Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

EL ROBO por juda

[Reviews - 4]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

El muchacho se encontraba en su cubículo llenando un formulario de préstamos para la viejita que estaba frente a él y que no paraba de contarle con lujo de detalles sobre el viaje que realizaría al exterior para poder visitar a sus nietos.

El préstamo había sido autorizado unos días antes, era cuestión de rellenar el formulario y poner algunas firmas, nada más.

El muchacho de cabello negro asentía con una sonrisa tímida mientras ella hablaba. No estaba escuchándola.

Su cubículo limitaba con tres mas.

Trabajaba en el sector de préstamos y depósitos, una pared de casi dos metros de alto frente a él lo separaba del resto de la gente que esperaba su turno, desde donde estaba podía escuchar la voz gruesa de un cliente nuevo. Le había tocado atenderlo seis veces, era un muchacho alto, de facciones ridículamente hermosas y sonrisa rectangular. Tenía el cabello teñido de gris y era extrovertido al punto de estar en un lugar lleno de extraños y a los segundos poder conversar con ellos como si fuesen amigos de toda la vida.

Sus compañeros se desocupaban en seguida e iban haciendo pasar los siguientes números.

Él estaba estancado con la anciana desde hacía 15 minutos, estaba atento a esa voz, todavía lo escuchaba reír y conversar en la sala de espera.

La mujer puso la última firma y él se levantó para extenderle la mano y despedirla con cortesía, ni bien salió pulsó un botón para que ingresara el número siguiente:

-Oh! le toca a usted! -escuchó la voz grave y maldijo por lo bajo, no era el número del peligris. El chico llevaba aproximadamente media hora ahí, seguramente su turno estaba cerca.

Mientras ingresaba un muchacho alto y se sentaba ante él, escuchaba como desde  el siguiente cubículo se accionaba una pequeña alarma para dar aviso que pasara el siguiente.

El chico alto extendió unos cheques, sólo quería hacer un depósito. 

El empleado lo saludó con cortesía y comenzó a teclear en su computador, pero tenía todos los sentidos puestos en la voz que saludaría en el cubículo contrario: se escuchó la de una mujer.

Del lado izquierdo se accionó otra alarma, sus compañeros estaban desocupándose más rápido, intentó no ponerse nervioso por una estupidez.

Tomó los datos del cheque e hizo firmar al cliente.

-Aclaración de su firma por favor -pidió con una sonrisa intentando desocuparse rápidamente.

El chico alto volvió a sonreír y anotó debajo de la firma "Perez Lisandro"

-Listo, muchas gracias por confiar en nuestro banco.

El muchacho, desde hacía prácticamente un mes era cliente asiduo, en las últimas semanas lo había visto varias veces, tenía facciones suaves y parecía ser reservado. Se levantó con otra sonrisa y salió por el lado derecho de su cubículo, el empleado oprimió el botón para que entrara el siguiente y contuvo el aire.

A los segundos apareció él.

Tenía su cabello gris sostenido por una bandana amplia, estaba largo y casi le llegaba hasta los hombros. Ni bien lo miró realizó una sonrisa rectangular y le extendió la mano.

-Sr. Belasgui! Anduve varias veces esta semana y siempre me tocaban otros empleados, es un gusto verlo de nuevo -exclamó con su voz gruesa y bajando el tono, siguió -no tengo nada que objetar con la atención extraordinaria de todos los empleados, pero siempre espero que me atienda usted. -acto seguido, le guiñó un ojo.

A Belasgui le temblaron un poco los dedos en el agarre que tenía con aquella mano de dedos largos.

Se sintió estúpido, ya no era un adolescente, no podía reaccionar como uno.

-Tome asiento por favor Sr. Perez, es un placer tenerlo nuevamente en nuestra sucursal. ¿En qué puedo ayudarlo? Es una casualidad, justo atendí a un Perez anteriormente

-Supongo que el apellido es más común de lo que me gustaría. Hay Perez por doquier!!! Lo mío es algo rápido, no lo hará perder su tiempo, necesito hacer el depósito de estos cheques en mi cuenta. No son grandes, podría haberlo hecho por el cajero automático, pero tenía la esperanza de poder encontrarme con gente agradable -contestó con una sonrisa mientras extendía los papeles y lo miraba profundamente.

Belasgui tragó saliva y se enfocó en los cheques.

Perez hacía lo mismo siempre, le clavaba los ojos encima y él no podía hacer otra cosa que ponerse a llenar los formularios como loco ante la impotencia de sostener semejante mirada.

El cliente se acercó un poco y susurró.

-Es una lástima que uno no pueda conversar tranquilo. Debes tener cámaras por todas partes, ¿no es así?

Belasgui levantó los ojos y sonrió.

Perez apoyó el codo en el escritorio y el rostro en la mano.

-Cuento solo una, arriba a tu derecho. ¿O hay más?

Belasgui lo miró sonriente, Perez le cerró un ojo.

-No, sólo esa. Este sector no tiene mucha vigilancia -le aclaró y Perez sonrió de costado.

-Listo Sr. Perez , su firma y aclaración por favor.

El hombre tomó los papeles e hizo lo que le pedía el empleado bonito.

Se levantó y le dio la mano para irse, tenía en la cara esa sonrisa rectangular hermosa.

-Hasta la próxima Belasgui.

Belasgui no le soltó la mano y Perez lo miró extrañado, la sonrisa se le cortó de inmediato y el empleado sintió que se le erizaban todos los vellos del cuerpo.

-Lo puedo invitar a un café? -susurró el pelinegro y vio la sorpresa en los ojos del cliente.

Lo había sorprendido. No imaginó que el empleado bonito y tímido se animaría a tanto, lo vio dudar y se arrepintió. Por un momento pensó que intentaría comunicarse con el gerente y haría un descargo por esa falta de respeto, pero de pronto la sonrisa rectangular apareció nuevamente y apretó aun más la mano.

Sacó un papel de todos los que cargaba dentro de una carpeta e inclinándose anotó un número.

-Cuando quieras el café, me escribes y nos encontramos -le susurró guiñándole nuevamente un ojo.

Belasgui tragó saliva y sintió que le ardía la cara, seguramente se había puesto colorado como un adolescente y se odió por eso.

-Le estaré escribiendo.

-Si me invitarás un café, pasaremos un poco la frontera de cliente-empleado así que deja de tratarme con formalidad. ¿Las cámaras tienen micrófono? ¿nos escuchan? 

Belasgui negó.

-Entonces llámame Lautaro.

-Ok, Lautaro. Te escribiré, yo soy Thiago. -le contestó sonriendo ampliamente, mostrando unos dientes de conejitos que dejaron al peligris bobo por unos segundos.

Perez tropezó con la silla antes de salir del cubículo y Belasgui se sintió poderoso.

El peligris era siempre el que lo dejaba minimizado con esa personalidad extrovertida y su sonrisa rectangular, y que ahora haya causado tal impacto le elevaba la autoestima.

Sin mirar hacia la cámara, guardó disimuladamente el papel entre otros y una vez que se hubo sentado, lo tomó con el puño y lo metió en el bolsillo.

Sentía una extraña calma.

Ni en mil años se habría imaginado esa mañana, mientras tomaba un café en el bar de la esquina y leía los artículos relacionado con la bolsa de valores internacionales, que se atrevería a hacer lo que había hecho.

Sonrió.

Se sentía poderoso y aventurero.

***

El señor Perez salió con paso ligero saludando con una sonrisa al agente de policía que estaba en la entrada del banco. El muchacho uniformado hizo una pequeña inclinación de cabeza.

El señor Perez sabía que su belleza y el carácter extrovertido le jugaban a favor en todos lados.

Hizo un cálculo aproximado de la edad del policía mientras le guiñaba un ojo, era un crío, tal vez no llegaba a los 20. Ni bien llegó a la calle se le borró la sonrisa, se puso unos anteojos oscuros y caminó hacia el bar de la esquina, al llegar miró al interior mientras prendía un cigarro. El otro Perez estaba ahí tomando un café. Era el Perez alto que había atendido Belasgui con anterioridad a él.

Se miraron.

El Perez peligris siguió caminando, llegó al estacionamiento y entró en un vehículo donde lo esperaba otro muchacho al volante. Era el tercer Perez, éste tenía el pelo castaño y parecía dormitar.

A los segundos se abrió la puerta de los asientos traseros y el Perez bonito, de facciones suaves y pelo negro ingresó.

-Todo bien? -preguntó el Perez de pelo castaño.

-Todo bien -contestaron los hermanos.

El auto arrancó y salió del estacionamiento lentamente. Tenía los vidrios polarizados. 

Cuando pasaron por el banco, los tres miraron hacia el interior. 

Ninguno sonreía. 

Ninguno tenía buenas intenciones.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).