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La Cura por Sherlockwsh

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Notas del fanfic:

Este fic respetará cada parte del Canon MCU, sin modificar absolutamente nada de lo que ya se nos mostró en las películas porque no es necesario hacerlo. El Stony está ahí, solamente necesitaba narrarse. Decidí nombrar a este fic «La Cura» porque eso es lo que pretendo que sea para todas aquellas que desean aliviar sus corazones rellenando la huecos en la trama y mostrando como el Stony encaja sin tener que borrar o negar nada establecido por los Russo.

Notas del capitulo:

Esta es la primera parada de Steve en su viaje a regresar las gemas a su lugar.

 

 

 

 

 

  

Steve ha sido enviado para regresar cada gema a su lugar. Ésta es la crónica de sus viajes.

 


 

 

REGRESANDO EL TESERACTO

GEMA DEL ESPACIO

 

PARTE I

 

 * *

 

Entrar a la base no sería tan sencillo como la primera vez, cuando iba acompañado. Es por eso que permaneció observando durante un largo rato oculto tras unos suministros que aún no eran llevados al almacén dentro de la base que desde ahí podía observar. De hecho, desde su posición el campo de visión era amplio; A su derecha se encontraban un par de viviendas de dos plantas que desentonaba con el bunquer un par de metros por delante que funcionaba como el acceso secreto al centro de operaciones, el laboratorio del doctor PYM y el almacén de objetos clasificados. Y frente a él, tenía las oficinas, aquel largo edificio al que había llegado con Tony la primera vez. No se dio el lujo de experimentar la tristeza que ese recuerdo le acometió mientras pensaba cual sería el mejor plan de acción ya que el atraco al tiempo no sucedería hasta unas horas más tarde. Tenía lo necesario; el GPS cuántico en su palma, Hulk le proveyó con 5 partículas PYM; una por cada gema que devolvería (3 de ellas estaban en el mismo lugar, el mismo año) más una partícula para regresar al presente. Con el martillo y el maletín en las manos, no sería fácil moverse solo y no ser detectado. ¿Y cómo podría hacerlo sin levantar sospechas o que alguno de los soldados le interrogaran por los objetos que llevaba consigo? Habían entrado a una oficina para que Tony pudiera replicar unas credenciales para ellos con su nanotecnología, lastimosamente, el no estaria ahi hasta más tarde, con su otro yo. Así que la única alternativa era robar una de esas credenciales para poder pasar desapercibido. Además, tenía que infiltrarse con la suficiente antelación para esperar el momento exacto en que lo robaran para poder regresarlo. Decidido a ejecutar el plan, dió el primer paso cuando una conocida voz le llamó.

— ¿No debería estar en el campo de simulacro, soldado? Acaban de ser convocados. — Steve se congeló en su lugar sin girarse para que no pudiera verle el rostro. Esa voz femenina le detuvo el corazón antes de reanudar su paso con toda la potencia de la sangre en sus venas. Escuchó la arena contra los tacones, ella si se había girado, interrumpiendo su trayectoria, para mirarlo. — ¿Me hice escuchar claramente? — preguntó de nuevo. Steve entonces bajó la mirada a la punta de sus zapatos rojos. Esos tobillos delicados, sonrosados y atractivos. Carraspeó tratando de mirar sus propias botas. — Voy a tener que pedirle que baje el martillo. — aparentemente no sirvió de nada tratar de mantenerlo oculto en su mano, tras las provisiones. Steve obedeció lentamente pero no soltó el maletín. Había alerta en la voz de la mujer y los dos elementos que la acompañaban trataron de conseguir su autorización para llamar refuerzos, pero ella los ignoró. — Ahora el maletín.

— Lo siento, no puedo hacer eso, señora.

Ella desenfundó su arma para apuntarle, el sonido particular del metal entre sus manos se lo hizo saber.

— Ponga el maletín en el suelo, ahora.

Steve se aferró a él. Si lo ponía abajo, uno de los chicos lo tomaría y  con él se irían el resto de las gemas que no había puesto en su lugar. Cerró el puño fuertemente en el asa, no tenía otra alternativa. No quería atraer mucho más la atención.

— Es la última advertencia; ponga el maletín en… oh Dios mío…

Steve levantó el rostro por lo que la visera de la gorra militar ya no era un impedimento para que ella lo viera de lleno. El arma comenzó a temblarle en la mano cuando sus ojos se encontraron, aunque la impresión contrajo su pupila, su boca apenas expresaba nada. El rostro se le endurecía, dueña de sus propias emociones.

— Rogers… — acarició el nombre con la incredulidad tiñendolo de esperanza y emoción, porque, aunque fuese dura como el hierro, era humana. Cualquier otra mujer posiblemente habría perdido la consciencia, pero no ella.

— Agente Carter. — la saludó con un asentimiento. Sabía que Peggy podría interpretar su ruego silencioso para ayudarle a mantener su identidad en secreto.

Los muchachos se miraron entre sí, lo que le hizo recordar a Peggy que no estaban solos.

— Ustedes dos, vayan por el señor Stark y pidanle que se reúna conmigo en la oficina y no le cuenten a nadie lo que han visto.

— Sí, señora.

El par de soldados se marchó a toda prisa mientras ella guardaba de nuevo su arma. Se tomó su propio tiempo antes de atreverse a mirarlo otra vez. Cuando lo hizo, fue inevitable que caminara un par de pasos más hacia él, invadiendo su espacio personal, manifestando lo imposible que le parecía tenerlo de frente luego de tanto tiempo, luego de todo lo sucedido.

— Eres tu… — dijo y él deseó que se atreviera a tocarlo, quería sentir su delicada manita en la mejilla pero ella se limitaba a mirar, como si quisiera memorizar cada aspecto de su rostro antes de que se desvaneciera en el aire.  — No puedo creer que seas tú… luces… luces tan distinto…

— Lo sé

— ¿Qué sucedió? ¿Cómo…? Creímos… Creí que estabas…

— Es una larga historia.

— Estoy dispuesta a escucharla completa.

Ella buscó su mirada, proyectando esa intensidad apasionada que antaño encendía el fuego en Steve, que le hacía sentirse maravillado e inevitablemente atraído. Pero recordó que estaban en público y que había un asunto urgente.

— Peggy… necesito hablarte de algo. Pero… — observó alrededor. —… tiene que ser en otro lugar.

— Por supuesto. — Admitió recordando también que tenían soldados alrededor. — podemos hacerlo en esta oficina, sígueme.

Steve levantó el martillo y siguió a Peggy una de las casitas que estuvo observando antes de ser atrapado. Cuando entraron ella se acomodó del otro lado del escritorio. Por fortuna no había nadie ahí, así que Steve se quitó la gorra y dejó los objetos en una esquina sintiendo los ojos de la mujer encima. Comenzaba a ponerse nervioso, no estaba listo para verla a la cara, sabía que no podría resistir la tentación de pasear la mirada por sus labios rojos o lo provocador de su recatado escote.

— No sé por dónde empezar…

— Esa es fácil. — respondió ella con esa digna determinación. — ¿Dónde estuviste todos estos años? ¿Qué pasó contigo después del incidente?

A Steve le tomó su tiempo responder estás preguntas; tenía que determinar qué era exactamente lo que iba a decirle, que tanto podía alterarse esa realidad o si era conveniente contarle toda la verdad. Lo cierto es que en sus preguntas había pistas clave que no le permitirían mentir; la primera es que Peggy estaba asumiendo que había salido del hielo hacia un tiempo y estuvo lejos de la milicia, lejos de ella y la promesa que le había hecho hace tantos años. ¿Un reproche? No era para menos, ella era una chica astuta y por supuesto notaría que no era el mismo Steve que cayó en combate en ese entonces. Físicamente, era más fornido, algunas marcas de edad ya comenzaban a notarse poniendo en paréntesis sus labios y el rubio lucía varios tonos más claro en algunas secciones, como un efecto de luz. Pero si le prestaban real atención, se darían cuenta de que eran el inicio de unas merecidas canas.

La segunda pregunta denotaba que asumió que Steve se vió forzado por una buena razón a elegir aquel camino lejos de todo y tal vez debería haberle mentido utilizando esta segunda herramienta, pero eso no formaba parte del vínculo que tenían. No podría mentirle, no a ella.

Al fin le dedicó una mirada que provino desde el suelo hasta su hermoso rostro y con cierta tristeza confesó la verdad.

— Sé que va a sonar increíble, pero no soy la persona que piensas que soy. — volvió a mirar al suelo, a ningún punto en específico.— El hombre del que hablas aún no regresa, pero lo hará.

— ¿A qué te refieres?

— Lo que trato de decir es… — suspiró y se acomodó para mirarla de frente, con el ceño profundo y marcado. Estaba decidido a mantenerse firme. — Esto te parecerá una locura, pero yo… — hizo una pausa, más que nada para darse valor. —… vengo de otro tiempo. He venido a regresar algo que tomamos prestado del tuyo para evitar un catástrofe. — Ella estaba lo suficientemente silenciosa para que Steve sintiera que o no había entendido nada o no le creía. — Se que suena loco…

— ¿Me estás diciendo que vienes del futuro?

— ¡No! — Steve lo pensó un poco. — Si, bueno… no exactamente. — Ella arqueó una ceja asumiendo que Steve no sabía decidirse. —… es complicado.

— Eso parece. — Admitió. — Pero no es lo más descabellado que he visto por aquí. — Steve pudo relajarse. Menos mal, Peggy le creía y tendría que ahorrarse todo aquel espectáculo de demostrar que decía la verdad. — Entonces… — continuó una vez se rompió el hielo. — Has venido a devolver algo que tomaron prestado.

— Si.

— ¿De aquí?

— Así es.

— ¿Te refieres a esta época o hablas de este lugar?

— En realidad… está aquí, en este lugar y en este preciso momento.

— ¿Cómo dices?

— Todavía está aquí, no ha sido tomado.

Ella abrió la boca pero volvió a cerrarla, Steve aguardó paciente.

— Déjame ver si entendí; vienes a devolver algo que ha sido tomado pero que en este momento aún se encuentra aquí. — Steve asintió. — Si tienes que devolverlo significa que ya fue tomado una vez y debes esperar a que eso suceda para poder colocarlo en su lugar. — el capitán le sonrió plenamente orgulloso de ella. Cuando Peggy lo notó le guiñó un ojo y él enrojeció hasta las orejas. — El sigilo jamás ha sido tu especialidad, Steve.

— Eso no es del todo cierto.

— Se que harás lo que sea para cumplir tu objetivo, pero no hay forma de que permanezcas aquí sin que nadie lo note. Creo que no te fue muy bien con eso hace unos momentos, de otra forma, no estaríamos aquí. — Las mejillas de Steve enrojecieron a punto alarmante. Sabía que Peggy no se burlaba de él, simplemente establecía la verdad; lo suyo era entrar en el campo de batalla con una estrategia planeada y lista para ser ejecutada al calor de la batalla. Además, ella le había descubierto en el primer intento.

— Tienes razón. La primera vez vine acompañado y conseguimos infiltrarnos. Pero esta vez… no creo que sea tan sencillo.

— ¿Por qué?

— Porque logran descubrirnos y a penas podemos marcharnos sin ser atrapados. Mi misión es colocarlo de vuelta en el preciso momento en que ha sido tomado, de otra forma no funcionará. Y para cuando logramos hacernos con él, ya nos están buscando.

— El lugar estará lleno de oficiales y agentes de seguridad. Las puertas quedarán selladas para prevenir intentos de fuga. — terminó Peggy concentrada en seguir el hilo de los pensamientos de Steve.

— Peggy…

— Si, lo haré.

Steve parpadeó.

— ¿Lo harás?

— Si.

— Espera…¿solo vas aceptar así como así? ¿No harás preguntas?

— Si, voy a aceptar así como así. De cualquier manera, si preguntara no podrías responder. De ser así, me lo habrías contado todo desde el principio ¿O no? — Por tercera vez Steve se sintió ridículo. Peggy era en extremo inteligente y perceptiva. — Pero no podré hacerlo sola. Necesitaré algo de apoyo de la única persona que puede pasarse por alto las reglas en este lugar.

Llamaron a la puerta un par de veces justo cuando Steve abría la boca para formular la pregunta que Peggy respondió invitando a pasar al recién llegado.

— Peggy.

De pie y tras cerrar la puerta, un hombre de aspecto pulcro desde su lustroso calzado, la fina tela de su traje sastre, hasta su inmaculado bigote y perfecto cabello oscuro, Howard Stark se dio la vuelta para que Peggy pudiera mirarlo. — Creí que no te vería por aquí hasta más tarde. — reparó en que tenía compañía cuando Steve, a su vez, pudo reaccionar para darle la espalda a tiempo para ocultar el rostro.— Lo siento, me dijeron que me llamabas y la puerta estaba abierta….

— No hay problema, pasa. Precisaba verte.

— Si, dime en qué... — Howard no dejó de notar la presencia del hombre parado frente al escritorio de su amiga, aunque trataba de mantener su atención en ella, era realmente difícil cuando le parecía tan familiar. — … lo siento, no puedo preciosa. — se disculpó con ella rindiéndose por fin a la curiosidad. — Oye, si… disculpa… tu… yo te conozco ¿No es cierto?

Hasta entonces Steve se giró para que Howard pudiera mirarlo a la cara y se arrepintió al instante porque el hombre perdió el color hasta casi convertirse en un fantasma de sí mismo. Se tambaleó hacia atrás y Steve tuvo el reflejo de acercarse hacia él, sin embargo fue Peggy quién llegó primero para impedir que cayera hacia atrás.

— No… no puede ser…

— Howard… — Steve trató de calmarlo.

— No es posible…

— Howard...— fue turno de Peggy al detectar que la sorpresa de su amigo se convertía rápidamente en indignación, pero él no la escuchó.

— Te buscamos durante años, no encontramos nada… nada… ni el más diminuto indicio de ti…

— Howard, por favor, no hay tiempo para esto…

— Creímos que estabas… — la ignoró incorporándose para poder acercarse a Steve con ojos desorbitados y la boca seca. — Nosotros… nosotros lloramos tu muerte, la nación entera hizo el luto… nosotros lo hicimos…

— Howard, en verdad lo lamento. Pero escucha a Peggy, no es momento para…

— Pero aquí estás… aquí está...— volvió el rostro hacia Peggy buscando que ella respaldara su sentir. — … mírate. — le recorrió de pies a cabeza negando impactado por lo real que lo volvía esa sola frase. Cuando se detuvo en su rostro, Steve fue capaz de identificar la realización de Howard. Acababa de notar lo mismo que Peggy. — Es como si toda una vida te hubiera sucedido. Pero eso no es posible ¿Cierto? — observó de uno a otro con el nudo en su garganta comenzando a doler. — Porque habrías venido a nosotros en seguida. Tú habrías… habrías cruzado desiertos y mares hasta volver ¿No es así?

— Por favor, cálmate…

— ¡No, Peggy! ¡No voy a calmarme hasta que explique porque no vino a nosotros! ¡¿Por qué…?! ¡¿Por qué nos dejó llorar su muerte?!  ¡¿Por qué nos abandonaste así?!

Peggy respiró profundo y durante el último reclamo, tomó impulso con una mano para estampar la palma en la mejilla de su amigo, se acomodó la parte superior del vestido y levantó la barbilla con orgullo. Howard regresó el rostro hacia el frente poco después de recuperarse de la impresión, con la mano en la mejilla ardiente y parpadeando perplejo para ella.

— ¿Mejor?

— Si… — Howard carraspeó ahora con el rostro encendido en vergüenza y fue a tomar la silla que Peggy le ofreció con el gesto educado de una mano, evitando mirar al otro.

— Ahora, Steve. Voy a pedirte que lo expliques una vez más para los dos.

 

Cuando ella se sentó Steve repitió la explicación  omitiendo detalles como cuál era el objeto y quién le había ayudado a llevárselo. Desde luego, a Howard le habría gustado conocer todos estos detalles y así lo había dejado en claro, pero desistió cuando Peggy le aseguró que el silencio de Steve era por una buena razón y estuvo de acuerdo en asistirlo para poder ingresarlo en la bodega.

Sin embargo, utilizó frases genéricas para explicarles que habían salvado millones de vidas y que fue necesario para salvar la realidad donde vivía.

La siguiente hora, en medio de una lluvia de ideas e información, armaron un plan y lo pusieron en acción media hora después; el acceso a la base secreta estaba escondido a plena vista. Dentro del ascensor siempre había alguien subiendo o bajando. Para que esto funcionara, uno de los dos tendría que acompañar a Steve y dado que Howard era quien comúnmente recorría el almacén, tendría que ser él quien lo llevará hasta abajo. Peggy se encargaría de mantener ocupados a los cadetes que custodiaban aquella zona. Así que, para comenzar, ella se marchó primero comenzando por los dos testigos que habían visto cómo interactuaba con Steve;  los convenció de que solo se trataba de un cadete que intentaba escaparse de aquel lugar para regresar con su familia. Les advirtió que habría graves consecuencias para aquellos que desearan claudicar sin el papeleo formal y acto seguido se encaminó a su oficina en la base subterránea. Pidió al sargento y su equipo encargado de aquel turno, se reunieran con ella en su oficina para hablar sobre el intento de deserción extraoficial, librando el área de la bodega justo como lo planeado.

Poco después Howard bajaba por el ascensor acompañado de Steve logrando así ingresarlo al almacén. Caminaron juntos un largo trecho, Steve le seguía los pasos estirando el cuello en busca de algún indicio que señalara donde se encontraba el Teseracto (aunque no era como si pudiera encontrarlo marcado con luces de neón y fuegos artificiales), pero tenía ya una idea de donde se localizaba pues su Tony le mostró el plano del lugar la primera vez, explicando como es que lograría llegar hasta ahí y gracias a su memoria eidética, Steve lo recordaba como si tuviera el croquis de frente. Absorto en su objetivo, no detectó la sospecha de su acompañante sino hasta que habló.
— Me da la impresión de que no sabes exactamente su ubicación.
— ¿Eh?

— El artefacto que has venido a buscar.

— ¿Ubicación? Si. ¿Exacta…? — hizo un gesto con la cabeza echando un vistazo al siguiente pasillo dejando en claro que Howard no estaba tan equivocado.

— Tal vez si me dices que buscas pueda ayudar. Conozco este lugar como la palma de mi mano.

— Tal vez… — concordó distraídamente al detenerse en el penúltimo pasillo. Si su sentido de ubicación era correcto, en alguna parte del fondo se encontraría el contenedor.  Howard a su lado, paseó la mirada de Steve, a lo largo de esa sección y de vuelta a él.

— ¿Pero...? Estabas a punto de mencionar un “pero”

— Tu realidad podría verse alterada.

— Podría no serlo.

— No quiero tomar ese riesgo.

— Qué irónico. — repuso. — Porque según recuerdo, eras especialista en lanzarte al ruedo sin detenerte a pensar en las consecuencias. Tu… tan solo… corrías a través del campo de batalla atestado de enemigos, como una bala y con nada mas que tu voluntad de hierro… aunque eso no te habría salvado de los explosivos y el suelo minado.

— Lo sé, lo sé. — aceptó deseando que no lo hubiera mencionado. — Pero aprendí algunas cosas y una de ellas es no tomar más riesgos de los necesarios. — Echó una última mirada en derredor. — Si, es aquí. Me ocultaré justo por allá. — levantó el índice para señalar el fondo de la sala, contrario al camino de salida. — Desde ahí tendré la perspectiva completa.

Howard enarcó su par de pobladas cejas

— Aún no sabes dónde está.

— No es necesario. Cuando él aparezca lo sabré.

— ¿Él?

— Si. — respondió en el acto.  Ahora debía describirlo para que Howard pudiera identificarlo. — Mi compañero.  Él llevará unas gafas… — hizo un gesto con las manos para abarcar un área alrededor de los ojos. — Así de grandes. Su cabello es castaño, un poco desordenado. Pero no se trata de descuido personal…  — frunció el ceño. — … la verdad es que al principio tuve esa impresión, luego descubrí que lo hace a propósito. Sus peinados son espectaculares...— luego hizo un gesto para señalar alrededor de los labios, que ya trazaban una sonrisa nostálgica. — Los perfuma con la misma loción que su barba y es… — Steve carraspeó volviendo en sí al darse cuenta de que Howard lo contemplaba con una expresión tan pícara como familiar; Una ceja en alto, la otra contrariada y una mueca en los labios. Inmediatamente su rostro se encendió y buscó cualquier otro punto que no fuese el de su amigo. —… es una… — carraspeó. Su amigo insistía con la expresión que hasta entonces reconoció como la misma que usaba su hijo. — ... barba peculiar. Lo notarás en cuanto lo veas.

— De acuerdo… — Howard recapituló al cabo de un momento. — Peinado Punk y barba de hippie. ¿Algo más que deba saber?

Steve levantó la mirada para regresarla hacia él. Por una fracción de segundo le dió otro sentido a su pregunta, pero luego eliminó esa posibilidad. Howard era un hombre bastante moderno para su época, sin embargo, aun para él, algo como eso sería demasiado.

— No. — respondió al instante. Sabía que Howard aún estaba al pendiente de sus expresiones, tal vez haciendo sus propias conjeturas. Su semblante lo convenció de que no se había equivocado al tomar el otro sentido de su pregunta.

Howard era un hombre brillante, un genio por sí mismo. No era de extrañar que ello le fue conferido a su heredero, era solo cuestión de tiempo para que llegara a la conclusión acertada. Así que pasó de la duda total a la decisión.

— Howard…

Un extraño « bip-bip» en el bolsillo de Howard lo cortó. Los dos compartieron una mirada inquieta cuando la alerta se repitió.

—  ¿Qué es eso?

El magnate extrajo un pequeño cuadrito negro con un panel rectangular, que Steve imaginó, debía ser la pantalla. Directamente debajo contaba con teclado en miniatura, similar al de los ordenadores modernos.
— ¿Esto? Un dispositivo de mi propia creación. Quizá lo lance al mercado en algunos años. Por ahora, será mejor que vayas a tu escondite. Acabo de recibir un mensaje de Peggy; tu amigo y tu ya están aquí.

 

» CONTINUARA...

Notas finales:

Actualización todos los viernes!


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