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Difícilmente por BocaDeSerpiente

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Notas del fanfic:

Claves: Fluff/Drarry, Draco Hufflepuff! AU: Voldemort nunca existió. (#1 ¡Cambio de Casa!)

Extensión: Cinco capítulos + Epílogo (o algo parecido).

Cinco adolescentes se reunieron por debajo de las gradas del Campo de Quidditch. El partido de apertura de la temporada 1996-1997, Gryffindor contra Slytherin, continuaba en marcha en la distancia, los comentarios de Luna Lovegood, con su voz suave y soñadora, los mantenían al pendiente del ritmo que tomaba el marcador.

Por lo general, Draco no se animaría a perderse ni un segundo de un juego donde estuviesen los leones, en especial desde que se enteró de que Harry Potter haría de Capitán ese año, pero aquella era una ocasión única, y si salía bien, no tendría que observar el resto de los partidos a lo lejos, desde las filas de Hufflepuff, ni ocultarse para ver los entrenamientos, cuando se suponía que estaba estudiando para los exámenes.

—¿La excusa para llevarse a Ginny Weasley?

—Le...le diré que su novio se estaba besando con una Ravenclaw, mientras ella jugaba —Tartamudeó Hannah Abbott, el labio inferior le sobresalía al pensar en lo que podían causar sus palabras. Draco le tomó la mano para darle un suave apretón, y que supiese que apreciaba su apoyo.

—Recuerda que no es una mentira. Los vimos hace un rato, ¿cierto? —Aguardó su asentimiento para continuar, recorrió con la mirada a los demás—. ¿Cómo alejamos a Ron Weasley? —Era el que más le preocupaba, porque junto a Granger, resultaba casi imposible encontrarlos separados de Harry, lo que volvía más difícil su tarea. Pero, al menos, Hermione no se acercaría hasta que los viese andar desde el campo al castillo, luego de cambiarse, y era un período de tiempo, breve, que tenía que ser aprovechado por Draco.

—Yo me ocupo —Susan Bones carraspeó al enderezarse, se acomodó la túnica a la altura de los senos, y se pasó la trenza por encima de un hombro, sonriéndole para inspirar confianza—. Tengo que aprovechar esto para que "celebremos" juntos. Y si luego lo juntamos con Hermione, sería perfecto, ¿verdad?

Hubo asentimientos y murmullos de acuerdo.

—¿Cómo mantenemos a todos distraídos para que no lo busquen?

—Le voy a lanzar una bludger a Zac —Justin Finch-Fletchley esbozó una sonrisa enorme y ladeada; a su lado, Zacharias Smith arrugó el entrecejo.

—¿Le vas a pegar? —Hannah saltó y se llevó una mano a la boca, la mirada dulce tornándose recriminatoria en cuestión de un instante.

—¡No, no! Voy a simular que le pego. Él va a huir y armar un escándalo que hará que Dray tenga tiempo suficiente. Sin golpes, lo prometo.

—¿Estás de acuerdo con eso? —Draco se inclinó en dirección a Zacharias y le susurró. El muchacho lo observó un momento, y cambió ese ceño fruncido por una sonrisa afectuosa.

—Por nuestro Dray. Pero si me pega, quiero una canasta de dulces Malfoy cuando me despierte en la enfermería.

Él asintió, sonriendo.

—¿Y...y qué haremos si Hermione Granger decide ir a ver qué le pasa a Harry? —Hannah formó un puchero más prominente al mencionarlo.

Los cinco intercambiaron rápidas miradas alarmadas, antes de que Justin se echase hacia adelante y les pidiese, con un gesto, que se acercasen.

—Los muggles tienen algo que se llama "proletiles", que...

—Proyectiles, Tin —Le corrigió Susan, rodando los ojos.

—...pueden apuntar a alguien y perseguirlo por un rato —Prosiguió, ignorando la interrupción con maestría—. Puedo hacer algo así para Granger, si necesitamos alejarla.

—¿La lastimaría? —Draco frunció el ceño. Harry no lo querría si hería a su amiga; él mismo no se acercaría a nadie que le hubiese hecho algo a Susan o Hannah.

—Tal vez la asuste un poco, nada más.

Otro coro de susurros y aprobación se elevó. Luna, en la distancia, anunciaba que Potter y Montague iban tras la snitch, y por lo que Draco sabía, no tardaría mucho en avisar la victoria contundente de los Gryffindor.

—Entonces, repasemos una última vez —Pidió en voz baja, jugueteando con el borde de su túnica, y esperó los asentimientos de los demás, para hablar—. Abby, se lleva a la Weasley. Sussy, al mejor amigo. Tin los distrae con Zac. ¿Sí? ¿Está bien? ¿Lo tenemos todo cubierto?

—Y tú, Dray, vas con ese hombre, te le declaras y le metes la lengua en la b...

—¡En ningún lado! ¡No va a haber lengua en ningún lado, la de cada uno se queda en su boca! —Justin saltó, envolviendo al menor del grupo con ambos brazos y mirando a Susan con ojos llameantes, en una silenciosa advertencia.

—¡Pero si todo esto es para que estén juntos...!

—¡Pueden estar juntos con sus lenguas donde van!

—Lo puede besar después de cinco citas —Zacharias asintió con solemnidad, silenciándolos.

—¡Y en la mejilla! —Añadió Justin, plantándole un beso en el área mencionada, para después liberarlo. Draco se rio, sintiéndose ruborizar, y Susan bufó.

—Lo importante aquí es que Dray consiga este flechazo que tiene desde hace meses, ¿bien? Vamos a hacer esto, chicos.

La muchacha estiró el brazo, colocando la mano hacia abajo. Hannah se apresuró a poner la suya encima, con una sonrisa, y a ella le siguieron los otros dos. Draco fue el último, tembloroso.

—¿Y si no me quiere? —Musitó, al tiempo que ejercía una débil presión sobre las manos de sus amigos, sin ver a ninguno.

—Pues será un idiota.

—¡Tin, no digas eso del chico que le gusta a Dray!

—¡Es la verdad! —Justin le sujetó la barbilla con la mano libre, para levantarle la cabeza y conectar sus miradas—. Si no te quiere, no es para ti. Pero te va a querer, porque eres nuestro Dray y es imposible que alguien no te quiera cuando eres tú mismo, así que vas a ir, le vas a poner tu sonrisita de niño bueno, y luego nos reiremos de cómo se le cae la baba a Potter por ti.

—Y Tin tendrá arranques de celos de fraternales y va a perseguirlo con una bludger cuando intente besarte —Agregó Zacharias, con un deje de diversión—, será genial.

Cuando Draco volvió a reír y sintió los brazos que lo envolvían de nuevo, la voz de Luna frenó la discusión que se avecinaba entre sus amigos. Los vítores de los Gryffindor apenas les dejaron escuchar el anuncio de que Potter se llevaba la snitch y la victoria.

Dio un último vistazo a sus amigos, que esperaban por él, con las manos aun juntas en el centro de ellos. Asintió.

—¡Vamos a hacer que Dray tenga novio! —Chilló Susan, en cuanto bajaron y levantaron las manos; era una motivación tan extraña que los cinco se rieron al ponerse de pie y marcharse en diferentes direcciones, cada uno para cumplir su cometido.

Draco corrió por debajo de las gradas y bordeó el campo, para alcanzar los vestuarios al fondo. Entre el tumulto de estudiantes, y los espacios vacíos en medio de los asientos, divisó al equipo de Gryffindor alzando a Harry para celebrar. El capitán del equipo elevaba un brazo en señal de victoria y se reía con ganas, y su corazón dio un vuelco que tuvo que ignorar, porque si no estaba ahí antes de que ellos lo estuviesen, el plan entero sería en vano.

Entró en el pequeño edificio que hacía de vestidor y miró hacia todas partes al percatarse de que no estaba muy seguro qué dirección tomar. Él no estaba en el equipo de Quidditch (¡Tin decía que era peligroso! Y Hannah entraba en pánico cuando lo veía en el aire, a metros de distancia del seguro suelo), pero Zacharias sí, y le habló del área donde los Gryffindor solían acomodar sus cosas durante los juegos; según su amigo, Harry, como Capitán y Buscador, tendría una taquilla exclusiva, con una pequeña placa, así que se dispuso a hallarla.

No le tomó más de unos segundos divisarla, pero para entonces, los murmullos de las voces se acercaban y contuvo la respiración en un reflejo involuntario, que había desarrollado cuando su padre se enojaba y él creía, ingenuamente, que no lo encontraría si no hacía ruido. Estaba claro que, si no reaccionaba, aquella situación tendría el mismo resultado.

—¿...cómo? —Escuchó de una voz femenina, pasos que se alejaban, y las risas que se acallaron.

—S-Sí, sí, los vi en, en el pasillo del séptimo piso...—Explicaba la vocecita de Hannah, y él podía imaginarla encogiéndose y agachando un poco la cabeza.

—¡Ese desagraciado hijo de...! —Más pasos que se marchaban.

—¡¿Quieres que vaya contigo?! —¡Harry! Los latidos de su corazón se aceleraron sólo por la cercanía de su voz, haciéndole suspirar.

—¡Yo resuelvo mis asuntos sola, muchas gracias!

Y así, Ginny Weasley estaba fuera del juego. Si el hecho de que sólo una cabellera azabache se adentrase en los vestuarios, era una pista, podía decir que Susan hizo un buen trabajo al 'distraer' a Ron también.

Harry se acercaba. Los nervios comenzaron a acecharlo, a cosquillearle en la piel.

¿Qué le iba a decir?

¿Y si salía mal?

¿Y si no lo quería?

Tin decía que no era posible, ¡pero él estaba seguro de que sí! Potter lo iba a odiar. ¿Qué clase de demente planeaba todo por un momento a solas?

¿Cómo se le ocurrió que el vestidor era un buen lugar para verlo, de todos modos?

¿Y si pensaba que era algún tipo de pervertido? ¡Oh, él no quería que Harry pensara mal de él, de ninguna forma!

¡Ahí estaba, casi lo podía ver!

Oh, no.

Impulsado por el pánico, Draco se metió a una taquilla vacía y cerró la puerta sin hacer ruido. Aun contenía el aliento, mas tuvo que soltarlo en una larga y sigilosa exhalación.

¡Ese no era el plan! ¡¿Qué se supone que hacía?!

Debía ser tan sencillo como encontrarse con Potter, decirle que buscaba algo que Zacharias perdió en la última práctica (esa misma mañana, para su buena suerte), y tener una conversación decente, ¡no sería más que una charla normal y actuaba...así!

Quiso lloriquear, porque aquello no podía ser justo. Él quería tanto ver a Harry, y no le quedaba más que las rendijas de la taquilla, por las que podía observar los vestigios de movimiento-

Hasta que Potter frenó ante su taquilla, en el lado opuesto del pasillo.

Y la abrió, y se deshizo de la túnica de Quidditch, y luego se quitó la camisa, y-

Oh.

Oh.

Draco sintió que el rostro le ardía, se llevó ambas manos a la boca para ahogar un grito, y se obligó a quedarse quieto en el reducido espacio en el que estaba confinado.

La espalda de Harry tenía un color moreno que era sólo un poco más claro que el de sus brazos (y uno de los detalles que a él le gustaban más del Buscador, era, precisamente, la diferencia que tenía con su palidez); comenzaba con unos hombros anchos, de alguien acostumbrado al deporte y las arduas jornadas de prácticas, y se estrechaba a medida que descendía, para formar una cintura que, quizás, podría envolver con un solo brazo. De pronto, el deseo de intentarlo, lo sacudió por completo. Para terminar, contaba con una prominente curva en la parte más baja, de la que nacía la cadera ancha que sostenía el borde del pantalón.

Alzó los brazos al aire y dio un estiramiento, que le arrancó un suspiro ahogado de satisfacción, y le permitió a Draco apreciar la musculatura con que contaba en movimiento. Y vaya movimiento.

Después de un bostezo que no se molestó en disimular (¿y cómo culparlo? No sabía que tenía a un muchacho a punto de babear encerrado en una taquilla detrás de él), se pasó una mano por el cabello, para revolverlo y dejarlo aún más despeinado, si es que era posible. Tuvo que echárselo hacia un lado para que no le cubriese los ojos, y Draco anheló tanto pegarse a su espalda, enredar los dedos en esas hebras oscuras y hacerlo por él, que requirió un esfuerzo sobrehumano mantenerse donde estaba, haciéndole caso a la razón y no a los impulsos.

Harry, todavía ajeno a su presencia, se desabotonó el pantalón y-

Oh.

Un escalofrío que recorrió a Draco, envió una sensación poco conocida directo a su ingle, y tuvo que removerse para evitar cualquier forma de incomodidad.

Lo vio bajar los pantalones sin cuidado, inclinándose hacia adelante y doblándose desde el abdomen para hacerlo. Por unos instantes demasiado valiosos, la curva del trasero de Harry quedó a la vista, allí donde la espalda terminaba, sólo una pieza de tela separando la exposición total de piel de él, seguida de unos muslos firmes, apretados en la ropa interior.

El Buscador levantó una pierna y luego la otra, para arrancarse la prenda por completo, y la arrojó sin delicadeza en un cesto cercano, a donde los elfos domésticos debían ir a buscar los uniformes.

Por Merlín, ¿qué estaba haciendo? ¡Acababa de ver...de ver...!

Si Zacharias decía que nada de besos hasta la quinta cita, ¿cuándo sería aceptable que lo viese casi desnudo?

Fuese cual fuese la respuesta, estaba convencido de que ese no era su objetivo del día, y aunque admirar la piel bronceada estremecía partes de él, que no sabía que podían sentirse así, el remordimiento se hizo mella en su interior. ¿Qué clase de persona horrible espiaba a alguien así?

¡Harry nunca lo iba a querer si se llegaba a enterar!

Aquel pensamiento, lejos de obligarlo a salir del escondite, logró que se quedase inmóvil dentro, con los ojos muy abiertos, que se llenaban de lágrimas.

Oh, no.

La había cagado, ¡y él quería que Harry lo notase! ¡Que lo notase por algo bueno, no por ser un jodido acosador enfermo que-!

Mierda.

Harry tenía que ponerse de puntillas y dar pequeños saltos, para llegar al cambio de zapatos, que estaba en una repisa en la zona más alta de la taquilla. Y sí, ver a quien lo tenía flechado, en una situación así, era fascinante.

Pero no, ver a Harry Potter, saltando, mientras emitía débiles jadeos causados por el esfuerzo, y sus nalgas también saltaban dentro de esa diminuta pieza de tela-

No, eso no era bueno.

No para su salud mental.

No, no, no, no. Y no podía dejar de mirar, aun así.

A Draco dejó de importarle la cantidad de citas que deberían haber tenido antes de darle el honor de apreciar semejante vista, porque eso era, un honor. Era una bendición. Era la gloria misma.

Incluso más que la magnífica constitución de la que gozaban los jugadores de Quidditch, más que la belleza en sus curvas, era el hecho de que se trataba de Harry. Y él quería a Harry.

Era ese detalle el que lo convertía en lo más perfecto que sus ojos pudiesen observar.

La piel ligeramente perlada de sudor pronto comenzó a ser cubierta, cuando el Buscador se puso un jean muggle y por fin alcanzó los zapatos, y Draco sólo lamentaba no haber estado para ver el final del juego, la manera en que el cabello se le agitaba por la brisa, el cómo apretaba los labios en una expresión de concentración, en cómo se ganaba cada una de esas gotas, que bien podría haber recogido con la lengua, y aun así, podrían ser-

Pero luego Draco se enredó con sus propios pies, se echó hacia atrás, golpeó la espalda con el lado interno de la taquilla, y un sonido estridente borró sus ensoñaciones.

Y más mierda.

No contuvo el gimoteo a causa del impacto y se abrazó a sí mismo, atrapado en un cúmulo de emociones, donde la decepción (hacia sí mismo), la rabia (también hacia sí mismo) y la confusión (bueno, eso no era nada más hacia él) luchaban por ser los que predominaban.

—¿Quién está ahí? —Harry se giró y-

Oh. De nuevo.

Sólo le dio tiempo de ponerse la parte inferior del vestuario. Las clavículas perfectas, apenas visibles, el pecho sin vello, y el abdomen firme, sin llegar a estar marcado, se podían notar a través de las rendijas de la taquilla, y bendito Merlín, Helga, Godric, y cualquier otro mago medieval, pero a Draco se le olvidó cómo se respiraba.

—¿Hola? —Insistió el Gryffindor, con el ceño fruncido, aunque más que molesto, lucía extrañado, y era una expresión tan linda que podría haber salido con la única intención de besarle las mejillas y eliminar el gesto del rostro.

¡Tenía que decir algo!

¿Tenía?

Bueno, se iba a dar cuenta dónde estaba si hablaba, ¿no?

Pero si no lo hacía, aun sabría que hubo alguien allí.

No por primera vez, Draco maldijo el día en que eligió honestidad por sobre las mentiras y las salidas fáciles, y llevó una mano a la puerta de la taquilla. Si tenía que ser descubierto, lo sería, no podía evitarlo; mas iría con la frente en alto, una disculpa apropiada, y se llevaría toda la vergüenza que aquello pudiese incluir.

El problema fue, entonces, que empujó la puerta y esta no cedió.

Y cuando la volvió a empujar, tampoco funcionó. Se sacudió dentro de la taquilla, generando más de ese sonido fuerte y abrumador, y fue imposible que los ojos imposiblemente brillantes de Harry no captasen el origen de este.

—¿Quién eres? ¿Qué te pasó? —Pasos se acercaron, la mirada del Buscador se asomó por las rendijas, y Draco agradeció que los Gryffindor fuesen nobles por naturaleza, cuando las siguientes palabras brotaron de esos labios de tenue rosa—. ¿Estás bien? ¿Necesitas ayuda?

Ahí estaba, ¡era una oportunidad, sólo tendría que utilizarla! No sabía cuánto tiempo le darían las distracciones de Justin y Zacharias, en especial dado que no podía oír ningún alboroto desde el campo, pero si actuaría, más le valía que fuese pronto.

Armándose de valor con un par de respiraciones profundas, pensó en lo mucho que deseaba ver a Harry de cerca, no sólo por unos agujeros horizontales, y se tragó su timidez, para comenzar a moverse de lado a lado, lo que ocasionaba que la taquilla se sacudiese.

—¡Me...me atoré aquí! ¿Hola? Realmente, realmente necesito ayuda...

Bueno, seguro que Helga Hufflepuff le perdonaría por la mentira blanca, si se hubiese enterado de la situación en que estaba, ¿cierto?

Rogaba porque la respuesta fuese sí.

—¿Hola? —Insistió, balbuceando, y se encogió debido a los segundos que Harry parpadeó, al parecer, confundido.

—¿Draco?

¡Harry lo reconocía, Harry lo reconocía!

Comenzó a dar saltitos sin darse cuenta, lo que agitó más la taquilla, hasta que el Buscador de Gryffindor sujetó ambos lados de esta y detuvo las sacudidas. Ojos verdes intentaron localizarlo por la rendija, y Draco se aproximó por inercia. Debió quedar expuesto, al menos un poco, porque el otro ahogó un jadeo y se apresuró a intentar abrir la puerta.

—¡Draco, por Merlín! ¿Qué haces ahí metido? —La taquilla comenzó a moverse de forma peligrosa, mientras Harry usaba ambas manos para destrabar la puerta.

—Estaba...—¡Piensa en algo, vamos! Se apremió a sí mismo y tragó en seco— buscando algo. De Zac —La excusa le salió fácil y rápida, y agradeció a sus amigos por hacerlo practicar frente a un espejo la noche anterior, y después ante cada uno, en el desayuno.

Los movimientos se detuvieron por unos instantes, en los que Harry lució consternado tras los lentes. Luego se reanudaron, aunque con mayor sutileza.

—¿Zacharias te mandó a buscarle algo que dejó aquí? —Había un deje de incredulidad en su voz, que le hizo preguntar qué tan buena sería su mentira. Él y sus amigos creyeron que funcionaría, ¿acaso se equivocaron?

—Me lo pidió —Corrigió en tono suave, interrumpido sólo por los golpes que se daba en el brazo al ser sacudido en la taquilla—, soy bueno encontrando cosas.

—Sí, no lo dudo, sólo...¿Zacharias? ¿En serio? ¿Y te dejaron venir solo o los otros Hufflepuff están escondidos en las demás taquillas?

Harry se rio; fue la única razón por la que borró el ceño fruncido al no comprender a qué se refería, ¿por qué sus amigos querrían estar dentro de las taquillas también? Era lindo, pero estaba algo loco.

Bueno, así le gustaba.

—Sí estoy solo, por eso me atoré. Zac ya me habría sacado, y Tin estaría gritando como loco.

La risa cesó, haciéndolo lamentar haber hablado, porque no habría más de ese sonido majestuoso que lo inundaba de una emoción cálida y agradable.

—Sí, lo imagino.

La puerta se abrió, antes de que tuviese tiempo de preguntar por lo que decía. Ya que estaba apoyado a la parte interior de esta, cuando cedió, se fue hacia adelante.

Unos dedos ágiles se cerraron en torno a su antebrazo, y un brazo firme lo rodeó. Si se le escapó un suspiro soñador, bueno, nadie podía culparlo, ¿verdad? Eso de ser sostenido por Harry Potter, tendría que ser ilegal en varios países, por el bienestar cardíaco de algunos.

Atrapado en un agarre que lo volvió a estabilizar y lo arrastró fuera de la taquilla, Draco sólo era capaz de observar esos ojos demasiado verdes, que lo veían desde arriba, no porque fuese más alto que él, sino porque estaba inclinado sobre su cuerpo, con ambas manos apoyadas en su-

Merlín bendito. Acababa de tocar el pecho desnudo de Harry.

Lo seguía haciendo.

Aun lo hacía.

Le gustaba, no quería dejar de hacerlo.

¿Qué tan raro sería si no dejaba de hacerlo?

Mucho, mierda.

Carraspeando, se impulsó para echarse hacia atrás y enderezarse. Sus dedos, que estuvieron presionados en los pectorales contrarios, resintieron la falta de la piel sedosa y cálida debajo. Él también lo hizo.

—Gra...gracias por sacarme de ahí —Musitó, dejando caer los brazos a los costados para ponerse a jugar con los bordes de su túnica.

¿Cuánto tiempo pasó ahí dentro? Debía tener el uniforme arrugado, el cabello despeinado. Maldición, debía estar incluso sudoroso, además de ruborizado por la cercanía con Harry, y eso no era bueno.

Estaba frente a él y no se veía lindo.

—¿Draco? —El aludido se estremeció por el tono bajo con que lo llamó, e hizo un esfuerzo sobrehumano por levantar la vista hacia sus ojos, y no fijarse en esos labios llenos que lo incitaban, ni el trozo de piel a su disposición—. ¿Qué pasa? ¿No encontraste lo que Zacharias te pidió llevarle?

Él asintió con ganas, porque si se le ocurría preguntarle qué era, no sabría qué decir. De hecho, ni siquiera tenía idea de qué llevaba su amigo a los vestidores, si es que guardaba más que ropa. Y pensándolo bien, podía vivir sin saberlo.

Formó un puchero y tuvo que reprenderse a sí mismo después.

¡Mírale la cara! ¡La cara, la cara! ¡No el pecho, no pienses en tocarlo, no pienses en lamerlo! ¡La cara, Draco! ¡Esos ojos verdes que hacían que sus piernas flaqueasen y-!

Oh, otra vez. Harry lo estaba mirando con una sonrisa que lo convirtió en una masa temblorosa, y tuvo que frenar el impulso de acortar esa distancia, ya de por sí escasa, para besarlo.

No hasta la quinta cita, sonó un recordatorio en su cabeza, que llevaba la voz de Zacharias, y no pudo evitar reír.

—¿Qué pasa? —Harry ensanchó su sonrisa y lo soltó despacio, como si tuviese que comprobar que no se caería si lo abandonaba. Draco sacudió la cabeza.

—Me acordé de algo de Zac.

Riendo, giró la cabeza hacia la entrada del vestidor, y no se percató del ceño fruncido que ocupó el rostro del Buscador por unos segundos. Cuando volvió a verlo, tenía una expresión dulce que le hizo estremecer.

Se mordió el labio inferior, pero antes de que hubiese terminado de organizar las palabras que usaría para invitarlo a salir ese fin de semana, a la visita de Hogsmeade, un grito los alertó a ambos. Harry pareció a punto de echar a correr fuera, hasta que cuando se miró a sí mismo, notó la ausencia de una prenda de suma importancia, y un rubor intenso le cubrió las mejillas al ver de nuevo a Draco, parado frente a él, a menos de un metro, y aun intentando no babear por esa piel que estaba expuesta.

El Buscador trastabilló de vuelta a su taquilla, se metió en un suéter deshilachado, que ni siquiera se acomodó a la altura del cuello, y se pasó ambas manos por el cabello.

—Tú, eh, uhm, no deberías...quedarte aquí solo.

Él asintió y ambos se encaminaron hacia el campo de Quidditch, donde descubrieron a Hermione Granger batiéndose a duelo con un par se bludgers amenazantes, y un grupo de estudiantes que la rodeaban. Draco quiso lloriquear.

Al menos no estaba lastimada. Tal vez, pensó mientras correspondía la tímida despedida de Harry, que iba en rescate de su mejor amiga, todavía tuviese esperanzas de que lo quisiese.

Hannah lo interceptó en el camino de regreso a las gradas. Se enganchó a uno de sus brazos, por lo que caminaron unidos y balanceándose de forma cómica; era algo que les gustaba hacer de vez en cuando.

—¿Cómo te fue? —Preguntó en un tono tan bajo, que si no hubiesen estado solos, dudaba que lo hubiese escuchado.

Él apretó los labios y se encogió de hombros.

¿Podía decirse que eso salió bien?


Otro grupo de cinco adolescentes se reunió en la mesa de los leones ese mismo día, en una breve pausa entre las celebraciones que se llevaban a cabo en su Sala Común, para cenar.

Neville y Ginny estaban sumidos en una turbulenta plática, en la que el muchacho le aseguraba que una maldición escupe-babosas no era una buena reacción al haber encontrado a su novio con otra, mientras que ella recalcaba que bien podía usar una más fuerte, pero no quería hacerlo, por "consideración". Hermione los observaba de reojo, más interesada en la lectura que tenía apoyada contra la mesa, que en lo que la Weasley fuese a hacer con su expareja.

Ron, como de costumbre, se atragantaba con la cena, manchándose mejillas y labios, y soltaba migajas al hablar con la boca llena, a la vez que gesticulaba de forma dramática con el tenedor. Harry tenía que contener la risa al verlo, y requería un verdadero esfuerzo ponerle atención a su plato, cuando su mente vagaba hacia unos ojos grises, enormes, brillantes y dulces, que lo observaron de cerca hacia no más que unas horas.

Sentía que el corazón se le saldría del pecho cada vez que lo pensaba, aunque no estaba seguro de por qué. Pobre Draco, quedándose atorado en las taquillas.

Como era costumbre desde que empezó a relacionarse con el Hufflepuff, dio un breve vistazo a la mesa de los tejones cuando la hora de la comida estaba por finalizar. Draco estaba cerca del centro, con un brazo de Justin alrededor de los hombros, y se llevaba bocados pequeños a la boca, de forma cuidadosa, mientras escuchaba hablar a Susan Bones, que sacudía los brazos y la cabeza, y dramatizaba para sus amigos, consiguiendo risas a cambio.

Harry sonrió.

No se dio cuenta de que los tejones lo observaban un momento más tarde, y se inclinaban sobre su mesa para hablar entre ellos. Tampoco que Hermione se percató de la dirección en que miraba.

A decir verdad, él rara vez se daba cuenta de lo que más importaba.


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