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Tormentas de verano por Fullbuster

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Prólogo:

 

Sus manos se deslizaron por los musculosos brazos del vaquero y la camisa a cuadros roja cayó al suelo con un sonido seco, empapando las maderas de aquel oscuro y solitario refugio de montaña. Los truenos rompían el silencio de aquel tormentoso día. Llovía con fuerza y, tras veinte minutos de cabalgar como alma que lleva el diablo hasta el refugio más cercano para buscar cobijo, allí estaba ese moreno, quitando con rapidez y violencia la camisa del chico que le acompañaba.

Otro ruido seco de la camisa empapada se escuchó. ¡Debían entrar en calor! Lo sensato era encender la chimenea cuanto antes, pero no podía pensar en nada más que no fuera desnudar a su acompañante. Cerró la puerta tras de sí de un portazo, dejando que la oscuridad del lugar les invadiese mientras seguía quitando ropa del medio con rapidez.

¡Estaba excitado! Demasiado como para pensar con claridad. Jamás había pensado que acabaría en aquel refugio con un chico de ciudad. Ese hombre había movido todo en él hasta sus cimientos. ¡Lo deseaba! Hasta el punto de cometer esa locura en plena tormenta de verano.

Allí solos en un refugio de montaña, nadie les interrumpiría, nadie sabría jamás lo que esas paredes callarían y quizá por eso, ambos se habían dejado llevar por esa extraña atracción que sentían el uno por el otro.

Un leve gemido brotó de los labios del rubio cuando las manos del vaquero agarraron con fuerza sus nalgas para subirle en la robusta pero vieja mesa de madera. Había mucho polvo y el sombrero vaquero del rubio cayó al suelo, pero no le importó absolutamente nada. Todos sus movimientos eran rápidos, precipitados, fogosos… cargados de pasión y salvajismo.

Los dedos del rubio tomaron el sombrero oscuro de Madara y lo lanzaron al suelo para poder enredarlos en el largo y mojado cabello oscuro atado en una coleta alta, dejando escapar un jadeo antes de arquear la espalda tras el mordisco en su cuello y el lóbulo de su oreja.

Minato atrapó las mejillas del moreno y unió sus labios con pasión. Ni siquiera entendía el motivo para estar tan excitado con él, hacía años que no sentía nada parecido, había renunciado al amor y entonces… aquí estaba, dejándose llevar por sus impulsos con un vaquero del lejano estado de Montana.

Capítulo 1: Craig

“Craig” ¡Ni siquiera era capaz de ubicarlo en un mapa! Cuando su novio le dijo que iban a mudarse a ese pueblo, lo primero que hizo fue buscar información. ¡Cuarenta y tres habitantes! Eso indicaba el censo del dos mil diez que él había revisado. ¿Dónde iban a mudarse? Por un instante, se cuestionó absolutamente todo. Allí, en Nueva York, él tenía un buen trabajo como enólogo, su hijo acudía a un prestigioso instituto y la vida les iba bien, hasta que los padres de su novio fallecieron dejándole al cargo de un rancho de caballos en Craig.

 

Lo más lógico habría sido venderlo, obtener ganancias y olvidarse del asunto, porque… ¿Qué sabían ellos de caballos y ranchos? ¡Absolutamente nada! Craig sólo era un pueblo perdido en el estado de Montana, a cerca de una hora de Helena, la capital. Para Minato… ¡Un lugar en mitad de la nada con cuarenta y tres personas!

 

¡Una vista desde satélite en Google maps y le bastó para saber todo lo que necesitaba! Unos cuantos ranchos, un bar de pueblo y algunas tiendas de accesorios para la pesca. ¿Qué se les había perdido allí? ¡Era una locura! Pero su novio tenía un encanto único para convencerle de realizar las peores locuras.

 

“Un lugar tranquilo”, “sin crímenes”, “un apacible pueblo de gente honrada y hogareña”, “un lugar donde nunca ocurre nada” y el rancho no sería tan complicado de llevar. Viviendo en plena naturaleza… al final Minato creyó que quizá fuera un buen lugar donde nadie le conocería, nadie sabría las cicatrices de su corazón, donde quizá podría curarse, un buen lugar para arrepentirse de todo lo que había hecho mal en su vida.

 

- Naruto, Naruto – gritó un par de veces, pero éste seguía inmerso tras los cascos de música – NARUTO – gritó más alto Minato hasta que el chico en el asiento trasero del vehículo, se apartó los cascos para mirar a su padre – Mira qué paisaje

 

- ¡Estupendo! – dijo con ironía – mira qué pedrusco… de esos no tenemos en Nueva York.

 

Minato lanzó un suspiro al ver el poco interés en su hijo. En el inicio del viaje había estado quejándose y ahora… se sumergía en su música para evitar cualquier tema de conversación.

 

- Mira… tu nuevo instituto.

 

- ¡Wow! ¡Estoy atónito con su belleza arquitectónica! – sentenció nuevamente.

 

¡Volvió a colocarse los cascos! No le interesaba nada de lo que tuvieran que decirle. Él tenía su vida y sus amigos en Nueva York y le estaban arrastrando a un mediocre instituto de un pueblucho llamado “Wolf creek”.

 

- Déjale, ya se hará a la idea – suspiró su novio.

 

- Hay momentos en que dudo si esto es lo correcto – se quejó Minato – es una escuela… con veinticinco estudiantes en total, a nueve minutos de Craig en coche.

 

- Estará bien.

 

- ¿Y por qué me siento como si le estuviera arruinando la vida?

 

- Helena está a menos de una hora en coche y tiene una muy buena universidad. Ya lo miramos antes de venir.

 

- Lo sé… pero es que viendo el lugar… Nos aclimataremos – susurró finalmente.

 

Minato volvió a mirar por la ventanilla, pero esta vez, se fijó en el retrovisor para poder ver cómo su hijo adolescente de dieciséis años también miraba por la ventanilla con cara de aburrimiento total. Centrado en su música únicamente, Minato empezaba a creer que su relación se distanciaba aún más de lo que últimamente estaba.

 

Su hijo era lo que más amaba en el mundo, lo haría todo por él, lo daría absolutamente todo con tal de verle feliz, pero estos últimos meses, él sólo parecía distanciarle. Ya no sabía qué hacer para volver a conectar con su hijo de la forma en que anteriormente lo hacían. ¿Cuándo cambió su relación?

 

- Ahí está, el rancho del río Missouri – sonrió Tobirama hacia su novio. Minato le devolvió la sonrisa – el rancho de mi familia.

 

¡Era bonito! Un lugar tranquilo a medio camino entre Craig y Wolf Creek, junto al río. Tobirama aparcó el coche frente a la casa y todos salieron del vehículo. Naruto se estiró para desentumecerse por el largo viaje.

 

Los ojos azules de Minato se fijaron en la figura que venía del fondo, lo que creía eran los establos. El hombre montaba a un precioso caballo negro, de un pelaje tan brillante que captó la atención inmediata del rubio. El vaquero sobre el animal, tenía el cabello largo y oscuro, atado en una coleta larga y se agarraba con una de las manos el sombrero vaquero mientras se acercaba.

 

Tobirama caminó hacia el caballo que venía y esperó a que el hombre desmontase. Le conocía bien, él se había criado en esas tierras aunque luego se marchase a estudiar fuera y abandonase sus orígenes hasta hoy.

 

- Madara Uchiha. Cuánto tiempo.

 

- Mucho – sonrió Madara, un adolescente de apenas veinti pocos años – supuse que aparecerías por aquí tras el… suceso.

 

- ¿Te has ocupado de los animales?

 

- Sólo esta semana tras el accidente. Los animales necesitaban comer y no había nadie para hacerse cargo. ¿Has pensado qué harás con el rancho? Me gustaría comprártelo.

 

- Hemos venido a vivir aquí, Madara.

 

¡Una mueca de risa! Eso es lo que aquel vaquero dejó escapar antes de girar el rostro para tratar de evitar ser descortés, aunque ya todos habían visto que esa idea le causaba risa.

 

- ¿Estás seguro? – preguntó nuevamente - ¿Qué sabes de ranchos y caballos?

 

- Aprenderé – comentó Tobirama.

 

- ¿En serio? Tobirama… esto no es como la vida de ciudad, hay que madrugar, domar esos caballos, trabajar duro desde los primeros rayos del alba hasta el anochecer, no hay vacaciones en este trabajo, los animales van primero siempre. ¿En serio crees que sólo con decir que aprenderás todo irá bien? No sabes llevar un rancho y… - miró hacia Minato y Naruto – lo siento, pero sois chicos de ciudad, éste no es vuestro ambiente. Véndeme el rancho y olvídate de esa idea, volved a la ciudad y seguid con vuestras vidas.

 

- Gracias por la oferta, Madara y por haberte hecho cargo del rancho en ausencia de mi familia, pero ya estamos aquí.

 

- Vale – sonrió Madara, volviendo a tomar las riendas en la mano y colocando el pie el estribo para montar de nuevo – Sasuke, nos vamos – gritó hacia otro chico que montaba en ese momento al caballo y le hacía trotar hacia el chico – aquí hemos terminado. Los chicos de ciudad se ocuparán de su rancho – sonrió con incredulidad.

 

- ¿Estás seguro? – preguntó Sasuke casi en un susurro – míralos – susurró más bajo – son de ciudad. ¿Qué saben de caballos?

 

¡El ambiente estaba muy tenso! Pero Minato no quiso decir nada. Tampoco es que pudiera rebatir mucho, era cierto todas y cada una de las palabras y suposiciones que lanzaban. Él no tenía ni idea de caballos, ni de ranchos, ni del trabajo necesario para sacar a flote un lugar así.

 

Sus ojos se cruzaron con los de ese vaquero que miraba desde su montura, con esa sonrisa arrogante y altanera. Sin embargo, ninguno de los dos se resignaba a apartar aquella mirada pese a que el primer encuentro con su “vecino” no había sido el mejor de todos.

 

- Pasad un buen día – dijo finalmente Madara, llevando su mano hasta la solapa de su sombrero vaquero y agachando un poco la cabeza para despedirse al más estilo cowboy, haciendo trotar a su caballo mientras el otro chico le seguía también imitando sus gestos.

 

Tobirama desvió la vista a su novio, todavía observando cómo aquellos dos vaqueros se marchaban hacia la carretera. Él sabía que su rancho estaba al otro lado del puente, de hecho… tenía mucho prestigio, pero no era eso lo que le había preocupado, sino la forma en que su vecino se había fijado en ese chico rubio. Quiso creer que simplemente… le había llamado la atención porque él mismo sabía que Minato era atractivo.

 

- Vaya… pues empezamos bien – susurró Minato con una ligera sonrisa.

 

- Le has gustado – sonrió Tobirama.

 

- ¡Venga ya! Sólo quiere tu rancho. Me miraba porque soy un chico de ciudad. No entiende el motivo por el que estoy aquí. Descarguemos el coche.

 

Echó un vistazo rápido a la gran parcela. El río estaba muy cerca y seguramente aquel pueblo era muy aficionado a la pesca, sin embargo, lo que Minato veía era mucho trabajo. El granero necesitaba una reforma, la casa parecía estar deteriorándose en algunas partes, las vallas necesitaban ser cambiadas y aún no había querido acercarse al establo. Se agachó y tomó un poco de arena del suelo en su mano, pasando el dedo sobre ella antes de devolverla al sitio.

 

- ¿Qué ocurre?

 

- Es una tierra dura – susurró Minato – no me extraña que se dediquen más a ganadería, pesca y caballos. Debe ser duro cultivar algo aquí.

 

- A mí lo que me extraña es que aún quede gente de más o menos mi edad por estas tierras – se sorprendió Naruto, volviendo a ponerse los cascos antes de tomar su bolsa de equipaje y subir las escaleras de entrada a la gran casa de madera.

 

Los dos adultos resoplaron, pero dejaron que el chico se marchase. Poco podían hacer al respecto con él. Estaba enfadado por el cambio y era comprensible. Necesitaría tiempo para adaptarse. ¡Todos iban a necesitar tiempo!

 

- He visto algunos viñedos cuando veníamos.

 

- ¿Pensando en mí trabajo? – preguntó Minato - ¿No crees que estaremos ocupados tratando de sacar adelante un rancho del que no tenemos ni idea?

 

- Yo te enseñaré lo básico.

 

- ¡Qué bien! Iré a ver el interior de la casa, por si hay algo urgente que reparar para entrar a vivir.


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