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3 Días por paunina12

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Notas del fanfic:

Sin nada más que agregar, pasen a leer

Notas del capitulo:

Tuve esta idea y en vez de continuar con mis fanfics anteriores elegí agregar este a mi lista ya existente.

 

El joven nipón despertó agitado y cubierto de sudor, otra vez había tenido ese sueño. No recordaba muy bien cuando habían comenzado, solo tenía claro que estaba mal, realmente mal y que nadie podía enterarse de lo que ocurría dentro de sus pantalones, porque claro, eran sueños demasiado bochornosos como para contarle a alguien. Tenía dos opciones, tomar una buena ducha fría para calmarse o hacer otra cosa más placentera para acabar de raíz con el problema.

Llamó a su hermano, pero no recibió respuesta alguna. Estaba solo así que podía dejar volar su imaginación con ayuda de ese sueño, que, aunque estaba realmente mal, lo encendía cada vez que lo recordaba.

Bajó su pantalón de pijama hasta sus rodillas, miró su bóxer, estaban humedecidos y sentía el calor que emanaba de ellos, lo tocó con delicadeza y un gemido salió de sus labios, inconsciente mente los mordió con fuerza, no quería ser escuchado por nadie, ¿Qué pensarían los demás si lo encontraran en esa situación? Bueno, después de todo, el ya no era un niño, había cumplido 18 años y admiradoras secretas no le faltaban, pero pese a que fueran bastante bonitas, aun así, las rechazaba.

En fin, bajó su bóxer y acarició su miembro suavemente, era una sensación irresistible, sentía escalofríos y algo extraño en su bajo vientre. Comenzó a recordar, poco a poco, lo que le había dejado de esa forma. Se imaginó lo imaginó a él, el objeto de su deseo, o más bien, el hombre que más deseaba, a pesar de su error. De un segundo a otro apareció y con sus manos rodeó su miembro, logrando un sube y baja exquisito que le robaba la respiración, lo miraba con vergüenza, después de todo…era su hermano.

-Ta-dashi…-Gimió su nombre sin poder evitarlo.

Recordó su sueño, donde este lo llamaba con una voz cargada de lujuria, la misma que lo incitaba a pecar de esa forma, anhelaba sus labios y sus manos siempre frías, esas manos que recorrían su cuerpo con maestría y le enseñaban lo que era el verdadero placer. No quería abrir sus ojos, o la magia y el encanto desaparecerían, así que continuó como si nunca hubiese estado solo, temeroso, como había visto en algunos videos de internet, lleno de saliva su dedo medio y su dedo índice y los acercó lentamente a su entrada, no estaba seguro de lo que estaba haciendo, pero si era tan bueno como lo decían aquellos foros de la web, tenía que intentarlo. Introdujo con dificultad el primer dedo, metiéndolo y sacándolo de forma lenta. Se sentía extraño, no encontraba nada en su vacío historial de relaciones sexuales que le pareciera familiar.

Entonces lo sintió, una descarga eléctrica que recorrió su columna vertebral y lo hizo soltar un dulce gemido que debió haberse escuchado en todo San Fransokyo. Cubrió su boca con una mano y siguió acariciando su miembro con la otra, pasando su mano por el glande y sintiendo como este se mojaba ante el contacto. Se sentía en el cielo, no quería que nunca acabaran esa avalancha de sensaciones que experimentaba. Para el este ritual se había convertido en algo clásico, ya que aprovechaba de hacerlo cada vez que estaba solo. El placentero sube y baja aumentó la velocidad junto con las penetraciones que hacía con su dedo medio. Jadeaba y un hilo de saliva caía por sus labios entre abiertos, entonces supo que ya estaba por llegar al orgasmo. Mordió la almohada que más cerca estaba para evitar hacer mucho más ruido del que ya estaba haciendo y finalmente llegó al orgasmo.

Justo en ese momento, cuando se reponía, la puerta se abrió de repente. Era Tadashi. Mierda, mierda y más mierda, pensó cuando sus ojos se encontraron, después de todo el aún continuaba con “las manos en la masa”. El rostro de su hermano lo decía todo, estaba más que sorprendido y su mirada instintivamente bajaba hacia los pantalones del menor y subía hasta su colorado rostro, una y otra vez, como si todavía no pudiera creer lo que estaba pasando.

- ¡Mierda! ¡Tadashi! ¿¡Acaso no sabes tocar!?- Gritó hiro reclamándole a su hermano, y cubriéndose con las sábanas mientras trataba de ponerse los pantalones nuevamente.

- Em…yo…bueno…esta también es mi habitación, bebé. -Tadashi desvió la mirada sonrojado, y añadió. - parece que ya no eres un bebé, ¿no es así?

- ¿Cu-cuanto alcanzaste a ver? Dime, Dashi.

- No mucho en realidad, ejem. – Tosió y se quitó la gorra, cerrando la habitación detrás de si, - solo que…cuando te vi tu ya habías, ya sabes…

- Okay, bueno, no importa, solo hagamos como que esto nunca pasó ¿Podrías?

- Creo que debería contarle a Tía Cass, para que te den la charla ¿No lo crees?

- ¡No! Por favor, guarda el secreto, o esto será mucho más raro y vergonzoso de lo que ya es ¿Entiendes?

-…tu ganas, Hiro, me quedaré callado. Solo porque la situación podría estar al revés ¿Ok? - Cuando se percató de lo que había dicho, su sonrojo aumentó. - Quiero decir que, somos hombres y eso es lo que hacemos, ¿no?

La atmosfera estaba completamente llena de incomodidad, ambos chicos evitaban el contacto visual. Hiro recogió sus cosas y salió de la habitación sin notar que su hermano mentía, pues él había visto toda la escena por la cerradura de la puerta y también lo había escuchado gemir su nombre. Las cosas no tenían ni pies ni cabeza para Tadashi, ¿qué era lo que acababa de pasar? ¿Por qué su hermano repentinamente le parecía tan deseable? Sonrió para sí y negó con la cabeza, eso no estaba para nada bien, al igual que el bulto que comenzaba a crecer dentro de sus pantalones, no tenía por qué jugar a hacerse el tonto, porque trataba de ignorar que su hermano comenzaba a sentir cosas que no eran adecuadas y el por algún motivo se negaba a aclarar y a hacer que se terminara por completo, pues en el fondo quizás le parecía que si las cosas seguían así, el acabaría deseándole de la misma forma impura que parecía desearlo su hermano menor. Y lamentablemente eso no le molestaba en lo más mínimo.

Mientras tanto, Hiro había llamado a su mejor amigo, Miguel, para contarle lo que había pasado, era extraño y aunque hiciera cosas estúpidas, era siempre miguel el que se mantenía a su lado pese a las diferencias que tenían, quizás eso era, que eran tan diferentes que se llevaban realmente bien. Cuando se conocieron, Hiro miraba al moreno como si este fuera un bicho raro, un bicho raro que siempre parecía estar contento y que nunca se alejaba de él por más mal que lo tratase. Quizás en esa ocasión, lo que más necesitaba era a él, sus consejos desinteresados y su cariño incondicional, quería que alguien se acercase a él y le dijera con un abrazo que todo estaría bien y que lo que sentía por Tadashi no era tan malo después de todo, ya que existían cosas muchísimo peores...no recordaba nada que fuera peor que eso, lo que le entristeció aún más.

Le dijo que lo esperaría en un parque cercano a su hogar, así que el nipón se dio muchísimas vueltas alrededor del parque, hasta que se acostó en el pasto bajo la sombra de un árbol. Su celular vibró, era Tía Cass, quién le avisaba que no llegaría en 3 días más por un viaje al que la habían invitado, recalcando que ya eran bastante grandes para quedarse solos en casa sin quemarla o destruirla con una mega fiesta.

Genial, ahora tendría que aguantar la presencia de su hermano después de todo lo que había pasado, cuando ya estaba golpeando su cabeza contra el árbol, apareció Miguel. Su rostro mostraba mucho enojo y no entendía por qué, pero era muy extraño verlo así.

-          ¡Ya verás cómo te jodo, pinche cabrón! - cortó el celular con mirada brava, la que desapareció enseguida al ver a su amigo. - Hey, Hiro ¿Cómo estás?

-          Bien, y ¿tú? Parecías algo molesto.

-          No es nada, es solo un idiota que no deja de llamarme.

-          Oh…vaya…lo lamento.

-          No es como si fuera tu culpa de todos modos. Cuéntame, qué es lo que te pasa Hiro.

-          Creo que me da algo de vergüenza decirlo, la verdad no quiero que nadie más que tu escuche.

-          Tu casa está cerca, ¿Verdad? Podríamos hablar allí si quieres. - sonrió Miguel.

-          Claro, vamos entonces.

Comenzaron a caminar hablando sobre cosas triviales de la vida, sobre Hiro y los Robots y Miguel de la guitarra que tanto amaba tocar. Pasaron por el café, que estaba cerrado y entraron por la puerta posterior de la casa. Todo estaba en silencio, no había señales de Tadashi por ningún lado, y eso significaba que podrían hablar a solas con toda tranquilidad. Hiro invitó a su amigo a subir mientras preparaba algo de comer, unas galletas y refresco. Desde la cocina escuchaba como este afinaba su guitarra. Subió las escaleras y desde la puerta observó al moreno, ¿Cómo le explicaría lo que había estado pasando en su mente desde hace algunas semanas? No podría soportar que le despreciara, no él, que había sido su confidente y mejor amigo desde hace ya bastantes años.

Se sentó a su lado temeroso, sentía cómo el corazón le latía con fuerza, no sabía cómo empezar, trataba de hablar, pero se trababa al hacerlo.

-          Bueno, lo que pasa es que hace algunas semanas…yo…estoy teniendo sueños comprometedores…

-          De acuerdo… ¿Se puede saber con quién?

-          Ese es el tema complicado…

-          Tranquilo, nada de lo que digas hará que dejes de hacer mi amigo ¿Lo sabes, ¿verdad?

-          Gracias, Miguel. -  sonrió Hiro.

-          Para eso estoy…puedes continuar.

-          He tenido esos sueños…con Tadashi, sé qué es mi hermano, pero por algún motivo no puedo dejar de pensar en el de esa forma… vas a creer que estoy enfermo. -  Hiro comenzó a llorar sin poder evitarlo.

Miguel tragó saliva, comprobar eso que creía que tan solo había estado en su mente le había dolido, pero no podía echarse a morir, no podía ver a Hiro llorando de esa forma, no si él podía solucionarlo. Se acercó a él y suavemente levantó su rostro, quitando las lágrimas que se deslizaban por sus mejillas.

-          Shh, ya… todo está bien, solo…ya no llores. - acariciaba la espalda de Hiro, que lo miraba y no hacía más que seguir llorando.

-          Hijo de la chingada madre…- dijo en voz baja Miguel. Odiaba al Hamada mayor, siempre lo había hecho, y ahora tenía más razones para hacerlo. - Perdóname Hiro.

-          ¿Eh?

No alcanzó a reaccionar, sus labios fueron asaltados con suavidad por el mexicano, que no lo soltó hasta que dejó de sentir lágrimas en tus manos.

-           ¿Estás mejor? – sonrió el moreno.

-          Si, muchas gracias, pero no tenías que besarme…

-          No lo hice porque tenía que hacerlo, lo hice porque quería hacerlo. Hiro, creo que eres un genio y todo eso, pero para estas cosas románticas te pasas de tonto.

-          ¿Cosas románticas?

-          Si, cómo no te has dado cuenta solo, tendré que decírtelo directamente.

-          ¿Qué cosa?

-          Hiro, tú me gustas, muchísimo. - declaró por fin el menor.

El japonés quedó completamente estático, acaso ¿podría ser? ¿Que esa sonrisa que veía casi todos los días no era para el público en general, si no que era solamente para él?

No lo tenía claro, pero sabía que pronto lo averiguaría

Notas finales:

Espero que les guste, después de el segundo capítulo Hiro deberá tomar una desición. esta es una historia interactiva, es decir, tendrás el final que prefieras, uno Hidashi o uno Higuel. 

Espero sus reviews con mucha ansia. Si les gusta, por favor compartanlo con sus amigos/as


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