A mi protectora, Oscar.
De su siempre agradecida, Rosalie.
Empezaré hablando de tus hermosos ojos, esos azules intensos que miran hacia el horizonte llenos de primavera, y que me sonrien con sinceridad a cada segundo, a ellos les entrego todo mi agradecimiento porque me encontraron y salvaron.
También doy gracias a tus delicados labios por nunca haber olvidado decirme palabras llenas de sabiduría, de compasión, y de amor.
De igual manera te expreso las gracias por todas las enseñanzas que me diste, pues son el más grande tesoro que siempre guardaré en mi corazón. Y si tuviera que elegir mi característica favorita en ti, escogería tu bellísimo cabello rubio que ondea con el viento como si quisiera escaparse pero luego regresa.
Tu valentía y amabilidad jamás las olvidaré, porque tú eres mi protectora, resultas ser el príncipe a quien desde niña había soñado encontrar, aunque tú eres un tesoro más allá en lo alto en el cielo, eres mi amada Oscar François de Jarjayes a quien siempre querré y amaré eternamente, te guardo en mi corazón como mi recuerdo más favorito de todos, porque te amo, y siempre recordaré estos sentimientos preciosos que guardo hacia tu persona, eres la rosa de mis sueños deseados, mi querida Oscar. Y tu cálida voz ha quedado grabada en mi alma.
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Así decía la última carta que Rosalie escribió para Lady Oscar, esas fueron sus últimas palabras que dejó manchadas en tinta después de marcharse de la casa de los Jarjayes. Aquella breve carta resultó ser una carta de amor, y de amistad, también de agradecimiento.
Las lágrimas de Oscar cayeron sobre el frágil papel empapándolo un poco, pues ella de igual forma le tenía un gran aprecio a la dulce Rosalie, y todos los días recordaría los momentos en que gozó de su agradable compañía, no lo decía pero aquellas palabras le dieron fuerza para continuar y seguir el camino que su padre trazó para ella.
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Al otro lado del río Rosalie lamentaba mucho el haberse tenido que marchar sin dar más explicaciones, aunque sabía que extrañaría demasiado su compañía, a esa presencia tan parecida al suave cantar pero sonoro de las aves.
Y entonces se preguntaba que si se hubiera quedado un poco más en la casa de Lady oscar, sería acaso habría una oportunidad tan linda para ella o es qué quizás sólo resultaría ser una ilusión, un amor fugaz producto de sus pensamiento, o tal vez su querer era platónico. Sin embargo de algo si estaba segura y es que nunca podría olvidarla, jamás se olvidaría de su salvadora amada.
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Y entonces después de una semana la volvió a encontrar, a ella, a la comandante Oscar, y las dos se miraron como si sus ojos se perdieran en los contrarios. Y Lady Oscar no pudo evitar correr a abrazar a Rosalie y la envolvió en una suave caricia demostrándole que así le correspondía.
Y la dulce Rosalie derramó lágrimas de felicidad porque todo su mundo fue iluminado por el ardiente calor del amor.
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Aquella noche fue la mejor para Rosalie pues pudo ver a su amada una última vez, en ese sueño donde se abrazaban y Oscar dejaba un delicado beso sobre sus labios, y aunque eso fue lo que soñó sabía que es porque su corazón aún la extraña y desearía que estuviera aquí, junto a ella.