La fecha especial llegaba, la mansión se llenaba de un color rojizo especial que combinaba con el verde y otros menos importantes. Era la fecha favorita de cierto castaño que lanzaba todo el trabajo por la ventana en ese mes, porque era navidad y prefería usar ese mes para dedicarle a su familia, amigos, aliados y todos sus cercanos. Y nadie le podía prohibir eso, porque era el jefe y su palabra era ley.
Eso y que se ponía de muy mal humor si no respetaban su mes de descanso.
Sí, su mes.
Treinta y un días que aprovechar para volverse una persona normal, dejar los trajes de lado y usar jean, suéteres tejidos, poleras o lo que se le diera la maldita gana. ¡Porque era un mes especial! El primero de diciembre era una ruta de cambio, se levantaba tarde, no se quitaba el pijama, se sentaba en la mesita de la cocina para desayunar porque no quería estar solo en el amplio comedor, y empezaba con una lista mental de qué debería hacer.
¡Al diablo los planes! Iba a visitar a cierta peste.
—Juudaime, pensé que esta semana iba a quedarse aquí, en casa.
—También lo creí —se colocó un abrigo café—, pero cambié de opinión —sonrió.
—¿Puedo ayudarlo en algo? ¿Escoltarlo siquiera?
—No, así está bien —se colocó la bufanda—, me llevaré uno de los autos.
—Juudaime, debo insistir —siempre se preocupaba por la seguridad de su amado jefe.
—Relájate, Hayato —rio bajito—. Mukuro me dio esto —mostró un collar con un colgante índigo—, ocultará mi apariencia mientras estoy en la ciudad.
—Si es así, le deseo que se divierta.
—Asegúrate de que cada uno haga su parte del papeleo —suspiró antes de estirarse—. Mucha suerte con eso.
Fue así como empezó una travesía común desde hace casi seis meses, travesía que hasta antes de “eso” era poco frecuente, travesía a la que se estaba acostumbrando a adorar porque era símbolo de desastre sin fin y una divertida estancia. Tsuna no estaba seguro de cómo su relación con Xanxus cambió tanto, pero no se quejaba, era preferible pelear verbalmente que odiarse en silencio, además eso le ponía picante a su vida.
—¿Vienes a ofrecerle tu trasero al jefe bastardo? —ahí estaba la cálida bienvenida de Varia.
—Es el trasero de tu jefe el que me pertenece —rio bajito ante la mueca asqueada de aquel tiburón.
—No quiero detalles, me basta con sorprenderme de tu visita —señaló a su espalda—. El desagraciado está dormido, despiértalo con agua y cumple mi maldito sueño.
—Tengo una idea mejor —sonrió.
—Como sea. Sólo lárgate cuanto antes, pequeña rata.
—Se me hace que estás celoso —Tsuna canturreó.
—VOOOIII… ¡No digas estupideces! —ondeó su espada en amenaza—. ¡Me largo!
—Aprovecha el día con Dino-niisama —soportó una carcajada—, dile que te deje caminar esta vez.
—¡Vete a la mierda, mocoso! —elevó su dedo medio para despedirse.
—Cuídate.
—Odio que se te pegaran las peores mañas de tu tutor y del bastardo del jefe —siguió su camino maldiciendo entre dientes.
Era cierto, Tsuna tomó algunas cosas para sí mismo porque era divertido. Les tomó gusto a los castigos y al entrenamiento forzado para los desobedientes, era un monstruo cuando se enojaba y solo así pudo ganarse el respeto de todos en la mafia, y tenía ciertas actitudes muy ambiciosas nacientes de su muy inusual amistad con Xanxus desde que tomó el cargo.
Más de ahí, pocos sabían, Squalo era uno de ellos.
Pero esos eran detalles.
Lo importante era que tenía un lugar que muchos envidiarían, sabía aprovecharlo, y más en esas fechas donde su muy buen humor encantaba. Por eso estaba ahí, admirando a Xanxus extendido sobre su muy amado sofá, durmiendo entre leves ronquidos. Analizó cómo molestaría a esa bestia. Se decidió por unas uvas que halló en la cocina mientras saludaba a los cocineros y a Lussuria —quien fue una especie de cupido hace meses—, tomó una y la lanzó a la boca abierta de Xanxus.
Estalló en carcajadas al verlo atorarse y levantarse para escupir la fruta, y se rio más al ver ese rostro malhumorado que lo enfrentó en cuestión de segundos, pero tuvo que callarse cuando escapaba de esas poderosas manos que podrían aplastar yugulares. Obviamente no se disculpó, pero compensó su travesura con un muy largo besito, colgado del cuello ajeno, y dejando que Xanxus menguara su coraje entre mordidas suaves. Ese hijo de puta tenía su encanto.
—¿Qué quieres?
—Tan romántico como siempre —se bajó y alejó un par de pasos—, ni siquiera preguntas cómo estuvo mi día.
—¿A qué basura le pateaste el trasero? —sonrió de lado al imaginárselo, la última víctima del cielito había sido esa tonta niebla.
—A nadie.
—Entonces no me interesa, Yoshi —rodó los ojos.
—Uy, qué lindo —rio entre dientes—, ahora soy Yoshi.
—Nuestra reunión era el día cinco, no hoy —se sentó en su sofá y palmeó su pierna derecha antes de sonreír.
—Tuve una idea y quise contártela —se acomodó sobre las piernas ajenas, dejando que el brazo de Xanxus rodeara su cintura, y sonrió.
—Si tiene que ver con sexo, la aceptaré —bostezó.
—No, aun no te lo mereces —siguió comiendo de aquellas uvas y le cedió una al azabache gruñón.
—Escupe lo que quieres —besó los labios del castañito bipolar.
—Un reno —sonrió ampliamente.
—Y yo quiero partirle la cara a tu perro faldero —estiró su mano por la botella de vodka—, pero no obtenemos las cosas así de fácil.
—Mejor que sean dos —Tsuna ignoró la negativa de Xanxus.
—¿Para qué quieres esas mierdas?
—Porque es navidad y quiero renos de verdad —exigió seriamente.
—¿Y crees que te complaceré en esa estupidez?
—Sí —atrapó la botella y bebió un sorbito—, o me conseguiré un amante.
—Sí claro —hizo una mueca.
—Tal vez Mukuro… o tal vez Kyo…
Sus labios fueron tomados con salvajismo, a tal nivel que se quedó sin aire a los pocos segundos y tuvo que jalonear los cabellos negros de Xanxus para liberarse. La mirada rojiza destilaba ira pura, y Tsuna solo pudo reírse entre jadeos, porque el idiota que tenía por novio era un animal de acciones y poco de inteligencia. Pero así le gustaba, porque era interesante.
—¿Entonces? —preguntó divertido.
—Tendrás diez —dictó como un rey romano.
—Yey~ —se abrazó al cuello de Xanxus y maniobró para sentarse de tal forma que sus piernas quedasen a cada lado de esa cadera—, gracias —le dio un besito, uno de piquito.
—Pero te costará.
—Pero es mi deseo de navidad —fingió ser una inocente paloma.
—Y yo merezco uno también —sonrió de lado.
—¿Qué quieres? —suspiró.
—Que le digas a esas basuras que eres mío.
—Se van a enojar —canturreó—, aún no están listos para saberlo.
—Quiero ver sus caras.
—Lo pensaré.
Sí, era una relación muy extraña, pero les funcionaba, porque obtenían lo que deseaban. Tsuna tenía su nivel de diversión y ajetreo. Xanxus obtenía tranquilidad y satisfacción personal. Así de fácil.
Fue entonces que un día, diez renos llegaron a un establo construido especialmente para ellos en terrenos adjuntos a la mansión Vongola. Xanxus se mostró prepotente y sonriente, se encendieron las alarmas, todos tomaron su posición para defender a su cielito, y finalmente Tsunayoshi detuvo todo para después anunciar ser pareja permanente del dueño de las llamas de la ira.
Fue un día memorable, muchos desmayados y gritos, peleas e insultos, pero al final todos cedieron ante la felicidad de su cielo.
Fue la mejor navidad de todas.
Solo los aliados temieron esa relación, porque significaba que Tsunayoshi Sawada no solo tenía a Vongola en sus manos, sino que también comandaba al escuadrón de asesinos: Varia. Estaban bien jodidos.