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Huida nuclear por Ghost princess Perona

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Notas del fanfic:

Saint Seiya, The lost Canvas, no es mío

Notas del capitulo:

Espero que les guste...

“Vamos, no seas miedica” Hakurei dijo mientras arrastraba a su amigo al ambiente de la universidad que servía de laboratorio para su mentor, Itia. La primavera había llegado muy rápido a Grecia y el aire frío se mezclaba con el calor abrazador en una apacible tarde, ideal para recorrer algunas ruinas o pasear por tu centro de estudios de la mano con tu persona ideal… si tenía suficientes jardines. “Quiero enseñarte dónde trabajo. ¿O acaso tienes miedo de terminar como un conejillo de indias?”

“No lo sé, ¿vas a convertirme en uno?” bromeó Avenir, aguantándose las ganas de arrastrarlo contra él y besarlo. El albino le dedicó una sonrisa ladina que casi le hizo creer que podía leerle la mente. “Tengo entendido que tu equipo está trabajando con cosas realmente avanzadas. No sé, algo como… ¿blindaje espacial?”

“Más bien los cálculos para hacerlo y algunos experimentos con aleaciones metálicas, pero…” el otro peliblanco lo volteó de improviso, besándolo. Hakurei retrocedió hasta darse contra la pared, levantando las manos, entrelazando los dedos de los dos. Cómo le gustaba estar así. El beso fue tan candente que cuando se separaron estaba falto de oxígeno. “Pensé que querías escuchar sobre mi trabajo.”

“Sí, pero olvidaste algo” le dio otro beso antes de continuar. “A mí no me interesan mucho las ciencias”

Era la verdad. Avenir Natchios no estaba muy interesado en el área de ciencias, en especial en física, la especialidad de su novio, pero era un chico tierno en el que se podía confiar para salvarlo de cualquier situación, algo que al fiestero Hakurei Vomó le sentaba de maravilla. Era su escudo, su salvador. Alguien en quien podía confiar. Por eso, aunque todos pensaban que hacían una pareja dispareja, ambos sabían que eran perfectos el uno para el otro. Además, para hablar de ciencia el menor ya tenía a su hermano. Con su novio quería hablar de temas diferentes. Y hablando de su hermano…

“¿Vas a trabajar o vas a quedarte ahí haciendo el amor contra la pared a la vista de todos?” preguntó Sage, apareciéndose de repente. Al contrario de su gemelo, que deseaba divertirse en sus horas fuera de trabajo, el menor era serio, muy calmado, menos sociable y mucho más ratón de biblioteca. Los dos eran genios, siendo estudiantes de doctorado en una de las universidades más prestigiosas, pero tenían diferentes enfoques de la vida. “Hola, Avenir”

“Hola, Sage” se apartó el otro. No se llevaban mal, su cuñado y él. Sólo que los gemelos tenían una relación agridulce. “Por cómo hablaste cualquiera diría que me repruebas como novio de tu hermano.”

“No, sólo temo que él te corrompa” comentó el peliblanco menor, echando a andar hacia el laboratorio con los dos otros a sus espaldas. “Por cierto, Haku, el profesor Itia quiere esos cálculos de densidad listos para ayer. Ya sabes, los que pospusiste para ir a la fiesta de Lilian el domingo.”

“Hey, no me culpes por tener una vida social” respondió él, muy ufano, sacando un cuaderno con apuntes que su enamorado no entendía. “Y ya los tengo listo, me puse a eso a la hora de comer. Necesité menos de una hora para terminarlo.”

“Sí, ya lo sabía” siguieron avanzando por los pasillos relucientes de la universidad, entre muchas personas que usaban batas de laboratorio. “¿y qué tal te va, Avenir? ¿Conseguiste entrar a la sinfónica de Viena?”

“Pues sí, pero saldré dentro de unos meses para allá todavía” respondió el joven Natchios, sonriendo. Él había cursado la carrera de música, siendo declarado un flautista prodigio. A él le gustaba mucho lo que hacía, aunque también practicaba otras cosas. Como pilotaje. Sí, era piloto certificado, pero no ejercía. Lo dejó para estudiar. “Quiero pasar el mayor tiempo posible con Hakurei antes de eso.”

“Siempre y cuando no se meta en nuestro trabajo” refunfuñó Sage antes de abrir la puerta al laboratorio. El profesor Itia Klímaca estaba ahí, como siempre, en compañía de Gateguard Arní, otro estudiante de doctorado.

“Hakurei, qué bueno que te unes a nosotros” lo recibió el hombre, acercándose a él, muy amigable. Se detuvo cuando vio que no estaba solo. “Y… ¿a quién tenemos aquí? ¿Otro estudiante ansioso por trabajar en mi estudio?”

“No, soy el novio de Hakurei” las esquinas de su sonrisa se cayeron un poco, pero siguió con esta prácticamente pegada a la cara. “He venido a ver qué tal iban con su… blindaje espacial o lo que sea que sea.”

“Pues” comenzó el científico, señalando sus computadoras. “Es justo eso, sólo que… un poco más complicado de lo que crees” presionó un par de botones, haciendo que unos mapas se volvieran tres d en sus narices. “El proyecto en el que trabajamos dará inicio a una nueva era de exploración espacial. Los viajes en cohete se harán mucho más seguros y más veloces, permitiendo una exploración más concisa y…”

“Tonterías” alguien que entró en el laboratorio mencionó. Parecía ser muy joven, pero algo en él les decía que debía tener muchos más años de los que aparentaba. Además, el marcado acento francés lo delataba como extranjero. “Las cosas no cambian, ¿verdad, Itia? Al menos no desde que estábamos en Stanford.”

“Demonios, ¿Cómo se las arregla para entrar siempre?” preguntó Gateguard, acercándose a sus condiscípulos. El profesor estaba sin habla, más se serenó.

“Vaya, Krest, ya me preguntaba cuándo ibas a venir. ¿Listo para ver ciencia de verdad?” inquirió, dándole una mirada retadora. “Y, para que lo sepas, mi blindaje especial será revolucionario en la industria espacial.”

“Es algo basado en ciencia ficción, eso es lo que es” el francés siguió burlándose, sosteniendo una taza de café en la mano. “Lo que tú quieres es vivir tu fantasía de friki de Star Wars… ¿o era Star Trek? Sí, ahora me acuerdo, de adolescente te paseabas por ahí en su suéter de Spok por todas partes, con esas orejitas puntiagudas” ahora el griego estaba rojo de rabia. “Definitivamente Star Trek”

“Y tú utilizabas unos lentes clavados a los de Harry Potter y una chompa de Slytherin, pero yo no me estoy burlando de ti, ¿verdad?” los dos se fulminaron con la mirada.

“¿Quién es él?” inquirió Avenir.

“El profesor Krest Verseau” respondió Hakurei, alejándolo de los dos científicos en guerra. “Es otro físico de la facultad, pero sus estudios tienen más que ver con… tiene otro enfoque” frunció el ceño. “Es estúpido que use eso de la ciencia ficción en contra del pobre profesor. Su propio estudio parece inspirado en Han Solo…”

“¡Cállate!” gritaron los dos mayores.

“Está bien” pero Avenir no había satisfecho su curiosidad.

“¿Qué clase de estudio podría estar inspirado en Han…?”

“Para que lo sepas, mis estudios de crioestasis van a ser un gran avance en la historia de la medicina. Gracias a ellos podremos combatir cientos de enfermedades. Lo que tú haces es sólo para unos pocos idiotas puedan creerse vaqueros espaciales” le espetó el extranjero antes de irse, con la cabeza bien en alto. Itia le sacó la lengua, volteándose.

“Ese idiota… ya verá, voy a lograrlo mucho antes que él. Y entonces voy a arrojar uno de sus congeladores de alta tecnología a un agujero negro para que vea lo útiles que son” dijo, escribiendo unas ecuaciones a alta velocidad. “¡Demonios! Podría saber si ya están listos en una simulación, pero no tengo a alguien con quién probarlo…”

“¿Por qué no lo hago yo?” preguntó el peliblanco mayor, ofreciéndose. Hakurei lo miró sin entender. “Soy piloto certificado, puedo volar uno de esos”

“Ehhhhhh… Avenir, no te quisiera ofender, pero… esto es mucho más difícil de volar que un simple avión”

“Bueno, yo… tomé algunos cursos de vuelo espacial por ser uno de los mejores de la clase” se rascó la cabeza, nervioso. “Lamento si olvidé mencionarlo, es que… no llegué a terminar la instrucción. Abandoné antes de terminar.”

“Eso… creo que es lo de menos” respondió su novio, poniendo las manos en las caderas. No sabía que el otro aún se guardaba algunos trucos. “¿Qué tal si tú pruebas nuestra invención y a cambio yo te doy una recompensa?”

“No lo sé, ¿Qué clase de recompensa?” le siguió el juego.

“Comencemos por una cena en mi apartamento esta noche” le respondió, juguetón, antes de volverte hacia su jefe. “El departamento de cómputo de la universidad tiene un simulador holográfico que podría sernos de utilidad para probar la efectividad de nuestro material. ¿Quiere que les pregunte si podemos utilizarlo?”

“Sí, pero no acuérdate de no tratar con el jefe. Nunca lo permitirá. Haz que un mando intermedio te lo preste” Hakurei salió del laboratorio directo a la sección de informática. Mientras tanto, los otros miembros del equipo se quedaron sin saber cómo conversar. Sobre todo el profesor y Avenir. “Te advierto que ese paseo no es para los asustadizos. Vas a entrar en órbita en tiempo real.”

“Pues, ya lo he hecho antes, así que no debe ser tan difícil” dijo, quitándose la chaqueta ligera que llevaba encima de la sudadera. “Puedo estar algo oxidado, pero mover un cohete es algo difícil de olvidar.”

“Qué bien” por alguna razón, el joven Natchios no estaba muy convencido de que el profesor realmente sintiera lo que estaba diciendo. También se le hacía que su existencia no le cayó muy bien, lo que lo llevó a sospechar que tenía algo por Hakurei. Pero no, no podía ser. Su novio le había dicho mil veces que cualquier relación con sus compañeros de laboratorio era simplemente profesional y él le creía. Además, el hombre era muchos años mayor que ellos, no había manera de que se fijara en él.

“Bien, ya está listo. Uno de los chicos va a dejarnos” dijo el estudiante al volver, tocando la puerta para llamar la atención de todos. Marcharon a un ambiente subterráneo, negro, que más parecía la guarida de un hacker que un estudio de realidad virtual. Lo único que podía ver era un asiento de cuero negro con guantes y unos lentes en él. “Sentirás unos mareos al principio, pero deberías estar bien.”

“Claro” estuvo a punto de marcharse, más el piloto lo detuvo. “Sólo respóndeme una pregunta, ¿Por qué no pueden tratar con el jefe de cómputo?”

“¿Qué no lo sabes? Él es…”

-Más tarde-

“¿En serio? ¿Te dijo eso?” Krest miró con cara de pocos amigos a la persona que estaba del otro lado de la mesa en su apartamento. Esta estalló en carcajadas, cogiendo su copa de vino para serenarse. “Tienes que admitir que tienen algo de razón, eso de la criogenia se parece a lo que el Imperio le hizo a Han Solo en la película.”

“Han Solo mi trasero. Mi ciencia no se parece en nada a esa fantasía barata” se quejó el científico, revolviendo sus macarrones. “¿Por qué estás diciéndome esas cosas? Se supone que estás de mi lado, Zaphiri.”

“Lo estoy, más… tengo que burlarme de vez en cuando, sino las cosas serían muy aburridas” comentó el peliazul, apoyando la cabeza en una de sus manos. En ella también lucía un reluciente aro dorado, señalando su estatus civil. “¿Acaso está mal querer un poco de picante en un matrimonio?”

“Tú lo sabes todo acerca del picante, ¿verdad?” le espetó el francés. Ocho años casados y aún así no llegaba a comprender del todo al hombre que era su marido, aunque tenía que admitir que era mucho más divertido así. Zaphiri siempre tenía una manera de sorprenderlo, se arrastrarlo fuera de su mundo de fría ciencia y darle el calor que necesitaba, una cualidad que lo hacía quererlo aún más. Incluso hacía sus peleas divertidas. Sobre todo la reconciliación. “Además, sé que les permitiste a esos idiotas utilizar tu sala de simulaciones. ¿Por qué diablos lo hiciste?”

“Eh, yo no lo hice, fue uno de mis chicos. Y no me informaron hasta final del día” respondió el otro, comiendo un poco de su fetuchini al Alfredo. “Además, ni que la sala fuera sólo para ti. Que sea tu marido no significa que vaya a reservar los servicios de cómputo para ti”

“Sí, claro” Krest tomó un poco de vino, acariciando después el borde de la copa. Su voz había estado cargada de sarcasmo, cosa que ambos sabían. Zaphiri Verseau era uno de los mejores programadores que existían y, a pesar de las políticas de la universidad, solía reservar sus servicios para su esposo. “Por cierto, ¿ya has terminado?”

“¿Quién crees que soy? Estuvo listo para el almuerzo” estiró una mano con USB entre sus dedos. “Con esto, tus cámaras de criogénesis tendrán por fin una programación adecuada. Podrás probarlas en nuestra sala cuando quieras.”

“Voy a empezar con las pruebas en chimpancés tan pronto como consiga simulaciones positivas” comentó en voz alta, haciendo que el otro levantara una ceja. “Y muchas gracias, cariño. Te lo voy a compensar.”

“¿Ah, sí? ¿Y cómo vas a compensar a tu genial esposo por su arduo trabajo?” preguntó el peliazul, acercándose.

“¿Qué te parece un viaje a un sitio exótico después de que le haya restregado el premio Nobel en la cara a Itia?” Krest lo besó. Quizás debería dejar la cena para después, llenar la tina con agua caliente y burbujas y tener una noche de apasionada intimidad conyugal. Una noche como cualquier otra.

“Yo estaba pensando… en un bebé” esto hizo que el científico se parara en seco. Sí, tenían mucha acción, pero… ambos eran hombres. No estaban programados para tener hijos. Además, Krest siempre había pensado que sería un pésimo padre. Su familia en París había sido todo menos ejemplar, nunca había tenido un buen modelo paterno, así que cuando Zaphiri vino con su idea de adoptar a un niño… bueno, ese no fue el mejor día para el francés. “Por favor, creo que estamos preparados.”

“Corrección, tú crees estar preparado. Yo no” respondió, estirando una mano hacia la copa de vino. “Zaphiri, te dije cuando nos casamos que no deseaba niños. Y tú me dijiste que tú tampoco, si más no recuerdo.”

“Es que… en esos momentos yo tampoco pensé que los querría en un futuro” el programador se reclinó. “Cuando tú me conociste, estaba en un periodo muy oscuro de mi vida. Lo había arruinado todo, quemado todos mis puentes… tú me sacaste de eso.” Le tomó la mano “Si me rehabilité, fue gracias a ti”

“Bueno… nunca había conocido a alguien que programara como tú y… tienes que admitir que los hackers tienen un sex appeal muy fuerte” sonrió. “Prometo pensar eso de adoptar, ¿bien? Sólo que… no ahora.”

“Entiendo” dijo, aunque se mostraba algo decepcionado. “Te quiero. Recuérdalo, ¿sí?”

“Claro… si recuerdas que yo a ti. De aquí al espacio infinito”

“¿Recuerdas nuestros votos de matrimonio?”

“¿Cómo no lo haría? Están grabados en nuestras alianzas” la levantó para admirarla. Los dos se rieron entonces, dejando atrás su problema. No es como si esperar un tiempo fuera a hacer diferencia, ¿verdad? Es más, los ayudaría a estar preparados, como tenía que ser.

-En otra parte-

“Sutura” el doctor Lugonis Psaria retiró la mano de la cabeza de su paciente para recibir el hilo de sutura. Como el mejor neurocirujano del hospital, su trabajo era mantener con vida a personas como ese inepto de ahí, que casi se había matado en un accidente de coche por andar conduciendo borracho. Terminó con su trabajo y salió el quirófano, quitándose la mascarilla antes que nada.

“Noche dura, ¿eh?” su hermano Luko se le unió tras salir de otro quirófano. Él era cirujano de corazón, prácticamente la única característica que distinguía a los dos gemelos, porque también era el mejor. “Acabo de realizar una cirugía a corazón abierto y mañana tengo programada otra, ¿Cómo llamarías a eso?” inquirió, quitándose los guantes. “Voy a ir por un poco de café, ¿quieres acompañarme?”

“No, prefiero irme a casa a dormir” respondió él, bostezando. Se sentía tan cansado que no podría dar un paso más sin caer dormido. “Dentro de una semana tengo una operación aún más complicada, así que preferiría guardar mis fuerzas para ese momento.”

“¿Quiero saber?”

“Sólo después de que lo haya logrado” dijo su gemelo, saliendo de la habitación. A las afueras del hospital, se encontró con alguien en un coche, que lo abrió para dejarlo pasar. Era un bonito auto deportivo, de los que sólo veías en Mónaco. Que es justo el país del que venía su novio.

“¿Desea que lo lleve?” preguntó el hombre anónimo.

“Claro. Sólo dime, ¿a dónde quieres llevarme?”

-En otra parte-

“Estoy pensando en tomarme un tiempo libre” comentó el hombre, sentado bajo la luz de la luna con Sage en sus brazos. El peliblanco se acomodó entre ellos, hundiéndose más en sus brazos. Su novio era de Italia, se habían conocido tras un corto viaje que hizo con su hermano para ver las ruinas romanas. “Puedo llevarte a algún lugar bonito si quieres”

“¿Cómo qué?”

“No lo sé, algo… que te hiciera sentir mejor” el otro suspiró, cansado. “Mira, no he sido el mejor de los novios. Mi trabajo en las fuerzas especiales me ha hecho viajar demasiado y sé que no es algo que disfrutes…”

“Claro que no, pero… entiendo” él se levantó, librándose se sus brazos. Llevaba dos años saliendo con un soldado, estaba acostumbrado a las ausencias, pero… ya quería tenerlo en casa. Para formalizar su relación, por decirlo de alguna manera. De otra manera parecerían más acostones esporádicos. “Sólo quiero que estés feliz”

“Y yo que tú lo estés” le pasó la mano por la espalda, haciendo que tuviera un escalofrío. “Por eso tomé la decisión de tomar un descanso… porque te amo. Y nada me lo impedirá.”

“¿Nada?”

“Nada” se besaron. Por desgracia para ellos, el destino tendría otros planes. ¿Por qué? Porque del otro lado del mundo, un hombre estaba tramando algo que pondría no sólo a su país, sino a todo el mundo, en jaque.

Notas finales:

Oh, la vida normal que se verá pronto interrumpida. ¿Hay algo mejor que eso? Perdón por los OC, es sólo que... los necesitaba por ahora, pero no se quedarán ahí mucho tiempo. Pronto vendrán los personajes que quieren leer. ¡Review!


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