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Sweet, sweet omega. por David_tank

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Habían pasado años desde que los omegas habían parecido extinguirse,  cada vez menos bebés nacían con esta condición y los pocos que quedaban, aún, casi siempre tomados para experimentar con ellos antes de que un Alfa les protegiera y declarara que fueran suyos.

Hidan corría con toda sus fuerzas mientras llevaba apretado contra su pecho una cartera que acababa de robar, si tenía suerte, encontraría unos cuantos dólares con los cuales servirían por ahora, necesitaba dinero para comprar supresores y ocultar todo rastro de que él fuese un omega… Se escabulló a un pequeño y húmedo callejón, metiéndose tras unos botes de basura y arrullando su cuerpo ahí, esperando que nadie le siguiera, tras unos minutos, su cuerpo se fue relajando y abrió de la cartera, algunas casos sin importancia, dinero, un encendedor, labial, chucherías.

Metió todo lo que le podía servir a sus bolsillos y tiró de la cartera a un lado, sonriendo, le alcanzaría para comer algo y las pastillas que necesitaba, justo a tiempo cuando escuchó una fuerte voz.

–¡Alto ahí! – Un hombre vestido de policía corrió tras de sí y el peli blanco gimió, corriendo de manera más que ágil, trepando la pandereta hasta saltarla, no debía por ningún motivo que la ley le atrapará, siendo huérfano y escapando de los sistemas legales, lo que menos quería era volver a un hogar de recogida y solo faltaban unos meses para su mayoría legal.

–¡Pudrete, hijo de puta! –Gritó a la defensiva cuando chocó contra el pecho de otro policía, el cual le cogió por las muñecas. –Cabrón. –Insultó, dando un fuerte golpe con la rodilla en la entrepierna del oficial, logrando soltarse, mas el hombre que venía atrás le torció la muñeca, poniendo sobre esta de las argollas. –¡Hijo de puta! –Gritó nuevamente, mientras era tironeado al automóvil.

Estaba mal, muy, muy, muy mal…Necesitaba los supresores, tenía ¿Tres días? Y su celo vendría otra vez, no quería ser descubierto y mucho menos encerrado en una cárcel llena de hombres. Pasarían dos cosas y lo sabía bien; Sería violado o sería cambiado a un campo experimental, donde sería una rata de laboratorio.

Se removió inquieto cuando tomaron sus huellas digitales y le sacaron fotografías para su expediente, en su vida había estado en una cárcel, nunca le habían atrapado, por lo cual, sentía la adrenalina correr cuando le entregaron un traje color gris para vestir.

Su mirada se cruzó con unos intensos ojos verdes y se estremeció aún mas, el hombre parecía buscar algo en la sala de fotografías y el extraño aroma inundo todo; Un alfa. Mas el cuerpo de Hidan se relajó cuando este salió.

            –Él no pertenece acá. –Dijo el hombre bastante alto, construido, con traje formal y cabello un poco largo para ser oficial.

            –Lo sabemos, solo es para un susto. –Comentó el policía y empujó a Hidan contra el hombre recién llegado, quitando el traje gris. –Es menor de edad, no queremos problemas, has los tramites, encárgate de él. –El hombre le quitó las esposas.

            –Hidan, soy Kakuzu, asistente social del programa a protección del menor, ya que has robado algo y según los antecedentes no tienes familia que te reclame, el estado se hará cargo de ti hasta tu mayoría de edad legal. –Informó mientras le tomaba la muñeca a Hidan, saliendo del lugar hasta llegar a la calle.

El peliplata no entendía qué estaba pasando, él jamás en su vida había sido sumiso con ningún alfa, jamás había obedecido dócilmente a nadie, hace unas horas había pateado la entrepierna de un policía y ahora, no había ni chistado cuando había sido guiado al auto y sentado en el asiento trasero. Culparía a su celo que se acercaba.

            –Sueltame, tienes que dejarme ir. –Dijo cuando por fin reaccionó, pero era tarde, el auto tenía las puertas aseguradas, intentó abrirlas, rasguñar contra ella y golpear.

            –Mira mocoso, como no te comportes las cosas irán peor para ti. –Gruñó Kakuzu mientras manejaba, ignorando al chico en la parte trasera de su auto

Hidan intentó removerse, estaba todo mal, de mal en peor, cuando llovía, parecía un diluvio en su vida, podía sentir el calor en su cuerpo golpear, sin supresores, sin nada que le pudiese calmar, encerrado en un auto con un Alga que parecía podría matarlo con un solo golpe.

Gimió en voz baja cuando sintió la humedad en su entrepierna y el roce de la ropa comenzaba a ser incomodo contra su erección, sus mejillas se calentaron y podía estar seguro que la bruma del celo comenzaría en cualquier segundo y quedaría indefenso, gruñó intentando sin logro abrir la puerta.

            –¿Qué mierda haces? –El automóvil se detuvo y Kakuzo se giró, mirando detenido al menor que parecía retorcerse un poco, las mejillas rojas y su cabello platinado desordenado mientras se sostenía el estomago. Inhaló bruscamente ante el dulce aroma, además de algo mas, un aroma casi caliente. La mente del mayor reaccionó, hace años no había olido aquello, un omega en celo era algo como ver una estrella fugaz y parecía tan hermoso medio recostado en el asiento trasero, en definitiva no podría llevarlo al programa de protección, demasiados adolecentes hormonales que seguramente se pegarían al menor como mosquitos a un foco de luz, sería una sentencia.

            –Hidan, hey, Hidan. –Le tomó el rostro para poder evaluar un poco, parecía un poco tarde para darle supresores, en cuanto su mano hizo contacto con la suave y caliente piel del menor supo que había sido un error, Hidan gruñó, altanero, pero su lado Alfa estaba deseando reclamar a ese niño problema como suyo, solo suyo. –Serás mío. –Gruñó en voz gruesa y aceleró nuevamente, irían a su casa y solucionarían ese problema.

Hidan se removió en el asiento, casi sin intentar escapar, estaba perdido, seguramente ese tipo le violaría y tal vez luego le vendería a quién sabe que, un omega era demasiado caro en esos días… Estaba perdido, caliente, demasiado caliente y totalmente perdido.


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