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VICIOUS por Rallyun

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«¡Conoce, chatea y diviértete!

En Tood podrás conocer a personas de cualquier parte del mundo ¡Comienza a hacer amigos libremente!

¡Anímate! Hay miles de personas esperando por ti.

20 millones de descargas. Tendencia. ¡Somos lo mejor que hay!»

Reagan inclinó su cabeza como un pajarito.

Cuando YouTube comenzó a buscar una manera de comercializar el servicio que brindaba completamente gratis, fue cuando la despiadada corporación recurrió a la puesta de anuncios publicitarios.

Así que apuntaron a la inteligencia artificial. Dependiendo de tus búsquedas, tu comportamiento o las veces que visitas tal página, la web sabría todo de ti, entonces pondría anuncios que inconscientemente necesitabas.

Aun sabiendo todo esto, Reagan, quedó plasmado. Increíblemente plasmado. No se explicaba como su amiga internet le propusiera… Sociabilizar.

Qué espanto.

—¿Por qué esa cara, cielo? —preguntó el papá de Reagan mientras cortaba las zanahorias para la sopa. La mesada hacía clac, clac— Luces como… ofendido.

—Internet dice que necesito amigos —dijo Reagan a regañadientes pensando que si personas como él tuvieran amigos, el negocio de Internet se iría a la mierda—. Y estoy perfectamente bien.

El papá de Reagan soltó una carcajada ante ese comentario y el cuchillo cayó espléndidamente al suelo. El omega acusó a su papá con la mirada y se agachó a agarrar el objeto cortante. Ganas de clavárselo en la cabeza no le faltaban.

Era una locura que su papá se burlara. Reagan no tenía la culpa de carecer de amigos, lo había intentado. Si por intentar entendemos que simplemente saludó cordialmente a un chico de otra clase que le prestó un lápiz. Hace siete años.

En efecto, quizá no contara con mejores amigos pero no los necesitaba. Tenía una tranquila vida, monótona de vez en cuando, pero… ¿Y qué? Los mejores amigos no estarían por siempre.

—Está bien, está bien, me calmo —decantó su papá entre risas—. Entonces… ¿Amigos?

—Estoy perfectamente —repitió muy seguro Reagan pero terminó flaqueando— ¿Verdad?

El omega mayor bajó la cabeza y siguió cortando la zanahoria en cuadraditos. Su incomodidad fue tan obvia que Reagan terminó enfadándose, más cuando le escuchó decir lo siguiente.

—Eh, sí, claro.

No sonaba para nada convencido.

—Pa, estoy bien… ¿Verdad?

—Bueno —hizo una pausa—. Estás creciendo, Rea, deberías dejar la timidez y conocer nuevas personas.

Timidez.

Reagan no se consideraba tímido pero no paraban de decírselo, la vecina, su tío y prácticamente cualquiera que le conociera. Sí manifestara un rasgo sociópata masacrando un conejito, lo más seguro es que dirían que estaba en sus días. Sí comenzaba a dejar de comer, dirían que por fin se había puesto a dieta. Y si llegara a hacer deporte, le tacharían de un loco. Su familia era una exagerada y le restaban importancia a lo que sea que no cuadrara con algo de normalidad.

En todo caso, que su propio papá le recomendase salir con otras personas cuando fue el primero que le dijo que no se podía confiar en todos y que era mejor mantenerse alertas… Eso es hipocresía.

Me criaste con ese pensar y ahora te quejas ¿Qué te pasa?

—Está bien, pa —aceptó empezando a caminar a su cuarto—. Voy a meterme con el grupito de las drogas de la esquina a partir de mañana.

—¡Rea! —exclamó su papá frunciendo el ceño— No seas dramático. Ya estará lista la cena.

Reagan rodó los ojos.

—Voy a empezar la dieta —el omega se tocó el abdomen y apretó unos de sus rollitos—. Voy a eliminar esto muriéndome de hambre.

Pensó que su papá reaccionaria abruptamente ante la idea de no comer para enflaquecer, pero lo que recibió fue otra cosa. Una sonrisa de satisfacción.

—Bueno, al menos por fin te fijas en tu apariencia. También podrías levantar tu trasero si hicieras sentadillas ¿No quieres tomar clases de hockey? Me dijeron en el trabajo que hace milagros.

Y eso le dolió más que una cachetada. No estaba obeso, quizá tenia sobrepeso y ya, fuera de eso su salud era buena y tampoco entendía porque su apariencia era ovalada cuando comía sanamente.

Asintió ante la propuesta de su papá y recibió otra sonrisa radiante.

No subió escaleras para ir a su habitación porque no las había, vivía en un pequeño apartamento de dos ambientes y una sala diminuta. Su habitación no le envidiaba mucho a una hilera de tres cabinas telefónicas. Y luego estaba su costoso uniforme del instituto colgado en la pared.

Era casi un cuento de hadas que asistiera a la escuela de príncipes y princesas cuando era prácticamente pobre. No merecía estar allí, no era un alumno becado y su papá no pagaba las altísimas mensualidades. Lo hacía el bastardo de su padre. Su padre, un hombre de negocios adinerado, filántropo y casado, que en toda su vida lo único que le brindó fue una excelente educación.

El papá de Reagan trabajaba como camarero en Las Vegas y era ridículamente bonito —tanto que de vez en cuando Reagan olvidaba que compartían el mismo ADN— y su padre —o El Alfa, como le apodaba— estaba caliente y era joven. Follaron, sin condón, y llegó Reagan a cagarles su fantasía de jóvenes rebeldes en medio del desierto.

Y ahí acabó. Su padre poco después se casó con un modelo y cuando Reagan tuvo la edad suficiente para entrar a kínder, el abogado de su padre apareció y explicó que le pagaría la mejor educación del país. Nada más. Solo eso. No fiestas de cumpleaños, no pensión. Solo educación.

Pero estaba bien. Otros hacen menos que eso.

Suspirando con cansancio, Reagan agarró el teléfono y entró a Instagram. Su perfil era falso, usaba un seudónimo muy ambiguo, y su foto de perfil era de un cachorrito. Tenía dos seguidores que eran de marcas de ropa independientes, y él seguía a por lo menos quinientas personas del instituto. Solía ver sus historias para ver que hacían los fines de semana o después del colegio porque sabía que de otra forma jamás lo descubriría.

Reagan sentía que era parte de ese mundo cuando los veía a través de la pantalla. Que era su amigo virtual. Le daba corazones a todas las fotos, nunca comentaba, veía los vivos. Hacía todo.

Pero su perfil favorito era el de Milán, un omega precioso perteneciente a la otra clase. Milán era bello como una rosa, su piel se veía aterciopelada y suave, sus ojos eran muy enormes y encima se cargaba el cuerpo que cualquier omega quisiera tener. Su cabello castaño tirando a pelirrojo o sus labios carnosos y rosas, o tal vez el color gris de su iris, eran objeto de envidia de todos los estudiantes.

Su perfil era muy llamativo, su feed combinaba, tenía casi cincuenta mil seguidores y la cuenta la había abierto hace un semestre. En las fotos salía con varios alfas guapos, algunos celebres y otros excepcionales, aunque esto no era una novedad, casi todos —el casi venia por justamente Reagan— tenían fotografías así, todos eran hijos de personas exitosas en los medios, en los bancos, en cualquier cosa que diera millones de dólares de ingresos mensuales. Si bien Reagan siempre sintió que la distancia se volvía invisible cuando veía los perfiles de sus compañeros, con Milán no podía sentirse así.

Milán le mostraba la distancia que había entre ellos. Lo diferentes que eran. Mientras que Milán era Sol y Luna, Reagan era humedad en días de lluvia.

Milán era perfecto.

Revisó la historia que subió y se le veía saliendo del cine completamente conmocionado junto a un alfa, su actual novio. Conocía todo sobre Milán, aunque nunca le hubiera hablado. Y el novio de Milán no le era indiferente. Pertenecía también a la otra clase y para Reagan verlo era otro mundo. Su sonrisa perfecta, su cabello café y sus ojos absorbentes y azules. Le gustaba tanto como alfa que no se lo imaginaba con otro que no fuera Milán.

Milán y su novio se besaron para la cámara. Y luego el video acabó.

Reagan se sintió extraño. Como si no le gustara lo que veía. Como si lo detestara.

Como si le doliera.

Ya no había nada más que hacer. Reagan salió de Instagram y miró la pantalla del móvil, entonces se decidió por probar TOOD. Quizá era hipócrita de su parte suscribirse a una app de la que hasta hace minutos se quejaba, pero en realidad no planeaba utilizarla para hacer amigos, sino burlarse de las ilusiones de los usuarios. Porque de esa forma Reagan demostraría su superioridad, que no necesitaba amigos. Amigos físicos.

Además tenía una ligera idea de quienes encontraría ahí. A qué tipo de personas.

Utilizó una foto de Milán, donde se veía más la retaguardia, para utilizarla como foto de perfil y llenó los datos;

Nombre: Luka

Sexo: Omega

Descripción: Estudiante de literatura en la universidad, espero hacer amigos o algo más :D

Intereses: La música, los libros y animales. Adoro conocer personas nuevas ¡No sean tímidos!

Apretó guardar y se carcajeó. Literal, era el perfil más superficial de todos ¿Alguien en serio pensaría que era real? Ninguna persona con esa vida se metería a un chat para conocer personas. La mayoría de los usuarios de la app eran solterones, viejos y calentones, y Reagan podía hacerles creer que Luka era real, qué Luka era un omega calentón, qué Luka estaba interesado.

Sonrió y antes de comenzar a molestar a pajeros, la puerta de su habitación se abrió y su papá hizo acto de presencia. Reagan bloqueó la pantalla del móvil.

Rea —dijo sonriendo su papá—. Estaba bromeando, eres bonito como eres. No necesitas perder peso.

—Sí —asintió sin interés—. Bueno.

—¡Estás bien, cielo! Tu figura se debe a la vida sedentaria que llevas pero estoy seguro de que si empiezas a hacer alguna actividad tu cuerpo…Digo, tu salud, sería mejor.

—Okay.

El papá de Reagan hizo silencio.

—Bueno, eso era todo… ¡Duérmete!

Luego de escucharlo irse, Reagan apagó la luz de la lámpara y se cubrió con las frazadas. Cuando revisó el móvil, vio que tenía varios mensajes de gente que no conocía. Gente patética, gente que quedó cautivado por la fisonomía de Milán.

Reagan empezó el juego.

Notas finales:

Nos vemos la siguiente semana. Gracias por comentar y leer u.u


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