a innumerables enemigos mucho más fuertes después de la lucha que sostuvieron. Él sólo fue un primer escalón de una larga sucesión de peleas que el joven ha tenido que soportar.  


 Pero para él era algo distinto, Algol no lo había olvidado. Recordaba la primera vez que lo había visto en aquella isla en donde emboscaron el avión que se dirigía al santuario. Recordaba a aquellos mocosos, los caballeros de bronce quienes habían asesinado a Misty, a Babel, a Moses, a Asterión.  

Nunca ha podido olvidar el estremecimiento que sintió cuando, durante su pelea, el joven dragón había reventado sus ojos y lo había derrotado. 

Recordaba el alarido de Medusa al ser destruida y luego como, si en cámara se tratase; el puño en forma de dragón atravesaba su armadura, su carne y huesos.  

Shiryu lo había matado.

Dos veces.

Nunca llegó a imaginar que se sentiría estar frente al hombre que le había quitado la vida de forma tan violenta.

Algol tardó en responder al chino al quedársele viendo con atención: Shiryu había cambiado. Ya no era un mocoso. De no estar vendado y de haberle visto los ojos, estaba seguro que mantendría aquella mirada.


−̶  Gracias, “dragón dorado”  −̶  Algol ladeó de lado su rostro, viéndole curioso y sonriendo de nueva cuenta al percatarse que Shiryu trataba de reconocer su voz. Pero habría de sonar diferente ahora, pues su entonación en lucha era muy diferente ahora que hablaba sin la arrogancia de antaño. La voz grave de Perseo era tranquila y poseía un acento suave que antes Shiryu no se había percatado −̶  Sobre ello, he de confesar que ha sido curiosidad lo que me ha traído aquí, tenía curiosidad saber que se siente estar frente quien me quito la vida... dos veces.  −̶  dio un paso para adelante, acercándose aún más a Shiryu. 

Y aquella última frase la enfatizó, dejando entrever quien era él. De nueva cuenta sonrió cuando, en cámara lenta el semblante de Shiryu cambiaba de la calma a la sorpresa, notó los músculos de su cuello tensarse y asumía actitud defensiva. 

−̶  ¿Qué pasa Dragón? parece que te has vuelto de piedra... −̶   ironizó.

Shiryu lo ha reconocido, trayendo a su memoria un fatídico fragmento de su pasado, una batalla que le hizo tomar una decisión que cambió tanto en su vida. 

−̶  Argol de Perseo −̶   murmuró bajo, cauteloso. No era el primer hombre con el que se cruzado al que había dado muerte con sus manos, y las reacciones habían sido variadas. Tomo aire e inclinó la cabeza apenas, saludando con respeto al caballero que venía a darle frente a pesar del pasado.−̶   Y ¿Qué es lo que has encontrado? −̶   preguntó. 


No podía cambiar el pasado y solo podía honrar sus muertes de todos aquellos que cayeron en el camino siendo fiel a sus convicciones, siguiendo el mismo camino que alguna vez los había hecho enfrentarse. Solo de esa manera podía ahora pararse frente a ellos, con orgullo, sin un ápice de rencor en su corazón. Al final, toda batalla debía terminar de una u otra manera. 

Por su lado, Algol viéndolo tan digno, tan serio y orgulloso no pudo más que sentir una tremenda admiración por “aquel mocoso de bronce”.  Rió quedamente y luego habló.

−̶   Primero, he encontrado que sigues pronunciando mal mi nombre. Es Algol. ¿Qué más?. 

Guardo silencio, eligiendo bien sus palabras, analizando lo que sentía. Comprendiendo en el proceso algo muy interesante y tranquilizador. 

−̶   Es extraño, Dragón. Por más que te veo frente a mí y tratar de recordarme que fueron tus puños los que me dieron muerte, no siento ningún tipo de rencor hacia ti −̶   reflexivo cruzó los  brazos frente al dragón y así, por un momento olvidó las jerarquías actuales que haría imposible que un caballero de plata hiciera eso frente a un superior −̶   No. Ni rencor, ni enojo. −̶   suspiró −̶   Que alivio. Comprendo estaba equivocado, pero luché con lo que yo creía correcto.  ¿Qué he encontrado, Dragón? Admiración  y gratitud. 

Dicho eso, para sorpresa de Shiryu, Algol lo tomó de la nuca con una mano y con la otra sujetó  su brazo derecho.  Perseo dio tres besos altercados en cada mejilla del menor, descolocandolo súbitamente.  Eso simplemente…no lo esperaba.  Sus besos efusivos lo hicieron sonrojar. 

Hasta ahí habría quedo aquella visita, con ese cierre. Pero Shiryu invitó al visitante a pasar a su templo, lo hizo por cortesía y sin pensarlo mucho.

Dió un paso para ladear su cuerpo y con una seña indicarle el camino al  interior −̶

−̶   Sería un honor compartir un trago contigo. 

Algol no bebía, pero sería una descortesía negarse. A su ver, aquello formaba parte de un ritual de reconciliación, como solía hacerse entre clanes enemigos en su país natal.   ¿Cómo decir que no? Sonrió suavemente, aceptando al pasar a su lado hacia el interior del templo. 

AL hacerlo, Shiryu notó lo alto que era el caballero de plata. No recordaba que lo fuera tanto. 

Caminando alado de Shiryu notó que, a pesar de estar ciego, parecía moverse con facilidad por el templo de libra. Cuando llegaron al centro del templo, Algol admiró  los aposentos de Libra. Todo estaba decorado a la usanza china de forma muy sencilla pero elegante. Al centro había un salón de té. 

El templo olía a hierbas, a tranquilidad y a la calma del cosmos de su guardián. Shiryu invitó a Algol a sentarse en el suelo frente a una mesa baja. 

− Dragón, espero que perdone mi descortesía; ¡he llegado aquí sin invitación previa y ....! −   suspiró, y por su voz, Shiryu lo encontró terriblemente avergonzado − ...  no tengo un presente adecuado, ¡es imperdonable!

Shiryu pensaba que Algol exageraba. Hizo un ademán con las manos para que dejara de preocuparse por ese tipo de cosas. Pero Algol empezó a rebuscar entre sus ropas y de pronto recordó el pequeño bolso que tenía en su cintura. Algol lo arrancó de un jalón para después ofrecérselo al morador. 

−  ¡ Por favor acepte esto! es poco pero es todo lo valioso que tengo para compartir contigo…


 Al principio, Shiryu no supo que cosa era lo que tenía en la mano hasta que abrió el pequeño saquito que tenía.

Su olor era...

¿Granos de café?. Shiryu acercó estos a su rostro para olfatearlo a placer. Cosa que hizo gracia a Perseo. 

 − Si, son granos de café de mi país natal. −̶  explicó Algol levantadose con lentitud de su lugar −  Es poco, lo traigo siempre conmigo cuando resguardo las salidas del santuario...aceptelo por favor.

Shiryu lo aceptó con una suave sonrisa. Resultaba que el fiero guerrero de plata era un hombre amable y respetuoso. No percibía en el la hostilidad y lo terrible de su presencia que había sentido cuando le conoció por primera vez.  Aunque tanto respeto lo descolocaba un poco.

−̶  Creo que una taza de café vendría mucho mejor con este clima. −̶  había oído que en algunas regiones se bebía el café caliente para combatir el calor −̶   solo que he de necesitar un poco de ayuda para prepararlo, si me haces el favor. 

Algol estaba ya de pie por esa razón. Parecía entusiasmado cuando siguió a Shiryu por la sencilla cocina que guardaba el templo, invitándole a que tomara lo que necesitara para preparar la bebida.  

 Parecía curioso, atento a lo que el otro tomaba o dejaba. Había devuelto la bolsita para que Algol hiciera lo que necesitaba hacer, pero el aroma que había quedado entre sus dedos era agradable. 

Al tomar la bolsita sus manos se tocaron por un segundo. Uno tenía las manos largas y finas, pero asperas, como la gente de campo. El otro, poseía unas manos anchas, toscas y calientes. 

 −  Arabia... ¿Es tu país natal?    

Algol, asintió. Pero como Shiryu no podía verlo respondió en voz alta.

- Si, así es. Nací en  Rub´al Khali , así que podría decirse que soy hijo del desierto. − eso explicaba aquel acento. 

De pronto Shiryu sintió como Algol tocaba sus manos, ahora no había sido un accidente, lo hacía de forma conciente. Al parecer Algol solía ser así de “físico”, los orientales no solían tener tanto contacto físico, al contrario, eran muy apartados y distantes.

Su cercanía le provocó cierto estremecimiento. 

−̶ Lo sientes…? −̶ susurró Algol, depositando en sus manos cada uno de los granos que contenía el bolso. Parecía que tenía la intensión de que tocara grano por grano con su mano.. − Escucha dragón, la preparación de café es muy parecida a vuestra ceremonia del té oriental. Tradicionalmente se prepara en presencia de los invitados, es un símbolo de generosidad de mi gente, pues es lo más valioso que se ofrece. El agua es el más preciado tesoro, así que debe ofrecerse con un corazón librado de odio. 

Shiryu asintió.  Algol tenia una voz agradable, aunque sus modos eran hoscos, había cierta generosidad en ellos.

Primero puso a hervir un poco de agua mientras ellos seguían con los granos. 

Pasó una mano por detrás de la espalda del dragón, empujándole suavemente e indicándole que debía tomar asiento junto a el.

−̶  Cada grano, tiene su particularidad, debe elegirse en base de su olor y pureza. Debe tratarse con respeto. −̶ susurraba, como si le contara un secreto.

Algol sonrió complacido por la concentración del chico y como no, aprovechó la cercanía para contemplarlo a gusto. Era un hombre guapo ahora que lo veía con atención. Medusa le recomendaría un sinnúmero de actos lascivos, pero solo se mordió los labios mientras le acercaba algo parecido a un mortero el cual le ayudaría en moler los granos. El olor se intensificó en la morada. Era agradable.  Perseo le mostró a Shiryu la fuerza requerida para hacerlo adecuadamente, una fuerza excesiva haría perder sus propiedades.

−̶  Lo haces muy bien, Dragón Dorado  ¿sabes? me alegra enormemente lo mucho que has crecido. Estar frente a ti me llena de serenidad. Eres admirable.

Las orejas de Shiryu estaban rojas. No estaba acostumbrado ni a la cercanía ni los halagos excesivos. Sabía que Algol lo decía de corazón, y rechazarlos sería una falta de respeto, así que asintió.

−̶ Gracias, Algol... El reconocimiento en tus palabras me alienta −̶  sus manos se detuvo en otros ingredientes que estaban junto a los granos, pero que no lo eran − ¿esto…?

Algol le explicó que la forma tradicional de preparar café en su tierra, era en combinación con otras especies. Como el clavo, el cardamomo y el azafrán. Su olor picaba la nariz. Se preguntaba a que sabría en combinación al café. 

 Cuando el agua empezó a hervir, Algol sujetó de la muñeca a Shiryu, gentilmente, para que este tuviera "el honor" de vertir el café molido en el agua hirviendo y tras facilitarle un cucharón largo le hizo revolver la mezcla.


−  En mi tierra, hay un punto de en donde los beduinos nos reuníamos, en unos oasis que son muy escasos en el gran mar de arena. Siempre ha habido tan poca agua, y hay muy poca comida - dejó que la frase se alargara en una pausa deliciosa --   verás que algunos estaban enemistados. Agitalo, lento. 

Dragón removía el café en el fondo y Algol iba añadiendo los otros ingredientes, acercando cada uno a la nariz del chino, puntualizando lo iba vertiendo para después volverlo al fuego. 

- Aún así compartíamos nuestros granos y ellos sus especias. Convivíamos como hermanos, al fin de cuentas, éramos hijos de Aláh. Era este ritual el que nos amistaba, aunque fuera un instante . Dragón...

Después de unos instantes, la espuma del café se elevó, una dos veces hasta que Algol determinó que estaba listo para beberse.  Cuando estuvo listo, pidió a Shiryu unas pequeñas tazas para servirlo como un ritual sagrado se trataba.  

-- Adelante dragón, es un poco fuerte ... 

− Shiryu…−  interrumpe el chino.

− Disculpa..?

− Ya no me llames dragón, no me hablas de usted, llamame por mi nombre, por favor…ahora que somos aliados − decía educamente el chino,  el árabe asintió con una sonrisa

− De acuerdo Shiryu. − que raro sonaba su nombre en su voz, era agradable. Ambos hombres regresaron a la sala, con el café recién que acompañaron con pan chino, que era lo único que podía ofrecer Shiryu. 

Tomando una de las pequeñas tazas sin asa, dió un trago.  Algol lo veía expectante.

Bebió despacio, un sorbo apenas para dejarlo impregnarse por toda su boca, era intenso, mucho mas fuerte que lo que solía beber, pero al pasar el trago,  el sabor que quedaba en su garganta.

 −  Me harás dependiente de tus pócimas. −̶   Bromeo con una amplia sonrisa. −̶  Es delicioso.

Por su lado Algol probó por primera vez los bollos de arroz que Shiryu le ofrecía. Lo cual resultaba una agradable combinación con la bebida. Pero más con la compañía del dragón.

Quien parecía indeciso en decir algo.

− Suéltalo, quieres hacerme una pregunta, ¿verdad? − Shiryu alzó el rostro hacia donde percibia que estaba Perseo y asintió. ¿Era adivino? O el era demasiado obvio. − Venga.

Dio un trago más, como para darse valor . 

− ¿Puedo…tocarte…Algol?

Algol escupió el café. Eso no se lo esperaba.

Dragoncito travieso.

Al notar el largo silencio de parte de Algol, Shiryu tenía que reconocer que aquello había sonado terrible.


− Me refiero a tu rostro…para verte −  explicó atropelladamente y más rojo imposible, apenado por faltarse al respeto al joven frente a el, quien solo fue capaz de reír a carcajadas. Shiryu no sabia que pensar de esas risas “malvadas” de Algol. Tampoco supo que pensar cuando las manos de Algol sujetaron las suyas y las llevaba a su rostro.

Tal como lo recordaba, Algol era un hombre de rostro armonioso. Su piel era seca, quizá por el sol, pero la forma era de alguien atractivo. Era una pena no poder ver sus ojos. Su poderosa y terrible mirada, tan aterradora como la de la Gorgona.

− Oye Algol…−  Shiryu delineó su rostro un rato hasta darse cuenta que empezaba a sudarles estas por los nervios − vendrás más seguido a visitarme ¿verdad?, realmente me gusto el café y . . .

Hubo un titubeo antes de añadir lo último.

- Y tu compañía


El portador de medusa cerró los ojos y disfrutó las caricias, porque ya esos toques no era reconocimiento. Shiryu resultó ser más atrevido de lo que imaginaba, pero fingiría que no se daba cuenta. 

−̶ Será un placer preparar café las veces que quieras, Shiryu, dragón dorado.

Hubo algo en el gesto de Algol que sus manos percibieron, así como el tono que utilizaría que lo hizo estremecerse. Las alarmas de sobrevivencia sonaron en su mente, advirtiéndole que estaría en grave peligro si tenía a “medusa” tanto tiempo en su morada. 

Estaba en peligro. Lo sabía. 

Y el cauto sucesor de libra determinó que esa sensación le maravillaba.

Notas finales:

CHAN CHAN.

Gracias por leer


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