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La misericordia de la noche eterna, parte 1 por Sinfonia Universal

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—Me gustan tus ojos, porque en ellos siempre puedo ver al sol. –la pequeña afianzaba su mano y la besaba agradecida de que existiera, posándola contra su mejilla para sentir su calor. Eso le hacía pensar como alguien podía ser tan sereno aún en los momentos más duros y difíciles que vivían en su aldea. El hambre estaba corrompiendo todo el tiempo los estómagos de todos, a pesar de que ellos se las apañaban con bayas y frutos secos que encontraban en el bosque y comían en ese invierno de negrura que asolaba los parajes, y gracias a los campos que habían logrado acondicionar para subsistir. Los animales escaseaban, y poco podían hacer, pues los ríos la mayor parte del tiempo estaban congelados en las épocas más aparatosas, donde la supervivencia era el principal fuerte de la tribu. Y, aun así, con todo y sus carencias y lo crudo que tenían que pasar día a día, ella sonreía y reía risueña, como si se tratara de una criatura venida de los cielos. Una que le dio paz en los días de su guerra contra el mundo. Todo eso lo recordaba claramente desde la prisión en la que se encontraba recluido para su bienestar. Lo recordaba bien.

Tashamael No’ol Galarhya nació en medio de una noche silenciosa y eterna, donde las estrellas habían desaparecido, como si jamás hubieran existido. En el nacimiento, todos pensaron que la noche, a la que veneraba la tribu, le había quitado aquellos corpúsculos siderales porque había nacido un guerrero virtuoso. Uno que moldearía el mundo con importantes acciones y que lo cambiarían todo para siempre. Por esto y más, el hecho de venir al mundo no fue tomado como un mal presagio, pues en su hogar, un niño así sería recibido como algo bendito. Y pese a que había sido concebido producto del incesto entre su hermana y su padre, en su familia lo amaron desde el principio, colmándole de regalos y bienaventuranza.

Todos celebraron con regocijo, que finalmente su profeta y predicador de sangre soñado había llegado, pese a que no lloró o rió al ser dado a luz; pues sería un hombre que erradicaría la maldad por siempre y para siempre. Lo supieron porque nada más al nacer, Tashamael eligió de entre todos los regalos, los denominados “juguetes de sangre” que le fueron presentados: el ojo, el corazón y el cráneo preservados del fundador de su tribu hará muchos años atrás. Y de entre todos los presentes, quién más se alegró por la llegada del niño fue su abuela, que lo bautizó con un nombre cuyo significado lo caracterizaría durante toda su vida. Fue así nombrado por ella “La misericordia de la noche eterna”.

Su abuela desde el principio, fue un personaje importante para él, ya que le enseñó todo lo que debía saberse en su propósito. Cuidándolo y guiándolo para que en el futuro pudiera tomar las grandes y sabias decisiones que implicaba preservar la existencia de la tribu. Así, Tashamael, fue criado como es criado cualquier niño, mas con especiales atenciones. De niño era serio y un tanto huraño, parco en palabras, mas agraciado de faz y cuerpo, siendo bendecido con la noche por cabellos, la luna por piel y el sol por ojos. No reía mucho, pues su abuela siempre era implacable en sus lecciones para con él, educándolo con ferviente pasión en la visión del futuro a partir de la sangre y con una sola gota carmesí. Porque bastaba una sola para ver el mundo más allá de lo vidente.   

Por lo demás, Tashamael era un niño como cualquier otro, aunque ensimismado en su mundo del futuro, como le solía llamar su madre-hermana a sus silencios prolongados. Pero cuando solía hablar mucho con ella por las noches, y se tendía al pie de su cama y recostaba la cabeza en sus piernas para que la acariciara, con inocencia le preguntaba cuando las cosas cambiarían para todos.

—Cambiarán cuando deban cambiar, la noche nos lo dirá y tú nos guiarás por un camino de bien. –le decía su madre-hermana como respuesta, alimentando sus deseos de ver a su pueblo mejor de lo que estaba. Pero pese a que las carencias y el hambre abundaban, no faltaba el amor de una familia para él. Era el orgullo de su padre, su abuela, y su madre-hermana, y nadie en la tribu lo rechazaba pese a su modo de ser, porque Tashamael poco reía o hablaba a pesar de que siempre se destacaba por su aguda inteligencia. En su mente, de manera recurrente solían hilvanarse las ideas de construir un lugar mejor para los suyos, para así darles algo mucho más decente de lo que merecían y recibían. Constantemente estos pensamientos cabriolaban y le mantenían ocupado mientras estudiaba o ejecutaba todas las tareas propias de su clan, que buscaba mantenerse medianamente bien. Por estas tareas, que consistían en sembrar el campo, recolectar frutos secos y bayas y armonizar con la poca fauna que habitaba el lugar para comer, fue que la conoció. A ella, a Dilalndor Treje Mirano’o“.   

Dilalndor era la hija bastarda del hermano de su padre, y a diferencia de él, la niña reía y danzaba siempre movida por el rumor y la magia generada por los vientos. Y, sobre todo, sonreía como si nada malo existiera o viviera en el mundo que los había visto nacer y crecer. No importaba que o como, era como la luz en la noche a la que el clan siempre rezaba y pedía para que no les faltara nada, para que las personas que lo conformaban, fueran siempre sanos pese a todo. Llevaba como adornos plumas y cuentas de colores en su largo cabello castaño como las montañas que bordeaban su aldea cuando no había una estación de oscuridad, y vestía amplios trajes que ocultaban su gruesa figura. Hoyuelos se marcaban en sus mejillas al esbozar sinceras sonrisas, y sus ojos verdes como las hojas de los árboles, resplandecían en su aniñado semblante cuando le veía. A veces, Tashamael la contemplaba reunida con las mujeres que tejían con sus largos cabellos desde la distancia, movido por el sentimiento de preguntarle porque siempre reía y sonreía si padecían de penurias. Pero jamás se atrevía a hablarle porque quizá era un secreto que, al saberse, perdería su encanto por completo. 
 
Tashamael reparaba con atención y en silencio en los ojos de Dilalndor, su rostro redondo y atractivo, porque la niña era bonita pese a su contextura rolliza. Y se preguntaba, muchas veces, si aquella muchacha tenía escondidas todas las respuestas a las preguntas que necesitaban ser respondidas; como también la calma y el consuelo que ansiaba. También Dilalndor lo miraba en secreto, aunque a su manera, intentando descubrir porque aquel niño era como era. Dilalndor le miraba con esa gran ternura que no había abandonado su corazón pese a las vidas que llevaban, y por esto, comenzó a inventar juegos y todo cuanto se le ocurría para él; para que no se entristeciera, ni añorara otras tierras y otras gentes que no fueran las suyas. Eran niños después de todo, y ella iba a poder entenderle si él lograba abrirse un poco. Le gustaba pese a sus mutismos y a su prudencia, y le atraía por ser quién era.

Un simple pajarito los unió, como se unen el sol y la luna en un eclipse. Éste se había caído de su nido y la niña había corrido entusiasmada a pedir su ayuda, llevando al animalito oculto entre su vestido para así regresarlo a su lugar debido, con sus padres. La firmeza con que sintió que sus manos se entrelazaban, en el momento que se acercaban a los árboles, hizo latir por primera vez en el corazón de Tashamael una canción que jamás llegó a sentir. Una canción que le acompañaría por mucho tiempo, pese a que dicen que el amor a veces es efímero o un sueño del que se despierta en cualquier momento. Y junto a ella la paz se instaló en su corazón, junto con su nombre, que, en sus labios, era la más dulce de las oraciones que podía recitar antes de dormir.

Y por ella conoció los tesoros de la naturaleza que recién había descubierto, y también aprendió la bondad y la ternura que sólo se puede profesar desde un puro corazón. Y fueron tan inseparables y tan cercanos, que con el tiempo Tashamael reía, sonreía y hablaba más de lo habitual en su presencia. Había misterio y belleza en su forma de ser, y por esto, con Dilalndor forjó un mundo donde sólo existían únicamente ellos dos. Un mundo, que más adelante, fue completamente destruido.

Notas finales:

Me dejan por favor, sus críticias y visto bueno y malo, para seguir con esta bazofia que estoy creando. Muchas gracias por leerme. 


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