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Si estás tan fielmente enamorado por Kalilair

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Capítulo 1:

 

    El atardecer era encandilador. Aquella luz anaranjada hacía que uno tuviera que entrecerrar los ojos para poder verla sin dañarse la vista. Pero el ocaso no era tan hermoso en comparación con los ojos ceniza de Tsubasa. Aquel chico podría hacerse pasar por mudo de no ser porque pronunciaba algún monosílabo cuando el profesor pasaba lista en clase y se hacía de notar para que no le apuntaran una falta. Kichiro estaba enamorado perdido de él. No sabía si eran sus formas delicadas, su cabello negro revuelto o sus largas pestañas adornando sus ojos grises, pero aquel chico le quitaba el aliento.

 

-Kichiro, ¿hola? -una chica sentada tras el rubio tuvo que alargar el brazo para tocarlo y hacerlo salir de su ensimismamiento-. Tío, el profesor te está preguntando.

 

    Al levantar la vista, el muchacho se dio cuenta de que toda la clase estaba pendiente de él; incluído el profesor, quien zapateaba con un pie y sujetaba firmemente la regla en una mano.

 

-¿Y bien? -al profesor Ogawa no le gustaban los alumnos lentos-. ¿Cuál es la respuesta? -increpó.

 

-Caray, no lo sé -el estudiante sonrió para sí, volviendo a recordar los ojos de su compañero de clase-. ¿10? -la clase entera echó a reír.

-¡Esto es historia, señorito Souta! -rabió el profesor, dando un golpe de regla en su escritorio-. Salga esos 10 minutos que ha contestado fuera de la clase, si es tan amable -su voz chillona hacía que le pitasen los oídos a cualquiera.

 

Sin tener nada más que decir y haciendo caso omiso a la bronca de su amiga mientras se levantaba, Kichiro se levantó con las manos en los bolsillos, juntó la silla lentamente para sacar de quicio al señor Ogawa y procedió a salir del aula, apenas pudiendo contener la risa ante la cara del irascible docente.

 

No dio tiempo a que pasaran los 10 minutos, pues la campana que anunciaba el descanso sonó antes. Una chica con el pelo castaño cortado a lo bob salió de la clase; la misma chica que había devuelto a la Tierra al rubio minutos antes.

 

-Pero bueno, ¿se puede saber qué te pasa? -la muchacha se cruzó de brazos ante su compañero y fiel amigo de la infancia, quien esperaba a un lado del aula y no apartaba la vista de la puerta-. ¿Hola? ¡Kichiro! -no le importó gritar aunque llamara la atención de los demás.

 

-Ah, sí, sí, Michi. Comemos en la cafetería si quieres -le contestó, como si la hubiera estado escuchando.

 

-¡Ni siquiera me estabas prestando atención! ¡Menudo morro tienes!

 

Estuvo a punto de soltarle una sarta de razones por las cuales podría estar enfadada a su amigo, pero entonces vio cómo la expresión en el rostro de este cambiaba súbitamente mientras miraba a alguien salir de la clase. Se trataba de Tsubasa Amatsu, un alumno que había llegado hacía una escasa semana al centro. Aquel muchacho nunca participaba voluntariamente en clase y apenas se hacía de notar, como si quisiera ser una sombra escurridiza. La chica se lo quedó mirando también y parpadeó mientras pensaba rápidamente en la relación que podría haber entre esos dos.

 

-¿Hay algo de lo que no me haya enterado? -su amigo suspiró. Todos los compañeros habían salido ya y se dirigían a la cafetería a tomar algo antes del comienzo de la siguiente clase.

 

-Es tan hermoso -habló para sí el rubito, todavía dirigiendo la mirada hacia la pequeña figura del moreno, quien se alejaba ya hasta casi desaparecer a lo largo del pasillo.

 

-¿Quién, Amatsu? -Michi arqueó una ceja, doblando los labios; incrédula-. ¿De qué va esto, Kichiro?

 

-Me gusta -soltó simple y llanamente.

 

-¿Desde cuándo? -se interesó la castaña.

 

-Desde el primer momento en que le vi -por fin se levantó del suelo, donde había estado sentado hasta ahora-. Es un ángel… -sólo le faltaba que le cayese la babilla.

 

-Las alas ya las tiene -rodó los ojos su amiga-. No quiero sonar brusca, pero dudo que se fije en ti. Dudo que se fije en ningún ser humano -se colocó junto al rubio de ojos azabache.

 

-Ya lo sé -dejó escapar un suspiro-. Llevo toda la semana poniéndole ojitos y ni me ha devuelto la mirada -se rascó la nuca; rapada ligeramente.

 

Kichiro pensaba que aquel iba a ser otro aburrido año de hincar los codos y salir los fines de semana con Michi a tomar refrescos, pero cuando apareció aquel muchacho toda su perspectiva cambió. Ahora iba con emoción al instituto. Ahora quería graduarse de la mejor manera posible y tener buenos recuerdos de aquel último año que iba a pasar en la escuela. Pero sobretodo quería conocer a ese chico costara lo que costase.

 

-¿Te me has enamorado? -Michi se dio una palmada en la cara, tapándose los ojos con la mano-. Ya sabía que no te gustaban las chicas, pero no me esperaba esto  -susurró.

 

-Eh, que a ti te va de todo y yo no me quejo -el chico cruzó las manos sobre la nuca, dirigiéndole una sonrisa algo burlona.

 

-En cualquier caso vayamos a comer algo y ya lo hablamos con más tranquilidad -frunció el ceño la castaña.

 

No tenían demasiado tiempo para descansar, así que ambos se dirigieron a la cafetería en busca de una bebida fresca que les devolviera la vitalidad que las aburridas clases mermaba. Al llegar allí se dieron cuenta de que había algo de revuelo: voces enervadas y el ruido de puños golpeando las mesas al ritmo se escuchaban al acercarse a la cafetería. Al entrar por la puerta ambos chicos se quedaron helados al ver que lo que estaba pasando era que había un corrillo montado alrededor de dos estudiantes, y uno de ellos era Tsubasa.

 

    Nada más ver a su rival, Kichiro frunció el ceño. Se trataba de Yuuto Haruki, un tío chungo que siempre se estaba metiendo en peleas. Llevaba el pelo negro y largo, despeinado por arriba y su cara presentaba algunas cicatrices por pasadas rencillas que había tenido. Su amiga Michi vio las intenciones desde lejos y le pidió que no se metiese, pero el rubio hizo oídos sordos y se dirigió hacia el foco de la pelea con paso firme.

 

-Eh, Haruki. Déjale en paz -enseñó los dientes, notando como todas las miradas se posaban ahora en él.

 

-¿Porque tú lo digas? -rio el pelilargo, aflojando la mano con la que estaba sujetando el cuello de la camisa del otro chico.

 

-Métete con alguien de tu tamaño -se crujió los dedos, echando un vistazo al otro muchacho y dándose cuenta de que le sangraba la nariz.

 

-¡Él me ha tirado la bandeja! -se enfureció Yuuto-. ¡Tenía que pagarlo!

 

-¡El que lo va a pagar vas a ser…! -no pudo terminar la frase, pues uno de los profesores de guardia entró a la sala y pegó un grito para llamar la atención.

 

Los alumnos rápidamente volvieron a lo suyo; haciéndose los locos. El profesor miró de lado a lado y vio cómo el agresor permanecía junto al moreno, quien se había limpiado la sangre de la nariz con el dorso de la mano. Tras echar una bronca general a todos para no meterse en problemas, el adulto se retiró de allí y dejó el asunto en el aire. Yuuto echó una mala mirada a Kichiro y se volvió a sentar en la mesa de la esquina, donde solían juntarse los macarras de la escuela. El rubio miró entonces a Tsubasa, preguntándose si estaba bien y viendo una oportunidad para acercarse a él definitivamente y sin excusas.

 

-¿Estás bien?, ¿te duele? -le habló con ternura, como si no quisiera espantarlo.

 

-Sí… No ha sido nada -era la primera vez que Kichiro escuchaba su melodiosa voz. Era como saborear un dulce pastel en su paladar.

 

-¿Él te ha hecho esto? -su expresión se tornó enfadada al pensar en lo que podía haber pasado y tuvo el deseo de alargar la mano y agarrar al chico de la barbilla para verle mejor el rostro.

 

-No, en realidad nos giramos a la vez y me estampé contra su bandeja… -se sacudió un poco el uniforme, manchado con una especie de salsa.

 

-Ven, vayamos al baño.

 

Ante la atenta mirada de Michi, el chico agarró a la víctima del brazo y lo condujo hacia fuera de la cafetería, casi incapaz de mirar atrás por vergüenza a encontrarse directamente con sus ojos. Ambos permanecían en completo silencio mientras se dirigían hacia los aseos. Kichiro estaba concentrado en sentir la suavidad de la piel de aquel muchacho que cada vez le ponía el corazón a bailar a más velocidad. No quería que aquel paseo acabara nunca pero lo cierto era que los baños no estaban demasiado lejos, por lo que enseguida se encontraron allí

 

-Límpiate eso un poco.

 

Kichiro se dejó caer sobre la pared, esperando a que el otro chico lavara las manchas sobre su camisa blanca. No paraba de observarlo, esperando a que dijera algo o le mirara, pero Tsubasa se dedicó a enjuagar la suciedad de su camisa, frotando con suavidad. Al darse cuenta de que tenía manchado el pecho también comenzó a desabotonarse la ropa para poder llegar mejor a aquella zona con el agua del grifo. Kichiro echó un vistazo a su cuerpo y sus mejillas adquirieron un notable tono rojizo. Aunque le costó mucho, retiró la mirada para darle más intimidad.

 

-Ya está. Gracias -el moreno volvía a estar vestido; algo desaliñado.

 

-No ha sido nada -le sonrió el otro, animado porque le había dirigido la palabra.

 

Dándose cuenta de que se había hecho más tarde de lo esperado, ambos se dirigieron hacia la salida del baño. Fuera, para la sorpresa del nuevo alumno, estaba aquella chica de pelo corto que parecía acompañar a Kichiro a todos lados. Nada más estar cara a cara con él lo bombardeó a preguntas; preocupada por si había molestado a Tsubasa de alguna manera, pero este se apresuró en desmentir cualquier acusación de haberse sentido incómodo con el rubio.

 

-Es que mi amigo es un poco… pesado -sonrió la muchacha, sabiendo que aquello era lo más suave que podía decir acerca de él.

 

-Solo me ha acompañado -se rascó la nuca el chico de ojos grises, escurriendo los dedos entre su pelo.

 

-¿Lo ves? No he sido pesado -se cruzó de brazos, demasiado pendiente al otro chico por si la había cagado.

 

-Gracias, de verdad -el nuevo hizo una pequeña reverencia-. Será mejor que vuelva a clase.

 

Kichiro quiso decirle algo para que se quedara, cualquier cosa, cualquier excusa sería buena si podía contemplarlo durante un segundo más, pero simplemente alargó la mano como si quisiera agarrarlo y dejó ese gesto en el aire, enarcando las cejas de forma triste al ver cómo se alejaba su amor platónico.

 

-Puedes venir a comer con nosotros si quieres -una voz femenina lo sacó de su penuria: la misma Michi había llamado la atención del chico.

 

-Vale -Tsubasa accedió, volviendo junto a ellos para pasar los últimos minutos de descanso.

 

Cuando tomaron asiento en la cafetería compraron algunos dulces y entonces la joven del grupo se excusó diciendo que tenía que ir al lavabo, aunque Kichiro vio perfectamente cómo le guiñaba el ojo: le estaba dando su oportunidad para acercarse al otro.

 

-Mira a ese capullo de Yuuto y toda su pandilla -mordió un pedazo de su pan de melón y echó una ojeada a la mesa del fondo, donde se reunían los de aquel grupo-. Siempre haciéndose los chulos. Siento que te tuvieras que topar con él antes.

 

-No es tu culpa, simplemente pasó -el moreno dio un bocado a su dulce en silencio, manteniéndose cabizbajo.

 

-Bueno, como siempre eres tan callado me vi en la obligación de socorrerte -sonrió-. Parecías en un aprieto. Pero ya está todo zanjado.

 

Kichiro quería saber más de él: de dónde venía, por qué se había cambiado de instituto, qué hobbies tenía, etc, pero Tsubasa parecía no querer revelar demasiada información personal, por lo que contestó a casi todo con evasivas. No mucho después sonó el timbre que anunciaba el regreso de las clases.

 

-Bueno, será mejor que volvamos -el rubio de ojos negros se levantó de su asiento y se colocó bien la camisa-. Ha sido un placer tenerte conmigo, Amatsu -le dirigió una mirada gentil-. Sería estupendo si vinieras con nosotros a partir de aho-... -quiso acabar la frase, pero el otro estudiante le cortó repentinamente.

 

-Souta, ¿verdad? -se refería al apellido de Kichiro-. Gracias por ayudarme hoy. Me gustaría pedirte un favor.

 

-¡Claro! ¿De qué se trata? Puedo hacer lo que sea por ti -su emoción era evidente.

 

-¿Podrías no volver a acercarte a mí nunca, por favor?

 

Su triste sonrisa le heló el corazón.


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