Era un día de lluvia. El agua golpeaba las ventanas sin descanso y el viento soplaba con mucha fuerza esa. No podía despegar los ojos de esa ventana, el sonido me mantenía en calma.
Casi por completo, esa imagen, me hacía olvidar el dolor. ¿Eras tú? Me consolabas… Me hacía falta esa caricia, mientras contemplabas mi rostro todas las noches en mi cama. Ese perfume que me acogía… tus besos, tus abrazos.
Esa imagen, al verte irte, cuando tuve que despedirme… Tus sonrisas, tu calidez. Tu firmeza, tus palabras de amor. La tierra cubría las flores que te di. La última vez…
Cuando nos acurrucábamos envueltos en una frazada en un rincón de tu habitación, me sentía feliz. No podía controlar la sonrisa, y tu me abrazabas y me decías… que te gustaba verme así… Jamás podré cuando te vi cerrar los ojos, y rodar la última lágrima por tu rostro…
La lluvia ah cesado. Creo que es hora de dormirme de una vez, pero… no puedo si no me abrazas. Eso ya no puede ser. Ya no estás conmigo. Te extraño, y otra vez estoy llorando, no puede llover para siempre…
El viento sigue azotando aquellas ramas de afuera. Kurama… ¿porqué hiciste eso? Recuerdo una noche, en la cual nos besamos con pasión, fue la primera vez que pude decirte que te amaba. Te extraño…
esa tarde gris, en el cementerio, tuve que despedirme de tu cuerpo sin vida… y la tierra cubrió las flores que traje para ti. Tus mejillas aún estaban rosas. Pero tu corazón, ya no latía más. El mío si, latía por ti. Como en el primer momento.
Todos lloraban a mí alrededor, pero yo no podía. No quería hacerlo. Si lloraba, te habrías ido por completo para mí. Se que sigues aquí, observándome. Y aunque ya no pueda abrazarte, tú me miras de cerca y sonríes.
En esta cama, nos amamos la primera vez, el espacio vacío junto a mí, me incomoda, se que jamás nadie volverá a mirarme con ternura en ese lugar, ni me dará la caricia de cada noche.
Esa garra. por mi descuido. me salvaste de la muerte, y me dejaste solo. Tu cuerpo yacía en un charco de sangre, y en tu último aliento, me acerqué sin saber que hacer, me sonreíste otra vez, y me dijiste que no llorara. No pude hacerlo, mis lágrimas brotaron en ese momento, y volviste a sonreír. Lloré aún más.
Grité tu nombre varias veces, solo me mirabas.
Hasta que cerraste los ojos por última vez, soltando una lágrima, borrando la sonrisa para siempre… me dejaste solo aquella tarde, el sol comenzó a bajar, y se reflejó en la sangre pura bajo mis rodillas junto a ti. Rosas rojas posaban tu tumba, aquella tarde gris en el cementerio. La tierra las cubrió, y te fuiste con ellas.
Kurama…
Dormí toda la noche, alternando sueños de viejos recuerdos tuyos. Hasta que la tristeza me despertó. Contemplé el espacio vacío. Una rosa posaba tu almohada. Una rosa roja, del color de aquel charco de sangre, contemplaba mi rostro y me hizo sentir esa caricia otra vez. ¿No te has ido verdad? Dime que no…
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