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Atados por HarumiJGLeon

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Notas del fanfic:

Voy estar subiendo mis historas en esta pagina porque se adecua al concepto de mis historias pero las actualizaciones seran más lentas que en Wattpad. 

Si quieren leerlas busquenlas por el mismo nombre.

Harumi 

Notas del capitulo:

Este capitulo es para mayores de 16. 

El Omega se estremeció de deseo, de expectación, mientras se daba la vuelta en silencio para permitir que el Alfa le bajara la cremallera del short. Un ronco gemido brotó de su garganta cuando sintió que sus labios recorrían el mismo camino que la cremallera unos instantes; antes de que el Alfa se pusiera de pie y le diera la vuelta.

Elevo una pierna tras otra para que Veikko le sacara el short, que enseguida cayó al suelo. Se quitó las zapatillas y los incómodos tirantes que sujetaban el short.

…No te toques …dijo Veikko al ver que Gomer se disponía a introducir sus dedos.

Sin dejar de contemplar su rostro tan ruborizado. El Alfa se quitó la corbata y el cinto negro antes de acercarse.

…Siempre me he preguntado cómo sería amarte de esta forma …confesó Veikko…. Voy a disfrutar mucho averiguarlo …añadió con acento ronco y seductor.

El Omega empezó a excitarse cuando el Alfa comenzó a desabrocharle los botones de la camisa escolar uno a uno, muy despacio; y se estremeció de placer cuando finalmente terminó con la camisa y comenzó a acariciarle los pezones duros e hinchados.

Notó que le temblaban las piernas cuando Veikko, se agachó y empezó a lamerle el pecho con lengüetazos lentos y rítmicos que le mojaban la piel. Los pezones se les pusieron aún más duros, y el Alfa comenzó a mordisquear uno suavemente, a lamer y a succionar.

Instintivamente, Gomer le agarró la parte de atrás de la cabeza para sujetarlo contra su pecho, con la espalda arqueada y jadeando mientras la excitación avanzaba como un río de fuego entre sus muslos y lo mojaba hasta dejarlo caliente y palpitante.

El Alfa pasó a acariciarle el otro pezón, lamiendo y succionando con afán mientras con la mano le pellizcaba y acariciaba el otro.

El Omega estaba más excitado que nunca. Explotaría en mil pedazos mientras ese hombre seguía allí totalmente vestido: aunque el Omega sólo llevara los boxers puestos.

El Alfa aumentó la intensidad de sus lengüetazos, y pasó a acariciarle entre las piernas. Le colocó la palma de la mano en su entrada, y empezó a introducir el dedo índice. Al Omega le resultó dolorosa por ser la primera vez que introducían algo en su cuerpo. Por lo que soltó unos pequeños quejidos.

Veikko se dió cuenta de esto por lo que fue un poco más despacio con el pequeño Omega.

…Todo va a estar bien, pequeño mío.

Veikko siguió con lo mismo más suavemente hasta que el Omega sintió un placer intenso entre los muslos, que rápidamente se extendió por todo su cuerpo en fieras llamaradas, y se arqueó hacia atrás para poder pegarse más a su mano mientras alcanzaba un clímax intenso, infinito, que liberó por su miembro.

Le cedieron un poco las piernas, echó la cabeza hacia delante y la apoyó sobre su hombro mientras los espasmos de placer empezaban a ceder.

…Yo no... nunca... ha sido... …Trato de excusarse el Omega al notar que manchó la ropa del Alfa.

…¡Eres hermoso! …le aseguró el Alfa con voz ronca e intensa, mientras se inclinaba y la levantaba en brazos para llevarlo a la cama.

Sin dejar de mirarlo, allí tumbado, empezó a desabrocharse la camisa. Ningún Omega le habría parecido tan bello a la luz de la luna, su piel era como el oro en su perfección y brillo; y vio en sus ojos el resplandor de satisfacción. Su postura en la cama, ligeramente ladeada, con una mano descansando sobre el muslo y las piernas un poco recogidas, le pareció muy provocativa.

Veikko se dejó la camisa desabrochada, revelando un torso juvenil y con musculatura, y prosiguió rápidamente a desabrocharse los pantalones.

…Déjame a mí …el Omega le tendió la mano…. Ahora me toca a mí desvestirte …le susurró mientras le hacía sitio en la cama para que se tumbara a su lado.

Veikko no se negó en absoluto a dejarse desvestir, puesto que lo que más anhelaba era sentir esas manos pequeñas y delgadas acariciando su cuerpo desnudo.

Y qué gusto sintió al sentir sus manos que le retiraban la camisa para acariciarle el pecho: manos ligeras y suaves, deslizándose por su cuerpo, deleitándose a cada paso, mientras lo recorrían de arriba abajo.

Veikko aspiró hondo al sentir que una de sus manos se deslizaba bajo la cinturilla del pantalón y empezaba a tocarle con suavidad, rodeando con sus dedos ligeros su miembro palpitante.

Gomer pensó que era como el acero enfundado en seda. Terminó de quitarle los pantalones para acariciar mejor su miembro de arriba abajo, con movimientos lentos y rítmicos. Gomer se deleitó con el bamboleo sensual de sus caderas, y no dejó de acariciarlo. Cuando pasó el pulgar por la punta sintió que se escapaba una gota de humedad.

Pero deseaba más; lo deseaba todo. Deseaba no sólo acariciarlo, sino también saborearlo.

Se arrodilló a su lado para quitarle del todo los pantalones y los bóxer, que dejó caer en el suelo. Y sin dejar de mirarlo a los ojos, le separó las piernas y se colocó entre sus muslos y empezó a tocarlo de nuevo.

Entonces lo miró. Tenía un miembro grande, duro y maravilloso. Inmediatamente agachó la cabeza y empezó a jugar con la boca, con los labios y la lengua, sintiéndose más valiente y poderoso al escuchar sus gemidos de placer.

El Alfa le puso las manos en los hombros, como si le rogara que no dejara de acariciarlo con su lengua, de tocarlo y besarlo.

Poco a poco sus gemidos se volvieron más roncos, más jadeantes, y Gomer se deleitó con su placer como si fuera propio. ¡El placer también era suyo!

Jamás había sentido nada igual; tan desinhibido, tan libre de expresar el disfrute con el cuerpo de un Alfa.

El Alfa tenía un cuerpo que se adapta perfectamente al del Omega, su piel era como la seda, sus hombros anchos, su estómago plano, sus muslos marcados.

…¡Basta, pequeño! …gimió con desesperación…. Quiero terminar de desnudarte, muy despacio, y después quiero acariciarte y besarte como acabas de hacer tú …continuó.

Gomer sonrió y se incorporó para dejar que el Alfa le quitara el bóxer de seda. Segundos después estaba totalmente desnudo delante del Alfa, y entendió por su gesto y su respiración entrecortada que le gustó lo que vio.

A la luz de la luna, Veikko se dijo que el Omega era la perfección hecha carne. Tenía un pecho plano y formado con unos pezones rosados que los adornaban, la cintura estrecha, un pequeño miembro, unas piernas delicadas, y una sonrisa deliciosa en los labios mientras se tumbaba sobre las almohadas.

Veikko llevó la mano a la cabeza del Omega y le acarició las mejillas sonrojadas.

"¿Esta bien lo que estoy haciendo?", se preguntó mentalmente Veikko.

El Alfa al verlo con esa sonrisa tan encantadora y mirarlo con esos ojos llenos de deseo no pudo más con sus dudas.

…Esto es por tu bien y yo haría cualquier cosa por tí. Te amo, Gomer.

Entonces se inclinó y empezó a besarle el pequeño miembro, continuó por sus muslos y le metió la lengua en su entrada al tiempo que se movía para colocarse entre sus piernas.

El Omega tenía la piel suave como el terciopelo, y gemía placenteramente cada vez que el Alfa lo acariciaba; gemidos finos como los de un ratoncito cuando él se movió más despacio y empezó a pasarle la lengua por el pequeño miembro, acariciándolo rítmicamente.

Gomer se sintió desfallecer con las oleadas de placer que recorrían su cuerpo, placer que se volvió rígida tensión al sentir que estaba a punto de alcanzar el orgasmo de nuevo.

Era demasiado ... no podía ...

…Por favor ... …susurró…. Quiero ... necesito ...

…Dime lo que quieres, mi pequeño ratoncito …la animó con voz ronca.

…A ti …gimió el Omega mientras lo agarraba con premura…. ¡Te necesito!

…Entonces me tendrás …resolvió Veikko, colocándose bien encima del Omega…. Totalmente.

Gimió como un animal cuando penetró con su miembro formidable aquel lugar secreto entre sus piernas. Se quedó quieto unos momentos, disfrutando del placer de estar dentro del Omega; entonces levantó la cabeza y observó como la luz de la luna se iluminaba tenuemente provocando un brillo en las pequeñas gotas que salían de los ojos de su Omega.

Nunca le gusto verlo llorar pero en ese momento verlo así le provocó cierta perdida de control.

"Quiero marcarlo", pensó el Alfa.

Se movió despacio, sabiendo que el placer que había sentido no era nada en comparación con el que iba a sentir.

La intensidad de las sensaciones aumentó, se hizo más fuerte, hasta que Veikko no estuvo seguro de si podría seguir dominándose. Empezó a embestirlo hasta el fondo, suavemente, alentado por los suaves gemidos del pequeño Omega.

Veikko aguantó todo lo que pudo, y se dijo que la próxima vez aguantaría más para que Gomer volviera a disfrutar del clímax. Pero de momento la necesidad de desahogarse era demasiado intensa como para dejarlo desatendido además de prevenir una «marca» prematura. Cuando lo oyó gemir y sintió que su interior lo succionaba, mojado y caliente. El Alfa también se dejó llevar por su necesidad y se desahogó con mucha más satisfacción por haber alcanzado el orgasmo a la vez que el Omega.

Veikko estaba abrazada a su ratoncito, sudorosos los dos después de hacer el amor. El Omega tenía la cabeza apoyada en su pecho, y el Alfa le acariciaba la cabeza. Ambos estaban demasiado saciados como para intentar moverse, y al ser la primera vez del Omega este se quedó dormido.

Porque había sido mágica; más de lo que Veikko habría imaginado posible. Su pequeño Omega le había permitido tener la libertad de explorar y acariciar su cuerpo como jamás se había atrevido a hacerlo con nadie.

Además, con el Omega se sentía amado, porque entre sus brazos era suyo.

Pero a medida que se iba percatando de los golpes en la puerta, Veikko se dio cuenta de repente de lo que había hecho.

¡Una cosa era ser temerario, y otra hacer locuras! Y aquello, pensaba Veikko, aunque un poco demasiado tarde, había sido una locura completa. Había hecho el amor con un Gomet, su familia, en el instituto Farkas. El Alfa allí tumbado con su Omega entre sus brazos y la sala llenó de gente.

Una locura maravillosa y excitante, pero una locura al fin y al cabo.

Pero todo tenía su fin, y aquello también.

…¿Te has dormido? …le preguntó Veikko en tono dulce al percibir la quietud y el silencio del Omega que hacía tan poco había cabalgado con el Alfa hasta alcanzar las cimas más altas del placer, del modo más erótico e increíble que había experimentado en su vida.

Se dio cuenta de que tenían toda la ropa tirada sobre la alfombra junto a la cama, de lo imperiosa que había sido la necesidad de ambos de estar piel con piel. Veikko lo deseaba de nuevo; pero no de esta forma, no en su celo, sino cuando fuera consciente de ello, donde el Omega lo deseara realmente y no cegado por su celo.

Celo que nunca debería haber pasado hasta que sacaran el brazalete contenedor.

 


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