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Helena por Kai Castle

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Notas del capitulo:

Bienvenidos a la nostalgia del amor

 


Cuando pienso en ella, automáticamente lo que viene a mi cabeza, es el olor a cerveza, el ligero aroma a cigarros mentolados, la suavidad de sus pequeñas manos y ese par de delgados labios.


En cambio, cuando pienso en mi primer amor, automáticamente me vienen a la cabeza un sinfín de malas decisiones, un puñado de recuerdos sin sentido, un viejo libro de hojas gastadas, el olor a gardenias viejas, el calor de sus pies, así como esa ligera comisura que se hacía debajo de sus ojos al sonreír.


La primera mujer, versus la ultima mujer que ame, son tan distintas la una de la otra, y aunque entre una y la otra hay un par de personas más que se hicieron un espacio en mi corazón, sin duda ellas dos, son las que marcaron profundamente mi personalidad, lo siento para esas personas que quise, pero ellas son las únicas que e amado así de profunda, inquieta y desesperadamente.


Siempre e temido decirlo en voz alta, temiendo el qué dirán de mí , que me señalen por mis elecciones, que juzguen mis amores, porque de una u otra forma, no era como debía ser, ninguna de las dos, fue, ni serán jamás, la indicada.


Eva, fue el inicio de todo, por ella, rompí el cascaron, salí de mi letargo, me desate, explote, experimente y aprendí un mar de cosas a su lado, con ella, tuve mi primera borrachera, fume mi primer cigarro, tuve la primera escapada nocturna, asistí a mi primer concierto, tuve mi primer beso real, experimente las primeras caricias de un amor de verano, me enamore de la tinta y el papel, goce de la sutil caricia en mis vertebras antes de dormir. Eva, Sé que ahora me odias, que jamás aceptaras que lo nuestro no funciono, y que fracase como el pilar de tu vida, pero juro que lo intente, y lamento cada día el momento en que esos extraños envenenaron tu corazón de malos sentimientos, porque pese a lo que tu creas, a pesar de lo que siempre has dicho de mí, por ti, era capaz de darlo todo, de irme lejos de casa para estar a tu lado, no dude ni por un segundo en aceptar tus ofertas, en tomar tu mano y caminar ciegamente a tu lado, creyendo que nuestro amor seria eterno, pero no lo fue.


En cambio, cuando conocí a Helena, todo fue tan distinto de lo de Eva, porque Eva, fue como un cálido amor de verano, que se adentró lentamente en mi vida, tomándolo todo, marcándolo con su esencia y sus colores. Pero Helena ¡Oh, Helena!. Tú fuiste todo lo contrario. A ti te odie, te deteste con todas mis células, la sola mención de tu nombre me causaba un amargo sabor de boca, uno más horrible que el de la cerveza quemada.


Por esos tiempos, cuando conocí a Helena, yo solo me preguntaba ¿Qué tiene ella? ¿Qué la hace especial? ¿Por qué ella? No era para menos, tu tenías algo que yo deseaba, y yo no era una buena persona, yo era alguien muy desagradable en esos tiempos, si algo lo quería, tenía que ser mío, pero tú me habías robado esa oportunidad, y eras tan común a mis ojos, tan poco peculiar, que verte, me causaba nauseas, no lo negare. Pasamos un año en un silencioso juego de las sombras, donde yo te robaba a la persona que amabas y tú desesperadamente te aferrabas a el. Pero después de lo que sentí como un suspiro y una eternidad para ti, gane, esa persona fue mía. Gane la guerra ¿Valió la pena?


En ese momento, yo lo único que sentía era un éxtasis y un placer irreal, era como tenerlo todo, me aferre a esa idea, así como a esos sentimientos, pero la verdad, dista mucho de la realidad, porque tener a esa persona a mi lado, me hizo darme cuenta de una sola cosa, esa persona, estaba vacía, había invertido un año de mi vida para tener a mi lado un cascaron humano, y no valía mi sudor, ni tus lágrimas, ahora lo entiendo.


Pronto me aburrí, como siempre, y esa persona perdió ese brillo que alguna vez había visto. Pero no fue el fin, fue el inicio de tu historia, de mi Helena. Me hacía sentir mal lo que había hecho, pero había tomado la decisión de que no valía la pena arrepentirme, por el contrario, debía disfrutar del momento, del presente, de lo que había, porque solo había eso, y nada más. La soledad era mi fiel compañera. Aun hoy puedo recordar con certeza el mensaje que recibí de tu parte pidiéndome una tarde de copas, querías hablar, querías de mi tiempo ¿Qué podría perder? Nada, me dije, pero no fue así, perdí otra parte de mi corazón ese día.


Pasamos lo que creo fueron los 30 minutos más incomodos del mundo, hablando de ti misma y esa persona que amaste, donde yo, masacre cada uno de tus sentimientos, donde te llene de verdades e historias, donde hilaste los cuentos, donde descubriste la verdad de sus amoríos, de las sabanas húmedas, de los besos perdidos y las caricias robadas, pero lejos de tristeza, lejos de dolor, jamás aparecieron lágrimas en tus ojos, no me malinterpretes, me hizo muy feliz que no lloraras, porque esa noche, descubrí a la mujer más fuerte y valiente que hasta este día pude conocer, porque en su lugar, me sonreíste de medio lado, extendiste tu mano, tocaste con la punta de tus dedos el dorso de mi mano y dijiste “Gracias” . Creo que jamás nadie podría estar más agradecida como tu esa noche, con una persona como yo, que había sido la causante de tus dolores y desamor, pero por alguna razón, algo en mí se encendió. Sería una mentira decirte que ese día te empecé a querer, no fue así, pero encendió una vela en mi conciencia, y me aferre con fuerza a el sentimiento cálido en mi pecho al sentir tu ligera caricia sobre mi piel, no era la falta de contacto humano, eso me sobraba, era la forma sutil que sonreías, la enérgica risa que soltabas al contarme anécdotas que deberían ser tristes y que en su lugar, causaban risa en nuestras personas. Helena, tu humor negro me enamoro.


¿Qué tiene ella? Lo tiene todo, a partir de esa noche sin sentido, empezamos a frecuentarnos, aun no es del todo como fue que surgió, pero descubrimos que éramos dos personas afines, que se habían conocido en circunstancias desfavorecedoras, pero por alguna razón, nos aferramos esa noche a ese sentimiento, de que debíamos conocernos, que el destino estaba tirado y que ese ligero click tenía una razón de ser. Pasaron meses, donde tú te escondías de tu pareja actual, donde yo me escondía de esa persona que te había robado y en lugar de velar por los sentimientos que tenían por nosotros, velábamos por los sentimientos que conteníamos entre nuestras manos.


Si tuviera que contar una historia, no sería la de esa noche del bar donde bebimos como leñadores de la montaña, donde caminamos en las frías calles de la madrugada con nuestras manos enlazadas, o en el ligero momento en que tu mejilla se recostó sobre mi hombro, con tu aliento sobre el mío, el temblar de mi pecho o las ligeras risas que mezclamos, no, esa noche de alcohol jamás se va a comparar a esa tarde de verano, donde todo, se salió de lugar. Porque Helena, admítelo, algo sucedió esa tarde.


Siempre he pensado que el amor te puede convertir en su esclavo, y después de tantos años, jamás había tenido tanta seguridad como esa tarde, de que valía la pena entregarte todo de mí, pero no sucedió, no dimos ese paso, porque sabíamos, que si cruzábamos juntas ese puente, jamás podríamos volver atrás, y era el momento de tomar una decisión, éramos el tú y yo, o lo que había del otro lado de nuestras manos.


Recuerdo, como te quejabas de todas esas llamadas perdidas, de todos esos mensajes que insistían en que volvieras a casa, pero tú te aferrabas a mis sabanas, rodabas infantilmente quejándote, buscando consuelo en mis palabras, yo sé que no estabas ebria, lo sé, porque después de aquella fría noche yo sabía que podías beber mucho sin perder el control y vamos, tres copas no se comparaban en nada a aquella fría noche, te rodaste por sobre de mí , y en lugar de levantarte de la cama, dejaste tu cuerpo sobre el mío, te acurrucaste en mi pecho, bostezando con pereza, y pensé, “Vaya que es pequeña”, eras tan delgada y menuda, embonabas perfectamente con mi cuerpo, lo sé. Debí mandarte a casa, en lugar de eso, acaricie con paciencia tus cabellos, sentí el rozar travieso de tus dedos sobre la tela de mi ropa, vi la traviesa sonrisa sobre tus labios, un brillo peculiar en tu mirar, y lo supe, sabía lo que pensabas, pero solo podía sonreírte, no podía continuar, estaba en mute, pero eso no te detuvo, sentí la tela de mi camisa deslizarse sobre mi abdomen, y el ligero paseo de tu índice hacia mi ombligo, un calor que invadió la boca de mi estómago y el aliento que se atascó en el borde de mi garganta pujando por salir. ¡Fuiste tan traviesa! Jamás hubiera pensado eso de ti, acaricie ligeramente tu espalda y como distractor conté cada una de tus vertebras, y ansié el contacto de tu piel, pero no me atreví, sentía que si la tela de tu blusa se deslizaba, no podría contenerme.


Tal vez, mis actos te dieron la respuesta que buscabas, porque pronto te marchaste a casa como si nada hubiese pasado, y esta escena se repitió tal vez más veces de las que mi corazón deseaba, pero siempre fue el mismo escenario, no di ese paso, porque tenía miedo Helena, miedo de que solo fuese un juego, miedo de que tu solo quisieras venganza, a pesar de que se, que tú no eres esa clase de persona, miedo de que me utilizaras, si lo hubieras pedido directamente sé que no me hubiera negado a ser para ti lo que tu desearas, pero jamás salió la pregunta de tus labios, todo se quedó en este cuarto, sobre esas sabanas, en el fondo de esos vasos vacíos de cerveza, en las colillas del cenicero de la ventana.


Soñé más de una noche que te hacia mía, desee más de mil veces tus labios, incluso en el ático de mi imaginación puedo escuchar el ensordecedor sonido de tus gemidos ficticios, porque nunca, fuiste, ni serás mía; la noche que me contaste que se te habían propuesto, nada tenía sentido, no porque dudara de tus palabras, sino porque era el final de nuestro camino, al menos el que podíamos compartir, a partir de entonces, debíamos tomar distintos senderos, y aunque deseaba que fueran mentiras, era real, pese a eso, aun semanas antes del altar, puedo recordar con claridad, la forma en que te acurrucabas a mi lado, la sutil forma en que acariciabas mi estómago, el calor de tu aliento sobre mí, lo admito Helena, fuiste cruel, pero no me arrepiento de ello. Me hizo tan feliz, que aun hasta el final de los días en que aun eras parcialmente libre, los pasaste conmigo, compartiendo filmes, fumando tabaco, bebiendo una cerveza o dos, acariciándome sutilmente, murmurando ligeros “amor” contra mi oído, como si fuese lo más normal del universo el tú y yo, que solo existía entre esas cuatro paredes champagne.


No estaba en mis planes asistir a tu boda, pero te veías tan feliz de invitarme, que no pude negarme, sé que no tiene mucho sentido, pero aun así, fui con la mejor de mis sonrisas, pero en el momento en que caminaste hacia el altar y te vi, hermosa, en ese vestido blanco, con ese sutil velo, y el ramo de lilis en tus manos, llore, deje salir todo, los sentimientos surgieron brutales sobre mis mejillas, te amaba tanto, pero era tarde, lo sabía, pero había tomado la decisión de que esa persona te haría más plena, más feliz, más mujer, de lo que jamás podría yo ofrecerte a ti, deje que mi corazón se estrujara contra mi pecho, apreté con fuerza mis manos, rece porque los cielos te llenaran de gratas memorias y desee con todo el poder de mi amargo corazón, que yo pudiera permanecer cerca, al menos para verte sonreír, como lo hacías con él en el estrado. Helena bajo el altar, fue sin duda la escena más hermosa, que mis ojos pudieron observar.


Todos tus amigos te espera afuera para extender sus felicitaciones, pero yo estaba fuera de lugar, solo deje un ramo sobre el capo del auto que te llevaría a la cena y me marche, con la esperanza de que supieras que esas flores eran de mi parte, con la fe, de que esas rosas fueran distintas, pero no lo fue, jamás supiste quien había sido esa persona.


Helena, fue, la última mujer que ame, tan profunda y maduramente, que sabía que no sería feliz a mi lado, lo supe desde el momento en que sus dedos rozaron mi mano, aun así nos aferramos al sentimiento que ardía en nuestros corazones, no me arrepiento ni un solo momento de nuestra historia, de lo que hubo, ni de lo que no llego jamás a suceder, porque la ame tan puramente, que había aceptado renunciar a todo por ella, pero al final, su príncipe, tenía otro nombre, y eso está bien, porque si ella es feliz, yo lo soy.


Pasan los años y Helena se mantiene cerca, todo lo contrario a Eva quien se fue tan lejos como sus piernas se lo permitieron, pero todo está bien, porque podemos sonreírnos, compartimos de vez en cuando una cerveza, escuchamos nuestras historias, nos miramos, reímos, disfrutamos, ahora, ya no amo a Helena, pero atesoro la breve historia que tuvimos, porque se, que si tengo suerte, algún día, podre volver a amar, tal vez no tenga de nuevo esta clase de desesperados sentimientos por otra persona, pero está bien, estaba destinado que nos encontráramos, pero no destinado a estar juntas. Y lo acepto, con suerte, la vida me otorgara otra oportunidad para volver a amar, mientras tanto, seguiré atesorando estos cálidos sentimientos, que se estiran, que se retuercen, que se transforman, una y otra vez, a cada oportunidad, en un amor diferente.


 


 


 

Notas finales:

¿Que les parecio? Espero hayan disfrutado esta brevisima historia de desamor, con gusto leere sus rws, ¡Que tengan una excelente semana!  


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