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CUESTIÓN DE SUERTE por LadyCalabria

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Notas del fanfic:

Espero de corazón que os guste esta historia, dejen reviews con su opinión para saber qué les parece. 

Aquel no era su día.  Bruno caminaba con los hombros hundidos y la capucha bien bajada para evitar, sin mucho éxito, que las gotas de lluvia le nublasen la vista formando el efecto de un caleidoscopio en los cristales de sus gafas...
 
Y eso le irritaba.
 
De hecho, a Bruno no solo le malhumoraba no ver bien la calle porque veía puntitos que distorsionaban la realidad y reflejaban la luz de forma que le cegaba cada vez que pasaba a su lado un coche. 
Aquel día a Bruno le irritaba todo.
 
En una ciudad tan poco acostumbrada a la lluvia como lo era aquella en cuanto caían cuatro gotas del cielo la gente se volvía loca y se desataba el mayor caos; el tráfico se intensificaba por el doble, las alcantarillas regurgitaban su contenido llenándolo todo de porquería y la población se movía de aquí para allá estresados como pollo sin cabeza, caminando muy rápido, chocando los unos con los otros; olvidando el poco civismo que los ciudadanos solían fingir el resto de días. 
 
Bruno era una de esas personas estresadas. Quizá era motivo del nerviosismo juvenil de sus recién cumplidos diecinueve años, o quizá su humor se debía a sufrir día tras día la hipocresía de una sociedad que le trataba como adulto y como niño al mismo tiempo. Lo cierto es que Bruno estaba de mal humor muy a menudo, y aquel día no era una excepción.
 
Se encogía sobre sí mismo mientras caminaba por la acera derecha de la calle principial en dirección a la estación de autobuses, notaba como su sudadera holgada se le pegaba mojada al cuerpo y sus grandes rizos pronto se estiraron por el peso del agua que goteaba sobre su piel morena. Y maldijo tener que ir a trabajar justo aquel día tan húmedo. 
 
Tan ensimismado estaba en sus maldiciones y blasfemias que no vio al chico que le observaba apoyado en una pared, resguardado del agua bajo el toldo de una cafetería convenientemente solitaria. 
 
De no estar lloviendo Bruno se habría fijado en aquel muchacho, de eso no cabía la menor duda, era como una bombilla en una noche oscura. Resaltaba entre la multitud. Tal vez por eso... Cuando le habló... Bruno se paró. 
 
-Hola ¿Eres Bruno García? - le saludó el muchacho cuando pasó caminando a su lado y dió un respingo para salirle al paso.
 
Bruno levantó la mirada y se topó de bruces con unos ojos azules electrizantes y serenos al mismo tiempo, aquellos ojos tenían el mismo color del cielo en un despejado día de verano, y brillaban con un júbilo que parecía desafiar a la muchedumbre enfadada. 
 
-Sí... Soy yo ¿Te conozco?- preguntó el muchacho extrañado. Le parecía que en su vida había mirado a la cara a aquel muchacho delgado vestido con sudadera gris, se acordaría de su aniñada cara lampiña o de su cabello rubio despeinado... jamás había visto una piel y un cabello tan claros, casí parecía blanquecino. 
 
El chico negó con amabilidad, despedía una seguridad en sí mismo que a Bruno, a priori, le pareció extraña y sin darse cuenta se alejó un paso o dos del muchacho. Y, desde luego, lo que más le llamó la atención de aquel chico fue que parecía felíz, realmente felíz, el tipo de felicidad real que no se muestra sonriendo durante un tiempo si no con placidez perpetua y expresión bonachona. 
 
-Si eres Bruno García necesito que vengas conmigo y me acompañes a un sitio- le dijo el chico tranquilamente. Bruno frunció el ceño. 
 
-¿Qué dices?
 
-Digo que necesito llevarte a un sitio. 
 
-¿A dónde? 
 
-No puedo decirlo.
 
-¿Para qué? No voy a ir a ningún lado- le espetó de malos modos. El chico no parecía ofendido y siguió hablando como si esperase esa reacción. 
 
-Mira, será mejor que colabores o será mucho peor- le dijo sereno, como hablando con un niño- de verdad, acabará sucediendo de todos modos...no sé que va a pasar pero al final pasará algo... 
 
-¿Pero tú estás loco?- le dijo Bruno enfadándose por esa tontería que le retrasaba en su camino al trabajo. Se giró para seguir caminando a paso firme y bien digno para dejar al rubio allí plantado con la palabra en la boca. Pero en cuanto dió dos pasos notó que su visión se perdía entre neblina negra. Y su cuerpo se torció y calló al suelo lánguido de forma bastante patética. 
 
**** 
 
-¿Dónde... Dónde estoy?- se oyó decir a sí mismo aunque todavía no había vuelto de todo a la consciencia. Tenía la boca pastosa, tan seca como un zapato. Y navegando entre las negruras de un mareo atroz abrió los ojos y se dio cuenta de que ya no estaba en la calle junto a la estación de autobuses, si no en una habitación ruinosa.
Solo había una entrada, no había ventanas y las paredes estaban comidas por la humedad. Olía a moho, como en un sotano sucio y le vino un ligero tufo a grasa de motor y a gasolina que le llevó a pensar que se encontraban en un garaje. 
 
Frente a él, mirándole, estaba aquel extraño chico, que parecía tener su edad. Y al recordarlo a él lo recordó todo. Se removió alarmado solo para comprobar que le habian atado los pies juntos y las manos a la espalda con cinta americana.
 
-¡Me has drogado! - le gritó, aunque su voz no sonó nada amenazante como era su intención... más bien temblorosa por el mareo que aún tenía, siguió gritándole- ¿Qué me has hecho maldito hijo de..? 
 
-Yo no te he hecho nada- le dijo chico con los brazos extendidos- te has desmayado. 
 
-Me he desmayado, ya claro, que conveniente- le gruñó Bruno mientras se removia contra sus ataduras. 
 
-Es cierto, ha sido muy conveniente. No puedes decir que no te avisé. Te dije que pasaría algo, soy un chico con suerte. 
 
Bruno dejó de luchar contra la cinta americana para mirarle atónito. 
 
-Un chico con suerte- repitió él, pasmado. 
 
El rubio sonrió y asintió contento. Se acercó y se agachó frente a él para hablarle cara a cara. Bruno le miró a los ojos con expresión impasible, el ceño fruncido y la mirada llena de obstinado orgullo. Pensó que no iba a mostrarle el menor atisvo de miedo a un secuestrador que podría haber ido con él al instituto.
Pero en la mirada de aquel muchacho no había orgullo, ni obstinamiento, ni agresividad, ni altanería, ni el menor deseo de hacerle daño. Le miraba como si fuese un amigo suyo de toda la vida y estubieran hablando en el salón de su casa. Con la diferencia de que ese amigo fuese un desconocido que le había raptado y atado. 
 
Entonces fue cuando Bruno sintió temor, porque aquel muchacho debía estar completamemte loco. 
 
-¿Qué quieres? ¿dinero?- le preguntó en un hilo de voz. Si era aquello lo que buscaba estaba en un verdadero problema, desde luego. Bruno no debía reunir ni 400 euros en su cuenta bancaria y hacía años que sus padres no tenían suficiente dinero para llegar a fin de mes- ¿Quién eres? 
 
El chico negó con sensillez. 
 
-Me llaman Lucky- le dijo.
 
-Lucky, significa afortunado- susurró Bruno estudiando las expresiones faciales del muchacho. 
Sonrió radiante, y le hizo un gesto señalando su propio pecho mientras asentía con la cabeza. 
 
A Bruno aquel muchacho le estaba cayendo sumamente mal, tanta alegría le parecía antinatural. 
 
-No busco ningún rescate ni nada parecido. Me dedico a transportar cosas que me piden que lleve a algún sitio- le dijo el chico distraídamente mientras miraba la única puerta de aquella habitación, se rascó la nariz respingona- lo que sea. 
 
-Incluso personas.
 
-Bueno.. Sí, incluso personas.
 
-Eres un secuestrador de mierda- le gritó Bruno volviendo a su lucha perdida contra la cinta de sus manos y pies. 
 
El chico se encogió de hombros.
 
-Solo te he atado así porque no colaboras- le dijo con sinceridad- lo último que me apetece es hacerte daño.
 
-¡Ah! ¿SÍ? - Le espetó Bruno con tono dramático cargado de sarcasmo- Vaya, muchas gracias ¿Es aquí donde tengo que firmar la carta de gratitud por no hacerme daño MIENTRAS ME SECUESTRAS?
 
El chico bufó contrariado y se puso en pie. Su constitución delgada y su nariz respingona le hacían parecer un duendecillo enfadado, aunque Bruno calculó que debían tener practicamente la misma estatura.
 
-Ya te he dicho que no es un secuestro, solo un transporte.
 
-¿Y como carajo me has traido aquí?
 
-Te has desmayado.
 
-Desmayado, así, sin más.
 
-Sí, he tenido suerte.
 
-Suerte.
 
-Te has desplomado, parecía una bajada de glucosa o algo así. He pedido ayuda y unos señores que pasaban por la calle me han ayudado a meterte en un taxi para llevarte al hospital, pero una vez dentro le di al taxista esta dirección y te he traido aquí. Así de sencillo. 
 
-¿Me estás contando que unos hombres te han ayudado a secuestrarme, sin saberlo, pensando que nos conocíamos y que tú ni siquiera has tenido que cargar conmigo?- resumió Bruno estupefacto.
 
-Sé que no te lo crees, pero tengo... 
-¿Un transtorno psiquiátrico? - completó la frase Bruno. Lucky le sonrió tomando a broma su sarcasmo.
 
-Mira, yo no voy a hacerte daño y todo va a salir bien - dijo el rubio con toda la tranquilidad del mundo, su actitud positiva (pese a parecerle irritante) tranquilizaría a un tullido en un naufragio. Y tuvo la extraña sensación de que todo saldría bien como él aseguraba- Te voy a contar de qué va todo esto. 
 
-Lo estoy deseando- le dijo con una mueca e intentó volver a soltarse las muñecas. 
 
-Me han contratado para llevarte a una dirección...
 
-¿Quién?- le interrumpió Bruno. Lucky se encogió de hombros- ¿Y por qué? ¿PARA QUÉ? 
 
-No lo sé...  Nunca sé quién me contrata, yo no soy Correos. Cuando la gente me pide cosas a mí es porque no es tan fácil como pedirlo por Amazon. 
 
-Entonces.. ¿puede ser... Que quien te haya contratado... quiera que vaya a un sitio para hacerme daño? 
 
Lucky lo pensó un segundo con expresión infantil y luego le miró con esas dos ventanas de sinceridad que tenía por ojos. 
 
-Sí, puede ser- le dijo pacíficamente- sé que es una putada, pero sinceramente... No es mi problema, yo solo soy el mensagero. 
 
-te voy a partir la cara- le soltó Bruno intentando pegarle un cabezazo. 
 
-Lo más probable es que solo quieran hablar contigo. Mi única condición de contrato es no ser relacionado en ningún asesinato. ¿Acaso tengo pinta de asesino? Lo que sí es una certeza es que si no cumplo con el encargo me matarán. Y la verdad, me gusta tener un curriculum intachable y la cabeza sobre los hombros. De modo, que si me ayudas... Yo te ayudaré y no te pasará nada. Te lo prometo. 
 
La voz del muchacho era tan sincera y  firme que supo que decía la verdad. Sin saber como lo sabía, le creyó. 
 
Fue en ese momento cuando oyó un estallido atroz que parecía provenir de todas partes como un rayo que cayese a su lado.
Primero olió la pólvora, y luego vio como la puerta del garaje estallaba en añicos de metal que salieron volando retorcidos y calientes en todas direcciones.
Uno de ellos pasó rozando la nariz de duende de Lucky y se clavó violentamente en la pared junto a ellos.
 
-Joder- gruñó el muchacho como quien ve fastidiada du tarde de fin de semana por un contratiempo.
 
Bruno estaba paralizado por el miedo y notaba el bombeo de la adenalina nublando sus sentidos, relentizando el tiempo y distrayendo su mente de que un trozo de metralla se le acababa de meter en la pierna derecha y estaba sangrando. 
 
Lucky sacó un cutex y cortó sus ataduras en dos rapidos movimientos. 
Notó como el rubio le agarraba de la sudadera para atraerle hacia sí y hablarle von mucha seriedad a la cara. 
 
-Si quieres vivir no te separes de mí ¿Entendido?- le dijo. Y Bruno asintió como un autómata, sin saber qué hacer. Se colocó bien las gafas con mano temblorosa e intentó ponerse en pie, no fue hasta que apoyó el peso sobre su pierna cuando se dió cuenta de que estaba sangrando. Le dolía pero no parecía grave.
 
Del hueco humeante en puerta metálica entraron tres hombres armados vestidos con indumentaria de guerrilla.
Uno de ellos hizo una seña y tras una palabra gritada en un idioma que Bruno no reconoció los tres comentaron a dispararles una ráfaga de balas con sus metralletas.
 
Tan rápido que Bruno no entendió qué pasaba Lucky le empujó y se colocó frente a él, protegiéndole de las balas. 
 
Bruno pensó, por un instante fugaz, que agradecía el gesto valiente del chico pero que era inútil porque les estaban disparando desde tan poca distancia que las balas casi les impactarían a quemarropa. Más el dolor desgarrador no llegó. Y cuando abrió los ojos Lucky seguía tranquilamente plantado con los brazos abiertos delante de los hombres que disparaban, les miraba imperturbable y en su actitud no había atisbo de duda.
 
Ninguna bala les dió, todas las ráfagas fallaban descontroladas y el impacto destrozaba la pared a escasos centimetroí de ellos dejándoles ilesos. 
Bruno vio sin poder creerselo como a uno de los hombres se le atascaba la metralleta y, queriendo bajarla, se le iba de control disparando sin querer a unonde sus compañeros en la cabeza y al otro en pleno estómago. Tras eso, el arma del cadáver sin cabeza cayó al suelo y con el impacto disparó en todas direcciones hasta que destrozó el pecho del que quedaba con vida. 
 
Y el silencio cayó pesado tras tanto ruido. 
 
Bruno no era consciente pero estaba respirando muy rápido y se ahogaba. Lucky se giró para asegurarse de que seguía a salvo.
 
-Tranquilo, tranquilo- le susurró colocándole bien la montura de las gafas, que se le habían deslizado por la nariz hasta quedar colgando. Bruno intentó respirar con normalidad. 
 
-Estamos vivos, Estamos vivos, estamos vivos- repetía Brumo sin llegar a entenderlo del todo- pero... Pero tú... Tú estabas... 
 
-Te dije que tengo suerte, no soy fácil de matar- le dijo Lucky con todo alegre, quitándole importancia. 
 
-¿Pero es como un super poder o algo así?- musitó el moreno agarrandose los rizos de su cabeza intentando recomponer su respiración. 
 
-Algo así- le dijo sonriendo. Bruno se quedó mirando como esa sonrisa de labios suaves y dientes pequeños le paralizaba el tiempo en aquella habitación polvorienta llena de escombros y sangre. Se acordó en ese momento de su propia sangre y se agarró la pierna con ambas manos para quitarse el trozo de metal que tenía clavado- ¿Te duele? 
 
-Estoy bien- su voz sonaba patéticamente temblorosa.  Lucky se giró y se acercó a los cadáveres con paso confiado, incluso aburrido, como si se enfrentase a una tarea rutinaria. 
 
-Genial, ahora vamos a averiguar por qué cojones quieren matarnos.
 
 
 
 
 
 


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