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Staring at you por Hyoneschwan

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Notas del fanfic:

El primer fanfic que escribo luego de años de desaparición... Les traigo una redacción un poco más desarrollada (o eso creo yo) y una pequeña historia que se me ocurrió luego de ver medio capítulo de cierto dorama colegial... No planeo que sea muy extensa, pero espero que les agrade. 

 

Desde ya, ¡muchas gracias por entrar a este fanfic! Recuerden que los comentarios siempre ayudan a mantener la constancia del escrito. Estaré abierta a cualquier tipo de sugerencias o críticas siempre y cuando sean constructivas. 

i. 

 

 

"En sus ojos de cielo

y su mirada escarlata,

cubre bajo un velo

cuanto al sonreír dispara,

escondiendo en su roce tierno

mi más profunda añoranza".

 

 

—¿No te cansas de escribirle cosas? En serio, es lo único que haces y me aburre verte.

 

Apreté el bolígrafo contra el papel y lo solté un segundo antes de ocultar mi propia letra tras la palma de la mano, de forma tan torpe y patética como la estrépita interrupción provocó. Ya debería estar acostumbrado a sus intervenciones e intenso acoso, pero mi estupidez suele sorprenderme más frecuentemente de lo que me gustaría admitir y la planeada continuación del verso se esfumó de mis pensamientos. Lo miré de reojo, hallándolo desparramado sobre el pupitre como si le perteneciera, y suspiré al regresar la vista hacia el frente. No le respondí; después de todo a él le fascinaban los monólogos.

 

—Jungkook, por favor, ¡nunca han hablado! No sabes nada de él y aún así te la pasas mirándolo y dedicándole poemas raros. Asusta, hombre, ni siquiera conoces su voz.

 

Oh, Jimin, no tienes ni idea de cuán equivocado estás. Su voz... Como si ella no fuera la gloriosa ruina que busco oír cada mañana cuando inesperadamente lo encuentro en un pasillo conversando con alguien. Su voz, esa voz profunda, varonil, pero con tanta calidez en su matiz.

Y entonces, claro, la voz femenina del chico que sólo se mantiene firme en su molestia y prosigue su discurso que tiene muy poco para aportarme.

 

—No es tan maravilloso, ¿sabes? Se enoja muy fácilmente y a veces es... Idiota, en serio. Idiota, tonto, un poco estúpido. Lento.

 

Debí observarlo otra vez para dedicarle mi mayor expresión de desagrado mientras bailaba el bolígrafo entre mis dedos. Él sonrió, quizá feliz de obtener mi atención.

 

—¿Acaso estás celoso de su perfección?

 

Se rió. Aún era incapaz de distinguir si su gesto se debía a una burla auténtica o a una decepción constante hacia mi creciente obsesión, pero carecía de importancia como todo aquello que no poseía esa distintiva sonrisa rectangular, esa risilla de niño pequeño, esos hombros anchos, esa tez trigueña y esa voz imposible de traducir en palabras que abarcasen por completo su magnificencia. La existencia de ese chico era arte en sí misma y cualquier mención que Jimin hiciera para convencerme de lo contrario sólo servía para reforzar mi creencia.

 

—Ya ni sé por qué vengo a visitarte, pero admito que me da cierta envidia la situación... —Suspiró, levantándose de la silla y elevando los brazos hacia el cielo en un estiramiento bastante perezoso. Su desperezo terminó en un chillido corto, agudo, y una sonrisa boba—. Me pregunto si yo también tendré algún acosador carilindo escondido por algún rincón de este instituto. Por el momento me limitaré a volver a mi clase, esa que, ya sabes, comparto con tu amorcito.

 

No alcancé a golpearlo, pero me hubiera encantado hacerlo. En ocasiones llegué a cuestionarme por qué comparto amistad con alguien como él y arribé a la conclusión de que así es porque tiene la capacidad de sostener una conversación por su cuenta con tanta facilidad como la que yo tengo para no contestarle. Lo seguí con las pupilas hasta que desapareció por los ventanales laterales del salón y me resigné a ilustrar mentalmente la postura de quien irrumpía en mis pensamientos y me hundía en su gloria; podía verle allí, sentado con su desprolijidad elegante, con la lengua entre los labios y los ojos centrados en el teléfono que sostiene entre sus dedos largos, cuidados, perfectos...

Kim Taehyung, el hombre que robó de mí hasta la última actividad mental. Pobre de él, que sin saberlo cautivó la percepción de alguien que no puede dejar de verlo, pensarlo, escribirlo. Pobre de mí, un desconocido suyo, que viviré en el anonimato por siempre, a fortuna de mi salud pues con sólo imaginar su cercanía mi pecho tiembla y mis manos sudan, pero a costa de mi alma que parecía pertenecerle desde el primer día en que cruzamos miradas.

Pero no existía oportunidad para que alguien como yo, tan poco interesante, insignificante, un año menor que él, pudiese robarse una porción de su atención y tampoco lo pretendía. Estaba dado así desde el momento mismo en que nací con mi antipatía característica y él con su carisma inaudito, su rostro perfecto y su voz divina. No había manera de que sus ojos grandes, bellos como ellos solos, se posaran en mi falta de gracia con algún tipo de interés romántico... De eso se trataba, de permanecer objetivo ante las fantasías que no son más que fantasías, y poca relación había allí con el pesimismo que se me atribuía... Era tan simple como creer en la idea de que algunas personas nacieron para brillar y otras sólo para admirar su brillo.

Notas finales:

Fue una breve introducción, ¿qué les pareció? 

No olviden dejar su comentario ante cualquier idea loca, no loca, normal, no normal, o empezaré a desvariar (aunque ya empecé, ¿no?). 

Muchas gracias, felices Pascuas, ¡y nos vemos en el próximo capítulo!


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