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EL ENTE por juda

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Entraron al departamento, Damian se dirigía a la cocina para preparar un poco de té porque su novio no se había sentido bien esa tarde, pero el muchacho alto lo detuvo, lo abrazó desde atrás, lo levantó por los aires y se lo llevó al cuarto.

Cayeron los dos en la cama, Damian reía mientras Matías le hacía cosquillas y aprovechaba para desnudarlo.

Se sentó a horcajadas sobre su castaño pecoso que ya estaba prácticamente sin ropa, con una mano sostuvo las dos de Damian y con la otra comenzó a pellizcarle los pezones mientras bajaba el rostro y le mordía el cuello.

La pija de Damian estaba dura, se había excitado con sólo verlo sobre él intentando inmovilizarlo y ahora levantaba la cadera en busca de algún roce pero el mayor se había desplazado hacia la panza del pecoso y estaba haciéndolo sufrir.

-Tocame, tocame –rogó Damian, girando un poco el rostro y pasándole la lengua por el lóbulo de la oreja.

Matías capturó esa lengua con la suya, lo besó de manera violenta, mordiéndole los labios. Damian estaba al límite, levantaba la cadera imitando embestidas rabiosas, intentando cualquier contacto que lo llevara al orgasmo, se liberó del agarre de Matías de un tirón y poniéndole las manos en el pecho, lo tiró a un lado, para poder sentarse sobre él y hacer una fuerte fricción de su pija sobra la del mayor, mientras gemía con fuerza y se mordía los labios. Matías amaba tener ese espectáculo frente a él: Damian excitado era una orgía de gestos eróticos. A los tirones le bajó el pantalón deportivo que llevaba el mayor y el boxer también, para luego descender con premura y meterse en la boca la polla de su novio que ya babeaba líquido preseminal. Se la chupó con necesidad, con angustia, mientras se masturbaba.

Matías intentó contener el aire y separarlo de su pija, pero Damian se negó, apartando las manos que intentaban alejarlo. El mayor tras unas breves chupadas violentas eyaculó en la boca del menor, Damian se incorporó mientras cerraba los ojos y seguía masturbándose. El mayor, en cuanto recuperó cierta regularidad en la respiración, tomó de los hombros al menor, lo acostó y comenzó a lamerle la pija con suavidad, con dulzura. Damian necesitaba más violencia, lo sujetó de la cabeza y comenzó a embestirle la boca. Matías hizo una arcada y se sacó las manos de encima, Damian lo miró agitado, riendo y lo atrajo para besarlo. 

Estuvieron así un largo rato: el mayor le pasaba la lengua por los labios, le decía constantemente que lo amaba entre susurros pequeños mientras lo masturbaba y no separaba los ojos de él.

Les gustaba repetir ese ritual de vez en cuando, llegar al orgasmo, abrazados fuertemente, mirándose a los ojos, llenando el cuarto de "te amos".

Matías y Damian estaban de novios desde hacía 4 años y creían firmemente que habían encontrado en el otro el amor perfecto.

-Y si hubiese nacido en otra galaxia? –solía preguntarle Damian y esperaba la respuesta que le ponía los pelos de punta.

-Nos habríamos encontrado en medio de la nada, una vez muertos, porque seguramente naceríamos y moriríamos mil veces, solo buscando el momento en que por fin nos encontráramos. Vivimos para estar así, juntos, uno encima del otro. Uno dentro del otro, y nos buscaremos siempre cuando esta vida haya acabado. En cada una de nuestras vidas nos buscaremos. –contestaba Matías.

El amor que se profesaban era extraordinario, puro, reventaba medidas, borraba límites.

-Te voy a amar hasta que se me descosa el alma –le aseguraba Damian.

-Te voy a amar hasta que la muerte me devuelva a la vida y te reencuentre en mi camino –le retrucaba Matías.

Y solían caer rendidos luego de ataques sexuales donde el semen derramado sólo era una excusa para fusionar ambas almas, esa noche no fue la excepción. Se durmieron abrazados, intentando que el cuerpo de ambos no supiera de distancias... nunca.

Cuanto Damian despertó a la mañana siguiente, Matías estaba sentado en la cama con la cabeza gacha, totalmente inmóvil.

Enseguida supo que las cosas no iban bien, había algo en el ambiente que lo tenía temblando, con un frío profundo, un frío distinto, había olor a soledad en el aire y tuvo miedo del futuro.

-¿Pasa algo? –preguntó acercándose, el muchacho mayor volteó a verlo. Estaba pálido, unas ojeras violetas enmarcaban los ojos cubiertos de pequeñas ramificaciones rojas.

-Me duele –logró articular mientras se llevaba la mano a la frente e intentaba levantarse.

-¿Qué te duele?

-La cabeza –gimió mientras le extendía la mano, Damian logró asirla y gritó cuando Matías se le escapó de las manos, y gritó cuando sintió el cuerpo de su novio golpear con fuerza en el piso, y gritó cuando no logró despertarlo y gritó cuando no encontró el pulso.

Matías había muerto de un aneurisma fulminante y su cuerpo, tendido en la alfombra del cuarto que compartían, fue el lugar en el que su esencia decidió quedarse, aferrado al amor que se profesaban.

Vio a su Damian llorar histérico, estuvo cuando llegó la ambulancia y se llevaron su cuerpo, y se sintió desprotegido cuando se encontró solo en el departamento. Vio cuando René traía a su Damian, cuando le daba una pastilla y lo hacía acostar en la cama que compartieron durante los años que estuvieron unidos y supo que no lo abandonaría. Que esperaría junto a él hasta que llegara su momento y pudieran partir los dos juntos en busca de una nueva vida, en un mismo escenario y tiempo.

Se recostó a su lado, lo vio tiritar de frío y llorar entre sueños, entonces lo abrazó y le susurró al oído que no lo abandonaría. Que en este mundo o en otra galaxia, volverían en alguna otra vida a poder tocarse y seguramente se besarían como lo habían hecho la noche anterior.

-Te lo prometo, amor, nos volveremos a encontrar -le susurró al oído.

 y entre sueños Damian dejó de llorar y una leve sonrisa, iluminó la noche.


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