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Something stronger por Hyoneschwan

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Sus labios sabían a lo mejor que había probado en mi vida; así de pequeños, rosados, tan delgados y perfectamente acoplados a los míos. La noción del tiempo escapaba de mis manos cuando cedía espacio a su rostro, a la dulzura inigualable de su piel que comprobaba una y otra vez mientras lo besaba, aprovechando la instancia para tocar sus pómulos, su quijada y, en ocasiones, su cuello. Mentiría si dijera que el contraste producido por su tez y la mía no me agradaba, pues al contrario, me resultaba sumamente adorable, fascinante, rozando el deslumbre.

 

Tan fascinante como el sonido de nuestras bocas, de las succiones lentas y las lamidas intrusivas gratamente recibidas. Su lengua se sentía demasiado bien y lo húmedo del intercambio iba consumiéndome, envolviéndome en un manto difuso de sensaciones que peleaban entre ellas para decidir cuál gobernaría mi próxima acción. No fue difícil para mí preverlo, porque parecía desconocer cualquier otro movimiento ajeno a acercármele más, y le solté las mejillas para apoyarme en el colchón detrás de él, pudiendo de tal manera inclinarme sobre su cuerpo.

 

Mis ojos cerrados, mi mente centrada en el contacto y su aroma embelesando y desordenando cada una de mis funciones con sólo ingresar en mi sistema. Yoongi era precioso en cada aspecto y aquello incrementaba indiscutiblemente mi anhelo por reducir cualquier distancia; ansiaba en cada parte que me constituía pegarlo a mí, sentirlo, servirme de la intimidad que su habitación resguardada bajo llave nos cedía. Mordí su labio inferior y lo estiré brevemente al enmarcarlo con la lengua; cubierto con mi saliva, lo tomé entre mis propios labios y lo succioné, separándome de él con lentitud para desviarme hacia su comisura. Suspiró y en consecuencia mi pecho saltó un latido, elevándose mi temperatura como resultado de la conjunción entre lo que hice y la respuesta que me dio en manifestación de su disfrute.

 

Extendí un nuevo recorrido de besos pausados por su cachete y descendí con igual parsimonia, persiguiendo la línea de su mandíbula y perdiéndome en dirección a su cuello. Su textura era increíble y muy atractiva para mis manos, pero aún más para mi boca. Atrapé una porción, la presioné con bastante cuidado y le sostuve la espalda baja, que ceñí con la yema de mis dedos, buscando colarme debajo de su camiseta. 

Grave error.

 

 

—Oye, Taehyung —su voz dura, algo ronca, que me despertó del trance erótico—. Ya.

 

No necesitó decir ni hacer nada más para promover mi resignación. Me aparté de su cuello y recargué la palma en las sábanas mientras levantaba la mirada para poder enfrentar su expresión facial, que poco tenía de expresiva. No alteré la cercanía de nuestros perfiles, contemplé sus ojos y mis pupilas se prendieron de sus labios. 

Frunció el ceño.

 

—¿Qué miras, niño? Córrete.

 

Suspiré, y no fue de gusto. Arqueé las cejas un momento y me reincorporé, deshaciendo la postura de mis brazos en torno a su torso e irguiendo nuevamente la columna. Me relamí de comisura a comisura y rompí el contacto visual para recuperar la concentración y proteger la escasa dignidad que me quedaba. No quería enojarme porque sería injustificable, pero sentía algo muy similar al enojo.

 

—No soy un niño.

 

Él se rió y yo no le encontré gracia al asunto.

 

—Te molestas cuando te ponen un límite. Eso es de niño.

 

—No estoy molesto.

 

Pero no había caso, pues Yoongi era experto en descifrar el momento preciso en el que tenía una emoción carcomiéndome. Quizá se debía a que, a diferencia suya, yo era muy transparente a la hora de expresar en el rostro todo y cuanto se me cruzaba por la cabeza. Él no respondió y se sentó junto a mí, volviendo a mirar la pantalla que teníamos delante. Bufó y se estiró para alcanzar el ratón inalámbrico del computador, sacudiéndolo en su lugar.

 

—¿En qué parte nos quedamos? Siempre nos perdemos, maldición...

 

—Diez minutos atrás.

 

 

En realidad no tenía idea, pero ese tiempo era el promedio de las veces anteriores en las que tampoco tuve idea. Vine a su casa para ver la serie en cuestión, siendo aquella nuestra vieja costumbre desde hacía años, pero sinceramente ya no me interesaba mucho continuarla. Mis pensamientos se encontraban alborotados, sumidos en una susceptibilidad que no se relacionaba con las muertes ocurridas durante la transmisión del programa, sino con la sensación que dispersó a lo largo de mi integridad física el sencillo hecho de besarle. Me hubiese encantado seguir haciéndolo, claro, pero él me hubiese detenido con el mismo pretexto de siempre: "no quieras más, somos amigos".

 

Y hubiese tenido razón porque, sí, sólo éramos amigos.

 

Sin embargo, eso no quitaba que yo estuviera enamorado de él.

 

 

Notas finales:

¡Gracias por leer!

Si les gustó, por favor, háganmelo saber. ♥

Hasta la próxima.


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