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Longines Watch por Yoshita

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Notas del fanfic:

Primero que todo, es un gusto volver. En segundo lugar, siento que me tiemblan las manos al escribir, porque llevo al menos 3 años sin subir una historia y siento que otra vez todo es nuevo para mi. Mis disculpas si en algún momento dejo de actualizar seguido, soy estudiante y tengo prioridades. 

En fin, tuve una idea y no la dejé pasar, disfruten tanto como yo.

Gracias por leer.

Y

Notas del capitulo:

Tengo nervios, aun, y no es por desconfianza a mi misma, sino porque hace mucho no hacía esto y se siente bien volver.

Gózenlo y dejen todos los comentarios que quieran, son bienvenidos.

Maldijo una. Dos. Tres veces seguidas mientras intentaba desatascarse. No era precisamente el mejor día para terminar con la hebilla de su reloj enredada con una rebelde hebra del cuello de su traje. Y como no podía ver tras su cuello, le era imposible soltarse. Hubiese sido fácil dar un tirón y quedar libre, pero su traje de bodas debía permanecer en perfecto estado, así que el multimillonario no planeaba arruinar su traje, y mucho menos su boda, por un hilillo suelto.

-¡Happy!- exclamó, rogando por recibir una respuesta, pero fue Jarvis quien le dio la mala noticia.

-Está solo señor, ¿lo recuerda? El día de ayer solicitó que nadie le interrumpiera, ¿desea que llame al señor Happy?

Anthony resopló.

-No.

Suspiró. No se iba a dejar vencer por una costura revolucionaria, así que, como pudo, caminó de su habitación a la salida de su apartamento y abrió la puerta, resignándose a que debía pasar en la pena de pedirle a un vecino ayuda para liberarse. Pero antes de comenzar su búsqueda por alguien que pudiese solucionar su problema, un montón de cajas y bolsas llamaron su atención.

-Esa aquí y esa otra por allá.

Anthony se fijó en el acontecimiento frente a su puerta: el apartamento de frente había sido tomado y parecía que el inquilino había decidido realizar su mudanza el mismo día de su matrimonio con la señorita Virginia. Bueno, al menos eso le garantizaba gente que pudiera ayudarle.

Se fijó en su nuevo vecino: un hombre alto, fornido, gentil, de cabello rubio y voz amable que daba instrucciones a los hombres que acababan de dejar unos paquetes en la entrada y tomaban el ascensor para, seguramente, subir más cosas.

-¡Oye! ¡Disculpa! ¡Chico nuevo!- el rubio se dio la vuelta y vio al moreno en una extraña posición.

-¿Si?- se acercó curioso.

-Mira, no tengo tiempo para explicaciones. Hoy es mi boda y tuve la mala suerte de atorarme en mi propia ropa con el reloj de mi padre. ¿Te importaría liberarme?

El hombre rio un poco.

-Claro- accedió y con amabilidad y delicadeza, soltó la hebra del reloj de Anthony.

-Por los… ah, muchas gracias. Bienvenido a la Torre Stark. ¡Adiós!

 

 

El descapotable blanco paró justo en frente de la iglesia y Anthony bajó confiado, seguro, feliz. Era el día de su boda, por amor a los cielos, no podía sentirse más satisfecho con su vida que en ese momento. Había decidido sentar cabeza y la persona indicada para ello estaba por llegar: Pepper.

-¿Nervioso?

-Emocionado, a decir verdad- saludó a su padrino de bodas con un abrazo- que gusto verte, Rhodey, hasta que te dieron un día libre.

-No lo hicieron- dijo mientras caminaban dentro de la iglesia- me escapé.

Los hombres estallaron en risas.

-Todo está completamente listo y organizado, la cena, los músicos, el baile, el homenaje a Pepper. Absolutamente todo. Solo faltan ustedes.

-Te debo una, Rhodes.

-¿Una? Me debes al menos la mitad de la torre Stark.

-Recordaré dejarte la recepción cuando redacte mi testamento.

Luego de unas cuantas palabras más, los hombres se ubicaron en el altar, la novia no tardaría en llegar y ellos debían estar preparados. Los invitados estaban en su sitio, el cura estaba finalizando detalles y él, él respiraba hondo y contaba hasta diez.

 

 

La sonrisa de Anthony no se borraba por más sudor que bajara por su frente,  sus manos inquietas habían ya abotonado y desabotonado las mangas de su traje al menos unas 5 veces, habían pasado 20 minutos y no se sabía nada de la novia. La gente comenzaba a murmurar.

-Tony, respira, las novias usualmente llegan tarde, lo muestran en todas las películas.

-No Pepper, nunca llega tarde a nada.

-Calma, Tony. Llegará.

Tony asintió.

 

 

Luego de una hora, la gente había comenzado a irse. Eran las 11 de la mañana y, aparte de hambre y calor, los asistentes comenzaron a desesperarse. Nadie sabía nada de la novia. Nadie. Ni sus padres.

Tony se sentó en una de las gradas de la iglesia y miró su reloj. Las 11. Pepper no iría. Estaba seguro, lo sabía, ella no iría, ella lo había abandonado en el altar de la manera más miserable posible. Se puso de pie, sacudió su cabeza y acomodó su traje.

-Rhodey- hizo un asentimiento de cabeza- invitados- hizo otro asentimiento y se retiró de la iglesia, caminando la distancia del altar a la puerta con la cabeza en alto y el paso firme, sin importar que por dentro estuviera hecho añicos. La única mujer que había amado y con quien se podía asegurar un buen futuro lo había abandonado sin decir una palabra al respecto y él, confiado, había esperado por ella, ciego. Pero no más, no se permitía humillarse frente a la gente, porque él era Anthony Stark y primero moriría él antes que su orgullo.

Hizo sonar la alarma de su carro y lo abordó. Encendió el vehículo y arrancó a toda velocidad, poniendo la mayor distancia entre él y ese fatídico lugar.

-Jarvis- solicitó- elimina a Virginia Potts de mis contactos. Elimina cualquier conexión con esa mujer.

-¿Señor?

-¡Hazlo!- exclamó. Estaba destrozado, se sentía humillado y traicionado. ¿Cómo podía esa mujer hacerle algo tan bajo? ¿Tan ruin?

-Sí, señor.

-Jarvis.

-¿Señor?

Tony dudó.

-Reproduce la lista de reproducción titanium steel.

El computador dudó un momento.

-¡Jarvis!

-Sí, señor.

La música comenzó a sonar. El golpe del heavy metal azotó la mente del moreno.

-Jarvis, sube todo el volumen.

El computador no respondió, se limitó a aumentar al máximo el volumen del vehículo y evitó mencionar algo al respecto.

Tony sujetaba con fuerza el volante. Las lágrimas bajaban por su rostro mientras sonaba el solo de guitara. La canción se acabó en un semáforo en rojo. Dio un golpe al volante.

-¿Señor?

-Jarvis. Se fue, Jarvis.

-¿La señorita Potts?

Tragó saliva.

-Sí.

El semáforo cambió de color y arrancó.

-No entiendo, no le di motivos, ¿o sí?

-No, señor.

Suspiró.

-Sube el volumen de nuevo, Jarvis.

-Sí, señor.

 

Luego de haber parado por comida y haber tomado una accidental siesta en el estacionamiento del restaurante, volvió a la Torre Stark cuando caía la tarde. Estaba agotado, con dolor de cabeza, una decepción a cuestas y un auto sin gasolina. Estacionó en los espacios de la torre designados para visitantes y salió del auto, esperando caminar lentamente hasta su apartamento sin ninguna interrupción.

-¿Hola?

Bajó la mirada. Ahí, sentado en la acera, estaba su nuevo vecino, con una cara sonriente y un libro en la mano.

-¡Ah! ¡El hombre de la boda! ¿Qué tal todo? ¿Un éxito? A que sí.

Antes de que Tony pudiera contestarle algo, el hombre hizo señas y un camión pequeño se acercó.

-Lo siento- le dijo- es el último camión de la mudanza, decidí esperarlos aquí para evitar que llamaran a buscarme. Dame un momento- el rubio se acercó al conductor y firmó unos papeles. Un hombre se bajó del otro lado del vehículo y abrió las puertas traseras de la furgoneta. Más cajas y bolsas del hombre se encontraban allí.

El nuevo vecino y los hombres del auto comenzaron a bajar las cajas y Tony resopló. Era mejor que encerrarse a beber.

-Permíteme ayudarte.

-Oh. No te molestes- negó- nosotros podemos.

-Insisto.

El hombre pareció ver la determinación del moreno.

-Está bien, ayuda aceptada. Gracias.

Tony se quitó su elegante saco y se remangó la camisa hasta los codos, dejó el saco dentro de su auto y comenzó a descargar paquete tras paquete, caja tras caja. Hizo varios trayectos en el ascensor, lo que mantuvo su mente ocupada y lo hizo distraerse de su infortunado incidente.

Cuando faltaban solo dos cajas, su nuevo vecino le dirigió la palabra a los hombres del camión.

-Esto será todo, podemos encargarnos del resto. Gracias.

Los hombres de la mudanza asintieron y se fueron.

-Solo quedan estas cajas.

-Sí, afortunadamente.

-Te ayudaré con esta- tomó una de ellas.

-Gracias.

Los hombres subieron en silencio hasta el apartamento del hombre rubio.

-Bien, con esto son todas mis cosas. Vaya, pensé que nunca llegarían a tiempo.

Tony se encogió. Llegar a tiempo. Llegar.

-¡Qué mala educación! Soy Steven Rogers, vengo de Washington, un gusto- estiró la mano para estrechar la del moreno.

Anthony sacudió la cabeza.

-Anthony Stark. Vengo de… de la iglesia.

-Anthony, un gusto… ¿Stark? Eres…

-El dueño de la torre, sí.

Steven se sorprendió. No esperaba encontrarse al dueño en su primer día y mucho menos que este le ayudara con su mudanza.

-Un gusto- murmuró el rubio- hoy era tu boda, ¿no es así? ¿Qué tal fue todo?

Tony no respondió. Miró las cajas por toda la casa y se dejó caer al suelo como si fuera una de ellas.

-¡Anthony! ¿Ocurre algo?

-Ella no fue, Steven- dijo en un hilo de voz- ella nunca se presentó.

Steven respiró profundo. Lo habían plantado. Se dejó caer junto al moreno.

-Lo… lo siento, Anthony.

Se quedaron en silencio. El ambiente cada vez se hacía más pesado y Steven se sentía incómodo con ver al hombre hecho un manojo de tristeza y lágrimas y no ayudar.

-Hagamos una cosa. Pediré pizza y cerveza, yo invito. Olvida por un momento lo sucedido hoy y concéntrate en comer, ¿sí? Tómalo como un agradecimiento a la ayuda que me diste con las cajas, ¿qué dices? ¿Aceptas?

Tony movió la cabeza de manera extraña.

-Lo tomaré como un sí. Dame un minuto- Steven tomó su celular y marcó un número, ordenó pizza y cerveza en gran cantidad y colgó.

-Tenemos 45 minutos hasta que llegue nuestro alimento. ¿Quieres hablar de ello?

Tony sabía que no se refería a si era de pepperoni o queso.

-Salimos durante 2 años. Era mi asistente, mi amiga, mi confidente- las lágrimas comenzaron a caer. Steven tomó rápidamente una toalla que previamente había dejado en el baño y se la entregó- yo… antes de ella, era un hombre libertino, de fiestas y gente, pero cuando… Pepper hizo que todo cambiara, que las cosas fueran diferentes y yo… yo me enamoré de ella. Creía que ella de mí, pero… Es todo muy confuso. No lo creo y al mismo tiempo ya lo asimilé- siguió llorando ante la mirada del rubio.

-Anthony…

-Tony. Anthony me llamaba mi padre siempre que rompía algo de su taller- rio quedo- yo soy Tony.

-Tony. Realmente no sé que decirte. Apenas te conozco y a ella ni la he visto, sin embargo, puedo decir con completa seguridad que ella ha hecho algo imperdonable con una persona que la amaba tanto como tú lo haces. No es correcto. Y si es alguien que hace ese tipo de cosas sin remordimiento, quizá el hecho de que se haya ido es lo mejor. Sé que duele y estás triste, pero debes seguir adelante y no te ves como alguien tonto, así que, avanza.

-Gracias, Steven.

-Steve. Steven era el perro de mi abuelo. Lo quería tanto que cuando nací, obligó a mi madre a ponerme su nombre.

La anécdota logró sacar una risilla al moreno.

-¿Es eso cierto?

-Lo es si te divierte- sonrió.

-¿Estás… tratando de animarme, Rogers?

-Podrías llamarlo de esa forma, sí.

-Muy amable de ti, Rogers.

Steve rio junto con el millonario. Era un buen hombre, eso pensaba. Y un buen hombre no merecía que la mujer que había ganado su amor lo abandonara de la forma vil en la que hizo la anterior prometida de Stark.

-Cuéntame sobre ti, Rogers- pidió- necesito distracción. Por cierto, gracias por dejarme cargar cajas. Si no hubiese sido por eso, te garantizo que estaría en mi bar, bebiendo tanto alcohol hasta perder la memoria.

-Beber no creo que sea la solución a los problemas- dijo mientras de alcanzaba un vaso con agua- pero cada quien ahoga sus penas como se le antoje.

Sí- bebió- gracias.

Steve se sentó de nuevo al lado de Tony.

-Soy de Brooklyn. Nací y crecí allí pero, por el trabajo de mis padres, tuvimos que mudarnos a Washington. Allí me uní a la milicia.

-¿Eres un soldado?

-Era. Y realmente logré ascender a capitán.

-Felicidades.

-No realmente. Nunca quise ser parte de la milicia, pero mi abuelo lo fue y mi padre, así que no me dejaron otra opción. Al graduarme, logré un trato con ellos: duraría 15 años en el ejército, dedicado completamente a él y a mi país, luego, podría vivir mi vida como me placiera. Y aquí estoy, recién retirado de la violencia. Decidí mudarme para buscar nuevos horizontes y volví a Nueva York, cambiando a Manhattan.

-Bienvenido de vuelta-murmuró- ¿nunca viniste a Manhattan cuando vivías aquí?

-Nos mudamos a Washington cuando estaba muy joven, tenía unos 4 o 5 años, así que no, y si estuve, no lo recuerdo.

-Oh- murmuró- ¿qué quieres hacer aquí?

-No lo sé. Vine de improviso y realmente haré eso, improvisar. Buscaré un empleo y un buen pasatiempo, conoceré la ciudad, la gente y la comida. Compraré libros, películas… en fin, haré lo que no pude cuando estaba de militar. Por ahora la prioridad es un empleo, ya que compré este apartamento con todos los ahorros que tenía y apenas sobró para sobrevivir decentemente este mes.

-¿Qué empleo buscas? ¿Algo en especial?

-Pues…- pensó- realmente no tuve una carrera universitaria como tal, así que no sabría decirlo. Sin embargo, en el ejército jugué y entrené al equipo de baseball en los últimos 7 años, así que pienso que es una buena idea comenzar por ahí.

-Suena a un buen plan.

Steve se daba cuenta que Tony no deseaba realmente hablar, pero si oírlo, así que siguió hablando de él y de su vida hasta ahora.

-Estaba pensando también en comprar un librero. El que tenía debí dejarlo en casa de mis padres porque era de ellos. También necesito un escritorio, una buena silla y una nevera. Pero por ahora, un buen empleo, para poder comenzar a comprar lo necesario. Iré mañana.

-Quizá la universidad…- murmuró.

-¿Disculpa?

-The City University of New York puede que requiera un entrenador en estos momentos, no lo sé. No han tenido una buena racha en los juegos, así que asumo que su entrenador no es muy bueno y que los ha abandonado luego del último fracaso la temporada pasada.  Es solo una suposición, pero no pierdes nada con intentarlo.

-¡Eso es! Es una buena idea, gracias, Tony.

-No hay problema- suspiró y se recostó en una caja.

Steve se sintió agradecido por la información, pero tenía que hacer algo por ese hombre, se veía miserable. Seguramente la pizza sería una buena medicina.

-Espera aquí, iré a esperar al repartidor en la recepción, ¿sí? No tardo, espero. Y Tony, no te mueras, ¿quieres?

Stark soltó una risilla.

-Sí, capitán.

 

 

Cuando Steve volvió a su departamento, vio que el moreno no se había movido ni un solo centímetro de donde lo había dejado antes de irse. Que cuadro más triste pintaba ese hombre vestido de gala, sentado en el suelo y con la cara anegada en lágrimas.

-¿Tony?

-Ah, capitán.

Steve rodó los ojos.

-¿Pizza?

-¿Sabes que no había notado el hambre que tenía hasta que llegaste con esa caja? Sentí el olor desde que bajaste del elevador.

-Me alegro que esto- sacudió la caja- te traiga de vuelta a la vida. Tengo cervezas también, así que al menos podrás beber una mínima fracción del alcohol que planeabas tomar hoy.

-Suena algo injusto, pero no me quejo. Tú invitas, ¿verdad, Rogers?

-Por supuesto que sí, es en agradecimiento a la ayuda.

Steve se sentó justo en frente de Tony, puso la caja de pizza sobre el suelo de madera y dejó la bolsa de cervezas a un lado.

-Sírvete, sacaré las cervezas mientras tanto.

-Eres un hombre muy amable, Rogers… ¡Pero, ¿qué es esta abominación?!

-¿Qué pasa?- el tono de Tony alertó al capitán, haciendo que las latas de licor rodaran por el suelo.

-¡¿Piña?! ¡¿Es esto… piña?!

-Lo es… espera… ¿no eres entusiasta de la pizza con piña?

-¡¿Tú sí?! Empezabas a caerme bien, Rogers.

-Y tú a mí, Stark.

Los hombres se miraron fijamente con fiereza. Luego estallaron en carcajadas. Bueno, Steve estalló en carcajadas, Tony se limitó a soltar un bufido, seguido de una risa y luego un suspiro de resignación.

-Está bien, te perdono- tomó un pedazo y comenzó a sacar todos los trozos de piña que encontraba- pero me las cobraré.

-Seguro que si- murmuró distraído mientras tomaba una rebanada.

Comieron bajo un ambiente ameno. Aunque el millonario no tenía cara de estar bien, al menos no estaba llorando como hacía unos minutos, así que debía aprovechar la tranquilidad efímera del moreno para distraerlo lo que más pudiera. Era injusto que un hombre bueno sufriera por una mujer mala.

-¿A qué te dedicas, Tony?

-Realmente no sabes quién soy, ¿verdad?

Steve negó con la cabeza.

-¿Estuviste en el hielo 70 años o qué? Salgo hasta en una caja de cereales.

-Lo siento- lo miró- solo sé que vives en el departamento de en frente.

-Departamento como tal… yo no lo llamaría así.

-¿Quién eres, Tony?

Suspiró.

-Soy el dueño de Stark Industries.

Steve pareció meditarlo. Su cara pensativa se transformó en una expresión de sorpresa y lo que quedaba de la porción de pizza que comía cayó al suelo.

-¡Eres ese hombre! ¡El de las noticias! ¡El de los desarrollos tecnológicos! ¡El dueño del edificio! ¿Cómo no lo noté antes? ¡Eres el del airbag para gatos!

-No es mi mayor proeza, pero gracias.

-¡Es increíble! Dicen que eres un genio, que vives de fiesta en fiesta hasta que te comprometiste con tu asistente… lo siento- la cara triste de Tony lo alertó- lo siento, no quería…

-Está bien, Rogers.

-Tony, lo siento…

-No, olvídalo.

Steve se sintió mal consigo mismo. Había intentado hacer sentir mejor al hombre de la barba y había terminado por cometer un error. Se reprochó internamente.

-¿Hace cuánto eres el dueño de Stark Industries?

-Desde siempre- musitó.- Bueno, antes era de mis padres, pero ellos fallecieron en un accidente de automóvil cuando yo era joven, así que la compañía y todo lo que ellos poseían pasó a ser mío. Llevo manejando la compañía desde entonces. No ha sido sencillo, tuve que graduarme de la universidad a los 18 para comenzar a producir. Pero no me arrepiento, es una pasión enorme y me hace feliz. Además tampoco he estado solo, en el camino conseguí unos cuantos amigos en los que sé que puedo confiar, lo cual me hace sentir inmensamente satisfecho con mi trabajo. Aunque la gente dice que soy muy petulante. ¿Tú que dices, Rogers?

-Hasta ahora te conozco, pero por ahora lo único que me molesta de ti es tu infinito desprecio hacia la pizza con piña- recogió el pedazo caído y continuó comiendo- y, ¿qué estudiaste?

-De todo un poco: ingeniería mecánica, eléctrica, electrónica, finanzas, administración, nanotecnología, química, física nuclear… y música. Esto último es un secreto, Rogers, ni te atrevas a soltarlo.

-Mis labios están sellados.

-Bien por ti, capitán.

Steve bebió un sorbo de su cerveza cuando su cabeza comenzó a hacer cálculos. Si el millonario se había graduado a los 18 y había estudiado tantas cosas…

-Oye, Tony… ¿cuándo comenzaste a estudiar?

-Es una historia divertida- dijo con la boca llena- espera- pasó y bebió un gran sorbo de cerveza.- Quizá eso de que soy un genio sea cierto… qué más da, lo soy. Ingresé a la universidad al cumplir los 14, lo que me dio una ventaja ante los demás. Hice una carrera simultánea con mecánica, eléctrica y electrónica y luego, cuando tomé el mando de la compañía, tomé un curso de administración y finanzas porque realmente no tenía idea de cómo manejar una empresa. A los 18, luego de graduarme, tomé mejor las riendas de Stark Industries y me rodeé de gente con más edad y más experiencia, lo que me hizo tomar la decisión de volver a la academia. A los 22, con una empresa un poco más sólida, decidí comenzar el resto de mis estudios referentes a la física, la química y demás. Hice maestrías, doctorados y a los 30, era un genio, un magnate y un idiota.

-¿Y la música?

Tony dudó un segundo.

-Mi madre era músico- dijo- enseñaba piano clásico en el conservatorio. Cuando era pequeño y la compañía apenas se formaba, mis padres debían darlo todo por nuestro futuro, lo que significaba grandes egresos para la familia. Debido a eso, no podíamos permitirnos ningún lujo, es decir, nada de niñeras. Mi madre me llevaba con ella y para evitar aburrirme, tomé clases de piano con los otros alumnos. Era un genio, Steve. A los 10 años tenía un dominio casi perfecto del instrumento, y como vi que era muy fácil, me escapaba a las clases de canto. Ellos murieron la noche siguiente a mi primer recital. Por eso corté la música. Me enfoqué en la universidad y en la compañía. Y olvidé la música.

-¿Qué edad tenías cuando fallecieron tus padres?

-13 años.

-Eras… muy joven.

-Y lo sigo siendo, Rogers- tomó la última rebanada y le quitó los trozos de piña- apenas tengo 35 años, tengo toda una vida por delante.

-Seguro que sí.

Steve recogió la caja y las latas vacías y las depositó en una bolsa que tenía destinada para la basura.

-Gracias, Rogers- murmuró Tony mientras se ponía de pie- haz hecho la buena acción del día, felicidades. Ahora, si me disculpas- extendió la mano para estrechar la de Steve- este hombre debe ir a morir solo en su cama, al menos por unos cuantos días. Reza para que no sea cierto.

-¿Qué?

-Es broma, es broma- murmuró- gracias.

Tony salió de casa de Steve y caminó hasta la entrada de su apartamento. El lector de huellas digitales reconoció la suya y la puerta se abrió.

-Luces- susurró y estas se encendieron.

-Señor, tiene innumerables llamadas perdidas del señor Rhodes, el señor Banner…

-Omítelas- recordó que su teléfono había quedado en su chaqueta, en su carro, 54 pisos abajo.

-Parecen ser urgentes, dejaron mensajes, ¿quiere que los reproduzca?

-Omítelos- repitió. No quería saber de nada ni nadie.

-¿Señor?

-¡¿Te programé en otro idioma?! ¡Omítelos!

-Sí, señor.

Caminó hasta su habitación. Se sentía tan grande, tan vacía, tan triste. Era vergonzoso. Él era Tony Stark, el multimillonario genio, no un llorón.

-Apaga las luces, Jarvis- dijo antes de caer de cara sobre su cama. Todo se oscureció.

Las lágrimas del moreno comenzaron a empapar las sábanas y los sollozos hacían eco en la habitación vacía. No, no era un llorón, pero era una persona y las personas sienten.

-Yo tengo sentimientos, maldita sea- gritó.

Notas finales:

Gracias por leer.

Si hay algún errór, no duden en avisarme, lo corregiré en cuanto pueda.


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