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Eres mío por Nicole Prince

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No era buena persona, no era amable, no era pacifico, ni generoso. Tampoco era simpático, ni dulce. La verdad es que había muchas cosas que Hanamiya Makoto no era.

 

La enorme iglesia de estilo barroco había sido hermosamente decorada. El altar, iluminado por los cálidos rayos de la mañana. A su alrededor, cientos de velitas titilaban contentas, como si supieran que hoy era un día para ser feliz, un día especial. Una vistosa alfombra roja abría el paso desde el altar hasta la puerta de principal, esperando a que la atractiva novia caminase por ella. Por último, a ambos lados, los bancos habían sido adornados con azucenas blancas, dejando una agradable fragancia en el ambiente.

Los invitados, ya sentados, observaban eufóricos lo que sucedía a su alrededor mientras esperaban la llegada de la novia. El novio, ya allí, parecía nervioso y muy inquieto. “Es normal” pensaban unos, “es el día que más han esperado” pensaban otros. Solo uno de los allí presentes conocía la verdadera naturaleza de sus sentimientos.

 

6 meses antes

 

Había sido un día muy jodido, demasiado para su gusto ¿es que no podían morirse todos? Pensaba Hanamiya, mientras se jalaba el cabello negro. Trabajaba en uno de los bufetes de abogados más importantes de la ciudad de Nueva York. Le había costado sudor y sangre llegar hasta allí. Pero igualmente necesitaba quejarse diariamente de lo horrible que era trabajar allí para sentirse satisfecho.

—    Mako-chan ¡vamos a celebrarlo! — Gritó Reo Mibuchi, entrando precipitadamente en su despacho. Hanamiya lo observó con hastío, por esta vez pasaría por alto ese estúpido sobrenombre. Pero ¿qué demonios tenían que celebrar?

—    ¿Qué vamos a celebrar exactamente? — Se decidió por preguntar finalmente. El otro solo puso cara de desconcierto. Ante ese rostro Makoto no pudo evitar sentir cierto calorcillo en su bajo vientre. Estaba claro que Reo era atractivo, muy atractivo. Aunque a Hanamiya no le gustase aceptarlo, eran mejores amigos desde hacía años y, sin poder evitarlo, alguna vez habían acabado compartiendo la cama.

—    ¡¡El final de… EL CASO!! — Removiendo un poco la cabeza, el pelinegro devolvió su atención hacia Mibuchi, quien seguía allí observándolo.

—    No. — Contestó Makoto al final. Tras muchos pucheros, insistencias y la incorporación de Kotaro Hayama a la tortura, acabó por aceptar.

Después de muchas peleas y malas caras por parte de Hanamiya, decidieron ir a una discoteca que habían abierto recientemente. Para estar prácticamente en el centro de la ciudad, el lugar era amplio, medianamente iluminado y con música variada. Si quisieras describirlo, se podría decir que era el punto medio para todos los gustos.

Unas horas después, los tres estaban borrachos y desperdigados por dentro del local. Sinceramente a Makoto no le preocupaba, conocía a sus amigos —porque por mucho que lo irritara eso es lo que eran— y sabía que no debía preocuparse. Los tres eran absolutamente diferentes: A Reo le gustaba conocer gente nueva, hablar con ellos, bailar un poco. A Kotaro le gustaba bailar. Simple y llanamente. Amaba la música, cualquier tipo de música y perfectamente podía bailar por horas. Y demonios si bailaba bien. Por último, Makoto prefería mantenerse al margen, tomar una copa, bailar pero ligeramente alejado de las zonas más ocupadas.

De momento la noche iba a la perfección, cada uno haciendo lo que más le gustaba. Hasta que algo consiguió arruinar la noche de Makoto por completo. O al menos volver de los pies.

Comenzó a sonar una canción de bachata cuando Kotaro lo arrastró hasta la zona de baile.

—    ¡¡Vamos Hana-chan!! No puedo bailar esto yo solo. — Le gritó el rubio.

No era su tipo de música, en un día normal ni de coña lo pillarían escuchando eso. Hanamiya era más de rap, de música electrónica, algo más duro. GD X Taeyang, Saratoga, por ejemplo.

 Sin embargo, bailaba increíblemente bien, para qué engañarse. Además, ver la cara de fastidio que ponían el grupo de moscardones que hasta ese momento había estado rodeando a Kotaro, era un plus.

Y ahí fue cuando lo vio.

En una esquina de la discoteca estaba el equipo de Seirin al completo, con algún acoplado de la “Generación de las mariposas”, como le gustaba llamarlos.

—    Joder ¿tan mal karma tengo? — Maldijo el pelinegro.

—    ¿Eh? Oh, mira ¡¡Kiyoshi!! — Oh, mierda, pensó Hanamiya mientras veía a Kotaro correr hacia el grupo, o lo que dentro de ese lugar podía considerarse “correr”. Verdaderamente tenía que tener el karma hecho una porquería. 

Y su noche se convirtió en un infierno. En ese momento, concretamente, observaba con asco y angustia como la hiperplana entrenadora del Seirin se colgaba del cuello del majadero de Kiyoshi Teppei, susurrándole cosas al oído. Angustioso, asqueroso, pensaba con molestia. Seguro que eran extradulces, pensaba Hanamiya. No se la imaginaba diciendo guarradas al oído de su novio. Lo curioso, y gracioso a sus ojos, es que podía ver perfectamente las miradas de celos mal disimulados por el alcohol, que les dirigía el cuatro ojos y capitán de su equipo. Magnifico. Una fantasía.

Y entonces comenzó a sonar. “Propuesta indecente”, creía Makoto que se llamaba, de ese tal Romeo Santos. Y por supuesto, Kotaro volvió a arrastrarlo a la pista, solo que esta vez no estaba solo.

Te adelanto, no me importa quién sea él
Dígame usted

Si ha hecho algo travieso alguna vez

Una aventura es más divertida
Si huele a peligro

—    No sabía que bailabas tan bien. — Le susurró Kiyoshi al oído, apestaba a alcohol.

—    No sabes nada de mí, Kiyoshi Teppei. — Contestó sin apenas mirarlo.

—    Ja, eso es cierto. — Volvió a susurrarle, cada vez más cerca, Makoto prácticamente podía notar el roce de su pecho en la espalda. — Me gustaría.

Entonces Makoto sí que se dio la vuelta. Para sorpresa suya, el siempre amable y correcto Teppei estaba absoluta e innegablemente borracho. Exageradamente borracho.

—    Apártate, muchachote, deberías pensar en lo que haces. Sal a tomar el aire o algo. Shushu. —

Y si te invito a una copa
Y me acerco a tu boca
Si te robo un besito
A ver te enojas conmigo

Si te falto el respeto
Y luego culpo al alcohol
Si levanto tu falda
¿Me darías el derecho
A medir tu sensatez?

—    Pero escucha la canción, Makoto. Me encanta la canción. — Le susurró, una vez más, pegado a él.

Mierda. Autocontrol. O sensatez ¿desde cuándo ese personaje podía ponerle la carne de gallina?

Y si te invito a una copa
Y me acerco a tu boca
Si te robo un besito
A ver te enojas conmigo

Kiyoshi se acercó más a él, abrazándolo por la espalda, acercando sus caderas.

Qué dirías si esta noche
¿Te seduzco en mi coche?
Que se empañen los vidrios
Y la regla es que goces

Suavemente, y mientras le apartaba el pelo con delicadeza, Teppei comenzó a acariciar su cuello con la nariz. A dejar suaves besos por esa zona tan erógena.

How about it you and I (you and I)
Me and you (me and you)
You and I (you and I)

Ni aunque le apuntasen con una pistola en la cabeza, Hanamiya sabría decir qué o cómo pasó. Pero de una forma u otra, de momento se encontró con Kiyoshi Teppei en su cama, haciéndole una mamada.

—    Dios, no pares ahora. — Le suplicó.

—    No pensaba hacerlo…— Consiguió contestarle mientras acariciaba la punta de su pene con la lengua.

—    Oh, mierda…— “Makoto, tu nivel de pasividad aumenta por segundos”.

Poco después Hanamiya decidió que no quería ser el único que recibiese ese tipo de atenciones. Aplicando un poco de fuerza, consiguió cambiar las posiciones, sentándose a horcajadas sobre él, quitándole la poca ropa que aun está sobre su cuerpo.

Con una mirada hambrienta, o al menos así es como lo siente él, observa el rostro y cuerpo de Kiyoshi por completo. Lo siente duro al tacto, pero suave, nunca hubiese pensado que podría ser tan suave.

— “Mierda, adoro su puto cuerpo” — Piensa Makoto. Es como una representación de su propia personalidad, tan grande, fuerte, masculino, pero a la vez cálido y… ¿amable? ¿Podía un cuerpo ser amable? Pensó entre delirios.

Quería acariciarlo, besarlo, lamerlo y morderlo. Probarlo de mil maneras diferentes, buscar sus zonas más erógenas, quería más, mucho más; iba a necesitar muchas horas y noches enteras. Teppei no puede evitar gemir cuando Hanamiya besa lentamente su cuello, provocando que sus cuerpos se rocen cada vez más y por más lugares.

Y es que Makoto estaba demostrando ser un experto en hacerlo enloquecer. Sin dejar que Teppei tome la iniciativa, continúa besándole el cuello, repartiendo mordiscos y lametones, bajando por su pecho. Y continúa. Continuando el camino de besos, mordiscos y lametones llegando hasta el ombligo, luego las caderas y finalmente a la erección del castaño.

Y en ese momento, por primera vez en un buen rato, Hanamiya lo mira a los ojos mientras sonríe ladinamente, con anticipación. Para justo después introducirse completamente la erección de Kiyoshi en la boca, o la parte que cabía.

—    Quiero oírte gemir mi nombre…—

Aun con la mirada fija en el otro, para durante un segundo tomando aire. A continuación, comienza a lamer su glande con la lengua, haciendo círculos mientras que con una de las manos acaricia sus testículos. Acomodándose un poco mejor, inicia un vaivén de subidas y bajadas un tanto errático, medio producto de la excitación, medio producto del alcohol.

Unos minutos después, Kiyoshi acaba corriéndose en la boca de Hanamiya mientras este lo mira a los ojos.

Sin apenas darse un segundo para respirar, la pareja comienza a besarse de nuevo, de forma salvaje, necesitada, como si todo acabara en aquella cama.

En un momento en el que Hanamiya se descuida, Kiyoshi utiliza su propia saliva para lubricar uno de sus dedos y lo introduce rápida pero delicadamente. No duele, ni lo nota molesto, piensa Makoto, todavía no. El segundo dedo ya es otra cosa, molesta un poco pero también le lleva a pensar en cómo será notarlo dentro. Para cuando mete el tercero, Hanamiya está tan cachondo que no necesita más preparación.

Un gemido de dolor escapa de su boca cuando Kiyoshi se introduce completamente en su interior. Pero quiere más. Jadean, gimen, gritan, porque en ese momento, en esa cama, solo son dos cuerpos necesitados.

Al final, lo último que recuerda Makoto antes de caer dormido, es el sonido de una risa ligera, preciosa, y como alguien lo tapa con la colcha.

 

6 meses después

A la mañana siguiente, lo único que Hanamiya encontró fue una nota que decía: Ojalá, ojalá no hubiese necesitado tanto tiempo ni tanto alcohol para dar este paso. Ojalá, pudieses ser mío por el resto de mi vida.

Al principio Makoto no le dio importancia. No entendía a qué se refería el mayor, y realmente tampoco entendía muy lo que el mismo estaba sintiendo. Sin embargo, unos cuantos días después, gracias a una conversación entre Kotarou y Reo, lo entendió todo. Kiyoshi Teppei y Aida Riko se casarían el día 15 de noviembre. Por lo que escuchó, algunos comentaban que había sido un matrimonio de conveniencia, por negocios, otros decían que era amor puro. Ambos se conocían desde el colegio, y el amor había surgido muchos años atrás.

Y ahí estaba él, el único presente en esa iglesia que de verdad conocía los sentimientos del novio. Makoto no era buena persona, no era amable, no era pacifico, ni generoso. Tampoco era simpático, ni dulce, tampoco celoso. La verdad es que había muchas cosas que Hanamiya Makoto no era. Y por eso, aunque no pensaba alzar palabra, había asistido a la boda.

No había sido invitado, pero Kotarou le preguntó si quería ser su acompañante ¿y por qué no? Nada más aparecieron, Kiyoshi empalideció y comenzó a mostrar signos de nerviosismo. Pero, Makoto no pensaba decir nada, no estaba ahí para arruinar la boda.

Le bastaba con observar a Teppei, recordar aquella noche, saber que mientras él estuviese ahí Kiyoshi también lo recordaría. Le bastaba con saber que a pesar de sus errores, de su egoísmo, el castaño siempre seguiría enredado en su telaraña, en él.

Porque Kiyoshi Teppei, era suyo.


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