El sonido de las campanas reúne el rebaño de la iglesia, indicando que es hora de sentarse. Los feligreses entran enseguida, acudiendo puntuales al llamado. Del otro lado del terreno también se aproxima una oveja ataviada de negro, pasando por el camposanto.
Las miradas están puestas en el altar, donde descansan las representaciones de la máxima autoridad. El padre observa, desde su posición, el gesto inerte de las caras en los asientos. El cielo encapotado provee para ese día luz blanca, como la que se imagina para un rayo celestial. Las biblias se abren, igual que la boca del padre para dar comienzo a la misa.
Es en medio de la silenciosa devoción y la palabra resonando entre las paredes, que la figura oscura llega a la entrada de la iglesia. Trae las botas sucias de la tierra de entre las tumbas y abre las puertas, con la gente dándole la espalda a la luz. Es el padre a quien ilumina de frente, sorprendiendo y cegándolo momentáneamente. Desde el altar, la silueta del muchacho se distingue del brillo del día, proyectando su sombra en el pasillo.
El chico levanta la mirada y sus ojos parecen desahuciados, buscan algo, y parecen querer encontrar la respuesta sobre el altar. El padre hace el camino hacia la entrada con prisa, y cuando está frente a él no le permite avanzar ni un paso más. El chico es hermoso pero es la sotana la que habla, observada por los santos en las ventanas, los de piedra y los que están sentados en las bancas mientras rezan dando voces, con sonrisas morbosas, cuando se resiste a marchar. Lo envía fuera, junto con todo aquello en lo que no quiere pensar al ver el color de sus iris, sus labios y su lengua.
El ánimo en el lugar parece más elevado y la misa continúa. Cierran los ojos para la oración.
Más allá de la oscuridad de sus párpados, el padre lo siente venir. Se aproxima como una paloma blanca aleteando fervorosa en el pecho de ese que camina directo a él.
Finalmente abre los ojos y sus manos están tocándolo a la altura del corazón, sobre la ropa, pero ya se conocen la piel. Le ve los labios que no pronuncian palabra pero es como si le gritaran en el interior, y cuando el chico se acerca a besarlo, el padre no opone resistencia.
Se pregunta cómo sería si le quitara las prendas negras, desde el abrigo hasta los pantalones; si él le quitara la sotana blanca. Cómo sería dejarse caer y quedar entre sus piernas mientras él mueve la cadera para que vaya más profundo, en el piso del altar. Cuál sería la mirada de los feligreses, si sería un espectáculo que no podrían dejar de mirar, si no les importaría mirar aun estando en donde estaban.
Mientras le exploraba la lengua, creyó que daba igual, ahí, frente a todos, con él. Sentía entrar la luz y al espíritu extender sus alas.
***
¡Qué onda, chicks!
Ese one shot es para el concurso "Cuéntame una canción" de la página LGBTQ en español en facebook; el relato debía ser de máximo 500 palabras y basarse en un video musical que los jueces asignaban y, bueno, yo me metí en el grupo Eros, que tenía este video.
¿Alguien ya conocía a Tooji? Porque yo no y es tristeeeeee porque tiene canciones geniales.
Me gustó la idea de escribir sobre The Father Project porque sentí que había una historia interesante en lo que contaba el video, aunque creo que no conseguí plasmar lo que realmente quería. La fecha límite de entrega es mañana y, como siempre, hago todo a último momento y soy muy floja para editar lo que escribo, así que creo que esto es lo mejor que pudo salir.
Si digo la verdad, el final fue bastante sacado de la manga porque ya me quedaban poquísimas palabras y no sabía cómo cerrar; no pensé en el final cuando me decía que era esta canción era una buena opción :p Sin embargo, no creo que esté taaaan mal, me gustó lo suficiente como para publicarlo, así que ñeeeee.
Estoy volviendo a escribir pero no creo que actualice nada pronto; me estoy metiendo en el fandom de Higuel, send heeeeeeelp.
Eso es todo por ahora ¡les mando un beso frutal!