Era una noche como otra cualquiera mirando las estrellas en aquel acantilado. ¿Lo recuerdas, verdad? Tu lugar favorito.
Perdí la cuenta de cuántas veces habíamos ido a ese lugar para observar el cielo nocturno y sentarnos a contemplar las estrellas.
Recuerdo la primera vez que te vi, estabas ahí sentado, dejando tus piernas descansar al borde del precipicio mientras mirabas el cielo. Aún puedo recordar con claridad el brillo que había en tus ojos; era como si las estrellas hubieran bajado del cielo para descansar bajo tus pupilas. Llegué a ese sitio por casualidad, me eché a caminar y acabé ahí.
¿Quién me iba a decir que un simple paseo nocturno terminaría dándome la oportunidad de conocerte?
En algún momento te diste cuenta de mi presencia y volteaste, parecías algo asustado; pues encontrarse con un extraño en plena noche no debe ser agradable. Por alguna razón no podía moverme, temía que si hacía el mínimo movimiento te esfumarías. Fue en ese momento que me sonreíste que reaccioné. Me fijé en aquellos hoyuelos en tu rostro y la tranquilidad que inspirabas simplemente sonriendo. Sin darme cuenta, acabé sonriendo como un tonto.
Dejé a mi cuerpo actuar por su cuenta y me acerqué a ti.
- ¿Puedo?
- Claro.
Podría decir que aquella afirmación fue el inicio de todo. El principio de nuestra historia.
A partir de ese momento empezamos a vernos más a menudo, siempre nos reuníamos en el mismo acantilado para ver el cielo al anochecer. Lo que para muchas personas sería algo simple, para mí se convirtió en una fuente de felicidad. Era eso lo que transmitías. Paz. Tranquilidad. Armonía. Felicidad. Cada vez que sonreías podía apreciar el brillo en tus ojos. Ese brillo tan característico que me volvió adicto.
No sé en qué momento fue.
Si fue aquella vez en la que me encontraba mal y te preocupaste por mí. Si fue aquella noche en la que habíamos decidido quedar, pero se avecinó una tormenta y salí a buscarte porque sabía que irías, porque sabía que no romperías tu palabra e irías a reunirte conmigo. No sé con exactitud cuándo caí por ti. Lo único que sé con certeza es que conseguiste llegar a mi corazón, y la probabilidad de que salgas de aquí es nula. Así es, Kim Jungwoo. Me enamoré de ti.
Fuiste capaz de muchas cosas aunque tú no pudieras verlo, conseguiste cosas de las que nadie fue capaz. Sacaste de mí un lado que desconocía por completo. Me devolviste la ilusión que había perdido tiempo atrás. Jamás pensé ser tan importante para alguien hasta que llegaste tú. Gracias a ti los días iban a mejor, los días más obscuros se tornaban brillantes, eras ese pequeño destello de luz que faltaba en mi vida y apareció por casualidad.
Era consciente de que todo iba a terminar algún día, que la felicidad que sentía acabaría en un futuro. Pero siempre me mantenía fijo en el presente. Claro que me imaginaba un futuro contigo, lo hice incontables veces, pero por una vez quise dejar esos pensamientos de lado y quería aprovechar todo el tiempo que pasábamos juntos, hasta el último minuto.
Pero nunca imaginé que te irías tan pronto. No pensé que te perdería de un momento para otro. Recuerdo cómo el frío anunciaba su llegada cuando recibí la noticia. Habías sufrido un accidente. Recuerdo que no supe reaccionar, mis piernas temblaban y no podía articular ninguna palabra. Me desplomé en el suelo sin saber qué hacer.
El dolor en ese instante fue insoportable y lo único que quería era verte una última vez. Quería volver a verte dando brincos de felicidad. Quería ver la ilusión en tus ojos una vez más. Es cierto que las personas vienen y llenan nuestro mundo de color, de alegría, pero lo malo es que son como una estrella fugaz; solo las podemos apreciar durante un instante.
Con el tiempo comprendí que te habías ido para no volver; y empecé a ver las cosas de una forma distinta. Es cierto que lo superé, que ya no duele como antes, pero aún siguen resonando tus palabras en mi cabeza.
"Quiero ser una estrella. Así cuando estés perdido podré ayudarte a encontrar el camino. Si me necesitas, solo alza la mirada y mírame. Siempre estaré contigo."
Querías ser una estrella y sin duda lo fuiste. Entraste en mi vida de una forma trivial y llegaste a ser alguien importante, probablemente la persona que más he querido y querré. Definitivamente, fuiste la estrella que iluminó el sendero oscuro por el que caminaba y me hiciste ver que no todo era de color negro.
Siempre serás la estrella más brillante que repose en el cielo. Nunca te olvidaré, Jungwoo.
Y así, Doyoung dejó caer la última lágrima en memoria de Jungwoo, mirando una vez más al cielo nocturno, observando con detenimiento aquella estrella que, por alguna extraña razón, aquel día brillaba más de lo normal. Y en ese instante, sonrió de verdad por primera vez en meses. Comprendió que él siempre había estado ahí en todo momento pero no supo darse cuenta. Supo que el pequeño nunca se había ido de su lado y que mantuvo su promesa y estarían juntos para siempre.