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Bad Guy por KatsumiKurosawa

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Notas del capitulo:

Con fanfics de otros fandoms sin terminar pero aquí estoy porque no me podía sacar esta historia de la cabeza. Si la maestría no me chupa el cerebro, espero actualizar pronto :v

Comenzé a publicar en Wattpad pero de pronto tuve ganas de ponerlo por aquí tb.. xD

Esta historia es el resultado del fangirleo intenso, de no haber superado la muerte de Tony en el MCU y las enfermas fantasías de Pame y mías :vvvv <3 basado en el universo... NAH LO BASÉ EN MI UNIVERSO ALV xDDD

Para Pame <3

Bad Guy

Por Katsumi Kurosawa

Capítulo 1

Ruego

White shirt now red, my bloody nose

Sleeping, you're on your tippy toes

Creeping around like no one knows

Think you're so criminal

Bad Guy – Billie Eilish

 

Hacía un tiempo que algo no encajaba en la vida de Steve Rogers.

No tenía nada que ver con el suero del super soldado y cómo pasó de ser un omega común y corriente a ser un valiosísimo alfa prime. Eso lo tenía prácticamente superado, pero aquello era algo totalmente distinto.

Al principio, creía que era una cosa tonta, una cosa simple. Como tres botones de su camisa que no estaban abotonados, dejando ver parte de su pecho y eso era totalmente no su estilo.

Simple es el descuido y esto iba más allá de lo simple.

Sobre todo, cuando el tiempo se le iba como agua y no entendía por qué. Podría pestañear ya había pasado una hora entera sentado en la misma banca del parque en el que corría, con los zapatos llenos de lodo sin recordar en qué momento caminó sobre este. O las tantas veces que se había encontrado intentando recordar por qué había ido a la cocina -lo cual era común pero no tana menudo.

Ni se diga cuando su ahijado Anthony estaba de por medio.

Porque ciertamente lo simple pasó a ser complejo por Anthony.

Como aquel día de descanso, en la mansión Stark de Malibú. Ese día en el que se quedó dormido en el sillón de la sala y cuando despertó se encontró a su ahijado de pie frente a él, con los labios hinchados y rojos, el rostro alterado, los profundos ojos color avellana reflejando miedo.

— ¿T…Tony…? —llamó al pequeño omega suavemente, notando como los cabellos castaños estaban despeinados como si una tromba hubiera posado por él. Incluso su preciosa piel sonrojada parecía húmeda por un cierto tipo de esfuerzo o ejercicio.

Sin embargo, cuando Tony pareció recobrar el control de su cuerpo, corrió lejos, lejos de él… fuera de su alcance. Huyó de él, maldita sea… ¿Por qué?

Intentaba recordar, pero todo era una página en blanco. Tabula Rasa. No había nada, nada más que el fuerte dolor de cabeza que era capaz de dejarlo inconsciente. Ni siquiera recordaba haber cenado y tenía el estómago lleno.

A la par de sus experiencias erráticas, estaba el comportamiento de Tony. Un día parecía temerle y al otro, volvía a sus abrazos cariñosos.

Eso sin contar las numerosas heridas físicas que encontraba frecuentemente en el menor…

— ¿Qué te pasó en las rodillas Tony? —inquirió Steve un día, sorprendiendo al castaño en la cocina, con una dona en la boca. Moretones en ambas rodillas, se veían tan dolorosos que no pudo evitar preocuparse.

—Me… caí… —susurró pálido y asustado. Como si le hubiera descubierto en una mentira… había olvidado sus moretones cuando se puso los diminutos shorts de su pijama.

—Te pondré un ungüento. Se ve mal… ¿Duele mucho? —preguntó yendo al botiquín, dejando que Tony lo persiguiera.

—N… S… No… no duele mucho… —mintió mordisqueando la dona, sentándose en el sillón principal de la sala.Cuando Steve se arrodilló ante él, un respingo sonoro llamó la atención del mayor.

Parecía como si le ocultara algo. Steve podía olerlo…

—Bien, quédate quieto… —tomó aquel frasco y metió sus dedos gruesos dentro del mismo, mientras Tony lo miraba sin aliento.

Le extrañó que el omega no hiciera comentarios sarcásticos sobre sus “ungüentos de anciano” como solía hacerlos todo el tiempo. Lo miró y este desvió la mirada de inmediato, como si no pudiera sostenerla.

—Tienes que tener cuidado, bebé… —le dijo dulcemente, acariciando la rodilla derecha y extendiendo el ungüento en toda la extensión— Tienes una piel delicada…

—No soy un bebé… —gruñó, incapaz de incapaz de concentrarse en otra cosa que no fueran los fuertes dedos de Steve en su piel. La dona se había terminado y nada podría distraerlo.

—Perdone, señor ingeniero del MIT… con maestría y todo~ —sonrió para tomar más del ungüento y acariciar la rodilla izquierda. Oyó perfectamente el obsceno jadeo de Tony y sintió la piel del omega erizándose totalmente— Te… ¿Te duele…?

—N… un poco… —mintió, sin evitar que su rostro se ruborizara.

El rubio lo miró extrañado. Sus dedos continuaron haciendo pequeños círculos alrededor de su piel, extendiéndose más allá del moretón, notando esas piernas tan torneadas y bellas…

Retrocedió ante las intensas ganas de besar la cara interna del muslo del omega. No podía sabía de qué parte del infierno había venido aquel repentino deseo, sólo sabía que se descubrió devorando las piernas de su ahijado con los ojos y esperaba que Tony no lo hubiera notado.

Pero Tony ni siquiera lo miraba…

Se paró, dejando en orden el botiquín en la mesita de centro. Frunció el ceño, simplemente no podía con la incertidumbre. Algo pasaba y el niño se lo estaba ocultando.

—T… —pero en nombre no pudo escapar de sus labios. Tony se abrazaba a sí mismo, con la vista perdida a un lado. Se veía tan suave, tan vulnerable… tan…

Recorrió su cuerpo adolescente y una oleada de calor lo azotó.

O al menos eso es lo que recordaba.

Porque no recordaba tener los ojos cerrados cuando los abrió. Menos haberse quedado dormido en el sillón. Eran las cuatro de la mañana cuando despertó.

De nuevo Tony comenzó a evadirlo.

—Maldita sea… —susurró para sí mismo.

La siguiente semana hizo un par de trabajos de investigación junto con Fury. Se sentía tan cansado que no vio mucho al pequeño Tony.

Excepto una mañana, en la cual no empezaría actividades hasta las diez de la mañana y sabía que Tony tenía clase a las 7 y eran las 8 y no había despertado.

— ¿Tony…? —tocó a su puerta y nadie respondió. Asustado, entró sin permiso, buscando al castaño con la mirada.

La habitación no lucía desordenada, lo cual hacía un poco chocante el manojo de sábanas de Tony, algunas cayendo por un lado y él envuelto en una.

—Anthony… —susurró con firmeza, pero el muchacho no reaccionó— ¡Anthony! —rugió y el castaño se sentó de un salto, revelando que sólo dormía en ropa interior.

La boca se le secó al soldado y su mirada persiguió el pecho del menor, bajado por su abdomen hasta la poco casta erección mañanera.

—Es… tarde Tony… Tienes que ir a clase… —intentó mantener la compostura y observó la cara adormilada del castaño, el cual al darse cuenta de que estaba semidesnudo frente al capitán, se jaló la sábana blanca hasta el pecho.

—Oh… —exclamó— No, no… hoy… entraré más tarde porque… —balbuceó buscando los pantalones de su pijama y poniéndoselos torpemente bajo las sábanas para evitar que el rubio viera de más—… el profesor de la primera clase eh, pues… nos avisó que no habría clase y…

— ¿Tony qué tienes en el cuello? —frunció el ceño, acercándose al aturdido omega. Tomó su mentón con una mano e inclinó su cabeza para entrar en rastro de marcas rojizas en su cuello y clavículas.

— ¿De qué hablas? —preguntó inocentón, yendo hacia el espejo de cuerpo completo de su habitación y sus ojos se agrandaron. Al parecer, el chico no sabía que tenía chupetones obscenos.

—Tony, espero no estés siendo irresponsable. Sé que Stange está de vacaciones en Malibú, pero espero no estés quedando con él a solas… —se colocó tras el muchacho, mirándolo a los ojos a través del espejo, ridículamente cerca de él— Anoche me quedé dormido en la sala, bien pudiste escaparte y…

Ese maldito Strange. El hombre estaba estudiando Medicina en la Universidad de Columbia, pronto haría su residencia en el Hospital de Nueva York, por lo que había decidido pasar sus vacaciones precisamente en Malibú.

O al menos eso fue lo que Tony mencionó unos días antes, mientras parloteaba alegremente en la cena.

—Oh es tan tarde, necesito darme un baño… —nervioso corrió al cuarto de baño y se encerró ahí— ¡Gracias por despertarme, Tío Steve!

Tío Steve. El rubio ni siquiera intentó corregirle que era su padrino… ya se había habituado a que lo llamara así.

Días pasaron con Tony bajo el ojo cuidadoso de su padrino.

Después de todo, Howard y María Stark lo habían hecho el padrino del pequeño “en caso de que algo les sucediera”. Steve era el único que podía cuidar fieramente al primogénito de los Stark.

Howard sabía que no habría nadie mejor que Rogers

—Howard… —suspiró, caminando por el club ecuestre al que pertenecía Tony. Le había prometido al chico que lo llevaría a por un helado, ya que, al día siguiente, no iba a poder verlo.

S.H.I.E.L.D lo mandaba a una misión de exploración de campo y Anthony se ponía particularmente sensible cada vez que se iba. Era lógico dado que el matrimonio Stark había fallecido en una misión.

Pronto un dolor se instaló en su corazón; sus manos temblaron casi imperceptiblemente y algo escaló rápidamente por sus manos hasta su pecho. Howard Stark… su Howard estaba muerto.

Tomó un respiro profundo al sentir que le faltaba el aire.

Creía haber controlado esos repentinos ataques de ansiedad.

De por sí su triste vida había sido un desastre desde que había sido encontrado, congelado, en aquel iceberg: Howard, su inspiración, su primer amor… se había casado y tenía a un hijo omega, que en ese entonces tenía quince años.

Luchando dos años por recuperar los trozos de su vida rota, fue obligado a aceptar que no era el omega destinado de Howard Stark, esa era María Collins, una omega de la más alta casta…

Y luego estaba él, quien desde el suero del super soldado, ni siquiera era omega…

Comenzó a hiperventilar.

Necesitaba ver a Tony… lo necesitaba pronto. Tony era su tabla de salvación. Tony era su roca, lo mantenía con los pies en la tierra… Tony…

Barrió el lugar con la mirada hasta que lo halló. Era inconfundible.           

Tony montaba con una elegancia digna de un Stark. Sus hombros estaban cuadrados y relajados mientras miraba al frente, dejando que la brisa acariciara su precioso rostro juvenil. Sus brazos estaban naturalmente relajados, con los codos flexionados en el ángulo correcto y sus manos enfundadas en unos guantes de cuero negro, sostenían las riendas con gentil firmeza.

Sonreía confiado mientras se disponía a saltar un obstáculo en el camino. Era bellísimo. Se veía tan elegante en ese precioso uniforme: su camisa polo color vino se ceñía a su delicada figura, acentuaba de un modo ilegal aquella cintura… o tal vez eran los obscenos pantalones beige resaltaban sus caderas y la pecadora curva de su retaguardia.

No había notado lo mucho que Tony había crecido. No había notado lo hermoso que se había puesto…

—Omega prime… —susurró apoyándose en una cerca, para observarlo a detalle.

Tony saltó un par de obstáculos más y regresó con su caballo, casi bailando, hasta la zona donde desmontaría. Estuvo a punto de levantar la mano y llamarlo, hasta que vio a aquel chico extendiendo su mano para ayudarlo a desmontar.

La mandíbula de Steve se tensó.

— ¡Stephen! —la cálida sonrisa de Tony llenó de amargura al Capitán ¿Por qué sentía eso? ¿Por qué sus manos cosquilleaban con una sensación desagradable?

El chico tomó la cintura del menor para que aterrizara suavemente en el piso y para la rabia del rubio, el muchacho no quitó sus manos de la cintura de Tony. El castaño alzó la vista para encontrarse con los ojos de Stephen Strange, sintiéndose un tanto desconcertado por la cercanía.

—Hola Tones… —susurró el hombre con su voz tan grave, que podía hacerle temblar, aunque claro que el pequeño Stark no lo admitiría nunca.

—Hola extaño… —sonrió dulcemente hasta que las manos en su cintura se convirtieron en un abrazo y sus rostros terminaron peligrosamente juntos.

— Te extrañé, amor… —susurró cerca de su boca, casi acariciándolo con su aliento.

Las manos de Steve Rogers habían doblado las barras que cercaban el circuito de los caballos. Ese estúpido de Strange.

— ¡Tony! —casi rugió con su voz de alfa.

Anthony Stark no era precisamente un omega dócil y todo el mundo lo sabía. Por eso fue que Stephen Strange apretó los dientes cuando el castaño se erizó y separó de él como si quemara al tacto. Ni siquiera pudo darle el beso apasionado que había planeado darle… todo porque de algún modo, su omega reaccionaba a la voz de su padrino.

Miró al honorable Capitán América caminando hacia ellos con las palmas de las manos cerradas en un puño y el mayor de los muchachos se sintió extrañamente amenazado.

—Tío Steve… —susurró Tony, lo suficientemente desconcertado con la reacción de su cuerpo. La sumisión en la que lo metía la voz del rubio le hacía rabiar, pero no podía evitarla.

Sintió su labio temblar y comenzó a quitarse los guantes blancos mientras pretendía que no se sentía afectado.

—Buenas tardes, Capitán Rogers… —saludó educadamente Strange, extendiendo su mano hacia el hombre sin dejarse amenazar de ningún modo.

—Doctor Strange… —aceptó su mano y la apretó firmemente— ¿A qué viene su visita a Malibú? —susurró con una falsa amabilidad. Claro que sabía por qué el tipo estaba ahí. Sabía incluso cuando había llegado, sin embargo, no quería que el pelinegro supiera que Tony había hablado de él. No señor.

—Estaré aquí unos días antes de la residencia… —sonrió levemente arrogante e inclinó la cabeza— En este momento sólo venía a montar…

El hombre levantó las cejas y Steve pudo matarlo. El alfa mayor ni siquiera había reparado en el uniforme de equitación que vestía el pelinegro. Esperaba que no hubiera dicho esa palabra en doble sentido, oh no.

Recordó las marcas en el cuello de Tony hacía unos días.

Si ese maldito se había atrevido a tocarlo… él simplemente…

—Voy a cambiarme… estoy hecho un desastre… —masculló Tony huyendo de cualquier modo de la tensa escena. Se fue con un aire resuelto hacia las duchas.

Steve era demasiado sobre protector con él. Más de lo que sus padres lo habían sido… y no iba a lidiar con dos alfas soltando testosterona como los brutos animales que eran.

—Sé que eres el prometido de Tony, Strange… —comenzó el rubio sintiendo como todos sus músculos se tensaron intentando contenerse— Pero… te prohíbo que toques a Tony de esa forma…

—Con todo respeto, Capitán Rogers… No creo haber tocado a Tony de forma inadecuada… —esa maldita sonrisa arrogante del hombre estaba por hacer explotar al mayor— Además… Tony puede decidir por él solo… ya no es un niño.

—Tony tiene 17 años. No es mayor de edad… así que te recomiendo mantengas tus manos lejos de él… —entrecerró los ojos y Strange pudo jurar que se hicieron más obscuros.

—Comprendo… —no perdió su sonrisa, pero tampoco era tan brillante como antes— Sin embargo… Capitán Rogers… —habló firmemente mientras uno de los ayudantes traía un caballo negro, cuidadosamente ensillado para Strange— Anthony va a ser mi esposo un día… ¿No cree que su reacción es un tanto exagerada? No se preocupe, yo lo he cortejado de manera casta, si es lo que le preocupa… —se subió elegantemente al caballo, abrochándose el casco que el ayudante le había pasado— Pero muchas gracias, Anthony es su ahijado y lo ama como tal… gracias por querer tanto a mi Tony… —sonrió notando que el rubio se había quedado descolocado ante el descarado recordatorio— Buen día, Capitán Rogers…

Steve lo observó galopar con destreza absoluta aun cuando sus puños estaban calientes por golpear el rostro del joven doctor.

Maldita sea. Tanto él como Tony tenían un título universitario tan jóvenes -Tony estaba a nada del título de maestría-, peor ser genios no les exentaba del deseo carnal.

Menos sabiendo que estaban prometidos desde bebés.

—Maldita sea… —susurró sorprendiéndose de su vocabulario. Ni siquiera notó que el tiempo transcurría.

Trataba de dominar sus impulsos. Pero es que todo se volvía complicado cuando se trataba de Tony.

—Estoy listo, tío Steve… —pero la voz juguetona del omega se apagó al ver la tensión en la mandíbula del alfa— Vamos a casa…

Y el viaje de regresó no fue tan ameno como lo habían planeado. La idea de que el rubio recogiera a Tony en el club ecuestre, era compartir una conversación divertida, tal vez ir a por un helado, y si el castaño usaba bien sus encantos, convencer a Steve de ir a por pizza.

Pero la tensión en el coche fue no decreció. Steve estaba un poco mareado, pero se negó a desenfocarse del camino. La desesperación comenzaba a corroerlo.

Sus sentimientos eran confusos.

¿Qué rayos pasaba?

Para cuando cerró la puerta de la entrada principal, un dolor de cabeza intenso se había alojado en él. Jadeó haciendo a Tony mirarlo preocupado.

— ¿Tío Steve…? —le llamóintentando sostenerlo ya que parecía tambalearse— Steve… Steve ¿Qué sucede…?

Y el Capitán Rogers cerró fuertemente los ojos intentando disipar la sensación que lo mataba.

—Te voy a enseñar a montar como se debe… —aquellas palabras habían salido de su boca y el capitán lo sabía. Lo que no sabía es por qué lo había dicho.

Relajó los ojos y cuando los abrió, no estaba parado en el recibidor de la mansión.  Miró los ojos llorosos de Tony quien tenía las manos atadas sobre su cabeza con el cinturón café que esa mañana Steve se había colocado pulcramente.

La camisa polo de equitación de Tony estaba rota, mostrando su precioso cuerpo. Sus ojos azules recorrieron la escena, hasta llegar a su miembro erecto que goteaba líquido preseminal a borbotones sobre el abdomen del omega. Estaban en la cama de Tony, más bien, Tony estaba atado a su propia cama con él, su padrino y cuidador… la persona en la que más confiaba, encima.

—Te lo juro… no me entregué a Stephen… por favor no hagas esto… —lloriqueó Tony tan frágil como jamás había sido visto— No lo hagas… yo… yo no quiero ser tuyo… No así…

Notó las marcas de mordidas por el pecho del castaño, incluso unas enormes marcas de succión en sus muslos, sobre todo en las partes en los que los boxers rotos del omega mostraban su piel antes de rasgarse completamente.

— ¿Tony? —murmuró Steve interrumpiendo su lloriqueo y los ojos del castaño se abrieron ampliamente.

— ¿S… Steve…? Steve… —sus ojos dejaron caer las pesadas lágrimas de alivio— Steve, volviste…

—Tony ¿Qué está pasando…? —con las manos temblorosas arrancó el cinturón, liberando por fin al chico quien se abrazó necesitadamente de él.

El capitán lo rodeó con sus poderosos brazos y Tony parecía aún más pequeño entre ellos.

—¿Qué estaba haciendo, Tony? —preguntó sumamente confundido, al sentir el llanto del chico entre sus brazos disminuir.

—No fuiste tú, Steve… no eras tú… —murmuró levantando el rostro, como para reafirmar que estaba hablando con él— Tú no eres así… sólo era… el tipo malo…

—¿El tipo malo? —su cabeza dolía de nuevo. Enterró la cabeza en el cuello de Tony para empaparse de su aroma tranquilizador. El erótico olor que desprendía era de algún modo un tranquilizante para su alterada mente.

Olía a café con un delicado toque de canela. Trató de contener las ganas de lamer su cuello. Sus pensamientos eran jodidamente contradictorios…

Sin embargo, los vellos de su nuca se erizaron al sentir esa esencia de un alfa encontrada en el cuerpo del pequeño. Olía a petricor. El rastro era reciente y cuando recobró la consciencia pudo notar que el aroma impregnaba completamente la habitación.

El tipo malo olía a petricor.

—Él quiere hacerme daño… —comenzó siento arropado con las sábanas blancas de su cama por el mayor— Me quiere exclusivo para sus fantasías… pero no ha querido que te des cuenta que existe… por eso no me toma. Por eso no me marca…

Su voz sin fuerza era chocante. Es decir, era Anthony Edward Stark: una oda a la seguridad, arrogancia, inteligencia.

—No… no va a tomarte, yo voy a protegerte… —pero su promesa parecía demasiado débil ante la confusión sobre el origen de ese “tipo malo”.

—Ha estado burlándose de mí cuando duermes… —su cabeza se apoyó en el pecho de Steve, quien se recostó a su lado sin dejar de abrazarlo— Siempre me amenaza… con que me tomará y que anudará en mí, haciéndome suyo…

—No… el no… él no puede, no debe… —interrumpió angustiado besando los cabellos castaños del chico. No sabía qué le angustiaba más, si el hecho de que Tony fuera tomado a la fuerza por alguien o que ese alguien fuera algo que venía de “él” y no podía controlar.

—Me ha dicho que va a tomarme cuando esté en celo… —se le hizo un nudo en la garganta— Pero está celoso de Stephen y… quiere tomarme ahora… y yo… yo no…

—Shhh, shh —acunó su rostro— Tengo que… controlarlo. Tengo que aprender a contenerlo. Que no vuelva más.

—No podrás… —Tony parecía más tranquilo, pero aún estaba inquieto— Yo sé que es inevitable que el tipo malo me tome…

—No digas eso…

—Quiero que me tomes tú… antes que él… —rogó incorporándose y los mechones rubios de Steve se esparcieron por la almohada blanca del omega.

Ladeó la cabeza acariciando una porción suave, nívea y tentadora de su cuello. Esto alteró al rubio más de lo que hubiese deseado.

—Márcame antes que él lo haga… te lo ruego…

 

 

Continuará


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