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The sky never lies por Gumin7

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        La sala ya estaba vacía a excepción de un joven rubio que miraba a la nada como si intentara mover cualquier cosa que entrara en su campo de visión con la mente. Su corazón latía más rápido de lo normal y en su frente se podía apreciar cierto brillo debido a la muy fina capa de sudor que adornaba esta. Respiró hondo y relajó su postura sobre la silla, acomodándose en el respaldo.
 
        —Vale, sabías que algún día tenía que pasar, y ese día ha llegado. Eres valiente y puedes con esto y con más —se dijo a sí mismo en voz alta, haciendo una mueca al darse cuenta de lo patético que debía estar sonando.
 
        Tras pocos segundos, la puerta se abrió mostrando a un animado Yo-ka, sorprendiéndose al ver al otro ahí sentado.
 
        —Kei, ¿qué haces aquí todavía? Deberías ir a prepararte para mañana —dijo con cierto tono de queja, cerrando tras de sí y sentándose sobre la mesa cerca de su amigo.
 
        —Me he entretenido respondiendo mensajes pendientes —se excusó pobremente, sin esforzarse demasiado en parecer convincente.
 
        Yo-ka alzó una ceja y entrecerró los ojos, negando con la cabeza, tratando de adoptar la postura más acusadora posible, haciendo que Kei tuviera que apartar la mirada.
 
        —Te conozco como si te hubiera parido, lo sabes, ¿verdad? ¿Tan difícil es decirle a tu mejor amigo que tienes miedo de subir al avión?
 
        Respiró hondo. Tenía razón; ¿a quién pretendía engañar?
 
        —¿Por qué tenemos que ir a China? ¿Por qué las fans chinas no vienen aquí? Al fin y al cabo no estamos tan lejos. Podríamos... Podríamos hacer un concierto solo para fans internacionales... pero aquí —se quejó con indignación, aun sabiendo que no tenía escapatoria.
 
        —¿Es que quieres quedarte toda la vida sin salir de aquí como esos ancianos japoneses cerrados? Kei, eres guitarrista en una banda. Tienes que viajar; tienes que vivir. Además —se acercó más a él sobre la mesa y se inclinó para agarrar sus manos con suavidad—, yo estoy contigo y no dejaré que te pase nada. Te llevaré de la manita todo el viaje.
 
        Frunció el ceño al ver la risa burlona de su amigo y se soltó del agarre, levantándose indignado. 
 
        —No te necesito. Me chutaré algo fuerte y llegaré allí como si no hubiera salido de mi cama —concluyó antes de hacer un gesto con la mano y salir de la sala, dejando a un divertido Yo-ka sentado sobre la mesa.
 
        Se tomó su tiempo para volver a casa, caminando despacio, como si fuera la última vez que veía su ciudad. Desde siempre le había dado miedo montarse en avión y, cuando se organizó la gira en China, buscó consuelo en el hecho de que aún quedaba bastante tiempo, pero todo había pasado demasiado rápido y, cuando quiso darse cuenta, al siguiente día tendrían que coger el avión. Era consciente de que tarde o temprano tendría y querría salir de su zona de confort, pero, llegado el momento, tenía miedo. Aunque, sin querer reconocerlo, los ánimos de Yo-ka le ayudaban mucho. Sabía que tras ese jueguecito de picarle había preocupación y ganas de ayudarle, y eso le aliviaba mucho.
 
        Trató de pensar en las palabras de sus compañeros de banda y amigos mientas preparaba la maleta. «El avión es el método más seguro de viajar»; «Si te sientes incómodo, puedes levantarte, ir al baño, estirar un poco las piernas»; «Tranquilo, si el avión se cae, no podrás sobrevivir, así que deja que pase lo que tenga que pasar». Respiró hondo. Aquella última, dicha por su querido Shoya, no servía de mucho, aunque no le faltaba razón.
 
        —En fin, sea como sea, es algo que tengo que hacer —se dijo a sí mismo, doblando su ropa y colocándola lo mejor posible dentro de la maleta.
 
 
 
(´-`).。oO
 
 
        —Vamos, Kei, nos vas a hacer llegar tarde —se escuchaba la voz de Yo-ka por el aeropuerto, acompañada de ruido general; voces, ruidos de ruedas y maletas chocar.
 
        —Probablemente es su plan malvado para no tener que subir al avión —se burló Shoya en voz bien alta, mirando hacia atrás para ver divertido el grosero gesto que le hacía Kei desde lejos.
 
        —Vamos, Kei, si llegamos, te prometo que te invito a comer —se unió Tatsuya riendo, emocionado por probar la comida de China.
 
        —¿Es cierto que te has hecho una lista de comidas? —preguntó Shoya, curioso, aunque nada extrañado de que fuera cierto.
 
        —Quiero asegurarme de que lo pruebo todo. Sería un desperdicio ir y no estudiar la gastronomía —respondió el batería como si de algo serio de tratara, haciendo reír a Shoya.
 
        —Sí, estudiar...
 
        Yo-ka decidió ignorar a los otros dos, poniendo los ojos en blanco, y se detuvo un momento para esperar a Kei, caminando de nuevo a su lado, pasando un brazo sobre sus hombros.
 
        —Vamos, valiente, estás a punto de conseguirlo. Te prometo que no te abandonaré.
 
        —Corta el rollo —respondió el rubio, molesto, caminando más deprisa para llegar cuanto antes. Yo-ka solo rió y fue detrás.
 
        —He traído un libro con frases útiles en chino, por si nos perdemos —decía Tatsuya animado mientras esperaban la hora de embarcar.
 
        —¿Para qué? Vamos a tener un traductor en todo momento —respondió Kei encogiéndose de hombros.
 
        —No me seas simple. A las fans les encantará escucharnos hablar en chino. Seguro que les hace ilusión.
 
        —A mí me encantará escuchar a Yo-ka y su maravillosa pronunciación —picó el rubio, divertido, evadiéndose por un momento, pues uno de sus hobbies favoritos era molestar al vocal.
 
        —Habría que escucharte a ti —respondió este entrando en su juego.
 
        —Oh, tranquilo, a mí no me escucharás.
 
       Todos rieron y se dedicaron a bromear y a hablar de lo que harían una vez allí mientras esperaban, con cierta emoción y dándose importancia al ser su primera gira fuera de Japón. Eso les hacía sentirse secretamente importantes, a pesar de la impresión que pudiera provocarles.
 
        —Chicos, es la hora. Id subiendo.
 
 

 
 
        «Estimados pasajeros, el vuelo con destino a Shanghái está a punto de despegar. Por favor, abróchense los cinturones y coloquen en posición vertical los respaldos de sus asientos. Apaguen los teléfonos móviles y cualquier otro aparato durante el despegue. Les recordamos que no se permite fumar. Disfruten del viaje».
 
        A cada palabra que escuchaba por el altavoz, su corazón parecía latir más deprisa. Comprobó por milésima vez que su cinturón estaba bien abrochado y trató de concentrarse en las bromas de Shoya y Tatsuya, quienes se encontraban en los asientos de atrás. Yo-ka estaba sentado a su lado, mirándolo en silencio, como si esperara que en cualquier momento perdiera la cabeza y se pusiera a gritar prediciendo la terrible muerte que les esperaba.
 
        —Estoy bien —dijo simplemente, percibiendo la mirada del vocalista.
 
        —Tranquilo. El despegue es lo peor, pero luego es como si fueras en el tren. No va a pasar nada.
 
        —Lo sé.
 
        Finalmente el avión comenzó a moverse y elevarse poco a poco. Los nudillos de Kei se fueron poniendo blancos debido a la presión que este ejercía en los reposabrazos. Su respiración se agitó levemente, sin llegar a ser exagerada, y comenzó a sentir desagradables cosquilleos en el pecho.
 
        —Tranquilo, joven. Si sigues así te va a dar un infarto y va a ser lo peor que podría pasar ahora mismo —dijo una señora de forma amable que lo miraba desde el asiento de al lado.
 
        —Es como un crío —respondió Yo-ka por él—. Kei, hazle caso a la señora. Ella sabe más que tú.
 
        Asintió rápidamente con la cabeza e hizo lo imposible por evadirse y pensar en otra cosa, cerrando los ojos y acomodándose en el asiento, sintiendo como cada vez el movimiento iba siendo menos intenso. No supo cuánto tiempo pasó hasta que dejó de notar indicios de que se estaba moviendo y pudo abrir los ojos, volviendo a ver el interior del avión, el cuál ya surcaba el cielo bien alto y de forma suave. Se relajó un poco al comprobar que, efectivamente, era como ir en tren, solo que a bastantes metros de altura.
 
        —¿Mejor? —volvió a escuchar a Yo-ka a su lado, sintiendo cierta envidia al ver lo tranquilo que estaba.
 
        —Un poco... pero no del todo —respondió casi en un susurro.
 
        —Ya puedes levantarte si quieres. Ve al baño; camina un poco; échate agua.
 
        Asintió y se desabrochó el cinturón antes de levantarse despacio, caminando de la misma forma por el estrecho pasillo, apoyándose en los asientos conforma avanzaba. La azafata le preguntó si estaba bien al verle así, dejándole continuar su camino tras la afirmativa de este. «¿Tan mal se me ve?», pensó. No tuvo mucho tiempo más para dudar, pues en cuanto llegó al baño y se vio en el pequeño espejo, casi se horrorizó de sí mismo. Su expresión parecía desencajada en una de miedo y su frente estaba perlada en sudor.
 
        —Mierda.
 
        Se encerró en el estrecho espacio y se lavó la cara con agua fría, apoyándose en el lavabo y concentrándose en respirar de forma regular, dejando que pasaran los minutos, sin estar muy pendiente del tiempo.
 
        —Kei, ¿estás ahí? —escuchó la voz de Yo-ka tras la puerta tras unos leves golpecitos en esta.
 
        Abrió enseguida y dejó que pasara al interior y volviera a cerrar, aun si ya apenas quedaba espacio en un lugar tan pequeño.
 
        —Lo siento, no quería preocuparos —susurró, pues estando tan cerca, casi que se le hacía más natural ese tono.
 
        —No te disculpes. En todo caso, soy yo quien debería disculparse. No sabía que te daba tanto miedo volar, Kei. Me preocupa muchísimo verte así y lo paso mal también —dijo el vocal, haciendo una pequeña mueca con los labios, signo de cierto remordimiento.
 
         Kei sonrió y lo abrazó, apoyándose en la pared del baño y quedándose abrazado a él en una postura cómoda, siendo correspondido enseguida.
 
        —Eres idiota. Pero, de verdad, agradezco tu preocupación.
 
        Se quedaron un momento en silencio, solo escuchando la leve respiración de ambos, siendo la de Kei la protagonista.
 
        —¿No estás más calmado? —preguntó Yo-ka, dejando leves caricias en su espalda sobre su camiseta.
 
        —No mucho. No sé cómo calmarme.
 
        Suspiró cuando notó que el vocalista subía una de sus manos hacia su cuello y acariciaba con delicadeza su nuca, haciéndole agradables cosquillas con las yemas de los dedos.
 
        —Piensa en cosas que te gusten. Imagínate que estás en tu casa, solo y tranquilo, con Buri dando vueltas por ahí —susurraba Yo-ka en el oído ajeno, logrando que cerrara los ojos y se concentrara—. No tienes ninguna presión; es tu día libre y solo quieres relajarte. Te desnudas y te metes en la bañera, que está llena de agua caliente y mucha espuma. Te acomodas, cierras los ojos y el agua caliente te va aflojando todas las tensiones que puedas tener. De fondo suena tu canción favorita y a tu lado, en el borde, hay una copa de vino de la que vas bebiendo a tu gusto sin preocuparte de nada más.
 
        Kei mantenía los ojos cerrados, escuchando todo lo que su amigo le describía al oído e imaginando cada detalle a la perfección. Su voz sonaba grave y hermosa, tan cerca y en un tono tan bajo, acompañada del tacto de sus dedos en su nuca. En algún momento, había metido la otra mano bajo su camiseta y acariciaba suavemente su baja espalda. Su piel se había erizado y todo su cuerpo se había ido relajando poco a poco. Los desagradables cosquilleos se habían convertido en placenteras cosquillas que le hacían hasta suspirar suavemente. Al estar apoyado en el hombro del otro, notaba la suave piel de su cuello muy cerca, sintiendo su calidez y el agradable aroma a colonia que desprendía. Ya ni siquiera recordaba dónde estaba.
 
        »Kei, ¿me escuchas?
 
        Abrió los ojos poco a poco, volviendo en sí, aunque sin apartarse ni agitarse lo más mínimo.
 
        —Sí... —susurró, como si estuviera en una nube.
 
        —Oye... quiero hacer lo que sea para que te relajes, pero igual esto no...
 
        —No, no, está muy bien, sigue, por favor —interrumpió tranquilamente, volviendo a cerrar los ojos.
 
        —¿Me aseguras que esto te ayudará del todo y estarás bien? ¿Es buen momento ahora?
 
        Se extrañó por esa pregunta. ¿No se daba cuenta de cómo estaba reaccionando de bien a esa pequeña "terapia"?
 
        —Pues claro que sí. No pares ahora, por favor.
 
        —Está bien, pero que no salga de aquí. Como digas algo, te juro que te mataré.
 
        Frunció el ceño al escuchar esas palabras. ¿Decir algo de qué? ¿Por qué se ponía así tan de repente? Quiso preguntar, pero su mente pareció tener una micro explosión al notar las manos ajenas tratando de desabrochar su pantalón.
 
        En un acto reflejo, lo apartó de sí, empujándolo por los hombros, y se pegó todo lo que pudo a la pared, queriendo alejarse todo lo posible, aunque el espacio era tan pequeño que sus brazos presionando los hombros del vocal ni siquiera llegaban a estar estirados.
 
        —¡¿Pero qué haces?! —preguntó escandalizado, mirando hacia abajo, comprobando que el botón de su pantalón estaba desabrochado y la cremallera a medio bajar.
 
        —Me he dado cuenta del bulto que tienes ahí abajo y por eso he preguntado antes. Me has dicho que siguiera, así que... —reprochó Yo-ka.
 
        Volvió a mirar hacia abajo con una expresión de horror y, efectivamente, esta vez sí se dio cuenta de la importante erección que cargaba en ese momento, probablemente resultado de los actos de su amigo.
 
        —¿Cómo te voy a pedir que sigas con eso? ¿Estás loco o qué?
 
        —¿Qué? Ni que fuera la primera vez que te veo en esta situación —respondió el vocal como si estuviera diciendo lo más obvio del mundo—. Tú me dijiste que lo hiciera.
 
        Kei se extrañó. ¿Cuándo le había visto en una situación similar? Estaba seguro de que se acordaría si así fuera. Y, por supuesto, jamás le había dicho que hiciera tal cosa.
 
        —¿A qué viene eso? Lo habrás soñado.
 
        —No, no le he soñado. Deja de hacerte el idiota.
 
        Se miraron en silencio durante unos segundos. Yo-ka parecía tan seguro de sus palabras que Kei empezaba a dudar qué era real y qué no. ¿Aquel momento lo era?
 
        —Oye, espera, espera —volvió a detener al vocalista al verle con intenciones de seguir—. ¿Por qué estás haciendo esto ahora así de repente, Yo-ka? ¿Qué es lo que te pasa?
 
        Se detuvo un momento, mirándolo a los ojos como si así pudiera hacer reaccionar al guitarrista de la forma en que quería. ¿Le estaba mintiendo? ¿De verdad no recordaba nada?
 
        —Porque tengo curiosidad y ahora mismo estamos muy lejos de casa y nadie nos ve —dijo despacio, como si estuviera citando algo.
 
        ¿En serio? ¿De dónde había salido esa curiosidad de la que hablaba? ¿Desde cuándo estaba ahí?
 
        »Tal vez hasta es lo que te hace falta para bajar esa ansiedad. Solo ni se te ocurra mirarme.
 
        Abrió mucho los ojos al verlo terminar de desabrochar su pantalón y bajarlo un poco junto a su ropa interior, dejando al descubierto su miembro orgullosamente erecto. ¿En qué momento se le había ocurrido semejante locura? Quiso detenerle de nuevo y explicar aquel terrible malentendido, pero no fue capaz. Solo pudo mirar su rostro mientras sentía el repentino placer ante el contacto entre sus piernas. Su mano era gentil y estaba claro que conocía la técnica a la perfección, pero lo que tenía por completo su atención era esa expresión de concentración al tocarle. «Mierda, Kei, ¿qué coño estás haciendo? Estás loco. Estás rematadamente loco. Esto no es normal, joder. Se os está yendo la pinza. Párale los pies de una vez», parecía gritar una voz en su mente, pero no podía pararlo. Era como intentar evitar fumar ese cigarro que ya tenía entre los labios a punto de encenderlo. Aquel momento estaba siendo completamente surrealista. ¿Por qué estaba haciendo eso? ¿Cómo había llegado ahí? Demasiadas preguntas ya.
 
        —Te he dicho que no me mires —se quejó el vocal, clavando su mirada en los ojos del otro.
 
        Kei echó la cabeza hacia atrás, apoyándola en la pared, y cerró los ojos, entreabriendo los labios para dejar escapar pequeños suspiros. No le hacía falta imaginar nada; solo con pensar en Yo-ka ahí plantado masturbándole con semejante maestría se le subía la temperatura de golpe. Se estaba excitando con su mejor amigo, pero lo más extraño era que no se le hacía nada raro o incómodo; como si ya hubiera pasado antes. En ese momento no podía hacer nada al respecto.
 
        No pudo evitar volver a mirar, esta vez hacia abajo, viendo los delgados y estilizados dedos ajenos rodear su miembro y masajearlo al ritmo perfecto, endureciéndolo cada vez más. Alzó cautelosamente la mirada, sorprendiéndose al encontrarse con la del vocalista clavada en su rostro, con una expresión que juraría que era parecida a la suya propia. Le era tan familiar y le hacía sentir tan cómodo y extasiado que poco a poco se iba olvidando de la locura que estaban cometiendo.
 
        —Ahora eres tú el que me mira... y de esa forma —susurró, casi adivinando lo que ocurría más abajo, pues su mirada fue directa a su entrepierna, tan abultada como había estado la propia un rato antes.
 
        Sin decir nada, como hipnotizado, llevó las manos desde sus hombros al botón de su pantalón, desabrochándolo y tratando de bajarlo. Si Yo-ka iba a saciar su curiosidad en ese momento, él también lo haría.
 
        —¿Qué estás haciendo? Yo no lo necesito —se quejó Yo-ka en un tono más que molesto, pero sin hacer nada al respecto mas que atender la excitación de su amigo.
 
        —No lo parece —respondió Kei, sin pensar realmente en lo que estaba haciendo.
 
        Un par de movimientos bastaron para liberar su miembro, acercándolo un poco más a él para poder atenderlo de la misma forma.
 
        Así pues, ambos, sin saber ni querer pensar cómo, se encontraron masturbándose el uno al otro, mirándose a la cara, gimiendo bajo sobre sus bocas. La temperatura del cubículo parecía ser extrema, pero poco o nada les importaba o molestaba. El placer viajaba entre ellos cegándolos por completo, sin dejarles hueco para nada más en ese momento. En un momento, Yo-ka se acercó un poco más, pero, como si hubiera sufrido una descarga, volvió a su lugar, jadeando cada vez más.
 
        —¿Te gustan los besos a la hora del sexo, hm? —preguntó Kei en un ronco susurro, mordiéndose el labio inferior.
 
        —Esto no es sexo —respondió agitado.
 
        —Lo que tú digas.
 
        Sin previo aviso, se acercó y atrapó esos benditos labios que poseía con los suyos, besándolos de forma intensa, haciendo partícipe a su lengua en busca de la ajena, la cual enseguida entró en el juego. El sonido de ese sucio y violento beso solo logró que el hambre de ambos aumentara, acelerando sus estímulos; pegándose más el uno al otro. Sus manos libres agarraban la ropa ajena o presionaban sus cuerpos.
 
        —Kei, joder —gimió sobre su boca.
 
        —Un poco más.
 
        Los jadeos aumentaron, transformándose en bajos gemidos que chocaban al estar unidos sus labios. El beso se había detenido, pero sus bocas parecían no querer despegarse ni lo más mínimo. Pronto comenzaron a temblar levemente, retorciéndose muy levemente, frotándose de forma sutil como consecuencia.
 
        —Dios...
 
        Le pareció de lo más erótico escuchar a su querido vocalista clamar a dios mientras le brindaba placer. Así, con eso, mordió el labio inferior ajeno a la par que se corría sobre su mano, ahogando un grave gemido y relajando su cuerpo tras la breve tensión de semejante orgasmo, apretando los ojos durante unos segundos. Al abrirlos, vio a Yo-ka en las mismas condiciones, sintiendo su mano húmeda y caliente. 
 
        El silencio los invadió tras toda la intensidad, solo levemente interrumpido por sus agitadas respiraciones y acompañado de miradas confusas. Poco a poco Kei fue soltando el miembro del otro y alargó el brazo para coger papel higiénico, ofreciéndole para limpiarse ambos, arreglándose la ropa. Sabía que tenía que decir algo. ¿Qué iba a hacer si no? No iba a salir de ahí como si nada. Debía decir algo adecuado.
 
        —Estás rematadamente loco. No te reconozco.
 
        Yo-ka lo miró indignado y resopló.
 
        —Encima... —murmuró antes de salir del baño como una exhalación, dejando al guitarrista solo con sus pensamientos. Se dio cuenta de que ya no tenia miedo, pero no sabía qué era peor. Tenía muchas preguntas; Yo-ka parecía estar ocultándole algo.
 
 
 
(*´–”`*)
 
 
        —¡Bienvenidos a Shanghái! —un joven muchacho con acento chino se les acercó con un cartelito con el nombre de la banda, llamando la atención de los chicos y el staff—. Ya ven que por aquí les esperan con ilusión.
 
        Los chicos de DIAURA se acercaron a las fans que señalaba el muchacho y las atendieron con sonrisas. El resto del viaje había continuado sin percances, aunque el más incómodo de los silencios había reinado entre dos de los miembros. Kei estaba algo distraído mientras continuaban su camino; no había dejado de pensar en lo que había ocurrido nada más subir al avión. Yo-ka no le había devuelto la mirada ni una sola vez en todo el viaje, lo cuál le confundía. ¿Empieza todo él y luego ni le mira? Llegó a preguntarse si se había desmayado presa del pánico y lo había soñado. Tendría más sentido, desde luego. Aún no se creía que le hubiera seguido el juego.
 
         Posó para las fotos y saludó a ciertas personas con las que trabajarían antes de dirigirse al hotel junto a sus compañeros. Estaba cansado. Se le había ido toda la fuerza por la...
 
        —Kei y Yo-ka, vosotros compartís habitación —la voz de su manager interrumpió sus pensamientos. Claro, típico. ¿Cómo no se lo había imaginado?
 
        Siguió a Yo-ka sin expresión alguna en su rostro, en el más profundo de los silencios, dejando atrás al resto, que seguía organizándose en recepción. Al llegar a la habitación, ambos dejaron sus cosas sobre las camas y, como si se hubieran convertido en alguna especie de máquina automática, se miraron.
 
        Se sentía raro, y no porque estuviera en otro país, sino porque parecía no estar mirando a Yo-ka, sino a otra versión de Yo-ka; como un Yo-ka de otra dimensión. Ese momento que habían compartido en el avión había abierto algo entre ellos. Había dicho cosas muy raras y tenía el presentimiento de que lo que habían hecho tenía una explicación, aunque pareciera una tontería. Algo como saciarse con otra persona no debería tener más razones que el propio placer, sentimientos aparte, pero ese caso era diferente; estaba seguro.
 
        —Tal vez deberíamos hablar de lo que ha pasado.
 
Notas finales:

Continuará.


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