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Cuando pare de llover por YumeRyusaki

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Notas del fanfic:

ReciclandoX4...

Pensé mucho en quién poner en el lugar de Reita, él es un cosito bobo y no me gusto ponerlo en tal situación, pero su facha de pandillero no le ha ayudado esta vez. 

Notas del capitulo:

[...] en ese momento voy a…

Cuando pare de llover
Yume RyusaKi


   «Mierda»

   Lento, con movimientos perezosos, Kai bajó los ocho escalones que le restaban. Se detuvo un momento, observó a los lados y hacia arriba, pero no, no había una sola alma que rondara cerca. Agradecido por eso, rodeó el bulto que estaba al pie de las escaleras y siguió su camino.

   Cuando regresó —poco después de veinte minutos—, el bulto seguía exactamente en el mismo lugar. Pensó en un par de opciones para deshacerse del fardo, sin embargo, todo parecía conllevar mucho esfuerzo y él solo quería fumar un rato y echarse a dormir, si era posible no despertar en un buen rato, o quizás nunca más, le daba exactamente lo mismo.

   Al consultar la hora en su teléfono, con hartazgo se dio cuenta que no iba a poder dormir, tenía el tiempo encima e incluso si empezaba a llover, era hora de ir a trabajar. El bulto, en cambio, no era asunto suyo, decidió rodearlo nuevamente y subir a su vivienda.

   Estaba tan cansado de su monotonía, de su vida sin valor que solo buscaba una excusa para ponerle fin. No se dio más de dos segundos para pensarlo, se detuvo a la mitad de las escaleras y con el recuerdo tatuado de unos ojos mirándole con odio, regresó sobre sus pasos.

   —Hey, ¿estás muerto? —preguntó. El bulto al que pateó entre el costillar parecía tener unos quince años—. ¡Hey! —Volvió a golpear.

   —¡Duele! —Se quejó el bulto, finalmente abriendo los ojos.

   Kai se quedó quieto, sopesando la reacción del muchacho, pero este solo se había enderezado y sosteniendo su cabeza entre las manos, no dijo ni hizo nada más que mirarle detenidamente.

   Arrepintiéndose y sin ganas de continuar mojándose, Kai dio media vuelta, ahora si completamente decidido a no mirar atrás, sin embargo…

   »Espera. —El chico se puso de pie tratando de seguirle, pero tan pronto lo hizo, tambaleó y cayó emitiendo un doloroso quejido. Kai, confundido, le miró sobar su tobillo, aunque no parecía soportar su propio tacto—. ¿Dónde estoy? —Fría, la lluvia estaba muy fría y Kai se sintió repentinamente agradecido—. ¿Por qué estoy aquí?

   La mirada perdida del chico pidiendo respuestas fue igual a la de aquel cachorro que su padrastro le obligó a abandonar cerca de un basurero cuando era niño. Por esa misma razón no le sorprendió mucho que lo siguiente que supiera fuera que abría la puerta de su casa para entrar con el bulto de quince años en su espalda. Se agachó para entrar, aunque no lo suficiente como para evitar que el chico se golpeara la cabeza contra el marco.

   —Lo siento. —Se disculpó, pero a juzgar por la expresión despreocupada, el chico supo que no lo sentía en realidad.

   —Así que este es el lugar donde vive, eh…

   —Es… —dudó— es Kai —añadió. Le bajó al piso, se quitó los zapatos y entró rápidamente al interior de la casa.

«Kai». El chico pronunció para sí algunas veces y sonrió, como dando su aprobación al nombre. Sosteniéndose en un solo pie y recargado contra la pared, esperó a que su cerebro cooperara.

—Yo soy… —Kai regresó con una toalla que aventó a la cabeza del muchacho—. No sé quién soy —dijo, y por su voz parecía estar a punto de llorar, pero su rostro demasiado neutro hizo dudar a Kai en que su invitado estaba afectado con su pérdida de memoria.

—Bueno, quien quiera que seas, déjame ver tu pie.

Aunque había estado mucho tiempo bajo la lluvia, el pie dentro de la zapatilla se había mantenido tibio, pero los dedos de Kai estaban helados. Hubo un respingo de parte del chico cuando Kai tocó el delgado tobillo, también le miró extrañado. Kai no le dio importancia a ninguna de las dos cosas.

—¿Señor?

—Te lo has torcido un poco —diagnosticó—, mantenlo en frio y sanará.

—Eh, sí. Gracias.

Sin responder, Kai caminó al interior. El chico, sin la invitación de también entrar, se quedó sentado en el vestíbulo, escuchando el ajetreo que Kai armaba en alguna habitación del fondo.

Buscó en los bolsillos de su pantalón alguna identificación, pero aparte de una púa de guitarra y algunas monedas, no llevaba nada más. No recordaba quien era, menos si tenía un lugar al cual volver, y careciendo de opciones, se dedicó a esperar —aunque no sabía qué—, mientras secaba su cabello con la toalla, ahora ya húmeda.

—Me voy a trabajar.

Kai regresó vestido con una camiseta igual a la anterior —aunque seca—, y se colocó los zapatos. No le miraba y más parecía que hablaba solo.

>>Si te da hambre, toma algo de la cocina. Puedes usar la ropa que está por… uh, bueno, por allí —señaló distraídamente el interior de la casa—. Cuando puedas caminar puedes ir a tu casa, si recuerdas dónde es, o puedes ir a la policía; como quieras. Bien, nos vemos.

Sin añadir más, se marchó. El chico observó la puerta también con ganas de salir de ahí, no recordaba nada y tampoco se sentía en confianza como para permanecer en la casa de un desconocido, sin embargo, el recuerdo de la lluvia helada le obligó a permanecer quieto.

Su ropa ya se estaba secando cuando tomó una decisión. Él no tenía muchas opciones, así que sacudiendo su cabello rubio se levantó y, dando pequeños saltitos en un solo pie, apoyándose en la pared, caminó.

 

   Una semana después, Kai regresó.

   —¡Bienvenido a casa!

   —¿Todavía estás aquí? —Había pasado tanto tiempo que incluso había olvidado que había recogido al chico. Le miró un poco, parecía haber mejorado que la última vez—. Lo que sea, no importa.

   Había pasado un tiempo desde que alguien estuviera en su casa, mucho más desde que alguien le diera la bienvenida, Kai se detuvo a procesar la sensación, aunque no encontró nada de especial en que le estuvieran esperando, por lo que pasó de largo sin prestarle más atención.

   Al ir a la cocina por un vaso de agua y regresar a la sala, Kai reparó en dos cosas: primero, que la casa estaba tan limpia que no la reconocía; segundo, que el chico le estaba siguiendo por toda la casa como un perrito, tan solo le faltaba mover la colita porque ya era idéntico a uno.

—¿Está mejor tu pie?

—Sí, está mucho mejor —respondió radiante. Y debía ser cierto por que, pese a no apoyar completamente el pie en el suelo, no dejaba de trotar detrás de él.

Tentado a buscar entre sus pertenencias algún hueso que distrajera al chico por un rato, notó algo más: el chico no dejaba de mirarle un solo segundo.

—¿Qué? —preguntó incómodo.

—Es que se ve un poco diferente.

Ah. Por supuesto que estaba diferente, su ropa estaba sucia, su cabello desaliñado, tenía ojeras y una barba de días. Aunque no lo acostumbraba, estuvo tentado a decirle alguna grosería, si no lo hizo fue porque el chico tenía una cara de inocente que era imposible lo dijera con malicia. Y además sonreía; sonreía mucho para el gusto de Kai.

Una hora más tarde, recién salido de la ducha y bien afeitado, entró a la cocina. Si pensaba sorprender al chico con su aspecto limpio, el sorprendido fue él: había dos tazones colmados de arroz, verduras y un solo pescado, dispuestos para la cena.

—¿Tú lo preparaste?

—Sí, solo puedo preparar cosas simples, pero…

Pero él había perdido el interés por la cocina y prefería vivir de las tiendas de conveniencia, así que incluso una sencilla comida casera como esa, era mejor de lo que había tenido en algunos años.

—No está mal.

El chico sonrió.

—Pero no había casi ningún ingrediente en la cocina.

El chico también sabía quejarse. Kai se propuso vehementemente a sí mismo no volver recoger nada de la calle.

—Haz una lista de lo que necesites; mañana lo compraré para ti.

—Lo haré.

 

   *

   —¡Hey! ¡Tú! —Kai prefería no recordar, pero hubo un tiempo en que fue un parlanchín sin remedio, acostumbraba a reír y bromear todo el tiempo. Ahora, sin embargo, era una persona amargada y solitaria. No hablaba mucho, así que no había reparado en que el chico no tenía un nombre, incluso cuando llevaba dos semanas viviendo con él. No había tenido la necesidad de llamarlo, solo debía voltear y ahí lo encontraría, siguiéndole como el cachorro abandonado que era.

   —¿Me llamaste?

   —Shiro, Sabu —El chico sonrió al verle mascullar muy concentrado, Kai arrugó la nariz un poco molesto—. No tienes nombre —dijo—, debemos darte uno bueno. Al menos mientras estás aquí.

   —Dame un nombre, Kai —No había dicho nada acerca de su falta de nombre, quizás no se había dado cuenta o si lo había hecho no dijo nada, pero ahora que Kai lo mencionaba, el chico parecía estar ansioso por uno. Su voz, un poco más infantil, suplicó por una identidad—: Nómbrame, Kai, dame un nombre.

Varios minutos en silencio pasaron después de eso, el chico no se atrevía a hablar para no molestar o irrumpir sus cavilaciones, mientras que Kai  no se decidía que nombre darle. Levantó la mirada en los rasgos del chico, delgado, muy delgado, pero había un punto atractivo en esa delgadez que Kai no lograba explicarse. Los labios curvados en una sonrisita nerviosa y los ojos, pequeños y avispados, esperaban expectantes.

—Ruki —pronunció finalmente, escondiendo su mano izquierda, su voz salió en un hilo, como si hubiese estado en un trance, como si algo de pronto doliera.

—¿Ruki? Es extraño, ¿qué significa?

—Solo pensé que sonaba bien —dijo y prefirió omitir el hecho de que por un segundo su voz tembló. Notó entonces que la mirada de Ruki se detenía con curiosidad en su mano, colocándose de nuevo la máscara, la sacudió en el aire, mostrándole que el dedo meñique le había sido cortado. Agradecía que el chico no hiciera preguntas, porque seguro las respuestas no le iban a gustar.

>>Si no te gusta, pensaremos en otro.

—No —Ruki parpadeó como si hubiese estado dormitando—, sí me gusta. Entonces, ¿qué pensabas, Kai?

—Nada.

—Kai, dime. Kai, Kai, Kai… —Extrañamente animado, Ruki continuo llamándole, una y otra vez sin obtener respuesta.

Fastidiado por la energía del chico, Kai salió al patio, volvió a ingresar a la casa a tirarse en el sofá de la sala y encendió el televisor y se dedicó a ignorarle con bastante esfuerzo. Ruki a su lado, seguía llamándole.

>>Oye, Kai… Kai, también llámame.

—¡No! —Ruidoso. Ruki era demasiado ruidoso, tanto que le provocaba jaqueca y al mismo tiempo se sintió inesperadamente vivo.

—Kai, hazlo. He esperado mucho tiempo por un nombre, y Ruki suena cool. Vamos, Kai, vamos.

—Ruki, cállate.

—¡Sí!

Aunque Kai estaba al borde de la histeria y habló enfadado, Ruki sonrió feliz por haber sido llamado por primera vez por su nuevo nombre. Kai suspiró largo, el chico tenía demasiada energía como para soportarle por más de dos minutos y, sin embargo, la comisura de sus labios recordaron lo que era volver a sonreír.

No se dio cuenta, pero los sonidos de su tambor de mano que casi siempre exponían rabia y frustración, ese día estuvieron un poco más suaves, un poco más armoniosos.

 

   *

   —Tengo dieciocho años. —Kai no había preguntado su edad, incluso estaba dormitando cuando Ruki habló. No parecía decirle específicamente a él, aún así abrió los ojos para  prestarle atención y le miró fijamente, pero Ruki no añadió nada más.

   Durante la cena, Kai recordó que la memoria de Ruki no estaba bien, por lo que si sabía que tenía dieciocho era porque había recordado algo. Sin embargo, cuando le preguntó, Ruki dijo que no había recordado nada, que su edad era una de esas cosas que simplemente se sabían.

   —Estás muy flaco, pensé que no tenías más de quince.

   Ruki rió en respuesta. Para entonces, Kai ya se había acostumbrado a escuchar sus risas por todos lados.

 

   *

   —Kai —llamó Ruki mientras arrancaba pelusitas del suéter gris que había encontrado en el fondo del armario de Kai y del que se había apropiado sin pedir permiso—, ¿conoces a alguien que se llame igual que yo? —añadió, mirándole con curiosidad.

   «Mierda»

   —Tal vez —dijo, su cerebro bombardeado por el recuerdo del abrazo más dulce y los ojos más tristes que conoció.

   —¿Quién? —Ruki saltó a su lado, ansioso por saber con qué clase de persona compartía el nombre. Siempre le pareció que «Ruki» para Kai tenía un significado especial, que no solo era un nombre que se le había ocurrido aquel día.

   Kai miró su mano y notó que sus recuerdos dolían un poco menos. Animado por su descubrimiento, confesó:

   —Un perro.

   Y por primera vez, una pequeña —aunque burlona— sonrisa apareció en los labios Kai ante la mueca enfadada de Ruki.

 

   *

   Las primeras semanas, Kai salía a trabajar y no regresaba en una semana entera, pero después de dos meses, empezó a llegar cada dos días tan solo para dormir y marcharse después del desayuno. También, los días libres empezaron a ser cada vez más frecuentes.

   —Kai, ya no hay comida.

   —Haz una lista con lo que necesites.

   —Sí, la haré más tarde.

En la cocina, la tetara silbaba y Ruki salió corriendo a apagar la estufa, Kai se quedó viendo el lugar por donde su delgaducho fardo había desaparecido, y solo devolvió la mirada al libro que intentaba leer —aunque su concentración se había ido a bailar hacia bastante— cuando Ruki regresó con un pan en la boca y un onigiri en la mano, anunciando que el té estaba listo.

—Me daré una ducha —anunció.

Había una extraña alegría alrededor del chico que lograba ponerlo incómodo, pero al mismo tiempo necesitaba más de eso.

 

   *

   Ruki tendió —como siempre— su futon al lado del de Kai. No le gustaba dormir solo, no le gustaba sentirse solo. Las noches que Kai no regresaba solía dormir junto a la nevera, con el radio al lado con volumen bajo, tan solo para sentir que no estaba solo en el mundo.

   Kai, en cambio, le molestaba la idea de compartir su espacio. Entre más solo y silencioso estuviera, mejor. El asunto era que Ruki no había pedido permiso, había llegado y se había instalado como si fuera su casa, como si hubiese pasado toda su vida ahí, con él. Continuamente, mientras Ruki dormía profundamente y él padecía insomnio —como ahora—, Kai se preguntaba cómo había terminado en tan bizarra situación, pero cuando trataba de recordar como era su vida antes del chico, su cerebro se apagaba. No le gustaba lo que sus recuerdos le mostraban. Había culpa serpenteando alrededor de su corazón por todas las cosas que había hecho.

—Kai…

Escuchó a Ruki modular despacio, aunque el tono más parecía un sollozo ahogado.

—¿Qué? —Ruki no respondió, le daba la espalda, y por momentos, se sacudía por el llanto que trataba de ocultar—. ¿Tuviste una pesadilla?

—No es eso —respondió entrecortado—. Estaba soñando. Era como un recuerdo, yo diría que un sueño agradable.

—¿Entonces por qué lloras?

—No lo sé —admitió—. Tengo la sensación que no fue un sueño malo, pero cuando desperté había una sensación sofocante que no me dejaba respirar, algo como angustia.

Ruki pronunció como si se estuviera ahogando, como si fuera difícil respirar. Y para Kai había visto todo tipo de expresiones en Ruki, desde las felices por algo tan simple como darle un nombre, pasando por la ansiedad por no tener sus recuerdos, terminando con el disgusto por perder el último pedazo de pizza, verle así era chocante. Ruki era como un niño redescubriendo el mundo a través de los ojos recelosos de Kai. Escandaloso como él solo, hiperactivo de dar jaqueca pero con una extraña tranquilidad que dejaba mansitos a sus demonios. Ruki era solo Ruki. Y Ruki reía, Ruki comía, Ruki imaginaba; y soñaba despierto también, viéndose a sí mismo en grandes conciertos que amenizaba con su voz ronca, otras veces fantaseaba con incursionar en la guitarra y hacía temblar al público con sus poderosos rifs y solos, moviéndose animado con su air guitar mientras Kai pensaba en lo idiota que era. Eso era Ruki, definitivamente no lo otro: Ruki no lloraba, no ponía un rostro lastimero que al mismo tiempo causara que algo extraño se removiera dentro de Kai por encontrarlo irritante y dulce, muy dulce como para querer empalagarse y morir en él.

 

   «Pude evitarlo, pero no quise.»

 

   —¡Kai, no! —Apenas había visto el rostro lloroso, se había ido hacia él, como si le jalaran, y presionó su boca contra la del chico, empujando su lengua adentro, mientras sus manos se movían inquietas sobre el pantalón de Ruki.

Y finalmente, no pudiendo vencer la persistencia del acoso de Kai, Ruki le mordió con la fuerza suficiente como para cortarle y que sus labios quedaran manchados con la sangre del otro.

Uno… dos… tres.

La bofetada que Kai le soltó fue tan violenta que Ruki estuvo aturdido por largos segundos. Cuando reaccionó, Kai le tenía sujeto por las muñecas contra la espalda y le apretaba tanto que Ruki tuvo miedo que se le fuera a dislocar un brazo. La cabeza la tenía enterrada en la dura almohada, respirar era complicado como para siquiera pronunciar palabra en su defensa, como para suplicar a Kai que se detuviera.

¿Qué había hecho para que Kai le hiciera tal cosa? Una pesadilla, se dijo, era solo una pesadilla y se removió con desesperación para despabilar; pero no era así, no había un sueño macabro del cual despertar, era real, tan real como la vida, o como ese malestar que sentía en el pecho por sentirse traicionado por Kai. Chilló y no supo si fue por el dolor ante el brusco trato o por  la decepción cuando su pantalón cedió para atorarse a la mitad de sus muslos.

—Kai… —balbuceó al sentir el frío sobre su espalda al ser despojado de su playera—, por favor, Kai, detente…

Para Kai sí fue como el despertar de un sueño. Quizás no se detuvo tanto por las súplicas emitidas por Ruki, sino por la cantidad de cicatrices que el chico portaba en la espalda; cicatrices que no se veían tan viejas como para poder ignorar. Ruki había sido golpeando brutalmente antes, mucho antes de encontrarse, y el ahora en vez de ayudarle como se había propuesto, revivía el maltrato.

—Yo… —Ruki no le miraba con miedo, en sus ojos había algo peor: reproche y confusión.  No sabía cómo disculparse, ni siquiera si merecía pedir perdón.

El chico se mantuvo en silencio, casi sin parpadear, y de la misma manera, sintiéndose el mayor imbécil de la historia, salió de la habitación y luego de la casa.

En la mañana que regresó, la casa estaba tan silenciosa como antaño. Armándose de valor, se pasó por el cuarto, todo estaba exactamente como la noche pasada, excepto que Ruki no estaba ahí, y aunque no le extrañaba que fuera así, lo lamentó.

Su rostro se descompuso por la aprensión que sentía en el pecho ante el abandono, y por primera vez se arrepintió por haber recogido a Ruki aquel día. Incluso con la mente en blanco, el dejarlo tirado le habría ahorrado tantos sinsabores al chico y a sí mismo también. No habría experimentado nunca la calidez de una bienvenida ni habría tenido una charla insustancial pero dulce durante la comida. No habría tenido días blancos que guardar en su memoria, pero tampoco tendría la necesidad de un abrazo, y no extrañaría, y no dolería; no padecería por segunda vez la orfandad.

 

—Kai —La voz tan terriblemente familiar le hizo tragar saliva tibia y espesa que revolucionó su estómago.

Ruki no se había ido como había pensado —había terminado durmiendo en la cocina— y aunque era porque seguramente no tenía un lugar a donde ir, Kai se sintió feliz por tenerlo más tiempo a su lado, o al menos lo más cerca que el chico le permitiera estar.

«Sí que soy repugnante.»

>>Dijiste que hiciera una lista de lo que hace falta.

Le tendió un papel y volvió a salir del cuarto, no tenía la apariencia de una víctima pero tampoco parecía feliz de verlo. El trato frío le hizo sentir como un extraño, pero eso era mejor a nada.

 

—¿Tú no me tienes miedo?

Ruki detuvo el carrito de las compras y volteó a mirarle como quien ve a un gusano a través de un telescopio. No había miedo, cosa que agradecía Kai, pero lo que veía no estaba seguro de que le gustara. Es que ahora no podía leer nada en las expresiones de Ruki, no sabía cómo reaccionar ante eso.

—¿Por qué debería? —inquirió, reanudando la compra y deteniéndose nuevamente para escoger la carne de ternera más cara que encontró—. Eres solo un idiota.

—Pero un idiota que no es un tipo respetable.

—Por alguna razón entiendo ese tipo de cosas —respondió con un tono de voz pausado, casi distante—: porque te vas tanto tiempo y regresas con mucho dinero, el significado de tu meñique…

Instintivamente, Kai escondió la mano en la bolsa de su pantalón, Ruki sonrió ante eso y no añadió más.

—Y lo que intenté hacer anoche, ¿entiendes eso también?

La mirada feroz que recibió, le clavó los pies en el piso.

—Si realmente hubieses querido hacerlo, no importaría cuanto me resistiera, lo harías de todas formas. —Aunque le estaban gritando a mitad del centro comercial y estaba recibiendo más atención de la que podía tolerar, Kai solo podía concentrarse en las orejas rojas de Ruki y en sus ojos pequeños pero tan  vivos que echaban chispas—. Si quieres hacerlo… puedes… pero voy a resistirme todo el tiempo, ¡idiota!

—Más idiota es el que está gritando tan amenazante cosas sin sentido en un centro comercial.

Ruki, en respuesta, empujó el carrito repleto de comestibles y cosas caras Kai y se dirigió a la salida. Ya sufriría Kai estando media hora esperando en la fila para que le cobraran cosas que en su mayoría, no sabía que eran.

 

*** *** ***

—¿Has pensado en continuar tus estudios?

—No, buscaré un trabajo.

—¿Qué?

Para entonces, Ruki había estado viviendo con Kai cerca de medio año, y en todo ese tiempo sus actividades se reducían a las de la casa. No tenía amigos con los que salir y tampoco parecía interesado en tenerlos, no estudiaba y tampoco quería hacerlo, pero se negaba a seguir viviendo gratis a costillas de Kai, le hacía sentir inútil.

Sabía que no tenía un lugar a donde ir, había algo que le decía que no había nadie en el mundo que esperara por él o que le estuviera buscando.

—Si el vivir gratis aquí hace que quieras cobrarte como esa vez, no voy a permitirlo, y sé que no me obligarás, pero... Bueno, tú me salvaste —dijo, y se tomó tiempo para añadir—: creo que eres una buena persona, quiero aportar algo a esta casa.

«Inocente. »

 

*

La televisión llevaba tiempo anunciando un parque de diversiones que había inaugurado recientemente, Kai no tenía interés y cambiaba de canal inmediatamente. Pero no pudo dejar de notar que cada que el comercial aparecía, la atención de Ruki se magnetizaba a la pantalla. Casi podía jurar que sus ojos brillaban cuando veía las relucientes norias, la montaña rusa, la caída libre o el montón de personajes de anime que aparecían saludando y regalando globos a los niños.

—¿Quieres ir? —Finalmente una tarde se animó a preguntar, y casi sonrió ante el sonrojo de Ruki mientras negaba con vehemencia.

—Yo ya no soy un niño.

 «Evidentemente.»

—¿Te gustaría ir? Vamos.

Y al Kai dar su oferta, Ruki sonrió.

 

*

—¡Eso fue tan divertido!

Con el cabello más revuelto que siempre y la garganta adolorida, Ruki casi aplaudía de recordar la emoción de subir a la montaña rusa. Aunque quizás lo más divertido de todo fue ver a Kai, casi verde, feliz por tocar tierra.

—Tú estabas más ruidoso que una vuvuzela, me das dolor de cabeza.

—Oye, Kai, no me digas que te dio miedo.

—¡Cállate! Es la primera vez que me subo a una de esas cosas.

—Así que sí te dio miedo.

Ruki no tuvo recato al reírse de él, y Kai consideró la idea de dejarlo amarrado a la noria un rato a ver si se tranquilizaba. Cuando giró para gruñirle nuevamente que se callara, Ruki iba varios metros más adelante, gritando que compraría un helado.

 

Mientras esperaba en una banca, casi palideció al ver una cara sonriente que se acercaba.

—¿Kai? —Deseó que Ruki tardara una eternidad comprando—. Oye, es muy extraño encontrarte por aquí.

«Mierda.»

>>¿Qué pasa con esa cara? No me digas que has olvidado a tu viejo amigo, ¿eh, Kai?

—Reita —saludó de mala gana.

Las primeras semanas que Ruki vivió con él, Kai recordaba todo el tiempo a Reita. Le habría gustado no saber nunca más de él, aunque si la noticia era que le habían encontrado muerto en algún basurero, lo habría agradecido aún más.

—¡Kai, mira! Chocolate para ti, vainilla para mí.

Ruki se acercó y tendió el helado a Kai, y aunque este tendió la mano para aceptarlo, Ruki nunca se lo dio. Su atención había sido robada por el hombre de extraño aspecto.

—Creí que te gustaban las mujeres —Reita dijo con retintín, evaluando a Ruki y luego a Kai—, así que tienes gusto por hombres también. Bueno, podría decir que Uruha…

—Vamos —Antes de que Reita siguiera escupiendo su veneno, Kai empujó a Ruki para que fuera por delante. Confundido y con los helados derritiéndose, Ruki obedeció.

—Oye, Kai, estaba bromeando. Eres tan desagradable como siempre. —Antes de que se alejaran lo suficiente, Reita gritó con ese tono de voz que Kai en el pasado había llegado a odiar—: ¡Kai, vamos a encontrarnos de nuevo!

 

*

Ruki estaba recostado en el piso cerca de la salida al patio, a veces refunfuñaba y otras  veces se quedaba muy quieto, sin pestañear siquiera; llevaba toda la tarde así.

—Si me entero que iba a llover tanto, me habría quedado a trabajar, al menos estaría haciendo algo.

Kai apenas le prestó atención y siguió concentrado en armar la batería que había adquirido recién, era raro tener a Ruki sin corretear tanto, así que estaba aprovechando la temporada de huracanes. Ya que la tormenta que había empezado en la madrugada no parecía querer llegar a su fin, Ruki no podía entrar y salir corriendo como siempre. Los días de lluvias eran buenos, no le dolía la cabeza y tampoco sentía ganas de estrangular a Ruki para que hiciera silencio.

—Así que… —Ruki se levantó y se sentó frente a él con las piernas cruzadas en loto. Kai tuvo un mal presentimiento al notar su inesperada seriedad—. Aquel tipo, el del parque, ¿quién era?

«No te gustará saber, Ruki, no te gustará.»

—Eso —dijo, inseguro de su voz— no tiene nada que ver contigo.

—Yo como que tengo un mal presentimiento. —No era el único. Kai se negó a devolverle la mirada—. Algo horrible, Kai.

—Al final… —dijo, el tornillo escapándosele de sus manos sudadas—. Al final… —repitió, pero no encontró valor para terminar la frase. Se levantó para no darle la cara y se quedó de pie en la puerta, donde la llovizna le alcanzaba.

Ruki se acercó y se detuvo a su altura. Tenía la sensación de que algo pasaba con Kai, algo que no auguraba nada bueno.

»Te vas a mojar —Kai susurró, levantando su mano a la cabeza de Ruki, frotando las ahora hebras rojinegras entre sus dedos. Sus ojos que nunca mostraban nada, ahora poseían una extraña tristeza que solo podía confundir y preocupar a Ruki.

—Tú también —dijo, cazando la mano que revolvía sus cabellos—, entra.

Kai negó con la cabeza.

—Algún día te irás; recordarás sin duda tu vida anterior, lo bueno y lo malo, todo —Kai hablaba como si hubiese memorizado todo, y en parte era así, mucho tiempo había considerado lo que pasaría si Ruki recordaba, lo que sería de él, lo que haría con él; pero con el paso de los días, escuchando sus risas por toda la casa, lo había olvidado. Kai suspiró largamente y continuó como si se tratara de una predicción que llevaba repitiendo años para no olvidar—: Y cuando recuerdes, definitivamente te olvidarás de pasar el tiempo conmigo, te olvidarás del nombre «Ruki», te olvidarás de mí.

—¿Por qué dices eso? —No es que él no hubiese considerado que Kai se iba a cansar de él y echarlo de su casa, pero lo que el mayor decía, sonaba más a que iba a ser él, Ruki, quien le iba a abandonar. No entendía por qué de pronto habían empezado a hablar de algo así, pero ya que lo habían hecho, confesó—: No voy a olvidar, Kai. Eso no pasará; quiero quedarme aquí para siempre.

Kai abrió ligeramente sus brazos, como si quisiera abrazarlo, pero nunca se animó y sus brazos empezaron a bajar con lentitud a sus costados. Se limitó a mirarle con algo parecido a la diversión y a la tristeza. Fue Ruki el que se animó a acercarse y envolverle en sus delgados brazos. Kai por primera vez notó que la altura entre ambos no era tanta como había creído siempre, notó también que el cuerpo de Ruki era tan cálido que en días de invierno, si solo pudiera abrazarle como en ese momento, no necesitaría una manta para apaliar el frío. Y finalmente notó que Ruki le miraba esperando reacción. E hizo más que corresponder el abrazo. Subió su mano a la cabeza de Ruki y acarició ahí los cabellos negros y rojos, y acercó sus labios tentativamente, y no, Ruki no se apartó.

—Esta vez no estás huyendo.

—No lo haré más, no huiré porque yo quiero a Kai —confesó, y Kai sintió algo cálido haciendo estragos en su estómago. Era algo que él solo podía identificar como felicidad.

—Yo… —antes de pronunciar palabra, Ruki juntó sus labios. No era un beso apasionado como el de los amantes, ni tímido como el de unos niños en su primera vez, era más como aquel beso de un matrimonio viejo que no necesitaba palabras para decir un «oye, aún te quiero», y era perfecto así.

 

*

Ruki sabía que tenía cicatrices en la espalda, pero no sabía la magnitud de estas, y Kai tampoco le quiso decir.

 

—Ese día cuando te conocí, no sabía nada, pero tuve la sensación de que eras alguien que yo conocía. —Desnudo, tomando el brazo de Kai como almohada, Ruki dio sus impresiones de aquel lejano día por primera vez—. El mundo alrededor mío era borroso, como si todo estuviese envuelto en niebla, y lo único que podía ver era la cara malhumorada de Kai. Y cuando me diste la espalda para alejarte, pensé «tengo que ir detrás de él». ¿No es raro? ¿Qué piensas tú?

Nunca había puesto atención a alguien como ahora a Ruki. ¿Que qué pensaba? Kai se removió y sintió el cuerpo desnudo, igual que él, a su lado. Ruki no querría saber que en ese momento la imagen que apareció en su cabeza fue la de Reita sonriendo con malicia.

—Creo que eres un idiota —dijo finalmente, y atrapó con sus labios la boca del otro, deseoso por apagar su cerebro.

 

*** *** ***

Su nuevo trabajo como guardaespaldas no le dejaba mucho tiempo libre, estos más bien eran escasos, pero mejor paga no iba a encontrar en otro lado. Pensaba que después de ahorrar lo suficiente, bien podía independizarse y montar su propio negocio. Y aunque había sido difícil por no tener sus documentos, Ruki también trabajaba, por lo que los gastos no eran muchos. Luego, cuando su jefe tuviera suficiente confianza en él como para aceptar hacerle un favor, iba a pedirle que le ayudara a que el nombre “Ruki” fuera el nombre real para su preciado mocoso.

Y entonces…

—¡Kai! —Exactamente en el lugar donde una vez Ruki estuvo tirado, Reita le esperaba. Maldijo en silencio y subió las escaleras, afortunadamente, Ruki aún no llegaba de su trabajo.

Bajó luego de un rato. Reita no se había movido y, en cambio, le miraba como una sonrisa desagradable. Silencioso y con la mala cara de siempre, siguió a Reita al auto que estaba aparcado metros más adelante.

—¿Qué quieres?

—Oye, no seas ingrato. En los viejos tiempos estábamos juntos todo el tiempo.

Kai recordaba perfectamente el tipo de relación que llevaron: no más que un equipo de maleantes. Reita negociaba, Kai ejecutaba. Había sido la peor decisión de su vida, pero no siempre había sido un matón. Alguna vez había tenido inocentes sueños de grandeza como todo niño, pero la violencia de su padrastro, la enfermedad de su madre y la falta de dinero no le habían permitido siquiera luchar por lo que quería.

La primera vez que hicieron aquel tipo de trabajo, dudó, pero aquella benevolencia que había tenido con sus víctimas, su jefe se la habían cobrado cortándole el dedo meñique a cada uno. A Kai no le gustaba recordar ese episodio, era casi como la transición de niño a maleante. Afortunadamente se había salido a tiempo.

 

>>Acabo de recordar —cantó Reita, tomando la vieja carrera que les alejaba de la ciudad—, ese chico era hijo del dueño de cierta corporación, ¿no? Hace cuatro años tú y yo fuimos allí para cobrar una deuda. ¿Recuerdas el desastre que armaste?

Imposible olvidarlo. Con un bate de metal en una mano y una pistola en el cinto, Kai había golpeado a todo aquel que se atravesaba en intentos inútiles para que no se acercara al dueño de la empresa en quiebra. Había destrozado huesos e inmuebles por igual sin remordimiento. Pero hubo algo que difícilmente no le revolvía el estómago aún ahora: en medio de aquel altercado, la mujer de mediana edad que abrazaba sobreprotectora a su hijo, le recordó los abrazos cálidos de su moribunda madre, fue inevitable también no verse reflejado en los ojos llenos de odio de aquel niño que parecía querer fusilarle. Ese chico, por supuesto, era Ruki.

—Vamos a ver —comenzó Reita con aquel tono que Kai tanto detestaba—, al final el marido y la mujer acabaron suicidándose, ¿no? Qué triste. Después de eso, la deuda fue pasada a los miembros restantes de la familia, y parece que ese chico tuvo una experiencia mala también.

Y era así, las cicatrices en la espalda de Ruki eran la muestra de que el chico había sido golpeado hasta casi la muerte como último medio por no pagar la deuda.

>>Estoy seguro de que va a guardar rencor contra nosotros hasta la muerte.

«Efectivamente. »

Cuando empezó a llover, Kai casi se echa a reír. Cerró los ojos y supo que los días de lluvia en verdad eran buenos.

Aquel día en que encontró a Ruki no había sido exactamente así, más bien al contrario, Ruki le había encontrado a él. Temblando de rabia, con un cuchillo en las manos, Ruki le recordó que por su culpa sus padres habían muerto. Mirándole con nada más que odio, Ruki había jurado matarle a él también, y con aquella furia que le cegaba por completo, se había lanzado sobre él. Pero Kai estaba acostumbrado a pelear, esquivarle había sido fácil. Y en el forcejeo, Kai había sujetado la mano en la que llevaba la cuchilla y la había doblado hacia atrás, hasta que el chico soltó el arma. En el intento por liberarse, resbaló y cayó por las escaleras. Kai esperó a que se levantara pero cuando esto no ocurrió, se agachó para recoger el cuchillo y bajó los ocho escalones que le separaban.

Oh. Había deseado tanto olvidar eso, había confiado en que Ruki no recordaría nunca, pero ahí estaba Reita, sacando a la superficie cosas que él solo quería enterrar.

—Yo no lo podía creer cuando vi a ese chico contigo; aunque lo que más me sorprendió fuiste tú —Reita detuvo el auto. Para donde sea que mirara, no había una sola alma a varios kilómetros a la redonda—. No me digas, Kai, ¿tienes la intención de convertirte en un hombre respetable?

Kai metió las manos en la bolsa de su pantalón y solo estuvo un poco más tranquilo al tocar algo frío.

>>Ese chico no reconoció mi cara. ¿Perdió la memoria? Mira que conveniente. Bueno, para él es probable que lo mejor sea que nunca recuerde —Reita se apoyó en el volante y sonrió enormemente—; sin embargo, yo podía recordarle la mano que tuviste en su desgracia.

—¿Quieres dinero?

Por supuesto que Reita quería dinero, se había metido a las apuestas y ahora seguramente debía hasta la ridícula banda que le cubría la nariz.

—Solíamos ser amigos, así que te haré una oferta —La mano de Kai dentro del bolsillo de su pantalón, se asieron de aquel objeto frío—: así que, para empezar… bueno, voy a pedir un depósito de 50, 000… —Kai le miró, más tranquilo que nunca—. ¿Qué? Esto es barato si lo comparamos con tu felicidad actual.

—Es verdad —Suspiró. Había llorado tanto cuando su padrastro le obligó a abandonar a Ruki, el perro que su madre con tanto esfuerzo le había regalado en su cumpleaños. Pero a este Ruki no lo iba a perder, no así, no ahora, decidió.

 Sacó aquel objeto de su pantalón: era el cuchillo con el que Ruki le había amenazado. Reita fue afortunado por tener a Kai como ejecutor, un fino corte en la boca del estómago y lento, sin retorno, su vista se fue haciendo nublosa hasta perder el conocimiento para siempre.

 

*

—¿Estás bien, Kai? De repente se puso a llover —Pudo respirar tranquilo al ver a Ruki corriendo por una toalla, tan dulce, tan inocente, tan ignorante de él—. Es mejor que tomes un baño, estás empapado.

—Ruki —Detuvo la carrera del chico al abrazarle con fuerza—, algún día te diré…

«Perdón. »

—¿Kai?

—Que llueva, que llueva a cantaros, no voy a dejarte ir —Aunque no entendía nada de lo que Kai decía, Ruki sonrió—. No voy a dejar que nadie se interponga en nuestro camino.

En las noticias de la mañana siguiente, un periodista reportaba la muerte de un hombre, vinculado con la mafia, en la carretera del sur. Kai apagó la televisión y se levantó para ayudar a Ruki a preparar el desayuno. Sus manos temblaban ligeramente cuando servía el café en las tazas.

—Estamos bien, Kai, estamos bien… —Asintió, y sin el recuerdo de cómo se hablaba, solo pudo corresponder el dulce beso de buenos días.

 

«Sí, estamos bien por ahora.  Y cuando llegue el momento en que recuerdes todo, en ese momento voy a…»

  

 

Notas finales:

Parece que este DIK no fue popular, tal vez sea el último OTL. ¿Qué hará Kai cuando Ruki recuerde...?

Por haber apoyado hasta aquí, gracias, totales (_ _)/


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