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Siempre Te Amaré por AniBecker

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El sol se colaba por la ventana algo agrietada, haciendo que el azabache se tapara más con la manta. Había llegado la primavera, y con ello, un nuevo curso escolar. Asistiría a su primer año en la Academia Konoha, institución muy conocida por albergar en sus aulas a estudiantes de alto estatus social.


—Sasuke, levántate ya, hoy empiezas las clases, y ese instituto es muy estricto, recuerda que no puedes perder la beca —habló su hermano quitándole la manta que lo cubría —.Sasuke, despierta de una vez. Por fin dejó de llover.


—Nii-san... Ya estaba despierto, apenas he podido dormir en toda la noche —protestó, sentándose en el futón—. Ya podría haber dejado de llover mucho antes. Mira ¾señaló un lado de su futón—, aún sigue húmedo por culpa de las malditas goteras.


—Lo siento, si no se seca para esta noche, usa el mío —el mayor hizo una mueca, y se levantó y le puso el desayuno al lado en una mesita baja de madera—. Anda, desayuna antes de que se enfríe.


Se incorporó mejor y se acercó a la mesa, observando que su hermano, una vez más, no le había esperado para desayunar juntos. Comió en silencio, observando a su hermano caminar por la estancia, preparándose para marcharse a trabajar.


Por lo pronto, él lo imitó y se vistió con el uniforme de su nueva preparatoria, impoluto y planchado. Itachi tomó un bote metálico que se encontraba encima de una cómoda de seis cajones, y le extendió un billete.


—¿Qué pretendes que compre con eso? ¿Mi almuerzo? —arqueó su ceja al ver la poca cantidad que le daba.


—Perdona, prometo que mañana te hago el bento para todos los días —se disculpó algo cabizbajo—, estuve todo el fin de semana trabajando y no pude comprarte nada.


—Tampoco iba a ser mucho —tomó el billete y se lo guardó, yendo hasta la puerta, dándole pequeños golpes para conseguir abrirla.


—Que te vaya bien —le sonrió, pero su hermano no le respondió. Dejó escapar un suspiro, no entendía la actitud de su menor. Recogió el futón dónde durmió el azabache y los platos utilizados en su desayuno, para después tomar sus cosas y también salir rumbo a la calle.


Vivían en el distrito más alejado del centro de la ciudad, por lo que tenía que caminar bastante, por eso, su hermano debía salir con una hora y media de antelación a la hora de entrar a clase, para poder llegar a tiempo.


Claro que no le gustaba vivir en ese lugar, pero era lo que le había tocado vivir. Cuando apenas tenía doce años y su hermanito siete, sus padres fallecieron en un accidente de tráfico, por lo que a muy temprana edad tuvo que hacerse cargo de Sasuke.


No habían podido localizar a algún familiar que se pudieran hacer cargo de ellos, y al ser menores, su destino fue un orfanato. Itachi tenía miedo de que al entrar ahí, los terminaran separando por si alguna familia quisiera adoptar a uno de los dos, y así fue. 


Sasuke fue adoptado poco después de estar ahí tres meses, pero a Itachi no le había gustado mucho el hombre que había adoptado a su hermanito, pareciéndole un hombre demasiado pedófilo, con esos ojos de serpiente y ese semblante escalofriante, por lo que se escapó del orfanato y, consiguiendo la dirección de la casa dónde vivía Sasuke, lo sacó de allí rápidamente. Vagaron varias semanas por las calles, ocultándose de las autoridades para evitar ser llevados a un orfanato, buscando dónde quedarse y qué comer.


Temía por la seguridad de su querido hermanito y hasta de la suya propia, ya que ambos eran unos simples niños, perfectos para poder abusar de ellos o formar parte de una trata de menores, por no decir de que eran dónceles. Por suerte, un matrimonio mayor lo acogieron en su pequeño apartamento —en el que actualmente vivían—, y con mucho esfuerzo económico de su parte, consiguió que Sasuke terminara sus estudios primarios.


El matrimonio acabó falleciendo debido a la edad, y ellos se quedaron en ese apartamento. Itachi buscaba pequeños trabajos para que su menor pudiera entrar a la secundaria y como ahora, a la preparatoria, sacrificándose él en no terminar sus estudios secundarios si quiera.


Pero eso a él no le importaba, sólo miraba y velaba por el bienestar del menor, no quería que le faltara nada, y mientras pudiera estar a su alcance, intentaría conseguir todo lo que pudiera para él.


Desgraciadamente, debido a que carecía de preparación académica, no conseguía grandes trabajos, o al menos alguno con el que pudiera conseguir el suficiente dinero para marcharse a otro apartamento que tuviera la renta baja y al menos sea más habitable que en el que vivían.


Y es que no era para menos, ya que, primero agradecía enormemente que aquel matrimonio mayor lo hubieran acogido en ese lugar, y segundo, poder seguir estando ahí, aunque fuera demasiado pequeño que sólo contaba con un baño en el que apenas entraba una persona, la cocina con una estufa y una pequeña nevera, y la sala, que tenía una cómoda, una pequeña mesita de centro y al menos un televisor, que los días de lluvia o viento perdía la señal y no se veía.


En esa misma sala tenían dos futones que recogían cuando no los estuvieran utilizando, y días lluviosos como la anterior noche, el agua se colaba por el techo, y debían poner cubos para recoger la que se filtraba, pero había goteras que no podían evitar y como resultado, se terminaba mojando algo en el lugar.


Gracias a las muy buenas calificaciones de Sasuke, recibió una beca estudiantil, por lo que tenía el privilegio de asistir y estudiar en la tan afamada Academia Konoha. Pero dicha beca no cubría completamente todo, únicamente la mitad, por lo que no dudó nuevamente en matarse trabajando en infinidad de trabajos —que ni el azabache menor se podría imaginar— para reunir la otra mitad para su adorado hermano, porque por él, haría cualquier cosa.


Pero ahora tenía un gran problema, y es que desde el día de ayer, se había quedado sin trabajo. La dueña de la pequeña panadería dónde llevaba trabajando un buen tiempo, se jubilaba, y como no había conseguido traspasar el negocio, terminó por cerrarlo, dejándolo así nuevamente sin trabajo.


No quiso comentárselo al azabache, ya que no quería preocuparlo ni oírlo refunfuñar, por lo que actuó con normalidad delante de él. Caminó por las calles, buscando algún cartel que demandaran algún trabajador, sin éxito de momento.


Miró el reloj digital que había en uno de los rascacielos, viendo que ya era medio día. Se sentía cansado y hambriento. Fue hasta una pequeña plaza y bebió agua en una de las fuentes para calmar un poco su sed, en lo que descansaba y pensaba hacia qué sitio de la ciudad dirigirse ahora.


Su estómago dolía, y es que no había desayunado nada esa mañana, ni tampoco cenado la noche anterior. Lo poco que le quedaba en la nevera debía ser exclusivamente para Sasuke, no iba a permitir que al menos pasara hambre.


Aún le quedaba algo de dinero en el bote metálico, pero debía administrarlo bien en lo que conseguía nuevamente un trabajo. Observó una tienda de golosinas, dónde aparte de preguntar si necesitaban a alguien, compró unos caramelos. Al menos con ellos intentaría evitar que le diera una hipoglucemia.


Se dispuso a reanudar su caminar, sentado en esa plaza no iba a conseguir nada, y lamentarse por su situación mucho menos, por no decir que caminando pensaba menos en algún tipo de alimento.


Sin darse cuenta, llegó hasta un gran edificio, de varias plantas y extenso. Se fijó mejor, comprobando que se trataba de la Academia Konoha, donde estudiaba a partir de hoy Sasuke.


Al tenerla tan cerca, podía ver cómo imponía. Se notaba que era una institución de élite, estudiar ahí era una auténtica ventaja a la hora de poder ingresar en un futuro en las mejores universidades del país, se sentía feliz que su hermanito pudiera estar ahí.


—Perdone, ¿está buscando a algún alumno? —oyó una voz a sus espaldas. Rápidamente se giró, encontrándose con un hombre canoso, avanzado en edad—. No tiene pinta de estudiar aquí.


—Ah, no, no estudio aquí, aunque sí mi hermano —el mayor lo observó, fijándose en el portafolios que llevaba en su mano derecha.


—¿Por casualidad viene por el anuncio de la agencia?


—¿Qué anuncio? —pregunto con curiosidad.


—El que oferta el empleo de conserje —con un leve movimiento de cabeza, señaló lo que llevaba en su mano—, por cómo lleva me imagino ahí su currículum y está justo delante de la escuela.


—Ah... ¿y qué tipo de empleo están demandando?


—Es para el puesto de conserje —los ojos oscuros brillaron esperanzados—, ya estoy mayor, y pronto me jubilaré, por lo que se necesita encontrar a otra persona pronto.


—¿Y yo podría concertar una entrevista? Me interesa —nuevamente, el hombre lo observó detenidamente.


—¿Es en serio? Se te ve muy joven —respondió con algo de desconfianza.


—Bueno, lo soy, pero puedo realizar cualquier tipo de trabajo, no tengo ningún conveniente.


—Está bien, entonces pasa, el director le realizará la entrevista entonces.


—Muchas gracias ¾hizo una leve reverencia en agradecimiento, siguiéndolo dentro del recinto estudiantil.


El instituto por dentro se veía completamente lujoso y bonito. Para albergar a tantos alumnos, no se oía ningún ruido, todos debían estar en sus aulas y comportándose adecuadamente mientras reciben sus lecciones.


Llegaron hasta una gran puerta de madera impoluta, con una placa dorada que ponía Dirección, y el viejito dio unos leves toques en ella, oyendo segundos después una voz dándole permiso.


El hombre pasó, diciéndole que esperara un momento ahí, que iba a informarle al director, para poco después volver a salir e indicarle que pasara. Al pasar, un hombre rubio estaba sentado en su gran sillón de cuero, detrás de un imponente escritorio de madera de roble.


Agradeció el permiso y saludó con educación. El director le sonrió y pidió que se sentara. Por su tono de voz y gestos, se veía una persona amable y, después de hacerle varias preguntas y ver su currículum, le dio la buena noticia de que el puesto era suyo.


No podía sentirse más feliz, había encontrado un trabajo en el que tenía buen horario y además iba a ser buen remunerado. El director, amablemente, le pidió si podía incorporarse inmediatamente, a lo que él no puso ninguna objeción.


Después de agradecerle más de tres veces al hombre rubio, salió despidiéndose y siguiendo al conserje, que iba a entregarle un uniforme igual al que él llevaba, y cuáles eran los utensilios y las tareas a realizar.


—Me alegro ver una cara joven, seguro que serás muy buen trabajador —dijo con sinceridad el canoso—. Mira, esta es la estancia dónde cambiarte y dejar tus cosas. Ahora te guiaré al cuarto dónde están los utensilios de limpieza, las herramientas y demás cosas —le extendió un mono de cuerpo entero color gris oscuro—. Espero sea de tu taya.


—Seguro que sí —se lo colocó viendo como sí era de su talla.


—Era cierto, te queda bastante bien. Ven, te voy a enseñar las instalaciones. El trabajo de conserje no sólo es abrir las puertas del recinto, recoger el correo, vigilar que los alumnos no se salten clases y que todas las aulas estén en correcto funcionamiento y no falte nada. También se debe arreglar el jardín, aunque hay contratado personal de limpieza, el conserje también debe velar que todo esté en orden y en perfecta limpieza.


—Se nota que el trabajo del conserje es muy importante —sonrió con sinceridad—. ¿Por dónde quiere que empiece, Fukui-san?


—Primero te mostraré todo, vayamos a recorrer el lugar —él asintió y lo siguió.


.


.


Su noche no había podido ser peor, apenas pudo descansar debido a las goteras del apartamento. Cómo odiaba tener que vivir en ese lugar. Su casa era un auténtico desastre, demasiado pequeña y con más desperfectos que cosas buenas.


El barrio era otro quebradero de cabeza, ya que era el distrito más alejado del centro de Tokio. Ese lugar al principio era un sitio dónde vivía la gente humilde que trabajaba el campo, pero después, debido a la que con el tiempo mucha de esa gente había fallecido, ahora el barrio contaba en su mayoría con familias humildes y trabajadoras que, por motivos económicos no se han podido marchar de ahí todavía, pero por desgracia, también en el último tiempo, delincuentes entre otros, dónde las peleas callejeras y el contrabando ilegal de estupefacientes se convertían en el día a día en ese distrito.


Odiaba una y otra vez la situación que vivía junto con su hermano, llevaba así desde los siete años, cuando sus padres fallecieron en un fatal accidente, y por miedo a ser separados como ocurrió en un principio, aceptó la idea de su mayor de huir después de haber sido adoptado.


Ahora que lo pensaba fríamente, pensaba que quizá esa hubiera sido la mejor opción, ya que si hubieran ido a parar ahí, probablemente ahora tendría una familia y al menos,  y su situación seguro que se encontraría muchísimo mejor que ahora.


Y para colmo, debía estudiar en ese instituto en el que su hermano se había empeñado que entrara. Su mayor le decía que era una de las más prestigiosas Academias y que al estudiar ahí muchas puertas para futuras universidades y trabajos podrían abrirse más rápido, pero él sólo lo veía un sitio para niños ricos.


Era cierto que se había ganado esa beca debido a sus altas calificaciones en secundaria, pero dicha beca sólo le cubría la mitad del importe. Respiró tranquilo pensando que su hermano no estaría de acuerdo debido que un lugar así se les escapaba de sus recursos, lo último que quería era entrar ahí, con una preparatoria normal le valía, pero cuál fue su asombro cuando Itachi, emocionado le dijo que como diera lugar, él conseguiría pagarle dicha cantidad, y así fue.


Una vez en la puerta, observó la cantidad de alumnos que entraban en el instituto, algunos alegres, otros no tanto. Varios autos de diferentes marcas estaban a un lado de la calzada, de dónde se bajaban también más alumnos.


Estaba claro que, si decía de su procedencia, sus tres futuros años de estadía ahí iban a ser un auténtico infierno, por lo que la mejor opción, sería fingir que poseía tanto o más dinero que todos esos niños ricos.


Respiró hondamente y atravesó la verja metálica, encontrándose con un bello jardín muy bien cuidado. Vio cómo un grupo de personas se masificaba delante de algo que no le llamó la atención. Se dispuso a seguir su camino cuando hacia el edificio principal cuando un chico rubio reía junto con su grupo de amigos, tropezó con él.


—Perdona, perdona, no iba mirando por dónde iba-dattebayo —se disculpó el chico con alegre voz.


—Pues mira por dónde vas, idiota.


—Oye, ya te he pedido perdón, un descuido lo tiene cualquiera.


—Si no estuvieras haciendo de las tuyas, andarías con cuidado —intervino uno de sus amigos, uno de cabellos castaños y algo alborotados.


—Eres muy problemático, ¿es que no te cansas de hacer siempre las mismas bromas? —habló el que llevaba el cabello recogido en una coleta alta.


—¡Naruto! —una voz femenina se hizo presente, dejando ver a una chica de cabellos rosados, que se notaba molesta. Fue hasta él y le golpeó en la cabeza.


—¡Duele, Sakura-chan! ¿Por qué me golpeas?


—Porque siempre estás igual, ¿por qué pintaste ahora la estatua del director? Después todos nos cargamos con tus tonterías.


—Quiero poner a ese viejo a prueba con qué es capaz de hacerme —levantó sus dedos en señal de victoria, esquivando posteriormente otro golpe que la chica iba a propinarle—. Vamos, sólo era una pequeña broma de inicio del curso-ttebayo —se llevó ambas manos detrás de su cabeza, con una amplia sonrisa. Sasuke chistó molesto.


—Qué infantil.


—¿Qué dijiste?


—Que actúas demasiado infantil, qué tienes, ¿cinco años? —ese comentario terminó por enfadar al rubio.


—¿Quién te crees que eres? Lo que haga o deje de hacer no es tu problema.


—No lo es ni me interesa, sólo eres un Dobe —dicho esto, se marchó dirección al edificio principal.


—¿Cómo me has llamado? ¡No te creas la gran cosa, tú eres un Teme! —protestó Naruto gritaba, siendo retenido por sus amigos. Sólo esperaba que no fuera de su misma edad y que cayera junto a él en la misma clase.


—¡Deja de molestar a los nuevos alumnos! —esta vez no se libró del buen golpe. Se giró hacia el azabache, con una personalidad y un rostro completamente diferentes a hacía un momento—. Perdónalo, es un idiota —le sonrió, pero terminó por ignorarla a ella y a los demás, marchándose hacia el edificio principal.


Fue hasta secretaría, dónde ahí le dieron su número de alumno, la llave de su taquilla, qué número de aula le habían asignado y un papel con información del centro. Llegó a la indicada, y entró sin si quiera saludar.


Apenas había alumnos dentro, por lo que los pocos que había, no le prestaron atención. Encontró muy encantador el último lugar al lado de la ventana, ahí no sería molestado. Lo malo, que los pupitres eran dobles. Sólo esperaba que nadie se sentara a su lado.


El aula empezó a llenarse de más estudiantes, y suspiró al ver que ni el rubio ruidoso y la peli rosa empalagosa habían entrado por esa puerta. Al menos, no los tendría junto a él.


—¿Está ocupado este lugar? —nuevamente, una voz femenina lo sacó de sus pensamientos. Se encontró con una chica pelirroja.


—No, pero agradecería que no se sentara nadie.


—¿Eres así de simpático con todo el mundo? Están todos los sitios ocupados, y este es el único libre —colocó su bolso encima de la mesa, y se sentó—. Además, te divertirás teniéndome de compañera de asiento. ¿Cómo te llamas?


—Qué fastidiosa eres, ¿no ves que no quiere dirigirte la palabra? Lo molestas, loca histérica.


—¡Suigetsu, desgraciado! ¾lo golpeó. Era la segunda chica que veía golpear a un chico en el mismo día. ¿Qué era una nueva moda? —. No molestes, estoy hablando con él.


—Más bien estás hablando sola, porque te está ignorando. Anda, cámbiate de sitio, vete a sentarte junto a Juugo, yo me sentaré aquí, que seré mejor compañía que tú.


—¡De eso nada, yo he llegado antes!


—Si tengo que opinar a quién prefiero, el de dientes raros al menos no es tan ruidoso como tú —habló Sasuke.


—¿Lo ves? —en ese momento entró un hombre de cabellos plateados, que usaba una curiosa mascarilla cubriéndole la boca, por lo que la chica no tuvo más remedio que levantarse y cederle el lugar al albino.


El profesor se presentó, pasándoles el horario lectivo y presentándoles tanto la materia que les iba a impartir como el funcionamiento del centro, las normas y todo el plan educativo a lo largo del curso.


—Oye, ¿y esos libros? —preguntó riéndose al ver que ya estaban usados—. ¿Qué los has conseguido de segunda mano o qué?


—Eh... —maldición, no se acordaba de ese pequeño detalle. Su hermano le había conseguido pagar la mitad de la beca, pero el dinero ya no le había alcanzado para comprarle los libros de texto nuevos. El primer día y ya tenía que pasar vergüenza por culpa de Itachi—. Bueno... es que son de mi hermano —mintió—, a mis padres se les ocurrió la idea de que usara los mismos que usó él. Dicen que es para que así no derroche tanto —el otro rio por lo bajo.


—Qué padres más raros, se parecen a los tíos de Karin —señaló a la pelirroja—, pensé que eran los únicos ricos que no derrochan dinero.


—¿Tus padres no son así?


—Apenas los veo, siempre están trabajando, así que no me dicen lo que está bien o lo que está mal —se encogió de hombros.


No siguieron hablando, ya que el profesor les llamó la atención. Tampoco es que el Uchiha quisiera seguir manteniendo una conversación, así que por él estaba bien.


—Hey, ¿qué te parece venir a la cafetería con nosotros? —su compañero, junto con la chica de lentes y un chico alto de semblante tranquilo se acercaron a él a la hora del descanso.


—Tengo algunas cosas qué hacer, id vosotros.


—Oh, vamos, Sasuke-kun, no te excluyas de nuestro grupo. Te acompaño a ayudarte en lo que necesites hacer.


—No. Quiero estar solo —sin más, salió con rapidez para que no lo pudieran seguir. Quería tranquilidad, y junto a esos dos no iba a tenerla. Contra menos tratara con cualquier estudiante, mejor.


Se escabulló de ellos, evitando ser visto, y fue hasta la cafetería. Allí vio que el dinero que le había dado su hermano no le era lo suficiente para poder comprar algún menú de los que se vendían.


Se fijó que al menos, había máquinas expendedoras, por lo que pudo comprarse al menos un sándwich de tomate y queso.


—¡Ramen, ramen, ramen! —cuando iba dirección al patio, nuevamente alguien chocó con él, tirándole en el proceso lo que acababa de comprar.


—¡Otra vez tú! ¡Imbécil, mira por dónde demonios vas! —gritó molesto, por el golpe y por echarle a perder lo que iba a ser su almuerzo.


—¿Eh? ¡Lo siento-ttebayo! Pero es que hoy es el día del ramen especial, y si no llego a la cafetería a tiempo se termina muy rápido.


—Me importa una mierda, por tu culpa ahora mi almuerzo está en el suelo, estúpido Dobe ¾el rubio sacó del bolsillo de su pantalón un monedero verde en forma de sapo.


—Toma, déjame compensarte por mi descuido —le extendió un billete.


—¿Qué me das, tus migajas?


—¡Oye! Sólo te estoy compensando, es lo mínimo, ¿no? Cuando alguien tira, daña o rompe algo de otra persona, le debe pagar por ello-dattebayo —el azabache chistó molesto, pero aceptó el dinero—. Lo siento otra vez, pero tengo prisa, al final me quedaré sin mi ramen.


—Es un auténtico Usuratonkachi —lo vio alejarse corriendo. El billete que le dio tampoco es que fuera mucho mayor que el que había tenido él, pero al menos con éste, podía comprarse nuevamente el sándwich y un zumo.


Los compró y se fue a la parte trasera del patio, ahí no tendría problemas de que ningún estúpido niño rico lo volviera a molestar. Pero cuál fue su sorpresa cuando una voz muy conocida por él le sacó de su tranquilidad.


—Sasuke —su mirada oscura se posó en la persona delante de él, con un mono color gris y una gorra de la misma tonalidad.


—¿Itachi? ¿Qué es lo que haces aquí? ¿Y así vestido?


—¿Quieres que vayamos a la cafetería a almorzar? Al ser trabajador de aquí, puedo decirles que se me sea descontado del sueldo —dijo sonriéndole.


—¿Trabajador? Espera, ¿cómo es eso que trabajas aquí? ¿Desde cuándo?


—Desde hoy. Ha sido por casualidad, estaban buscando un nuevo conserje, y como ves, me contrataron. ¿Vienes a la cafetería? —volvió a preguntarle con amabilidad, pero en el rostro de su menor se podía ver que no sentía felicidad porque su hermano hubiera encontrado ese trabajo.


—Es lo que me faltaba —susurró—, encima que me va a costar muchísimo pasar desapercibido en esta maldita escuela de niños ricos, y evitar que sepan que somos pobres, para colmo tú aceptas un trabajo aquí, ¿qué quieres, que mi estancia aquí se convierta en una pesadilla? ¿Que se enteren que somos unos muertos de hambre?


—Pero es trabajo, Sasuke. De todas maneras, no tienen por qué enterarse que no tenemos dinero.


—¿Qué no tienen por qué enterarse? ¡Por favor! Sólo con ver en qué trabajas, una persona con dinero no trabajaría de conserje.


—Bien respetable que es este trabajo —dijo molesto por el comportamiento de su menor—, yo no me avergüenzo de que nadie me vea ni sepa que trabajo de conserje.


—¡Pues yo sí! Así que, por favor, mientras estemos en la escuela, no te me acerques, no quiero que sepan que eres mi hermano, no quiero ser el hazmerreír de todos, ¿te queda claro? —la sonrisa que tenía el de cabellos largos se había esfumado con tan sólo oír esas hirientes palabras—. Ni digas tu apellido, no quiero que nos relacionen.


Dicho esto, se marchó, dejando a su mayor con la palabra en la boca y triste por todo lo que le dijo.


—¿No conseguiste encontrar a tu hermanito? —cuestionó el hombre mayor al verlo llegar al cuarto dónde se cambiaban, descansaban y tenían sus cosas.


—No, seguro estará haciendo nuevos amigos —medio sonrió.


—Eso es bueno, el primer día y ya está haciendo amigos.


—Fukui-san, ya mismo termina la hora del descanso, así que me voy adelantando para coger los utensilios para limpiar los baños.


—Pero ¿has almorzado?


—Sí, no se preocupe —mintió, la verdad que por mucho que no hubiera probado bocado, el hambre se le había ido debido a esas palabras que le había dicho su hermano—. Usted descanse y termine, no tenga prisa.


.


.


Quedaban pocos minutos para que el descanso llegara a su fin, por lo que decidió entrar en los baños masculinos para limpiarlos. Puso el cartel avisando que tendría el suelo mojado debido a la limpieza y, después de asegurarse de que ningún alumno estuviera ahí escondido fumando o queriéndose saltar las clases, encontrándose a uno cerrado.


Llamó, ya que se figuró que podría ser que algún alumno estuviera haciendo lo que se imaginaba, recibiendo una respuesta malhumorada. Después de unos traqueteos y maldiciones, dos alumnos salieron de él.


—¿No ves que está ocupado? ¿Qué es lo que quieres? ¿Quién eres? —refunfuñó un chico de cabello rojizo.


—Perdón, no era mi intención interrumpir —se disculpó algo avergonzado. Se notaba que los interrumpió en el mejor momento—. Aunque debéis ir a clase, el descanso está por terminar.


—Para no ser tu intención, nos has interrumpido. Y tú no eres nadie para decirnos qué hacer.


—Ya, Sasori, tampoco es cuestión de que le hables de malos modos —el rubio miró fijamente al chico de cabellos largos —. Por tus ropas pareces ser conserje, ¿no es así?


—Así es, empecé a trabajar hoy —tomó los utensilios de limpieza y empezó a limpiar los lavabos. En ese momento, el timbre que daba por finalizado el descanso sonó—. Deberíais ir a clase, este no es lugar para estar haciendo este tipo de cosas.


—¿Acaso nos tienes envidia o eres un amargado? ¡Somos jóvenes!


—Sasori, deja de ser así, no faltes al respeto. Ya nos vamos.


Itachi no los miró, siguió con su faena, pero algo se lo impidió. Se llevó una de sus manos a la cabeza, sintió su cuerpo muy pesado y como su vista se nublaba.


—¡Hey! —gritó Deidara, que llegó a tiempo para evitar que el pelinegro cayera, aunque eso no evitó que se golpeara en la frente con el lavamanos, haciéndose en el proceso una pequeña herida—. ¿Te encuentras bien? —el rubio lo dejó en el suelo al ver que estuvo a punto de desmayarse. Mojó un trapo y se lo colocó justo en la herida.


—Sí, gracias, sólo fue un pequeño mareo, ya me encuentro bien, no fue nada.


—¿Cómo que no es nada? ¡Casi te caes redondo al suelo! Además, te has hecho una herida y está sangrando. Lo mejor es que te acompañe a la enfermería.


—Deidara, vamos a llegar tarde, no quiero tener que quedarme después de clases como castigo —protestó el acompañante viendo como su pareja prestaba atención a ese chico.


—No podemos dejarlo así, se encuentra mal. Vete a clase tú, en cuanto lo acompañe, me regreso a clase.


—Ya dije que no es necesario, me encuentro mejor y esta herida no es nada, gracias por el ofrecimiento, pero no quiero que te metas en problemas por mi culpa.


—Lo llevo yo —habló un chico de una apariencia un tanto peculiar, que acababa de entrar al lugar—. Id vosotros a clase, yo tengo la hora libre, faltó un profesor.


—Entonces perfecto, Kisame se encarga de él, vámonos ya, Deidara.


—¿Seguro que te encargas tú? —cuestionó no muy convencido.


—He dicho que sí, ya os podéis ir.


Sin estar muy convencido de dejar a Kisame que ayudara a ese chico, el rubio terminó por despedirse junto con Sasori, dejando que su amigo fuera el que lo llevara a la enfermería.


—En serio, no quiero causarle problemas a nadie, estoy bien ya.


—Deja de insistir, no te ves para nada bien, y esa herida creo que necesita puntos, así que quieras o no, te llevaré.


Lo levantó y acomodó su brazo por encima del hombro y pasando su mano en la cintura ajena, fijándose como el mayor tenía una complexión delgada, bastante para su altura, y su peso se veía demasiado ligero también.


—Permiso —pidió Kisame abriendo la puerta de la enfermería. Una mujer rubia de grandes atributos se levantó de su asiento para ir a atenderles.


—¿Qué fue lo que pasó? —fue hasta ellos y sujetó a Itachi para tumbarlo en una camilla.


—Estoy bien, perdón por causar tanto problema, yo no quería venir, ya me encuentro bien.


—Casi se desmaya en el baño mientras lo limpiaba, es el nuevo conserje.


—Gracias por traerlo, Hoshigaki-kun, ya puedes volver a tu clase, ya me ocupo yo, el descanso ya finalizó.


—Pero tengo la hora libre —se justificó, viendo como la doctora no le permitía quedarse. Se encontraba preocupado por ese chico.


—Entonces utilízala de provecho, como estudiando o realizando trabajos o tareas que tengas que entregar, te repito que no tienes por qué estar aquí, lo que le pase a él no es de tu incumbencia, eso sólo me concierne a mí.


—Gracias por todo —agradeció el Uchiha algo avergonzado. Kisame le hizo un gesto con la mano y salió de la enfermería.


—¿Qué fue lo que te pasó? —cuestionó la doctora una vez que se encontraron a solas, curándole la herida que tenía—. No parece mucho, al menos no necesita puntos —se la terminó de curar y le colocó un pequeño apósito blanco sobre esta.


—Ya dije que no era para alarmarse, es una pequeña herida y sólo fue un pequeño mareo, han hecho demasiado drama por ello, yo no quería causar problemas por tan poco.


—Un pequeño mareo. ¿Y sabes a qué se puede deber? ¿Te ha llegado a pasar más veces?


—No, bueno... alguna que otra vez, pero no siempre.


—Empezaré con las preguntas más frecuentes para ir descartando. ¿Eres doncel? —con algo de vergüenza asintió.


—Sí, pero le digo que es imposible, en serio —respondió con rapidez.


—¿Estás seguro de ello? —volvió a asentir con total seguridad—. Bien, entonces la otra pregunta, ¿cuántas horas llevas sin ingerir alimento?


—¿Cuánto tiempo llevo sin comer? Bueno... comí hará unas horas —respondió con nerviosismo.


—No me mientas. Dime la verdad, ¿desde cuándo? —levantó su oscura mirada, con titubeo, sabía que a una doctora no podría engañarle.


—Veinticuatro horas... —murmuró casi inaudible, pero la rubia lo oyó perfectamente.


—¿Veinticuatro? ¿Un día entero? Pero ¿estás loco, mocoso? ¿Por qué haces una locura así?


—Entre que en su momento no me apetecía y en otras ocasiones se me olvidó...


—No pareces el típico chico que tenga problemas alimenticios —analizó mientras lo auscultaba—. ¿Tienes problemas económicos?


—¿A usted qué le importa? No es asunto suyo —la doctora no respondió, sólo salió un momento de la enfermería para después volver con un sándwich y una bebida.


—La cafetería está ya cerrada, por lo que sólo puedo darte esto de la máquina expendedora, cómetelo, estás hipoglucémico.


—No necesito la lástima de nadie.


—No es lástima, tu organismo necesita comida, no puedes seguir así, así que come —se sentía mal y avergonzado, lo último que quería es que en ese instituto se enteraran de sus problemas económicos, lo relacionaran con su hermano y le quitaran la beca que le concedieron.


—Gracias...aunque pienso pagarle por lo que compró.


—Tú come y ya saldaremos cuentas —dijo Tsunade, haciéndose la desentendida con respecto al pago.


Claro que sabía que así no podía seguir, pero primero estaba su hermano antes que él, y si tenía poca comida, tenía muy claro que era para Sasuke. Era cierto que, en el almuerzo podría haber comido algo, ya que el director le dijo que, al ser trabajador del centro, podía comer en la cafetería pagando la comida, o descontándole la cantidad en su sueldo, pero después de lo que le dijo su hermano, no tuvo ánimos de nada.


Fue a tomar la bebida que la doctora le había puesto encima de una mesita al lado suyo, pero no calculó bien y terminó por darle y derramarla.


—Lo... siento, no fue mi intención —se frotó los ojos y después hizo el intento en vano de levantarse a limpiarlo, ya que la mujer se lo impidió—. He sido muy torpe.


—Tranquilo —recogió con rapidez lo ensuciado—. No has sido torpe, sólo que seguro tengas la visión borrosa debido a la hipoglucemia —se fijó mejor en el chico, comprobando que era bastante joven, quizá sólo un poco más que los adolescentes del instituto—. ¿Cuántos años tienes? Te ves muy joven para estar trabajando.


—Veintiuno. Yo... por favor, déjeme marchar, ya me terminé la comida, necesito volver al trabajo, no quiero perderlo y...


—No vas a perder el trabajo sólo por haberte encontrado mal, no te preocupes, mi hijo es el director del centro, dudo mucho que tome medidas drásticas por algo así. Te dejo marchar con una condición, y es que me prometas que intentarás no saltarte ninguna comida, ¿de acuerdo?


—Está bien, gracias, y perdón por los problemas causados.


—Problema te meterás si no me haces caso —sonrió—. Con cualquier cosa, no dudes en venir a visitarme, ¿de acuerdo? Esta enfermería no sólo es para los estudiantes —con una pequeña reverencia, salió del lugar.


—Itachi-kun, ¿todo bien? —delante de él se encontraba el conserje.


—Sí, lo siento mucho, sentí un leve mareo y un alumno me trajo aquí, perdón por abandonar mi trabajo.


—Perdón por nada. Itachi-kun, primero está la salud, me alegro que ese alumno te trajera. ¿Te encuentras mejor? Si no fuera así, no habría ningún problema en que descansaras por hoy.


—¡No, no! Ya me encuentro estupendamente, Fukui-san, perdón por preocuparlo. Iré a terminar mi trabajo —nuevamente con una pequeña reverencia, se alejó del mayor, dirección a seguir con el trabajo asignado. 

Notas finales:

¡Hola! aquí traigo una que se me ocurrió. Quizá suene demasiado cliché, pero me parecía una buena idea para exponer y expresar lo que Itachi ama a su hermanito pequeño, hasta el punto de hacer cualquier cosa por él. 


Como se ha podido apreciar, Sasuke está bastante OoC, está así de forma consciente para el transcurso de la relación de ambos hermanos. Aviso para que no me digan después que a Sasu lo puse demasiado OoC, está puesto a propósito :)


Sí, sí, leyeron bien, no es un ItaDei, sino un DeiIta. Amo a mi bello Itachi de uke, y en la idea venía buena forma que lo fuera mejor así. 


No será un fic muy largo, quizá cinco capítulos como mucho. Espero les guste y les den una oportunidad :)


Gracias por leer. 


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