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Mononoke por AlmaTheBest

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Notas del capitulo:

Un fanfic dentro del hermoso mundo de Avatar (The Last Airbender / The Legend Of Korra) en un escenario original.

Una vez más llovía a cántaros. Corriendo como una desesperada con la mochila cubriendo su cabeza iba en dirección a la escuela. El viento era muy frío, parecía estar furioso. En temporales como estos era cuando la ciudad parecía silbar debido al efecto de los edificios en presencia del aire que soplaba. Por eso la capital de Ashanti era tan conocida, incluso fuera de la región. Pero de donde venía ella, Ashanti era un lugar maldito pues todos sabían que el anterior Avatar había muerto con el fin de proteger este lugar después de que éste hubiera tomado forma gracias a sus habitantes. De eso hacía ya catorce años y había un problema...


NADIE sabía quién era el nuevo Avatar. Había quienes creían que no había vuelto a reencarnar debido a las sospechosa muerte del anterior, y había quienes afirmaban que ahora el mundo debía lidiar con la ausencia de la única persona que cuidó del equilibrio del mundo como afirmando que el Avatar había muerto en el Estado Avatar. Por supuesto, eso ya era imposible de demostrar.


- ¡Yume Aoi, llegas tarde otra vez! – Su maestra la regañó severamente. La había estado esperando frente a la puerta del aula, dándole el susto de su vida.


- ¡Lo siento mucho, es que...!


- ¡No hay excusas que puedan servirte! – La interrumpió. – Te quedarás toda la hora fuera.


- Aaay...


Sin poder hacer otra cosa Yume se sentó en el suelo, a un lado de la entrada de su clase. Su bicicleta se había roto debido a su poco conocimiento sobre cómo arreglar bicis ajenas, porque esa era otra... no era suya. Yume suspiró, incómoda pues el agua de la lluvia la había mojado y mucho. Sin embargo había una ventana que daba a un pabellón interior de su escuela y por curiosidad se acercó. Pudo contemplar a un grupo de alumnos tratando de aprender mejor el Fuego Control. Yume miró sus manos y se acordó de que ella también debía poner de su parte para mejorar en Aire Control.


Cuando se giró, vio al director en compañía de una chica de singular apariencia. Por más que la mirase Yume no supo distinguir si se trataba de otra maestra de algún elemento, como ella o sus compañeros de clase. Desde luego no había ninguna característica suya que pudiera ayudarla a adivinarlo. Llevada por la curiosidad se aproximó a la puerta y como una vieja cotilla de pueblo puso la oreja para enterarse de la noticia:


- Buenos días a todos, chicos y chicas. – Saludó el director con una sonrisa. – Lamento interrumpir vuestra clase de literatura pero ha llegado alguien a quien tenéis que conocer. – Hizo un ademán a una chica castaña de ojos verdes. – Su nombre es Mononoke y acaba de llegar de Ba Sing Sé.


<<¿¿Ba Sing Sé?? ¿No es esa la capital del Reino de la Tierra?>>, pensó Yume desde fuera.


- Sed amables con ella, ¿De acuerdo?


Los alumnos respondieron al unísono y la recién llegada tomó el primer asiento que pilló, sin fijarse realmente en ninguno en especial. Las miradas se posaban sobre ella, pero tal parecía que eso le daba igual.


- ¿Qué haces tú ahí jovencita? – El director descubrió a Yume tras la puerta escuchando.


- ¡Ah no...! ¡Yo...! ¡Verá... eh...! ¡Deme cinco minutos para que piense en una explicación a toda esta sospechosa situación, que claro, no tiene nada de sospechosa... hehe! – Habló sin parar por los nervios. El hombre arqueó una ceja, sin estar convencido.


- Le he dicho que se quedase fuera por haber llegado tarde, señor director. – Intervino la profesora.


- Pues deja que esté dentro, así no causará problemas.


Eso casi deprimió a Yume, quien por fin pudo ir a su silla a sentarse. Le dio por mirar a su nueva compañera de clase durmiendo sobre medio cuerpo apoyado en la mesa. Realmente no parecía siquiera en tener interés en conocer a nadie. La profesora tosió para continuar con su lección del día. Para Yume era como una tortura pues la mayoría no confiaba en sus habilidades con el Aire Control debido a lo torpe que era. Y llegar tarde era casi el pan de cada día cuando vivía en el pueblo de al lado. La huelga del transporte público había perjudicado a muchos. Puede que de caras al exterior Ashanti fuera una ciudad magnífica llena de potencial y oportunidades pero cualquiera que viviera dentro de la región de Ghana sabía que las cosas no eran tan fáciles, ni siquiera en la capital.


Las cosas habían empeorado muchísimo a causa de la ausencia del Avatar. Y no sólo los políticos presionaban para encontrarlo e investigar la muerte del anterior sino que además no ayudaban nada con el conflicto que existía con el Reino de la Tierra.


Justo cuando la clase terminó, hubo un pequeño descanso. Yume tuvo la intención de saludar a la chica nueva pero al parecer no era la única con esas intenciones. Rápidamente se armó un escándalo por parte de sus compañeros que se arremolinaron en torno a la muchacha, asaltándola con preguntas algunas de las cuales eran demasiado privadas como para ser contestadas. Yume observó en silencio pero sorprendida cómo la joven se abría paso para terminar largándose de allí con cara de agobio total. Estuvo tentada a ir tras ella pero tras ver que muchos la seguían, la perdió de vista en un santiamén.


Durante los próximos días aquello no cambió mucho. Yume no evitaba mirarla, pero Mononoke nunca hacía algún gesto que le hiciera saber que sentía algún tipo de interés por algo o alguien. Un día, cuando las clases acabaron, Yume optó por seguirla. Desde su punto de vista, Mononoke era demasiado... singular. No le había visto socializar con nadie, siempre desaparecía y faltaba a alguna que otra clase e incluso en ocasiones directamente no acudía a la escuela. ¿Por qué alguien así había llegado a Ashanti? ¿Quién era ella en realidad?


- ¡¿Uh?! – Se dio cuenta que la muchacha no estaba. Iba por la calle y se había distraído. - ¡¡Mierda se me ha perdido!! – Se llevó las manos a la cabeza. - ¡¿Qué voy a hacer ahora?!


- Supongo que adivinar a dónde habrá ido.


- ¡¿Y cómo se supone que...?! – Protestó pero se calló al percatarse de que alguien le había respondido, así que se giró. - ¡¡Aaaaah!! ¡E- eres tú! – Se asustó.


- Vaya, cualquiera diría que has visto a un fantasma.


- ¡¿Cómo dices?!


- Ja, ja, ja. Menuda cara has puesto. Tranquila, no hay por qué tener miedo. Aquí no los hay.


- ¡Mierda es que no esperaba toparme así contigo! ¡Es tu culpa!


- Oh cielos, no me había dado cuenta. – Soltó con sarcasmo. De hecho... ¿No llevaba siéndolo desde el principio? – Tú eres la que ha estado siguiéndome últimamente, ¿Verdad?


- ¿Eh? – Alzó las cejas. – Sí, bueno quiero decir... - Tragó saliva. <<¡¿Cómo demonios se ha dado cuenta?! ¡He sido súper discreta!>>, pensó hecha un manojo de nervios.


- ... ... - Mononoke permaneció callada. - ¿Hay algo que quieras de mí?


Al mirar a la dueña de esos ojos verdes, Yume percibió algo turbio en la chica que se hallaba delante. No había amabilidad en su expresión, de hecho, ni siquiera podía ver un atisbo de interés hacia su persona. Mononoke sólo esperaba a una respuesta suya para reaccionar de una determinada manera. El instinto de Yume la avisó de alejarse cuanto antes de la otra.


- Me gustaría saber... - Habló, echándole coraje al asunto. - ¿Por qué alguien de Ba Sing Sé vendría hasta aquí? Me parece muy sospechoso cuando todo el mundo sabe que pasar por la frontera es algo casi imposible con la de bandas callejeras que hay.


- Oh tienes razón. Es muy sospechoso...


- ¡¡Deja de darme la razón como si fuera estúpida!!


Mononoke la observó detenidamente y esbozó una sonrisilla que puso los pelos de punta a Yume, quien por su lado seguía pensando que la persona con la que charlaba era demasiado tétrica. Notaba cómo en su cuerpo nacían y se acumulaban las ganas de salir corriendo. Pero eso sólo le hizo preguntarse algo: ¿Cómo había aparecido Mononoke por su retaguardia cuando se había asegurado de seguirla correctamente? Debía haber algún truco...


- ¿Estás asustada? – Preguntó Mononoke repentinamente. Yume abrió los ojos, incrédula. Eso le bastó a la joven de ojos verdes para entender que había dado en el clavo. – Caray, sí que lo estás. No sabía que podría llegar a ser así de desagradable.


- Lo... lo siento. Es que... desprendes una energía imposible de ignorar. – Contestó no muy convencida de que decir eso fuera lo más apropiado. Mononoke puso una cara bastante inexpresiva en la que sólo el aburrimiento estaba presente. – Pero no has respondido a la pregunta que te hice antes.


- No creo que eso le interese a nadie. – Dijo directamente y sin tacto. – Me gusta pasar desapercibida, por eso no hago nada llamativo.


- Vamos no digas eso. Tener amigos es muy divertido.


Pero Mononoke sólo suspiró sin cambiar su expresión. Lo que sí hizo fue inclinar la cabeza, un gesto que a Yume se le hizo del todo extraño pero contempló cómo la otra se daba la vuelta sólo para dejarla atrás sin avisar. Eso provocó que Yume corriese para alcanzarla. Trató de hablar con ella, convencerla de ir a un sitio u otro, y de hecho lo consiguió cuando fueron a un museo en el cual un cuadro llamó la atención de Mononoke. Yume se acercó después de contemplar una figura tallada a mano.


- ¿Mononoke? – La llamó. - ¿Qué pasa?


- El tipo de ahí. – Señaló. – Me resulta familiar.


- ¡¡Oh!! Es que es muy conocido. – Sonrió. – Es el Avatar Ren Wu. Murió hace catorce años protegiéndonos a nosotros, los habitantes de Ghana.


- Hablas como si alguien os hubiese hecho algo.


- ¿Es que no lo sabías? – Yume lució triste bajo la expectante atención de Mononoke. – Los que vivimos aquí en la región de Ghana hemos sufrido durante años el abuso del Reino de la Tierra, por esa razón estamos luchando para convertirnos en un lugar libre como Ciudad República.


- ... - Mononoke miró el cuadro del Avatar Ren Wu.


- El Avatar Ren Wu puso de manifiesto la actitud del Reino de la Tierra y consiguió que tuviéramos un gobierno autónomo propio, pero eso no fue suficiente y el Reino de la Tierra tomó represalias. – Explicó. – Ren Wu murió en circunstancias extrañas que nadie conoce realmente y nadie ha encontrado al nuevo Avatar para poder saberlo. – Bajó la cabeza. – Hay quienes ya dan al Avatar por muerto...


- Vaya qué mala suerte. – Soltó con sarcasmo. Yume la miró algo molesta. – Las cosas os han ido fatal eh.


- ¿Por qué actúas así?


- ¿Así cómo?


- Como si nada te importara. Lo que está pasando es muy grave.


- Oh no lo sabía... - Otra vez le salió la vena sarcástica. - ¿Estás enfadada?


- ¡Pues claro que sí! ¡¿Acaso no te importa lo que ocurre en el mundo?!


- Pues no, la verdad.


Aquello dejó a Yume de piedra. Era la primera vez que se topaba con alguien así de... ¿pasota? Miró a Mononoke intentando convencerse de que esto debía ser una broma de mal gusto pero por la expresión calmada y aburrida de la dueña de esos ojos verdes se dio cuenta que no. A Mononoke realmente le daba lo mismo ocho que ochenta. La vio suspirar, contemplando el cuadro del Avatar Ren Wu por última vez antes de marcharse. Yume intentó seguirla pero prácticamente perdió todo rastro de ella en pocos minutos. Eso la puso nerviosa. ¿Quién era esta chica en realidad?


Con el paso del tiempo Yume se esforzó para ser su amiga, y aún así no se había ganado del todo la confianza de Mononoke. De hecho ambas eran tan opuestas que chocaban entre sí por sus opiniones tan dispares pero lo que Yume notó fue la insistencia de Mononoke yendo a visitar una y otra vez el museo. Parecía que la historia del Avatar Ren Wu había captado su atención... o vete tú a saber.


- ¿Qué? ¿De nuevo se ha ido a ver ese cuadro? – Le preguntó su amigo Daigo, un maestro del fuego. Los dos caminaban por la calle. Eran las seis de la tarde.


- Pues sí. La he visto entrar. No me pareció una buena idea estar con ella, la vi como enfadada.


- Qué extraño... si nadie le ha hecho nada. Si lo piensas con calma te darás cuenta que ni siquiera ha hecho el esfuerzo de adaptarse a la escuela.


- Yo ni sé qué hace aquí si no tiene interés ninguno. Todo le da igual.


- Pues no sé tú pero yo tengo curiosidad.


- Daigo no. – Dijo Yume con seriedad. – Ya me conozco yo esa miradita que pones.


- Venga, será interesante.


Yume resopló e intentó convencer a su amigo por activa o por pasiva pero no hubo remedio porque el pelinegro no la escuchó. Fueron al museo pero Mononoke ya no estaba allí. Por la calle le preguntaron a los transeúntes y algunos afirmaron verla ir en dirección a la montaña, como si tuviera toda la intención de ir hacia alguna parte en concreto. Así pues ellos se dirigieron hacia el bosque, muy cerca de la frontera con Ba Sing Sé. Fue un trayecto largo y los dos fueron sin agua y comida, algo de lo más irresponsable. Más la fortuna les sonrió. Una pareja se topó con ellos y preocupados al verles sin una mochila para llevar lo indispensable, les dieron una que ellos tenían. Fue un momento que Yume y Daigo aprovecharon para preguntar por Mononoke haciendo una descripción física de ella. Sus dos interlocutores se miraron entre sí para decirles con caras inquietas que habían visto a una muchacha que les dio la impresión de querer dirigirse al Templo de Ren Wu.


Yume y su amigo les dieron las gracias antes de continuar. Ahora sí que se preocuparon. Todos en Ghana sabían que encontrar el Templo de Ren Wu era un verdadero desafío ya que la ruta era complicada de cojones. El hecho de que una forastera fuera hacia allí sin un mapa y sin nada no le pareció una casualidad a Daigo.


- Oye Yume. – La llamó mientras seguían el camino. – Estaba pensando... ¿Qué interés tiene Mononoke en el Avatar Ren Wu?


- No lo sé pero ella llegó a decirme en una ocasión que le resultaba familiar.


- ¿Le conocía de algo?


- Hombre ten en cuenta que el Avatar Ren Wu es una figura célebre. Lo raro sería que...


- Yo creo que ella es el nuevo Avatar.


Yume se detuvo nada más oírle. Su cara mostró su confusión. Era obvio que no podía aceptarlo porque... hacía años que nadie había vuelto a saber del Avatar. Pero pobre de ella que no pensaba bien las cosas. Como el aire, era una hoja movida por el viento... el mismo que ahora la conducía hacia esa chica misteriosa en quien ella había puesto su ojito. Mononoke era muy diferente y había descubierto lo perceptiva que era notando cosas que otros pasaban por alto, a pesar de que también le resultaba extraña esa inquietante costumbre de preguntar cosas TAAAAN OBVIAS. Yume seguía pensando que a Mononoke le faltaba tener empatía pues no la había visto tener comprensión con gente que pasaba por un mal momento.


- No puede ser.


- Piénsalo. – Dijo Daigo. - ¿No te resulta extraño lo que te dijo en el museo? ¿Y por qué iría a ver el cuadro cada día? Y ahora yendo hacia el Templo de Ren Wu sin saber dónde está exactamente. Tú misma has dicho que sabe comunicarse con los espíritus. No sé tú pero a mí no me parece nada normal.


- Pero ella no... si lo fuera ella...


- Primero tenemos que confirmarlo nosotros pero puede que no lo sepa ni ella misma.


Por primera vez Yume sintió preocupación por la que consideraba su amiga. Habían pasado varios meses desde que Mononoke llegó y había afinidad entre ellas a pesar de todas las veces que discutían. La conocía bastante bien, aunque admitía que había cosas que todavía no había descubierto de ella. Mononoke era muy reservada y seguía sin querer mostrarse completamente. Es como si realmente estuviera escondiendo algo del mundo entero. Yume no dejaba de pensar en todo esto mientras continuaba andando.


El camino era duro y la montaña un enorme laberinto. Se perdieron varias veces pero gracias a la gran orientación de Daigo supieron encontrar la dirección correcta. O eso pensaron. Rápidamente el paisaje fue cambiando ante ellos. El bosque empezó a ser más oscuro y con zonas de difícil acceso. Se las tuvieron que ingeniar para superar esos obstáculos. Pero de repente Daigo se detuvo y Yume se asustó al ver a un espíritu humanoide y blanco delante de ellos. Era diminuto, como mucho hacía el tamaño de las manos de Daigo, que eran más pequeñas que las de Yume. Los dos intercambiaron miradas.


El pelinegro reconoció que aquello era un kodama, un espíritu que vivía en los árboles y que demostraba que el bosque estaba sano, y no era para menos. Según contaba la leyenda, el monte tenía más de setenta millones de años y actualmente era Patrimonio de la Humanidad para poder conservar el hábitat y protegerlo. Poco a poco ambos fueron avanzando ya que aquel kodama por el motivo que fuese los guiaba hacia alguna parte en concreto. Yume sólo seguía adelante porque Daigo lo hacía y ella confiaba en él.


Acabaron llegando a un enorme lago al cual llegaba la luz del sol, pero para ellos nada ver este rincón del bosque les pareció un lugar mágico pues se podía hasta palpar con una abrumadora facilidad la cantidad de energía en estado puro que se concentraba aquí. Sin embargo en el centro del lago había una pequeña isla con un árbol no demasiado alto en ella. Allí vieron la espalda de una chica de pelo corto. Era Mononoke.


- ¡¡Mononoke!! – Sin pensar Yume salió corriendo hacia ella, tirándose al agua y nadando por ella hasta alcanzar a la aludida que se giró al oír su nombre. Daigo permaneció en la otra orilla con la tensión reflejada en su cara. – Menos mal que he podido encontrarte.


- ¿Qué pasa? Estás muy seria.


- Estaba preocupada por ti, ¿Qué no es obvio?


- ¿Y por qué te preocupas? Todo va bien. – Dijo con una disgustada expresión.


Pero Yume vio algo distinto en la muchacha. No supo el qué. Pero eso no le importó pues volvió a darle un abrazo que no fue correspondido. De hecho, Mononoke la rechazó. Eso hizo sentir mal a Yume.


- ¿Qué ocurre? – Preguntó ella.


- No sé por qué has venido con él aquí pero márchate.


- ¿Qué? ¿Pero por qué?


- Este no es lugar para vosotros.


- Pero sí para ti, ¿Verdad... Avatar Mononoke? – Habló Daigo alzando la voz. La aludida suspiró.


- Eso quería preguntarte. Tú... ¿Tú eres el Avatar?


- Pues sí, ya lo sabes. ¿Qué te parece? – La simpleza con la que lo admitió Mononoke sorprendió a Yume pero fue ese desinterés lo que más la asustó.


- ¡¿Eres el Avatar y no me has dicho nada?!


- Oh perdona, creí que te encantaban los cuentos de hadas sobre el Avatar.


- ¡Cht...! ¡¿Desde cuándo?! ¡¿Desde cuándo lo sabes?! – Preguntó Yume muy enfadada.


- Desde siempre. – Respondió Mononoke con contundencia.


Nada más recibir esa contestación Yume se quedó con la sangre helada. Todo lo que ella siempre pensó sobre el Avatar... esa figura célebre, importante e imprescindible para el mundo, que había hecho tantas cosas heroicas para ayudar a la gente... todo eso se derrumbó con la actitud apática de Mononoke. Ella no era el Avatar que su mente había... idealizado.


- Entonces tú...


- ¿Qué pasa? – Mononoke inclinó la cabeza. Daigo se acercó después.


- ¿No estábamos equivocados? – Preguntó el chico. - ¿De veras eres el Avatar?


- Sí, ¿Y qué? – Pero esa actitud tan relajada le quitaba hierro al asunto.


- ¡¿Has sabido que lo eras y no has hecho nada todo este tiempo?! – Inesperadamente Yume la cogió del cuello de su camisa. - ¡¿No te ha importado siquiera el sufrimiento de nuestra gente?!


- ... - Mononoke inclinó todavía más la cabeza. A Daigo le pareció una muy mala señal. – ¿Hablas del conflicto del que siempre parloteas? Eso no es asunto mío.


- ¡¿Cómo dices?!


- ¿Qué importa que yo sea el Avatar? No puedo ir solucionando la vida de los demás y de hecho no tengo ninguna intención de mover un solo dedo por este mundo.


- Pero es tu deber como Avatar hacerlo.


- Mi único deber es mantener el equilibrio, ¿No? Pero no estamos hablando de eso sino de un conflicto político, ¿Verdad? Entonces no tiene sentido que yo haga algo al respecto.


- ¡El Avatar Ren Wu hizo todo lo posible por...! – Iba a replicar Yume pero no pudo cuando inesperadamente fue alejada por la fuerza sin que Mononoke hiciera nada.


- ¡Yume...!


- No te va a servir de nada.


Daigo sufrió el mismo destino. Los dos estaban alzados del suelo, como flotando en el aire. Ambos contemplaron cómo los ojos de Mononoke se habían vuelto totalmente carentes de emociones. Era como ver dos agujeros verdes pero vacíos. Daigo reconoció que ella les había sometido con un rarísimo arte de control: Sangre Control Mental. Algo así no podía ser nada bueno.


- Sé que admiras a Ren Wu. – Habló Mononoke. – Nunca pensé que tendría que decirle esto a alguien a quien aprecio, te tomaba por alguien más inteligente de verdad. – Miraba a Yume. – Pero cada Avatar es diferente. Una persona que muere no es la misma cuando renace en otra, eso lo sabe todo el mundo... o eso creía yo. – Seguía con la cabeza inclinada. Demasiado inclinada. Era obvio que estaba molesta.


- ¿Qué... qué vas a hacer con nosotros?


- Hm. – Hizo de manera pensativa. – Podría mataros aquí y ahora, estoy convencida que nadie os echaría de menos.


- Tú... eres despreciable.


- Oh vaya no lo había oído antes. – Contestó Mononoke con sarcasmo. – Pero... - Cerró los ojos y tanto Yume como Daigo se vieron liberados. Cayeron al suelo, con el control de sus cuerpos de regreso. – Os dejaré ir... por ahora.


Esa fue la última vez que la vieron antes de desaparecer nada más hundirse en el agua. Ellos dos huyeron despavoridos de allí aún con el miedo encima pues todavía tenían la sensación desagradable de que eran manipulados con Sangre Control. Pero lo peor de todo no era eso sino que el mundo tenía una enemiga inesperada a la que tendrían que matar.


Yume se sintió deprimida y eso se notó con los días que fueron transcurriendo. Había perdido un vínculo que ahora... jamás volvería a ser reparado. Ya no había vuelta atrás. Adiós forastera de Ba Sing Sé... adiós Avatar Mononoke.


FIN


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