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Black Is the Color... por YumeRyusaki

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Notas del fanfic:

Decidí que no era buena idea quedarme con las ganas, así que escribí esto en la última hora porque hacía falta algo así en este DIK.

Son las 10pm, todavía es febrero, así que aún es legal subir algo OTL

Notas del capitulo:

No me gustan mucho los títulos en inglés, pero esto fue inspirado en la canción Black is the color de Nina Simone y a falta de tiempo para pensar algo, así se queda...

Black Is the Color...
Yume Ryusaki


      Kai ha tenido una reunión con el manager y los directivos de la compañía para preparar la agenda de la banda en los próximos meses, pero ha sido Ruki —como siempre— quien ha determinado hasta el último detalle. No le extraña que el resto de sus compañeros no hayan querido asistir. No los culpa, por supuesto, y tampoco culpa al vocalista, no cuando él tiene la extraordinaria habilidad de dormirse a mitad de las juntas. Debe reconocérsele, al menos, su esfuerzo por asistir puntual a las siete de la mañana, Ruki podrá ser muy eficiente pero los tuvo esperando dos horas.

   Como sean las cosas, nada justifica, sin embargo, que Uruha mienta. Excusó su ausencia con que estaría componiendo para las próximas grabaciones, pero en la casa no se oye ningún ruido; lo que es más, sus instrumentos están en el mismo lugar en el que estaban esa mañana. Señal irrefutable de que no han sido tocados siquiera.

   Tal vez salió de compras, piensa, pero cuando abre la puerta de su dormitorio, Kai ve dos cosas: la habitación está hecha un desastre, la ropa de Uruha tirada por todas partes y, sorpresa, Uruha está ahí, durmiendo feliz y abrazando a una pequeña y preciosa mujer.

  ¡Desvergonzado! La indignación, por supuesto, puede con él. No sabe si dejarlo ahí sin decir nada o pegarle un grito o dos para que se despierte y le explique la situación. No hace falta que haga algo, Uruha despierta al sentir su presencia ahí.

   —¡Yutaka! —Al menos tiene la decencia de parecer avergonzado, Kai le reconoce—. Llegaste temprano.

   —¿Tú crees? —Uruha da un rápido recorrido con la mirada a la habitación y su vista se detiene en su camisa y su pantalón regados sin pudor por todos lados.

   —Yutaka, escucha… —la belleza durmiente se mueve intranquila entre sueños, Uruha calla su disculpa y Kai prefiere no verla porque el resultado será inevitable y no quiere pelear con Uruha, no con ella ahí—. Lo siento. —dice Uruha finalmente y no dice más porque no hay nada que pueda decir en su defensa.

   Kai, sin embargo, no es una persona amable. Así que no piensa medirse para torturarle un poco. Uruha se lo merece, después de todo.

   —Un «lo siento» no arregla nada, Kouyou.

   —Es que ella…

   —¿Ella qué…? —pregunta borde. No va a permitir que se excuse y salga bien librado, no esta vez. La expresión de su cara debe darle algún indicio a Uruha de su mal humor, porque solo asiente y con expresión culpable empieza a recoger el tiradero.

   Puede continuar así un par de horas, sin embargo, su atención se desvía a la cama y siente que puede explotar. Aprieta los puños y se dirige a la salida, sin embargo, el impulso puede y da media vuelta porque no podrá estar en paz hasta no encontrarse con esos ojos que duermen tranquilos. Uruha adivina sus intenciones y se apresura a detenerlo, nunca lo suficientemente rápido.  

   —¡Yutaka, no, por favor! —Oh, su desesperación es auténtica, casi dulce, casi palpable, y si en otras circunstancias Kai tendría consideración por él, no es así ahora. Él ha resistido bastante y le parece increíble que Uruha no lo hubiese visto venir—. ¡Yutaka!

   Uruha lloriquea aterrado por la impetuosidad casi violenta del baterista al caer sobre la cama. Ella despierta y Uruha se cubre el rostro, derrotado. Culpa a su ingenuidad por no prever que el resultado no sería otro que ese.

   Suspira resignado y vuelve a su tarea de recoger su ropa tirada. Escucha el sonido de un beso tronado y de una risita dulce estalla en cada rincón de la habitación.

   —¿Quién es la personita más guapa de la comarca? ¿Quién, eh? ¡Es Momo-chan!

   Otra serie de besos en las sonrojadas mejillas y más risitas hacen que Uruha casi quiera sentarse a llorar. Le ha costado lo que no tiene nombre dormir a la niña y Kai la ha despertado sin dudarlo un segundo. Detiene su tarea, sin embargo, y los observa un poco. Sabe que debería estar enojado porque apenas un par de minutos atrás, Kai le hizo creer que estaba molesto por no recoger su tiradero ni componer como había prometido, pero verle tan atontado con su sobrina solo le calienta el corazón al punto de que es él quien no pude hacer otra cosa que no sea sonreír ante la tierna escena.

   —Se va a quedar con nosotros hoy —informa—. Ya sabías que mi hermana tenía programado un viaje, mi cuñado la habría cuidado pero se resfrió, así que consideraron prudente dejarla con nosotros, ¿no te molesta, verdad?

   —Imposible —reconoce—. Oh, y siento lo de antes… ya que me estaba aguantando las ganas de despertar a Momo, quise jugar contigo.

   Uruha, en venganza, bien podría querer romperle la lámpara en la cabeza, pero la manita de Momo buscando alcanzarle, le hace replantear las cosas.

   —Solo te disculparé si preparas la cena —Kai asiente pero no se mueve y suspira en su más grande aflicción: podría complacer a Uruha y su propio estómago pero no quiere despegarse de la bebé—. ¡Ya! —Uruha riendo, le quita a Momo de los brazos y lo empuja fuera—. Deja de darle malos ejemplos a la niña y ve a la cocina, tengo hambre.

 

 

   Kai es un hombre inteligente, Uruha reconoce. Hace algunos meses consiguió un conveniente delantal con la leyenda «besa al cocinero» y él, por supuesto, es un hombre obediente. Sin embargo…

   —Y otro acá… —Sin embargo, Kai no se cansa de ofrecerle la una y la otra mejilla a Momo, así que ella es la única que regala besos al aprovechado cocinero—. Bueno, ya casi está —dice, apagando la estufa—. Espérame en la mesa.

   Uruha asiente y Kai le ofrece a Momo un arbolito de brócoli hervido, ya tiene dos dientitos y ella ha empezado a comer cosas sólidas, aprovechando la distracción de la pequeña, Kai señala el letrero de su delantal.

   Momo mordisquea el brócoli pero por su carita, el sabor no debe haberle gustado, así que se concentrada en hacer pedazos con sus manitas el brócoli, Uruha la ve y sabe que puede ser obediente sin preocupaciones.

   —Ni que lo merezcas —Uruha refunfuña ante la alegre risa de Kai.

   Oh. No es un descubrimiento, es una ratificación: ama a sus sobrinos, ama a Momo y amaría tener hijos propios, pero no son necesarios mientras Uruha sienta lo mismo que él, mientras su corazón aún tiemble al verlo, mientras sus labios hormigueen por un beso como ahora.

   Uruha ahora no tiene maquillaje, su cabello no está del todo en su lugar, incluso hay nuevo cabello negro naciendo y contrasta fatal con el tinte castaño que usa y Kai nunca lo ha visto más atractivo.

   —Hoy también luces genial…

   —La adulación no te hará ganar nada…. —Y, sin embargo, sonríe contra sus labios como hoy y como siempre.

 

Notas finales:

¿Alguien pensó que la bella durmiente era otra persona y no un bebé?

 


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