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Intuición por lpluni777

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Afrodita no presumía de una inteligencia desmedida, pero, su intuición rara vez fallaba.

Cuando los murmullos llegaron hasta sus oídos, por medio de susurros mal disimulados entre guardias y sirvientes, pensó que simplemente estaban exagerando una vez más. Después de todo ninguno de ellos lo conocía, al hombre del cual hablaban en secreto.

Exageraban, mas no estaban errados.

Las rosas también se lo mencionaron y ellas no mentían. No a él, al menos. Había algo extraño ocurriendo con el onceavo arconte de oro. Si alguien lo notó primero, y seguramente fue el origen de los murmullos, ese debía ser Milo.

Ocurría que Camus ya no salía del templo de la urna sagrada, nadie sabía porqué, y nadie se atrevía a cuestionarlo directamente. Afrodita vio a Milo intentar sacarlo un par de veces, invitándolo a entrenar, a comer, a hacer guardia o lo que fuere; pero Camus siempre lo rechazaba. Solo que sin la suficiente firmeza como para forzar a su amigo a rendirse definitivamente.

Afrodita, por otro lado, tenía una buena idea de qué era lo que le ocurría a su vecino.

—Si mal no recuerdo, debe estar en esa edad.

Camus era inteligente, pero también quizás demasiado "recto" para su propio bien. Shura dijo algún día que la lujuria era un pecado capital que a ellos también les afectaba, para detener las pullas de Deathmask hacia los más jóvenes, y de seguro el pequeño Acuario se lo tomó al pie de la letra y evitó cualquier tipo de contacto con el tema.

El joven Acuario tenía unos trece años en ese momento. Aftodita se preguntaba qué lo habría hecho reaccionar, pues estaba seguro de que su conjetura no estaba errada.

No planeaba meterse al ajo por cuenta propia, pero estaba seguro de que alguna conexión con Deathmask debía existir, pues el caballero de Cáncer se echó a reír cuando escuchó a algunas sirvientas hablar sobre ello durante el entrenamiento, aunque negó todo cuando lo interrogó.

Por suerte, y para bien de su paz mental, sabía que a su amigo solo le gustaban las mujeres. E incluso, mientras más opuestas a él, mejor. Para ser tan mal hombre tenía sus estándares bien colocados a la hora de buscarse una buena mujer.

—Ya va a ser mediodía —comentó el cabalero a sus flores, siendo de paso su saludo de despedida pues ese día prometió que se encontraría con Shura en las montañas para entrenar.

Debía pasar por Acuario. Los últimos días el caballero guardián ni siquiera salió a recibirlo ni dio señales de vida cuando cruzaba, a diferencia de lo usual; que consistía en una bienvenida, el atravesar el templo caminando con él detrás, y una despedida cordial; lo mismo ocurría con el camino de regreso. A veces, en medio del recorrido por el templo, Afrodita le sacaba conversación y como todo buen caballero el francés le respondía sin quejas. Usualmente hablaban sobre el Santuario o sus compañeros, jamás sobre misiones o ellos mismos.

No conocía a Camus, pero conocía la imagen que las personas tenían de él. Suponía que la más cercana a la realidad era la de Milo; decía que su mejor amigo era uno de los caballeros más fuertes de la historia, mas su bondad era inigualable y siempre pensaba antes de actuar para tomar la mejor decisión posible.

Afrodita no demostró sorpresa alguna cuando las puertas del onceavo templo se abrieron para recibirlo, ya había sentido la presencia de su compañero moverse dento del recinto, pero en verdad sí resultaba una sorpresa que el pelirrojo se encontrara ahí enfrente suyo, después de tantos días de reclusión.

Lo inspeccionó en un segundo, nada en su fisionomía estaba fuera de lugar; no había adelgazado, su piel estaba igual de blanca que siempre, parecía haber dormido bien (si no es que de más) y su postura era firme. Lo único raro era su expresión. Parecía querer decir algo.

—Buenos días Camus, ¿puedo atravesar tu templo? —Afrodita no era gentil ni paciente, no se molestó en sonreír por ser el primero en saludar; no le importaba llegar tarde a su encuentro, pues sentía que Shura ni siquiera había salido de su templo todavía; pero le desagradaba que alguien como Camus se viese inseguro. No era propio de un caballero dorado.

—Buenos días Afrodita. Adelante —se hizo a un lado para dejarlo pasar. No hubo titubeo en su voz, pero se estaba callando algo.

Afrodita no iba a ser quien preguntara, por más curiosidad que tuviese. Aguardó a que las puertas se cerraran para comenzar a caminar y un par de pies ligeros le siguieron el paso.

—Afrodita —esa debía ser la primera vez en que Camus empezaba la charla—, ¿tienes un momento para hablar?

El rubio se detuvo y dio media vuelta. Fingió pensarlo un segundo.

—Te puedo dedicar unos minutos.

Camus le indicó que lo siguiese y no tardaron en llegar a un cuarto de buen tamaño, repleto de estanterías. Desde un primer vistazo era obvio que los libros reposando allí eran antiguos por más bien mantenidos que se hallasen. Había una sola silla frente a un escritorio y Camus lo invitó a ocuparla mientras él se aproximó al marco de la ventana.

—Linda biblioteca —comentó al notar como se arrugaba el ceño de su compañero luego de un rato, señal de que regresaba su incomodidad—. ¿De qué querías hablar conmigo?

—Es algo personal, no tienes que responder si no te apetece, puedes irte cuando te parezca —Aftodita asintió—. ¿Sabes cómo hacerte un hombre?

Afrodita se sintió estúpido al inicio por no entender la pregunta. Hasta que se dio cuenta de que la culpa era de la pregunta misma y de la falta de sentido que cargaba.

—¿A qué te refieres con "hacerte un hombre", Camus?

Un rubor anormal y brillante sobre la piel del pelirrojo, bajó por su rostro y alcanzó sus hombros.

—Quiero decir, ésto —gesticuló entorno a su entrepierna y Afrodita casi se ahogó con el aire de la habitación. No sabía qué clase de mierda retorcida le había contado su amigo a ese chico pero apenas podía creérselo—, no consigo que haga... Eso que debe hacer.

Piscis respiró hondo y colocó un brazo sobre el ecritorio. Su intuición había fallado un poco, al parecer. No ocurría que Camus hubiese descubierto su sexualidad y se encontrara confundido sobre la misma. El problema era que no encontraba dicha sexualidad. Aunque tenía apenas trece años, tampoco era para tanto.

Además, él solo tenía quince años, quizás debía enviarlo con el Patriarca para que éste aconsejara mejor a su compañero... o no. Preferiblemente no.

—Camus. Necesito que me digas dos cosas, ¿está bien? —el pelirrojo asintió rápidamente— La primera es, ¿por qué eso está directamente relacionado con cuán hombre eres? —aunque pareció dudar al oír su pregunta, el galo no tardó en responder.

—Soy un varón, así que biológicamente debería poder hacer que ésto funcione para estar con una mujer. Es lógico.

En apariencia era una buena contestación.

—Bien, la segunda cosa, ¿por qué de repente te preocupas por eso, siendo que la única mujer que debería ocupar tus pensamientos es Athena? —entonces sí que se tardó en pensar un respuesta.

—Deathmask dijo que solo los verdaderos hombres pueden amar a nuestra diosa —"Más le vale que las guerreras no lo escuchen" pensó Afrodita—. Luego nos llevó a Milo y a mí al lago del bosque donde algunas amazonas se estaban refrescando y-

—Espera, espera, espera ahí. No quiero esos detalles, lo importante es que no funcionó, ¿me equivoco?

—A Milo sí le funcionó.

—Da igual —aseveró poniéndose de pie—. Camus, dime, ¿cuándo fue la última vez que te viste en un espejo?

—Esta mañana.

El runio se acercó al pelirrojo y lo escrudiñó con la mirada. Desde la frente más ancha hasta las piernas más delgadas y musculosas a comparación de las femeninas, no había nada en el muchacho que indicase algo distinto a lo que era: un muchacho.

—¿Y acaso viste a una mujer en tu reflejo?

—No.

—Pues entonces no tiene sentido atormentarse por ésto —sin pena ni gloria palpó la entrepierna de su compañero, esté se sobresaltó, pero lo soltó enseguida—. Además, hay algo en lo que Deathmask está equivocado. No necesitas que éso reaccione ante otras mujeres sí o sí para ser capaz a amar a Athena; incluso estará bien si jamás reacciona ante una mujer, eso no sería signo de debilidad.

—Pero...

—Eso es lo que yo puedo decirte. Si buscabas una respuesta diferente, podrías preguntarle a alguien más.

Piscis estaba listo para marcharse, pues daba aquella conversación por terminada, pero el pelirrojo se le adelantó en dirección a la puerta.

—Por lo que dices, ¿entonces también sería aceptable si reaccionara ante alguien que no fuese una mujer?

"Vaya forma de decirlo" Afrodita soltó un pequeño suspiro.

—Sí, estaría bien.

Camus se apartó de la puerta sin quitarle la vista de encima y Afrodita completó su recorrido por el onceavo templo en soledad. Shura seguía en Capricornio, de seguro esperando por él. Esperaba que el español no tuviera preguntas sobre la reciente forma en que el cosmos de Camus se alteró, pues no obtendría respuestas de su parte.

 

Notas finales:

Ha sido un largo tiempo desde que publico acá, espero que a alguien le guste esta historia o al menos le parezca entretenida.

 

Disculpen si hay alguna falta.


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